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Los giros que da la vida por Marbius

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2.- Después de Teddy.

 

I know I'm the stupid one who ended it

And now I'm the stupid one regretting it

It took me a couple drinks to admit it

I know I'm the stupid one…

5 Seconds of Summer - Moving Along

 

Alicaído por la manera en la que había sido desplazado no sólo en la vida de Remus y de sus amigos, sino también de la de su ahijado, Sirius optó por una tarde de beber whisky y picotear de una bolsa de frituras, de tal manera que para cuando Remus regresó a casa y lo encontró rodeado de un tufo etílico y en la penumbra de la casa, casi dio un salto al descubrirlo ebrio y claramente molesto.

—¿Qué tal la tarde? —Preguntó Sirius, que con las últimas horas sólo había conseguido molestarse más—. ¿Se divirtió tu Teddy jugando con nuestro Harry?

Remus se demoró en quitarse la gabardina que vestía, así como los zapatos y colgar su maletín en el perchero de entrada, y una vez que terminó sólo dijo: —Estás borracho, Sirius. Deberías irte a la cama.

—No me da la gana —replicó éste con petulancia—. Me duele la espalda durmiendo en ese sofá-cama.

—Entonces yo puedo dormir ahí y tú en-…

—¡No se trata de eso, caray! —Gruñó Sirius, que encontraba más irritante la calma de Remus que nada en el mundo—. ¡No es eso y lo sabes!

Remus avanzó dos pasos y se detuvo frente a Sirius. —No quiero pelear. No ahora.

—¿Qué, demasiado cansado de jugar al padre modelo? ¿O es que también ha sido jugar al esposo? ¿Al padre de familia feliz? Porque deja te digo, Remus —dijo Sirius con veneno acumulado en la voz—, que mi papel no ha sido tan bueno en todo este estropicio. ¿Qué soy yo? ¿¿El amigo especial de papá? ¿Un padrastro? ¿O el idiota que tiene que aceptar de mala gana que su novio le ha sido infiel?

—Sirius…

—No me interesa —replicó Sirius, a duras penas poniéndose en pie—. En verdad no quiero saber…

Y a trompicones pero con el mentón en lo alto, se alejó atragantándose con el llanto que bullía en su pecho pero que no liberó.

Su orgullo y necedad no se lo iba a permitir.

 

“No podremos seguir así por mucho más tiempo.”

La nota, puesta encima de un par de rebanadas de pan y al lado de un enorme vaso de agua fue lo que Sirius encontró en su mesita de noche cuando a la mañana siguiente (más bien cerca de mediodía) despertó y corroboró que su penoso comportamiento de la noche anterior no había sido una pesadilla inducida por el whisky y la desolación.

Bebiendo el agua de golpe y después mordisqueando el pan tostado que no hacía nada por las náuseas que le corroían las entrañas, Sirius se demoró un buen rato antes de darle forma a sus pensamientos, pero invariablemente todos volvían a lo mismo: Remus, su relación… Y Teddy.

Teddy, del que no sabía nada excepto que ahora Remus había adoptado el papel de padre y que algunas tardes jugaba con Harry porque tenían la misma edad.

—Así que cinco años, casi seis… —Masculló para sí, sacando cuentas de la infidelidad de Remus y obteniendo a cambio un rango de tiempo en sus veintitrés o veinticuatro años de edad, cuando las cosas entre ellos dos habían estado tensas por la falta de dinero pero no como en años anteriores.

Habían estado bien, siendo felices juntos y convencidos de que no habría impedimento suficiente entre ellos y el mundo, pero al parecer las memorias eran más idílicas que la realidad, o de otra manera no habría cedido Remus a la tentación de buscar calor en el cuerpo de alguien más, y con ello conseguir a Teddy.

En sí, el problema no era Teddy, sino la traición, y Sirius quería desmoronarse bajo el peso de esa admisión. ¿Cómo habían llegado a ese punto? ¿Qué había orillado a Remus a hacer algo como eso? ¿Y por qué James y Lily actuaban como si nada al respecto?

