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Magnetismo animal por Marbius

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Notas del capitulo:

Próximo capítulo: CC: 11-mar/SC: 25-mar.

2.- La rata y el ciervo de Remus.

 

En quinto curso, los rumores en torno a Remus explotaron como una baraja de snap mal empaquetada.

De ser el alumno de los primeros cursos que se mantenía para sí y sólo conversaba con sus amigos, que seguido volvía de visita a visitar a su madre enferma y parecía no tener buena salud la mayor parte del tiempo, pasó a convertirse en quinto año en un adolescente alto y que se desenvolvía con naturalidad, todavía reservado pero de una manera misteriosa y no tímida como antes, y aunque con abundantes cicatrices e igual torpeza para hacérselas, ahora en cambio atraía la atención de las chicas y chicos por igual.

—Es tu magnetismo animal, Moony —le chanceó Sirius cuando de regreso a la sala común de Gryffindor una Ravenclaw le detuvo en el pasillo para entregarle una carta de amor. La tercera en lo que iba del mes.

Remus optó por no contestar nada, que recién saliendo de la clase de Aritmancia, tenía la cabeza repleta de números que quería pasar a pergamino antes de que se le olvidaran.

Con James y Sirius en planeación para una broma que involucraba al capitán del equipo de Quidditch de Slytherin, Remus procedió a sentarse en un sillón doble cerca del fuego y a trabajar ahí sus tareas para el día. Y ahí habría de continuar absorto en soledad de no ser porque de pronto se abrió el retrato de La Dama Gorda pero nadie entró…

Excepto por una rata que huía aterrorizada en línea recta hacia donde él se encontraba.

—¡Wormtail! —Le llamó Remus, reconociendo la forma de su amigo, y la rata cambió de trayectoria para unírsele en el sofá.

No habían transcurrido ni unos segundos cuando Thadeus Nott entró a la sala común y buscó con ojos furiosos a su alrededor.

—¿Dónde está Pettigrew? —Preguntó en voz alta a quien quisiera oírlo, y la actividad en la habitación se paralizó un poco, pues Nott era un alumno de séptimo y conocido por su terrible genio.

En su papel de prefecto, Remus creyó que sería apropiado intervenir, pero ya que él era amigo de Peter corría el riesgo de verse envuelto, y entre una y otra opción sólo le quedaba elegir la que menos consecuencias le acarreara al final.

Lily Evans lo solucionó por él al plantarle cara a Nott y señalarle que Peter Pettigrew estaba con Potter y Black en los jardines. Una mentira. Pero Nott fue lo suficientemente estúpido como para creerlo, y enarbolando su varita volvió a salir por el retrato de La Dama Gorda en búsqueda de aquel trío.

—¿Alguna idea de por qué buscaba Nott a Pettigrew? —Preguntó Lily al sentarse al lado de Remus en el sofá—. Si me hubiera preguntado por tus otros dos amigos le habría dicho a Nott su ubicación exacta, pero tratándose de Peter… Con toda probabilidad se volvió el blanco de su enojo sin razón alguna.

—Ni idea, Lily —respondió Remus—. Pero no deberías preocuparte tanto de Peter. Él sabe protegerse por su cuenta.

—¿Mmm, sí? No me lo parece —comentó ella para sí, y después frunció el ceño cuando del cuello de la túnica de Remus apareció una cabecita peluda—. Remus… Ahí, tienes una… ¿Es esa una rata?

—Ah, sí —se sacó Remus a Peter todavía en su forma de animago de entre la ropa donde se había ido a refugiar como si su tamaño y forma no fuera disfraz suficiente—. Es… mi rata.

—¿Tu rata? —Inquirió Lily, que como todos en Gryffindor estaba al tanto del terror que Remus le infundía a cualquier animal, desde un mosquito hasta el calamar gigante del lago—. Ok. ¿Y tiene nombre?

—Uhhh… —Con la mente en blanco y la rata entre las manos, Remus dijo lo primero que se le vino a la mente para salvar el pellejo—. Wormtail. Ya sabes, porque su cola parece un gusano. La imaginación no es mi fuerte, uh...

—¿Puedo sostenerla? —Pidió Lily, pues ella tenía un gato pero también un gran afecto por todas las mascotas dentro de la torre de Gryffindor.

Remus confirmó con Peter su permiso, y éste asintió una vez antes de pasar de manos y acabar sobre el pecho de Lily y con ésta acariciándole la cabeza.

