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Gripe, vísperas, alegría y chocolate caliente por Elbaf

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Notas del fanfic:

Es la primera vez que participo en una convocatoria de este tipo, pero estoy bastante contenta con el resultado.

 

¡Espero que os guste tanto como a mí!

 

<3 * <3 * <3 * <3 * <3 * <3 *

«Estimados clientes: les recordamos que tienen a su disposición, en la sección de carnicería, el pavo relleno de oferta, que pueden acompañar con una gran selección de vinos de nuestra sección de bebidas. Este supermercado les desea a todos unas muy felices navidades».

El supermercado del centro comercial era inmenso. Tenía tantas secciones de comida como pudieras desear. Productos nacionales, internacionales, perecederos, envasados al vacío, frescos, preparados… Cada pasillo se dedicaba a una especialidad diferente y, a la entrada de casi cada uno, había una persona con una bandeja para que los clientes pudieran degustar sus productos más especiales. Pero, a pesar de todo, por muy grande que fuera, era la víspera de Nochebuena, por lo que estaba hasta los topes de gente. Casi no se podía andar y las colas que había en las cajas eran casi apocalípticas.

- Demonios, Bakagami, ¿por qué tenemos que venir a un lugar con tanta gente? – dijo antes de recibir un golpe en la cara con un paquete de rollos de papel higiénico.

- Vuelve a llamarme así y te juro que haces la cena tú… ¡Ya te lo he dicho mil veces! Mañana es Nochebuena y vienen todos a cenar a casa. Tenemos que comprar la comida para la cena y este sitio es el único que vende ciertas cosas. ¿Qué te cuesta entenderlo?

- Tsk… ¿Y por qué no hemos venido unos días antes? Podríamos haber congelado la comida y… - otro paquete de rollos de papel higiénico impactó en su cara - ¿¡A qué mierda ha venido eso esta vez, Bakagami!?

- ¿¡Quién decía «ya iremos mañana», mientras estaba tirado en el sofá jugando al NBA2K19!?

- No sé… - dijo sobándose el rostro - ¿Tú? – un tercer paquete se estrelló contra su cara - ¡¡YA SÉ QUE TIENES UN TRASERO ENORME, PERO DEJA DE COMPRAR PAPEL HIGIÉNICO!!

Finalmente, después de mil discusiones y de tener que ser separados hasta en 5 ocasiones por los guardias de seguridad del lugar, Aomine y Kagami, habían comprado todo lo que el pelirrojo necesitaba para preparar la cena del día siguiente. Pero, lejos de calmarse las aguas, durante el camino de vuelta a su casa e incluso hasta que se fueron a la cama, ambos habían seguido con sus tontas peleas y discusiones.

Aomine y Kagami llevaban siendo pareja varios años. Incluso habían comprado un apartamento en el que llevaban una buena temporada conviviendo. De hecho, ésta iba a ser su primera navidad viviendo juntos. Pero, mientras Kagami veía eso como algo especial y bonito, a Aomine le daba absolutamente igual. Ni siquiera cuando entre todos decidieron que la cena de Nochebuena de ese año se haría en su casa mostró emoción alguna. Kagami estaba acostumbrado a que su pareja fuera perezoso, que cada vez que le pedía ayuda con algo, él lo hiciera a regañadientes y con quejas… pero esta vez fue demasiado para él. Aomine Daiki iba a recordar la víspera de navidad de ese año durante mucho, mucho tiempo. De eso se encargaba él.

Cuando estaban en la cama, con Aomine roncando como un tractor a ralentí, Kagami se dio la vuelta y le observó dormir. El muy idiota era tan vago como guapo. En ese momento, Kagami sonrió con malicia y cerró los ojos. Tenía muchas ganas de que llegase la víspera de navidad.

Al día siguiente, Aomine se despertó con sonidos indescifrables desde el cuarto de baño. Preocupado, se levantó tan rápido que casi se cae y llegó justo para ver como Kagami tiraba de la cadena, arrodillado frente al váter.

-Taiga… - dijo con voz inusualmente suave - ¿Estás bien, tigre?

- N-no… - murmuró con un tono casi inaudible.

- ¿Te ha sentado algo mal? – vio a Kagami mover la cabeza en señal de negación y se acercó a él, acariciando su espalda - ¿Qué tienes, entonces? Dime qué puedo hacer para hacerte sentir mejor…

Alzó los ojos y Aomine se asustó. Tenía muy mala cara, estaba chorreando sudor, con los ojos hinchados y colorados y el resto del rostro mucho más blanco de lo usual. Su expresión era, además, la de alguien que no lo estaba pasando nada bien.

- Oye, tigre… No me asustes, ¿sí? – le tomó en brazos y, con cuidado, le alzó hasta la cama – Vamos, tienes que descansar, hoy me ocuparé yo de todo…

- Pero, Dai… Hoy…

- Shhh, tranquilo, he dicho que me ocuparé de todo.

