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Quien no arriesga, no gana por chibibeast

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Notas del fanfic:

Fanfic participante de la actividad "DIA INTERNACIONAL DE KAI -DIK-" del grupo de facebook "POR EL HAREM DE KAI"

Notas del capitulo:

Recién horneado, literal.

Son las 1:50 am del 28 de febrero, el último día del DIK y no alcanzaré a publicar mis 4 fics autoimpuestos ;;

Es mi culpa por haber hecho un Two shot xd eso me atrasó.

Vaya título tan malo que elegí lol

Bueno, ya. No me sigo lamentando.

QUIEN NO ARRIESGA, NO GANA

 

Es fin de semana, ¿y qué hacen los jóvenes el fin de semana? Pues, salir de casa, buscar diversión, alcohol y sexo.

La palabra clave aquí es jóvenes.

Yutaka Tanabe no se considera una persona joven o jovial, a pesar de haber cumplido 35 años hace apenas cuatro meses. Se ve así mismo como un hombre aburrido, sin la energía suficiente para gastar en algo que no sea su trabajo de oficinista. Diario, realiza la rutina de prepararse para subir a su automóvil y partir hacia el edificio de aparente infinita altura. Al verse su reflejo en el espejo retrovisor, ve a una persona desecha por la vida desabrida que lleva, es cuando decenas de preguntas se formulan en su cabeza.

«¿Cuándo sucedió esto?»

«¿Por qué abandoné mi sueño y me convertí en el saco vacío que soy ahora?»

«¿Qué me llevó a tomar la decisión equivocada?»

Esta última pregunta es la más difícil de responder, ya que al parecer su cerebro se encargó de bloquear todo lo relacionado a cierto evento ocurrido en su juventud. Incluso, si llegara a recordar, eso no repercutiría en su día a día; está seguro que ese espacio vacío está mejor así.

Siempre divaga en el camino hacia la oficina, una vez sentado frente a su escritorio… la jornada transcurre monótona.  

Solía tener amigos, pero con el tiempo, fue perdiendo contacto con todos. Cada quien maduró y tomó una dirección diferente. Lo común. En la actualidad, no es muy sociable, habla con sus compañeros de trabajo por mero compromiso y obligación, aunque una que otra vez lo han invitado a acompañarlos a algún lugar para deshacerse del estrés laboral, para lo que él siempre tiene una excusa o sencillamente se niega; no son de su agrado, no pueden obligarle.

Sin embargo, este día viernes en especial, se siente más harto y hastiado de la maldita rutina. Un grupo de empleados cuchichean en grupo, cerca de su cubículo, entre la plática, uno de ellos menciona una discoteca muy popular a la cual le gustaría ir, pero por tener papeleo acumulado, no puede ni salir temprano de la oficina.

Yutaka Tanabe, siempre ha sido una persona diligente, no le gusta dejar nada para después, es por eso que prefiere adelantar papeleo, cuando ha terminado con el anterior. Mas, esta vez, por increíble que sea, las pilas de documentos ubicadas a cada extremo de su escritorio, ya no están; de hecho, estos se encuentran ordenados, sellados y guardados en uno de los tantos archivadores en el área de registro. Una única hoja yace sobre el teclado de la computadora, recién impresa, a la espera de ser firmada por el jefe del piso de administración.

Eso puede esperar, mas, la idea que acaba de tener Yutaka podría desaparecer tan rápido como apareció, si no la pone en marcha. Tiene un plan, el paso uno es: Conseguir un par de días libres de presión laboral, lo cual no ha tenido desde hace años.

Sale de su cubículo, determinado a obtener esas merecidas minivacaciones, golpea dos veces la puerta de pulida madera, tras la cual se encuentra el mayor obstáculo. La voz gastada le da pase, le recibe una mirada llena de experiencia y una expresión inquisitiva.

«¡Tú puedes hacerlo, Yutaka, lo mereces!»