Como a diferencia de las ratas normales Wormtail no hacía intentos de huir y se mostraba afectuosa en extremo con Lily, pronto ella no pudo vencer la tentación de cubrirla de mimos y declarar que era una mascota increíble.

En eso estaba cuando el retrato de La Dama Gorda se volvió a abrir, y entraron Sirius y James a la sala común con los pies enlodados y varios rasguños, pero a la vez felices. Por su apariencia, de regreso de alguna de sus tantas aventuras, que aunque victoriosa, no daba la impresión de haber sido fácil…

Pero mientras que en un segundo James era todo sonrisas, al siguiente su expresión mudó de color cuando vio a Remus y a Lily sentados juntos en el sofá, y lo que era más, a Lily sosteniendo a una rata que no podía ser otra más que Peter y acariciándole la cabeza con el meñique.

Viéndolo acercarse a pasos agigantados, Remus tuvo el ingenio de poner un alto a la crisis que estuvo a punto de estallarle en la cara.

—¿Dónde estaban? Nott pasó buscando a Peter, y después se fue a buscarlos a ustedes.

—Oh, nos encontramos con Nott —declaró Sirius ufano y con una amplia sonrisa—, pero Peter no estab-…

—Creo recordar dónde está Peter —gruñó James, la vista clavada en Lily y la rata que descansaba en su pecho—. ¿Exactamente dónde encontraste esa rata traidora, Evans?

Lily arqueó una ceja. —¿Traidora?

—No le hagas caso —intervino Remus—. James no es fan de Wormtail desde que royó un agujero en su baúl y le comió su reserva de dulces.

—¿Wormtail? —Repitió Sirius antes de que el entendimiento llegara a su cerebro—. ¡Ah sí! ¡Claro! ¿Cómo olvidarlo? Porque es… es…

—Mi rata —dijo Remus—. La única en el mundo que no me teme.

—Cierto, cierto…

—Bueno, a riesgo de sonar impaciente —dijo James con un tono seco—, pero creo que los cuatro deberíamos subir al dormitorio y tener una charla pendiente.

El arco en la ceja de Lily se pronunció más. —¿Cuáles cuatro, Potter? ¿Qué no has escuchado que Pettigrew no está en la torre de Gryffindor?

—Ya, pero Wormtail debe estar presente como honorable representante de los Merodeadores. ¿Verdad que sí, Moony? —Le imploró James a Remus y a éste no le quedó de otra más que pedirle a Lily su rata y subir con ella, James y Sirius a su dormitorio.

Y así quedó zanjada aquella confusión.

 

—Por favor, Remus —suplicó James como venía haciendo en las últimas semanas—. Te lo imploro…

—No —replicó Remus con los dientes apretados a la hora del desayuno.

Una vez más durante Transfiguraciones y con McGonagall de espaldas a ellos.

Otra repetición durante el almuerzo en que comieron pollo asado.

Una más en pociones, las cejas fruncidas porque el líquido en su caldero era morado en lugar de lila.

Pero sin importar cuántas veces se negara, James volvía a insistir.

—Anda, Moony. Seré tu eterno esclavo si aceptas, incluso haré tus tareas de pociones por un mes y asumiré cualquier consecuencia de nuestras bromas cuando sea hora de cumplir con las detenciones. Haré tu cama en las mañanas, lavaré tus calcetines y… ¿Quieres mis postres de aquí al final del año? Son tuyos.

—Wow, sus postres —ironizó Sirius, que había presenciado aquel fútil intento de James por congraciarse con Remus y obtener de éste el favor supremo—. Consigue que te ofrezca su escoba último modelo y cierra el trato, Moony.

—Oh, basta ustedes dos —resopló Remus, que sentado con sus cuatro amigos en una mesa de la torre de Gryffindor estaba trabajando en una traducción de runas y era la tercera vez que se equivocaba en su pergamino a entregar mañana por prestarles atención—. Por última vez, James, mi respuesta es no.

—¡Pero-…! —James junto las manos ante sí y le imploró a Remus, que sentado justo frente a él puso los ojos en blanco—. Sólo pido una vez, ¡una simple vez!, y después te dejaré en paz. ¿Tanto es para ti, Remus? Ayuda a un amigo, ¿sí?

Remus torció la boca en una mueca y se cubrió los ojos con una mano. Lo que James le pedía era… una completa y total locura.