¿Por qué? Y la interrogante a esa última pregunta fue la que más perturbó a Sirius y le hizo entender que no tenía ante sí el cuadro completo, pero que si quería acercarse a la visión completa, antes tendría que hablarlo con Remus.

Le gustara o no, Remus era quien tenía las respuestas que necesitaba.

 

“¿Podemos hablar?”

“En clase.”

“¿Nos vemos a las 5 para tragos?”

“Tengo seminario a las 7 con los chicos del curso especial.”

“¿Y un café entre esas 2 horas?”

“No puedo.”

Y en la simpleza de esa negativa, supuso Sirius que Remus le estaba dando largas porque Teddy estaba involucrado de alguna manera.

Recién bañado y con el rostro sin rastros de la resaca que apenas una hora atrás le martilleaba en las sienes, Sirius no se dio por vencido.

“Quiero escuchar tu versión de los hechos”, escribió, y a ese mensaje siguió otro. “Ambos sabemos de la pequeña caja de terciopelo en mi cajón de los calcetines.”

“En verdad estoy en clase, no tengo tiempo para esto.”

“¿Entonces cuándo?”

“Más tarde”, y aunque la respuesta podía abarcar las horas de la noche, mañana, la siguiente semana, o el año entrante, Sirius las aceptó como buenas.

“Estaré esperando.”

 

Remus regresó cerca de las 20:30, agotado luego de un día largo atendiendo sus clases, horas de oficina, y además un seminario que había aceptado impartir porque el dinero extra era bueno para sus finanzas y con una hipoteca en sus hombros siempre era excelente tener ahorros, por lo que apenas cruzar el dintel de la puerta bostezó con ganas no una, sino dos veces consecutivas.

—¿Día pesado?

—Ni te imaginas…

Venciendo la extrañeza con la que Sirius se comportó al darle la bienvenida al lado del perchero, Remus aceptó de éste ayuda para retirarse la gabardina y colgar su maletín repleto de ensayos y exámenes por revisar.

—Hice cena —dijo Sirius, tomando la mano de Remus y llevándolo a la cocina—. Es pasta primavera, ensalada y un poco de pollo a la plancha.

—Gracias…

—Siéntate, anda —le indicó Sirius su silla de siempre—. Yo me encargo del resto.

Yendo de aquí a allá mientras servía porciones y colocaba los platos sobre la mesa, Sirius intentó actuar con normalidad pero a la vez evitó la mirada de Remus, que en esos momentos permanecía fija en la pequeña caja de terciopelo negro que entre ellos dos, estaba colocada entre el salero y las servilletas.

—¿Me escucharás por fin? —Preguntó Remus una vez que Sirius terminó con los preparativos, y juntos se sentaron cara a cara a comer.

—Quiero escuchar tu versión de los hechos —respondió Sirius, que extendiendo una mano, tocó los dedos de Remus y le dio un apretón—. No puede ser tan malo… ¿Verdad?

Remus encogió un hombro. —Eso lo decidirás tú…

Y entre bocados a su comida y sorbos al vino que Sirius había descorchado para relajarlos a ambos, Remus puso a Sirius al tanto de las circunstancias exactas de su paternidad.

Como como James le había advertido, no era tan terrible como él se había empecinado a creer.

 

La historia de Remus iba más atrás que los cinco años de vida de Teddy y los nueve meses que había durado su embarazo. En realidad se remontaba a diez años en el pasado, cuando Sirius y Remus tenían diecinueve y éste último cursaba su segundo año de universidad. Un año que por descontado había sido terrible en todo tipo de aspectos y que por poco había sido su punto de quiebre.

Por aquel entonces, habían lidiado con una evicción del piso infestado de cucarachas en el que vivían para irse a mudar a otro que tenía la misma plaga además de polillas. Aquel fue un septiembre en que la falta de agua caliente jugó un papel determinante en sus vidas, y en donde Sirius recordaba un frío que calaba hasta los huesos y que no desaparecía con una buena taza de té porque en algún punto de octubre se les acabó el gas y no hubo manera de conseguir más.

