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A very special gift (Un regalo muy especial) por Aeriel

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Notas del fanfic:

Hola!!!!! Qué tal??? ^^ Éste será el primer fic que publique aquí, pero no el primero que publico. Estoy registrada en SlasHeaven, pero estoy teniendo problemas para publicar ahí...así que, publicaré aquí mientras ^^ Sed amables conmigo!

Espero que disfrutéis de este oneshot. Dejad algún review, please!

Besitos* ^^

PD: Los personajes que aparecen en este escrito son propiedad de su autora, J.K.Rowling, y distribuidores. Yo no gano nada de nada, salvo, quizá, algún que otro review...¿caerán? xD 

Notas del capitulo: Un oneshot largo!!! Disfrutad! ^^
- Oneshot -

                                                                                                                                                                   

- Oneshot -                          

 

Pareja:

 

HP/¿?

 

Tipos de letras:

 

- Normal: Narración en 3ª persona

- Cursiva: Pensamientos

 

- A very special gift -

                                                                                    (Un regalo muy especial)

 

- Parte 1 -                      

 

Faltaban apenas cuatro días para el cumpleaños de El Salvador, el chico dorado, el niño-que-vivió-y-venció-al-Lord-Oscuro. Harry Potter, en definitiva.

Iba a cumplir los diecisiete años ya, la mayoría de edad en el Mundo Mágico. Todos estaban muy excitados con la idea de hacerle una gran fiesta sorpresa, algo que no olvidara nunca.

Todos, a excepción de los Slytherin.         

Casi todos los alumnos de dicha Casa habían perdido algún familiar en la batalla final del Lord Oscuro contra Harry Potter. Un familiar mortífago, por supuesto. Un padre, una madre, un hermano/a mayor,... Por ello, le guardaban un rencor y odio infinitos, sentimientos que no se desvanecerían jamás.

Draco Malfoy, sin embargo, no lamentaba en lo absoluto la muerte de su autoritario y maltratador padre, Lucius Malfoy. Al contrario, se alegraba bastante, aunque no diera muestras de ello. Ya no tendría que aguantar sus sermones diarios que comenzaban siempre con un “Los Malfoy nunca...” y terminaban, generalmente, con un bofetón ó con, en contadas y raras ocasiones, alguna maldición. Eso había terminado. Ya era historia, como el Lord Oscuro, al que nunca confió su vida.

Aún así, no iba a agradecérselo a ése ‘fantasmilla’ de Potter. Aunque podían ocurrir muchas cosas en ése cumpleaños. Cosas interesantes...que quizás beneficiarían a ambos por igual.

Por parte de Harry, éste, aunque ilusionado con eso de cumplir la mayoría de edad para conseguir ciertas ‘libertades’, como, por ejemplo, hacer magia fuera de Hogwarts, no le agradaba la idea de que le montaran una fiesta sorpresa, la cual, estaba seguro, harían. Cuando se acercaba a un grupo de su propia Casa éstos se callaban de repente y en cuanto pasaba de largo retomaban los cuchicheos, para exasperación del Gryffindor. Le crispaba los nervios cuando hacían eso, pero no podía permitirse explotar, así que, debía aguantar.

— En cuatro días...la libertad - dijo en voz alta con aire soñador -. Tengo unas ganas...

— Todo eso está muy bien - dijo Hermione -. Pero no descuides tus estudios, Harry.

— Déjale disfrutar, Herm - le defendió Ron -. Aquí nuestro amigo necesita un descanso después de...lo-que-tú-sabes.

— ¿Crees que no lo sé, Ron? - se cruzó de brazos la castaña -. Pero tiene que empezar a pensar en su futuro.

— Mi futuro...no es algo de lo que debas preocuparte, Herm - dijo Harry con semblante serio -. Sólo me incumbe a mí. No lo olvides.

— ¡Pero Harry! - exclamó ella.

— …l tiene razón, Herm - se adelantó a hablar el pelirrojo -. Es su futuro. No el nuestro.

— Aún así... - quiso replicar Hermione.

Con un gruñido de exasperación, Harry interrumpió su perorata y se levantó bruscamente de la mesa, acaparando la atención de todo el Gran Comedor, hasta su presurosa salida. Entre los curiosos que le siguieron con la mirada, preguntándose por una posible pelea entre el Trío Dorado, unos ojos grises se entrecerraban con sospecha bajo unas finas cejas y sobre una nariz algo respingona, y unos rojos labios que dibujaban una maliciosa sonrisa. ‘Una señal de ataque...’, pensó entonces. Apuró de un sorbo el zumo de calabaza que quedaba en su vaso y salió con su usual paso elegante y su barbilla alzada con la altanería que lo caracterizaban. Ni siquiera se detuvo cuando oyó a sus ‘amigos’, Blaise Zabini y Pansy Parkinson, preguntarle que a donde iba, ni cuando se cruzó con un par de chicas guapas de Ravenclaw, las cuales se sonrojaron hasta las orejas. Nada ni nadie le persuadiría de llevar a cabo su tarea favorita desde primer año: molestar al chico dorado.

