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Un deseo del corazón. por Keiko Midori 0018

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Notas del capitulo:

Esta historia ha sido remasterizada porque no me gustó como la hice, espero que ahora sí sea de su agrado.

Un deseo del corazón...


Como cualquier año, en el séptimo día del séptimo mes, Kagome se preparaba para su labor. Ella era la encargada de cumplir los deseos dados durante el festival del Tanabata. Para ella, eso era algo sencillo pero también tenía su lado complejo ya que nadie debía saber de su existencia y todos los deseos debían parecer creados por coincidencias de la vida. Afortunadamente, ella era bastante buena en lo que hacía así que eso no era realmente un problema.


En esa hermosa noche adornada por las brillantes estrellas en el cielo, caminó por ese gran parque adornado por coloridas decoraciones y pequeños puestos ambulantes. Caminaba mientras pasaba desapercibida por el ojo humano y así era mejor, se encaminó hacia los bambúes para recoger las pequeñas hojas de papel que colgaban de ellos y así poder cumplir los deseos de los humanos. Mientras lo hacía, uno en especial llamo su atención, era un deseo puro, un deseo del corazón. Era el deseo de un alma herida así que sin más, lo leyó.


Deseo un amor lindo y rebosante de pasión, más no perfecto. Deseo un amor sincero, más no obligado.


Tan solo deseo amar y ser amado.


Kagome, como la mensajera de la festividad, nunca en todos esos años que llevaba haciendo su trabajo, había visto un deseo como ese. Un deseo del corazón y tan desesperado, eso era en verdad un caso raro. Tomó el pequeño trozo de papel en sus manos y cerró los ojos concentrándose en él. Usando sus poderes otorgados para ello, empezó a visualizar al autor del mismo, de trataba de un joven universitario con el corazón hecho pedazos. La razón, estaba resentido con el amor y todo lo relacionado. El joven había sido herido por la mujer con la que compartiría su vida, ella lo había traicionado y de la peor manera. Gracias a los hechos, él empezaba a dudar de la existencia del amor y ese deseo era su última esperanza.


Sesshomaru Taisho era un simple universitario que empezaba a pensar que el amor no existía, que era más que un vil invento de la gente. Era alguien que no conocía muy bien el amor, pues sus padres desde pequeño lo ignoraban por sus viajes de negocios y sociales, sus amigos solo lo seguían por su estatus social y ella, ella solo estaba con él por la fortuna de su familia. Ingenuamente se dejó cegar por un bonito rostro y sonrisas vacías.


Ya no podía pensar en el amor, no si la persona que decía amarlo se revolcaba con otro y en la cama que había compartido juntos. Sesshomaru había encontrado a su ahora ex-novia en la cama con uno de los que hacían llamar sus amigos. Siendo incauto, había ido a su departamento para invitarla a salir y al finalizar proponerle matrimonio, pretendía tener a alguien a su lado para amar y sentirse amado, pero todo tomó un rumbo diferente al ser traicionado por ella.


La última vez que la vio, había arrojado el pequeño estuche con el anillo de compromiso a sus pies y se había retirado ignorando las suplicas de esa traicionera mujer. De eso ya habían transcurrido dos meses, seguía sin superarlo y ahora su última esperanza era el Tanabata. Pero, el tener que escribir un deseo en una pequeña hoja de papel para después colgarla en un bambú, le sonaba como un juego infantil. Aunque, nada perdía por intentarlo y lo hizo, escribió su deseo esperando por que se cumpliera. Lo hizo rogando por ser escuchado. Y Kagome estaba dispuesta a cumplir ese deseo y mostrarle a ese humano que el amor era algo maravilloso y que en verdad existía.


―¿Como harás para que el humano obtenga su deseo?. ―Le preguntó su fiel compañera después de leer el deseo.


―Cuando un humano desea una enorme riqueza, ¿Como se la damos?. ―Le hizo la pregunta a su incrédula compañera y amiga.


