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Love Affair por MissWriterZK

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El día parecía ir tal y como siempre en aquella oficina de periodismo, ella se dedicaría a editar artículos y corregirlos, en vez de entrevistar a alguien interesante, saludaría a su jefe, se encontraría una rosa blanca, misteriosamente decorada con un lazo rosado en el correo de su empresa.

Lo que realmente fue novedoso, fue que su jefe se acercó personalmente a ella y la citó en su despacho para comunicarle algo importante. ¿De qué se trataría?

—Lamento haberte llamado tan repetidamente, PB. Voy a ir directo al grano, por fin la vocalista y bajista, Marceline Abadeer ha aceptado nuestra entrevista.

Se estremeció de pies a cabeza al escuchar ese nombre que tantas veces había intentado borrar de su mente, memoria, corazón y piel, al mismo tiempo que tragaba saliva y comenzaba a sudar frío. ¿Cómo un simple nombre era capaz de ponerla contra las cuerdas?

—¿Te encuentras bien? —preguntó su superior con cierta preocupación reflejada en su voz.

—Sí, no es nada. Sigue, por favor.

—Verás, cuando me comunicaron esta noticia, pensé en ti como la reportera ideal para esta edición especial de la revista «Rock & Love», entrevistarás su día a día durante tres meses. ¿Aceptas?

—¡Será todo un honor, señor! Gracias por confiar en mí. «No dejaré que ella arruine mi vida. Es una oportunidad única» pensó para sí misma.

—Pues perfecto, porque nos está esperando en la sala de conferencias. Vamos.

Ahí estaban otra vez, una delante de otra, ninguna creyó que volverían a encontrarse, y menos aún en esa situación. Ellas eran el fuego y el hielo, el yin y el yang, el desenfreno y la formalidad, en resumen, la estrella del rock Marceline Abadeer y la princesa de un reino venido a menos, Bonnibel Bubblegum.

Casualidades del destino como esas provocaban que antiguas amantes, cuyos caminos se separaron hacía mucho tiempo, volvieran a reunirse por algo tan trivial como una entrevista para una revista musical en la que Bonnie trabajaba. Puede que fuera una princesa, pero siempre se interesó por el periodismo y bueno, también por la ciencia, siendo más como su trabajo, y el periodismo un hobby.

Marceline se conservaba tal y como Bonnie recordaba. Su piel era tan pálida que rozaba con el blanco azulado, sus ojos azul grisáceo, su cabello negro azulado algo desordenado y largo hasta los tobillos y sedoso, su dentadura blanca y perfecta, su figura bien proporcionada y sensual y su tatuaje de marcas de colmillos en el cuello debido a su pasión por los vampiros.

Y Bonnibel, una joven de aspecto distinguido que contrastaba con el carácter desenfadado de la pelinegra, con una piel pálida algo rosada, unos ojos de un extraño color violeta, un cabello largo y rosado, unas curvas que eran disimuladas por ropas algo sueltas.

En aquella habitación contrastaban sus atuendos basados en una cazadora vaquera azul, una camiseta gris, unos jeans azules oscuros, unos botines de tacón blancos y un pañuelo azul medio atado a su cuello, en el caso de la roquera; y un vestido rosado con vuelo, con tacones magenta en caso de «su majestad»

—Bueno, señorita Abadeer, aquí está quien se encargará de entrevistarla exhaustivamente durante tres meses.

—Según tengo entendido, es su primera entrevista como principal redactora. Haré todo lo que esté en mi mano para facilitarle la tarea. —hablaba con su voz algo grave y sensual. Parecía otra persona, quizá sí que había cambiado desde la última vez.

—Será un placer trabajar con usted. —dijo la pelirrosa, tendiéndole su mano para un apretón de manos profesional.

—El placer será mío. —susurró al mismo tiempo que enlazaba su mano gélida con la mano cálida de la periodista.

DÍA 1

La periodista vestía más informal, con ropa suelta, aunque con sus típicos colores pastel. Pensaba en la entrevista, le resultaba muy extraño que Marceline hubiera olvidado todo, puesto que fue su culpa que lo dejaran, ella le hizo daño y recibió un grito desgarrador «¡No te atrevas a aparecer de nuevo en mi vida!» como despedida. Las personas podían cambiar y madurar, ¿no?

