Disclaimer: Los personajes no me pertenecen. Son de propiedad de J.K. Rowling. No percibo ningún beneficio económico.
Pareja: Harry/Draco
Clasificación: R
Advertencia: Esta historia es un AU.
CapÃtulo 3.
La comunidad de Hertfordshire, celebraba por aquellas fechas su aniversario. La ciudad se vestÃa de fiesta y se llevaban a cabo un sinfÃn de actividades al aire libre, entre las que destacaban: cacerÃas, carreras de caballos, almuerzo campestre. Una gala teatral con una compañÃa venida especialmente desde Londres y finalmente un baile. Pero este año además a una escasa milla de la ciudad habÃa instalado su cuartel general un regimiento de la milicia, y todo indicaba que permanecerÃa en la localidad todo el invierno. De todos los Weasley, resultó ser Ginny la más entusiasta. La llegada ese otoño del arrendatario de Netherfield, para ella no significó gran cosa, puesto que no llamó la atención de él ni la de su arrogante amigo rubio, y el tercero del grupo, estaba casado. Pero como la vida tenÃa sus compensaciones ahora podrÃa conocer a muchos oficiales de uniforme rojo, pensó la chica feliz, después de oÃr la noticia de boca de su padre.
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Draco tuvo un mal presentimiento cuando vio que los ojos de Blaise brillaron de entusiasmo al saber que la ciudad se preparaba para una festividad.
-¿A caso pretendes tomar parte en dichas actividades, querido Blaise? -preguntó Daphne un tanto asombrada, mientras dirigÃa sus ojos hacia Draco.
-Pero claro, y espero que ustedes me acompañen. Soy un vecino más de Hertford, serÃa mal visto que me mantuviese al margen -respondió el joven moreno.
El rubio no estaba de acuerdo, pero sabÃa que su apoyo para Blaise era fundamental, si él se negaba los demás también lo harÃan.
-Estoy de acuerdo con Blaise, seguramente serán las últimas actividades de este otoño y debemos aprovechar, el invierno será largo y tedioso sin duda.
Blaise le dirigió una mirada agradecida al rubio.
Daphne miró a su marido y después a su hermana.
-Draco tiene razón, el invierno en una ciudad como esta puede ser muy aburrido -concordó Theodore mientras se encogÃa de hombros.
Astoria para variar sintió que el estómago se le encogÃa, solo de pensar en verse rodeada de esa gente campesina, pero como el rubio parecÃa estar de acuerdo con la idea, ella no se negarÃa a participar, no iba a dejar a Draco a merced de los depredadores y caza fortunas de esa ciudad.
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El sábado por la mañana se habÃan reunido una gran cantidad de jinetes en la entrada de Meryton, la pequeña localidad donde se habÃa instalado el regimiento de la milicia. Aquel lugar era el señalado para dar comienzo a la carrera de caballos que se llevarÃa a cabo. Todos los habitantes de Hertford se congregaban ahà para ver el inicio de la carrera. Entre los observadores estaban Blaise y su elegante grupo de amigos.
Ron y Harry que tomarÃan parte en la carrera, se quedaron bastante asombrados de ver a los habitantes de Netherfield en la primera fila de espectadores.
Los dos jóvenes de la familia Weasley caminaban con paso lento guiando a sus respectivos caballos hacia la lÃnea de partida donde comenzaban a acomodarse los demás participantes.
-Ya viste quienes están en primera fila -murmuró Harry a Ron sin dejar de mirar al frente.
-Claro que los vi, no imaginé que asistirÃan.
-Yo menos. Nadie pensarÃa que a gente tan fina le interesen las carreras de caballos, después de todo es una actividad tan… hmm… sudorosa, impensable para caballeros tan finos y perfumados.
Ron no pudo contener una sincera carcajada.
Blaise desde su lugar no le quitaba los ojos de encima al pelirrojo. La buena impresión que tenÃa de Ron ahora se habÃa multiplicado. Verlo con pantalones de montar y botas altas, cubierto apenas con una camisa, el cabello desordenado, le provocaron una gama de sensaciones, perturbadoras e intensas.