Después del incidente con ‘Wormtail’ (el apodo se había quedado, muy para desencantado de Remus por ponérselo a su amigo y de Peter por ser quien lo recibiera) y Lily, James no había parado de trazar fantasiosos planes para él y Lily. Planes donde él se transformaba en ciervo, y de alguna manera Remus estaba ahí para convencer a Lily de que era seguro acercársele y acariciarlo un poco.

La mera enunciación de aquella idea ponía a James a sonreír como idiota, y a Remus sólo considerarlo como un idiota por no tomar en cuenta toda la clase de fallos que tenía su plan.

—James… —Remus se presionó el tabique nasal entre dos dedos y se forzó a hacer entrar en razón a su amigo—. No es tan fácil como crees. Para empezar, ¿cómo podría yo tener de mascota un ciervo? ¿Y cómo podría justificar su presencia en la sala común cuando es obvio que jamás entró a la torre de Gryffindor?

—Pero… —James se mordió el labio inferior buscando una respuesta—. ¡Ya sé! En los jardines. Tú y Lily estarían paseando juntos en los jardines por alguna razón y-…

—¿Y qué, te aparecerías sin más? Creo que Lily antes entraría en pánico si un ciervo salvaje de pronto se le abalanza.

—Tengo que ponerme del lado de Remus en esto —dijo Sirius—. Ríndete, colega. Tendrás que aceptar que Peter se acurrucó contra el pecho de Evans y tú jamás podrás hacer lo mismo porque tu forma de animago es un enorme y nada tierno ciervo.

Y ahí habría de terminar todo, excepto que para James la palabra ‘jamás’ no estaba en su diccionario.

 

Remus bajó la guardia cuando James por fin dejó de insistirle que actuara como mediador entre él (convertido en animago) y Lily, y ello propició a que durante la última clase de Cuidado de criaturas mágicas que tendrían antes de las vacaciones de Navidad se mostrara confiado de no tener que pasar la lección pidiéndole que lo dejara en paz con ese asunto.

El profesor Kettleburn trajo para ellos una clase práctica y divertida con nifflers y monedas de chocolate envueltas en papel dorado, y tras explicarle a la clase la predilección de éstas criaturas por todo aquello que reluciera, le asignó a cada grupo de dos un niffler y un área de tierra para que éste rebuscara.

Por haber pasado la luna llena apenas dos noches atrás, Remus supuso que Sirius insistiría en ser su compañero como venía ocurriendo cada vez más en lugar de ser Peter o James, pero para su sorpresa (aunque no lo demostró), Sirius se unió a James y Peter se dirigió a Mary Macdonald.

—No lo tomes a pecho, Mary me pidió ayudarle a conocer un poco más a Peter —dijo Lily, quien quedó como pareja de Remus para la actividad.

Con un poco de apuro, Remus aceptó trabajar con ella, y sus ánimos decayeron un poco más de donde ya estaban cuando el niffler se pegó a la túnica de Lily cuando él se acercó a verlo con más detalle.

—Uhm, parece que este amiguito no es tan confiado como tu rata Wormtail. Que pensándolo bien no la he visto últimamente… —Comentó Lily, los dos caminando al lote de espacio que les estaba asignado para búsqueda, el más alejado y colindante con el bosque.

—Oh, eso… Erm, es una rata bastante independiente, ¿sabes? —Mintió Remus con apuro—. Realmente no es mi rata del todo, sino una rata con la que soy amigo; cada uno tiene su vida aparte.

Lily asintió para sí. —Interesante.

Si Lily lo consideraba o no un loco por aquel comentario, Remus nunca lo supo con certeza. En su lugar preparó el hechizo que contendría al niffler en la parcela de 1x1 que sería su espacio de búsqueda y sonrió cuando el instinto de búsqueda se sobrepuso al de miedo y el niffler comenzó a escarbar en búsqueda del brillo que tanto le atraía.

Sentado de cuclillas y maravillado con la facilidad con la que el niffler escarbaba hasta encontrar sus tesoros y se los guardaba en el pliegue de su vientre, Remus no apreció la enorme sombra que se cernió sobre él, así como tampoco el enorme cuerno que estuvo por tocarle el costado hasta que Lily le tiró de la manga con frenesí, y al mirarla a ella, descubrió que su amiga había palidecido y miraba por encima de él con ojos grandes y aterrorizados.

—¿Qué pasa, Lil-…?

