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Apuntando a la luna por Fullbuster

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La luz de su cuarto estaba encendida. Casi todos los de su equipo se habían marchado de fiesta, pero él se había quedado a estudiar. El fin de semana tenían un partido importante y no quería faltar. Era bien sabido que si sus calificaciones bajaban, el entrenador le sentaría en el banquillo. Para colmo, al entrar en la facultad había decidido estudiar “Derecho”. ¡Todo era complicado! Así que allí estaba estudiando en la casa que compartía con sus compañeros de equipo, ese enorme libro de leyes.

 

El sonido de un videojuego llegó hasta sus oídos, girándose y apartando los ojos de su libro para ver cómo Kenma jugaba en su consola sentado en uno de los rincones. Él tampoco parecía haber querido salir de fiesta, pero era por un motivo muy diferente al suyo.

 

- ¿Ya has estudiado todo lo que tenías que estudiar? – preguntó Kuroo hacia su compañero con una ligera sonrisa.

 

- Lo haré mañana – le respondió el menor sin siquiera apartar sus ojos del videojuego.

 

- ¿Sabes qué hora es?

 

- ¿Las ocho? – preguntó Kenma.

 

- Las tres de la madrugada – le comentó Kuroo con una gran sonrisa y es que a su mejor amigo siempre se le pasaba el tiempo volando cuando jugaba, más si era un juego nuevo.

 

- Creo que me iré a dormir entonces. ¿Vas a seguir estudiando?

 

- Voy a dejarlo por hoy. Mañana iré a la biblioteca un rato.

 

- ¿Biblioteca? Sabes que ninguno de nuestro equipo pisa la biblioteca, ¿verdad?

 

- Será porque a ellos no les importará mucho mantenerse en el equipo titular – sonrió Kuroo.

 

Finalmente la música del juego cesó y la consola se apagó. Al ver cómo Kenma se ponía en pie para marcharse, decidió empezar a recoger los libros, sin embargo, algo le distrajo.

 

- Hay un chico ahí abajo sentado – comentó Kenma mirando por la ventana.

 

- ¿Qué?

 

¡Era raro! Porque en la universidad, ofrecían una casa para cada equipo o hermandad, era muy raro que alguien que no fuera del Nekoma estuviera allí sentado frente a la casa de su equipo.

 

- Quizá está esperando a alguien del Nekoma – intentó averiguar Kenma al ver a ese chico encapuchado, sentado en el bordillo de la acera.

 

- ¿Con esta lluvia? – preguntó Kuroo – no lo creo. Oh, mierda – susurró al darse cuenta de quién era por la sudadera – vete a dormir, Kenma, yo me encargo de esto.

 

- Vale.

 

¡Estaba completamente loco! Pero eso le hacía preocuparse. ¿Qué loco insensato se quedaría allí bajo aquella intensa lluvia sin buscar refugio? Lo sabía bien, esa sudadera se la regaló él por uno de sus cumpleaños. Al salir los dos al pasillo, Kenma se metió en su cuarto mientras Kuroo bajaba los peldaños de dos en dos. Sus largas piernas le hicieron llegar abajo en un momento, abriendo la puerta del edificio del Nekoma.

 

- Ey… vas a pillar una pulmonía si sigues ahí – se quejó Kuroo.

 

El encapuchado se giró hacia el lugar del que provenía la voz, pero no se apartó la capucha ni mantuvo su mirada mucho tiempo, volvió a su posición original. Kuroo dejó escapar un resoplido frustrado. Descalzo como iba y con el pantalón de deporte, se adentró en la lluvia, pisando el mojado césped y tratando de cubrirse la cabeza elevando un poco su camiseta corta oscura.

 

- Tsukki… ¿Qué ha ocurrido?

 

- ¿Qué más te da?

 

- A mí nada – dijo Kuroo manteniendo la compostura – pero estás frente a mi casa, empapado, quizá deprimido y asustando a Kenma – mintió en aquello último – pareces un pervertido acosador del Nekoma.

 

- Idiota – le regañó, aunque sabía que Kuroo era el mejor provocando a la gente para que hicieran lo que él quería.

 

- Vamos, tío… entra al menos, te invitaré a un chocolate caliente.

 

- No necesito nada de ti.

 

- ¿Y entonces por qué has venido? – sonrió de nuevo Kuroo, consiguiendo esta vez que Tsukki se levantase con rapidez y empezase a caminar hacia el interior del edificio.

 

- ¡Qué fácil eres de provocar! – susurró para sí mismo Kuroo lanzando una gran sonrisa triunfal.

 

Entraron en el hall, empapando el suelo a su alrededor. Tsukki se quedó paralizado en la entrada, temiendo ser un problema si entraba más, llenando todo el edificio del Nekoma con el agua que chorreaba de su ropa y cabello. Sin embargo, Kuroo fue al armario de al lado y sacó una de las toallas para tirársela sobre el cabello.