―Hacemos que encuentre por casualidad esa cosa que llaman billete de lotería ganador. 


―Kikyo, ahí esta la respuesta. Haré que lo encuentre por casualidad.


―Pero Kagome, ¿No es mas fácil usar una poción de amor para que se enamore de inmediato?.


―En efecto, Kikyo. Eso sería muy sencillo pero él dijo:''Deseo un amor sincero, más no obligado'' y yo se lo voy a dar. ―Ella estaba decidida, siempre cumplía todos los deseos y ese no iba a ser la excepción.


Los días siguieron su curso y Kagome observaba al humano para ver su comportamiento y determinar con quien debería emparejarlo. Pero estaba segura que sería difícil, él era bastante esquivo, no hablaba con nadie, era frío y sumamente serio. Por eso, solo necesitaba encontrar un corazón puro y lo suficientemente cálido para derretir esa coraza de hielo que él mismo había instalado en su corazón. Lo encontraría y si así fuera necesario, buscaría en toda la ciudad pero ella daría con ese corazón dispuesto a amar. De eso estaba más que segura.


Después de mucho buscar, Kagome finalmente lo encontró. Ella encontró ese corazón tan cálido y tan brillante como el mismo sol. Y siendo la vida más difícil para todos, había un pequeño e insignificante problema. El ser dueño de tan puro corazón, era un hombre pero ella era firme creyente de que el amor era puro sin importar la raza o sexo.


Ya era hora de llevar a cabo sus planes y gracias a sus poderes, iba a lograrlo.


...


...


Sesshomaru estaba saliendo de la universidad, iba algo tarde ya que se había quedado estudiando en la biblioteca. Habían más alumnos concentrados en sus libros y la verdad era que podía usar su inmensa biblioteca personal, pero siempre era bueno ver gente alrededor en lugar de su soledad interminable y esa fue la razón para quedarse. Cuando se disponía a marcharse a su hogar en su auto, este se detuvo tras avanzar unos metros. No se alteró, simplemente bajó a revisarlo y se percató que la batería se había descargado. Con un suspiro hastiado, había terminado por sacar su teléfono para llamar a su chófer para que fuera a recogerlo y grande fue su sorpresa al notar que había corrido con el mismo destino que su automóvil. Y no era todo, su billetera había sido robada, había obtenido una gran porción de mala suerte. Sesshomaru revisó a su alrededor, además de que la noche ya cernía sobre él, no lograba divisar ni un solo taxi. Frustrado, empezó a caminar.


―¡Maldición! ¿Acaso esto no puede ser peor?.


A pesar de que había dicho eso para sí mismo, fue un gran error. Como si fuera odiado por alguna especie de ser superior, empezó a llover repentinamente haciendo que empezara a maldecir y a acelerar su paso. Empezó a temblar gracias a la helada lluvia, la mansión familiar se hallaba bastante lejos y aún si pudiera divisar un taxi, en sus condiciones actuales bien podrían negarle el servicio. Sin auto, teléfono y dinero, en verdad sería una larga noche.


Sin saberlo, Sesshomaru era observado por Kagome. La mujer era la causante de su repentina mala racha y todo para llevar a cabo su plan de reunirlo con el ser que le había destinado.


―Solo espera un poco más, Sesshomaru.


Había murmurado, una sonrisa adornó su rostro. Siendo protegida por una sombrilla, solo se dedicó a verlo caminar rápidamente bajo la intensa lluvia. Como lo tenía previsto, ese encuentro destinado estaba a punto de pasar. Sesshomaru mientras caminaba rápidamente, no fue capaz de notar como la puerta de un establecimiento se abría dejando ver a un joven distraído que abría su sombrilla. Inevitablemente y por estar ambos distraídos, terminaron por impactarse entre sí.