Con Remus cursando su carga completa y además dos empleos de medio tiempo que apenas alcanzaban para lo básico, Sirius también se había dedicado horas extra al taller en el que era ayudante para conseguir traer a casa dinero suficiente, pero había querido la mala estrella que pesaba sobre ellos en esa temporada que de vuelta a casa derrapara en su motocicleta y sufriera un accidente. Nada fatal, porque si no Sirius no habría escuchado diez años después y desde una mejor posición aquel recuento de relato al que Remus lo sometió sin saber a dónde iban con esos malos recuerdos.

—Todos nos vimos en apuro para pagar la cuenta médica —explicó Remus, la comida frente a él olvidada pero no la copa de vino de la que daba sorbos—. Ese otoño Lily le pidió dinero prestado a su hermana, y yo hice lo mismo con Regulus.

—Ya, eso me lo contó él después —murmuró Sirius, que recordaba bien que por aquel entonces su relación estaba en malos términos con su hermano, así que el que Remus hubiera acudido a él para pedirle ayuda era todo un shock.

—Pero no fue suficiente… —Prosiguió Remus—. Incluso pidiendo dinero a nuestros amigos y aceptando la caridad que nos ofrecían, todavía faltaba pagar una parte de la factura. Así que acepté donar sangre… Cuatro veces en un periodo de dos meses. Si bien no es un negocio lucrativo del que se pueda vivir, al menos es una buena solución temporal, y la paga no era tan mala.

—Oh, Moony…

—James y Lily también lo hicieron, y sospecho que Regulus también. Todos los que te queríamos lo hicimos, y resultó que pagaban bien…

Sirius asintió. —Ok, ¿pero qué tiene eso que ver con… Teddy?

Remus volvió al camino de la memoria, donde después de su accidente, Sirius requirió de muletas y tomarse un descanso del trabajo. Aquellos contratiempos coincidieron con una de las Navidades más miserables de las que tuvieran memoria, con ellos dos acurrucados bajo una gruesa pila de mantas porque a pesar de estar a finales de diciembre no tenían calefacción y el edificio de piedra actuaba como un refrigerador gigante.

El que James y Lily  los hubieran invitado a cenar en Nochebuena había sido su punto de inflexión hacia la desgracia, pues si bien el pavo que estos habían recibido de los Potter estaba delicioso y había constituido su única comida formal en al menos dos semanas, fue de regreso a su piso cuando Sirius pescó un terrible resfriado que lo dejó en cama y grave, muy grave.

De aquellos días en que estuvo semiinconsciente y delirando con la fiebre, Sirius no recordaba gran cosa. Sólo a Remus fungiendo de enfermera mientras lo atendía en total devoción.

Luego de diez días, Sirius se había sentido mejor, y aunque en el proceso había perdido un par de kilos que no podía permitirse, por el resto habían conseguido salir del bache cuando en enero se reincorporó al trabajo y por su parte Remus cambió uno de sus empleos de medio tiempo por otro que le reportó mayores beneficios.

En aquel lío, Sirius no entendió qué papel jugaba Teddy en todo eso.

—Al contrario —declaró Remus con tranquilidad—, es en ese punto donde Teddy… Bueno, lo que podríamos considerar que es Teddy, entró en acción.

—Pensé que tenía la edad de Harry, cinco años… Y todo eso que me cuentas pasó hace una década —dijo Sirius, quien a pesar de no haber continuado estudiando en la universidad como su novio y el resto de sus amigos, no por ella era un imbécil que no pudiera sacar una simple resta.

—Ya, pero…

Prosiguiendo su relato, Remus le habló de sentirse desolado y no tener a quién acudir cuando Sirius enfermó, puesto que ya tenían deudas con la mayoría de sus amigos y pedirles todavía más le parecía un abuso. Con apuro había vuelto a donar sangre sólo para ser rechazado por las marcas que tenía todavía en los brazos de la última vez.