- Pero hoy es la víspera de navidad…

- Bueno, le diré a Santa que me deje tu regalo a mí – eso le sacó una sonrisa a Kagami.

- No, Ahomine… Me refiero a la cena… hoy vienen los chicos a cenar… y ahora ya no podemos decirles que no.

- Eh… ¿Acaso no sabes quién soy? Soy Aomine Daiki y solo yo puedo vencerme. En la cancha o en los fogones. Además… tú me puedes guiar desde aquí, ¿no?

- Bueno… pero tendrás que tener mucho cuidado. No cortarte, no quemarte…

- Eh, que no soy tan idiota. Solo… un poco torpe. Pero tengo al mejor maestro, ¿no es así? Ahora tú descansa. Voy a llamar a Midorima, seguro que no le importa pasarse a echarte un vistazo.

- No es necesario, Daiki. Yo...

- Shh. Me quedaré más tranquilo si él te echa un vistazo, ¿vale? Además, si Midorima se entera de que estás así y que no le hemos llamado se enfadará mucho con nosotros. Anda… deja que sea mi primer regalo de navidad.

Le miró con ojitos y Kagami no pudo negarse a ello. Suspiró y asintió. Mientras Aomine llamaba a Midorima, él se quedó revisando su teléfono móvil y mandando algunos mensajes. Cuando Midorima llegó, tan solo treinta minutos más tarde, entró a la habitación y miró sonriendo a Kagami.

- Aomine, tú espera fuera – dijo el doctor.

- ¿Qué mierda? ¡Es mi novio!

- Como si es tu padre. Tú esperas fuera.

- ¿Y si no quie…?

- Daiki. Espera fuera, por favor…

Aomine gruñó rodando los ojos y se fue a sentar al salón con los brazos cruzados, como un niño al que acaban de regañar. No quiso entrar en la habitación de nuevo, pero no pudo evitar escuchar alguna risa proveniente de ahí.

-Ese imbécil de Midorima… ¿Ha venido a ver a Taiga o a contarle chistes? Si hubiera sido lo segundo habría llamado mejor a Takao, tsk.

- Aomine – se escuchó la voz de Midorima ya fuera de la habitación de Kagami. El moreno fue rápido a su encuentro.

- ¿Cómo está? ¿Es grave? – Midorima le sonrió en respuesta.

- En absoluto. Solo tiene una pequeña gripe. Tiene que guardar reposo en la cama y esperar a que se le pase. En menos de 48 horas ya podrás discutir con él como de costumbre. Pero eso sí, Aomine, que no haga esfuerzos. No puede moverse de la cama, salvo cuando salga a cenar, ¿entendido? Ni siquiera para poner la mesa.

- Sí, joder, sí. Lo he entendido…  Ahora… Fuera. Tengo que hacer la cena.

- ¿Ya? Solo son las 11…

- Bueno, pero yo no sé cuánto voy a necesitar para hacer cada cosa, ¿de acuerdo? No he cocinado nunca y… ¡Taiga merece que haga un buen trabajo!

- Entonces te deseo suerte. Si necesitas ayuda, ya sabes… Google es tu amigo.

Aomine tragó saliva y asintió despacio. Acompañó a Midorima hasta la puerta y allí se despidió de él.  Se apoyó en la puerta con la espalda y suspiró, revolviéndose el pelo. Kagami muy rara vez enfermaba, pero estaba claro que había escogido el peor día de todos. Con pasos tranquilos, fue hasta la habitación que compartía con el pelirrojo y llamó con suavidad con los nudillos.

- ¿Taiga? – susurró con la puerta entreabierta – ¿Puedo pasar?

- Claro… - le respondió con una sonrisa suave. Aomine entró y se sentó en la cama, a su lado, acariciando su cabello.

- ¿Cómo te encuentras?

- Algo congestionado, y con la cabeza embotada, pero bien.

- Cuando te escuché vomitar esta mañana pensé que estabas embarazado – dijo con una risita.

- Idiota, tráeme un paquete de rollos de papel higiénico para que pueda tirártelo a la cara…

- Oi, ¿dónde está el adorable pelirrojo del que me enamoré?

- No sé… ¿Me lo comí? – ambos se echaron a reír y Aomine le dio un beso en el dorso de la mano, con cariño. Kagami no recordaba que su chico se hubiera preocupado tanto por él prácticamente nunca.

- Hablando de comida… Tú te vas a quedar aquí. Como eres tan malditamente ordenado, cogeré la lista de las cosas que vamos a cenar que hiciste la semana pasada y, guiándome con google, haré todo yo solo.

- Daiki… ¿estás seguro? Hay cosas que son un poco complica…

- Estoy seguro. Saldrá todo espectacular. Después de estar tanto tiempo contigo algo he tenido que aprender, ¿no? Anda, tú descansa. Te traeré la consola para que no te aburras tanto y yo me iré a cocinar.

