Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Pequeñas historias (Oneshots) por jotaceh

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola a todos!! 

 

Espero les guste esta historia. La idea original es de Marylu, quien ganó un concurso en la historia Infierno. 

 

 

Historia  1Antes  de  partir 

 

Es triste pensar que leerás esto cuando ya haya muerto, pero la vida es así, sufrida y dolorosa, tienes que pagar con lágrimas los buenos momentos. Lo que quiero con esta carta es explicarte lo que me ha sucedido y por qué he llegado a esta terrible decisión. Sé que estarás diciéndote que soy un débil, que siempre hay que salir adelante y que para todo problema hay una solución, tan solo que te equivocas, hay veces en que tus errores te mortifican tanto que la mejor alternativa es morir. Y para hacer lo que yo hice, tienes que ser muy valiente.

 

Tú ya me conoces a la perfección, sin embargo, quiero presentarme una última vez. Aquí estoy delante de ti, aunque ahora solo sea un recuerdo y un pedazo de papel. Me llamo Roberto, tengo veintiséis años y trabajo, trabajaba, como vendedor en una tienda de electrodomésticos. Mi vida no fue gloriosa, más bien todo lo contrario, estuvo llena de precariedad y penas. Mis padres murieron cuando nuestra casa se incendió, apenas tenía quince años y mi hermanita ocho. Desde ese momento decidí que tenía que esforzarme mucho para ocuparme tanto de mí como de Marina, eso es lo que hubieran querido nuestros papás.

 

Es fácil tenerle lástima a un huérfano, y no te culpo si sientes eso ahora que lo sabes. Sí, es doloroso perder a seres queridos, especialmente de forma tan dramática, tan solo que sus recuerdos, los momentos agradables vividos con ellos, te hacen pararte para seguir nuevamente, porque sus esfuerzos no tienen que ser en vano y debes levantarte, sacudirte el polvo y honrar su memoria, ser feliz porque de esa manera ellos también lo serán.

 

Busqué mostrarle una sonrisa todos los días a Marina, enseñarle que la vida es hermosa y que aunque me costaría, la sacaría adelante. Por eso dejé la escuela y comencé a trabajar en la calle, vendiendo cualquier producto que me quisieran comprar. También intenté de lustrabotas, ayudante de cocinero, repartidor de periódicos, repartidor de encomiendas y cuánto trabajo le dieran a un menor de edad. Ya cuando cumplí dieciocho estaba tan acostumbrado a laborar, que no me fue difícil conseguir un contrato y empezar a ser un hombre adulto. Lo bueno de empezar desde abajo, es que te acostumbras a que la gente no es mala, que solo es tímida y que con un poco de alegría, cualquier mal rato le hará tratarte bien.

 

Suena difícil de creer que un suicida te diga estas palabras. ¿No se supone que con sonreír se soluciona todo? Pues supongo que ya has aprendido que hay veces en que eso no es así, porque cuando dañas tanto a alguien, es tan difícil salir del abismo. Ese dolor es muy distinto a la muerte de mis padres, porque ahora todo ha sido mi culpa, el sufrimiento en quien amo es producto de mi maldad. Y eso es algo que jamás podría haberme perdonado. ¿Podrás hacerlo tú por mí?

 

Los años pasaron rápido y pronto Marina estuvo en tiempo de ir a la universidad. Aunque fue muy complicado, pude conseguir un segundo empleo para pagarle la matrícula en la facultad de medicina. Mi hermanita quería ser doctora y yo la ayudaría para que eso se volviera realidad. Verle cumplir con sus sueños, me llenó de orgullo, todos mis esfuerzos habían valido la pena, o eso imaginaba, ¿quién podría imaginar que todo empeoraría ahí?

 

Mi hermana nunca ha tenido un novio, o por lo menos nunca me ha presentado a alguno, por eso me causó mucha curiosidad cuando me dijo que estaba interesada en un chico.

