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promesa por tobio

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Notas del fanfic:

pornooooooooooo

Notas del capitulo:

si, si, sexo explicito y quizá muy feo y mal redactado, pero les juro que me esfuerzo (??) imaginar gente cogiendo, no se me da bien. 

Se escucha el dulce cantar de los pájaros, las alegres risas de los niños y pareciera que el día será estupendo. Sin embargo el calor es insoportable y Aomine amanece con un humor de perros al despertarse todo sudado y pegajoso.

Aun así decide ir a la escuela, pero no porque le sea esencial ir, sino porque debe cumplir con una promesa que le hizo a novio unos días atrás.

 

—Si no mejoras tus calificaciones, no haremos nada durante un mes. ¿Comprendes?

 

—Sí, sí. Prometo que las mejoraré.

 

No deja de pensar en el día que prometió semejante estupidez y ahora se arrepiente tanto de haber accedido a las peticiones de su novio.

 

Ahora está seguro, de nunca volver a prometer mierdas.

 

[…]

 

— ¡Dai-chan! —grita Momoi desde la lejanía y corre con prisa hacia su amigo, dedicándole una sonrisa al llegar junto a él—. ¿Cómo crees que te fue en el examen? —pregunta curiosa.

 

Se supone que ella no debería saber sobre la apuesta, pero la verdad es que si lo hace; cuando se reúne con Kise y Kuroko, ellos suelen cuchichear acerca de la relación de Aomine y Kagami.

 

—No sé. No me importa demasiado. —Se encoge de hombros y bosteza—. Aunque lo más probables es que me haya ido bien. O sea, soy un genio —comenta con una sonrisa llena de orgullo. Pero en sus adentros él está rezándole a cualquier deidad, que por favor lo salve de una mala calificación.

 

La semana pasa repleta de exámenes, exámenes y más exámenes, los cuales dejan al pobre Aomine hecho añicos.

Para su suerte, el entrenador dejó que faltara al entrenamiento debido al gran esfuerzo que ha estado haciendo y ahora que lo piensa, él tampoco hubiera ido si no lo dejaban faltar.

Una vez terminado el último periodo, Daiki toma su mochila y la cuelga a su hombro, caminando por el pasillo en dirección a la salida.

 

— ¡Dai-chan! —Aomine no sabe cuántas veces Momoi ha chillado su nombre durante esta semana y él ya está un poco cansado de sus gritos molestos. La chica se acerca con una sonrisa resplandeciente y una hoja doblada en su mano—. ¡Mira! Estoy en los primero lugares —anuncia con voz alegre y le entrega el papel a su amigo.

 

Aomine mira la hoja, y finge que no le importa, pero él cada vez se impresiona de ver lo lista que es su amiga. ¿Cómo lo hace para siempre quedar en el primer lugar? ¿Sus chillidos tendrán que ver en esto? Porque si él mejorara chillando, lo haría.

 

— ¿Y a ti? —Lo observa curiosa—, ¿Qué tal te fue? —pregunta con una pequeña sonrisa y mira las manos del más alto, pero este no tiene ningún papel.

 

—Bien. —Le devuelve las calificaciones y saca las suyas de su bolsillo.

 

El papel está arrugado y tiene una mancha, la cual Momoi no sabe de dónde rayos habrá salido, pero con mancha o sin ella, la chica puede notar que las calificaciones de su colega, mejoraron. De hecho, él ahora está entre los primero 100.

 

— ¿Pero cómo? —No puede ocultar su sorpresa. Ella es testigo de cómo Aomine duerme, escucha música, mira por la ventana o dibuja en clase. Él hace de todo, menos poner atención—. ¿Estuviste estudiando?

 

—Solo fue suerte Satsuki, no digas idioteces como esa. —Le arrebata el papel y lo guarda nuevamente de forma arrugada en su bolsillo; él no necesita presumir que se quedó hasta casi las tres de la madrugada, solo para repasar los apuntes que le dio Ryo.

 

—Salir con Kagamin te está haciendo bien —comenta—, Él te hace bien —corrige con una sonrisa enternecida—. ¿Has mejorado tus notas por él? ¿Él te lo pidió? —Entrelaza sus dedos detrás de la espalda, y le dedica una mirada significativa a su amigo.

 

—Deja de decir estupideces. Kagami no tiene nada que ver con esto. —Se cruza de brazos y frunce el ceño.

 

Ella no debe enterarse de la promesa o luego creerá que Aomine es un mangoneado que cumple todo lo que novio le pide. Y aunque es completamente cierto, Momoi no tiene por qué saberlo.

 

— ¡Pero mira que avance! ¡Ya no le dices Bakagami a Kagamin! —Da un aplauso entusiasmado y mira con ternura al más alto.

 

— ¡Te digo que no digas tonterías! —regaña con un ligero sonrojo en sus mejillas, mientras escucha como la chica ríe divertida—. Ugh, te odio. —Acomoda la mochila a su hombro y se dispone a caminar.

 

— ¿No nos iremos juntos? —pregunta la chica y Aomine se da la media vuelta, mirándola.

 

—No tengo tiempo de acompañarte a casa, ¡Vete tú sola! —Y dicho esto, gira sobre sus talones y se dispone a ir a la casa de su novio. Ese chico lo ha hecho pasar vergüenza este día, y todo por culpa de la estúpida apuesta. Debe pagar.

 

[…]

 

Siempre se le ha hecho una molestia tener te tomar el tren, luego caminar cuatro cuadras al edificio y finalmente, subir cinco pisos por las escaleras, porque claro, el estúpido ascensor siempre está descompuesto u ocupado. Pero si dejamos de lado toda esa negatividad, ir a casa de Kagami tiene su merecida recompensa.

 

Aomine es mimado, alimentado, complacido, amado, cuidado y muchas cosas más, por la persona que él ama.

 

Al igual que todos los días a esta hora, el tren está repleto. El aire acondicionado no funciona y parece que alguien no sabe lo que es la higiene personal, o al menos el perfume, excelente. Después de casi diez minutos en esa tortura, él logra bajar. Utiliza empujones, palabrotas y muchas, muchas malas caras, pero logra bajar.

Camina las correspondientes cuatro cuadras, hasta que llega al edificio de su chico; con las manos en los bolsillos del pantalón y sus infaltables audífonos, se adentra al lugar.

Él no puede evitar sonreír cuando ve que el ascensor está funcionando, y al parecer nadie lo usará por ahora; se apresura en meterse al cubilo de metal y presiona el botón n° 5.

El viaje no dura demasiado y al llegar al piso indicado, camina hacia la puerta con el número 49, y da tres golpes a la madera de color negro.

 

Mueve su cabeza al ritmo de la música y espera paciente a que se le atienda.

 

Quince minutos más tarde, él sigue de pie frente a la puerta como un vil tonto; ya no está escuchando música, y su paciencia se acabó hace catorce minutos.

 

Con el ceño fruncido, desconecta el audífono de su celular y se dispone a hacer una llamada.

 

—Hola, pianola. —Se escucha una voz risueña del otro lado, luego un bostezo y un pequeño traqueteo. Aomine frunce el ceño inmediatamente.

 

—Que “pianola” ni que mierda. ¿Dónde estás? —Se recarga sobre la puerta con el ceño fruncido y mira hacia la derecha, esperando que Kagami aparezca en cualquier momento.