 

- Deberías quitarte esa ropa mojada. Hay un aseo justo ahí – le señaló la puerta.

 

- Recuerdo dónde estaba el aseo, gracias – se quejó algo sonrojado.

 

- Claro… ahora vengo, voy a buscar algo de ropa seca a mi cuarto para los dos.

 

- No necesito tu ropa.

 

- ¿Prefieres ir desnudo? – sonrió - ¡Genial! Me gusta mucho más tu idea que la mía.

 

- Idiota – se quejó de nuevo Tsukki al ver que estaba cayendo nuevamente en las provocaciones del moreno – prefiero la ropa – se decidió finalmente.

 

- Qué decepción – sonrió Kuroo, sabiendo que había vuelto a ganar.

 

Subió las escaleras con rapidez, encontrándose los ojos de Kenma al otro lado de la pequeña apertura de su habitación al fondo del pasillo. Intentó no hacerle caso, al fin y al cabo, se quedaba una puerta antes que la habitación de su mejor amigo, pero éste abrió la puerta para poder hablar con él.

 

- ¿Por qué está tu ex novio aquí? – preguntó Kenma.

 

- No lo sé – susurró Kuroo – vete a dormir, Kenma, es tarde y mañana hay clases.

 

- Kuroo – intentó hablar el pequeño, pero éste se acercó a él, sonrió y revolvió su cabello como si eso fuera a calmarle.

 

Sabía muy bien lo que quería decirle. ¡Dos años!, habían pasado dos años desde que empezaron a salir, Tsukki acababa de entrar al primer año de universidad y él estaba en tercero. Un año después… ese chico rompía con él y empezaba a salir con una chica de buena familia que estudiaba casualmente… “Derecho” en primer año. No pudo negar que pasó una mala racha, que su nivel en el voleibol había descendido, que su sonrisa se apagó durante unos meses pero… ya estaba mejor. Aun así, seguía enamorado de él, no podía evitarlo. Seguramente Kenma sólo quería decirle que tuviera cuidado, que se alejase, que tomara distancia de ese asunto para no volver a verle sufrir, pero no podía… cuando se trataba de Tsukki, no podía dar media vuelta y marcharse sin más. Siempre estaría allí para ayudarle, por muy pringado que pudiera parecer ante la situación.

 

- Lo sé, Kenma – comentó.

 

Kuroo se alejó de la puerta del dormitorio de su mejor amigo y volvió a su cuarto, abriendo el armario para buscar ropa seca para ambos. ¿Por qué seguía queriéndole? Fue lo que se preguntó. Quizá porque la ruptura no fue buena ni estuvo clara. Simplemente… un día llegó y dijo que se acababa, sin motivo, sin explicación, sin nada que le hiciera sospechar. Ese año había sido genial, ni siquiera habían discutido ni una sola vez y entonces… simplemente rompió la relación. Todavía pensaba que había algo que no le contaba, pero Tsukki era tan introvertido que le sería casi imposible atravesar su coraza. Aun así, quería verle feliz y, muy dentro de él, seguía teniendo la esperanza de que algún día… le demostrase que seguía enamorado. ¡Puede que nunca llegase! Pero ahí seguía esperando ese fatídico día.

 

Bajó las escaleras una vez cambiado a ropa seca, llevándole las prendas al rubio que seguía metido en el aseo. Tocó la puerta con los nudillos y escuchó su voz, confirmando que estaba allí, pasando la ropa por la pequeña ranura que había abierto, como si tuviera miedo a que le viera desnudo.

 

Eso hizo que Kuroo sonriera. Le había visto desnudo cientos de veces. En aquel año de relaciones, Tsukki se pasaba más tiempo en su habitación que en su propia casa del Karasuno.

 

***

 

- ¡Maldita sea! – gruñó Tsukki frente al espejo.

 

Había intentado evitar esa casa, hasta para ir a la facultad tomaba otro camino pero… ahora estaba allí porque realmente, sólo podía sentirse seguro con una persona. ¿Por qué seguía queriéndole? ¿Por qué seguía mirando embobado a Kuroo cuando jugaba a voleibol o cuando las chicas se acercaban a hablar con él? ¿Por qué estaba ahora mismo ahí en su casa?

 

Llevaba un año separado de él, un año saliendo con esa chica que ahora estaba a punto de terminar su primer año de “Derecho” y… ni siquiera había podido tener relaciones sexuales con ella. Lo había intentado, pero… no se excitaba, no como debería, no como lo había hecho con Kuroo. Romper con él fue una de las decisiones más duras que tuvo que tomar, pero… no podía hacer otra cosa, no con su padre exigiéndole ser perfecto, no con su padre odiando a los homosexuales. ¿Qué pasaría si se enterase que durante todo un año había salido y mantenido relaciones con el capitán y mejor defensa del Nekoma?