 

-Me gusta mucho… tan solo que yo no sé si pueda corresponderme…- me dijo cohibida, era su primer amor.

 

-Tienes que arriesgarte… si no le confiesas tus sentimientos, nunca tendrás una oportunidad…-le aconsejé queriendo su felicidad.

 

Ya tenía diecinueve años, se había convertido en toda una mujer, ya no quedaban rastros de la pequeña niña que ayudé a criar. Sabía que tal vez no sería su príncipe azul, que no se casaría ni tendría hijos, solo quería que experimentara todas esas vivencias que yo deseché por cumplir mis responsabilidades.

 

Lamentablemente las cosas nunca suceden como uno se lo espera, y a los meses Marina llegó a la casa llorando a mares, estaba desolada y todo era por culpa de un hombre.

 

-Todo iba muy bien, nos habíamos confesado nuestro amor, él me correspondía… Estábamos saliendo, parecía muy interesado en mí… Mi primer beso me lo robó él en el cine. Era hermoso… y de pronto…-la pobre no podía hablar por la conmoción.

 

-¿Qué sucede? ¿Te ha hecho algo? ¿Se ha propasado?- quería saber y es que me destruía el alma verla tan triste.

 

-Él es gay… me utilizó para esconderlo… jugó con mis sentimientos de la forma más egoísta… ¡Lo odio! ¡Lo odio! ¡Me ha arruinado la vida!- gritaba colérica.

 

Mi corazón se partió en mil pedazos al ver el sufrimiento de la persona más importante de mi vida, aquélla por la cual he sido capaz de sacrificar mi juventud. Marina no se merecía tal humillación, estaba ilusionada con su primer romance y un rufián se había aprovechado de su inocencia.

 

-No te preocupes Marina… yo me encargaré de él… Prometo que se arrepentirá de haberte hecho sufrir…- fue mi promesa, le di mi palabra.

 

Y fue de ese modo que te conocí, Patricio, el protagonista de la historia narrada por mi hermana. Te odié al saber lo que supuestamente habías hecho, pasé noches enteras ideado la forma para destruirte, para que sintieras la misma pena que se había producido en el pecho de Marina.

 

Aunque pasaron miles de formas, sólo una terminó ganando la batalla que se había formado en mi mente. Iría hasta tu facultad, te tomaría de la camisa y te llevaría a la fuerza hasta el lugar más concurrido. A todo el mundo le gritaría que eres homosexual, que utilizaste a una pequeña inocente para encubrir tu secreto.

 

Fui hasta la universidad ese día con la férrea convicción de materializar mi plan, pagarías por tus fechorías a como diera lugar, tan solo que todo cambió cuando te vi. Pregunté por ti en el casino y unas muchachas te apuntaron, estabas sentado en una mesa apartada, completamente solo leyendo un libro mientras mascabas errático una manzana. Parecías un ángel descansando en el paraíso.

 

Nunca tuve tiempo para enamorarme y de pronto, al contemplar tu rostro de niño pequeño, tu cabello desarreglado, esas tiernas pecas que decoran tus mejillas, vinieron a mí de golpe todos los sentimientos que reprimí por años. Te contemplé embobado por minutos. No entiendo la razón, jamás había imaginado sentir atracción por otro hombre, tan solo que tú derribaste todas mis corazas sin siquiera hablarme, solo con tu presencia, con tu dulce forma de ser.

 

No, ya no quería golpearte, ni mucho menos arrastrarte para que todos te miraran humillado. Mi plan quedó en el olvido, no así mi rabia hacia el muchacho que había jugado con el corazón de Marina. Aunque me hubieras embrujado, no podía olvidar las lágrimas derramadas por mi hermana y por eso, decidí que si iba a hacerte pagar, sería de otra manera.

