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Canta y baila, pero no te muevas. por ipen shidemiru

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Notas del fanfic:

Esta es la primera vez que hago un fic por un reto... usualmente lo trabajo muchisimo más y no lo publico a media noche porque ya no quiero saber más de él y me lo quiero quitar de ensima (?)

En fin, espero sea de su agrado y que las personas que saben más o menos a qué género me dedico entiendan que el título fue al azar (mis títulos son más deprimentes (?)) y pues no sé, intenté hacerme una analogia para argumentar este breve fic.

Él es tan amable.
Tan bueno.
Jamás se olvida de mí.
Siempre viene a visitarme, sin falta.
Eso ha hecho los últimos diez años.
Y se lo agradezco.
Agradezco que venga sin faltar todas las tardes, me traiga un regalo, me dé un beso y tengamos sexo de vez en cuando.
No sé si lo ame pero me gusta.
Me agrada verlo entrar a casa buscando por mí y Encontrándome en algún rincón.
Adoro la sensación de sus brazos rodeándome y la textura de sus labios cuando me besa.
Sí, creo que si lo amo.
Por ejemplo, hoy trajo chocolates consigo.
La luz de la tarde dejaba ver un horizonte despejado y una bella puesta de sol en camino.
Tanabe me abrazó efusivamente y me besó desesperado.
Tuvimos sexo en la sala, allí juntos a la alfombra que trajimos de la china y el cenicero de obsidiana que adora.
Nos aferramos tanto uno al otro que dolió al terminar.
Dolieron sus lágrimas y dolió mi pecho.
Yo lo abracé pensando en calmar el llanto que brotaba de mí.
Sus brazos correspondieron con muchísima fuerza.
El llanto de ambos se mezcló.

Ha pasado la noche aquí.
Eso es raro.
Solo lo ha hecho en un par de ocasiones en las que juntos celebramos mi cumpleaños, pero estoy seguro de que hoy no celebramos nada.
Usa una parte de mi pijama preferida para dormir y me abraza nuevamente cada que despierta por la noche.
Aún no concibo la facilidad que tiene para dormir.
Es tan tranquilo.
Dormir a su lado es la tarea más fácil y gratificante que jamás he tenido.

A la mañana me levanto antes que él.
Preparo algo sencillo que desayunar y se llevo a la cama.
De camino a la habitación recuerdo el día en el que nos conocimos, fue en el puesto ambulante de un parque.
Ambos nos acercamos a mirar sobre la manta que una mujer mayor había puesto sobre el pasto y en el cual presumía docenas de dijes, anillos y collares hechos con minerales preciosos.
No me había percatado de Tanabe, ni él de mí.
Pero nuestras voces se encontraron al preguntar por un collar de plata con un dije de amatista.
La anciana nos miró levemente confundida pero de inmediato nos respondió a ambos.
Yo miré primero a Tanabe.
Iba completamente de negro a excepción de un arete en su oreja izquierda con un péndulo hecho de cuarzo rosa.
Le Sonreí entre confuso y deslumbrado.
De inmediato me hizo un cumplido respecto a mis gustos en joyería y sugirió que yo debía quedarme con la pieza.
Le contesté que podría no ser mala idea porque adorada la amatista.
Tanabe río, compró el collar de amatista y un pequeño cráneo de obsidiana de no más de cinco centímetros.
Luego, dijo que me regalaría el collar si tomaba un café con él.
Dude un momento.
Sin embargo, enseguida buscó tranquilizarme diciendo que había una cafetería bastante popular del otro lado de la calle así que no podría hacerme nada, si eso era lo que me preocupaba.
Al final decidí ir.
Eran alrededor de las cuatro de la tarde.
Aun había muchísima luz de sol pero el viento no permitía sentir calor alguno.
Subimos a la terraza en busca de una mejor vista del parque.
La conversación comenzó algo forzada.
Lo único en lo que coincidimos era las piedras.
De la nada mi teléfono sonó.
Una llamada de alguien interrumpió un pequeño silencio incómodo y acabó sirviendo para amenizarnos.

Vimos cómo caía la noche.
El color rojo en las nubes antes de que el sol se ocultara por completo.
Las paredes del exterior de la cafetería se iluminaron con cascadas de luces y nos dejaron conversar con una tenue oscuridad.

Al salir de allí lo besé.
Ya estaba más que encantado con él y se me hacía loco dejar de conversar.
Quizá no todo, pero teníamos demasiadas cosas en común que me fascinaba y no podía dejar de verlo.