Llegó a su casa a la hora acordada, no había cambiado de residencia y el volver a entrar en esa vivienda en la que habían compartido tantos momentos íntimos, la hacía sentirse extraña, mezclando angustia con motivación. Todo terminaría si tocaba el timbre, eso pensó ella.

Llamó por varias veces, sin encontrar respuesta, ¿quizá había salido a hacer algún recado? La pregunta se resolvió por sí misma cuando se escuchó una voz por el altavoz del timbre.

—¿Sí?

—Marceline, soy yo. ¿Podrías abrir?

—Que extraño que te hayas presentado por aquí. Creía recordar que te gustaba huir de tus problemas. —habló con una voz gélida.

No comprendía nada, ¿acaso todas esas sonrisas y cordialidad era una simple fachada? ¿Acaso no había pasado página y madurado?

—¿Puedes abrirme y discutimos como personas civilizadas frente a frente?

—Creía haberte dejado muy claro que no quería verte envuelta en mi vida. No pienso abrirte, no tengo nada que decirte, ni nada por lo que pelear, hace tiempo que todo desapareció.

—¡Esto no tiene nada que ver con nosotras!

—Renuncia a este trabajo, o ¡quizá prefieres escribir algún artículo sobre el material del que está hecha mi puerta?

—¡No estoy para bromas, Marceline! ¡Amo mi trabajo y no pienso que ni tú ni nadie me arrebate esta oportunidad!

«Veamos si lo que amas es tu trabajo o la posibilidad de recuperar la fama que tanto extrañas»

—Bueno, ¿vas a abrirme? Sabes mejor que nadie que soy capaz de quedarme aquí todo el día.

—Realmente eres un dolor de cabeza. Solo te abro porque no quiero que piensen nada raro los vecinos.

Después de un largo suspiro, la puerta se abrió revelando a la pelinegra vestida con una camisa de cuadros rojos y negros, unos jeans grises y unas Converse negras. Su cabello estaba húmedo y algo desordenado y su perfume característico de chocolate y café, deleitó el olfato de la recién llegada.

—¿Hay algo en tu armario que no sea de color pastel?

—¿Hay algo en el tuyo que no sea negro, rojo o gris?

—Touche. Bueno, pasa, te conoces de sobra el camino al salón, voy a preparar unas bebidas. ¿Té o café? No respondas, sé que dirás té con leche. No lo malinterpretes, es solo cuestión de cortesía, tú misma insististe mucho en eso.

Todo se conservaba igual que antes, nada había cambiado su disposición, lo único nuevo eran discos de oro y platino, junto con numerosos premios, expuestos en las paredes y chimeneas. La joven de ojos violáceos se acomodó en uno de los sillones de piel color crema, su sillón, acariciando su superficie, como si haciendo eso, pudiera ser disculpada de todos sus errores.

Sacó su portátil y comenzó a escribir, centrada en la descripción de esa habitación que tan bien conocía. Aunque algo la sacó de sus pensamientos, el sonido de la bandeja de plástico siendo posada con delicadeza sobre el cristal de la mesa de café. Levantó su mirada del teclado y algo la hizo sonreír, no sabía si era a posta o no, pero ella estaba utilizando el juego de tazas y tetera que le regaló y, además, había puesto pastas como acompañamiento.

—No te hagas ilusiones. No quiero que me pongas como una mala anfitriona, eso es todo.

—¿Ah, sí? Pues hace quince minutos parecía todo lo contrario.

—Solo estaba poniendo a prueba tu determinación. —se excusó bebiendo de su café solo y sin azúcar.

—¿Podemos comenzar con la entrevista? No solo trata de relaciones, sino también de gustos, aficiones, pasatiempos…

—Creo que me conoces lo suficiente para escribir eso por ti misma. Hagamos un trato, si escribes todo lo que recuerdas y aciertas en casi todo para mañana, te dejaré acompañarme en una de mis rutinas matutinas de running. —negociaba una vez que había terminado con su bebida y se levantaba del sillón.

—¿Eso es todo?

—Tengo que prepararme, he quedado con mi novio.

—¡¿Novio?!

—Bonnie, estás celosa, ¿me equivoco?

—¿De ti? Ni en tus sueños. Solo me ha sorprendido, voy a escribirlo.

—Haz lo que quieras. Solo vete. Nos vemos mañana.


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