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Una eternidad para encontrarte, un minuto para amarte por lizergchan

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Disclaimer: Los personajes de Marvel no me pertenecen, sino a Marvel Estudios, Disney y a Stan Lee. Este fanfic lo hice solo y únicamente como diversión.

Personajes: Dr. Strange/Tony Stark.

Aclaraciones y advertencia: Romance, algo de Ooc, omegaverse y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

 

 

Resumen: Stephen Strange, un acaudalado empresario dueño de diferentes farmacéuticas termina haciéndose cargo del hijo del matrimonio Stark luego de la muerte de estos.

 

 

 

 OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

Una eternidad para encontrarte, un minuto para amarte

 

 

Capítulo 3.- Ave Fénix

 

 

 Tony tenía catorce años cuando su casta se reveló: un omega, tal y como Howard predijo. Su condición jamás fue vista como impedimento, pues su orgullo le impulsaba a derribar cualquier obstáculo que se le presentara en el camino. Si él no podía, Strange se encargaba de hacerlo.

 Se graduó del MIT a los 17 años, un gran logro en todos los aspectos, pues eran pocos los omegas que lograban entrar a dicha universidad y el ser tan joven, era nada común en cualquier casta. Strange se mantuvo al lado de Tony en todo momento, apoyándolo hasta en el más mínimo detalle, animándole a ser mejor cada día. Con el poderoso alfa de su lado, el último miembro de la dinastía Stark pudo tomar el lugar que le correspondía como CEO de las industrias de su familia.

 Tony siguió el ejemplo de su padrino hasta que Strange comenzó a frecuentar a una hermosa alfa de largos cabellos plata y peculiares ojos violeta. Se llamaba Clea y Stephen parecía estar realmente enamorado de ella.

 Al sentirse desplazado, Tony comenzó un camino de libertinajes y excesos. Lo peor fue cuando comenzaron las fiestas, el alcohol y el sexo.

 

 

 Strange ingresó a la Casa en Malibú donde Tony solía quedarse luego de alguna de sus famosas fiestas.

—Buenos días Dr. Strange.

—Buenos días, J.A.R.V.I.S. —.El verdadero Jarvis había muerto cuando Tony tenía 10 años, se fue mientras dormía. Sin dolor, sin miedo. — ¿Dónde está mi descarriado ahijado?

—El Sr. Stark aún se encuentra en su habitación. La Srita. Pepper ya lo está despertando.

 Como si de un hechizo se tratara, una hermosa pelirroja alfa de rango menor hizo su aparición escoltando a otra mujer, una beta de cabellos rubios.

—Dr. Strange —dijo la alfa a modo de saludo.

—Srita. Popps —Stephen miró a la beta. Cabellos revueltos, usaba solo una camisa para cubrir su desnudez, la de su ahijado; frunció el ceño cuando el inconfundible olor a sexo y a Tony inundó sus sentidos. —Salgan. Ambas. Ahora —ordenó con su voz alfa.

Ambas mujeres se apresuraron en cumplir el mandato, la beta por miedo y la alfa porque sabía que el hombre se encargaría de regañar a Tony mucho mejor de lo que ella lo haría.

 

 El hombre avanzó a paso lento hasta el taller de Tony, ingresó sin tocar. El omega se encontraba trabajando mientras escuchaba música estruendosa. Sin preguntar, Strange apagó el reproductor.

—J.A.R.V.I.S. me informó que no asististe a la premiación, Anthony —. El aludido se estremeció. Que su padrino lo llamara así, no auguraba nada bueno.

—Stephie. No esperaba tu visita —Strange gruñó por lo bajo, paseándose por la habitación y dándole a Tony la perfecta vista de su padrino, el ser más importante en su vida. Los cabellos grises perfectamente  peinados, su rostro agrietado por el paso del tiempo que, a pesar de todo no había logrado robarle su elegancia y porte. Aunque usaba bastón, no lo necesitaba.