 

Tengo que detenerme, no puedo seguir con esta mentira aun cuando esté a punto de acabar con mi vida. No Patricio, no me acerqué a ti con la intención de vengarme, la verdad es que le hice caso a mis propios consejos y me arriesgué, fui directo a lo desconocido atraído por el dulce sabor del primer amor, porque sí, aunque tenga veintiséis, tú fuiste mi primer y único amor.

 

-Hola… disculpa que te moleste… pero… ¿dónde compraste esa manzana?-pregunté nervioso, sé que no lo aparenté, pero estaba destruido por dentro.

 

Despegaste la mirada de tu libro y me contemplaste, el calor de tus ojos me confirmó lo que ya sabía, había sucumbido ante tu belleza, ante la pureza de tu alma, esa que imaginé oscura tras lo descrito por mi hermana.

 

-Mi mamá me la dio…- tu voz, ese sonido celestial que me respondió tan tiernamente.

 

No supe qué contestar, nunca había intentado coquetear con alguien y aunque era un buen vendedor, cuando mezclas las emociones, todo es totalmente diferente, porque tú no eras cualquiera.

 

-¿Quieres?- me ofreciste al ver mi silencio.

 

-Bueno…-y me senté a tu lado.

 

Procuré no tiritar, aun cuando tuviera tu piel tan cerca, aunque sintiera tu aroma.

 

-¿Qué haces aquí?- ahora que lo pienso, fue gracias a ti que todo floreció, tú me seguiste hablando. ¿Qué viste en mí?

 

Comenzamos a hablar y lo único que recuerdo es cómo tus labios se movían, cómo sonreías y la forma en que los hoyuelos en tu rostro se marcaban. Lo siento si no te tomé atención, estaba tan emocionado, mi corazón latía tan rápidamente, que no pude hacer nada más que mirarte.

 

-Bueno… ahora tengo clases. Fue un gusto…- te despediste tras una hora de conversación.

 

Vi cómo te levantabas, cómo te alejabas de mi vida y eso era algo que no podía permitir. Nunca antes me había sentido tan dichoso como cuando estuve a tu lado, y como una droga, necesitaba más. La felicidad no es un trago del cual puedas probar solo una vez.

 

-Espera… ¿me das tu número de teléfono?- quería seguir en contacto, estar a tu lado todo el tiempo que fuera posible.

 

-¿Me estás coqueteando?-preguntaste un tanto sonrojado.

 

Fuiste tan directo que me mataste de la vergüenza, aunque tuve que confesar mis verdaderas intenciones con un ademán. Nunca antes había hecho eso, todo era nuevo como si regresase a ser un adolescente.

 

Desde ese momento comenzamos a conversar por chat, al principio tenía miedo de parecer entrometido, ¿por qué alguien tan interesante como tú podría preocuparse en mí? Un pobre vendedor.

 

-¿Qué música te gusta?- consulté estúpidamente, como si se tratara de una plática entre colegiales.

 

-Me gusta Muse, Coldplay, Green Day…. Ese tipo de música…-nunca había escuchado de esos grupos y de pronto, comencé a averiguar sobre ellos.

 

Pasé horas leyendo sobre las historias de cada grupo, escuchando la música en Youtube. De a poco lo que a ti te gustaba se convertía en lo más interesante de este mundo, anhelaba ser alguien interesante para ti también, aunque eso fuera casi imposible.

 

-¿Crees que soy guapo?- me hiciste esa pregunta de pronto.

 

¡Claro que sí! Hubiera respondido, tan solo que no quise parecer un arrastrado.

 

-He visto mejores…- respondí sin pensarlo.

 

Solo escribiste una risa, y sin querer abrí una puerta hacia el sarcasmo, a decirte de otra manera todo lo que estaba comenzando a sentir por ti, mintiendo y haciéndote reír, aunque lo que quería era confesar que cada día me enamoraba más de ti.

 

-Hoy vi un perro con sarna y me acordé de ti…- recuerdo haberte saludado de esa manera un día.

 

Solo te lo tomaste con humor y es que eres alguien tan agradable que difícilmente te enfadas con alguien. A menos claro, que te hagan sufrir, tal como yo hice.