Le halló a la orilla del lago, lanzando piedras al agua, inmerso en sus pensamientos, los que para Draco Malfoy debían ser tonterías. El Señor Tenebroso había sido su mayor preocupación, pero ahora que ya no estaba, ¿qué era lo que le tenía pensativo, casi ausente?

Se acercó a él con paso lento y cauto, y se detuvo a unos metros por detrás.

— ¿Planeas ser comido por el Calamar Gigante, arrojándole piedras estúpidamente?

Esperó una mordaz respuesta, pero no obtuvo más que un incómodo silencio.

Algo molesto, se acercó más y le susurró al oído:

— ¿Te comió la lengua el Calamar Gigante, cara-rajada?

Los pelillos de la nunca del moreno se erizaron y éste dio un pequeño respingo en el sitio, pero siguió sin girarse.

— ¿Qué quieres, Malfoy? - dijo con voz neutra.

El rubio sopesó lo que diría.

— ¿Te has peleado con el pobretón y la sangre-sucia?

— Por última vez, Malfoy, deja de llamarles así - había un deje cansino en su voz -. Y si me peleo ó no es cosa mía. Así que, no te metas.

Una sonrisa afloró por las comisuras de la boca del rubio.

— Eso es que sí.

— Pues te equivocas, Malfoy - habló casi sin pensar Harry -. Es sólo que estoy harto de que me digan “Tu futuro esto, tu futuro lo otro...” ¡Sólo quiero que me dejen en paz! No...no es algo en lo que ellos deban meter sus narices - suspiró, lo que provocó un vuelco en el corazón de Draco, quien se maldijo internamente -. Por una vez, me gustaría que me dejaran a mi aire...

El rubio se quedó mirando el lago por unos instantes, sopesando las palabras del moreno. Le sonaron como suyas, inevitablemente. Tomaban las decisiones por él sin tomar en cuenta lo que él pensara, y le hacían obedecer órdenes contra su voluntad. Pero ahora que su padre ya no estaba...empezaba a vivir la vida como él quería, disfrutando de las pequeñas cosas, al paso que se forjaba un futuro por sí mismo. Y se dio cuenta de que eso Harry no podría hacerlo nunca, pese a haber mandado al infierno al Lord. Siempre le perseguirían. Los ex-mortífagos para vengarse por la muerte de su señor, los hijos/hermanos/... de los mortífagos fallecidos en la batalla final por venganza también, los periodistas para sacarle los detalles sobre dicha batalla ó entrevistarle, simplemente, sus fans para pedirle autógrafos y fotos,... De pronto, sintió pena por él. Debía de estar agotado, física y emocionalmente. Y el no sacarlo fuera, desahogarse, le estaba consumiendo lenta, muy lentamente, pero invisiblemente a ojos de los demás. Pero los de Draco Malfoy siempre estaban sobre Harry Potter. No es que quisiera. Simplemente no podía despegarlos de él.

De repente, se le quitaron las ganas de meterse con él.

— ¿Me pareció oír que en breve cumplirás la mayoría de edad?

Era de conocimiento general, pero no quería que él supiera que lo sabía, que estaba pendiente de cada acontecimiento de su vida.

— Lo único bueno desde que Voldemort murió - soltó el moreno.

Draco no pudo evitar un escalofrío al volver a oír ése nombre.

— Es sólo un nombre...¿aún le temes? - se giró para encararle.

— ¡¿Cómo te atreves?! - se ruborizó furiosamente Draco -. ¡Un Malfoy no...!

— Sisisi, “Un Malfoy no le teme a nada ni a nadie”

— Si ya lo sabes, ¿entonces para qué...? - fue interrumpido.

— Tu padre ya no está, así que, ésas ridículas frases que hizo que te aprendieras...deberías olvidarlas.

El rubio se lo quedó mirando con aprehensión. ¿Quién se creía que era para ordenarle nada?

— ¡No eres nadie! - comenzó a gritar furioso -. ¡Nadie, ¿me oyes?! ¡Aunque él ya no esté sigo siendo un Malfoy! ¡Así que, jamás vuelvas a darme órdenes ó a interrumpirme siquiera, Potter!

