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Te amo, a pesar de mis cadenas por Kurenai_801

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La horrible sensación de estar desubicado, estar de más en un lugar, no pertenecer a este. Esta es la sensación que recorre el cuerpo de Wolfram en el lado izquierdo de una enorme mesa. Sintiéndose observado hasta por la servidumbre. Pero claro que lo observaban ¿Quién no podría evitar ver a tan angelical ser? Aunque él pensaba que era por otra razón.

 

—¿Qué esperas? Desayuna, hijo —Un hombre de cabellos medios pintados por las canas hace voltearlo a ver al frente de la mesa.

—Ya te hemos dicho que no sientas pena ¿O es que Gwendal es muy malo contigo? —Dice amablemente la rubia mujer en la otra esquina de la mesa.

—No, no es eso. —Wolfram trata de sonreír.

—No se metan en donde no les importa —interrumpe Gwendal, el hombre de ojos azul oscuro sentado junto a Wolfram.

—Gwendal… —Susurra la mujer rubia.

—De veras que tú no cambias, Gwendal. Ni tú tampoco, Wolfram. Hace más de cuatro meses que vives aquí y aún te sientes cohibido —dice el hombre mayor tomando su taza de café.

—Mejor deja de decir cosas innecesarias, Padre. —Trata de terminar la conversación Gwendal.

El mayor ríe.

—Mejor apresúrate, porque llegaremos tarde a la oficina.

 

 

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—Ni siquiera sé porque vengo —Murmura Wolfram en el sillón del acompañante, apoyando su cabeza en el vidrio de la ventana.

 

Gwendal, que va manejando, lo escucha y lo mira de reojo.

 

—Si supieras cuanto odio que digas esas cosas tan displicentes. Me hacen sentir mal —dice Gwendal unos segundos después en tono frio.

—Deberías —musita aún con indiferencia.

 

 

Gwendal solamente se sonríe, con el seño fruncido.

 

—Conmigo no juegues, niño. Tus caprichos se acabaran —Amenaza el ojiazul, estacionando el auto.

—Por supuesto que se acabarán. —Wolfram sale del auto tirando la puerta con disgusto.

 

Gwendal suspira aun con el seño fruncido.

 

—¡Buenos días! —Saludan las personas del edificio a Wolfram. —¿Quiere algo de tomar? —Ofrecen otros que van tras él.

Y es que desde el día que llegó, llamó la atención de la mayoría de los empleados, desde los ejecutivos hasta las señoras de la limpieza. Había quienes se atrevían a fantasear con el lindo rubio, y otras que estaban consientes de que eso era imposible, y claro también las y los que tenían envidia de que el bello Wolfram fuera el centro de atención.

—Hice esto para usted. —Se atreve a entregar una tarjeta una secretaria.

—Gracias. —Le dedica una sonrisa de agradecimiento. A Wolfram le divierte la atención (un poco excesiva) que recibe en la empresa.

 

Pero la procesión de gente que sigue a Wolfram hacia el elevador se dispersa cuando ven llegar al hijo del jefe, Gwendal, que les  dedica una mirada de muerte. Los trabajadores solamente se hacen a un lado de su camino haciendo reverencia.

 

 

—¿Qué es eso? —Pregunta Gwendal, cuando Wolfram se sienta en un sofá de cuero negro a leer la tarjeta que le acaban de regalar.

—Me lo regalaron —dice sin prestar atención a Gwendal.

—¡Dame eso! —Gruñe arrebatándole la tarjeta.

—¡No! ¡Dámelo! —Trata de quitárselo, pero Gwendal la esconde en el bolsillo de su saco.

—Devuélvela, por favor, Gwendal. —Wolfram sube al sofá y se cuelga del cuello del más alto, poniendo un adorable rostro suplicante.

 

La mano de Gwendal prácticamente se mueve por sí misma, no se da cuenta pero ya le ha entregado la tarjeta a Wolfram. De inmediato se quita a Wolfram y sale de la oficina sin decir ni una palabra.

 

—¿Funcionó? —Wolfram no lo puede creer —¿Gwendal reacciona positivamente ante cosas… “lindas”? —Él sabe que es lindo, pero no pensó que pudiera usar eso a su favor con Gwendal. Tal vez con otras personas, pero no Gwendal. —¿Cómo no lo pensé antes? —Sonríe con satisfacción.

 

 

Durante toda la mañana estuvo encerrado en la oficina de Gwendal, y este no apareció. Llama a la puerta una voz femenina.

—Le traigo el almuerzo, amito . —Entra la mujer.

—¿Almorzaré aquí? —Pregunta cerrando un libro que habla sobre los avances que ha tenido la empresa.

—Sí. Dice el señor Gwendal que no vendrá.

—Eso no me importa —musita para sí mismo y sonríe. —Adelante ¿Qué traes?

—Hoy es Cordero al chile suave, y de postre Plátanos con tequila y Helado.

—¡Gracias, Momo! Se ve delicioso.

—Es un placer, amito. —La mujer sale de la oficina, maravillada por hacer feliz de alguna manera a su “amito”.

 

La gente de la empresa no sabía cómo llamar a Wolfram cuando llegó, habían pensado en “señorito”, “mozuelo”, “doncel”, “señor”  incluso “príncipe”, pero no se decidían. Así que desde el día que llegó a dejar unos documentos olvidados, el chofer de la familia y le llamó “amito” optaron por otorgarle el título de “Amo” pero con diminutivo y algunos con toque oculto de cariño.

Los empleados de la familia fueron los primeros en tener ese dilema, pero ellos tenían un diccionario a la mano para buscar sinónimos de las palabras que significaran “jefe”.

