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Cocinando celos por ninnae

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Notas del fanfic:

Como ya sale más arriba es una continuación del fic de "Una noche de sexo, fresas y crema batida"

Disfruten!

Notas del capitulo:

Saint seiya ni sus personajes me pertenecen, son de propiedad exclusiva de Masami Kurumada.

Gracias por leer.

 

 

Cocinando celos

Radamanthys conocía muy bien las dotes de su novio cocinando suaves biscochos, al igual que su habilidad para conseguir todo lo que deseaba. No por nada había llegado a engatusarlo. Su dilema recaía justamente allí, pues el inglés pese a ser una persona segura de sí misma y de todo lo que tenía, Kanon se encargó de voltear todo su universo, y de paso descolocarlo en todo sentido posible. Cambiando su rutina en cada paso que el griego daba para introducirse en su día a día.

Al principio aquella noche después del bar, luego del show del sexo salvaje, las fresas y la crema, pensó que no sucedería nada más, y la intensa explosión de tensión sexual que había entre ambos se extinguió, pero la hoguera no hizo más que encenderse, y sus pensamientos se colaron hacia la presencia de Kanon, y vio un poco más allá del banal sexo, pues eran los ojos de Kanon, tan verdes y brillantes que lograron hechizarlo.

Los encuentros entre ambos en un principio fueron esporádicos, Radamanthys era el representante legal de una importante expresa de exportaciones a nombre de Hades  Heinstein en la ciudad de Londres; Kanon era un chef reconocido en la capital inglesa, cuyos platos y postres eran muy apetecidos entre comensales de alta alcurnia. Fue durante la fiesta de cumpleaños número dieciocho de la hermana menor de Hades Heinstein, Pandora, que Radamanthys se enteró de la profesión de Kanon. Y como no, justo como aquella noche en el bar, acabaron escapando de la fiesta y albergándose en una habitación de la mansión Heinstein para saciar la tensión formada entre ambos. Aiacos y Minos, dos amigos de Radamanthys no pararon de molestarlo, luego de hallarlo desnudo, con Kanon debajo él, arañándolo como si fuera un felino  marcando su propiedad. Luego de ese episodio la relación entre ambos fue inevitable.

Y ahora… Radamanthys estaba sufriendo una crisis de celos por las clases de pastelería impartidas por su novio. El inglés era consciente de lo bueno que Kanon era con las manos, en todo sentido pero esas manos solo le pertenecían a él. Sin embargo, su paciencia acabó de explotar cuando unos gruesos labios de color rosa estaban instalados en el cuello de Kanon, luego de volver de una de sus clases al hogar que ambos compartían luego de seis meses de relación en el centro de la ciudad. Un apartamento lo suficientemente amplio, con tres habitaciones y una sala de estar cómoda de al menos 20 metros cuadrados. Era algo que ambos podían permitirse. Kanon no le dio importancia, y e hizo oídos sordos a las quejas de su pareja, pues conocía bien el temperamento de Radamanthys. Lo que nunca se espero fue ver instalado a Radamanthys en la entrada de la clase, viendo como los demás alumnos ingresaban a la cocina donde impartía sus clases prácticas, aquel jueves por la tarde.

—¿Qué demonios haces aquí? —dijo Kanon con extrañeza, viendo a Radamanthys imbuido en el elegante traje que solía portar durante las mañanas, antes de partir a su rutina laboral.

El aludido levantó los hombros, no dándole mucha importancia.

—Vine a tomar una clase, como el resto de los que están acá.

Y esa fue toda la conversación que Radamanthys permitió. Kanon quedó con muchas más dudas que las respuestas que obtuvo. Su mirada se desvió al trasero de Radamanthys en cuanto este se incorporó en su puesto de trabajo en la cocina. El inglés se recargó sobre la encimera de color negro azulado, ignorando toda presencia de Kanon, buscando algo con la mirada. La atención de las personas presentes, y los saludos de los demás estudiantes, trajeron de regreso al heleno de su ensimismamiento. Kanon impartía ese curso de forma no especializada para personas adultas que solo querían aprender un poco más de cocina, por lo que los participantes eran muy variados. 