- De acuerdo, pero… recuerda que quedamos en que la cena sería temática y escogimos Francia, tal vez haya algunas palabras que…

- Señog Kagami – dijo con un terrible acento francés – Me ofende que cgea que no soy capag de pgepagag una sena fgansesa… Fgansés es mi segundo nombge... – Kagami rompió a reír y acabó con un ataque de tos, que Aomine sofocó con un vaso de agua.

- Por dios, no vuelvas a hacer eso… Tu acento francés es incluso peor que el americano…

- Oi, que yo tengo un inglés de diez.

- Sí… de niño de DIEZ años…

- Oye, Bakagami, si sigues así te juro que para esta noche encargo unas pizzas… Las pizzas… son francesas también, ¿no?

- Italianas, Ahomine.

- ¿No es el mismo país?

- Voy a buscar el papel higiénico…

Un rato más tarde, después de que había llevado la consola con Kagami para que no se muriese de aburrimiento, Aomine Daiki se encontraba, con un mandil que decía «Slam the cook» y un gorro de cocinero, frente al menú que Kagami había planeado para esa noche.

-Bien, no habrá problema. Seguro que no. Veamos…De entrantes unas ostras de Arcachon. ¿Arcáchon? ¿Árcachon? ¿Archachón? ¡Unas jodidas ostras francesas! Tsk, claro Daiki… ¡Francia tiene forma de bota, es obvio que tienen que tener mar! No como España o… Finlandia. Bien, busquemos en Google…

Aomine había llevado allí su ordenador portátil y se sentó en la mesa de la cocina para intentar descubrir cómo narices se hacían las ostras de Arcachon. Lo primero que encontró, le pareció obvio.

- Bien. Primero hay que abrir las ostras… - se encogió de hombros - Es lógico.

Tomó la primera ostra y trató de abrirla con los dedos… sin éxito. Cogió aire y volvió a intentarlo, imprimiendo más fuerza en sus manos… y con el mismo resultado. Las miró con odio y tomó aire. Fue hasta la caja de las herramientas y volvió con un martillo.

- Bien, si no os abrís por las buenas, lo vais a hacer por las malas – dijo a las ostras, blandiendo el martillo de forma amenazante. Colocó una de las ostras en la mesa, alzó el martillo y lo bajó con fuerza… golpeándose el pulgar - ¡ME CAGO EN LA MADRE QUE PARIÓ A LAS OSTRAS DE ALCORCÓN!

- ¡Daiki! ¿Te encuentras bien? – chilló Kagami, al escuchar el ruido en la cocina.

- ¡Sí, mi amor! Solo estoy dialogando con las ostras… - Kagami decidió que no quería saber nada más y que lo mejor era dejar a Aomine con lo que sea que estuviera haciendo.

- Bien. Sois unas chicas listas y duras de roer, ¿eh? A ver qué os parece esto… - cogió una de las ostras… y la lanzó con todas sus fuerzas contra una de las paredes de la cocina. El resultado fue una baldosa con un golpe bastante feo… y una ostra cerrada a cal y canto.

- ¡¡Daiki no se dialoga a golpes!! ¡Voy a ayudarte! – pero antes de que pudiera levantarse apareció Aomine y abrió la puerta. Tenía el pelo alborotado, sangre en los dedos (que se había hecho al intentar abrirlas la primera vez) y cara de estar pasándolo muy, muy mal.

- ¡No! Ya casi están. Las tengo acobardadas. No van a tardar nada en abrirse.

- Mi amor… - dijo Kagami con suavidad - ¿has probado… a usar un cuchillo? – a Aomine se le iluminó la vista.

- Un cuchillo… ¡Claro! Gracias, tigre – le dio un beso en la frente, salió cerrando la puerta y volvió a la cocina, donde tomó el cuchillo más grande que había encontrado.

Cogió una de las ostras y trató de, literalmente, partirla por la mitad. Lógicamente no funcionó. Harto, se sentó de nuevo en el portátil y realizó una búsqueda muy simple: Cómo abrir una ostra. Ahí se entretuvo durante unos cuantos minutos viendo diferentes vídeo-tutoriales en los que explicaban paso a paso desde qué tipo de cuchillo emplear, hasta cómo cogerlo, y, por supuesto, cómo aplicar la fuerza para abrirlas.

Al rato, Kagami escuchó unos pasos aproximarse por el pasillo a toda velocidad.

- ¡Taiga, Taiga, Taiga! – Aomine abrió la puerta de la habitación con una parte de la ostra en cada mano, triunfante – ¡Mira, lo he conseguido! ¡La he abierto!

- Vaya, eso es genial, Dai… Me alegro mucho…

- ¿¡Ves!? ¡Te dije que podía hacerlo! ¡Te dije que podía abrirlas! – Kagami le sonreía con cariño y asintió con la cabeza.

- Eres el mejor abridor de ostras de todo Tokio.

