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HP. Es sobre ti {Drarry} por amourtenttia

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Notas del fanfic:

 


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Notas del capitulo:

Esta historia nació como un extra de otro fanfic titulado "Nuestro Secreto", que es, en realidad, sobre otro tema. Oliver Queen x Barry Allen -Arrow x Flash-. Pensé en publicarla primero, pero, por los eventos, "Es Sobre Ti" va antes. Por eso henos aquí...

"Voy a volar como un ave en la noche,


sientiendo mis lágrimas mientras se secan...


Y voy a resistir solo esta noche."


 
Si le hubiesen dicho a Draco Malfoy que, tras el fracaso al que se enfrentó al comenzar a trabajar como medimago, terminaría entrando a un bar muggle en busca de consuelo, se habría reído muy fuerte (por no decir que aquel que hubiese sido el gracioso habría salido muy mal parado).
Pero aquello no estaba muy lejos de la realidad.
Luego de la guerra Draco Malfoy había sido acusado de muchas cosas, y, aunque tras los juicios correspondientes, había sido liberado y declarado inocente, el mundo mágino no creía aquello.
La actual directora de Hogwarts le ofreció un puesto como profesor en la escuela, mismo que el rubio había rechazado cortesmente.
Minerva intuía que fue por las posibles habladurías que se presentarían tan pronto como los padres se enteraran quién sería el nuevo profesor de pociones.
Malfoy nunca confirmó o nego nada de ello y, en cambio, presentó los trámites y éxamenes correspondientes para continuar sus estudios.
Él deseaba más que nada ser medimago.
Narcissa Malfoy se había mostrado reacia al respecto, pero no lo detuvo cuando el momento llegó.
La rubia continuaba arrepintiéndose de no haberlo hecho.
Draco Malfoy se graduó con honores, para desagrado de sus compañeros y sorpresa de algunos.
El príncipe de las serpientes fue enviado a San Mugo entonces, y fue ahí donde todo comenzó a irse cuesta abajo.
Durante sus últimos años de estudiante había encontrado gente que lo odiaba, y a aquello ya se había acostumbrado.
Ser el hijo de un ex—mortífago nunca era fácil, él era consciente de ello.
Pero de ello, a ser señalado como culpable de hechos que poco o nada tenían que ver con él era totalmente distinto.
Muchos de sus pacientes, al enterarse de su pasado (aunque fueron realmente pocos quienes no lo sabían ya), exigían cambiar de medimago.
Y quienes no podían lograrlo, comenzaron a culparlo de sus enfermedades, jurando que todas las pociones curativas que el rubio preparaba eran realmente veneno.
Entonces ocurrió.
Uno de sus pacientes falleció bajo su cuidado, y no falto quien se uniera al grupo que exigía su despido.
El director de la institución estaba seguro de que el anciano había muerto por causas naturales, los mismos estudios realizados lo confirmaban, pero con todo y eso cedió.
¿Qué otra oportunidad tendría para deshacerse del joven hombre?
Draco Malfoy fue despedido un día viernes, por la tarde, después de que hubiese terminado todos los informes.
No se molestó en pelear con el hombre, sabiendo de antemano que este haría oídos sordos.
Se apareció en la Mansión, y dejó a su madre llorar entre sus brazos, mientras no dejaba de repetirle cuánto sentía todo lo que estaba pasando.
Ella continuaba repitiendo, una y otra vez, cómo lamentaba no haber sido más fuerte para salvarlo de eso.
Se arrepentía genuinamente de haber seguido a su esposo, y no a su corazón, cuando éste se unió a Lord Voldemort.
Por la noche, un estallido de magia acabó con el estudio del rubio, y, varios metros lejos, su madre no se atrevió a molestarlo al oírlo.