Intercambiados números telefónicos antes de despedirnos y mantuvimos contacto, por alrededor de dos meses hasta que tuvimos tiempo libre ambos y pudimos planear vernos de nuevo.
Sus mensajes por las noches eran mis preferidos, aunque realmente habláramos todo el día sin parar.
Quedamos en vernos un sábado por la noche, Tanabe pasaría por mí y luego iríamos a cenar.

Dejo la charola con tostadas, jugo y café en mi lado de la cama, lo que parece despertarlo.

— Buenos días. Sabes… no debiste molestarte. Es tan inesperado.
— Esta bien, verte dormir me encantan y siempre me provoca ganas de hacer algo por o para ti.
— Gracias, pero sabes que no me debes nada.

Prueba un poco del café y se levanta de la cama para asearse.
Cierra la puerta y no me dirige una palabra hasta que sale desnudo secando su cabello con la toalla.

— Debemos ir a comprarte ropa.
— Si, está vez me quedaré.

Comemos sobre la cama.
Hay un silencio ligeramente incómodo.
Su visita es muy grata, pero tal vez no lo sea su mudanza.

Le presto ropa para poder ir a conseguir más y de su agrado.
Subimos a mí auto.
Mientras comienzo a conducir saludamos a un par de vecinos que trotan sobre la acera y vemos a niños jugando en un pequeño parque.

— Todo es tan tranquilo aquí — dice.
— Te acostumbras… después de un tiempo lo haces…

Llegamos al centro comercial.
Tanabe toma una de mis manos para no perderse.
Entramos a un par de tiendas y acabo pagando por todas las cosas que Tanabe necesita.
Eso me conmociona, había olvidado lo que era tener que estar este lugar sin nada.
Por lo menos Tanabe tiene a alguien con quien llegar.
Yo solo tuve esa casa y un poco de dinero.
He tenido que trabajar bastante, pero la paga siempre ha sido buena.

Antes de regresar a casa compramos víveres y un par de helados.
Todo se siente silencioso e incómodo.
Sin embargo, parece que los helados en el auto mejoran la situación.

— Gracias por todo lo que hasta haciendo por mí.
— No tienes por qué agradecer, es lo mínimo que puedo hacer ahora que estás aquí.
— No, gracias.

Y me besa con restos de helado en los labios.
Lo amo.
Separo nuestros labios y se ríe.
Roba mi helado y sigo conduciendo.

Por la mañana me despido dándole un beso en la frente.
Dejo su desayuno listo sobre la mesa y cierro la puerta con cuidado de no hacer ruido.

Conduzco hasta el trabajo.
Es una mañana tranquila.
Un recorrido tranquilo.
Mi almuerzo va en el asiento del copiloto.
Mi maletín en el asiento trasero.
En el estacionamiento encuentro a un par de amigos bajando de su auto.
Discuten sobre tener hijos.
Ambos me abordan desprevenido.

— Seguro tus hijos serán hermosos.
— Gracias, pero ¿por qué un comentarios de ese tipo?
— Tiene miedo que nuestros hijos sean igual a él, feos, tan feos que deban cubrirse el rostro con una pañuelo y el cabello.
— Por más feo que él fuera solamente no serán acosados durante la pubertad.
— Te lo dije. Además para ser feo no estás tan mal.
— Seré todo lo feo que tú quieras, pero no puedes vivir sin mí.

Suspiro.

— ¿Cómo lo lograron? Quiero decir, estar aquí juntos.
— Es una empresa bastante simple, no tiene políticas en contra de los matrimonios-
— No se refiere a eso… Oye, ¿Está aquí? ¿Tanabe está aquí?
— Si…
— Y tú, ¿cómo estás? ¿Estás bien?
— No lo sé, se siente irreal.
— Él debe sentirse igual. Cuando yo llegué aquí todo era confuso. No estuve solo, pero tardé en adaptarme.
— No sé… solo dale tiempo.
— Tanabe siempre ha estado contigo… él se arriesgó muchísimo al ir y venir por un par de horas diarias, ahora está aquí y ya no se irá. Debes ser comprensivo.

De regreso a casa sigo pensando en él.
Tengo la incertidumbre de si cuando llegue él ya no estará.
O, que cuando llegue él esté allí.
De cualquier forma, no sé qué hacer.
Si se va nada cambiará, pero el hueco en el estómago permanecerá de hoy en adelante.
Un dolor muy fuerte se expandirá hasta hacerme desaparecer.
Sin embargo, si él está en casa cuando regrese… entonces el pánico me invadirá.
No sabré qué hacer ni qué decir.
Me quedaré con los pies clavados al suelo y los ojos sobre él.
Mi respiración aumentará y no podré pensar en nada.