- ¡Lo sé! Y no has tenido que enseñarme. ¿Ves? Si he podido con esto, puedo con todo.

Volvió a llenarle el rostro de besos, antes de retirarse de vuelta a la cocina, casi dando saltitos de alegría. Kagami le observó alejarse sin dejar de sonreír. Aomine era terco, bruto y vago… Pero no dejaba de ser un adorable niño con cosas como esta.

Cuando llegó a la cocina, volvió a buscar la receta sobre cómo hacer las dichosas ostras y la fue leyendo mientras abría el resto.

- Bien. Ahora toca el… a… ade… aderezo. No sé qué mierda es, pero si he logrado abrirlas, esto no se me va a resistir. Bien, aderezo – volvió la vista a la web – mezcla mantequilla y perejil y colócalo sobre la ostra abierta y cruda. De acuerdo. Primero la mantequilla y luego el perejil.

Fue a la nevera y cogió la mantequilla. Luego, fue al especiero y se quedó mirando las hierbas que Kagami tenía ahí. Hubiera reconocido el perejil rápido si hubiera podido leer las etiquetas. Pero, por alguna extraña razón… estaban todas en inglés.

- Tsk… Maldito tigre bilingüe… – tomó el primer bote que vio y comenzó a leer – pár… sel… ¡¿PÁRSEL?!

Sin dudarlo un segundo fue corriendo a la habitación de Kagami con el bote en la mano. Nada más abrir la puerta señaló con un dedo acusatorio a Kagami.

- ¡Dime que tú no has sido quien ha abierto la Cámara de los Secretos!

- ¿Qué mierda dices, Daiki?

- Taiga, si eres el heredero de Slytherin es momento de que me lo digas ahora. Prometo no enfadarme.

- ¿El heredero de Slytherin? Daiki… ¿Has bebido mientras cocinabas?

- ¡NO! No trates de darle la vuelta a las cosas. ¡Aquí pone PÁRSEL! Y TODO EL MUNDO SABE QUE SOLO LOS HEREDEROS DE SLYTHERIN HABLAN PARSEL.

Cuando Kagami logró calmar su risa (lo que le costó unos cuantos minutos, haciendo aumentar el enfado de Aomine), logró decir:

- Lee bien, mi amor. Ahí pone PARSLEY. Parsley es perejil. Parsley… no pársel, Daiki – Aomine pasó su mirada de él al bote varias veces, como si tratase de verificar algo.

- Entonces… ¿encontré el perejil? – susurró sin mirarle directamente.

- Sí, eso es perejil.

- Y tú… No eres heredero de Slytherin, ¿verdad?

- No, mi amor, no lo soy.

- Entonces… creo que… me iré a seguir con la cena… - se giró de vuelta a la cocina cuando Kagami volvió a llamarle.

- Eh, Daiki – su novio le miró con curiosidad – Haasssashiezzz Ashaaahashasshiiii

Aomine le miró con un gruñido mientras Kagami se partía de risa. Si no hubiera estado enfermo, bien sabía que le hubiera atizado con el perejil en toda la cabeza.

- En serio, amor, en serio… - dijo antes de que se fuera – Un consejo, Dai… Para mezclar el perejil con la mantequilla, es mejor que la mantequilla la derritas un poco en el microondas. Con unos pocos segundos bastará. Luego echas un poco de perejil, tampoco mucho, y lo mezclas bien, así seguro que te quedará delicioso.

Aomine miró sorprendido a su novio, pero le sonrió como cuando era niño, asintió con fuerza y volvió a la cocina, dispuesto a seguir los consejos de Kagami. Una vez que tuvo todo bien mezclado, colocó las ostras sobre una fuente del horno, echó la mezcla sobre ellas y las metió en el mismo.

- A ver, esta cosa dice que para gratinar es necesario poner el horno así – decía mientras pulsaba botones y movía ruletas – y ahora así… Y entonces tengo que poner el temporizador… vale. Sí, ya está. Ahora en cuanto acabe el tiempo esta cosa se parará y las ostras de Alcachofa estarán listas. Ahora, a por lo siguiente.

Cerró el horno, se felicitó interiormente y se limpió las manos en el mandil que llevaba puesto. Volvió a la mesa y tomó la lista de la cena que Kagami había planeado. Puso caras muy raras y se le trabó la lengua varias veces hasta que fue capaz de decir:

- Escalope de Foie-gras poêlé al vinagre de frambuesas y coulis de frutos rojos. Qué manía tiene Kagami de ponerse a escribir en inglés, de verdad… Bueno, Midorima ha dicho que tiene que descansar y que no le moleste y ya lo he hecho con un par de tonterías… Así que aquí estás solo, Daiki. Vamos, ya eres un hombre. Y todo hombre que se precie debe saber hacer el escalope de foie-gras poêlé al vinagre de frambuesas y coulis de frutos rojos. Es que es obvio. Bien. Haremos como con los Lego, lo dividiremos en partes y luego lo juntaremos todo. Primero el escalope este infernal.