Draco por su parte, tampoco pudo ignorar a Harry. Aunque no era tan alto como el pelirrojo, tenÃa buena planta. Los pantalones se le ajustaban como una segunda piel, marcando sus fuertes piernas enfundadas hasta la rodilla por botas de montar. Llevaba solo una camisa con las mangas subidas hasta los codos, dejando a la vista sus fuertes brazos, tenÃa el cabello azabache más desordenado que nunca. Draco experimentó una punzada en el estómago, sintió la boca seca y el pulso acelerado. Hizo acopio de toda su voluntad para apartar su mirada del moreno de ojos esmeraldas.
Sin embargo cuando la corrida llegó a su fin y fue Harry quien se coronó como ganador indiscutido, Draco se permitió admirarlo. Las mejillas del moreno estaban rojas de emoción y su piel brillaba sudorosa, el deseo se le despertó de modo tan intenso que apenas fue consciente de ello. Pero Astoria, que estaba a su lado sà lo notó y los celos se apoderaron de ella como nunca antes. Hasta ese momento habÃa creÃdo al igual que su hermana y cuñado, que Draco consideraba a Potter tan poca cosa como su insoportable familia de pelirrojos. Ahora con terrible sorpresa descubrÃa que estuvo siempre equivocada.
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El almuerzo al aire libre era una de las cosas que más disfrutaban los Weasley. El grupo que formaban siempre era el más animado. Se habÃa unido a ellos ese dÃa domingo un joven llamado Ernie Macmillan. La familia lo habÃa conocido en la pasada primavera durante la boda de una amiga que ahora vivÃa en Wiltshire junto a su esposo. Ernie habÃa traÃdo con él a un amigo que habÃa aceptado un destino en su regimiento.
El joven era muy atractivo, su nombre era Adrian Pucey. Ginny se fascinó con él al instante e imaginó lo maravilloso que lucirÃa con su uniforme rojo.
-Nos alegra mucho de que su cuartel esté aquà en Meryton, señor Macmillan -dijo la señora Weasley.
-Antes de venir aquÃ, pase por Wiltshire. Mi amigo Smith y su hermosa esposa están muy felices. Ella los recuerda siempre con mucho afecto y lamenta que sus obligaciones no le hayan permitido hacerles una visita -explicó Ernie -, por eso al encontrarnos estacionados aquà no podÃa dejar de venir presentarles mis respetos y los recuerdos que ella les ha enviado.
-Nosotros la recordamos con profundo afecto y espero que usted y el señor Pucey nos hagan el honor de cenar con nosotros mañana por la noche para que nos cuente con más detalle cómo le va a nuestra querida Hermione —invitó la señora Weasley.
-Oh sin duda que nos sentimos infinitamente honrados con tal invitación -aseguró Adrian Pucey y mientras Ernie asentÃa complacido.
Harry sintió simpatÃa por Adrian Pucey en especial, el joven era divertido y alegre, además de increÃblemente atractivo. Completamente diferente a Draco Malfoy, pensó el moreno sin querer.
Eran casi las cinco de la tarde cuando la familia Weasley se encaminó hacia la ciudad. Les acompañaban Pucey y Mcmillan. En una calle muy concurrida se encontraron con el grupo de Zabini que paseaban a pie. El muchacho moreno como siempre se acercó a saludar a la señora Weasley y está aprovechó de presentar a los dos jóvenes forasteros que les acompañaban.
Harry que se habÃa quedado un poco más atrás se asombró con la expresión que adoptaron los rostros Draco Malfoy y Adrian Pucey cuando sus miradas se encontraron. A los dos les cambió el color. Sin embargo, Blaise y los demás de su grupo parecieron no darse cuenta o tal vez fingieron. Apenas unos minutos después Blaise saludó para marcharse y lo mismo hicieron quienes iban con él. Draco, con el gesto más seco que nunca, apenas inclinó la cabeza y se marchó tras su amigo. Harry miró disimuladamente a Pucey, preguntándose qué habÃa sucedido entre ellos, porque era evidente que se conocÃan.
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Harry la siguiente noche experimentaba una extraña sensación de inquietud y ansiedad, mientras esperaban la llegada de Ernie Mcmillan y su amigo. No podÃa dejar de pensar en qué explicación tendrÃa esa mirada entre el arrogante señor Malfoy y aquel joven tan simpático que era Pucey.