 

—Eres tan amoroso y tierno al hablar por teléfono como siempre. —Se escucha como el tigre suelta un corto suspiro—. ¿Por qué demonios me hablas de esa manera? ¿Qué fue lo que hice ahora además de haber nacido? —Que Kagami se esté riendo, no hace que el enojo de Aomine se vaya, pero si provoca que sonría sin poder evitarlo.

 

—Joder, no digas esas cosas cuando quiero parecer rudo. —Ríe por lo bajo y luego carraspea, borrando esa sonrisa—. Dime dónde estás.

 

—Lo haré, si me lo pides de buena forma —declara. Aomine rueda los ojos; él ya puede imaginarse a Kagami con un pequeño puchero en sus labios y la imagen se le hace demasiado adorable.

 

—No, dime dónde estás. —Que Daiki haya hecho una voz infantil, no fue apropósito, no. Eso fue un accidente.

 

—Buena forma —repite, y ahora Aomine está seguro de que Kagami está haciendo un puchero.

 

—Kagami, hablo enserio. ¿Podrías decirme? —Frunce el ceño porque solo quiere estar con su novio para besarlo y pasar el fin de semana con él. ¿Pero cómo hacerlo si no sabe dónde está?

 

—En la escuela —responde cortante. Ahora, Kagami está enojado y Aomine lo sabe.

 

— ¿Por qué estás allá aún? Pensé que hoy salías más temprano. —Mueve su pie con impaciencia y espera una respuesta.

 

—Estaba haciendo cosas —responde nuevamente de forma cortante y Aomine jala sus cabellos con desesperación. ¡Kagami siempre le hace esto!

 

—Bien, de acuerdo, lamento haberte hablado de mala forma, ¿Si? Es solo que estaba preocupado, y tú no dejabas de bromear y… —Se queda callado al escuchar la pequeña risa maliciosa de su novio—. Si, ríete.

 

—Te tengo en la palma de mi mano, muñeco —susurra con voz divertida, pero eso no hace que Aomine se ría en lo absoluto. Es más, hace que algo se ponga un poco duro, y no es exactamente la expresión de su rostro.

 

— ¿Sigues en la escuela verdad? —pregunta con cierto desespero.

 

—Sí, pero ya estoy por irme a—

 

—Iré por ti —irrumpe con una mueca acalorada y se da la media vuelta, caminando hacia el ascensor.

 

—No creo que sea la mejor idea, porque tendremos que volver a casa de todos modos. Juro que no tardo nada, y cuando llegue comeremos un rico plato de arroz —propone con voz alegre, pero Aomine ya está caminando hacia el ascensor, y pareciera que nada lo hará cambiar de opinión.

 

—No amor, realmente ya estoy en camino hacia allá. —Hace una pequeña pausa y suspira—.  ¿Por qué no quieres que vaya por ti a la escuela? ¿Acaso te doy vergüenza? —Se adentra al ascensor y presiona el botón para bajar.

 

—Claro que no me avergüenza, pero realmente creo que—

 

— ¡Cierra la boca entonces y esperame como el chico obediente que eres! —Corta la llamada y se cruza de brazos en espera de llegar al primer piso.

 

[…]

 

Veinte minutos más tarde y Aomine ya está en el instituto Seirin.

 

Aún se pueden ver estudiantes transitando por la escuela, pero a nuestro protagonista no parece importarle nada. Solo quiere llegar rápido con Kagami, sin embargo hay un problema.

 

Él no recuerda el salón.

 

Vaga por los pasillos alrededor de diez minutos, hasta que se asoma en un aula y sonríe satisfecho. Desliza la puerta con suavidad y se introduce como un ninja, sin emitir ruido alguno.

Mira detenidamente todo el lugar y cierra la puerta detrás de sí. Los salones de Seirin son ordenados, limpios y están bien cuidados. Aomine ni siquiera recuerda el color de su salón, pero él cree que es celeste, ya que una vez escribió una grosería en el muro.

 

Se queda un momento apreciando el lugar, hasta que su mirada aterriza en el muchacho pelirrojo que está sentado en la fila junto a la ventana. Kagami se sienta en el último lugar, igual que él.

Alza una ceja y se acerca con cuidado a su chico. Kagami está con su cabeza escondida entre sus brazos y puede que Aomine esté loco, pero ¿Está durmiendo?

Lo sigue mirando durante unos largos minutos, hasta que sonríe enternecido. No sabe que cosas habrá echo su novio, pero se esforzó tanto que quedó desecho.

Se acerca un poco más y guía su mano derecha hasta la cabeza ajena; con dulzura le acaricia los cabellos rojizos, los cuales ama oler, porque Kagami siempre tiene ese aroma particular a duraznos. Continúa con la acción por un poco más, hasta que Kagami ronronea de manera adorable y suelta un pequeño susurro.

 

—Aomine —balbucea con los ojos cerrados y se acomoda en el asiento, sin despertar.

 

El rostro de Daiki se colora de un tono rosado, y es que solo Kagami logra que él se sienta así de enamorado. Aunque siempre niegue estar enamorado, él sí lo está.

Vuelve a posar su mano en los cabellos de su novio, y esta vez la caricia es un poco más tosca, por lo cual Kagami gruñe y levanta la cabeza con los ojos adormilados. Bosteza y un poco atontado, restriega sus ojos para alejar el sueño; al terminar la acción mira fijamente al chico que está frente a su asiento.

Aomine le acaricia una vez más los cabellos y Kagami le da un golpe en la mano, observándolo molesto.

 

—Alejate de mí imbécil; mi novio vendrá pronto y te cortará las pelotas si te ve molestándome. —Dicho esto, vuelve a tumbarse sobre la mesa y prosigue con su siesta.

 

Aomine lo observa sorprendido durante unos segundos, y cubre su boca con la palma de su mano para no soltar la enorme carcajada que amenaza con salir de su garganta.

Una vez que está más calmado, guía su mano por tercera vez al cabello su novio y lo acaricia. Se escucha el suspiro cabreado de Kagami y éste levanta la cabeza una vez más. Sus ojos están achinados y con el ceño fruncido, busca al tipo que lo está molestando.

Gira su cabeza a la derecha y se encuentra con una repentina presión sobre sus labios, la cual lo hace despertar de inmediato.

 

Cálido, suave y tierno. Como esos besos sorpresa, que solo Aomine sabe dar.

 

— ¿Seguirás amenazándome con tu novio? Porque encantado le doy una paliza por dejarte aquí solo esperando —habla con una sonrisa divertida.

 

— ¿Cuándo llegaste? —Ignora por completo el comentario de su novio y trata de disimular su vergüenza, pero el sonrojo sobre sus mejillas se lo impide.

 

—Estoy aquí desde que dijiste mi nombre dormido —explica despreocupado y Kagami asiente, sin poder ocultar su vergüenza—. Por cierto Kagami, ¿Qué es esa tontería de que tu novio me cortará las pelotas? ¿Acaso me eres infiel? —Hace gestos dramáticos al decir lo último y Kagami rueda los ojos.

 

— ¿No te he presentado a mi novio? Él es el chico más genial del mundo. —Recarga su codo en la mesa y sujeta su mejilla—. Me compra hamburguesas, me dice cumplidos, no es arrogante, no está obsesionado con los pechos enormes y claramente es una persona humilde y gentil con todos. —Le dedica una sonrisa desafiante y Aomine solo se sienta sobre la mesa de su novio.