Una vez más, se puso a buscar en internet. Después de ver un par de vídeos fue a la nevera a coger el foie-gras. Era bastante grande (no en vano cenaban en su casa cerca de 20 personas). Primero, tomó un cuchillo más o menos grande y dejó el foie-gras en la encimera. Sorprendentemente, no tuvo ningún problema partiendo el foie-gras en, al menos un trozo para cada uno (salvo uno que le salió muy pequeño, que decidió que sería para Kuroko) ni tampoco pasándolo por la sartén. Simplemente tuvo que dejar el foie-gras hasta que cogió un poco de color y, trozo a trozo los fue dejando en una bandeja aparte. Las ostras ya se habían gratinado, pero siguiendo el consejo de Kagami, las dejó en el horno para que conservaran el calor. Cogió un trozo de pan tostado y los fue colocando – siguiendo la foto de Internet – en los platos que tenía preparados en la mesa y, sobre el pan, fue colocando con cuidado los trozos de foie-gras. Observó su obra con orgullo.

- Bien, ahora a por lo siguiente, que era… ah, sí, el vinagre de frambuesas… - volvió a consultar el ordenador – aquí dice que lo tengo que añadir tras haber colocado el coulis de frutos rojos, así que primero a hacer el culo ese. Bien, veamos. Aquí dice que tengo que echar los frutos rojos en la sartén con un poco de agua y limón, algo de azúcar y esperar a que se queden tiernos… Bien. Eso es fácil.

Fue a la nevera y abrió el cajón de las frutas. Cogió todo lo rojo que vio. Granada, manzana, uva, frambuesa, arándanos, fresas, tomate, ciruela… las cogió todas con cuidado y las llevó hasta la sartén. Pero algo no le cuadraba, así que fue a ver a Kagami.

- ¿Taiga?

- ¿Qué ocurre esta vez, Daiki, te ha mordido un pomelo?

- No, baka… Es que… estoy haciendo el culo rojo ese…

- Coulis de frutos rojos…

- Lo que yo he dicho. Pero es que… No sé… ¿Todos los frutos rojos tengo que echar? ¿No serán mucho?

- No, amor, apenas hay medio kilo. Además, luego en cuanto lo pases por la batidora se queda en nada.

- ¿Apenas hay medio kilo? Pero, Taiga… solo con las manzanas y los tomates ya hay como kilo y medio… - Kagami no contestó, intentando procesar lo que su novio le acababa de decir - ¿Qué ocurre? ¿Qué he hecho mal? ¿He jodido la cena?

- No, no… dime… Dime que aún no has echado nada a la sartén…

- No… iba a hacerlo, pero… me parecía todo muy extraño…

- Daiki… los frutos rojos no son todas las frutas, verduras y hortalizas que hayas encontrado en la nevera que tengan color rojo. Cuando dice «frutos rojos» se refiere a la bolsa en la que hay grosellas, arándanos, frambuesas, fresas… pero desde luego que el tomate y la manzana no, mi amor.

- Entonces… ¿solo las pequeñitas que iban en una bolsa transparente?

- Eso es… ¿Ya estás haciendo el coulis? ¿Has tenido algún problema con el resto?

- Bueno… creo que lo que más me ha costado ha sido leerlo, la próxima vez que vayas a escribir algún menú, intenta dejar el inglés a un lado, tigre, ¿sí? – Kagami suspiró y soltó una risita.

- Vale, lo tendré en cuenta…

Por enésima vez, Aomine volvió a la cocina e hizo caso a Kagami, dejando todas las frutas que le «sobraban» en la nevera de vuelta y echando las de la bolsa transparente a la sartén. Cada pocos segundos, iba presionando con un tenedor con suavidad, hasta que estuvieron lo suficientemente blandos para su gusto y los sacó del fuego. Los dejó en un recipiente y cogió la batidora, la introdujo, pero cuando le dio al botón de encendido se pasó de potencia y acabó casi como Kagami. Tenía el pelo, la cara y el pecho lleno de frutos rojos. Con cara de circunstancia, fue hasta el baño y se miró de arriba abajo. Se limpió la cara, pero sin poder sacar el rojo de la ropa, y volvió a la cocina. En esa ocasión sí que fue capaz de acertar con la potencia de la batidora y consiguió un coluis con un aspecto bastante decente. Con una cuchara de postre, fue esparciendo el coulis sobre el foie-gras y luego, añadió el vinagre. Para terminar – y siguiendo los consejos de la página web – colocó un poco de menta como decoración. Cuando hubo terminado miró asombrado lo que tenía delante y se sintió como si hubiera ganado uno de los mayores partidos de su vida. Así que, en plena euforia gastronómica, decidió que debía seguir con esa buena racha y ponerse con el siguiente plato.