No había nada que pudiera decirle para consolarlo, después de todo.
Desde aquello había pasado un año.
Malfoy había dejado la mansión al pasar algunos meses de encierro, sin mirar atrás.
Su madre había muerto.
Y no quedaba nada que lo atara a aquel lugar.
La fortuna de la familia pasó a manos de su progetinora luego de la ejecución de su padre, y, tras la muerte de ella, era oficialmente el dueño de todo.
No le sentó demasiado bien.
Tomó una pequeña cantidad de dinero, y, tras asegurarse de que había cambiado la moneda correctamente, abandonó el mundo mágico.
Se instaló primeramente en una pequeña habitación de alquiler, y aunque le costó, consiguió un trabajo que le pareció mínimamente decente (especialmente porque desconocía demasiado de ese mundo aún)
El gran Draco Malfoy era ahora un sencillo mesero, que poco a poco fue adquiriendo los conocimientos necesarios, para luego comenzar a trabajar detrás de la barra.
Su jefe estaba entusiasmado con él, puesto que desde el primer día atraía clientela.
Incluso cuando los primeros meses estaba demasiado deprimido como para interesarse en su aspecto.
Draco no era realmente lampiño, pero su cuerpo no le ayudaba tampoco a darle una barba demasiado varonil.
Su barba de meses era, en verdad, lo que para cualquier otro era una capa fina de vellos.
Cualquiera podría haberse burlado de esto, pero lo lucía tan bien que incluso algunos clientes comenzaron a apostar entre ellos sobre la procedencia de aquello.
Ellos juraban que era a drede.
¿A qué mortal en el mundo se le daba tan buena pinta cuando estaba siendo descuidado?
Una tarde cualquiera, el rubio llegó al bar perfectamete arreglado, tanto que su jefe temió lo peor.
—Encontraste una mejor oferta de trabajo. ¡Ya lo sabía yo! ¿Quién querría quedarse en este bar con mejores portunidades?
El Malfoy sonrió ladinamente, provocándole un temblor al mayor.
—Por favor, Señor... Renunciar sería lo último que cruzaría por mi mente... Usted fue muy amable de recibirme aquí. ¿Cómo podría irme?
El dueño de "Clown" vaciló.
—Un día conocerás a alguien, muchacho. Y cuando te digan "Ven", dejarás todo lo demás de lado...
El menor frunció el ceño.
—¿Y por qué no puedo ser yo quien diga eso?
Gabriel no dijo nada más, por lo que el rubio tuvo que resignarse al silencio. Atendió tan bien a la clientela esa noche que el anciano no dudó en aumentarle el sueldo.
El menor se avergonzó mientras declinaba aquello, sintiéndose incapaz de aceptarlo.
No es como si le sobrara el dinero, había dejado todo de lado y había comenzado su vida de nuevo, sin el título de millonario. Pero.
¿Cómo podría aceptar un aumento que no se había ganado?
—¡Pero que hasta te has arreglado hombre!—decía el mayor, moviendo las manos
—Precisamente por ello... Si hubiese sido yo, me habría despedido desde el primer momento.
Gabriel sonrió comprensivo entonces, y negó apenas perceptiblemente.
—Pasaste tiempos oscuros, muchacho... Nadie con corazón abandaría a su suerte a quien acaba de perder a sus padres.
"Sé de alguien que sí" pensó el rubio para sí, mientras se mordía la lengua, sin responder.
Maldecía el momento en que se atrevió a visitar el pensadero de Snape, luego de que visitara Hogwarts para declinar la oferta de trabajo personalmente.
Desde entonces, y especialmente desde la muerte de su madre, no podía dejar de pensar en qué habría sido de él si hubiese vivido algo como Harry Potter.
—Es demasiado amable conmigo—afirmó el rubio, sintiéndose triste de pronto.
Gabriel pareció notarlo, por lo que miró por sobre su hombro y observó la poca cantidad de clientes que quedaba y sonrió.
—Anda. Diviértete un rato... Terminaré tu turno hoy—declaró, tomando su delantal.