 

 

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El reloj marca las tres y Wolfram sale dejando ordenada la oficina que no es de él. Desde ahora esta será su nueva rutina.

 

—Se va tan temprano, amito —dice una secretaria caminando tras Wolfram con unos papeles.

—Si. Dile a Gwendal y a su padre que no se preocupen, llegaré a casa antes de las siete. —Él sabe que a esa hora es tarde, pero no puede evitar añadirse más horas libres a su itinerario.

—Está bien. ¡Que le vaya bien! —Se despide cuando Wolfram ya ha salido.

 

 

Camina contento hacia el parque. Ahí ve a su nuevo amigo, Yuuri.

 

—¡Yuuri! —Saluda a lo lejos.

—¡Hola, Wolfram!  —Corre y lo abraza.

—Te extrañe. —Ambos se sorprenden de la repentina frase.

—¿Por qué? —Yuuri lo toma de ambas manos. Sonríe.

—No te emociones. Es que últimamente me ha ido tan mal que siento que eres mi único consuelo. —Caminan hacia las cosas de Yuuri.

—¡Hola jovencito de la pintura! —Saluda Yozak sentado en una banca pintando en un pequeño trozo de madera.

—Hola, Yozak. No creo que hayas olvidado mi nombre ¿o sí? —Se cruza de brazos.

—Por supuesto que no, Wolfram —Le dedica una sonrisa.

—Ven Wolfram, siéntate ¿Quieres que haga una pintura de tu rostro? Después de todo no pierdes nada —Yuuri sonríe recordando la primera vez que lo vio.

—Si quieres.

—Claro que quiero, además te la regalaré para que la lleves a tu casa —Se sienta en un banquito de plástico, frente a Wolfram —Hoy estamos pintando en madera.

—Está bien, pero que no sea muy grande por que tendré que caminar bastante a casa —Sonríe.

—De acuerdo. Wolfram ¿Por qué dices que te ha ido mal? ¿Te ha pasado algo?

—Bueno, me han sucedido muchas cosas. No, pocas. —Hace una pausa, pensando —Oye, Yuuri. Háblame de ti.

— ¿A qué viene eso tan de repente? —Levanta la vista.

—¿Qué? ¿No quieres contarme?

—Si quieres te  cuento yo —sugiere Yozak dejando de pintar por un momento —Él es un niño de…

—…de un hogar lejano —interrumpe Yuuri. —Vivo aquí en la ciudad desde los 20 años, soy pintor y soy feliz. Eso es todo —dice casi fríamente sin dejar de ver su trabajo.

—¿A sí? Y ¿Qué edad tienes? —Pregunta Wolfram, desconcertado por su forma de responder.

—Veintitrés ¿Y tú? —Mira a Wolfram inocentemente.

—Veintidós ¿Y tú? —Wolfram mira a Yozak.

—Veinticinco ¿Y tú? —dice en forma de burla.

—¡Ya lo dije! —Exclama Wolfram sonriendo después —¿Eres pintor también, Yozak?

—Si. Además, este chavalín y yo somos amigos desde los últimos años de primaria, pasamos la secundaria y el bachillerato hasta la universidad.

—¿Universidad? ¿Qué estudiaron?

—Yo Artes Visuales y él…

—¡YA,YA! —dijo enojado Yuuri.

—¿Qué pasa, Yuuri?

—No… Es que.... Solo que… Debería decírtelo yo —baja la mirada.

—¿Y por qué no lo haces? —dice casi molesto su amigo Yozak.

—Ay, mejor  ven, Wolfram, vamos a caminar —se levanta y lo toma de la mano.

 

 

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—Y… ¿Cómo has estado? —pregunta Yuuri, sin saber bien como reanudar la conversación.

—¡Já! Qué  pregunta. —Se burla Wolfram escondiendo sus manos en su sudadero blanco con líneas negras sobre los hombros —¿Tienes miedo de algo? ¿Algo que no me quieres contar?

—No es eso —mirada al suelo, metiendo también sus manos en su chaqueta beige. —Solo, no tengo una vida interesante.

—¿Y eso importa? Bueno, si no quieres contarme está bien ¿Cuándo me llevarás a conocer tu apartamento? —camina ‘en reversa’ frente a Yuuri, sonriendo.

—No hagas eso, te vas a caer.

—No lo haré. Te pregunté que cuando me mostrarás tu apartamento —dijo aun caminando hacia atrás.

—Si quieres vamos ahora —sonríe y lo toma de los hombros para evitar que caiga.

—¡Si quiero! —y cuando da el paso atrás, tropieza con la raíz de un árbol y cae al suelo. Yuuri que lo sujetaba de los hombros cae sobre él.

 

Ambos caen al suelo, sobre un montón de hojas marchitas. Tal vez, ellos ni siquiera lo saben, o tal vez si lo saben, pero muy en el fondo, inconscientemente, el deseo y la atracción han despertado desde el primer momento. Cada uno le coquetea al otro a su manera.

—Wolfram —susurra Yuuri un poco apenado.

—¿Qué… pasa? —pregunta Wolfram de la misma manera.

—Me gustas —se apoya sobre sus manos y mira a Wolfram a los ojos.

—Tú… también me gustas —se ruboriza.

 

 

A pesar de haber nacido un amor realmente puro y verdadero, este se puede ver de otra manera si tiene algún obstáculo, aunque ese obstáculo sea un simple error del destino. Evitar ser llamado algo inmoral será  la dificultad que hará más fuerte el amor.

 

 

Porque será llamado capricho.

 

Porque será llamado traición.

 

Porque serán llamados amantes…

 

 

 

 


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