 

 

________________

 

 

Fue complicado, mas, pudo conseguir el par de días libres que solicitó. Así que, a la mañana siguiente, va de compras… algo que no ha hecho en mucho, realmente, en mucho tiempo. Su armario está lleno de ropa cómoda, holgada y sin estampado, necesita actualizarse.

Está viviendo una ilusión, la cual tendrá fin, una vez, sea lunes. Por ello, piensa disfrutar al máximo, pero de manera saludable, esta oportunidad.

En la tienda de ropa, se le hace difícil elegir un atuendo, no tiene idea de lo que está de moda o de cómo combinar tantos elementos para que sean de buen ver. No sólo hace esto por distracción, su autoestima necesita un empujón que la lance hasta el cielo. La sección masculina se nota demasiado sobria para vestir en una discoteca, parece que entró a la tienda equivocada.

Una de las dependientas que le observaba a la distancia, se acerca y le ofrece ayuda, al verle en tal dilema. Es gracias a ella que adquiere un atuendo lo suficiente adecuado para el ambiente caluroso y encendido, al cual planea ingresar, también podría usarlo en una salida casual; tal vez, debería renovar su armario completo, la indumentaria actual no lo luce tan mal y tiene el dinero para darse pequeños lujos. No, unos segundos le dura la emoción.

«Esto es cosa de una sola vez, no te emociones.»

Ya habiendo pagado y teniendo las bolsas en las manos, Yutaka, agradece a las mujeres que le atendieron tan amables y pacientes. Sus mejillas se sintieron extrañas, ¿hace cuánto que no sonríe?

Las calles del distrito comercial están igual de atiborradas que cualquier época del año. No le hará daño comer comida que él no haya cocinado, por hoy.

 

 

________________ 

 

 

En la noche…

La imagen que le devuelve el espejo de cuerpo completo es de su agrado y, a la vez, no. Se ve diferente, como si no fuese él. La ropa semi ajustada marca curvas que no sabía que existen o cuándo dejaron de existir, su abdomen, por ejemplo, solía ser duro y tener ligeras sobresalientes, divididas en el llamado “six pack”; ahora, tiene una zona blanda en la que su se hunde al tocarlo. La falta de ejercicio le ha hecho perder la figura que solía mantener cuando iba al gimnasio y sus prioridades eran otras.

Debido al reglamento de la oficina, no podía tener el cabello largo, a menos que estuviese a una altura por sobre los hombros y este pudiese disimularse al ser peinado. Aprovechando esto, Yutaka, planchó mechón a mechón, rompiendo la regla del largo. Sonríe, le sorprende que la plancha para el cabello siga funcionando, después de no darle uso. Sopesa la idea de maquillarse, lo hacía cuando estaba joven, pero de una manera distinta a la usual; sólo delinea el párpado y cubre una que otra imperfección en el rostro con una capa de base. Uh, compró el maquillaje por impulso, es bueno que lo haya usado, ¿cierto?

Este es otro Yutaka Tanabe, una versión mejorada por cien del oficinista aburrido.

Los hoyuelos en sus mejillas son el toque final a su renovada imagen.

 

________________

 

 

Entrar es fácil, imita el comportamiento y confianza de los jóvenes en el exterior del local.

Estando adentro, el volumen de la música casi le ensordece y el juego de luces le hace perder el equilibro un instante, pero logró recuperarse al apoyarse en un pilar cercano. Las vibraciones del sonido repercuten hasta en el interior de su pecho.

Trata de acostumbrar al eléctrico ambiente, mientras camina hacia la barra, donde el atrevido bartender ejecuta un truco con varios vasos y botellas para servir las bebidas de un trío de clientes hipnotizados por sus habilidades.

Se sienta en uno de los pocos asientos libres frente a la barra, viendo de izquierda a derecha, no puede despegar la mirada del vaivén del gentío.

—Buenas noches. —La voz del bartender se hace oír encima de la música. —¿Qué desea tomar?