 

—Y si ya tienes un novio ¿Qué tipo de relación se supone que es la nuestra, bebé? —Se cruza de brazos y hace un ridículo puchero.

 

Kagami sonríe enternecido y sin borrar esa sonrisa, se pone de pie.

 

—No te hagas ilusiones cariño, tú eres como la perra que utilizo para saciar mis deseos. —Da unos cortos pasos y se sienta sobre la última mesa de la fila de en medio, mirando a Aomine divertido.

 

— ¿Saciar deseos? —Alza una ceja—, ¿Nada más?

 

—Nada más —responde y balancea sus pies de adelante hacia atrás. Un acto bastante infantil si le preguntan a Aomine.

 

—Bueno, si así es como están las cosas. —Se pone de pie y avanza los tres pasos que lo separan de Kagami, quedando justo frente a este—, Tendremos que darnos prisa. —Con una mueca despreocupada, desata el nudo de su corbata lentamente.

 

— ¿Apresurarnos para qué? —Ladea la cabeza con una expresión inocente—. ¿Y por qué te sacas la corbata?

 

—Porque haremos el amor —responde tranquilo—, Dijiste que tú novio vendrá pronto y será una molestia si nos irrumpe mientras lo hacemos. —Sujeta los antebrazos de su chico y los lleva hasta la espalda de éste, para luego amarrar sus muñecas.

 

—Entiendo, ¿Es alguna clase de broma por no haberte dicho dónde estaba? —Kagami aún no entiende que el bulto en los pantalones de Aomine, no es una ilusión.

 

—No cariño, esto es solo porque te deseo demasiado —susurra y con una sonrisa, le muerde suave y tortuosamente el contorno de la oreja.

 

—Ya deberíamos irnos. —Se remueve un poco en su lugar, y suspira al nota que sus manos no quieren liberarse—, Aomine. Esto no es gracioso.

 

—Pero si ya te dije que esto no es una broma. —Mira fijamente a los preocupados ojos de su novio y le acaricia la mejilla—, Haremos el amor, incluso si tengo que obligarte a que me correspondas. —Y dicho esto, cierra por completo la distancia que los separa y une sus labios en un beso suave. No es más que un delicado roce, el cual significa todo.

 

Separan su unión unos escasos centímetros y Aomine guía su mano hacia el torso de su novio; manosea todo el abdomen y el pecho de Kagami, para luego de unos minutos, deslizar su fría mano por debajo de la camiseta.

El chillido es inevitable y provoca un sentimiento agradable en Aomine. El Kagami en modo “novio” es muy distinto al Kagami en modo “Rival” o en modo “Amigo”. Daiki se siente orgulloso de ser el único en poder conocer todas sus facetas.

 

Levanta la camiseta ajena con su otra mano y se deleita observando las pequeñas y rosadas tetillas de su novio; por alguna razón Kagami las tiene de un color lindo y apetitoso. Son la perdición de Aomine.

Se relame los labios de una forma obscena y sin vergüenza alguna, guía su mano hacia el adorable y rosado botón.

 

Kagami ahoga un gemido y muerde un poco más su labio.

 

Con el dedo índice y el pulgar, Daiki pellizca y manosea cuanto puede la tetilla de su chico hasta que esta se pone erecta y ahí es cuando más ganas le dan a Aomine de probarla.

El más alto se inclina con una sonrisa victoriosa y pasa su lengua lentamente por el cuello ajeno, provocando un notorio escalofrío en su pareja. Clava sus dientes en la tostada y suave carne del cuello, acción que provoca un suave jadeo en Kagami.

Las manos morenas no dejan de manosear todo el cuerpo de Kagami y de un momento a otro, contornea la figura de su novio y éste solo suspira avergonzado. Aomine sonríe divertido y desliza su mano de forma sensual y tranquila, hasta llegar al cinturón de su novio.

Si la sonrisa de Aomine ya era orgullosa, la que acaba de esbozar ahora es completamente la más engreída que tiene. Él ama que Kagami tenga las mejillas sonrojadas, el pelo desordenado y esa mirada que le pide a gritos que lo toque.

 

Su mano derecha viaja unos centímetros y queda justo sobre la entrepierna ajena. Un chillido muy poco viril abandona la garganta de Kagami y este da un pequeño salto por el repentino toque.

 

—Eso fue lo menos masculino que he escuchado en mi vida. —Sonríe entusiasmado, esperando que su chico responda algo sarcástico o incluso el típico “Ahomine”, pero no pasa. Kagami solo intenta calmar un poco su respiración y se queda mirando a su novio fijamente a los ojos.

 

Las palabras no son necesarias, si su mirada se lo dice todo.

 

Traga en seco y con su mano aún sobre la erección de Kagami, empieza a hacer presión. El frote no es demasiado desesperado, ni fuerte, ni rudo. Es calmado y hasta podría decirse que es dulce.

Kagami lloriquea. La mano de Aomine se mueve tan calmada y lenta, que lo desespera. Él no quiere que Aomine sea tan romántico ahora, él solo quiere terminar rápido para poder comenzar con la verdadera acción en casa.

 

Aomine mira el rostro de su chico y lo besa. Un beso un delicado y tierno.

 

 Kagami no quiere.

 

Aomine lucha un poco por mantener el beso en un simple roce, pero Kagami quiere más. Por lo cual empuja su lengua de forma insiste hasta que consigue meterla en la boca de su novio.

La lengua de Aomine quiere danzar una canción suave y lenta, mientras que la de Kagami quiere un ritmo más brusco y rápido.

 

Ellos no están en sincronía ahora. Para nada.

 

La mano de Aomine toca con tanta calma y pasión, que en un pequeño momento de desespero, lleva ambas manos hacia el botón y lo desabrocha, para luego bajar el cierre con torpeza.

 

—Espera un segundo. —reclama el tigre con un jadeo y las mejillas coloradas. Él no quiere correrse aún, quiere correrse junto a Aomine.

 

—Lo siento amor. —Le da un beso rápido en los labios—, Pero no creo que pueda detenerme ahora —susurra sobre los labios ajenos y de un tirón, baja el pantalón de su chico hasta las pantorrillas.

 

El miembro de Kagami está despierto y Aomine relame sus labios con lujuria al ver lo avergonzado que está.

 

—Eres sexy —susurra con voz ronca y vuelve a posicionar la palma de su mano en la erección ajena—. Tan, tan, tan jodidamente sexy. —Le da un beso en la sien y deja su frente descansado en el hombro ajeno.

 

—C-Callate —regaña con un suspiro y trata de tragarse todos los gemidos, pero le resulta imposible. Frunce el ceño frustrado y muerde su labio, intentado guardar silencio.

 

Al no escuchar ningún alarido, jadeo o reclamo. Aomine se detiene un momento.

 

— ¿Pero qué haces? —Frunce el ceño y vuelve a frotar su mano contra el miembro de su chico, solo que con un poco más de fuerza—. No trates de contener tu voz, torpe. Déjame oírte. —Se acerca hasta el rostro ajeno y le besa las mejillas.

 

—No, no hagas eso. —Esquiva los besos de Aomine, o eso intenta. Kagami cree que los besos en las mejillas y frente, son más íntimos y tiernos que en la boca, lo avergüenzan demasiado.