—Espero no tener que llamar a Christine —Tony arrugó la nariz. Le agradaba la Dra. Palmer. Cuando no estaba cerca de Strange.

—No consumo drogas.

—Entonces solo es tu estupidez la que te hace actuar así.

— ¡Oh! No comenzaras a sermonearme, ya no soy un niño al que tengas que cuidar, Stephen.

—Si no quieres que te “sermonee”, compórtate como un adulto.

—Ya lo hago, ¿no te topaste con esa hermosa beta rubia? —Grave error. Strange se había abalanzado contra Tony, atrapando al omega entre su cuerpo y la pared, demasiado rápido para alguien de su edad.

—Eres el CEO de Industrias Stark, un omega con un puesto que pocos pueden alcanzar, un símbolo para los de tu casta, un modelo a seguir.

 Strange liberó a Tony, acomodó su traje y cabellos fuera de lugar, recuperando su aspecto prolijo.

—Voy a ir contigo a Afganistán —dijo Strange en tono autoritario, pero sin hacer uso de su voz alfa, jamás la usaría con Tony, le quería demasiado.

—No es necesario —dijo este en un susurro —. Voy a mostrar los nuevos modelos de armas, no es lugar para un doctor.

—Lo es si tú vas —aquella declaración desarmó completamente al omega. Sus mejillas se sonrojan. Carraspeo para alejar esa sensación que le oprimía el pecho por distintas razones.

 

 

 La presentación de las muevas armas fue todo un éxito, ahora Tony y Strange eran escoltados por un grupo de soldados a otra zona cuando fueron atacados.

— ¡Abajo! —grito Strange mientras cubría a Tony con su cuerpo, una ráfaga de disparos pasaron zumbando a pocos centímetros de ellos. Los soldados que los escoltaban habían sido asesinados. —Cuando abra la puerta, corre y no te detengas —le ordenó al asustado omega.

 Tony corrió seguido de cerca por Strange, logrando ocultarse detrás de una roca, pero fue en vano; un misil con la palabra Stark rotulado cayó justo a su lado.

— ¡Stephen! —gritó Tony, pero era demasiado tarde, el misil explotó.

 Tony estaba desorientado, se tocó el pecho. Húmedo. Se abrió la camisa, descubriendo el chaleco antibalas de última generación que por desgracia, no funcionaba a tan corta distancia. Buscó con la mirada a Strange. Su padrino estaba a un metro de distancia, sus ojos abiertos, vacíos.

 Tony ahogó un gemido e intentó alcanzarlo. El dolor de su cuerpo no se comparaba al de su corazón. Stephen estaba muerto. La persona que amaba ya no se encontraba en este mundo y él, jamás tuvo el valor de decirle que, cada persona que terminaba en su cama, eran usadas para imaginar lo que se sentiría ser uno con él.

—Stephen… Te amo… —Susurró antes de desmayarse.

 

 

 Las siguientes dos semanas fueron una mezcla de tortura y trabajos forzados para construir armas. Poco le importaba, si eso lo mataba, tanto mejor, así podría reunirse con Stephen.  Yinsen fue como un viento de aire fresco en medio del desierto. El afable alfa le recordaba tanto a su padrino, que le reconfortaba y dolía por partes iguales.

 Ambos trabajaron en una forma de escape, una armadura capaz de acabar con todos sus enemigos.

—Saldremos de esta —dijo Tony para sus adentros. Acarició el aparato en su pecho, el reactor Arc que evitaba que la metralla en su cuerpo, producto de la explosión que mató a Stephen, acabara también con él.

 Las cosas no habían salido como lo tenían planeado. Una semana antes de la fecha acordada para su escape, el grupo armado que los tenía cautivos, comenzaron a movilizarse. Estaba bajo ataque. Era ahora o nunca.

 Tony se metió en el traje y comenzó a movilizarse, seguido de cerca por Yinsen, pero algo salió mal. Iban a morir. Su armadura había perdido poder, quedando inutilizable. Mataron a Yinsen y ahora venía su turno. Tres de sus captores apuntaban a Tony, que había salido de la inservible armadura. Iban a matarlo. El omega cerró los ojos, aceptando gustoso su final.

