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"GRANADA" por Akatsuki-san

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Abarai Renji estaba teniendo bastantes problemas para poder conciliar el sueño, había tanto que pensar; no había orden en su cabeza… solo un montón de ideas  inconexas y sin sentido dando vueltas de manera tormentosa. Suspiro cansado y nuevamente se movió a otra nueva posición esperando que fuera suficiente para traerle paz, pero sus pensamientos no lo dejaron tranquilo. Los últimos sucesos de su vida (que ya era bastante larga) parecían complicar su existencia cada vez más.

No podía culpar a nadie, después de todo Byakuya había hecho su parte hace días al hablar con su clan acerca de su muy inapropiada relación; con todo ese caos, el líder y su consejo habían logrado llegar a un acuerdo luego de discutir por horas.
Como consecuencia uno de los dos tendría que renunciar a su puesto dentro del Gotei 13.

Byakuya era bastante considerado al tratar de discutirlo con Renji, pero para el pelirrojo las cosas resultaban más claras que el agua, era obvio que Byakuya no renunciaría a su puesto e incluso el podía asegurar que la posición de Byakuya dentro de los trece escuadrones era vital; mucho más que el propio. Aún así,  en todo ese tiempo Renji se había esforzado años para llegar a donde estaba, se sentía orgulloso de haber podido sobresalir entre su generación, de sobrepasar las burlas y humillaciones de aquellos compañeros que se creyeron mejor que él por haber nacido en la nobleza, su puesto como teniente era todo lo que Renji tenía y  ahora prácticamente estaba a punto de perder todo si quería permanecer al lado de Byakuya.

“¿Valía Byakuya la pena?” Su cabeza azotó contra la almohada.

En ocasiones la vida perecía ser tan injusta.

Tanto el pelinegro como el deberían de estar pensando seriamente en su futuro. El pelinegro tampoco la tenía tan fácil, pensó.

Byakuya ya había quebrantado la ley dos veces anterior mente, la primera fue su matrimonio con Hisana, luego la adopción de Rukia, comparadas con ellas dos... Renji era todo un caso; carecía de elegancia natural, no tenía mucho encanto para ser sincero… era brusco, infantil en ocasiones, bastante testarudo y precipitado.
Era impulsivo en ocasiones, le costaba callarse y guardar su opinión sobre temas que no le concernían y como corona, terco. Era bruto en toda la extensión de la palabra y aún así Byakuya podía hablar sin vacilar acerca del amor que le profesa. Que habría visto el noble Kuchiki en él.

Siguiendo con su reflexión, el pelinegro había cambiado tanto después de la traición de Aizen. Tal vez no era un cambio tan extremista y radical pero su personalidad se suavizó un poco, fue más tolerante con los demás y un poco más paciente con las personas. Ichigo decía que Byakuya sé había ablandado, tal vez era cierto.

Renji nunca podría saber a ciencia cierta que pasaba por la mente del noble, pero mientras pudiese pasar tiempo a su lado e ir descifrando aquellos enigmas  que ocultaba, sentía que le bastaba.

Tal vez no tenía nada que pensar desde un principio. Tal vez solo se están sugestionándose todo demasiado.

[…]

La mañana era bastante agradable como se podía esperar de un día de invierno… la nieve cubría literalmente cada rincón del Seireite o a donde quiera que dirigieras la mirada. Mientras caminaba hacia su división con una resolución y determinación en su mente  no pudo evitar prestar más atención a esos pequeños detalles que nunca tomo en cuenta,  recordar la primera vez que recorrió estos mismos pasillos, llegó al escuadrón seis con la insignia de teniente orgullosamente  decorando su brazo izquierdo, recordó la mirada sorprendida de muchos compañeros que reconoció estudiaron a su lado en la academia de arte espiritual y en algún momento de sus absurdas vidas encontraron divertido hacerlo sentir inferior a ellos.

Recordó el nervio que sintió en su estomago cuando cruzó las puertas y sé encontró con su objetivo de frente… justo como lo recordó como aquella primera vez, Byakuya era imponente incluso sin la necesidad de mostrar su presión espiritual, su mirada podía arrancarte el habla en un instante, su voz retumbaría en tus oídos con esa timbre grave y sedoso. Su fuerte aura impondría y exigiría respeto junto con  admiración incluso sin la necesidad de pedirlo. 
Renji podría hundirse en los ojos de Byakuya y no tendría miedo a ahogarse.

Sus piernas temblaban con cada paso que daba hacía su superior su mente era un caos mientras trataba de encontrar las palabras correctas para hablar y no parecer tan torpe como realmente era, venía de la división once; catalogada como la peor de todas, un montón de animales salvajes sin educación con amor a la batalla, bestias sin inteligencia… que habría visto el noble Kuchiki Byakuya en un muchachito de la onceava. Hoy en día los pocos capitanes que quedaban de aquel entonces conservaban en sus mentes la respuesta a esa interrogativa. Era el par más dispar dentro de los altos mandos de las divisiones y sus opuestos eran tan marcado que causaban gracia a algunos. Era como esas extrañas series humanas donde los protagonistas por lo general eran un joven apuesto y adinerado y la mujer pobre de clase trabajadora desde joven. Más de uno se divirtió a expensas de él.