- Veamos, Taiga, a ver qué más has puesto por aquí… Magret de pato con higos al Oporto y crema de castañas. Bueno, esto suena mejor que el plato anterior, veamos qué dice Google. Corta la cebolla en trocitos finos, de acuerdo.

Cogió unas tijeras, en lugar de un cuchillo, y comenzó a cortar la cebolla en trocitos pequeños. Pero estaba tardando tanto y lo hacía tan despacio, que para cuando logró tener la cebolla completamente partida, llevaba cerca de diez minutos sin dejar de llorar. Para colmo, en un intento de limpiarse las lágrimas, se había irritado los ojos todavía más, por lo que lloraba casi como si se le acabase de morir alguien.

En ese momento, Kagami se levantó para ir al baño y escuchó los sollozos de Aomine en la cocina. Preocupado, fue hasta ella casi corriendo y se lo encontró en un mar de lágrimas.

- ¿Daiki? ¿Qué ha pasado, por qué lloras así?

- ¡N-no! No estoy llorando… es solo… solo…

- ¿Estabas cortando cebolla? – el moreno solo asintió, tratando de secarse las lágrimas que no dejaban de salir – Anda, échate un poco de agua en los ojos, se te pasará pronto…

- T-tú deberías estar en la cama…

- Me voy ya, pero si dejas de llorar…

- ¡Que no estoy llorando, Bakagami! – Kagami soltó una risita y le robó un beso.

- Eso ya es más normal de ti… Venga, que hasta ahora todo te está yendo muy bien…

- Hasta la cena no voy a dejar que veas nada… Así que no lo intentes…

- No, no voy a ver nada, tonto… Pero la cocina huele de maravilla.

Mientras Kagami se alejaba en dirección al servicio, Aomine trataba de controlar su sonrojo. Hacía mucho que salían juntos y hacía mucho que había aprendido a controlar sus emociones cuando Kagami le decía alguna cosa así… Pero esta vez le había pillado totalmente por sorpresa.  Todavía intentando reponerse de los comentarios de su novio, volvió su atención al magret de pato.

-Bien tengo que rehogar la cebolla con el vino de Oporto que, creo que es este… - tomó una botella, por suerte, sin equivocarse, y echó un buen chorro de vino a la cebolla. De la sartén salió un montón de humo, pero pronto todo volvió a la calma – Ahora tengo que bajar el fuego…

Por suerte para todos, Aomine pudo salir airoso del último plato fuerte de la noche. Había puesto todo su esfuerzo y había seguido meticulosamente las instrucciones que había encontrado por la web, llegando incluso a comparar varios sitios, para cotejar posibles errores. Finalmente, tenía un magret de pato con higos al Oporto y crema de castañas más que satisfactorio. Estaba que no se lo creía y no podía dejar de pensar en lo orgulloso que estaría Kagami de él cuando viera que había logrado salvar la cena de nochebuena él solo… prácticamente. Incluso la crema de castañas había salido con un color y una consistencia como las que indicaban en Internet y, cuando le había dado una pequeña probadita había quedado gratamente sorprendido del buen sabor que tenía.

- Bien, la hora del postre. A ver qué se le ha ocurrido a Taiga… Bizcocho cremoso de turrón – en ese momento le llegó un mensaje al móvil, se extrañó al ver que era de Kagami.

Daiki, la mezcla para el bizcocho la tienes en la nevera. Sólo tienes que ponerla en los moldes y hornear, luego adornarla con un poco de azúcar glas y unos trocitos de turrón y ya estará el postre hecho. Espero que no sea demasiado tarde. Te quiero, Taiga.

Aomine ya amaba a Taiga, pero después de ese mensaje, le amaba todavía más. Tal y como el pelirrojo le había dicho, tomó la masa para el bizcocho (que tardó unos minutos en encontrar), rellenó los moldes y los metió al horno. Cuando hubo preparado el temporizador para que se preparasen se dio cuenta de que apenas faltaba hora y media para que todo el mundo llegase y él tenía la mesa sin poner y seguía en pijama… y lleno de puré de frutos rojos. Aprovechando que no tenía nada que hacer mientras subían los bizcochos, fue corriendo a poner la mesa.

Colocó un mantel de tela que sabía que Taiga guardaba para las ocasiones especiales. Además, tenía motivos navideños, como algunos renos y copos de nieve, por lo que quedaba perfecto. Colocó las servilletas a juego con el mantel y fue a por los platos y los cubiertos. Tardó cerca de 20 minutos en lograr colocar todo en su sitio, puesto que aún no tenía muy claro dónde iba cada cubierto y qué copa se empleaba para qué cosa. Al terminar, tuvo que ir a sacar los bizcochos del horno y a terminar de montarlos. Ya en sus platos de postre, los guardó cerca de los platos de las ostras y volvió a la mesa.