Me planto sobre el umbral de la puerta esperando tener un poco de aire dentro.
Aplaco mi corazón que parece correr.
Miro a mi alrededor.
No hay cambio alguno.
De hecho, ni siquiera es de noche.
La tarde tampoco ha llegado.
Es más bien, un horario con mucha luz para llegar a casa.
Toco la manija suavemente y retrocedo asustado cuando la puerta se abre.
Del otro lado se encuentra Tanabe con un mandil sobre su ropa.
Me da la bienvenida.
También me besa sin preocuparse de mi expresión.
Me obliga a pasar.
Olvido cómo llego a la cocina y solo puedo ver su rostro sonriente asentando un plato de comida frente a mí.

— Vamos, come.

Asiento y pruebo bocado.
Sabe insípido.

— Esto es nuevo para ti, no tienes por qué hacerlo.

Apresuro a decir.

No quiero que se sienta mal.

Aunque tampoco debería guardarme estas cosas.


— Siempre lo hice antes de estar aquí.

 

Me sonríe de forma tan afable que dirijo mi vista únicamente a su ojos negros.


— Sí, pero esto no es lo mismo.
— Debería serlo. He pasado tanto tiempo aquí que no se siente extraño.
— En un par de días te acostumbras a estar aquí todo el tiempo.
— ¿Por qué no me acompañas mientras me acostumbro?
— Creí que los últimos años te bastaban.
— Eso era muy agotador, cada que llegaba a casa debía conseguir una forma de comer y dormir para continuar una rutina a la mañana siguiente.
— Pudiste pensar en quedarte aquí desde hace mucho.
— No es como si pudiera renunciar a ciertas cosas como si nada.
— No es como si yo hubiera podido elegir.
— Ya hablamos de eso… no tuve elección…
— Pudiste dejarme morir…

Desvío su mirada.
Estoy nervioso.
Y me odio.

Lo odio.
Odio lo que acabo de decir.
Odio sentirme tan pequeño.
Odio las lágrimas que comienzan a salir.
Odio estar aquí.

— Por favor — toma mi mano sobre la mesa —, no digas eso.

Me dispongo a gritar sobre su rostro.
A desahogarme una vez más sobre mi situación.
Quiero decirle nuevamente que quizá cometió un error.
Que no sabe qué hizo.
Qué él no estuvo solo en la oscuridad tanto tiempo como yo.
Que lo aborrezco…

Pero todo cambia.

Levantó el rostro y lo miro.
Su llanto se ha hecho más que evidente.
Caen lágrimas por sus mejillas.
Se resbalan sobre sus labios.
Su nariz se ha puesto roja.
Puedo oír su torpe respiración.
Y recuerdo aquella tarde de nuestra cita.

Recuerdo que le mandé un mensaje con mi dirección exacta y la hora.
Estaba nervioso.
Mucho muy nervioso.
Tomé una ducha y me afeité.
Usé el tipo de ropa interior del que mi madre aprobaría para ir a algún lugar importante.
Y cuando ya estuve listo me di cuenta de que aún me quedaba tiempo.
Así que me senté en la cama y seguí la lectura de un libro.
No estoy seguro de que hube estado leyendo.
Pero recuerdo bien que hablaba sobre una noria y un doppelganger.
Leí un rato mientras trataba de soportar un dolor de cabeza recurrente desde hacía un tiempo.
Pero no lo soporté.
Así que me puse de pie y me dirigí al baño para recuperar un par de pastillas.
Lo último que quería era fastidiar a Tanabe al quejarme.
Sin embargo, lo siguiente que hay en mi cabeza es este lugar.
Una casa lejos de todo.
Una casa de la que no podía salir.
Todo se sentía distinto.
Pero parecía igual.

No estoy seguro de cuánto tiempo transcurrió.

Una mañana simplemente miré por la ventana sin esperanzas de nada.
Estaba más que acostumbrado a ver un jardín extenso y una pequeña calle con un par de casas.
Parecía los suburbios pero vacío.
No entendía por qué las decoraciones cambiaban o cómo era que las flores seguían vivas si no había nadie más que yo en ese lugar.
Sin embargo, aquella mañana vi a más personas.
Entraban y salían de las casas aledañas.
Aparentaban felicidad.
Incluso parecían emocionados.
Casi todos eran personas solas.
Hubo únicamente una pareja que apareció en algún momento e irradiaban euforia.
Todos eran jóvenes igual que yo.
Aquella mañana fue la primera que salí.
O más bien, que pude salir.
Hasta antes de ese día todo parecía estar dentro de una caja sin salida.
Pero esa mañana, había sido una mejora a este mundo.

— Solamente quería estar más tiempo contigo, Takashima.

Notas finales:

Nos vemos el próximo año si termino algún otro proyecto más grande :D


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