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Miserable Atención por SetsukaBonnie

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En el tranquilo edificio los resonantes pasos de tacón inquietaban a todos, porque sabían.

Su jefe contrató a una mujer joven para que fuera su nueva secretaria. Aquella de cabellos largos hasta la cintura, curvas notorias gracias al ajustado vestido rojo pequeño que llevaba para su primer día. Hacía conjunto con sus labios, tan rojos como una manzana.

 

A nadie la cayó bien, era típico que mujeres como ella fueran repudiadas por su trato. No llevaba ni 10 minutos cuando empezó a mandar sin consideración a los demás. Todo bajo la atenta mirada de un moreno.

 

Trabajaba ahí, como supervisor. Un poco extraño debido a la relación que llevaba con el jefe. Todos sabían que había entre ellos. Cuando Tom lo miraba, pasando esas enormes gafas, el amor y dulzura se repartía en el ambiente. Mantenían para ellos mismos los comentarios positivos sobre ellos y su "relación", porque no confirmaban nada.

 

La agraciada fémina desapareció en el elevador. Los demás suspiraron.

 

  • No nos gusta, debes decirle al jefe -pidió una compañera, cabellos marrones en rulos despeinados que quedaban lindos con sus ojos verdes inocentes. Ella era tímida con muchas personas, pero había empezado a abrirse al resto gracias a consejos de Bill.

 

  • Es su primer día, tal vez es una forma de conducta en ella que no puede controlar. Denle otra oportunidad, de seguro y logran llevarse bien -animó, pero también opinaba lo mismo. Tom no aceptaría ninguna queja a primera hora de la mañana y mas siendo contra la recién llegada. Le daría una semana para luego hablarlo.

 

El día siguió, el trabajo volvió a llenarse y finalmente la mayoría había olvidado la sucedido, perdidos en sus respectivos deberes.

 

Ya casi siendo hora de almuerzo, agarró su cartera y se dirigió al elevador. Sonrisas discretas lo alentaron. Porque iría con el jefe, un almuerzo, como siempre.

 

El pelinegro era amado por toda la empresa. Su aura positiva y buenos deseos los ayudaba en sus labores día tras día. Agradecían a su jefe cuando lo contrató y le puso el rango de supervisor en jefe, si bien primero les pareció algo injusto, luego vieron el porqué.

 

Era el rayito de luz y consuelo para todos. La primera semana resultó de maravilla, su trabajo había pasado de ser aburrido y estresante a emocionante y entretenido. Bien, el estrés a veces regresaba, pero era manejable. Tom notó la diferencia y cambió el contrato de temporal a indefinido. Obviamente se celebró.

 

Y en esos meses, incluso él cambió. Llegaba mas temprano y de mejor humor. Hablaba de trabajo con él, pero siempre una sonrisa en su rostro. Y hasta ahora se mantenían así, risas y sonrisas en ellos cada vez que estaban juntos.

 

No esperaban la hora de que se declararan.

 

Se sorprendieron cuando sus cabellos negros volvieron a aparecer en esa planta minutos después.

 

  • ¿Qué pasó? -preguntó un chico.

 

 Sonrió de forma tranquila, pero sus ojos hablaban por él- parece que el jefe tiene mucho trabajo, será para mañana.

 

  • ¿Te lo dijo? De seguro fue su secretaria, ¿Verdad que sí? -ya había gente reunida al rededor, preocupados por su moreno.

 

  • Sí... -se sintió incomodo y avergonzado- pero es su trabajo, no debería molestarme.

 

  • Dunja no era así, siempre te dejaba pasar.

 

Era la anterior secretaria, una mujer adulta de 58 años. Se retiró debido a problemas familiares, por mas que los demás la apoyaron e incluso Tom le habló de un retiro temporal, ella se negó y agradeció. Necesitaba cambiar de aires y no podría ser eficiente en su trabajo si se quedaba. Con mucha pena la despidieron la semana pasada.

 

  • Mejor almorzamos, tenemos una hora libre ¿Vamos a comer sushi? -preguntó para cambiar de tema.

 

Resignados aceptaron. Dejaron el edificio y fueron a un restaurante cercano.

 

El almuerzo fue de maravilla, no recordaban la última vez que con todos reunidos el pelinegro llenara de vida el lugar donde comían. Habían pasado muchos meses, les encantaba la presencia de su supervisor.

Contaron anécdotas y Bill se animó a contar algunas un poco personales, de su adolescencia, cuándo se metía en problemas.

Entre divertidos y vergonzosos relatos, el tiempo se les fue agotando.

Pagaron y regresaron riendo a su trabajo, así les gustaba llegar a trabajar y lo querían repetir siempre.

 


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