Malfoy le miró con sorpresa.
—Señor...
—De eso nada, Dragón... Ya me rechazaste el aumento, no me rechazarás la salida hoy...
Draco solo se carcajeó mientras le miraba divertido. Ese hombre nunca cambiaría.
Pensar que terminó ahí por una mínima casualidad.
Limpió su área de trabajo y se quitó el delantal mientras suspiraba. Le sonrió al dueño y mientras se despedía del este con un movimiento de manos abandonó el bar.
Al mismo tiempo, a kilómetros de distancia, un hermoso matrimonio llegaba a su fin.
—¡Por favor, Harry! ¡Fue solamente error! —gimoteaba la menor de los Weasley.
El moreno le miró con ojos entrecerrados, su mano firmemente agarrada a la maleta.
—Un error no se repite durante 6 meses. Ginevra.
La pelirroja dio un respingo.
—Pero Harry...
—No quiero volver a verte. Nunca. No te molestes en buscarme... Enviaré los papeles de divorcio a La Madriguera.
—¿¡Qué!?
Potter torció el gesto ante la mirada rabiosa de la chica. Lo sabía. Claro que lo sabía.
Ella nunca lo amó por ser Harry Potter... Amaba lo que ser Harry Potter significaba.
El salvador del mundo mágino suspiró casi imperceptible.
—Acepté un consejo... Separar mis bienes de los tuyos desde el momento en que nos casamos...
—¡Eso no es justo!—bramó Ginny, roja de coraje.
—Estaré fuera unas semanas. Cuando regrese... No quiero encontrar nada tuyo aquí...
—¡Harry Potter! ¡Regresa aquí!
Pero él no la escuchó. Demasiado destrozado como se sentía en ese momento.
Extrañamente no se sentía tan traicionado como debería... Lo que realmente dolía era saber que la vida normal con la que tanto había soñado...
"¿Quién podría amar a Harry Potter?"
Se preguntaba a sí mismo, mientras aparecía frente a su viejo... ¿hogar?
"¿Quién podría amarme... solo por ser yo?"
Era el último lugar donde quería pasar sus merecidas vacaciones, pero era lo único disponible.
Tocó la puerta con nerviosismo, y sintió que se le encogía el corazón cuando la puerta fue abierta.
Pronto sintió que unos brazos lo rodeaban, y dejó escapar la primera lágrima.
—Oh. Harry... —murmuró el otro, y el mencionado no pudo evitar preguntarse cómo su vida había cambiado tanto.
Dudley le miraba con tristeza.
—Las puertas siempre estarán abiertas para ti, primo...
Harry lloró más.
Nunca esperó que una persona a la que pensó odiar, pudiera ser tan tremendo apoyo en momentos como esos.
Costó mucho tiempo y esfuerzo, pero finalmente tenía una familia.
Realmente lamentaba que fueran solamente ellos dos.
—¡Sé de algo que te alegrará!—dijo el otro de pronto, sonriendo.
—No creo que algo pueda alegrarme ahora mismo... —replicó el de lentes
Su primo lo ignoró, mientras se apartaba y entraba para seguidamente comenzar a buscar entre sus cosas, fue un gesto tan similar a su progenitor que Potter disimuló una sonrisa nostálgica.
—Pensaba ir con Joan, pero no ha podido escaparse del trabajo... Creo que será mejor que lo uses tú—explicaba a medida que sacaba cosas de los cajones, finalmente lo encontró.
Un sobre fue depositado en manos de Harry Potter.
—¿Francia? ¿En serio?
Dudley le miraba con ojos brillantes.
—Te hará bien.
—Es un pase de pareja. Y ni siquiera sé francés...
—Tonterías. Eres mago. Puedes solucionarlo... O mejor consigue un traductor... ¡Quizá hasta aprendas algo de historia!
Potter le fulminó con la mirada.
Estaba por rechazarlo cuando Dursley le hizo señas con las manos.
—No respondas ahora. Sube. Descansa. Mañana lo platicaremos con calma...
El más bajo asintió.
—Gracias...—murmuró, bajito, mientras subía las escaleras luego de despedirse.
El otro sonrió ampliamente.
—Hombre, para eso está la familia.

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