Tan pronto como escupió su apellido se alejó de allí, maldiciendo y mascullando ‘Estúpido cara-rajada...’ de vuelta al interior del Castillo.

Harry volvió a quedarse sólo, y se sentó en la hierba a seguir pensando. ¿Qué haría cuando saliera de Hogwarts? La palabra ‘auror’ paseó por su mente. Sonrió para sus adentros ‘¿Por qué no? ¡Podría funcionar!

 

El día de su cumpleaños amaneció radiante y el humor de Harry hacía juego con éste. Por fin tenía los diecisiete y podía hacer lo que quisiera.

Animado, se levantó, se arregló, hizo su cama con un toque de varita y bajó corriendo al Gran Comedor, para tomar un buen desayuno.

Se había levantado muy temprano, así que, aún no había nadie en éste, pero Harry no se molestó por ello. Al contrario, lo agradeció. Quería disfrutar, unos minutos aunque fuera, de sus diecisiete años a solas. Pero demasiado pronto para su gusto, el Gran Comedor se llenó de parloteos y risas, de felicitaciones y rubores.

Hermione y Ron casi corrieron hasta él.

— ¡Feliz cumpleaños, Harry! - le besó la castaña en la mejilla.

— Si, tío, felicidades - le abrazó Ron -. ¿Sientes algo?

— ¿Sentir? - alzó una ceja.

— Si, me dijeron que cuando cumples la mayoría de edad sientes algo inexplicable y...

Le interrumpió.

— Pues sentir, sentir, sí que siento algo, pero inexplicable no es, te lo aseguro.

Se levantó presuroso y salió de allí, a la vez que sus amigos se reían animadamente por su comentario.

Cuando iba a entrar al baño, Draco le interceptó y se interpuso entre la puerta y él.

— ¿Recibiendo tus regalos, Potter? - con su usual arrastrar de palabras.

— Muy gracioso, Malfoy - escupió el moreno -. Quítate.

— Se dice ‘por favor’.

— Por favor.

Y le apartó a un lado. El rubio se quedó pensativo. ¿Había oído bien? Como respondiendo a su pregunta, se encogió de hombros y se encaminó al Gran Comedor.

Raro...’, se dijo.

Cuando llegó y pasó por al lado de la mesa de los Gryffindor para sentarse en la suya, pudo oír claramente un trozo de conversación entre la sangre-sucia y la comadreja, acerca del chico dorado.

— ¿Crees que sepa lo de la fiesta sorpresa?

— No lo sé, Ron, pero quizá se huela algo.

Teniendo en cuenta lo cuidadosos que sois, entonces, claro que se huele algo’, pensó el rubio sentándose. ‘Con que una fiesta sorpresa, ¿eh? Pues yo no me la voy a perder. Prepárate, Potter...’ Y sonrió con malicia.

A la hora de la verdad, Harry Potter estaba en su habitación, apoyado contra el cabecero de la cama, leyendo el libro sobre Quidditch que Hermione le había regalado.

“QUIDDITCH. A través de los tiempos” por Kennilworthy” (N/A: Existe realmente. Yo lo tengo xD)

- Capítulo 9. El desarrollo de la escoba de carreras -

Y decía así:

“Hasta principios del siglo XIX se jugó al quidditch con las mismas escobas que se utilizaban a diario, cuya calidad variaba mucho [...] la invención del conjuro del almohadón por parte de Elliot Smethwyck en 1820 supuso un salto de gigante en la tarea de hacer escobas más confortables [...]”

Vaya, yo quiero uno de ésos’, pensó. ‘…se tal Elliot fue muy listo’

Dejó el libro a un lado y se tumbó en la cama con los brazos por detrás de su cabeza, mirando al techo con cara de aburrimiento. Llevaba horas en la habitación. Primero jugando una partida de ajedrez mágico contra sí mismo y después leyendo aquél libro. Era entretenido, pero no lo suficiente. Harry quería salir a dar uno de sus largos y acostumbrados paseos a orillas del lago ó montar en su escoba y disfrutar del aire fresco en su cara.

Pero recordó las palabras de sus amigos:

“Dumbledore nos dijo que hoy no salieras de la habitación hasta que no te avisáramos”, le dijo Ron.

“Si, no sé lo que estará tramando”, comentó Hermione.

Y él pensó ‘Como si no estuviera lo suficientemente claro’ y mirándolos añadió en silencio ‘Y sé que vosotros sois sus cómplices

Suspiró. …sa noche tendría que lidiar con un montón de caras sonrientes y se vería obligado a sonreír hasta que los músculos de su cara se resintieran. Pero eso jamás cambiaría para él.