—Para empezar, cualquier cosa que sea ligera en alcohol. —Emborracharse no es a lo que vino. Ante la mirada juzgadora encubierta de desinterés, no tuvo opción que añadir—… Y aumenta la dosis a cada orden que yo pida. —Con eso, el de cabellos teñidos se dio la vuelta para buscar el pedido.

Trago tras trago es ingerido, sin levantarse del asiento que proclamó como suyo desde que se sentó. En la pista de baile, los cuerpos chocaban, se sacudían y brincaban al ritmo de la música, sea electrónica, pop o cualquiera que sea el género que al DJ se le ocurra reproducir.

Todo es nuevo para él, incluso las bebidas, algunas tienen nombres curiosos, graciosos u obscenos. En su juventud, cerveza y ron era lo que más consumía.

Aparta la mirada del panorama ofrecido en la pista, justo a tiempo para ver cómo un vaso alargado, delgado, lleno de líquido colorido (azul) sustituye a la copa anterior. Él no lo ha pedido, quizás, el hombre se equivocó de cliente. Quiere hacerle notar el error, mas, casi cae de espaldas, al ser testigo de cómo el tope del vaso es prendido en llamas.

La sonrisa disimulada del bartender y la risa desvergonzada proveniente del hombre sentado a su lado izquierdo, le hacen avergonzarse por su, obvia, reacción a lo desconocido.

—Sopla las llamas antes de probarlo. —Sugirió el desconocido. No entiende que sucede, él no ha solicitado una bebida flameante, tomarlo sería aprovechar el error y una falta de respeto hacia la persona que sí lo pidió. —El líquido no se calienta, pero te aconsejo usar un popote, para evitar la temperatura del borde. —Aun dentro de la confusión, hace lo que aquel sujeto le dice. —No te preocupes por tener que pagarlo, yo invito.

Esto sólo acrecentó su duda. ¿Acaso le está coqueteando?

—¿Me estás coqueteando? —Externa su pensamiento, de manera inconsciente.

De nuevo, la risa resuena y el ritmo de la música cambia.

—Si digo que sí, ¿lo aceptarás?

Le parece sospechoso que alguien se haya aproximado, siendo que no se ha puesto en pie desde que llegara y no le ha dirigido palabra a nadie, más que al tipo que le ha estado sirviendo alcohol. Piensa en los pros y los contras de aceptar cosas de un desconocido, podría haber algo extraño combinado entre el azul resplandeciente, igual a como podría estar limpio de sustancias alucinógenas.

—Sé cuándo no están interesados, tu silencio me lo ha dejado claro. —Se levanta del banquillo, sosteniendo una copa de cóctel color verde radioactivo, lo que le hace preguntarse si es que lo es. —Ya he pagado por eso —Apunta al vaso alargado. —, puedes hacer lo que quieras, dejarlo donde estás, tirarlo o lo que sea.

Cuando el sujeto empieza a alejarse, es que detalla la apariencia de este: baja estatura, cabellos cobrizos, de largo hasta los hombros, rizados en las puntas, cejas finas, pestañas espesas, bonita nariz, labios gruesos y va vestido con el atuendo más cuidado, pulcro, que ha visto durante la noche. Además, fue amable y no le hostigó ni exigió acceder a nada. Este hombre es un excelente partido y él le acaba de rechazar, indirectamente.

«¡Idiota! ¡Haz algo!»

—¡Espera! —Justo en este momento, la canción que sonaba hace una pausa para cambiar a la siguiente, por lo que su grito atrajo la atención de su objetivo y de varias personas cercanas a la barra; causándole vergüenza. —Me disculpo por mi descortesía al no responder de inmediato. Acepto la bebida… y tu compañía, si te apetece. —Aparenta seguridad en el exterior, en el interior es otro cuento.

—Soy una persona madura, que me rechacen no significa el fin del mundo, pero me alegra que hayas tomado esta opción. Entonces, regresaré a mi asiento. —Da un trago al verde radioactivo, viendo directo a los ojos. El iris azul cielo es casi del mismo tono del coctel invitado, hermoso. Le gustaría conocer el verdadero color de ese iris, sin lentes de contacto de por medio. —Yo también fui descortés al no presentarme. Mi nombre es Takanori Matsumoto.

