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La cena de los idiotas por Sh1m1

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Notas del capitulo:

Un oneshot Snack que llevaba días rondando mi cabeza. Es semi AU porque aquí no existe Voldemort, y el incidente en la casa de los gritos se dará en el último año.

 

Tenía necesidad de algo así, no es lo que suelo escribir, o eso creo. 

 

 

 

Severus salió a tomar aire, realmente lo necesitaba. Aquella cena estaba destrozando todas las barreras que se había puesto a sí mismo.

 

 

El aire de la noche londinense podía rasgarte el alma si no eras prudente y no lo tomabas de a poco. Así que llenó sus pulmones poco a poco, como si se lo bebiera. Ese acto le serenó un poco, se daba ánimos a sí mismo. Solo un poco más, se dijo.

 

 

Estaba en la mansión Black, el hogar de su compañero de casa Regulus Black con el que nunca había mediado ni media palabra en todos aquellos años.

 

La oferta de asistir a una cena en su casa con unos pocos compañeros más le pareció inusual. Pero era la primera vez que le invitaban compañeros de Slytherin a alguna reunión. Ese había sido su fallo. Querer pertenecer algo.

 

Y allí estaba, tristemente por una vez no estaba fuera de lugar. Encajaba perfectamente con la temática de la cena.

 

 

 

Cada uno de los amigos de Regulus había llevado un acompañante, en cuanto vio al grupo supo de qué iba el asunto. 

 

Un grupo de inadaptados de Hogwarts estaba sentado a la mesa, junto al grupo más selecto de Slytherin que los miraban conteniendo lo que sabían eran risas.

 

Severus agachó la cabeza, como siempre hacía y se sentó a la mesa. Los manjares en ella eran algo que en Hogwarts nunca había comido. Muchísimo menos esos platos hubieran sido posibles en su casa paterna.

 

Escuchó las risas, y las conversaciones de los comensales. Como uno a uno, los invitados de los Slytherin hacían lo que sus anfitriones habían querido para aquella reunión.

 

Se excusó con Regulus para ir a respirar, era consciente como todos le miraban ávidos por que llegara su momento. Y sabía que llegaría, para eso había sido llevado allí.

 

 

 

 

 

Tenía que recomponerse, siempre había estado por encima de las humillaciones que otros habían tratado de infringirle. Pero notaba como había sido tomado con la guardia baja, y como esa noche le estaba haciendo tambalear.

 

 

Un nuevo suspiro que acabó roto por una voz demasiado conocida no muy lejos.

 

—No deberías haber aceptado, Snivellius.—Black, pero no Regulus, sino Sirius parecía una sombra más del jardín. Lo que primero vio fue la tenue luz de su cigarrillo antes de que lo aplastara contra el suelo.

 

 

—Piérdete.—No estaba preparado para enfrentarse en ese momento con Sirius. Ni siquiera se le pasó por la mente encontrárselo allí con la tensa relación que parecía tener con su familia.

 

—Estás en mi casa, cuida esa lengua si no quieres perderla.—Se le acercó como siempre hacía, invadiendo su espacio vital. Dio un paso atrás, pero tampoco quería ser visto por los de dentro.

 

Se calló, no tenía más remedio. Sirius era compañero de clase, un estúpido Gryffindor que se creía mejor que nadie. Jugador de Quidditch y gigoló oficial de Hogwarts. 

 

Hacía meses de la última vez que estuvieron tan cerca y aún el recuerdo le hacía estremecer de terror. Casi ser devorado por un hombre lobo iba a estar dentro de los peores recuerdos de su vida. Quizás por eso, por haberle llevado casi al borde de la muerte, o porque Potter había conseguido a la chica de sus sueños. Sus burlas habían cesado. 

 

Ese periodo de paz quizás era el que había dado vía libre a sus propios compañeros a asumir el mismo papel del cuarteto de Gryffindor.

 

 

 

—¿Por qué has aceptado? Eres molesto pero no idiota—le dijo el moreno. No pudo evitar mirarle, quizás fuera una de las personas que más odiaba en este mundo después de a su padre y James Potter. Pero eso era lo más cercano a un halago que había escuchado en su vida.

 

—No te importa—confesó, cansado. 

 

 

Tristemente, y a pesar de que Sirius era una de sus pesadillas en Hogwarts, era lo malo conocido a lo peor por conocer allá adentro.

 

—¿Y merece la pena?—preguntó mientras sacaba otro cigarrillo de su chaqueta y lo encendía con un simple chasquido de dedos.

 

Severus lo miró más tiempo de lo que hubiera debido. Severus se esforzó por no mirarlo, pero Sirius siempre había tenido algo que hacía imposible no mirarlo. 

 

Aquella imagen inusual, ambos hablando tranquilamente. Preguntándole como si de verdad le importase..

 

—No.—Esa fiesta había mermado sus barreras y su inestable seguridad.