 Sonidos de disparos, pero ninguno impactó en él, entonces abrió los ojos. Una alta  figura ataviada con una túnica azul y una roja capa estaba en frente. El incesante ruido de las armas le  ensordecían, pero ninguna los tocaba, fue entonces que se percató del resplandor dorado alrededor. Cuando los disparos se detuvieron, aquel brillo se convirtió en un látigo que el hombre de la capa utilizó para neutralizar a sus enemigos. Tony no pudo seguir viendo más, pues la armadura había absorbido una parte importante de la energía Arc y terminó por desmayarse.

 

...

 

Al abrir los ojos, se sentía adolorido y desorientado.

—Toma las cosas con calma —dijo un hombre rechoncho con rasgos asiáticos. Tony lo reconoció inmediatamente, era Wong, un alfa de rango bajo que era algo así como un amigo de Stephen. —Si algo te pasa, Strange se pondrá pesado.

 La mención de su padrino hizo que tuviera ganas de llorar. Stephen ya no estaba, lo había dejado como lo hizo su madre y Jarvis.

—Wong. Stephen murió —dijo Tony conteniendo sus ganas de llorar, lo mejor que pudo.

Wong parpadeo confundido.

— ¿De qué hablas, niño? Strange está abajo, preparando té.

 

Tony negó con la cabeza, lo que Wong decía era imposible, él había visto el cuerpo sin vida de su padrino. El alfa suspiró pesadamente al darse cuenta de la situación.

—Le dije a ese idiota que no debía involucrarse demasiado —bufó Wong. Estaba por ir a buscar a Strange cuando un hombre idéntico al doctor en su juventud ingresó a la habitación. Traía una bandeja con una taza con humeante líquido. Al verlo, Tony se puso pálido, era imposible que su padrino estuviese con vida, ¡él le vio morir! Y sin embargo, ese hombre era idéntico al que recordaba de su niñez, incluso tenía las canas a cada lado se sus sienes.

Wong se acercó al recién llegado. Estaba enojado.

—Te dije que esto  pasaría. Debiste escuchar a Clea y alejarte apenas tuviste la oportunidad—dijo Wong en voz baja, pero Tony había logrado escucharlo.

 Clea, esa… Había intentado hacer que  Stephen le abandonase. Apretó los puños, cuando tuviera a esa zorra enfrente, la dejaría calva.

 

—Danos unos minutos —Wong bufó antes de retirarse, cerrando la puerta al salir. —Tony.

—No me llames así —dijo Stark furioso. —No sé quién eres, pero te advierto que no caeré en tus juegos crueles. Stephen está muerto, vi su cadáver.

Strange suspiró pesadamente, esto iba a ser complicado, solo esperaba no hacerle más daño a Tony del que ya  había hecho.

—Soy yo, Tony —dijo despacio, sentándose al borde de la cama, mala idea, el omega le propinó un fuerte bofetada que le dejó la mejilla roja.

—No te atrevas —dijo con lágrimas amenazando con escapar — ¡No te atrevas a usar su nombre! —Strange suspiro. Su mejilla retomó el color natural en cuestión de segundos.

—Cuando comenzaste a vivir conmigo, solías escabullirte a mi cama porque no querías dormir solo, yo te dejé hacerlo hasta que llegó tu primer celo y te convencí que ya no podíamos seguir haciéndolo —Tony le miro serio. Aquello era algo que solo Jarvis sabía, aparte de ellos dos, claro —. La razón por la que construiste a Dum-E fue para alimentar los peces dorados que insistías en que te comprara cada vez que venías a visitarme y que siempre terminaban muertos porque olvidabas alimentarlos o Dum-E rompía la pecera. Cuando cumpliste nueve años, me pediste un gato y te traje una gata de pelaje negro y blanco, con unos hermosos ojos verdes a la que llamaste Stephanie porque decías que era yo, en versión gato.

