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Una eternidad para encontrarte, un minuto para amarte por lizergchan

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Disclaimer: Los personajes de Marvel no me pertenecen, sino a Marvel Estudios, Disney y a Stan Lee. Este fanfic lo hice solo y únicamente como diversión.

Personajes: Dr. Strange/Tony Stark.

Aclaraciones y advertencia: Romance, algo de Ooc, omegaverse y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

 

 

Resumen: Stephen Strange, un acaudalado empresario dueño de diferentes farmacéuticas termina haciéndose cargo del hijo del matrimonio Stark luego de la muerte de estos.

 

 

 

 OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

Una eternidad para encontrarte, un minuto para amarte

 

 

Capítulo 10.- Loki

 

 

Entraron a la cabina de mando; su capa (ahora convertida en bufanda), se agitó a causa de su emoción, no la culpaba, la única vez que había salido luego de tantos siglos, fue para ir a Afganistán para salvar a Tony y no tuvo oportunidad de conocer. Hizo una nota mental de llevarla a la Torre Stark, seguramente le gustaría pasar un tiempo con su omega, con quien parecía llevarse muy bien.

Strange observó a Bruce; parecía nervioso y asustado; se acercó a su amigo, apoyó una mano en el hombro del omega. Lr sonrió.

 

Una vez en el aire, un hombre afroamericano, un alfa; se acercó a ellos para saludarlos.

 

—Doctor Banner. Gracias por venir —dijo tendiéndole la mano a Bruce, quien miró a Strange de soslayo antes de aceptar el gesto.

—Gracias por pedirlo amablemente —respondió. Stephen sonrió por el sarcasmo disfrazado de amabilidad.

—Interesante lugar el que tiene aquí —habló Strange con tono aburrido. Debía admitir que ese grupo de “niños exploradores”, tenían una llamativa colección de juguetes, pero como era natural, no se comparaba a la tecnología de Tony.

—Usted debe ser el Dr. Strange —comentó el hombre. El inmortal le miró; sabía quién era, su hermana se lo dijo, aun así, seguiría interpretando su papel.

—Me temo que me encuentro en desventaja, señor…

—Soy Nick Fury, director de S.H.I.E.L.D., sea bienvenido al Helicarrier —Él asintió con la cabeza.

—¿Cuánto tiempo voy a estar aquí? —interrumpió Bruce. No le gustaba estar rodeado de tanta gente, mucho menos en un lugar tan reducido y a miles de pies lejos de tierra firme, aunque, Stephen estaba ahí, eso era lo único bueno de todo eso.

—En cuanto tengamos el Tesseract se puede ir —respondió Fury. Miró a Coulson que se encontraba metros de él y un piso más abajo —¿Cómo va eso?

—Estamos accediendo a todas las cámaras inalámbricas del planeta —respondió ante el asombro de Rogers, quien aún no se acostumbraba a esa época.

 

Strange sonrió para sus adentros; le divertía tanto ver a esos mortales persiguiéndose las colas; él podría encontrar a quien quisiera en cuestión de minutos u horas si no se encontraba en la misma dimensión, claro, incluso Tony podría hacerlo mucho más rápido que esos incompetentes. Tal vez si le daban lo que necesitaba, consideraría prestarles algo de su ayuda.

 

Escuchó a Bruce explicar que quizás, él podría encontrar lo que buscaban. Strange frunció el ceño al notar una foto en la pantalla de las computadoras. Alguien de su pasado.

 

—Iré contigo, Bruce —dijo el inmortal y el omega le sonrió agradecido.

—Dudo que pueda ser de ayuda, Sr. Strange —intervino Natasha con cierto tono de superioridad.

—Es, Dr. Strange y le sugiero no me subestime —dijo molesto. Se acercó a la espía para que solo ella pudiera escucharle —… no se meta con mi familia o conmigo, de lo contrario, La habitación Roja, será un plácido sueño en comparación a lo que le haré.

 

 

 

Loki observó con deleite a los humanos arrodillarse ante él. Eran simples cucarachas sin más valor que servir a un ser superior. Entonces, ellos atacaron; un alfa en un ridículo traje azul y una figura metálica que lo hizo recordar al Destructor, aunque era diferente, pero despedía un olor… conocido. Su curiosidad fue la que hizo que se dejara capturar.

 

Observo a esos humanos interactuar; tal como pensaba, el hombre de la armadura despedía un ligero olor de alguien que conoció en el pasado, además de tener residuos de energía mágica rodeando su cuerpo.

 

—No me gusta —dijo Steve en voz baja. Tony mantenía la vista fija en el prisionero, ¿acaso era como Stephen? No era tonto, sabía que su alfa decidió unirse a la misión por algo distinto al enlace y presentía que pronto lo averiguaría.

—¿Qué el profeta se rindiera? —cuestionó Tony. Sí, a él tampoco le agradaba.

—Antes no era tan fácil. El tipo es muy poderoso.