Abajo, mientras, alumnos de todas las Casas, inclusive algunos de Slytherin, que se alegraban de la muerte del Lord, decoraban manual y mágicamente el Gran Comedor. Miles de adornos brillantes y coloridos llenaban los rincones de éste, mientras que el resto eran del color de Gryffindor, rojos y dorados. Una gran bola de discoteca adornaba el centro del techo y, bajo ésta, una gran pista de baile invitaba a bailar con provocativas baldosas cambiantes. Había también sillones a ambos lados y mesas con bandejas de aperitivos varios, dulces y ponche, hechos por los elfos domésticos que, tras ayudar a Dobby, el ex-elfo doméstico de los Malfoy, respetaban profundamente a Harry Potter.

Respecto a Draco, éste se limitaba a observar cruzado de brazos y apoyado contra el marco de una de las puertas. No entendía como podían arrastrarse de ésa manera tan vergonzosa ante el chico dorado. Había tardado siete años en cargarse al Señor Tenebroso. ¡Siete años, se dice pronto! Estaba claro que para el niño-que-vivió-y-venció eso de “a la tercera va la vencida” no existía.

Por supuesto, Draco no iba a rebajarse como ellos. Harry Potter no le gustaba. Ni siquiera le quería cerca. Pero no podía ignorarle. Estaba bueno y eso no había quién se lo quitara. Le haría un regalo. El mejor de su vida. Uno inolvidable.

Se iría a arreglar ya. Quería estar espléndido para la-fiesta-sorpresa-que-ya-no-era-sorpresa y ser el centro de atención. Aunque fuera la fiesta de cumpleaños de Potter no le dejaría ser más que él. Sería ‘algo’, estaba claro, pero jamás le sobrepasaría. Draco tenía elegancia, estilo, belleza, un cuerpo de infarto y mucha labia. Potter sólo era una cara y un cuerpo bonitos, y el resto ingenuidad.

 

Un rato después, cuando Harry apenas había caído dormido, la puerta se abrió con un sonoro portazo.

— ¡Harry! - el aludido se incorporó de un salto al grito de la castaña, que le miraba con los brazos en jarras -. ¿Aún estás ‘así’?

— ¿‘Así’ cómo? - se miró.

— Pues ‘así’ - le señaló ella con mirada desaprobadora.

— Y si no es ‘así’, ¿cómo debo estar, según tú?

Oyó a Hermione suspirar, mientras se acercaba a él y se sentaba a su lado en la cama.

— Escucha, Harry,...no te hagas el tonto, sé que lo sabes - le miró directamente a los ojos -. ¿Es que no te hace ilusión?

— Hermione, fiesta ó no...igualmente cumpliré los diecisiete - respondió él -. De hecho, los cumplí bastantes horas atrás.

— Lo sé, pero... - posó una mano en la suya y la apretó en gesto cariñoso -. Venga, cámbiate y bajemos, ¿vale?

Le tocó a él suspirar. No tenía caso negarle algo a su amiga. Era muy obstinada.

Derrotado, asintió y se levantó.

De nuevo, la puerta se abrió con un portazo. Era Ron.

— ¡Compañero, ¿estás listo ya?! - y agregó señalándole -. ¡Pero bueno, no irás a bajar con ésas pintas, ¿verdad?!

— No, Ron, tranquilo - rió Harry ante la fingida cara horrorizada y las palabras de su amigo, obvia burla hacia su querida novia.

 

Momentos después, el Trío Dorado al completo bajaba las escaleras en dirección al Gran Comedor.

Harry llevaba un jersey verde, haciendo juego con sus ojos, y unos vaqueros negros muy ceñidos, que le marcaban trasero y paquete. Estaba algo incómodo, pero no se había atrevido a llevarle la contraria a Hermione. …sta llevaba un jersey de lana rojo y una falda escocesa a media pierna. Estaba realmente guapa. Y en cuanto a su novio y amigo de Harry, Ron, llevaba una camisa de franela azul y unos vaqueros del mismo color.

Los tres estaban resplandecientes, y cuando entraron al Gran Comedor todos se giraron, para echarles ‘miraditas’y silbarles.

Aquella atención sólo fue eclipsada unos segundos al entrar un conocido y no muy querido rubio platino de Slytherin, vestido totalmente de negro. Jersey de pelo sin mangas, pantalón de cuero y botas militares. El color negro resaltaba aún más la palidez de su piel, su cabello rubio y sus delicadas facciones. En cuanto a su cabello, ésa noche lo llevaba despeinado, algo que lo hacía irresistiblemente sexy, lo que no se le pasó por alto a Harry.

De repente, sus ojos, plateados vs esmeralda, se encontraron en una mirada muy intensa.