Ok eso nadie, lo sabía, sólo Stephen.

— ¿Cómo?... —dijo con un hilo de voz.

—No soy humano —respondió serio. Sus manos se iluminaron con aquel brillo dorado que Tony había visto en aquel extraño hombre durante su intento de escape. Y como si eso no fuera suficiente, la puerta se abrió y una capa hizo su aparición, levitando hasta llegar al omega y enredarse en él, como si quisiera reconfortarlo.

—Esas cosas extrañas que sucedían. Las cosas que aparecían, “como por arte de magia”, todo. ¿Era obra tuya? —Strange sonrió asistiendo con la cabeza.

— ¿Wong y esa mujer…? —Otro asentimiento —Ahora comprendo porqué eres tan apegado a ella. Supongo que es mejor para alguien como tú, estar con alguien como ella. Hacen linda pareja, por cierto —Stephen sonrió. Conocía demasiado bien a Tony para saber que pasaba por esa cabecita suya.

—Clea es mi hermana menor —Tony frunció el ceño, evidentemente no le creía. —Ella quiere que regrese a casa, pero le he dicho que mi hogar se encuentra aquí, con el omega que tiene mi corazón —. Esto, en vez de tranquilizar a Stark, solo logró ponerlo de peor humor.

—Pues deberías decírselo a ese omega, antes que… —No pudo terminar la frase pues Stephen selló sus labios en un apasionante beso.

—Mi único —dijo el alfa con voz gruesa. —Te he esperado por tanto tiempo, pero siempre cumples tu promesa. Siempre regresas a mí.

 Tony le miró en shock, olvidándose de respirar por un momento.

Stephen le correspondía.

 

 

 

 La noticia del regreso de Tony había causado un gran furor en el mundo. Para todos, Stephen Strange había muerto en Afganistán, pero el hombre no se preocupó, pues tenía ya un plan de respaldo.

Se informó a la prensa que el estoico empresario había tenido un hijo con una alfa que murió en el parto, dejando huérfano a un niño al que llamo Stephen Vincent Strange, quién era “la viva imagen de su padre”, con ligeros rasgos que de seguro heredó de su difunta madre. Strange hizo uso de la misma magia de la que echo mano para hacerse ver como un anciano.

 El joven Strange llegó para tomar posesión de las empresas de “su padre” y por supuesto, cuidar de Tony a quién, según la historia que inventaron, conocía desde que eran niños. Pocos se atrevieron a preguntar el motivo por cual Strange padre mantuvo alejado a su hijo para hacerse cargo de un niño que no era suyo.

 Tony suspiró pesadamente. Se sentía cansado en todos los sentidos. Llevó las manos a su pecho, donde el Arc brillaba emitiendo un sonido metálico.

—Puedo buscar algún hechizo curativo para librarte de eso —. La llegada de Strange lo sobresaltó. Era demasiado silencioso al caminar, aún con el bastón. Era como un gato. —No  quise asustarte  —Tony negó con la cabeza, restándole importancia.

— ¿Algún día me contaras tu origen? —Strange sonrió.

— ¿Qué tal ahora?

—Me parece bien —dijo Tony deseoso de escuchar la historia de Stephen.

—Hace milenios, los hijos de Madre magia vivíamos en paz con los humanos que buscaban nuestra ayuda para diferentes cosas: hacer llover, tener buenas cosechas, sanar sus cuerpos enfermos, entre otras cosas —dijo Strange —. En ese tiempo algunos de nosotros enseñábamos a humanos talentosos a controlar la magia…

 

[ Strange era uno de los entes mágicos mas poderosos, de hecho, solo existía otro ser que podía rivalizar con su poder: Merlín; quien siglos más tarde se haría famoso.

 El equilibro que existía comenzó a ser roto por los humanos que comenzaron a considerar a los seres elementales como seres malignos. Camelot era el único lugar donde las cosas no parecían cambiar, pero incluso ese paraíso se vio amenazado.