—Es un gusto conocerte, Matsumoto. Mi nombre es Yutaka Tanabe.

—El placer es mío. —Pasa la lengua por su labio inferior, humedeciéndolos.

Así, damos inicio una plática, revelando datos superficiales sobre nosotros. Matsumoto tiene 34 años, es un cliente V.I.P de esta discoteca, es amante de los perros y defensor de los animales en general, es amigo del bartender, le encantan las cosas brillantes. Según sus palabras, Yutaka posee un aura misteriosa, pero radiante, lo cual es poco común tener ambas simultáneamente.

Es una persona interesante y tiene bastante qué decir, es algo que tienen en común, les gusta hablar. Aunque, Yutaka, creía perdida esa parte suya, que creía perdida, como la mayoría de su personalidad.

La inseguridad hace que sus manos suden, llevan un buen rato conversando y todavía no descubre cuál es la verdadera intención de Matsumoto. Puede que se haya cansado de bailar o que Yutaka se convirtiera en su objetivo de la noche, debido a su estado solitario. No llegó buscando sexo, tampoco pensó hablar con nadie. ¿Qué haría si su acompañante le propusiera tener relaciones sexuales? ¡La última vez que tuvo un condón en la billetera fue a los veintiocho años!

—Oye, ¿qué tal, si salimos de acá? Tanto ruido y calor, me tienen harto.

«Llamen a una ambulancia, creo que dejé de respirar.»

—Sí, está bien. He bebido mucho, sólo planeaba estar aquí un par de horas y volver a casa, luego de unos tres o cuatro servicios. —Tenía en su haber seis vasos vacíos, cinco idénticos (le gustaron las llamas azuladas) y uno diferente (de cuando llegó).

—Es bueno que no seas de esos que no viven si no sostienen una botella en la mano.

—No lo haría, aunque quisiera, el trabajo no me lo permite.

—¿Oficina?

—Sí, ¿y tú?

—Soy maestro de música, en preparatoria.

—Adolescentes, la peor pesadilla de los adultos. —Es dicho a modo de broma, mas, es la frústrate realidad para algunos.

—Te doy la razón, en su totalidad. —Ambos ríen.

Afuera del local, el aire helado nocturno les devuelve un poco de sobriedad.

—Yutaka. —Este voltea ante el llamado de su nombre de pila, cuando antes no había sido pronunciado ni una sola vez.

No alcanza a decir nada, porque es jalado hacia abajo, la tela de su camisa es arrugada en un puño. Sus labios son aprisionados en un beso, en el que los movimientos son mínimos, dándole la oportunidad de negarse. Supuso que esto pasaría, lo imaginó mientras conversaban… en su interior, lo deseaba… lo desea.

Quiere romper la rutina, ¿qué mejor manera que esta?

Ninguno se conoce, no tienen conocimiento más allá de lo casi nulo que contaron sobre sus vidas privadas. Le teme a las ETS, es lo único con que le pediría a Matsumoto que le sea honesto, sin importar haber dicho alguna mentira previa.

—Sé que esto sonará rudo de mi parte, pero necesito estar seguro… —Se separa de aquellos labios dulces — de que no habrá consecuencias irreparables, en el futuro.

—Me parece bien que dudes. Supuse que en algún momento preguntarías, si no lo hubieses hecho, pensaría que eres ingenuo y fácil de engañar. —Enreda sus dedos en un mechón de los cabellos negros de Yutaka. —Estoy limpio, en todos los sentidos.

—Te creo.

—Vamos a mi auto. Tengo el presentimiento que mi casa se encuentra más cerca que la tuya.

 

«Sólo por hoy, arriésgate.»

Notas finales:

Las ETS son un asunto serio, en extremo. Asegurense que los involucrados estén sanos y haya confianza, no se metan con cualquier chusma.

____

Me arrepiento de ser tan perezosa TcT... na'más este día.


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