Por Merlín, ¿cómo es posible que durante éstos siete años no me haya dado cuenta de ése cuerpo suyo tan apetecible? Está mm...¡para comérselo!’, comentó Draco para sí, intensificando la mirada.

Harry, por su parte, tampoco podía apartar la suya. …sa visión era demasiado ‘atrayente’ para él.

Si hubiera sabido que debajo de ésa arrogancia guardaba ése cuerpo...¡no habría desperdiciado siete años peleándome con él, sino tirándole los tejos, ó tirándomelo por las esquinas, que para mí es casi lo mismo!’, pensó Harry a su vez, humedeciéndose los labios con la lengua, en un gesto que acaloró los sentidos del rubio.

Tras ése momento de debilidad, como buen Malfoy, Draco se obligó a apartar la mirada y a adentrarse en el Gran Comedor. El moreno lo siguió con la mirada hasta verle pararse frente a una mesa con canapés, cervezas de mantequilla y zumos de calabaza.

Pero pronto se vio asediado por fans y pesadas/os varias/os que le felicitaban y pedían su autógrafo y alguna que otra foto, aprovechando ‘la fiestecita’, con lo que perdió definitivamente al rubio de vista.

 

Cuando por fin se dispersó la marabunta, unas dos horas después, y pudo respirar, buscó con la mirada a Draco, hallándolo justo donde antes, apoyado en la mesa, tomándose un vaso de ponche y con sus ojos grises fijos en él, los cuales no había apartado de su dirección en ningún momento desde que comenzaran a sepultarlo a alabanzas.

Sin embargo, ésos ojos grises no sólo se encontraron con los verdes de Harry, sino también con un par de ojos azules, rabiosos, y un par castaños, éstos últimos entre incrédulos y curiosos.

El dueño de los azules, que no era otro que Ron Weasley, atravesó como un rayo el Gran Comedor, con el ceño fruncido y los labios y puños apretados, hasta llegar a Draco, seguido de cerca por Harry y Hermione.

— ¿Qué narices haces tú aquí, hurón?

El aludido no se molestó en mirarle siquiera.

— Tomando un poco de ponche, comadreja - ahora sí le encaró, y agregó con burla en su voz -. ¿O es que además de ‘lento’ eres ciego?

— ¡Mira, hurón...! - haciendo amagos de sacar su varita.

— Basta, Ron, déjale - se lo impidió Harry.

A lo que el rubio le miró fijamente.

— ¡Pero él no debería estar aquí! - exclamó el pelirrojo -. ¡Es un maldito ex-mortífago y...!

— ¡¡Para, Ron!! - le interrumpió el moreno a gritos -. ¡Hoy es mi cumpleaños y sólo pido un poquito de tranquilidad y una noche sin insultos!

La mirada del rubio se intensificó.

— ¿Me estás defendiendo, cara-rajada? - escupió lo último con asco -. Muy Gryffindor por tu parte, pero no necesito que nadie, y menos TÚ, me defienda.

Harry le devolvió la mirada.

— No lo hacía, Malfoy, quédate tranquilo - se apresuró a contestar él -. Sólo he dicho que a ésta fiesta es bienvenido todo el mundo, incluido TÚ, Malfoy.

Habló entonces Hermione, a quién no se le había pasado por alto ése extraño intercambio de miradas.

— Pero, al menos, habrás tenido la decencia de traer un regalo, ¿no? - el rubio la encaró -. Después de todo, no se cumplen diecisiete años todos los días.

— Por supuesto, Granger, ¿por quién me has tomado? - la fulminó con los ojos.

— No me hagas contestar - saltó Ron.

— Cierra la boca, comadreja, que la cosa no va contigo.

— ¡Repite eso, hurón! - amenazándole con los puños.

— Ron, vámonos - le puso una mano en el hombro a su amigo, y le pasó un brazo alrededor de la cintura a la castaña -. Hermione.

Draco se molestó mucho por ése gesto hacia la chica. Por eso, casi sin pensar, agarró a Harry del brazo, haciéndole soltar el agarre de su cintura.

— ¿Sacando a relucir tu lado Slytherin con ése jersey, Potter? - sin nada más original que decir.

Harry se limitó a sonreír maliciosamente y se encogió de hombros. Pero cuando se dio la vuelta para irse, se vio presa de nuevo del agarre del rubio.

— ¿Qué quieres ahora, Malfoy? - le encaró con un deje cansino en su voz.

— Sólo que cojas esto - le alargó un pequeño sobre -. Ábrelo en privado.

En un breve período de tiempo se quedaron mirando el uno al otro, como midiéndose. Finalmente, Harry cedió.