Dispuesto a arriesgarse, Remus había insistido en que podía hacerlo, que tenía buena salud y no tardaría en reponerse, pero la enfermera que lo atendió se negó en rotundo, y ante la desesperación que vio en sus ojos, le entregó una pequeña tarjeta, que en discreta letra pequeña y con una dirección, resultó ser su salvación.

—Así que fui ahí y… Doné esperma en seis ocasiones.

Sirius abrió grandes los ojos y se tomó unos segundos para procesar aquello.

—Tal como lo oyes —dijo Remus sin contarse ni un poco—. La paga era similar, y con los primeros tres cheques conseguí pagar tus medicinas. Los siguientes dos fueron para comida, y el último… Bueno, compré un libro. No me siento orgulloso de decirlo…

—Un libro no es el fin del mundo, Moony.

—No por eso —replicó Remus—, sino todo en general.

—Ah… Pero me salvaste —racionalizó Sirius—. Hiciste lo que estuvo en tu poder y…

—Y ahora tengo un hijo —suplió Remus, presionándose la nariz entre el pulgar y el dedo índice.

—Ok, puedo vivir con eso —dijo Sirius, que ante la mirada de incredulidad que Remus lanzó en su dirección, tuvo que insistir—. No, en serio. Yo había creído que tú y, erm, la madre de Teddy habían tenido un sórdido romance o algo parecido, y me dolía pensar que hubiera ocurrido cinco años atrás cuando las cosas no estaban nada mal entre tú y yo.

—¿Y que hubiera ocurrido hace diez años te parecería mejor?

—Podría haber pasado antes de conocernos e incluso entonces me habría fastidiado, pero no se trata de eso, Moony… Mi punto es que… Esto no es tan terrible como lo había imaginado. De hecho no lo es, y punto. Sólo es, y ya está.

—Uhm, creo que deberías de escuchar el resto de la historia antes de lanzar un veredicto final.

Porque Remus estaba dando muestras de cansancio y de cualquier modo ninguno de los dos había tocado la comida, Sirius tomó la mano de su novio y los guió a ambos al sofá, donde acurrucados con Remus entre las piernas de Sirius y con su espalda contra su pecho, prosiguió éste su narración.

En una sucesión de hechos que nada tenían que ver con ellos dos, Nymphadora Tonks había sido la mujer que eligiera de entre las muestras del catálogo de donadores aquella que perteneciera a Remus. Al parecer, su descripción de ‘alto, con ondulado cabello rubio oscuro y pasión por la literatura’ había resonado con la visión que tenía ella de lo que era un buen partido, y lo había declarado como ganador para sus propósitos maternales.

El que las muestras pudieran mantenerse congeladas por tanto tiempo fue lo que propició que entre la donación y el nacimiento de Teddy hubiera un lapso prolongado de varios años, y a desconocimiento de Remus, mientras éste estaba estudiando su posgrado, Nymphadora se había embarazado y dado a luz al que probablemente sería su único hijo.

—¿Así que Nymphadora te contactó porque…? —Inquirió Sirius, que entendía ahora la historia, pero no las motivaciones.

—Oh no —denegó Remus con voz apagada—. No fue Nymphadora, sino Andrómeda. Ella es la abuela de Teddy. Nymphadora murió hace seis meses.

—Eso es terrible, Moony…

—Seh… Nymphadora era ya mayor. Nunca se casó, y tuvo a Teddy con 45 años como último recurso. Andrómeda también fue una madre en la treintena de su vida, y ahora es además viuda… Teddy es lo único que le queda, y con su salud… Bueno, por eso es que decidió contactarme. Andrómeda sintió el peso de sus años encima y no se encuentra tan bien de salud como sería lo ideal. Su esposo Ted murió apenas el año pasado, y salvo por Teddy no tiene a nadie más a quien llamar familia… Por medio de indagar aquí y allá y después contratar a un investigador privado fue que por fin pudo dar conmigo.