—Eres muy ágil para ser tan viejo —dijo Tony cambiando de tema. Estaba nervioso y siempre hacía bromas tontas en ese estado —. ¿Haces Pilates? Quizás podrías darle una lección o dos a Stephen, aunque bueno, él ya es bastante ágil y flexible.

—¿Qué? —cuestionó confundido.

—Es como calistenia. Quizá te perdiste algunas cosas… —divagó el omega mirando a Steve —… en tu tiempo como Capipaleta.

 

Rogers lo miró serio, ofendido; había perdido la oportunidad de una vida junto a la mujer que ama y ese arrogante se burlaba de él.

 

—Fury no me dijo que lo llamó —contestó tratando de contener su enojo y, sobre todo, sus deseos de golpear al omega.

—Sí, hay cosas que el pirata no te dice. Muchas, en realidad —su conversación se vio interrumpida por el sonido de los truenos. Loki se removió incómodo.

—¿Le temes? —Cuestionó Steve.

—No me hace feliz lo que viene.

 

La nave se sacudió, algo la había golpeado. Tony se colocó el casco y abrió la escotilla permitiendo que un hombre de larga cabellera rubia, una extraña armadura y una capa roja (aunque no tan genial como Levi), entrara. Stark intentó atacarlo, pero fue fácilmente neutralizado, tomó a Loki y se lazó al vació con él.

 

—Y el circo continúa llegando —comentó Tony.

—¿Otro asgardiano? —dijo Natasha, que estaba en los controles de la nave junto a otro agente.

—¿Es de los nuestros? —preguntó Capitán América, sin comprender bien lo que acababa de pasar.

—No importa —respondió Tony —. Si libera a Loki o lo mata, perderemos el Tesseract.

—Necesitamos un plan.

—Tengo uno. ¡Atacar! —respondió antes de lanzarse al vació.

 

Steve contuvo el aliento. Tony Stark era un omega completamente diferente s los que conocía… era como él, antes del suero del súper soldado.

 

 

Strange observaba a Bruce trabajar; sonrió, le recordaba a Tony, estaba seguro que esos dos se llevarían bien.

Su cuerpo se tensó; una energía mágica conocida acababa de entrar a la nave; bastaron algunos minutos antes de que un grupo de soldados fuertemente armados pasara por delante del laboratorio. Ahí lo vio, un hombre alto, de largos cabellos azabache y ropaje verde y negro. Era él, sin duda. Loki, el príncipe de Asgard, aunque ya no era el niño que conoció en antaño.

 

—¿Sucede algo? —preguntó Bruce después de que el grupo se alejara. ¿Era su imaginación o el hombre le había sonreído?

—Nada, solo… no esperaba que trajeran a un prisionero a estas instalaciones… —mintió. Strange esperaba que Tony estuviera bien. Loki era un hechicero poderoso.

—Dr. Banner —lo llamó Natasha desde la entrada. Mantenía una cierta distancia de Stephen. Ella era una excepcional combatiente que con facilidad podía derrotar al más experimentado luchador alfa… ¿entonces por qué ese hombre le causaba querer bajar la cabeza? —. Se le solicita en la sala de juntas.

 

Bruce miró a Stephen, indeciso (o quizás temerosos), de irse con esa mujer ‹‹una omega como él››; la agente se dio cuenta y le informó que solo personal autorizado podía participar en dicha reunión.

 

—Ve, no te preocupes por mí. De todos modos, necesito ver si Tony ya llegó y sí no se ha metido en algún problema… aún —la sonrisa boba de Strange, solo hizo que Bruce deseara más que nunca, regresar a la mitad de la nada y olvidarse de todo, de las personas y, sobre todo, de ése alfa.

 

Sin más remedio, se marchó junto a la pelirroja, dejando solo al inmortal.

 

Una vez que Strange se aseguró que no había nadie más cerca, creó un doble suyo y lo envió a buscar a donde Loki se encontraba, mientras que él, iba al encuentro de Tony. Su descarriado alumno tenía muchas cosas que explicarle.

 

 

[… Siglos transcurrieron desde la época artúrica terminó, vagó por diferentes mundos, evitando a la tierra como a la peste. La muerte de Gawain permanecía aún fresca en su corazón y memoria.

 

Aún no estaba listo para cumplir la promesa hecha a su único. Proteger la tierra. Fue por eso que Agamotto se ofreció a tomar toda la responsabilidad, junto con sus discípulos. Wong y Clea decidieron quedarse también.

 

Un día, cansado de vagar sin rumbo fijo, llegó a Asgard, un reino próspero, con un sabio rey, pero que tenía un pasado sangriento… oscuro… conoció a Frigga, esposa de Odín. Una gran hechicera quien, con tan solo verlo supo quién era él, quien era su madre.