— Está bien - cogió el sobre y, antes de darse la vuelta, agregó -. Disfruta de la fiesta.

Aquello descolocó a Draco, pero contestó con su rostro impasible:

— Claro...tú también - con las manos en los bolsillos y encogiéndose de hombros.

Para Harry ése gesto no pasó desapercibido. Poco después se alejó del rubio.

Dirigió una mirada a sus amigos que le miraban interrogantes, y él levantó el pulgar en señal de que todo iba bien.

El sobre blanco que tenía en sus manos le instaba para que lo abriera lo más pronto posible, y él no quiso esperar.

Yéndose a un rincón del Gran Comedor, se dispuso a abrirlo, descubriendo una nota en el interior, la cual decía lo siguiente:

“Ve a la Sala de los Menesteres a medianoche.

Si no vas, lo lamentarás.

D.M.”

Harry sólo alzó una ceja escéptico y volvió a guardar la nota en el sobre. Buscó con la mirada al autor de la nota, pero no lo halló por ninguna parte.

Revisó su reloj. Aún faltaba media hora para las doce. Tiempo suficiente para decidir si debía ir ó no a ésa ¿cita?

 

A medianoche - Sala de los Menesteres -

 

Ya estaba allí. No podía creerlo. Al final había ido. Su sentido común le decía que no debía haber ido, ya que podría ser una trampa. Quizás al otro lado le esperaban los hijos de los mortífagos, dispuestos a vengarse por las muertes ó el encarcelamiento de sus familiares. ” quizás Malfoy le lanzaría un Avada nada más traspasar el umbral de ésa puerta.

Respiró hondo. Iba a entrar. Ya lo había decidido. No por nada era un Gryffindor. La valentía era su mayor virtud. Y su ingenuidad...bueno, no sabía muy bien en qué categoría entraba.

Como siempre hacía, pensó mentalmente que quería que apareciera la Sala. Su orden fue satisfecha una vez que ésta se materializó frente a sus ojos.

Posó una mano sobre el picaporte y lentamente lo giró.

Entró y lo que vio lo dejó boquiabierto.

Tan fascinado estaba que no se dio cuenta de que la puerta se cerró a su paso. Ya no había marcha atrás. La puerta estaba sellada y, a menos que el/los ocupante/s de la Sala deseara/n con todas sus fuerzas salir, no se abriría hasta la mañana del día siguiente.

— ¿Qué...qué es todo esto? - casi no le salieron las palabras.

La habitación que se presentaba ante sus ojos era increíble. Colores rojo-oro y verde-plata se entrelazaban en un mar de grandeza y elegancia. Y una enorme cama con dosel adornaba el centro de ésta, con una chimenea con el fuego crepitando, enviando oleadas de calor por todo el cuarto.

Pero lo más increíble era lo que había en mitad de la cama. Acostado. Desnudo.

— Malfoy... - murmuró Harry entornando los ojos.

— Eres bastante puntual, Potter...eso me gusta - dijo el rubio mirándole, repantigado en la cama.

— ¿Qué haces así, Malfoy? - se sonrojó el moreno.

Su mente no era capaz de asimilar lo que sus ojos veían. A ése sexy rubio de ojos plata completamente desnudo en una cama, a su merced.

— Recuerdo que en el Gran Comedor la sangre-sucia comentó algo sobre un regalo... - Draco notó que Harry se tensó por el apodo de la castaña, así que, suavizó un poco el tono. De ninguna manera quería que se fuera -. ...un regalo de mi parte.

— Bien, pues dámelo y me iré - respondió el moreno.

Draco sonrió con malicia ante ésa respuesta.

— Tu regalo...soy yo.

Con felinos movimientos se hincó de rodillas y se acercó a los pies de la cama, para bajarse acto seguido y andar hacia un estupefacto Harry, que boqueaba a falta de palabras.

— ¿Qué...? ¿es una broma? - logró decir.

— Claro que no, Potter.

Se paró a menos de medio metro frente a él.

— ¿Estás rechazando tu regalo? - extendió el rubio los brazos a ambos lados, mostrando aún más su desnudez.

— Yo... - el moreno tragó saliva con dificultad, extasiado con semejante visión.

Malfoy desnudo por completo, mostrando ésa piel blanca y cremosa suya por entero. Su miembro erguido orgulloso y el suyo propio pulsando contra su pantalón a través de sus boxers. Era tentador. Mucho.

— Vamos, Potter, sé que tú también lo deseas... - su voz sonaba muy sexy.

— Yo...yo no... - balbuceó Harry.

— ¿Dónde está tu valentía, león?