Fue horrible sentir miedo de algo que tenía que serle irrelevante. Tenía miedo al fracaso, a fallar y demostrado que aquellos que se burlaron de él en aquel tiempo no se equivocaban. El lado divertido de todo este asunto era  que aquellos que le faltaron al respeto ahora estaban bajo su mando, la vida podía ser irónica, pero a Renji no le quedaron dudas de que el karma existía.

Recordaría siempre como Byakuya solo lo miro despectivamente por unos escasos segundos para volver a su trabajo.  Extrañaría pasar tiempo con sus subordinados que a pesar de sus roces, Renji había logrado ganarse el respeto y admiración de muchos de ellos e incluso podía considerar a algunos como amigos. Extrañaría la tabla que crujía cuando se dirigía a la cocina del cuartel, o las pequeñas muescas de pintura en su escritorio a causa de sus descuidos con la tinta. El olor del papel nuevo, los saludos que recibía en las mañanas o cualquier hora del día que se encontrase, el árbol de Sakura que en varias ocasiones le brindo sombra después de un largo día entrenado y que aún se alzaba orgullosamente haciendo alarde de su sobrevivencia a todas las guerras y las que vendrían.

Al momento en el que Renji entro a la oficina era innegable que estaba llorando incluso si él mismo Renji no se había dado cuenta. Su resolución lo tomo de golpe y solo pudo dejar su saludo suspendido en el aire mientras Byakuya lo abrazaba. No fue un llanto desesperado, no hubo gritos desgarradores ni maldiciones de por medio, solo una infinita tranquilidad y quietud que no había sentido hace años. Inhalando el aroma a menta y Sakura de su futuro esposo Renji encontró la tranquilidad que necesitaba para dejar de llorar.

¿Todo en orden teniente Abarai? –
– Sí, al fin… todo parece estar en orden capitán. –

Sonrió como solo Renji sabía hacerlo y decidió que era tiempo de volver a sus tareas del día, tenía le intención de aprovechar al máximo cada minuto que le quedará dentro de su división.

Con cuidado se soltó de los brazos de Byakuya y camino hacia su escritorio para comenzar. Las pilas de papeles ya estaban bien dispuestas cubriendo gran parte de la superficie. Como siempre se preguntó ¿De dónde venía tanto papel? Y ¿por qué rayos siempre eran los mismo formatos? Lo único bueno de todo esto, era el echo de que sus manos sabían donde escribir y que es escribir de memoria, años llenando los mismos documentos al menos habían dejado algo bueno.

Desde la guerra contra los Quincy’s las cosas se habían vuelto bastante tranquilas y tomando en cuenta también la guerra de invierno; eran pocos los avistamientos de Hollows en el mundo espiritual. En el mundo humano podría ser otra cosa, pero raramente se envió a un teniente o a un capitán al mundo de los vivos.

La vida era últimamente más aburrida, nuevamente volvía a estar encadenado a su escritorio.

El sonido del pincel raspando suavemente la hoja parecía más ensordecedor que de costumbre, el sonido ensordecedor que hacía la manija del reloj al marcar el tiempo transcurrido de manera intransigente.

Renji observó a su capitán por un instante, lo tranquilo que Byakuya parecía en ocasiones le causaba más estrés; como era posible que Byakuya no se desespera de todos los papeles que llegaban, es más… Byakuya tenía que hacer el doble de informes de los que el mismo debía llenar; más a parte los asuntos de su clan, en los años que Renji había estado a su lado nunca escuchó una sola queja de parte del moreno.

Ambos era tan opuestos, y aún así sé sentía que encajaban perfectamente, como dos piezas del mismo rompecabezas.

Renji pertenecía a Byakuya, como Byakuya pertenecía a Renji; tan simple como eso.

El ruido en los pasillos llamo su atención y decidió investigar que sucedía.

Nuevamente por alguna extraña  Rikichi lidiaba con las mariposas demoníacas, Renji río un momento para su propio deleite, sin duda extrañaría momentos como estos cuando se retirará.

Nunca entendió por qué las mariposas seguían tanto a éste joven y por qué Rikichi seguía siendo su encargado. Era absurdo.

Con calma se dirigió a dónde estaba el chico luchando contra estás, en un instante casi  todas las mariposas se encontraban dentro de  su respectiva jaula de transporte.

Gracias Abarai fukutaicho. – dijo mientras hacía una inclinación respetuosa.
No es nada. – Renji se quedó mirando a las mariposas más tranquilas ahora, atrapadas en esa jaula de escaso espacio… un nudo de formó en su estómago y de un momento a otro pareció sentirse mal.
Esperaba que sólo fuera un pequeño malestar y no un mal presagio.

¿Sucede algo Abarai fukutaicho?
No… no sucede nada. Nada malo en lo absoluto. – susurro mientras su mirada se dirigía a la única mariposa que se resistió a ser atrapada.

 


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