 

-Pero hablando en serio. ¿Crees que soy atractivo? -volviste a insistir.

 

-¿Por qué quieres saber?- ya comenzaba a ponerme nervioso.

 

-Es que… siendo sincero, estoy enamorado de alguien y creo que no le intereso…- me rompiste el corazón con esa confesión.

 

-Yo creo que no eres tan feo, quizás esa persona pueda verte de otra manera…- esa otra persona, ese obstáculo que se presentó entre nosotros.

 

Recuerdo que ese día anduve muy triste y es que saber que alguien más tenía tu corazón, me dolió profundamente. ¿Por qué habías elegido a otro? ¿Acaso te habías dado cuenta que no valgo la pena? Pensé una y otra vez en ese asunto.

 

-¿Por qué ya no me hablas? ¿Te sucedió algo? - tres días sin chatear fueron necesarios para que me echaras de menos.

 

-Lo siento, es que he estado ocupado…- no iba a reconocer que seguía con el corazón roto.

 

-Está bien…. Sé que fue estúpido decirte que me gusta otra persona, sabiendo que… bueno, tú sabes, hemos estado coqueteando por teléfono. Tan solo que… me gusta hablar contigo, eres gracioso y me haces salir de mis problemas… Por eso quería ser sincero contigo. Hay alguien más en mi mente, pero… tú has entrado lentamente y… bueno… Me gustaría seguir con esto…-tu confesión me devolvió el alma al cuerpo.

 

Pude salir de la depresión y es que me habías entregado un rayo de esperanza, no solo era yo quien sentía algo especial, sino que tú también, tal vez podríamos llegar a ser más que amigos, conocernos de verdad y soñar con tener algo más.

 

-¿Quieres ir al cine?- sé que es un cliché, pero no se me ocurrió ningún otro panorama para nuestra primera cita.

 

-Me encantaría…- fue hermosa tu aceptación.

 

Imaginé todo lo que sucedería ese día durante una semana, era en lo único en lo que podía pensar. Recuerdo haber sido reprendido en mi trabajo por estar desconcentrado y es que había algo más importante, tenía en mis manos una oportunidad que jamás pensé tener.

 

La mañana de nuestra cita, me bañé por más de veinte minutos, quería parecer lo más limpio y ordenado posible, me puse un perfume que hace siglos tenía en mi armario. Me miré al espejo y me desconocí, parecía como un niño a punto de hacer su primera comunión.

 

-Qué guapo… ¿acaso tienes una cita? –bromeó Marina cuando me vio bien vestido.

 

Tuve que mentirle a mi hermana y es que, ¿cómo le explicaría que me estaba enamorando del patán que la había hecho sufrir?

 

Llegué media hora antes al cine y tuve que esperarte. No me incomodó, aunque cada segundo que pasaba era como una eternidad. Miré la hora en mi reloj continuamente.

 

-Lo siento, me atrasé, llegaré en una hora más. Discúlpame por favor. -leí tu mensaje.

 

-No importa, te espero…-no iba a perder la oportunidad que tenía.

 

Así estuve poco más de una hora y media parado en la entrada del edificio, esperando como un marido en el altar. La gente me miraba raro, o por lo menos eso imaginé, me había puesto muy nervioso.

 

-Ya llegué…- dijiste jadeando después de correr.

 

-¿Qué sucedió?- tal vez tenías un problema grave.

 

-Tuve un problema con un profesor…- mencionaste sin mirarme a los ojos, como si estuvieras avergonzado por eso.

 

-No importa, ahora entremos…- para ser sincero, no pude enojarme contigo y es que, al ver tu rostro, todo floreció. Era como si te hubieras convertido en el remedio para cualquier dolencia de mi vida, estando a tu lado no había posibilidades de sufrimiento.

 

Como te gustan las películas de cine independiente, vimos una de un director tailandés, sobre un monje budista que debe soportar la represión de la policía en un pueblo escondido en las montañas. O eso entendí, porque era todo muy extraño.