—Lo peculiar de tu nombre debió de haberle ayudado —murmuró Sirius, besándole la coronilla.

—Eso mismo dijo ella. Que a partir del nombre el resto fue pan comido. —Remus exhaló—. Al parecer dio conmigo apenas tres meses después de que Nymphadora muriera, pero antes de contactarme decidió indagar un poco sobre mí. Habló con algunos de mis colegas de trabajo, unos cuantos alumnos, incluso con Lily y… contigo.

—¿Conmigo? —Se sorprendió Sirius—. No lo creo. Recordaría si alguien con un nombre tan rimbombante como Andrómeda me empezara a hacer preguntas acerca de ti.

—Bueno, según su versión de los hechos, ella llevó a Teddy al mismo parque que tú a Harry y se sentó a tu lado a charlar del clima y…

—¿Y? —Presionó Sirius—. No me dirás que me recuerda por algún comentario inapropiado… ¿O sí?

—No, para nada —dijo Remus, sonriendo para sí—. Al parecer le explicaste que Harry era tu ahijado, casi un hijo. Que tú y tu pareja todavía no tenían hijos, pero que pronto lanzarías la gran pregunta, y que después quizá podría ser una posibilidad para ambos…

—Yo… —Sirius tragó saliva—. Yo recuerdo eso.

Vagamente, pero el recuerdo estaba ahí. Después de comprar el anillo, Sirius no había podido contenerse de contárselo a cualquiera que se cruzara en su camino. Como James y Lily no eran candidatos para ello porque a la primera de cambio se lo dirían a Remus y la sorpresa estaría arruinada, la primera semana después de adquirir el anillo Sirius se lo había dicho a la empleada de una cafetería, al chico que les limpiaba el jardín, y al parecer, también a una mujer mayor que resultó ser la abuela del hijo de su futuro esposo.

Qué enredo…

—Entonces lo del anillo de compromiso… ¿Es cierto?

—Sí —admitió Sirius, entrelazando sus manos sobre el estómago de Remus y hundiendo el rostro en su cabello—. No era así como quería que te enteraras, pero ya qué. Planeaba una pedida romántica y hacer de la fecha un aniversario más, pero luego pasó todo esto con Teddy, y seh… Fue necesario posponerlo.

—¿Para siempre, o hasta que esto de Teddy te resulte normal?

—Iría ahora mismo a la mesa de la cocina por el anillo si así lo quisieras, Moony.

—No —denegó éste, girando la cabeza para mirar a Sirius a los ojos—. Después de las últimas semanas, prefiero quedarme así contigo. Te… Te extrañé, ¿sabes?

—Igual yo —murmuró Sirius, aferrándose con fuerza a su cuerpo—. No volvamos a pelear, Moony. No por Teddy, al menos.

—¿No?

—No.

—¿Entonces…?

Sirius suspiró. —¿Podría conocerlo? Es decir, si estás asumiendo este nuevo papel de padre, ¿qué me toca a mí? ¿Le has hablado de Teddy de mí?

—Sí, un poco al menos. Lo suficiente para explicarle que eres alguien importante para mí, y que conocerte está dentro de las posibilidades. Harry también le ha hablado de ti, bastante.

—Supongo entonces que no tiene sentido prolongar lo inevitable, ¿uh? —Inquirió Sirius, hundiendo la nariz detrás de la oreja de Remus y produciéndole un agradable cosquilleo, que después del dolor y la angustia de las últimas semanas, era un cambio bien recibido.

—¿Quieres conocerlo?

—¿Quieres tú que lo haga?

—Sólo si quieres, pero me gustaría.

—Entonces es un sí, Moony —respondió Sirius, quien de pronto sintió curiosidad por Teddy, por quién era y a quién guardaba parecido—. Háblame de él. ¿Tiene algún parecido contigo?