 

—Es tan emocionante hacer esto aquí, ¿Qué harías si entra un maestro de repente? —Mira con un aire divertido a su novio, pero este no responde y frunce el ceño.

 

—Harás que mi erección se duerma de nuevo. —Traga en seco.

 

—De acuerdo. No volveré a mencionar eso mientras te toco, ¿Si? —Le dedica una sonrisa ladeada—. ¿Últimamente te he dicho que te amo un montón? —Entierra su rostro en el cuello ajeno y se queda allí, oliendo el agradable aroma de su chico.

 

—No digas nada —pide con las mejillas sonrojadas—, ¿Vamos a hacerlo o te pondrás a decir mariconerías? —Intenta que su voz suene clara, pero los jadeos y suspiros le dificultan el trabajo.

 

—Me calienta tanto cuando te pones demandante —dice sin separar su rostro del cuello ajeno. Su mano hace más presión y se mueve de manera más rápida, acción que vuelve loco al tigre.

 

—Creo que me voy a venir —susurra avergonzado y niega con la cabeza, pero Aomine no se detiene y solo baja la velocidad de su toque, volviéndolo tortuosamente lento— ¡Ugh! ¡Que malo eres! —reclama con los ojos llorosos y mira hacia abajo. Su entrepierna está despierta, demasiado despierta para que Aomine este manoseándolo como si fuera un primerizo.

 

—No comas ansias —habla con voz ronca y besa el cuello de su novio con coquetería—, Tenemos todo el tiempo del mundo y quiero que disfrutes esto.

 

—No —susurra cerrando los ojos—, Pueden… pueden vernos —murmura de forma incoherente y entreabre los ojos, encontrandose con la penetradora mirada azulada de su novio. Kagami frunce el ceño asustado y luego desvía la mirada.

 

No importa cuántas veces mire esos ojos tan hermosos, él jamás podría ganar en una guerra de miradas.

 

—Nadie nos verá —le besa la sien—. Te lo prometo.

 

El movimiento de Aomine continúa siendo lento y pausado. Aunque Kagami diga que quiere detenerse y que no le está gustando nada, él estaría mintiendo de manera horrible.

Aomine sabe cuáles son los puntos que debe tocar, besar, lamer, soplar, morder, acariciar e incluso sabe que lugares debe mirar para volver loco a Kagami.

 

Pero de un momento a otro Aomine se detiene y deja a Kagami estupefacto.

 

—Vámonos —dice con voz seria.

 

— ¿Qué?

 

—Vamos a casa, ¿No me dijiste hace un rato que podrían vernos? Será mejor terminar esto allá ¿No crees? —Alza una ceja y Kagami lo mira lastimoso.

 

—Pero… no aguanto —murmura con voz quebrada—. Me quiero correr Aomine… por favor—ruega.

 

Si, últimamente Kagami está siendo conocido por rogarle a su novio que lo haga acabar y Aomine no puede sentir más orgulloso.

 

— ¿Por favor qué? —pregunta con voz confusa, aunque claro, todo esto es una trampa para oír con sus propios oídos lo que Kagami quiere.

 

—Hazlo… hazlo más rápido. —Se queda en silencio un momento y suspira—, Has que me corra —susurra apenado y Aomine sonríe con malicia.

 

Oh. Por. Dios.

 

Se acerca nuevamente a su novio y se inclina, dejando un casto beso en la erección de su novio. Kagami se estremece y mira atento a Aomine, pero este solo vuelve a ponerse de pie.

 

Kagami se desanima un poco, ya que el creyó que tendría una mamada.

 

Posiciona nuevamente la palma de su mano sobre el miembro de Kagami y comienzo a frotarlo con fiereza. Ya no quiere ser suave, ni pausado, ni calmado.

 

Estará contento con complacer a su novio y lograr que este se corra.

 

—Mi ropa interior —murmura en medio de jadeos y recarga su frente en el hombro ajeno—, Quítala o voy a mojarme. —Su voz suena tan dulce y frágil, que la erección de Aomine no ha bajado ni un poco.

 

—Si amor, lo quitaré en un segundo —responde con un gruñido.

 

La acción no dura demasiado, ya que Kagami acaba con un pequeño alarido y termina con su bóxer nuevo, completamente húmedo.

 

—Oh, olvidé quitarte la ropa interior —comenta Aomine, mientras mira fijamente la ropa interior de su novio.

 

— ¡Pero que idiota eres! —Regaña el pelirrojo con un enorme sonrojo en sus mejillas—, Ahora tendré que irme todo mojado y pegajoso y… ¡Que asco!

 

— ¿Tú estarás mojado y pegajoso? —Pregunta incrédulo—. ¡Pero si suena delicioso! —bromea divertido y Kagami lo fulmina con la mirada—, Está bien amor. La quitaremos para que no te sientas incomodo, ¿Bien? pero necesito ayuda. —Toma el elástico de la prenda y Kagami se desliza de la mesa, quedando de pie.

 

—Rápido, no quiero estar en pelotas en este lugar —reclama con las manos atadas.

 

Aomine obedece y antes de quitarle el bóxer, se toma toda la molestia de quitarle las zapatillas, el pantalón y así lograr la acción correspondiente.

 

—Aw, mira. —Alza la prenda húmeda—, Aquí están nuestros pequeños bebés —dice Aomine con notoria burla y Kagami se sonroja, en una mezcla de vergüenza e ira.

 

— ¡No mires eso! ¡Eres asqueroso! —Se remueve en su lugar, pero no logra desatar sus manos.

 

—Pero son nuestros hijitos —explica con un puchero y Kagami agacha la mirada.

 

Un silencio se forma en el salón. Aomine mira atento a Kagami, pero este solo mira hacia el suelo con vergüenza.

 

 — ¿Ahora podemos irnos a casa? —murmura Taiga con la mirada gacha.

 

— ¿Qué? —pregunta el otro con una sonrisa—, No entiendo lo que dices si estás mirando al suelo.

 

Kagami rueda los ojos y levanta la mirada.

 

—Vámonos —exige avergonzado.

 

—Me duele mi pipi. —Hace un puchero, en un intento de parecer tierno. Pero Kagami solo estalla en una gran carcajada—. Esto no es gracioso, podrían reventárseme las pelotas… lo más probable es que estén azules.

 

— ¿Y qué quieres que haga? ¿Las acaricio para que se mejoren? —bufa divertido y suelta un suspiro al terminar de reír.

 

—Tal vez si le das un besito…—murmura desviando la mirada.

 

—No pienso besar tus pelotas —confiesa mientras niega con la cabeza—, Yo no soy el chico de la enorme erección, ¿Por qué debería preocuparme de tu pipi?

 

—Tú eres el culpable de que mi pipi esté despierto —explica—, Me parece justo que me ayudes a calmarlo, si yo te ayudé con el tuyo.

 

—Tus razones son estúpidas. No pienso ayudarte. —Alza una ceja y Aomine lo mira con seriedad.

 

—Chupámela.

 

—No.

 

—Si.

 

—No quiero hacerlo. —Desvía la mirada y Aomine se acerca rápidamente.

 

— ¿Cómo es posible que no quieras hacerlo? ¡Mi entrepierna es deliciosa y hace mucho que no la chupas! Exijo que pruebes un poco ahora y luego me des tu opinión actualizada.