—Un… U-Un… —Lily resbaló y cayó de trasero sobre la nieve—. Un ciervo —musitó desde el suelo, petrificada.

«Más vale que no… Oh, James… Juro por Merlín que…», pensó Remus en rápida sucesión mientras giraba el rostro, y en efecto, encontraba la inconfundible forma de su amigo convertido en animago a su lado.

—No te muevas, Remus —susurró Lily con pánico—. Creo que intenta apuñalarte con sus cuernos.

El animal bufó, y ahí donde Remus entendió que James desdeñaba esa posibilidad, Lily lo vio como una agresiva confirmación de sus peores temores.

Remus no habría querido tener que verse envuelto en ese asunto, pero ya que Lily estaba a segundos de gritar por ayuda y con toda seguridad el ciervo podía acabar siendo víctima de un hechizo aturdidor en el mejor de los casos, o que la verdad saliera a la luz y James tuviera que pagar consecuencias por no ser un animago registrado ante el Ministerio en el peor, no le quedó de otra más que intentar cortar de raíz aquel embrollo y salir airoso con los recursos que tenía a mano.

—Lily, tranquila —se forzó Remus a sonreír—. Es… mi amigo.

—¿Tu amigo? —Repitió ella con incredulidad.

—Erm… Algo así. Es decir, no es mi ciervo, ¿correcto? —Y Remus soltó una risa acartonada que sólo confundió más a Lily—. Pero nos conocemos. Uhm, una vez le di una manzana y desde entonces, eh, pasa a saludar y… No es peligroso, ¿ves? —Y para probar su punto le acarició la cabeza justo entre el nacimiento de los cuernos.

Todavía un poco corta de aliento, Lily preguntó: —¿Estás seguro que puedes hacer eso?

—Oh, podría montar en su espalda si quisiera —dijo Remus con malicia, pues a cambio del enorme favor que le estaba haciendo a James, quería también hacérselo pagar como era debido—. ¿Quieres probar?

—Creo que en otra ocasión, uhm…

Posicionándose de vuelta en sus rodillas, Lily se comenzó a levantar poco a poco sin quitarle la vista de encima al ciervo, y lo mismo hizo Remus con una mano sobre él para demostrarle que era seguro.

—¿Puedo… tocarlo? —Pidió Lily.

En respuesta, el ciervo avanzó hacia ella, y ya fuera porque se trataba de una enorme bestia, los cuernos, o que Lily todavía estaba nerviosa, su acción no fue bien recibida. Aterrada, Lily se refugió contra el costado de Remus y le abrazó.

Con desilusión, el ciervo se quedó congelado en su sitio, y Remus sintió pena por James y su torpeza para fingir ser manso.

—No pasa nada, Lily. Es casi un animal doméstico, lo juro. Puedes acariciarlo, le encanta.

—¿Seguro? —Soltándose de Remus, Lily extendió una mano y esta vez el ciervo se mantuvo quieto mientras ella tocaba su grueso pelaje y sonreía cuando el animal la dejaba—. Es diferente a como lo imaginé… ¿Tiene nombre? O mejor dicho, ¿lo llamas de alguna manera?

Remus dijo la primera palabra que se le vino a la mente. —Prongs. Ya sabes, por su…

—Su cornamenta, sí —dijo Lily—. Ya veo…

«Oh, me vas a pagar cara ésta, Potter», pensó Remus con rencor por haber sido tan distraído de no apreciar las señales, porque no dudaba ni por un instante que Sirius y Peter estuvieran involucrados para la creación de las duplas, así como de alguna manera haber hecho que a él y a Lily les tocara el lote más alejado del resto de los alumnos y del profesor Kettleburn, así como el más cercano al Bosque Prohibido, de donde no sería de extrañarse ver salir a un ciervo.

—Remus, no traigo manzanas conmigo, ¿crees que le importe comer algún dulce? Tengo caramelos de limón en el bolsillo —dijo Lily, y Remus sonrió para sí porque James odiaba ese sabor.

—Oh sí, seguro que le encantan.

El ciervo bufó, pero recibió el dulce y dio muestras de disfrutarlo.

—Dale cuantos dulces quieras, Lily —dijo Remus con falsa voz meliflua—, estoy segura que te harás de un mejor amigo si lo haces.