 

- Joder – dejó escapar Tsukki, apartando sus gafas y dejando correr un par de lágrimas por sus mejillas.

 

No podía evitar ir corriendo con Kuroo cada vez que algo salía mal, no podía evitar ir a verle, aunque fuera en la distancia para sosegar su corazón. ¡Su novia acababa de romper con él! No sabía cómo iba a contárselo a su padre, iba a ser su gran decepción pero… por algún motivo había corrido hasta Kuroo nuevamente como si supiera que sólo él podría protegerle un poco más.

 

Cogió un poco de papel para secar sus gafas y trató de calmarse. No quería que su ex novio le viera en esas condiciones pese a que ya sospecharía algo. Siempre había sido un chico muy inteligente, debía estar haciendo sus propias teorías del motivo que le había traído de nuevo hasta su casa.

 

Sonrió al recordar algunas escenas de aquel año de relación con Kuroo. Él era estupendo. Habían entrenado juntos, le había ayudado a mejorar su defensa, había tratado de escabullirse de la casa del Nekoma por las mañanas aunque sus compañeros desayunando en el salón solían pillarle y gritar como pervertidos al entender que bajaba de una noche de sexo con su capitán. ¡Hasta eso le hacía sonreír pese a la vergüenza que pasaba en esos tiempos!

 

Aun así y pese a que ese moreno fue perfecto, él siempre mantuvo todo en secreto. Tenía miedo de la reacción de su padre, de la reacción de todo el mundo si se enteraban que le gustaban los chicos, pero Kuroo nunca dijo nada. Había mantenido a todos los suyos a raya, evitando que el rumor de lo que veían por las mañanas se difundiera.

 

Se colocó la ropa de su ex novio, dejándose llevar por ese aroma que desprendía su ropa. Él siempre olía tan varonil, tenía un aroma especial… porque así era Kuroo para él… especial. Jamás le había dado la espalda, incluso ahora, pese a la ruptura y que ya no eran nada y ni siquiera entrenaban juntos, le había abierto la puerta de su casa a las tres de la madrugada.

 

Una vez más calmado, se levantó, se revisó en el espejo para que Kuroo no pudiera ver nada extraño en él y salió del aseo. El olor a chocolate llegó enseguida a sus orificios nasales, conduciéndole hacia la cocina donde estaba ese moreno de espaldas a él, removiendo en una tartera el chocolate y vertiendo algo de leche de vez en cuando.

 

- Kuroo – le llamó Tsukki.

 

- Siéntate, acabaré enseguida de prepararlo – le sonrió.

 

- ¿Por qué?

 

- ¿Por qué, qué? – preguntó Kuroo con dudas.

 

- ¿Por qué me has abierto la puerta?

 

- Porque parecías necesitar un amigo – apagó el fuego para dejar reposar el chocolate.

 

- Pero… te hice daño y…

 

- Aún tienes el cabello mojado, podrías resfriarte. Déjame que te lo seque.

 

Al ver cómo el moreno cogía el secador que había dejado sobre la encimera y lo enchufaba para secarle el pelo, Tsukki le dio un manotazo, obligándole a alejarse y paralizando a Kuroo.

 

- No me hagas esto, Kuroo – le gritó – no somos nada, tú y yo no… no somos amigos.

 

- Entonces… ¿Por qué estabas frente a mi puerta y no frente a la de de tu novia?

 

Aquello hizo que abriera los ojos como platos. La ligera sonrisa que había puesto su compañero sólo hizo más que acrecentar al ver que no podía responderle y menos… cuando empezó a acercarse a él y colocó su mano sobre la sonrojada mejilla del rubio, acariciándola con el pulgar con mucha suavidad y sin apartar su mirada de aquellos intensos ojos.

 

- ¿Por qué me buscabas a mí y no a ella? – le preguntó de nuevo.

 

- Yo… - intentó buscar una excusa, pero sólo podía escuchar su corazón latiendo con fuerza – no estoy con ella… - fue lo único que pudo dejar escapar.

 

Kuroo no pronunció palabra alguna, acercándose lentamente al rostro del rubio. Para ser más pequeño que él, era unos pocos centímetros más alto, pero sus labios siempre habían encajado tan bien, que tan sólo pudo pensar en rozarlos una vez más. Todo el cuerpo de Tsukki tembló, no quería caer de nuevo en los encantos de su ex, pero quizá… es que nunca había podido salir completamente de ellos, porque le amaba, porque sólo con él se sentía seguro. No quería hacerle daño y, aun así, dejó que terminase de acortar la distancia de sus labios.


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