La tensión era evidente para los alumnos al ver la mirada fiera de su siempre jovial profesor, y en cierto sentido la presencia de Radamanthys causaba un estrés mental en él, que no lograba proyectar su despreocupada expresión. Por otro lado, Kanon agradecía que Thetis, la joven quien tuvo tal osadía de besarlo de esa forma en el cuello no hubiera aparecido todavía, pues estaba seguro que su pareja no tardaría en darse cuenta quien era la causante de los labios marcados.

La clase comenzó con un tosido por parte de Kanon para cortar la tensión. Radamanthys por su lado apenas se percataba que la mayor parte de la clase eran mujeres, y que su inusual presencia llamaba demasiado la atención. Aquel día la receta a revisar era un pastel de fresas con nata. Un escalofrío surgió en Kanon cuando revisó su programa de estudio, y la primera noche de sexo entre su pareja y él vino a su mente. Era claro que tenerlo allí con él, tan expuesto como estaba, usando el mandil de color rosa, que malvadamente le había tocado, estaba causando sensaciones que más tarde no podría llegar a controlar del todo. Kanon se sobó la frente con cansancio, mientras indicaba que podían comenzar con las indicaciones de la receta. Como en cada clase, Kanon se paseó por unos minutos viendo los movimientos de todos los estudiantes, un par de hombres, incluyendo su novio, y el resto no eran más de diez mujeres, que cumplían como podían con la estructura del biscocho. Por inercia Kanon tomó la mano de una mujer castaña que estaba batiendo mal los huevos, colándose por detrás y pasando por encima los brazos para guiarla. Radamanthys lo observó de reojo gruñendo internamente, mientras un caris serio se denotaba en su mirada. Justo entre el momento de sus cavilaciones, Thetis ingresó con cansancio por la puerta blanca del salón-cocina, afirmándose del marco, mostrando una sonrisa de disculpa dirigida claramente a Kanon. La rubia se acercó hasta donde estaba el heleno y lo besó con familiaridad en la mejilla, demasiado cerca de la comisura de su labio. Radamanthys dejó caer al suelo el bol donde tenía la mezcla para el biscocho, mientras observaba a Kanon con sus irises cargados de odio. Kanon se sintió cohibido por unos segundos, pero una idea perversa pasó por su mente. Una de las cosas que más amaba era provocar a su pareja y toda esa tensión, sería un excelente aliciente para procurar una salvaje y apasionada noche. Su plan ya estaba en movimiento, sin él mismo quererlo.

¡Oh, claro que sí!, para Radamanthys las provocaciones eran más que claras. Kanon adrede interactuaba de forma mucho más amistosa con las damas del lugar, haciendo rabiar al inglés en el proceso. Todo el orgullo estirado de Radamanthys había quedado por el suelo al ser parte de toda esa pantomima. Estaba cansado, los celos estaban quemando su estómago y Kanon… solo seguía provocándole. En una de sus maldiciones en inglés dejó con enojo la mezcla sobre el mesón que tenía frente él y con fastidio se limpió la mezcla que lo había salpicado sobre el rostro y el mandil rosa. La mujer que se encontraba al lado de él, aprovechó la situación para entablar un poco de conversación. A su percepción no todos los días especímenes como el inglés, iba a parar a esas clases de cocina. Con un pequeño trozo de trapo, limpió el rostro del rubio, pasando con cautela y suavidad la tela por el rostro, sonriendo con calidez. El inglés dio un plañido de frustración, no queriendo hablar con la mujer, pero…

—Tu mal humor, solo hace que tus facciones se vean aún más adorables —dijo con voz segura. 