Igraine había enviudado, pues su esposo y Gorlois, rey de Camelot y por cuyas venas corría la sangre de las hadas, había muerto en extrañas circunstancias, dejándola a cargo de dos niñas: Morgause de diez años y Morgana que contaba con pocos meses de nacida. Por aquellos tiempos, un omega no tenía voz, ni siquiera podían elegir sobre sus cuerpos.  Sin poder evitarlo, tuvo que casarse con Uther Pendragon, un alfa despiadado y sediento de sangre.

—Debes llevarte a mis hijas —le rogó Ingraine a Strange. La reina había solicitado su presencia en absoluto secreto.

—Me llevaré a Morgause, porque ella siendo una alfa es quién debe heredar la corona Gorlois, Uther buscará la forma de asesinarla, y, a Morgana para evitar que la use como moneda de cambio.

—No debí casarme con él, pero es que… —Igraine se mordió los labios. Estaba tan asustada por el futuro de sus hijas y el del reino. Maldijo el haber nacido omega, hacerla  tan inútil.

—La lengua de Uther es más hábil que su espada, convenció al Consejo que un usuario de la magia no es apto para gobernar.

— ¿Qué futuro le depara a mis hijas? —Strange miró a la omega con tristeza, él no solía sentir compasión por los humanos, pero Igraine era diferente, tal vez por haber sido el gran amor de uno de los suyos.

 —Tendrás un hijo, será varón, un alfa que buscará proteger a su pueblo de todo mal —dijo serio —. Morgana será una omega, será versada en la magia y hará lo que ningún otro miembro de su casta se atreve a hacer. Uthee morirá en diez años. Morgause se convertirá en una poderosa sacerdotisa.

— ¿Será reina? —Preguntó esperanzada de que su hija tomara el lugar que le correspondía por nacimiento. Strange no supo responder, el futuro era confuso a partir de la muerte de Uther.

 Esa noche, Stephen se llevó a Morgause y la entregó a Nimue, una suma sacerdotisa  que poco a poco comenzaba a ser llamada La Antigua Religión.

 

 Años pasaron, como Strange lo predijo, Uther murió 10 años después, durante una justa que termino mal.  Efectivamente, Igraine tuvo otro hijo, un varón a quién llamaron Arthur, pero tristemente, la hermosa reina no tuvo oportunidad de conocer a su vástago, pues falleció durante el parto.

 Con sus dos padres muertos, Arthur se convirtió en rey demasiado pronto, por suerte no estaba solo, pues el joven monarca contaba con el apoyo de un sabio hombre, Merlín.

Si bien la prosperidad parecía reinar en Camelot; no todo era miel sobre hojuelas. La influencia de Uther y de la nueva religión, habían causado una enorme persecución para todo aquello que representara o tuviese que ver con la magia. Hadas, elfos y otros seres habían comenzado a retornar a sus tierras ancestrales. La caza indiscriminada de los dragones los había puesto en tal peligro que los pocos sobrevivientes se ocultaron ahí, dpnde los mortales no pudieran alcanzarlos.

— ¡Debes hacer entrar en razón a ese mocoso! —Gritó Strange. Él se encontraba en compañía de Merlín y de una hermosa mujer de largos cabellos platinados que usaba un vestido de color violeta.  Los tres estaban teniendo una acalorada discusión.
—No llames mocoso a Arhur —bufó Merlín. Un hombre de cuerpo menudo, lampiño, muy diferente a la apariencia que más tarde le darían los historiadores. Era un omega que, gracias a su magia, podía pasar por un alfa de bajo rango.

—Merlín —lo llamó la mujer con parsimonia —, sabemos que Arthur es tu único, nos alegramos por ti, en serio, pero no podemos permitir que los humanos sigan rompiendo el equilibrio. Ya todos los dragones  han sido masacrados o regresados a escondidas.

—Si las cosas continúan así, pronto los Antiguos también deberemos irnos —dijo Strange con seriedad.

—Los elfos ya lo han hecho, al igual que la mayoría de los elementales. Solo un puñado quedamos —comentó Clea.