Era así como se sentía. Como un león enjaulado en un circo. Exactamente así. El rubio sabía que no podría negarse. Era la trampa perfecta. Y Harry había caído como un tonto, y como el ingenuo que era.

— No se trata de eso, Malfoy - se excusó -. Es que...

No supo continuar. ¿Qué le diría? ¿Qué excusa le pondría? Y lo que es más, ¿cómo saldría de allí si no lo deseaba realmente?

— ¿Es que qué? - interrumpió Draco sus pensamientos -. Escucha, Potter. No me he molestado en preparar esto para nada. Así que, deja ya de dudar y ni se te ocurra dejarme así, porque si ya de por sí es humillante...

— Nadie te pidió que hicieras esto, Malfoy.

— Nunca he dejado de regalar nada en los cumpleaños, y no voy a empezar ahora - poniéndose a la defensiva.

— Un regalo sería un libro sobre Quidditch ó, incluso, una caja de ranas de chocolate - y agregó señalando su desnudez -. No es...¡ESO, por Merlín!

— ¿Tengo yo la culpa de que tus ‘amiguitos’ sean tan poco originales? - suspiró derrotado el rubio -. Está bien, Potter. Empezaré yo sin ti.

— ¿Qué...quieres decir? - preguntó Harry, mirándole sin comprender.

El rubio no medió palabra. Simplemente se subió a la cama, empinando el culo mientras gateaba hasta la cabecera de la cama con idénticos felinos movimientos. Se recostó y, sin dejar de mirar al moreno, quién no podía apartar la mirada y tenía la boca abierta de par en par de la impresión, se abrió de piernas, para que éste tuviera una buena vista. Se llevó el dedo índice a la boca, lo lamió y mordisqueó, ante la atenta mirada del moreno. Y, mientras con ése mismo dedo trazaba una línea recta desde su cuello hasta su torso, con la otra se sujetaba fuertemente a las sábanas de seda roja.

Harry miraba la escena embobado...y muy excitado.

Sin apartar los ojos, Draco sonrió con malicia e instó al moreno a que fuera, dando pequeños golpes a su lado en la cama. …ste ya no controlaba ni su cuerpo ni sus pensamientos, y accedió como en trance. Empezó a desvestirse, comenzando por el jersey verde, seguido de los vaqueros. Hasta que finalmente quedaron los boxers, de los cuales se desprendió con estudiada lentitud, divertido con las reacciones del rubio, que vestía un leve sonrojo.

Desnudo por fin se dirigió a la cama, procurando no despegar sus ojos verdes de los grises. Rodeó la cama y se subió por un lado para, a continuación, abalanzarse, sin previo aviso, sobre Draco. Sus bocas se juntaron en un beso largo, profundo, desesperado. Ambos se deseaban como nunca antes habían deseado a nadie.

El rubio tomó ésa lengua, entonces, que pedía tímidamente entrar y la entrelazó con la suya, en un baile frenético. Compartieron saliva, mientras sus manos descansaban, uno rodeando el cuello del otro, y el otro abrazando a ése uno.

El separarse no supuso problema alguno para ninguno de los dos, ya que, en menos de un segundo, Harry estaba inclinado sobre Draco, besando y lamiendo ávidamente cada centímetro de piel que encontraba al alcance de su boca. …sa piel suave, nívea,...suya. …sa piel que ahora le pertenecía. Aunque quería se abstuvo de hacerle ‘marcas’, ya que no quería romper ése hermoso equilibrio, no se lo perdonaría nunca.

Al llegar a los sonrosados pezones, se deleitó lamiendo y succionando, consiguiendo arrancarle gemidos de auténtico placer al rubio, que se aferraba a él con desesperación, anhelo. Siguió besando y lamiendo, hasta llegar a su ombligo, el cual profanó, realizando un rápido mete-saca con su lengua, que volvió loco a Draco, quien sólo atinaba a jadear, gemir y soltar alguno que otro “Ooh, simm,...” Oír eso en labios del rubio provocó en el moreno una dolorosa reacción, que prometió atender en cuanto le fuera posible.

Su siguiente parada fue su miembro orgullosamente erguido, que le recibió con gotas pre-orgásmicas rezumando de la punta. Harry se mordió el labio inferior, dejando obvia la imperiosa necesidad de chupar lo que, en un menos de un minuto averiguó, era lo más dulce que había probado en su vida. Un manjar de dioses, néctar real.

Poco después, Draco se corrió abundantemente pronunciando el nombre de su liberador, quien se tragó con deleite todo el sabroso líquido, procurando no derramar gota alguna. Y le robó un febril beso al rubio, lleno de promesas más que placenteras, que fue correspondido sin dudar.