Para fortuna de Harry durante la cena la señora Weasley sentó a Pucey a su lado, y tuvieron oportunidad de conversar animadamente, aunque de temas intrascendentes como el clima. La reunión se extendió más allá de la cena. Cuando los Weasley estaban en su ambiente resultaban muy entretenidos para sus invitados. Adrian se sentó al lado de Harry y reanudaron la conversación que habÃan iniciado en la mesa.
-Los Weasley son encantadores, sin duda alguna -dijo Adrian -, no todos los dÃas uno se cruza con personas asÃ.
-No es porque sean mi familia, pero estoy completamente de acuerdo, aunque de seguro que habrá más de alguien que no comparta nuestra apreciación -respondió Harry.
-Me asombró mucho ver ayer a Draco Malfoy, no es del tipo que harÃa amistad con personas como usted y su familia.
Ahà estaba pensó Harry. Adrian tenÃa curiosidad y él estaba dispuesto a satisfacerla, porque la suya también se habÃa despertado con fuerza.
-El amigo del señor Malfoy, lo conoce usted.
-No conozco a ninguno de sus amigos, me temo que alguien como yo no serÃa considerado para ingresar al exclusivo cÃrculo de amistades del señor Malfoy.
Harry le miró intrigado.
-Mi padre trabajaba para el padre de Draco Malfoy, y a diferencia de su hijo, Lucius Malfoy era un hombre encantador.
-Entonces le conoce usted desde hace mucho.
-SÃ. Crecà cerca de esa familia. El señor Lucius Malfoy pagó mi educación y me dejó un legado en su testamento, cosa que por supuesto disgustó profundamente a su hijo, que siempre manifestó desprecio por mÃ. Naturalmente reclamé mi derecho, pero él se negó a cumplir la voluntad de su padre y nada pude hacer contra eso. Él es muy poderoso y la mayorÃa termina haciendo su voluntad. Con la ayuda de algunos contactos y amistades que forjé en la escuela, logré entrar a la milicia.
-Eso significa que a pesar de las mezquinas acciones del señor Malfoy, usted ha sabido sobreponerse.
-SÃ, de alguna forma lo he logrado, aunque hay otras situaciones en las que ha sido imposible luchar contra su poder.
-No puedo creer que haya sido capaz de perjudicarlo más aún.
-Hace un tiempo conocà a una joven encantadora, de la que me enamoré perdidamente y ella para mi felicidad me correspondÃa, pero la intervención del señor Malfoy nos separó de modo inapelable. Ella era una joven de buena familia y yo el simple hijo de un sirviente.
-¿Está diciendo que el señor Malfoy estropeó su romance con esa joven?
-Lo hizo, eran amigos desde la infancia y por supuesto que la opinión del él era muy importante para mi amada. La convenció de que me rechazará.
-Pues si esa joven se dejó influenciar de ese modo seguramente no le amaba tanto como usted creÃa.
-Usted no imagina el poder de persuasión que tiene Draco Malfoy. Siempre fue igual, desde la más tierna infancia impuso a todos su voluntad.
-Es increÃble -susurró Harry para sÃ.
-Tal vez no debà contarle nada de esto.
-Hizo usted muy bien. Lo cierto es que ese señor Malfoy no me agradó desde el primer momento en que lo vi, su orgullo y arrogancia me resultan intolerables.
Adrian Pucey sonrió.
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Esa noche al acostarse Harry tuvo la tentación de contarle a Ron lo que habÃa sabido de Draco Malfoy, pero prefirió callar. Ron tal vez no le creerÃa, por causa de su naturaleza confiada con propensión a pensar lo mejor de las personas, y como Draco era amigo de Blaise, con mayor razón no darÃa crédito.
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Las celebraciones por el aniversario de la ciudad se cerrarÃan con un tradicional baile y fue Blaise Zabini el patrocinador.