 

-¿Te gustó?-me preguntaste cuando la cinta culminó.

 

Estábamos sentados todavía en la butaca, la luz de la pantalla iluminaba la habitación oscura. El reflejo alumbraba tenuemente tu rostro, y así pude ver tus ojos brillantes, feliz por nuestra cita.

 

Era como si estuviera en un sueño, en un lugar muy parecido al paraíso. Mi mente se nubló y una sola cosa transitaba por ella. Necesitaba besarte, conocer el sabor de tus labios, empaparme con la esencia de tu piel. Y sin más, lo hice.

 

Recibí como recompensa una sonrisa, un gesto cálido que me repletó de alegría. Te había gustado, yo te gustaba y nada podría evitar que me arriesgara a amarte. O eso imaginé en ese momento, cuando todo era idílico.

 

Seguimos chateando, ya no era necesario fingir lo que sentía por ti, podía demostrarlo y decir todo lo que generabas en mi corazón.

 

-Me gusta cómo sonríes…Eres como un ángel…- te escribí pensando en lo estúpido que me vería diciéndolo, aunque no podía evitarlo.

 

-Que chico más romántico…-No me importó que no correspondieras a mis halagos, ¿no era necesario?

 

Las cosas cambiaron el día en que llegué a mi casa y encontré a mi hermana llorando. La pobre estaba en su cama, con la cara hundida en su almohada, sollozando por algo que no entendía.

 

-¿Qué sucede?- me senté a su lado para consolarla.

 

-Es Patricio… volvió a jugar conmigo, y yo caí, como una estúpida…- dijo casi sin voz.

 

No podía creer lo que me había dicho, no era capaz de imaginar a ese muchacho haciendo algo tan ruin. ¿Qué era esto? ¿Acaso había estado con ambos al mismo tiempo? ¿Había jugado con los dos mientras sigue enamorado de otro? Eso me rompió el corazón de cuajo.

 

El ser perfecto, el hombre que había idealizado se volvió un demonio de pronto. Y no, no podía desconfiar de la palabra de mi hermana, ella es toda mi vida, por quien he sacrificado tanto, mi única familia. Si ella me decía que el chico de quien me enamoré la hizo sufrir, era porque así había sucedido, y mi deber era protegerla.

 

-Dijiste que te harías cargo, pero no has hecho nada…- me reprochó.

 

-Lo sé, y te he fallado… te juro que no volverá a pasar…-prometí.

 

No iba a permitir que Patricio se siguiera burlando de Marina. Tal vez tenía miedo a lo que el resto opinaría, por eso buscaba en ella una coartada, sin embargo, no podía perdonarle, las lágrimas derramadas por mi hermana no eran necesarias. 

 

-Podrías venir a mi casa, voy a estar solo este fin de semana…- me dijiste por chat y es que seguimos hablando normalmente.

 

No podía sacar de mi cabeza lo que supuestamente habías hecho y por eso, con el corazón hecho nudos, planeé la venganza. Haría que pagaras por tus fechorías, por todo lo malo que había pasado Marina.

 

Estaba trabajando en la tienda cuando de pronto, vi el instrumento que me daría la revancha. Una cámara de vídeo me hizo pensar que el peor castigo para alguien que quiere esconderse, es descubrirle y mostrarle su secreto a todo el mundo.

 

No soy un niño y sabía que, si me invitabas a tu casa a quedarme, era porque querías intimidad, y me aprovecharía de eso. Grabaría mientras tuviéramos sexo, publicaría el video y así todos quienes te conocen se enterarían que eres homosexual. Ya no engañarías a ninguna chica más, no harías más daño.

 

Sé que fui un estúpido, que por ningún motivo tuve que hacer algo tan cruel, tan solo que el amor de hermano me cegó. Olvidé todo lo que habíamos pasado, las palabras dulces, nuestro beso, la belleza de tu sonrisa, todo eso se apagó en mi cabeza y no pude juzgarte bien.