—Arthur es un buen rey, él dará nacimiento a Albión.

 Los hermanos se miraron preocupados. Clea se acercó a Merlín y le acarició el rostro, estaba dispuesta a darle una oportunidad, solo esperaba no equivocarse.

—En la espesura del bosque que una vez perteneció a las hadas, se encuentra una espada hecha con el acero creado por los Primigenios y forjada por las manos de los maestros elfos, usando el aliento del más antiguo dragón.

—Excalibur —susurró Merlín con asombro. Siglos atrás, cuando él aún era un niño, ya existían rumores sobre una magnífica espada. Se decía que Excalibur le traería tanto buena aventura como cosas terribles. Lo cierto es que quién portara a esa prodigiosa espada se volvería en el verdadero y auténtico rey; traería paz y prosperidad a su gente.

—Sí tan seguro estás sobre Arthur siendo el elegido, entonces, que intente sacar la espada —dijo Clea con voz dulce —. Si él es en verdad el único y verdadero Rey, te aseguro que todos nosotros haremos su voluntad, ¿cierto, hermano? —agregó mirando a Stephen quien asintió con la cabeza.

 Strange no tuvo el valor de negarse, no cuando Merlín sonreía tan radiante y lleno de esperanza.
Este fue su más grande error.

 Debieron ver que el amor de Merlín por Arthur era tan grande como para hacer uso de su magia y asegurarse que el alfa obtuviera la espada. Para el momento que Arthur obtuvo a Excalibur, ya contaba con 30 años y, para agonía de Merlín, se había desposado con una hermosa beta de nombre Ginebra, muy a pesar de conocer los sentimientos de su fiel consejero y amigo.

 

  Morgause se había convertido en una poderosa hechicera, y se desposó con una dulce omega con quién tuvo un hijo que, al cumplir los 16 años, se hizo miembro de los Caballeros de la Mesa Redonda. La alfa no confiaba en su hermano menor, el usurpador, pero había permitido que su único vástago decidiera su destino, aún así, le pidió a Strange que le protegiera. Temía que Arthur hiciera algo en contra del menor cuando se diera cuenta de su casta: Omega.

 Las paranoias de la desterrada reina resultaron volverse realidad, un año después, cuando en medio de una reunión de la Mesa Redonda, Sr. León, intentó abusar del sobrino del rey.

— ¡Un omega! —chilló Arthur. Aquella casta le parecía asquerosa y ruin; para el rey de Camelot, eran como perros, rameras con ningún otro propósito que el de abrir las piernas y satisfacer a la casta superior. Los hombres omegas eran lo peor.

—Sí, soy un omega —aceptó Gawain, hijo de Morgause. Tenía su espada firmemente agarrada, si esas bestias creían que podían lastimarlo sin que él diera pelea, estaban muy equivocados.

—Debimos haberlo supuesto, con ese rostro de puta que te cargas —vocifero Sir Galahan.

—Hay que enseñarle cuál es su lugar a esta perra —agregó Sir Percival al tiempo que se tocaba la entrepierna para darle mayor énfasis a sus palabras.

—Majestad, creo que están llevando esto demasiado lejos —dijo Merlín, tratando de traer la calma —. Estoy seguro que no fue la intención de su sobrino…

—Ese engendro no es nada mío —le interrumpió —. Debí saber que un bastardo de esa embustera…

— ¡Mi madre es por derecho la verdadera reina! —Gritó enfurecido —. El bastardo de  Uther y tú le arrebataron su legítimo derecho…

— ¡Yo soy el único y verdadero Rey! —Bramó en respuesta enfurecido. Gotas de saliva salían disparadas en todas direcciones — ¡Yo saqué la espada, Excalibur es mía!

—Lo único tuyo, es la lealtad de un idiota Antiguo,  tan cegado por el amor que se niega a ver la realidad  —Strange, siempre pendiente de Gawain, le había regalado un dije mágico que le avisaría si el menor, su Único, corría algún peligro.