Radamanthys creía haber visto aquella mujer en alguna ocasión, por lo que se quedó observándola con atención por mucho más tiempo de lo que exigía la educación, y eso hizo que Kanon desviara su mirada hacia su novio, que prestaba atención a la mujer de cabello plateado, piel lozana y blanca.

 —¿No me recuerda, verdad? Lord Wyvern.

La risa cantarina, y los ojos violetas y expresivos, le hicieron recordar a la dama del norte, relacionada por amistad poco usual con Pandora. Hilda Polaris, hija de uno de los muchos inversionistas de la multinacional de exportaciones, donde él era el representante.

—Hilda Polaris —soltó con cierta duda.

La mujer rio asintiendo, mientras lo ayudaba con la mezcla desastrosa que tenía a su lado.

—Es extraño verlo aquí. Lo hacía una persona de otros gustos, pero nunca es malo que un hombre se preocupe por la cocina. Pandora tenía razón al decirme que era una persona mucho más interesante detrás de esas facciones algo gruñonas.

Fue eso lo que hizo que Kanon abandonara su plan de celos-novio-noche salvaje. La clase ya estaba bien avanzada y ver a su novio dirigirse de esa forma tan familiar con una mujer ajena que él ni conocía, le molestaba, más cuando esta tuvo el descaro de colocarse a su lado y guiarlo como si de un niño se tratara, acariciando las manos del inglés con suavidad, mientras hacía movimientos circulares para esponjar el biscocho y preparar la nata.

Al momento del horneado, Kanon, ya no pudo más, y le arrebató a Radamanthys el molde donde la mezcla descansaba, y lo jaló de la muñeca, mientras le entregaba a Hilda, una mirada dura, a pesar de las corteses palabras que le dedicó.

—Yo me encargó de él, señorita Polaris, debo hablar algunas cosas con mi novio —mencionó recalcando la última palabra.

Lo último que Kanon gritó al resto de la clase antes de salir del salón-cocina, fue que no quemaran nada. Por dentro Radamanthys no sabía si golpear a Kanon, o dejarse seducir por el obvio enojo que gobernaba al heleno. 

Sin embargo, Radamanthys no se pudo debatir mucho cuando Kanon lo llevó a un salón vació, donde  arremetió contra su boca, mientras sus manos se colaban por todo su cuerpo, quitando de un movimiento el mandil rosa.

—Es suficiente, solo debes prestarme atención a mí, estirado idiota.

Radamanthys bufó con burla, separándose unos centímetros.

—Justo como tú, cuando coqueteabas con esa mujeres…

Kanon no le dejó acabar, pues en esos momentos, el enojo y celos por parte de ambos eran mucho más fuerte. La mordida en el cuello de Radamanthys era la señal más clara de que no alcanzarían a llegar hasta su hogar antes de sucumbir a sus bajos instintos, y justo como aquella primera noche ambos se dejaron llevar, durante los cuarenta y cinco minutos que quedaban de clases. Los gemidos de ambos eran fuertes y claros. 

Thetis que había ido a buscar a Kanon, a quien ya conocía de antes, y que tomaba sus clases por recomendación de su amigo Baian, solo rio al escuchar la actividad que distraía a su maestro de cocina. Definitivamente, el haber jugado esa treta de los labios sobre su cuello fue una buena jugada. El escuchar de Kanon, lo celoso y posesivo que solía ser su pareja, pero que su seriedad a veces no dejaba que se expresara como él quería, hizo que la idea surgiera en su mente. Después de todo, el griego le agradaba, y la clase era mucho más divertida con un par de dos excelentes especímenes masculinos mostrando la soberanía que tenían el uno sobre el otro. Finalmente Thetis rio, debería dejar ese tipo de pasatiempos, antes de que Baian y el resto de sus amigos volvieran a regañarla, pero ahora… los quejidos de la sesión de sexo que estaba escuchando, eran suficiente para satisfacerla. Se alejó con una sonrisa en los labios, pensando en su pastel que ya debía estar cocinándose.  

 

~FIN~

 


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