Al final, Prongs se quedó con ellos un par de minutos más antes de desaparecer de vuelta en el bosque cerca del término de la clase, y aunque Lily no lo notó por revisar el botín que su niffler había conseguido encontrar en su lote de tierra, Remus sí apreció la larga vuelta que hizo James ya como humano hacia donde se encontraba Sirius, con una mueca en el rostro porque a él el sabor ácido de los dulces de limón le escaldaba la lengua de la peor manera.

«Se lo tiene merecido», pensó Remus, que estaba molesto por haberse visto forzado a seguir el capricho de James muy en contra de su voluntad y no planeaba abandonar su rencor antes de que su amigo se disculpara de manera apropiada.

Que como habría de cerciorarse después, James supo corresponderle…

 

Al “Lo siento, lo siento, lo siento tanto, Moony” con el que James recibió a Remus en el dormitorio siguió una avalancha de barras de chocolate que hicieron a Remus abrir grandes los ojos y considerar ahí mismo que quizá podía ser menos drástico con el castigo que tenía contra su amigo y tan sólo perdonarlo. Pero entonces…

—Tenemos que volver a intentarlo —dijo James con los ojos desorbitados detrás de sus gafas, y sujetándose del poste de su cama, se balanceó en un movimiento ligero que hablaba a gritos de las fantasías que lo invadían—. Cuanto antes si es posible…

—James… —Intentó Sirius desde su cama ponerle un alto.

—¡Me tocó la cabeza y dijo que era lindo! —Siguió James con emoción—. Vale, que he conseguido más como ciervo en cinco minutos que como ser humano en todos estos años en Hogwarts, pero es una excelente señal, ¿verdad que sí?

—Sólo si planeas vivir como ciervo el resto de tu vida y engendrar con ella un venadillo —suplió Peter.

—Oh, lo llamaríamos Bambi. Bambi Potter, tiene gancho —bromeó Sirius, y la sonrisa en el rostro de James decayó un poco.

—Olvídalo, no cuentes conmigo para esto —sentenció Remus, que a pesar de la pila de chocolate que ahora era de su propiedad y el prospecto de más cacao en su panorama, no se sentía con ánimos de inmiscuirse entre James y Lily como mediador. Si bien ese día habían salido invictos, ¿quién les aseguraba que así sería siempre? Y él no quería estar presente para un caso de ese tipo...

—¡Pero Remus-…!

Metiéndose a su cama y cerrando las cortinas con brusquedad, Remus dio por terminada aquella conversación.

 

Como era de esperarse, aquello no terminó porque Remus decidió que fuera así, sino que él entró con James en un extraño ciclo de súplicas (para que aceptara prestarse a las circunstancias que los pondrían con ellos dos y Lily en el exterior), encuentros improvisados (donde invariablemente Lily acariciaba a Prongs y Prongs era el ciervo semi-domesticado más dócil del que hubiera registro en Gran Bretaña), y largas retahílas de disculpas (por las cuales Remus ya tenía una dotación de chocolate suficiente para el resto de sus días en Hogwarts y acabó por cogerle manía al sabor y a regalar barras al azar entre el alumnado), que durante la segunda mitad de su quinto año fueron lo normal entre ellos.

—No deberías dejar que James se salga tanto con la suya —dijo Peter en una ocasión—. No es bueno para su ego siempre resultar victorioso…

—Ya, pero no puedo vivir por siempre en interiores —respondió Remus, con el incidente del pasillo en mente, pues tras dos semanas de evitar a Lily o a los jardines para así limitar la posibilidad de toparse con Prongs, éste había seguido el viejo refrán de ‘sí la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña’, con el resultado de haber hecho una ronda de prefectos que acabó con Lily gritando cuando la sombra de la cornamenta apareció magnificada en un muro, a Prongs desgarrando algunos tapices durante su salida, y a Filch buscando imponerles cruentos castigos hasta que la profesora McGonagall se inmiscuyó y lo llamó chalado por sugerir que una de las bestias del Bosque Prohibido había entrado en el castillo así como así.

De aquel incidente había obtenido Remus más que chocolates, puesto que James se había disculpado con una pluma nueva de faisán y tinta de secado extra rápido que éste aceptó molesto consigo mismo por venderse tan barato cuando más allá del coste elevado del regalo, era su dignidad la que quedaba en jiras.

Oh, pero si creía que James era terrible, faltaba lidiar con Sirius…

 

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Notas finales:

Pero si creen que Prongs es la mascota más traviesa de Remus, prueben con Padfoot ;D


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