Harry asistió con todos los Weasley, incluidos los hermanos mayores y los gemelos que no estuvieron para el baile en Netherfield. Vio que muchos oficiales asistieron con sus uniformes de gala, pero Adrian Pucey no estaba presente. Llegó a pensar que Zabini no le envió invitación por exigencia de Draco Malfoy, pero Ernie Mcmillan le aseguró que el nombre de Adrian figuraba en la lista de los invitados, pero que el joven habÃa tenido que viajar urgentemente a Londres el dÃa anterior y no regresaba aun.
Esa noche Harry estaba como nunca predispuesto en contra de Draco Malfoy. Deseaba encontrárselo de frente para manifestarle cuanto lo despreciaba por su mezquina forma de ser.
Pero esa noche en especial, Draco se veÃa alegre como nunca antes y se comportó bastante amable. Inclusive le pidió a Harry bailar, cosa que el moreno aceptó porque deseaba darle al rubio una lección que nunca olvidarÃa.
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Mientras Draco bailaba con Harry, no podÃa evitar recordar el aspecto del moreno el dÃa de la carrera de caballos. El aire un tanto salvaje que tenÃa el joven en esa ocasión habÃa despertado los instintos del rubio como hacÃa tiempo no le ocurrÃa. Aceptaba que deseaba al moreno, ya no lo negaba. Aunque Harry no fuese una buena elección, porque estaba muy por debajo de él, no podÃa evitarlo, todo parecÃa decirle que se habÃa enamorado del moreno de ojos esmeraldas.
Nunca creyó que el abrigarÃa alguna vez un sentimiento asÃ, pero habÃa sucedido del modo más inesperado y extraño, no sabÃa qué hacer con ese descubrimiento. No creÃa tener valor para confesarlo, pues nada en Harry le hacÃa pensar que era correspondido, no estaba dispuesto a humillarse gratuitamente.
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Durante el resto de la noche Draco no logró sacar a bailar a Harry otra vez, se dio cuenta de que le moreno le evita deliberadamente. Esto le puso de muy mal humor y Astoria con su incesante charla no hizo más que empeorar su ánimo. Buscó una excusa para alejarse de ella, se dedicó a pasear por el salón con una copa de champaña mientras observaba a los distintos grupos que se esparcÃan por todo el lugar.
De pronto divisó a un Weasley, justamente el que menos le agradaba. Al pomposo con aire de importante, Percy. El pelirrojo caminaba junto a otro muchacho y se habÃan cruzado con Harry. Draco quiso dar la vuelta para no tener que oÃr a Percy, pero el pelirrojo hablaba tan alto que fue imposible que el rubio no escuchara.
-Harry, le estaba diciendo a nuestro amigo Lee Jordan que muy pronto habrá una boda. No cabe duda alguna de que el señor Zabini formara parte de la familia y nuestros padres aceptaran al instante, porque alguien tan encantador y con semejante fortuna no se le puede rechazar -dijo Percy sin tomar aire siquiera.
Harry quiso hacer que Percy se callara o que al menos hablara más bajo, pero no lo consiguió. Con creciente vergüenza vio como el rostro de Draco se tornaba más serio hasta que finalmente una lÃnea severa marcó su frente. El rubio habÃa pasado del enojo al desprecio en apenas unos segundos. Después de eso Harry le vio marcharse.
El moreno debió contenerse para no decirle a Percy que era un perfecto idiota.
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Dos dÃas después del baile Ron recibió una nota de parte de Blaise en la que decÃa que se ausentarÃa por unos dÃas, pue unos asuntos en Londres le obligaban a partir rápidamente, pero que volverÃa pronto. Ron apreció la delicadeza del moreno. Pero a la mañana siguiente llegó otra carta y esta vez no era de Blaise, sino de su amigo Draco Malfoy. Para el pelirrojo esto resultó desconcertante.
Ron le mostró la carta a Harry y el moreno pudo leer en ella que Draco Malfoy explicaba que su amigo Blaise no regresarÃa a Netherfield. Lo que quedaba de otoño y el invierno lo pasarÃa en Londres y no daba mayor explicación por tal decisión. De forma cortes el rubio agradecÃa en nombre de su amigo las atenciones de Ron y su familia y les deseaba toda clase de felicidad. Eso era todo. No se hablaba en la carta de un regreso próximo ni de reanudar los lazos de amistad en un plazo inmediato.