Un último beso.
No era que dejara de sentir agradable la cálida sensación de los labios del menor, sin embargo ambos sabían que aquello ya no podía seguir adelante. No era culpa de nadie, simplemente las circunstancias venideras hacían imposible que aquella relación siguiera adelante. Una ruptura amistosa. Más que una derrota, una renuncia por el bien de ambos hombres. Ambos sabían que era algo que no duraría, y Shaka estaba bien con aquello.
Avanzó su paso hasta las escaleras del santuario, subiendo con el objetivo de llegar hacia la casa que debía custodiar.
—Solicito pasar por la casa de Aries— exclamó una vez sus pies tocaron el marco de la entrada del lugar.
—Puedes pasar, Shaka de virgo— respondió Mu.
El aludido siguió su camino de manera calmada, sin decir más que la solicitud de entrada, pasando por Tauro, Géminis, Cáncer de igual manera. En estas últimas más como una señal de respeto a los caballeros que alguna vez protegieron esos templos. Pero todo fue diferente al llegar al comenzar a cruzar la casa de Leo.
De inmediato un sentimiento de incomodidad que no había sentido en ninguna de las casas anteriores comenzó a inundarlo desde el interior. No había sido fácil cruzar aquel lugar desde que había terminado con Aioria, y ahora que había roto con Ikki no se sentía sino peor. Sin ser capaz de ordenar aquellos pensamientos de manera coherente.
No, no era eso, simplemente era algo que prefería dejar aparte, concentrándose simplemente en su meditación.
Había aprendido a abandonar cualquier tipo de placer y lazo para mantener su mente pura. ¿Por qué este era tan difícil de eliminar?
—No deberías cruzar templos de otros sin permiso—seguido de aquella voz escuchó los pasos en conjunto al sonido metálico producido por la armadura dorada aproximándose hacia él.
El guardián del templo del león, Aioria de Leo.
Detuvo su andar a apenas unos cuantos pasos del caballero de virgo. Pronto un vuelco en el estómago se hizo presente en el rubio que mantenía sus ojos cerrados. Dolor de estómago, un nudo en la garganta, emociones viscerales que odiaba sentir y temía alguna vez provocaran que algún sentimiento que guardaba fuerte en su interior se volviera visible fuera de él, incapaz de evitar que escaparan de sus manos.
—Solicito pasar por la casa de Leo—dijo lo más monótono que pudo, con la intención de mantener la compostura que siempre lo había caracterizado.
Sin embargo, Aioria conocía a Shaka, y algo en el parecía diferente.
Un tenso silencio se creó entre ambos caballeros, lo que seguramente no fue más que un minuto o dos se sintió como una hora para ambos jóvenes ex amante. Aioria dudaba, y Shaka escuchó como el sonido de su armadura delataba su intención de moverse. Sin embargo, al final este solo contestó.
—Puedes pasar, Shaka de virgo.
Shaka fue más consiente del peso de la armadura sobre su cuerpo, como si este le impidiera andar, como si le rogara que no se fuera y, aun con sus ojos cerrados, sentía la mirada del León puesta sobre él. Sin embargo, decidió seguir sus impulsos racionales y finalmente comenzó andar hasta salir de aquel lugar.
Incluso fuera del templo pudo escuchar el eco de un puñetazo lleno de frustración cruzar el templo del león y llegar hacia sus oídos, revolviendo su interior, dejando a Shaka sorprendido de como aquello seguía afectando el interior de su ser lleno de paz.
Pero no había tiempo para eso cuando una guerra santa se avecinaba.