En un arranque de romanticismo o dolor de tripa (nunca aceptaría lo primero), colocó candelabros con velas a lo largo de la mesa e incluso esparció unos pocos pétalos que sabía que Kagami había comprado para eso, precisamente. Se le ocurrió la idea de coger un poco de nieve falsa que le había sobrado de cuando pusieron el árbol y la esparció también por encima de los pétalos. Sirvió las ostras y colocó una mesa con las botellas. Taiga lo había dejado muy claro, para las ostras un Albariño Martín Codax de 2017, que tendría que servir en una cubitera llena de hielo porque es un vino que se sirve muy, muy frío. Para el foie-gras, un Domaine Gentile Vin Doux de 2004, para la carne, un tinto con un nombre igual de raro, Grand Moulas Côtes-du-Rhone y, en cuanto a champagne, había escogido el Brut Belle Epoque Perrier Jouet de 2007.

Aomine no tenía ni idea de vinos. Ni de Champagne. Casi no tenía idea de agua. Solo sabía una cosa: todas aquellas bebidas tenían que haber costado una fortuna porque nada que tuviera esos nombres tan largos, complejos y rimbombantes podía ser barato. Y no tenía ninguna gana de preguntarle a Kagami ni por la décima parte de lo que había costado todo aquello o pasarían la noche en urgencias del ataque que le iba a dar. Sea como fuere, él colocó las botellas y preparó la mesa tan bien como se le ocurrió. Incluso se atrevió a poner algo de música navideña bajita, aunque nada de villancicos populares, gracias.

Cuando repasó que todo estuviera bien, la cena, los platos, que se hubiera asegurado de haber recogido la cocina tanto como pudiera, que todo estuviera justo donde y como tenía que estar, decidió que era momento de ir a arreglarse a su habitación. Entró sin llamar y en un parpadeo, vio como Kagami se tiró a la cama y se tapó hasta el pelo.

- ¿Taiga? ¿Estás bien?

- ¡Claro que estoy bien, idiota! – se notaba nerviosismo en su voz - ¿Es que no sabes llamar, baka?

- Oye, oye, tigre… Calma, ¿sí? Solo he venido a ponerme el traje ese tan horrible que me obligaste a comprar para esta noche… Tú puedes salir en pijama si quieres – dijo mientras comenzaba a vestirse. Kagami optó por no mirar o no iba a cenar hasta dentro de unas cuantas horas – En cuanto los chicos lleguen podrás salir, hasta entonces, será mejor que te quedes en la cama, ¿sí? – terminó de vestirse y le dio un beso en la frente, pues los ojos y la frente era lo único que tenía a la vista – Te amo, tigre debilucho.

- Cuando me recupere te morderé el trasero y verás quién es el debilucho…

- Oh, tigre… no me digas eso, porque aunque no te recuperes yo sí quiero morderte el trasero…

- ¡Fuera, baka! ¡Ni cuando estoy enfermo dejas de ser un pervertido!

Aomine salió de la habitación entre risas y se dirigió a abrir la puerta, pues ya habían tocado al timbre. Recibió a todos sus amigos. No solo estaban todos los antiguos miembros de la generación de los milagros, sino que muchos de los ex compañeros de Seirin de Kagami habían venido también. Kuroko incluso había traído a Nigō, que ya tenía un tamaño más que considerable y que saludó con alegría desmedida a Aomine.

-Aomine-kun – saludó Kuroko – huele de maravilla… Parece que Kagami-kun se ha vuelto a superar.

- Lo cierto es que… - comenzó el moreno, pero no fue capaz de continuar la frase.

- Lo cierto es que toda la cena, desde el entrante al postre, la ha hecho Daiki – Kagami salía del cuarto, completamente vestido, peinado y hasta con unas gotas de perfume. No había rastro de la gripe.

- ¿Taiga? ¿Eh, qué? ¡Tú estabas enfermo! – le recriminó Aomine - ¡Midorima me lo dijo! – alzó la voz señalando al médico de gafas, que sonrió de lado - ¡¿Vosotros dos me habéis mentido?! ¡¡Estabas bien desde el principio!! Pero… pero… ¡Yo te vi vomitar!

- No, Daiki… - respondió Kagami con voz suave – Tú me viste de rodillas en el baño y escuchaste ruidos raros, pero definitivamente no estaba vomitando…

- ¡Pero yo te vi la cara! Sudabas por la fiebre y… y…

- Solo me había mojado la cara, Daiki… - una risa casi estruendosa se escuchó desde la entrada.

- ¿Shin-chan ha mentido? ¡Jajajajajajajaja! Debe de ser un regalo mágico de navidad, Shin-chan comportándose como una persona-normal-no-amargada…

- Cállate, Takao.

- ¿Aominecchi hizo toda la cena? – dijo Kise con desconfianza - ¿Y será comestible? – una patada voladora le dio de lleno en el estómago - ¡Senpai, eso ha sido cruel!

- Perdonadle, últimamente está más insoportable que de costumbre.