 

—Hablas como si meter tu pene en mi boca fuera la gran cosa. ¿Por qué tú no te metiste el mío en la tuya?

 

—Las mamadas no se me dan tan bien como a ti. —Se encoge de hombros—. Soy un chico de embestidas. Se me da mejor gracias a mi buen movimiento de caderas. —Mueve la pelvis de manera sensual y le sonríe coqueto.

 

—Claro. Recuérdame bloquear el canal de danza árabe cuando lleguemos a casa —comenta con sarcasmo y Aomine no puede evitar reír.

 

Él ama tanto cuando Kagami es sarcástico. Aunque en realidad, él ama a Kagami en general.

 

—Entonces tú te vas a agachar y…—Alza ambas cejas de forma significativa y Kagami rueda los ojos.

 

—No me apetece una ración de tu polla por ahora. ¿Qué tal si me desatas y vamos a casa?

 

— ¿Por qué no quieres hacerlo? ¿Es que ya no te gusta mi pene? —pregunta con exagerada tristeza. Hace un puchero, aunque él fracasa de inmediato ya que Kagami no dice un “Aw”, él solo rueda los ojos.

 

—Si lo hago ¿Dejarás de hacer esa mueca tan extraña? —pregunta con una sonrisa divertida y los ojos de Aomine se iluminan.

 

— ¡Si! —exclama alegre—. Prometo que nunca más la haré. —La sonrisa de niño pequeño, no desaparece de su rostro y esta se ilumina aún más cuando Kagami se arrodilla frente a él.

 

—Bajate el pantalón, amor —pide con las mejillas sonrojadas y Aomine obedece en un dos por tres—. Más te vale que no comiences a moverte, o te la voy a morder tan fuerte, que quizá hasta te la arranque —amenaza con seriedad y Aomine asiente repetidas veces.

 

Kagami acerca su rostro al erecto miembro de su novio y le da un pequeño beso en la punta. Esa sola acción logra que una corriente eléctrica recorra toda la espina dorsal de Aomine y se le erice la piel.

 

—No te preocupes bebé, te haré sentir muy bien —dice con una sonrisa y deja otro beso en la endurecida erección.

 

—No sabes cuánto te necesito. —Aomine suelta un suspiro y Kagami alza una ceja.

 

—No te estoy hablando a ti, tonto. Le hablo a tu pene.

 

—Ah…será mejor que cierre la boca. —Finge cerrar un cierre en sus labios y le sonríe.

 

Kagami niega con la cabeza y enfoca toda su atención en su nueva tarea. Él lame el glande con lentitud y saborea el gusto salado del líquido pre-seminal que acaba de comenzar a chorrear. Hace lentos movimientos con su lengua e introduce la cabeza del pene en su boca, dando una succión rápida.

 

Suena un “pop” cuando lo saca de su boca y alza la mirada, encontrandose con la mirada de su novio. Aomine tiene las mejillas tan sonrojadas como cuando se confesó y está mordiéndose el labio inferior.

 

«Qué lindo» piensa Kagami con ternura y se queda mirando a su novio durante un poco más.

 

La respiración irregular, el sudor, el cabello desordenado y la mirada suplicante hacen que Kagami se sienta demasiado excitado.

Aomine suspira y lleva sus manos hasta el cabello de su novio, para entrelazar sus largos dedos en los cabellos rojizos.

 

—Continúa —pide con voz temblorosa—, Porque si no acabo en tu boca, lo haré en alguna parte de tu cuerpo y quedarás aún más pegajoso —advierte y le sonríe con ternura.

 

Kagami no dice nada, él simplemente vuelve a introducir el miembro a su boca y no deja de mirar a Aomine a los ojos.

Balancea su cabeza de adelante hacia atrás y en cada succión, él intenta abarcar un poco más de la entrepierna de su novio. Claramente esta no es su primera vez mamándosela a Aomine, pero eso no quiere decir que él sea todo un experto chupando pollas.

Kagami cierra los ojos y se concentra en saborear la carne que entra y sale de su boca. Una pequeña línea de saliva se escurre por su barbilla y trata de no atragantarse. Él puede sentir como a cada empuje el miembro se adentra aún más y le toca la garganta.

Pequeños y roncos jadeos se escapan de la garanta de Aomine y este jalonea un poco el pelo de Kagami, causándole una sensación satisfactoria. Aomine solo hace eso cuando está demasiado complacido.

 

—Oh mierda —murmura—, Tus labios, tu lengua, tu… creo que hasta siento tu garganta amor —jadea con una fina gota de sudor resbalándose por su frente y da otro jaloneo al cabello ajeno.

 

Kagami intenta regular su respiración y sincronizarla con sus succiones. Él se está sintiendo algo ahogado ahora y no quiere arruinar la maravillosa mamada que está dando.

 

Aumenta un poco el ritmo.

 

—Si… sí. —Aomine es un completo manojo de gruñidos y jadeos. Aprieta con fuerza los ojos y siente que su vientre se contrae. No quiere acabar aún, no puede desperdiciar esta fantástica mamada—. Amor, intenta…, intenta hacerlo un poco más despacio —pide jadeante y Kagami frunce el ceño confundido. Sin embargo él obedece y succiona a un ritmo pausado. Casi tortuoso.

 

El plan de Aomine no resulta, porque él ahora puede sentir con mayor fuerza como la húmeda lengua de Kagami se desliza por su miembro y como los fríos y delgados labios de su novio lo envuelven por completo.

 

Mierda.

 

Justo cuando un cosquilleo aún más potente se apodera de su vientre, él gruñe y deja salir toda su cálida, espesa y blanquecina esencia.

Kagami se sorprende al sentir su boca siendo llenada de pronto y se asusta. Él se hace hacia atrás y el resto que no cae por su garganta, ensucia su rostro y su amado cabello. Aprieta sus parpados y cuando ya no siente nada más cayendo en su rostro, él abre los ojos y relame sus labios con una mirada lujuriosa. Solo esa acción basta que la erección de Aomine se levante como un resorte.

 

—Te necesito de pie —dice con las pupilas dilatas. Toma el antebrazo de su novio y lo ayuda a realizar la acción.

 

Sus rostros quedan demasiado cerca y sus ojos se conectan por un momento. No dicen nada, las palabras sobran en este momento.

 

Se besan con pasión.

 

Aomine corta el beso y empieza a dar besos cortos y húmedos por las mejillas, frente, cuello e incluso por la nariz de Kagami.

 

— ¿Qué te pasa? —pregunta divertido y no puede evitar sentirse extrañado al recibir tantos mimos.

 

—Es un premio por darme el mejor orgasmo de todos los tiempos —dice con voz suave y continúa dándole pequeños besos.

 

Oh. Kagami se siente tan querido en este momento.

 

—Ya basta, tonto. Me harás sonrojar. —Pero aunque diga eso, el sonrojo ha estado instalado en sus mejillas desde hace bastante tiempo.

 

—Te amo tanto —murmura en el oído de Kagami y le da una suave mordida al contorno de su oreja.

 

A Kagami le tiemblan las rodillas y suelta un suspiro suave.

 

—Yo también —responde con las mejillas abochornadas y deja su mentón recargado en el hombro de su novio. Las manos de Aomine acarician con suavidad su espalda y cierra sus ojos. Está relajado y se siente perezoso, sin embargo el repentino apretón a su trasero hace que toda su calma se vaya.