―Disculpe, no estaba prestando atención. ―Se disculpó el recién llegado, avergonzado por el pequeño accidente. Fue entonces que se percató del estado del joven adulto que tenía enfrente, vio como Sesshomaru estaba empapado a más no poder y fue capaz de notar la ausencia de la necesaria sombrilla.


―Descuida, yo... ―Sesshomaru fue interrumpido al ser cubierto con aquella sombrilla que el que aparentaba ser más joven, traía consigo.


―Se resfriará si sigue bajo la lluvia.


Pudo notar el ligero toque preocupado en su voz, eso lo sorprendió. Ahora Sesshomaru pudo ver como el chiquillo que intuía tendría entre quince y dieciséis años, se estaba mojando por su causa. Aquel extraño se estaba empapando solo para cubrirlo a él, estaba conmovido pues nadie se había preocupado tanto por él.


―No deberías hacer esto, ahora seras tú el que se resfríe.


―Descuide, vivo cerca de aquí.


―Tienes suerte, yo vivo al otro lado de la ciudad. No sé que ocurrió, pero por algunos sucesos extraños debo caminar.


―¿Caminar? Pero si esta muy lejos. ―Se quedó pensando unos segundos y volvió a hablar. Había encontrado una solución. ―Espero no sonar atrevido pero, ¿Le gustaría ir a mi apartamento para que se seque y llame a casa?.


Sesshomaru pudo ver después del ofrecimiento, un intenso carmín en las mejillas de su acompañante. Realmente le pareció un gesto demasiado tierno, más no sabía si era provocado por la pena o el frío que había dejado en segundo plano.


―¿No te molesta llevar un extraño a tu hogar?. ―Le preguntó algo dudoso al ahora empapado adolescente que tenía enfrente, este negó de inmediato.


―No, algo me dice que no me hará nada y le aseguró que yo tampoco haré nada sospechoso. ―Aseguró divertido y fue cuando ambos en su burbuja, recordaron algo. ―Soy Setsuna, Setsuna Inuyasha.


―Taisho, Taisho Sesshomaru.


Una vez se presentaron, Sesshomaru se encaminó junto al joven Inuyasha hacia el departamento del menor antes mencionado, ambos bajo la protección que la sombrilla ofrecía.


―¿Este era tu plan, Kagome?.


―Sí y está saliendo a la perfección, ahora solo queda esperar los resultados.


Después de unos minutos, ambos jóvenes llegaron a un gran edificio de apartamentos. Al entrar, ambos fueron recibidos por la recepcionista, quien era amiga de Inuyasha y al verlo empapado, la mujer se preocupó.


―¿Porque llegas empapado, Inuyasha? Estoy segura que te había recordado que llevaras una sombrilla antes de salir.


Sesshomaru notó en esa reprimenda, un ligero toque maternal. Pero era de esperarse, Sesshomaru no lo sabía pero estaban en el complejo de edificios propiedad de la familia Setsuna e Inuyasha era alguien amado, además de respetado por los empleados del lugar. Desde que era niño se había ganado el afecto de las personas que laboraban para sus padres. La recepcionista siguió reprendiéndolo y olvidando que el menor no estaba solo.


―No es nada, Sango. ―Contestó Inuyasha. Se abrazó a sí mismo al sentir el frío que el aire acondicionado le provocaba a su cuerpo aún mojado.


―Anda, ve a ducharte o te resfriaras.


―Sí, mamá. ―Río levemente ante la actitud de la mujer. Ambos recordaron al acompañante olvidado. ―Sango, él es mi nuevo amigo. Él es el joven Taisho.


―Disculpe por ignorarlo, joven Taisho. Me llamo Akashi, Akashi Sango.


―Descuide, señorita Akashi. Soy Taisho Sesshomaru.


Después de una respetuosa reverencia, ambos jóvenes se despidieron de la mujer y procedieron a subir al apartamento del menor. Al llegar, ambos se despojaron de sus mojadas chaquetas y a descalzarse.