Remus rió entre dientes. —Oh, Padfoot… No tienes ni idea…

 

Edward Tonks, mejor conocido como Teddy, era la copia más perfecta de Remus que Sirius hubiera podido llegar a formular en sus pensamientos. Todo en él era idéntico a Remus, desde su figura larguirucha, al color de su cabello y ojos, pasando incluso por el hoyuelo en su mejilla derecha cuando sonreía de verdad, y su gran pasión por los libros incluso si de momento eran sólo del tipo con dibujos y grandes letras.

El carácter también dio muestras de ser similar, pues cuando coincidieron los cuatro para comer en un McDonald’s, Teddy se esforzó en mostrar un apretón de manos firme y formal, así como mirar a Sirius directo a los ojos y recitar las frases de rigor para el caso.

—En realidad estaba nervioso de conocerlo, señor Black —dijo Andrómeda en cuanto Teddy los dejó para ir a investigar en el área de fuegos.

—Llámeme Sirius, por favor —replicó éste a la anciana mujer que aunque mayor se sostenía con la espalda recta.

—Sólo si me llamas Andrómeda, querido.

A su lado, Remus liberó un poco del aire contenido en sus pulmones, pues temía que aquel primer encuentro no fuera apacible y algo lo arruinara, pero sus miedos no podían haber resultado más erróneos. Sirius y Andrómeda no tardaron en hacer migas, así como Teddy familiarizarse con Sirius luego de todas las historias que Harry le había contado acerca de su padrino, y para el final de la velada ya habían hecho planes para el siguiente fin de semana reunirse una vez más.

Tras separarse, caminando de lado a lado tomados de la mano, Remus no pudo evitar preguntar:

—Y bien… ¿Cuál es tu veredicto?

Sirius optó por la mejor política a su disposición: La de honestidad. —Es un buen chico. Me recordó a Harry, así que no es ninguna sorpresa que se hayan hecho tan amigos.

—Se complementan bien… —Coincidió Remus, que se tomó una pausa larga antes de abordar el otro asunto que habían tratado los adultos durante la comida—. ¿Y acerca de Teddy quedándose a dormir con nosotros un par de noches a la semana?

Sirius le dio un apretón a su mano. —No es ningún problema, pero Andrómeda… ¿Ella realmente está bien?

Con Teddy jugando en los toboganes, Andrómeda había aprovechado para contarle a Sirius la razón principal por la cual había contactado a Remus después de la muerte de su hija, y que era por desgracia una enfermedad crónica que los doctores podían sólo paliar. Tal cual, Andrómeda tenía los recursos para atenderse y el mejor equipo médico a su disposición, pero su pronóstico no iba más allá de un par de años, un lustro a lo mucho, y sin más miembros de su familia a quienes encargar a Teddy después de su muerte, había tomado la decisión de buscar al padre y con ello la última oportunidad a su alcance. Era eso o confiar en el servicio de protección de menores que tomaría custodia de Teddy si nadie más lo hacía, y antes prefería agotar sus recursos que dejar a su nieto a su suerte.

—Está estable —dijo Remus—. Su médico le ha recomendado el menor estrés posible, y Teddy se lo ha tomado con mucha responsabilidad, insistiendo en ser más independiente por su cuenta para no molestarla.

—En verdad es un buen chico.

—Seh…

—Moony —le detuvo Sirius, que sin importar que estuvieran a la mitad de la calle y por tanto no fuera el sitio idóneo para tener aquella charla—. Si necesitas que lo diga para sentirte tranquilo, lo haré: Teddy es tu hijo, y por lo tanto una parte importante de ti y de tu vida, así que lo acepto. Lo que sea que decidas, lo acepto.

Remus esbozó una media mueca. —¿Tan obvio he sido?

—No realmente, pero es evidente que lo quieres, y si eso implica reconocerlo oficialmente y convertir el cuarto de invitados en su habitación, que así sea.

—¿Lo dices en serio?

Sirius lo sorprendió reduciendo la distancia entre ambos y atrapándolo en un fuerte abrazo.

—Yo siempre lo soy, Moony.

Por su terrible broma, con todo, Remus sonrió. —Gracias, Padfoot.