—Tú —gruño Arthur al verlo aparecer. Lord Stephen, el hechicero de la corte de su hermana Morgana, la otra puta traidora.

—Majestad —dijo con sarcasmo. Strange había aprovechado la conmoción del momento para aparecerse en el lugar y colocarse junto a su omega.

— ¿Cómo está mi hermanita? —Strange frunció el ceño.

— ¿Se refiere, a después de que abusara de ella hasta dejarla embarazada? —Dijo al tiempo que sostenía a Gawain de los hombros, no quería que el omega hiciera alguna tontería —Lady Morgana es una mujer fuerte y tus fútiles intentos por doblegarla y humillarla no surtieron efecto, al contrario, la fortalecieron.

 

Arthur comenzó a reír, siendo coreado por el resto de los caballeros.

— ¿Cómo puede saber que ese engendro es mío? Morgana es una puta, como todos los omegas.

 Strange tuvo que usar más fuerza para sostener a Gawain que deseaba lanzarse a la yugular de su tío.

— ¡Dile eso a tu querida esposa que se revuelca con tu “fiel” Lancelot! —gritó Gawain enfurecido. Strange suspiró pesadamente al darse cuenta de lo que aquello significaba. Tomó al omega como si de un saco de patatas se tratara y abrió un portal, antes de irse, dijo a Merlín unas palabras en el idioma de su mundo para que solo él comprendiera y se marchó.

 Arthur se había vuelto loco luego de eso, encerró a Ginedra y ordenó la ejecución pública de Lancelot. Después de la muerte del caballero, el hambre comenzó a reinar en Camelot. No importaba qué hechizo o pócima usara Merlín, los campos no daban lo suficiente para alimentar al pueblo. Arthur culpó a sus hermanas y a Strange por ello. Fue por eso que, valiéndose de la magia de Merlín, se  colaron en la fortaleza de Morgause, el último bastión de los usuarios de la magia. El Pendragon se coló en la habitación de su hermana y la asesinó a ella y a su esposa mientras dormían.

 

La guerra inició después eso. Con Morgana al frente y su hijo Mordred de 15 años. Gawain miró el horizonte desde la parte más alta de la torre, hace dos días habían sido los funerales de sus madres. Pronto, él y los caballeros de la orden del hada, integrada por los más habilidosos guerreros, todos omegas, se unirían a la batalla.

 

—Oberon debe darle la bienvenida a la maravillosa guerrera que fue tu madre —Gawain sonrió con tristeza. Apoyó la cabeza en el pecho de Strange.

—Si llegó a ser anciano, ¿aún me querrás? —Strange dejó escapar una leve risilla. Abrazó al omega y besó su cabeza.

—Te amo, mi Único, y siempre lo haré.

—Si muero…

—Te esperaré hasta que regreses a mi.

Se besaron, ansiosos de sentirse cerca].

 

—Le di a Gawain mi Capa de Levitación para que le protegiera —Strange se mordió el labio inferior —, pero de nada sirvió, Merlín la inutilizó y Arthur lo asesinó —dijo furioso —, el bastardo traidor se llevó la vida de Morgana, padre e hijo acabaron con la vida del otro y Camelot cayó.

— ¿Qué pasó con Merlín y tú hermana? —cuestionó Tony tratando inútilmente de no sentir celos de aquel que tenía el corazón de Stephen.

—Merlín perdió las ganas de luchar cuando Arthur murió, me rogó darle descanso, pero se lo negué  —dijo apretando los dientes —. Lo encerré en Ávalon, dónde pasará la eternidad. Clea regresó a nuestro mundo y yo… Me quedé aquí, aguardando el momento en que mi Único regresara.

— ¿Y lo hizo? —cuestionó Tony celoso. Strange sonrió besando los labios.

—Como el ave fénix —dijo sonriendo —, regresó con el nombre de Anthony Stark.

 

Continuará…

 



Nota de la autora:

Este capítulo me salió extremadamente largo. Espero les guste. Gracias.

 

 


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