 

—Esponjo y suave —murmura con una sonrisa y estruja entre sus manos los glúteos de su novio.

 

—No he dicho que puedas tocarme —dice con voz divertida y se deja tocar. En realidad él ya está un poco acostumbrado a que Aomine apretuje, pellizque e incluso muerda su pobre trasero. Pero a él le encanta.

 

—Luz de mis ojos, ¿Podrías hacerme un favor? —Kagami rueda los ojos, porque él sabe que Aomine solo le dices de esa forma cuando quiere algo sexual a cambio.

 

— ¿Cómo me pongo? —pregunta resignado y Aomine deshace el abrazo, mirándolo fijamente.

 

—Con tu estomago recostado en la mesa. Y también trata de levantar lo más que puedas tu trasero… necesito verlo —explica relamiéndose los labios.

 

Kagami lo mira un momento y niega con la cabeza. Aomine está loco, piensa con una pequeña sonrisa.

 

De manera obediente se acerca a su mesa y con un poco de dificultad (debido a sus manos aún atadas) él recuesta su estómago sobre la mesa y eleva sus caderas, dejando a la vista su pequeña y rosada entrada.

 

— ¿Así está bien? —pregunta. Recuesta su mejilla en la fría mesa y vuelve a suspirar.

 

—Sí, estás perfecto así. —Aomine mira fijamente cada detalle del cuerpo de su novio y relame sus labios. Las piernas de Kagami son torneadas y gruesas, por no mencionar que tiene un buen trasero y desde su posición él puede ver perfectamente su entrada.

 

Por alguna razón le entran ganas de lamerla.

 

—Te haré el amor de tal manera… que preferirás la muerte a vivir sin mí. —Se inclina sobre el cuerpo de su novio. La espalda de Kagami está apegada a su pecho y el voluptuoso trasero de su novio también está demasiado cerca de su erección despierta.

 

— ¿Te han dicho que eres un arrogante? —Kagami no puede evitar reír y muerde su labio inferior cuando siente la dura erección de Aomine contra su trasero.

 

—Tú lo dices todo el tiempo —comenta con una sonrisa y deja un tierno beso en el cuello de su novio. Luego, lleva su mano derecha hasta la boca ajena y traza los rosados labios de su novio con dos dedos —, Necesito que los lubriques, bebé —pide en un ronroneo.

 

Kagami no dice nada y con timidez abre la boca. Aomine no pierde tiempo e introduce su dedo índice y medio en la boca de Kagami.

 

—Amo tu lengua —confiesa con un suspiro y se siente tan excitado al sentir como la lengua de Kagami recorre toda la longitud de sus largos dedos. Él no puede evitarlo y con un suave movimiento de caderas, simula embestidas al trasero de ajeno.

 

Kagami gruñe y con desespero empuja sus caderas, para que estas tengan más contacto con la piel de su novio. Kagami está ardiendo, él quiere sentirse lleno de Aomine pronto.

 

—Creo que con eso es suficiente. —Saca sus dedos de la boca ajena y los guía hasta posicionarlos cerca de la pequeña entrada—, Meteré uno primero, ¿Si? Te quiero relajado. —Dicho esto, introduce con cuidado su dedo índice.

 

Kagami cierra los ojos. Se siente tan incómodo en la posición que está y con las manos atadas. Sus ojos se ponen llorosos, porque le están doliendo mucho las muñecas y la invasión en su zona privada está sintiéndose demasiado bien.

 

— ¿Te está doliendo amor? —Pregunta Aomine preocupado y detiene el movimiento de su dedo, sin embargo no lo saca—, ¿Quieres que vaya un poco más lento?—Besa el hombro de su novio y espera una respuesta. No puede ver el rostro de Kagami, pero él puede sentir como su cuerpo tiembla y se tensa de vez en cuando.

 

—Y-Yo no soy un jodido virgen —dice sin aliento—, Date prisa.

 

Aomine sonríe, porque él ama tanto cuando Kagami es terco.

 

—Está bien —dice con una sonrisa—, En ese caso meteré otro dedo. ¿Está bien para mí no virgen novio? —dice divertido y se gana un gruñido de respuesta. Se remueve un poco sobre su novio e introduce el otro dedo.

 

Kagami muerde su labio con fuerza. Él no tiene relaciones sexuales muy a menudo para que se acostumbre a esta sensación tan extraña.

 

— ¿Tienes un condón? —pregunta Aomine, sin dejar de mover sus dedos.

 

—N-No —responde con un susurro y vuelve a morder sus labios.

 

—Ah. Creo que tengo unos en mi mochila. —Ladea la cabeza y observa como la susodicha está a casi dos metros de distancia—, Hum… Iré a buscarla —dice de mala gana y saca sus dedos del interior de su novio.

 

—No —solloza Kagami con voz rota—, No necesitamos el maldito condón. Ambos éramos vírgenes cuando tuvimos nuestra primera vez. Solo hazlo. —Suspira agitado y Aomine se queda de pie frente a él.

 

— ¿Estás seguro? —pregunta dudoso.

 

—Si. Yo no tengo razones para desconfiar de ti —confiesa. Traga en seco y trata de regular su respiración.

 

Aomine se queda mirando a su jadeante novio por un momento y él nunca se había sentido tan maravilloso en su vida. Kagami confía plenamente en él.  Es decir, él está dispuesto a tener relaciones sin protección, siendo que eso podría significar alguna enfermedad que pueda acabar con su vida.

 

Se acerca hasta su chico y lo sujeta con firmeza de las caderas.

 

—Te amo —dice con una imborrable sonrisa en su rostro. Toma su miembro con una mano y lo alinea a la entrada de su novio.

 

Kagami chilla cuando Aomine frota levemente la punta de su entrepierna desnuda con su entrada y se pone ansioso, él desea más contacto.

 

— ¿Te gustaría que te lo metiera de un solo golpe o que lo hiciera lento? —pregunta divertido al ver como Kagami mueve su cadera hacia atrás.

 

—Hazlo rápido —dice sin aliento.

 

—Al parecer estás impaciente —dice orgulloso y empuja levemente su erección, sin embargo no la introduce.

 

—Sí, estoy impaciente —confiesa en un jadeo—, ¿Podrías darte prisa? O él que terminará con algo en su trasero serás tú —amenaza con el ceño fruncido.

 

— ¿Si? ¿Y qué cosa terminaría en mi trasero? —Nuevamente empuja la punta de su pene.

 

— ¡Mi pie!

 

Aomine ríe ante la molestia de Kagami y le da una sonora bofetada en el trasero. Kagami chilla.

 

—Preparate —dice con voz sensual y mueve su pelvis, introduciendo lentamente la cabeza de su erección en la entrada de su novio. Lo hace lento, tan, tan lento que Kagami siente que lo está torturando.

 

—Eres un maldito. —Niega con la cabeza y las lágrimas se acumulan en sus ojos. Sus manos aún duelen y esta tortura terminará volviéndolo loco—, No es justo, no es justo que me hagas esto —regaña dolorido y Aomine ladea una sonrisa.

 

—No seas impaciente amor, eso no es sexy. —Con una sonrisa burlona, da una fuerte arremetida e introduce toda su erección de un golpe.

 

Kagami abre los ojos como platos y suelta un chillido bastante afeminado.