 

 

Ambos permanecieron en silencio unos minutos, en una extraña comunión. Pero no podía alargar más su ausencia, solo deseaba marcharse de allí cuanto antes.

 

 

—Buenas noches—dijo Severus tomando valor para volver a entrar.

 

—No entres, lo que pase allá adentro, créeme, puede acabar por romperte de verdad.—Le agarró del antebrazo parando su movimiento en seco.

 

—¿Ahora te preocupas por mí?—se rió despectivamente.

 

—Mis bromas no son nada con lo que ellos te harán...

 

 

Severus tembló, veía las connotaciones que estaban tomando las insinuaciones de los Slytherin. ¿Serían capaces o solo era un modo más de burlarse de sus invitados?

 

Dudaba, con el pomo de la puerta en la mano. ¿Cuándo había resultado sensato creer en Sirius? 

 

—¿Cómo salgo de aquí?—dijo sabiendo que iba a arrepentirse.

 

Notó como era agarrado de la muñeca y tirado hacia el cuerpo ajeno. 

 

—Cierra los ojos—escuchó antes del consabido tirón en el ombligo que provocaba la aparición.

 

Cuando sus pies tocaron el suelo seguía pegado a Sirius. Este no le soltó hasta que Severus forcejeó con él.

 

No iba a confiar en él, sería un estúpido si lo hiciera. Con su varita preparada miró al rededor. Estaban en un callejón oscuro.

 

—¿Dónde estamos?—preguntó aún mareado.

 

—Fuera—dijo mientras echaba a andar hacia fuera del lugar.

 

Severus le siguió sin bajar la guardia, bajarla sería un suicidio.

 

Debía estar en algún lugar del centro de Londres, él nunca había estado en la ciudad salvo para tomar el expreso a Hogwarts.

 

Sirius lo empujó de vuelta al callejón y no le dio tiempo a defenderse cuando sacó su varita y le lanzó un hechizo. Siempre había sido más rápido que él en un ataque, no debió descuidarse, aunque supiera que contra Sirius en ese terreno jamás ganaría.

 

Pero no pasó nada, no notó nada. 

 

—Aquí las túnicas no se estilan—le dijo apartándose de nuevo. Severus se miró y su túnica vieja y raída era ahora un abrigo negro tres cuartos.

 

Esa noche estaba siendo de lo más extraña, salió de callejón desde donde se oían las voces de un gran número de personas.

 

La calle principal era luminosa y había muggles bebiendo y riendo por doquier. Los pocos muggles que había conocido no eran así, en su barrio la gente era tan pobre como su familia y los grupos siempre eran de matones con los que era mejor no encontrarse.

 

Siguió a Sirius porque no sabía qué hacer allí, rodeado de una muchedumbre.

 

—No te pierdas, Snivellius—le dijo Sirius con esa sonrisa suya torcida.

 

—Mi nombre es Severus—se quejó a lo que el otro le ignoró completamente. 

 

Nadie le miraba, la gente estaba a lo suyo y Severus lo agradeció. Todo el camino fueron sorteando gente hasta que Sirius se paró delante de un local que parecía abandonado.

 

—Vamos, es aquí.—Y entró sin mirar atrás.

 

El lugar también parecía animado, pero el entorno le era más familiar. Aquel era un lugar mágico donde su túnica reapareció automáticamente.

 

—Aquí hay una chimenea—le dijo Sirius.

 

—Gracias—se sintió extraño agradeciéndole algo a Sirius.

 

—Me la debes.—Eso ya iba teniendo más sentido.

 

—¿Qué quieres?—Al final todo tenía un precio, ¿cierto?

 

—Quédate y tomemos una pinta juntos—Ese era el pedido más extraño que había recibido nunca.

 

—¿Solo eso?

 

—Sí, es aburrido estar en esa casa.

 

Severus miró al rededor, la gente también estaba allí entretenida charlando, bebiendo y algunos que otro intimando un poco de más para su gusto. Pero él no había salido jamás a un lugar así, siendo sinceros no había salido nunca a ningún sitio. Ni siquiera a Hogsmeade.

 

—Una pinta.—Nunca había tomado una,  pero podría hacerlo. Sirius sonrió y Severus sintió un escalofrío en su piel. A él nunca le había sonreído así. Apartó la vista y siguió a Sirius hasta una mesa.

 

Un camarero les trajo dos jarras de cerveza muggle que le supo a rayos. Y se dio cuenta que aquello era una mala idea. Sirius y él no eran amigos, nada más lejos de la realidad. ¿Qué iban a hacer los dos allí?

 

—Es raro ¿verdad?

 

—Espeluznante—aclaró.

 

Sirius volvió a reír, y Severus miró su jarra. 

 

—¿Cómo pudiste caer en una así, Snivellius?

 

—Mi nombre es Severus—dijo para no tener que contestar.

 

—No morirás por contestar, créeme, lo he probado en mis propias carnes—dijo con su media sonrisa.