 

Compré la cámara y me dirigí ese fin de semana a tu casa. Estaba decidido y aún cuando vi tu rostro al abrir la puerta, seguí adelante. Mi corazón me gritaba que me detuviera, que no era lo correcto, tan solo que la ira logró opacar al amor, como tantas veces les ha sucedido a muchos otros.

 

-¿Quieres algo de tomar?-me preguntaste cuando llegamos a la sala.

 

No me importó nada, quería terminar de una vez por todas aquel romance, no quería seguir sufriendo y por eso anhelaba acabar con la venganza de una sola vez. Así, te besé con la pasión que solo un hombre loco puede albergar. Me empapé de tu olor, del sabor de tus labios, uní mi calor con tu piel, lo disfruté, adoré cada segundo de esa noche, aun cuando nunca pude olvidar lo que estaba haciendo.

 

-No pensé que fueras tan osado…- sonreíste ante mi ímpetu.

 

-Te amo, aunque parezca loco… es lo que siento…- sé que ya no creerás en esto, pero lo que te dije era verdad. Me di el placer de revelarte mi mayor secreto, total, todo acabaría pronto.

 

-Yo… bueno…- intentabas decirme lo que ya sabía, que a mí no me amas.

 

-Está bien, no busco que me correspondas…- aplaqué el dolor.

 

Aquella confesión me motivó a continuar, te besé una y otra vez hasta que llegamos a tu cuarto, hasta que te recosté sobre tus sábanas y acaricié tu cuerpo por primera, y única vez.

 

Mi boca llegó a tu cuello y con el sonido de tu respiración agitada, supe que deseabas más. Mi mano viajó por debajo de tu ropa y te acaricié con ternura. Percibí la tersura de tu piel, la delicadeza de un muchacho que hace poco se había hecho hombre, de un niño todavía. No pude aguantar, y te despojé de todo rastro de ropa, quería tenerte desnudo, contemplarte como el ángel que eres, sin ataduras. Todo era perfecto en ti, incluso tu cuerpo.

 

Levanté la cabeza y me encontré con tu mirada, contemplé el fulgor de tus ojos, estabas extasiado con mis pasos, en ese momento supe que querías llegar más lejos y aun cuando me doliera saber que sería nuestra despedida, continué.

 

Te volteé, observé tus glúteos parados delante de mí, y sin querer, te vi convertido en un animal, ya no era solo un ángel, sino que un demonio, un cuerpo delicioso que quería experimentar. En ese momento no tuve compasión y te penetré con todo el candor que mi cuerpo expedía, invadí tus entrañas como una bestia, lo único que necesitaba era tenerte, estar dentro de ti por la eternidad. Mis manos estaban posadas en tu cintura mientras te sentía gemir, era yo quien te entregaba placer en ese momento y no aquel de quien estabas enamorado. Mi esencia se repletó en tu interior, y caí tendido a tu lado, con una sonrisa boba tras lograr lo que quería.

 

-Estuvo muy rico…-dijiste para luego besarme en la boca.

 

Te levantaste para ir a limpiarte al baño. Aproveché ese momento para detener la grabación, antes de nuestro encuentro había escondido la cámara detrás de unos libros. Ya era momento de acabar con ello, y es que al recordar lo que tenía planeado, decidí que no podía alargar más aquel sufrimiento. Tu último beso me era suficiente, me vestí y partí como un desgraciado.

 

Tras ello no contesté ninguno de tus mensajes. Los leí todos, desde los primeros en que me pedías explicación por dejarte solo, hasta los últimos en los que me maldecías por haber publicado aquel video.

 

Todo fue muy rápido, no sé cómo, pero todos quienes te conocían vieron cómo teníamos sexo, todos supieron así sobre tu homosexualidad, ya no podías seguir escondiéndote. Me resignaba pensando en ello, en que te merecías lo que estabas sufriendo e intentaba olvidar que me había enamorado de ti.