 

—Oh amor, extrañaba tu culito tan estrecho —murmura con los ojos cerrados y muerde su labio—, ¿Cómo es que eres tan apretado? Si cuando me dejas tocarte te lo meto hasta por las orejas —cuestiona con un gruñido y sujeta las caderas de Kagami con mayor fuerza. Seguramente sus dedos quedarán marcados, pero no le importa.

 

Aomine toma un pequeño impulso y comienza a mover sus caderas con lentitud. Es un movimiento bastante erótico si lo preguntan, porque efectivamente Aomine sabe mover sus caderas muy bien.

Las embestidas son suaves, pausadas e incluso dulces. Puede que Aomine tenga esta pinta de chico rebelde, irresponsable y salvaje, sin embargo él odia causarle dolor a Kagami. Podría lastimar a todo el mundo, pero jamás a él.

 

—Espera. Aomine. —Kagami se remueve contra la mesa y con sus ojos llenos de lágrimas sorbe su nariz y suspira.

 

— ¿Qué pasa bebé? ¿Te he lastimado? —Se detiene de inmediato y se inclina sobre su novio.

 

— ¿Puedes desatarme? —Pregunta tímido—, Me duelen las muñecas. —Sorbe su nariz y su labio inferior tiembla—, Me duelen mucho —solloza adolorido. Aomine escucha un momento la voz quebrada de su novio y un escalofrío le recorre todo el cuerpo.

 

—Lo siento. Lo había olvidado. —Separa su pecho y libera las muñecas de su novio.

 

Kagami suspira de alivio.

 

Aomine lo toma nuevamente de las caderas y continúa con su movimiento de adelante hacia atrás. Kagami solo se aferra a los bordes de la mesa y vuelve a recostar su mejilla en la fría madera. Aprieta los ojos cuando las estocadas se hacen más rápidas y Aomine suelta leves y sensuales gruñidos, Kagami ama escuchar la voz de Aomine porque es tan ronca y suave a la vez.

Por otro lado, Kagami gime, grita, llora e incluso chilla el nombre de su novio, porque Aomine acaba de golpearlo secamente en la próstata y él siente que está flotando en un mar de satisfacción.

 

Necesita que Aomine vaya más rápido.

 

—Diablos. —Aomine cierra los ojos y hecha su cabeza hacia atrás, sin poder detener las fuertes embestidas. Las paredes interiores de Kagami lo abrazan de una manera tan deliciosa y placentera, que incluso él ha pensado en quedarse allí para siempre.

 

El sudor y los gemidos inundan todo el salón y en un momento se escucha una fuerte bofetada, acompañada de un grito dolorido de Kagami.

 

— ¿P-Podrías no golpearme? —pregunta en medio de jadeos.

 

—Lo siento, pero es que amo demasiado tu trasero. —Le deja un beso en el hombro y continúa con sus arremetidas.

 

Kagami se aferra con mayor fuerza a la mesa y siente las piernas temblorosas y entumecidas. Probablemente él acabará pronto.

 

—Justo ahí —murmura cuando Aomine le pellizca un glúteo—, Pellizcame de nuevo —pide con voz temblorosa y suelta una de sus manos, para llevarla hasta su propio miembro.

 

—No amor, quiero que hoy te corras sin tocarte. —Suelta su mano derecha de la cadera ajena y toma el brazo de Kagami, dejándolo apresado a su espalda.

 

—No puedo correrme si no me tocas —solloza con los ojos rojos y Aomine muerde su labio.

 

—Tendrás que hacerlo. —Detiene su movimiento de caderas. Kagami no realiza ningún sonido o movimiento y Aomine saca todo su miembro.

 

—Tampoco puedo correrme si no haces eso —comenta en un susurro y Aomine se arremete sin consideración alguna, provocando que su novio abra la boca de par en par para soltar un estruendoso alarido.

 

— ¿Crees que puedas correrte si hago esto? —pregunta relamiendo su labio inferior. Kagami asiente con los ojos cerrados y Aomine prosigue con sus feroces arremetidas.

 

Los gemidos de Kagami incrementan y la placentera expresión que tiene su rostro indica que pronto acabará. El miembro de Aomine lo golpea con tanta fuerza que siente que podría morir gracias a los estremecimientos que está sintiendo.

 

Aomine sonríe al ver lo tembloroso que está su novio y apega su pecho a la espalda ajena.

 

—Acaba para mí, bebé —susurra en el oído ajeno y arremete con fuerza.

 

Kagami niega con la cabeza, porque él odia que Aomine actúe tan masculino y sexy, sin embargo no puede soportar por mucho tiempo las potentes embestidas. Su cordura se nubla cuando su novio le lame el contorno de la oreja y un gemido agudo provoca que su excitación explote como fuegos artificiales.

Aomine sonríe victorioso y continúa con las embestidas, aunque cuando está a punto de terminar, él sale del interior de Kagami y esparce toda su semilla en la espalda y trasero de su novio.

 

Kagami se queda un momento arrodillado y afirmado de la mesa. No está logrando calmar su acelerado corazón y al no poder conseguirlo, empuja el mueble y se recuesta boca arriba en el piso. Su pecho sube y baja como un loco, mientras Aomine lo mira atentamente.

 

—Uf, eso ha sido intenso —dice con un suspiro y se arrodilla frente a Kagami—. ¿Te sientes bien, amor? —pregunta con una pequeña sonrisa y separa con brusquedad las piernas de su novio, posicionándose entre estas.

 

— ¿Q-Qué haces, estúpido? —pregunta jadeando—. Ni creas que voy a dejar que lo hagas de nuevo. —Intenta cerrar sus temblorosas piernas, sin embargo Aomine las vuelve a abrir sin ningún problema.

 

—Hace un rato quise lamerte justo aquí. —Desliza su dedo índice sobre la rosada entrada y Kagami se estremece—. ¿Será demasiado para tu pequeño y adorable cuerpo si lo hago ahora? —Ladea la cabeza y mira fijamente a su novio. Kagami tiene los ojos llorosos y rojos.

 

—Sí, es demasiado. —Jadea—. Alejate ahora mismo.

 

—Tus ojos me dicen que quieren una segunda ronda —canturrea con una sonrisa y Kagami niega.

 

—Mis ojos no han dicho eso, idiota. —Niega nuevamente y conecta su mirada con la de su novio.

 

—Olvidé decirte que mejoré mis notas. —Se inclina hacia adelante y simula una embestida—, He cumplido con lo que te prometí amor, ¿Me darás un premio por eso?

 

— ¿No te basta con el que acabo de darte? —Muerde su labio.

 

—Eso no fue un premio. Yo te violé. —Simula otra embestida—. Y posiblemente lo haga de nuevo.

 

—No digas ese tipo de cosas tan a la ligera, imbécil. —Estira su brazo y le palmea el hombro con fuerza—. Es un tema delicado —gruñe con el ceño fruncido.

 

—Lo haré si me das una segunda ronda. —insiste con una mirada seria y Kagami rueda los ojos.

 

— ¿Para qué me preguntas si aunque diga que no, lo harás de todos modos? —Aomine separa un poco más las piernas de su novio.

 

—Quiero que me des tu consentimiento. —Toma su miembro y lo alinea a la entrada—, Quiero que me ruegues por esto, quiero que llores y que grites. —Presiona suavemente la punta.

 

—Ni en un millón de años —dice con una sonrisa victoriosa—, ¿Olvidas que te tengo en la palma de mi mano? —Aomine sonríe.