Kagami sonrió a todo el mundo, mientras se sentaban y, antes de empezar a cenar, habló en voz alta.

- Sé que muchos creéis que Daiki es un gruñón, un perezoso, un vago… ¡Y no digo que no sea así! Sin embargo… se ha esforzado muchísimo para que esta cena salga bien. Sé que ha puesto todo su corazón en hacer la mejor cena de nochebuena que hayamos podido probar… de modo que os pido un poco de confianza. Porque yo tengo confianza plena en él y sé que ha hecho todo lo que estaba en sus manos, lo que significa que, para mí, esta va a ser la cena más deliciosa que voy a probar nunca.

Todos alzaron sus copas y brindaron por Aomine quien, por segunda vez en el día, había terminado con las mejillas ardiendo.

- Daiki – pero el pelirrojo que le llamó no era su novio, sino su excapitán – Te felicito, Taiga tenía razón… Es una de las cenas más deliciosas que he probado nunca.

- Neee Akachin tiene razón Minechin… Le faltaba dulce a todo, pero aún así estaba delicioso… ¿Ya llega el chocolate? Todos los postres tienen que llevar chocolate, Minechin…

- Tranquilo, Atsushi. Taiga y yo vamos a sacar los postres ahora, ¿sí?

- Claro, Tatsuya, ven, vayamos a la cocina.

- Oi… ¿por qué tiene que ser el emo el que vaya con Taiga?

- No creo que a Kagamin le guste que llames así a su hermano, Dai-chan… Y ya lleváis muchos años juntos, los celos no te quedan…

- ¿Quién está celoso, Satsuki?

Pero no respondió nadie porque Kagami y Himuro llegaron con los bizcochos de turrón. Sirvieron uno a cada comensal y echaron sobre él un poco de chocolate caliente, que endulzaba el postre aún más.

- Neeee Murochin, esto ya me gusta más… ¿Puedo repetir postre?

- Atsushi, no. Solo hay uno para cada uno…

- Pero Kurochin nunca come postre… Kurochin, ¿me das tu postre?

- Lo siento, Murasakibara-kun… Hoy haré un esfuerzo y probaré todo lo que Aomine-kun haya cocinado…

Entre quejas, risas, un poquito de alcohol y mucha, mucha, alegría, la cena terminó a las pocas horas y Kagami y Aomine estaban fregando los platos antes de irse a dormir, pues al día siguiente comían todos en casa de Akashi.

- Así que habías fingido todo, pequeño tigre…

- Bueno… ayer te dije que si volvías a llamarme Bakagami harías la cena tú, ¿recuerdas?

FLASHBACK

- Demonios, Bakagami, ¿por qué tenemos que venir a un lugar con tanta gente? – dijo antes de recibir un golpe en la cara con un paquete de rollos de papel higiénico.

- Vuelve a llamarme así y te juro que haces la cena tú… ¡Ya te lo he dicho mil veces! Mañana es Nochebuena y vienen todos a cenar a casa. Tenemos que comprar la comida para la cena y este sitio es el único que vende ciertas cosas. ¿Qué te cuesta entenderlo?

- Tsk… ¿Y por qué no hemos venido unos días antes? Podríamos haber congelado la comida y… - otro paquete de rollos de papel higiénico impactó en su cara - ¿¡A qué mierda ha venido eso esta vez, Bakagami!?

Aomine lo recordaba a la perfección. Bufó y se secó las manos, ya habían terminado de fregar todo. Alzó la vista y miró a su novio con una sonrisa traviesa, casi como si le estuviera cazando.

- Daiki… No me gusta esa mirada…

- Taiga… - ronroneó.

- No. No, no. Tengo el estómago lleno.

- Me he quedado con hambre… - murmuraba mientras se acercaba a él paso a paso.

- ¡Pues repites postre!

- Murasakibara se lo ha comido todo…

- ¡Pues te lo comes a él! ¡No! ¡Espera! – Aomine sonrió triunfante – Tsk. De acuerdo. Solo porque has hecho la cena. Y porque te quiero. Y porque es Navidad. Y porque a mí también me apetece… ¡Pero mañana quiero poder sentarme sin poner caras raras! – Aomine le alzó en brazos y comenzó a andar hacia su habitación.

- No prometo nada, gatito… No prometo nada…

Notas finales:

El otro fic que tengo abierto, "Inspector Grinch" está pendiente de actualización, porque he estado trabajando en este desde hace varios días. De cualquier modo, con las vacaciones y algunos asuntos personales no puedo prometer que vaya a poder actualizar la otra, ¡pero sigo trabajando en ella!

 

Espero que os haya gustado y que hayáis disfrutando tanto como yo escribiendo.

 

Mil gracias especiales a todos mis pequeños angelotes, muy especialmente a Miwi.

Y a Fiorella.

Y a Vane.

Y a Nora.

Y a Valentina.

Y a Ferezi.

 

Joder, sois muchas...

¡Pero os adoro!

 

<3


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