La meta de Harry era su entrada, su virginal y anhelada entrada.

— Abre bien las piernas - demandó con una nota de incontenida emoción en su voz.

Su orden fue cumplida mecánicamente. Harry se posicionó en el medio y comenzó la invasión metiendo uno de sus dedos en ésa cálida y ya lubricada entrada. Casi inmediatamente le siguió un segundo dedo, y un tercero que la dilató lo suficiente.

El moreno acercó su miembro hinchado a ésta y, muy lentamente, le fue penetrando, procurando infringirle el menor daño posible al rubio, hasta que estuvo completamente dentro.

Esperó unos minutos a que Draco se acostumbrara a la invasión y, cuando éste dio su aprobación para iniciar el movimiento al percibir Harry un ligero empujón, el ritmo comenzó con un adelante-atrás lento, para ir subiendo en intensidad, arrancando gemidos a ambos.

Mientras se movían con frenesí en un vertiginoso ritmo, Harry se inclinó hacia el rubio y éste lo abrazó, como prueba de que su entrega era absoluta.

La culminación no se hizo esperar. Ambos gritaron sus nombres a dúo y, el moreno, exhausto, cayó en brazos de Draco, quien le acogió con los brazos abiertos.

Una vez recuperado el control de sus, anteriormente agitadas, respiraciones y la normalidad de su pulso, se tumbaron boca arriba, conscientes de que la ‘magia’ se iba esfumando inevitablemente cada segundo que pasaba, y observaron el techo, absortos cada uno en sus propios pensamientos, que no distaban mucho los de uno de los del otro. Sólo uno de ellos fue capaz de expresarlos en voz alta. Aquél a quién la palabra ‘valentía’ describía por entero.

— Vaya, ha sido el mejor regalo de mi vida.

Draco sonrió con triunfo. Ahí le quería él ver, postrado a sus pies, rogándole tocar su cuerpo una vez más. A pesar de que su cara parecía decir eso, no lo sentía en absoluto. De hecho, había sido el mejor polvo en mucho tiempo. No el mejor de su vida, porque, experimentado como era, había tenido una larga lista de ‘revolcones’, pero sí en meses, quizás años, dos como mucho. …se polvo definitivamente había significado algo. No un simple polvo. Potter no había sido un simple rollo de una noche para él. …l quería más. Esperaba más. Pero también esperaba no ser él quien se sincerara y pidiera una segunda vez. “Los Malfoy no se rebajan por nada ni por nadie” Qué aburrida regla.

Interrumpió sus pensamientos cuando oyó un claro:

— Pero... - el moreno se lo pensó mejor y cerró la boca. No sabía como seguir.

— ¿Pero? - le instó el rubio a continuar. ‘¿Hay un pero? ¿cómo es posible?

Draco frunció el ceño, a la espera de la respuesta que no se hizo esperar mucho.

— Pero espero que no sea el único - soltó Harry.

Había estado buscando las palabras adecuadas, pero no estaba seguro de haber dejado claro que, de ser posible, le gustaría repetir la experiencia. Porque había sido toda una experiencia acostarse con ése sexy rubio.

Un brillo en los ojos de Draco contestó positivamente a su ‘indirecta’ proposición.

— Ooh, ¿tanto te ha gustado? - el condenado rubio se apoyó sobre sus codos, tan cerca del moreno que éste podía notar su aliento mezclándose con el suyo propio.

Era más de lo que podía soportar.

— ¿De verdad tengo que contestar? - Harry se posicionó encima del rubio.

— Hum, mejor ‘muéstramelo’ - Draco ronroneó y le mostró una radiante sonrisa al moreno, la cual correspondió éste a su vez.

— Será un placer... - y se tiró a por sus labios, despertando la pasión que siempre había ardido entre ambos, desde que se conocieran por primera vez hacía ya siete años.

…sa noche ninguno de los dos durmió. Quizás debido a las sesiones intensivas de sexo, ó tal vez porque temían que al caer dormidos, a la mañana siguiente despertaran, descubriendo que no había sido más que un sueño.

Sin embargo, la mañana llegó, y los encontró a ambos tumbados y profundamente dormidos en una inmensa cama, desnudos y abrazados, mostrando gemelas sonrisas de felicidad, obviando que, a partir de ése día,...la palabra ‘amantes’ sería su apellido común.

 

 

*FIN*

 

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[N/A: ¿Qué tal un review? ^^ Espero que os haya gustado. Besos*]

 

 

 

Notas finales: Adoro escribir y que me lean ^^ Espero de veras que hayáis disfrutado. Besos*

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