 

Maldita sea mi suerte que me hizo enceguecer. Muchas veces el amor es el arma más peligrosa que puede poseer alguien despechado. No lo aprendí hasta después de destruirte, cuando supe toda la verdad detrás de tu relación con Marina.

 

Tal como cuando la encontré llorando, una tarde al llegar a casa, la escuché platicando por teléfono con una amiga. Reía dichosa, como si su vida fuera de ensueño.

 

-¿Viste el video? Patricio es toda una zorra, ¿cómo puede ser tan asqueroso como para grabarse? Y lo peor es que le fue infiel al profesor Elías…. Espero que no lo perdone nunca y que se dé cuenta que yo soy la indicada para estar a su lado… ¿Crees que pueda interesarse ahora en mí? –era ella quien había obrado mal.

 

-¿Qué dijiste? –no pude callar producto de la impresión.

 

Mi hermana me observó sorprendida, la había descubierto en sus mentiras, por fin pude descubrir quién era el villano en esta historia, y para mi desgracia, había confiado en la persona equivocada.

 

Finalmente, como ya debes saber, Marina se había enamorado de un profesor en la universidad, un tal Elías, un hombre que en secreto tenía una relación contigo. Era de él de quien estabas enamorado y para nuestra desgracia, mi hermana también se había prendado del docente. Al enterarse de la verdad, la muchacha decidió mentir y decirme que se habían burlado de ella, sabiendo que haría todo lo posible para vengarla. Ocupó el amor que siento por ella para lograr sus propósitos egoístas, para hacerte daño cuando tú nunca hiciste nada. Eras inocente, el amor de mi vida era un ángel y yo le destruí.

 

Tras saber la verdad quise hablarte, explicar lo que había sucedido, aunque ya fuera tarde para remediarlo.

 

-Lo siento…Te juro que nunca fue mi intención conseguir esto… Jamás pensé que terminaría de esta manera…- Marina llegó a mi trabajo descontrolada.

 

-Patricio está en coma… se intentó suicidar, no pudo soportar el rechazo de su familia y la burla de todos. No puedo creer que le hayamos hecho esto… Le arruinados la vida. - lloraba desconsolada.

 

Y no, ella no era la responsable, porque fui yo quien grabó ese video inmundo, quien le contó a todo el mundo tu secreto y de la peor manera posible. Yo te puse en ese hospital, yo soy el único responsable por destruir tu vida.

 

Te dejé esta carta escondida en el libro de tu velador, estuve aquí, en la habitación del hospital donde te encuentras internado. Te observé durante mucho tiempo, rogándole a Dios que te salve, que no pagues las culpas que no te corresponden. Mi último deseo en esta vida es que despiertes, que te recuperes y puedas vivir la vida como te mereces, sin miedos ni ataduras, siendo simplemente tú. Sé que no soy la persona indicada, pero espero puedas hacerme caso y vivas tu vida tan plenamente como puedas, que descubras que eres alguien maravilloso, que puedas contemplar todas tus virtudes y entiendas que viniste a este mundo para ser feliz.

 

Tal vez cuando leas esta carta yo ya habré partido, me habré lanzado desde lo más alto del edificio donde trabajo, angustiado por lo que te hice, sin poder perdonarme por destruir a un ángel. Yo te llevé a este sufrimiento y pagaré con mi vida por ello, porque el único castigo para alguien tan cruel, es la muerte.

 

 Sé que no me creerás, pero quiero que sepas que fuiste el amor de mi vida, aunque te haya hecho sufrir, aunque nunca haya sido correspondido. Y espero sinceramente que algún día puedas perdonarme y de esa manera, mi alma podrá finalmente descansar. 

 

Te deseo te recuperes y puedas hacer todo lo que yo nunca podré. 

 

Se despide, 

 

Roberto. 

 

 

 

 

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).