—No hay de qué.

Y en verdad, no lo había.

 

A la vuelta de un año, Teddy se encontró no con un padre que lo amaba, sino con dos que le profesaban todo su cariño, además de una familia postiza en los Potter y un nuevo diagnóstico para su abuela Andrómeda, quien con un nuevo medicamento tenía mejores perspectivas a futuro.

A su vez, Sirius encontró en el pequeño niño la satisfacción de amar incondicionalmente a Remus y a su pequeña copia, que pese al parecido eran dos seres independientes y día a día le enseñaban y le hacían desear ser una mejor persona para ellos dos.

—Apresúrate, Sirius —le apresuró Teddy desde la ventana—. Papá ya está aquí.

—Ya voy, ya voy —resopló Sirius, quien con ayuda de Teddy había planeado para aquella tarde una cena con sorpresa incluida.

Además de un asado que traía como guarniciones puré de papa y gravy, ensalada y sopa, con postre de una tarta de queso y mermelada de moras, Sirius también había descorchado sidra y en la mesa había tres copas.

—Hey —salió Sirius de la cocina a recibir a Remus, quien ahora era el jefe de su departamento y sus nuevas responsabilidades les permitían una vida más holgada que nunca gracias a su nuevo sueldo, que en conjunto con las amplias ganancias de Sirius en su taller ahora que tenía tres ayudantes y había expandido el área de trabajo, sumaban una buena suma a final de cada mes.

—Hey —lo saludó Remus de vuelta, compartiendo con Sirius un corto beso—. Huele increíble. ¿Has cocinado algo?

—Con la ayuda de Teddy —dijo Sirius.

—Yo machaqué las papas y ayudé a revolver la sopa —declaró Teddy con orgullo, tirando de la mano de Remus sin importarle que éste no se hubiera quitado todavía la gabardina o dejado su maletín—. Ven, papá. Tienes que ver la sorpresa que Sirius tiene-… ¿Ops?

—No importa, Teddy —dijo Sirius tras una risotada, pues la sorpresa ya no lo era más.

—¿Son tres copas? Oh, Padfoot —dijo Remus al ver la mesa y el arreglo que había—. Espero no intentes emborrachar a Teddy. Andrómeda no lo vería con buenos ojos.

Y dado que ahora Teddy pasaba más días en su casa que con su abuela, la principal paranoia de Remus era demostrar que podían ser buenos padres y encargarse de Teddy

—No te preocupes, es sidra sin alcohol. Más como jugo con gas, a Teddy le encantará —aclaró Sirius.

—Era necesario, papá —dijo Teddy—. ¿Si no cómo habríamos hecho el brindis?

—¿El brindis? —Repitió Remus con una ceja alzada—. ¿Cuál brindis?

En un gesto muy Lupin que tanto Sirius como Remus todavía no discernían si era heredado o aprendido, Teddy puso los ojos en blanco y señaló la pequeña caja negra de terciopelo que yacía en medio de la mesa.

—Teddy no es bueno para mantener secretos —dijo Sirius, que tomó la caja y se la entregó a Remus—, pero ya que esto no es exactamente un secreto…

Con dedos trémulos, Remus abrió la caja y encontró dentro el anillo del que ya sabía su existencia pero que desde meses atrás había desaparecido sin mención alguna del cajón de calcetines donde Sirius lo guardaba.

—¿Me harías los honores, Teddy? —Pidió Sirius, y Teddy se abrazó a ambos con un brazo alrededor de cada uno.

—¡Di que sí, papá, tienes que decir que sí!

Y porque no había ninguna otra respuesta bullendo en su pecho, Remus así lo hizo.

—Sí. ¡Claro que sí, sí!

El resto, sólo sería ultimar detalles

 

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Notas finales:

Y hemos llegado al final~ El próximo viernes empiezo a publicar otro fic nuevo, así que si éste les ha gustado, pueden apostar que el próxima también :)
Graxie por leer hasta el final~!


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