 

Pero Severus no contestó, ¿qué iba a decir? Que quería tener amigos, que había caído como un imbécil, como todos los idiotas que también habían ido a la cena.

 

El tiempo pasó y ninguno dijo nada más mientras bebían.

 

—¿Qué vas a hacer cuando acabemos la escuela?—le preguntó de nuevo—¿Estudiarás la maestría en pociones?

 

—¿Por qué piensas eso?

 

—Eres bueno en pociones, ¿no?

 

—No, buscaré trabajo y me iré de casa.

 

—¿No seguirás estudiando? No hay alguien que tenga más pinta de seguir estudiando durante toda su vida que tú, y quizás Remus.

 

Severus sintió que era cierto, a él le encantaría seguir estudiando pero no tenía posibilidades.

 

—No tengo dinero para ello.—Esa extraña cercanía y que le hubiera ayudado a salir de aquella cena le estaba soltando la lengua, quizás la maldita cerveza también estuviera contribuyendo. Se iba a  arrepentir, pero nunca nadie le había preguntado qué iba a hacer en el futuro. Era como una caja que no conseguía cerrar.

 

—Entiendo.

 

Pasó un rato más, el silencio era incómodo, al menos para Severus. A Sirius se le veía tranquilo, siempre le había dado esa impresión. Podía estar cayéndose media escuela y el estaba con esa pose de que todo le daba igual. 

 

Unas chicas que estaban en la mesa de al lado le estaban mirando y riéndose igual que lo hacían las chicas de Hogwarts cuando estaban allí Sirius y James. Este les guiñó un ojo y las chicas parecía que fueran a levitar.

 

—¿Tú qué piensas hacer cuando acabes la escuela?—preguntó sorprendiéndose a sí mismo, quería volver a tener su atención y se sintió ridículo.

 

Los ojos grises de Sirius le miraban curiosos.

 

—Auror—dijo orgulloso.

 

—Ahm.

 

—¿Qué?

 

—Nada.

 

—Dilo.

 

—Pensé que serías jugador de Quidditch—dijo Severus.

 

—Eso es para James, yo soy alguien más de acción.

 

—Pensé que erais siameses.

 

—Y yo que no tenías sentido del humor.

 

Severus se encogió de hombros pero sonrió mirando hacia abajo.

 

Sirius apuró su cerveza de un trago.

 

—¿Quieres otra?

 

—No, mejor no.—Demasiado por un día, demasiado de Sirius, de este Sirius para ser preciso. 

 

Se levantó y volvió a darle las gracias, era tan extraño, antes de entrar en la chimenea le dio una última mirada. El grupo de chicas miraba a Sirius como si fueran a comérselo, pero este solo le miraba a él, de un modo intenso que aceleró su corazón.

 

 

o0o

 

Sirius iba caminando de vuelta a su casa, hacía frío para aquellas fechas, pero prefería caminar. Había sido una noche sorprendente, no iba a negarlo. Recordaba cada gesto de Severus, hasta lo había visto sonreír. 

 

 

Cuando llegó a su casa, la fiestecita de su hermano había acabado. 

 

—Dame lo que me prometiste—dijo Regulus a su espalda. Sirius resopló, le soportaba lo justo para no romperle la cara. O quizás ni eso.

 

Sacó algo que había llevado con él toda la noche, algo que le pertenecía por derecho. El anillo de los Black que como primogénito le habían regalado en su octavo cumpleaños. 

 

Sabía que sus días en esa casa estaban contados, pero aún así era algo de lo que le había costado desprenderse, había pensado en cuanto disfrutaría cuando esa reliquia familiar desaparecería con él. Su madre colapsaría. 

 

—Disfruta tu tesoro, sanguijuela.

 

—Lo dices tú—dijo Regulus guardándose el anillo dentro de su túnica—. No tengo nada en contra de Snape, me parece una crueldad lo que le has hecho esta noche. 

 

—Me importa una mierda lo que tú pienses, creía que habíamos llegado a ese punto hace años—dijo Sirius dejando a su hermano para marcharse a su habitación.

 

Llevaba meses sin poder acercarse a Severus, una necesidad demasiado grande de tenerlo siempre a tiro. Pero desde el incidente en la casa de los gritos, con Dumbledore observando todos sus movimientos y James obedeciendo los deseos de Lily de dejar en paz a Severus, su diversión se había ido a la mierda.

 

Había tenido que organizar toda aquella pantomima para aparecer como un héroe salvador ante él.

 

Esto le dejaba la puerta abierta a un acercamiento mucho más íntimo, había notado el rubor en sus mejillas cuando lo agarró para aparecerlos juntos y de nuevo cuando se giró antes de entrar a las llamas.

 

Esa iba a ser su broma definitiva, la última de aquel año, la última de sus años de escuela.

 

Iba a hacer que Severus Snape se enamorara de él.

 

 

Notas finales:

Ya sé que escribo cosas flufflys pero esta idea me pudo. 

 

Podemos odiar juntos a Sirius.

 

 Shimi.


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