 

—Yo te tengo en la punta de mi pene —dice divertido y empuja con suavidad su entrepierna.

 

Una vez que todo su pene está en el interior de Kagami, Aomine comienza a embestirlo con suavidad. No es nada comparado al ritmo que tenía hace unos momentos y Kagami frunce levemente el ceño.

 

— ¿Quién te tiene en la palma de su mano ahora? —Pregunta con una gota de sudor deslizándose por su sien—. ¿Te gusta así, bebé? ¿Te gusta? —Sonríe al ver que Kagami le rasguña los brazos; notablemente enojado.

 

Kagami se retuerce, rasguña, muerde su labio y hasta aprieta los dientes. Pero él no pide más.

 

—Vamos, ruégame —habla Aomine con una sonrisa en sus labios y Kagami niega.

 

—Púdrete. —Le saca la lengua de forma infantil y Aomine se inclina para morderlo. Oh, Kagami es su perdición.

 

—Suplicame que vaya más rápido —susurra en los labios de su novio, mientras disminuye su movimiento de caderas, y queda en un sensual baile.

 

—No —dice negando con la cabeza y cierra sus ojos al sentir como su interior es invadido tan lenta y suavemente—, No vas a ganar. No ahora. —Muerde su labio y abre sus ojos para mirar la feroz mirada de Aomine.

 

—Vamos bebé. —Muerde con suavidad el mentón de su novio—, Tú sabes que no te gusta que te trate con tanto cuidado… Vamos. —Desliza su lengua desde la base del cuello, pasando por su manzana de Adán hasta acabar nuevamente en su mentón y darle otra mordida.

 

—Más rápido…—pide en un suspiro y Aomine sonríe.

 

— ¿Qué?

 

—Ugh, hazlo más rápido. —Entrecierra sus llorosos ojos y hace un adorable puchero—. Más rápido, apresurate... por favor.

 

—Aw, amor. —Aomine le besa los labios y recarga la palma de sus manos a cada lado de la cabeza de su novio, encerrándolo entre sus brazos—, Te daré justo lo que quieres —confiesa con los ojos brillantes y acelera sin problema alguno su ritmo.

 

Aomine mira a Kagami un momento y se inclina, comiéndose los carnosos y dulces labios de Kagami, los cuales le pertenecen solo a él.

La entrada de Kagami se contrae al sentir como lo golpean por segunda vez en la próstata y ahoga un gemido. Los labios de Aomine son su droga y él no quiere acabar con el pasional beso que se están dando.

Kagami entrelaza sus dedos en el cabello azulado y abre su boca introduciendo la lengua en la boca ajena. Aomine no pone resistencia y permite que aquel intruso se adentre.

 

Sus lenguas bailan una canción que conocen de memoria.

 

Aomine no deja de mover sus caderas de una forma obscena y suelta un gruñido cuando Kagami le jalonea del cabello.

No cortan el beso, por lo cual Kagami solo deja salir su líquido del amor y jalonea un poco más el cabello de su novio.

Aomine corta el beso e inmediatamente ataca el cuello de su novio. Muerde, lame y deja marcas de amor a toda vista.

Cuando siente su vientre contraerse, Aomine se prepara para salir del interior de su chico, sin embargo Kagami lo toma de la nuca y lo obliga a que vuelvan a besarse.

 

—Espera amor. Voy a correrme —advierte entre besos, pero Kagami no le hace caso y enrolla sus piernas alrededor de la cadera ajena.

 

Aomine no aguanta, y él puede deducir que quizá a Kagami no le molesta que él acabe dentro, y solo lo hace.

Kagami se retuerce al sentir como su interior se llena de un líquido caliente y por alguna razón se siente satisfecho.

 

Al acabar con su orgasmo, Aomine se deja caer sobre el pecho de su novio y Kagami suspira.

 

—Creo que ensucié tu uniforme —dice Kagami con un suspiro y Aomine se reincorpora, notando que su camisa está llena de semen.

 

—No importa. —Le besa la frente y Kagami se apoya de los codos.

 

— ¡Ugh! ¡Mi uniforme se ensució también! —dice con una mueca de asco.

 

Kagami desenrolla sus piernas de la cadera ajena, sin embargo Aomine no se pone de pie ni sale de su interior.

 

— ¿Sabías que cuando te estás moviendo, tus mejillas se sonrojan de forma muy adorable? —dice Kagami con voz curiosa.

 

— ¿Sabías que cuando te toco el trasero mientras lo hacemos tu agujero se retuerce mucho? Pareciera que te gusta que te pellizque allí —dice con una sonrisa.

 

—Cuando te rasguñé los brazos estabas sonriendo como un tonto.

 

—Cuando susurraste que fuera más rápido tu corazón latía como un loco —dice con una sonrisa divertida y Kagami frunce el ceño.

 

— ¡Cuando me pediste segunda ronda estuve a punto de darte un puñetazo en la cara!

 

— ¡Cuando me dijiste que un beso negro era demasiado para ti estuve a punto de meterte la lengua hasta que te saliera por la garganta!

 

— ¡Saca tu cosa de mí! —gruñe con falso enojo y Aomine sonríe.

 

— ¡Obligame!

 

—Cuando lleguemos a casa te meteré un pepino por el trasero —dice con un puchero.

 

— ¿No podría ser tu pepino?

 

—No, te has portado mal. —Aomine se reincorpora lentamente y con cuidado saca su miembro. Kagami siente un escalofrió al sentir su interior vacío.

 

—Eres un mal amante. —Se arrodilla frente a Kagami. Acomoda su ropa interior y el pantalón a su cadera.

 

—Aun así me amas. —Aomine lo ayuda a pararse. Una vez de pie, Aomine lo sienta con cuidado en una de las sillas y le pone el bóxer, el pantalón e incluso los zapatos—, Gracias.

 

— ¿Qué haremos con esto? —Dice señalando su camiseta empapada de sustancia blanca y Kagami ladea la cabeza con el ceño fruncido—, No me importa andar todo mojado y con olor a semen, pero supongo que tú no quieres eso. —Se encoge de hombros y Kagami suspira.

 

—Mi ropa de practica está sudadas y huele horrible —Frunce los labios—. Prefiero oler a semen, vámonos de una vez. —Se pone de pie y ambos comienzan a ordenar el pequeño desorden que ocasionaron.

 

[Caminando hacia el edificio]

 

—Kagami —nombra Aomine. Ambos van caminando con sus manos metidas en los bolsillos delanteros del pantalón, sin embargo comparten los audífonos del más alto.

 

— ¿Huh? —Ladea levemente la cabeza.

 

—Hay que repetirlo —confiesa con una sonrisa.

 

— ¿De qué hablamos? —pregunta despreocupado. Toda su concentración está en la buena canción que van escuchando.

 

—Obviamente hablo de ponerle los cuernos a tu novio en el salón de clases. ¡No sabes cuan caliente me puse! —exclama con una sonrisa burlona y Kagami rueda los ojos.

 

—Sacas buenas calificaciones en los próximos exámenes, y lo haremos.

 

— ¿Promesa? —Estira su dedo meñique hacia Kagami y éste sonríe enternecido.

 

—Promesa. —dice entrelazando sus dedos meñiques.

 

 

FIN

Notas finales:

esto no es amor, dijo el ritsu 


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