Frigga le invitó a permanecer en Asgard y él aceptó sin pensarlo demasiado. Poco tiempo pasó antes de que conociera a los hijos de la pareja real, los príncipes Thor y Loki, ambos alfas, aunque, con el tiempo, Strange se daría cuenta que el menor era mucho más de lo que aparentaba.

 

—… majestades, me han tratado como un miembro de su familia —dijo Stephen haciendo una reverencia a la pareja —. Permítanme retribuirles un poco de su amabilidad y hospitalidad, tomando bajo mi tutela al joven príncipe, Loki.

 

Tanto Frigga como Odín aceptaron gustosos la oferta con agrado, después de todo, no muchos tenían la fortuna de ser aceptados como discípulos por uno de los tres seres más poderosos.

 

Loki tenía solo ocho años humanos cuando comenzó a ser instruido por Strange. Stephen disfrutaba tenerlo bajo su tutela; el niño poseía una mente sagaz y una lengua más afilada que cualquier espada, le recordaba tanto a su único.

 

—Maestro… —lo llamó el príncipe menor. Habían transcurrido 200 años terrestres desde que llegó a Asgard, más tiempo del que había permanecido en cualquier mundo, a parte de Midgard, por supuesto. Y ya era momento de moverse.

—¿Sí?, ¿qué sucede? —los dos se encontraban en los jardines del palacio; era una hermosa noche de invierno, pero a pesar del frío, ninguno de los dos usaba ropa abrigadora, algo que era mal visto por muchos asgardianos, que no podían evitar compararlos con los gigantes de hielo.

—¿Es verdad que te iras? —preguntó Loki, bajando la mirada. A veces se sentía un extraño en su propia tierra, solo el amor de su madre y guía de su maestro podían darle sosiego.

—Así es. Recibí una carta de mi hermana —respondió solemne. No quería dejar a su joven pupilo, pero tenía responsabilidades que cumplir —. Se ha solicitado mi presencia en la corte del rey.

Loki sabía que su maestro se refería al gobernante del mundo de la magia, donde residía la Madre Eterna. Eran pocos los usuarios de las artes místicas —no nacidos en dicho reino—, podían ir y eran muchos menos los que recibían una invitación directa de su soberano.

El joven príncipe de Asgard tenía tantos deseos de conocer aquel mundo, donde hagas, dragones de todos los tamaños y formas y demás criaturas convivían con hechiceros, magos y brujas por igual.

Sin embargo, su maestro era diferente; rechazaba las invitaciones del rey de la magia abiertamente, no solo eso, había encerrado a su hijo, el príncipe bajo un hechizo inexpugnable, que ni los hechiceros más poderosos habían logrado romper, ¡y no recibió castigo alguno!

 

—¿Puedo ir con usted, maestro? —el inmortal le miró con cariño; acarició su cabeza con un gesto que a Loki se le antojaba paternal.

—Mi querido discípulo… príncipe de Asgard… —Stephen sonrió —Señor de las travesuras. Estas destinado a hacer grandes cosas. Serás un gran rey, de eso no tengo duda.

—Lo seré si usted está a mi lado… —Strange le dijo que no dependiera de nadie, que él, tenía que buscar la fuerza para conseguir lo que deseara —. Seré un rey, uno del que está orgulloso…].

 

 

Loki observó al hombre delante de él; no había cambiado nada, salvo por los mechones blancos a cada lado de la cabeza (que seguramente eran parte de su identidad en midgard), y esa ridícula barba de candado que le recordaba al omega que le atacó.

 

—Maestro —dijo Loki sonriendo. No le preocupaban las cámaras, podía sentir la magia de su antiguo instructor, estaba seguro de que había creado una ilusión para que no los descubrieran.

—Loki. Mi querido príncipe de las travesuras —habló con tono serio. Frio, como solo había visto al enfrentarse con algún enemigo —. ¿Dónde está el Tesseract? Necesito que me digas donde has ocultado la gema del infinito.

 

El dios sonrió travieso; era de esperarse que su maestro, uno de los tres grandes hechiceros, supiera sobre las Gemas del Infinito, después de todo su madre era…

 

—¿Es que ahora te has vuelto el perro de esos mortales? —Strange sonrió. Loki aun poseía esa lengua afilada, esperaba que su mente estuviera a la par, de otra forma, sería aburrido. —¿Qué es lo que pretendes? —preguntó con parsimonia.

 

Loki le dedicó una enorme sonrisa, como las que hacía cuando lo atrapaba en medio de una travesura.

 

—Me convertiré en rey…

 

 

 

Stephen frunció el ceño. Se había encontrado con Tony casi al mismo tiempo que su doble hablaba con Loki.

 

—¿Qué sucede? —cuestionó el omega. —¿Cuernitos dijo algo? —Stark sabía a grandes rasgos, la relación que existía entre su pareja y Loki.

—Aún no lo sé —dijo el hechicero antes de tomar las manos de su único y besarlas con cariño, arrancando una sonrisa en el menor. Era momento de encontrarse con los otros miembros del “equipo”.

 

 

Continuará…


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