―Le traeré algo de ropa para que se quite esa, joven Taisho.


―Solo llámame Sesshomaru.


―Eso sería una falta de respeto.


Al ver la pena inundando la expresión de su recién conocido amigo, Sesshomaru negó divertido, ese chiquillo era especial.


―Entonces llámame como lo desees.


―Está bien, lo llamaré simplemente Sesshomaru.


Sesshomaru solo asintió así que Inuyasha procedió a ir por algo de ropa para su invitado. El joven anfitrión se perdió en una de las habitaciones del lugar y él simplemente se quedó parado esperando. Después de unos minutos, lo vio regresar con una bata que posiblemente pertenecía al padre del mismo y afortunadamente, ambos tenían la misma complexión.


Ambos pasaron el rato charlando, contándose sobre sus vidas y Sesshomaru se enteró de que Inuyasha era amado por los empleados, pero que también era descuidado por sus padres pues siempre lo dejaban ya que no querían interrumpir sus estudios con los largos viajes que realizaban. Pero Inuyasha no parecía alguien solitario pues era bastante amigable con todos, incluyéndose, y era una suerte que no se haya vuelto tan esquivo como él. Sesshomaru se dio cuenta que nunca había sonreído tanto y menos con sinceridad, fue todo gracias al adolescente que tenía enfrente. Sin darse cuenta, se habían perdido en las palabras del otro, tanto que había pasado el tiempo y ya era bastante tarde, habían olvidado el motivo de la visita de Sesshomaru. Sin embargo, Inuyasha ofreció la habitación de huéspedes para que se quedara y Sesshomaru gustoso aceptó. Él no quería irse aún, se la había pasado muy bien acompañado por Inuyasha y no le apetecía volver a esa sombría y solitaria mansión que tenía por hogar.


En otra parte muy alejada de ahí, Kagome estaba más que feliz. Sus planes para que ambos se encontraran habían sido un rotundo éxito, aunque sintió un poco de pena por Sesshomaru. Sus métodos habían sido bastante drásticos, pero se convenció de que era necesario y por ahora solo le quedaba esperar a que ninguno de los dos arruinara todo lo que había creado.


...


...


Conforme pasaba el tiempo, ambos jóvenes se hacían cada vez mas cercanos. Sesshomaru algunas veces solía pasar a la preparatoria en donde estudiaba Inuyasha para recogerlo y eso le encantaba al adolescente que en secreto empezaba a sentir su corazón latir frenéticamente con tan solo escuchar el nombre de su amigo universitario. Ambos hacían todo juntos, estudiaban, salían de paseo y se visitaban. Claramente, todo bajo la etiqueta de simples amigos aunque ya no se sintieran como tal. Con la convivencia y sus tratos, empezaban a sentir algo más pero ninguno se atrevía a mencionar algo sobre el tema.


Una vez más, el festival del Tanabata se celebraría y esta vez Sesshomaru no asistiría solo como acostumbraba. Se había armado de valor y había invitado a su mejor y único amigo, Inuyasha aceptó al instante apenas había mencionado sobre el tema. La verdad era que ambos estaban bastante nerviosos, era la primera vez que Sesshomaru asistiría con alguien. A pesar de las ansias e inseguridades, no se iba a retractar y no le iba a hacer eso a Inuyasha.


Ambos quedaron en encontrarse en la entrada del gran jardín imperial para divertirse juntos.


Sesshomaru llevaba puesto un yukata tradicional, de color blanco con negro y con algunos degrades en en azul. Se sentía ridículo pues era la primera vez que se ponía algo así, iba a vestir normalmente pero Inuyasha había mencionado que él si se vestiría conforme a la tradición y no le quedó de otra que hacer lo mismo. Su bochorno se fue al demonio al ver lo mas hermoso que a su parecer, sus ojos jamás habían visto en toda su vida. Esa bella aparición era Inuyasha que lo esperaba en la entrada donde acordaron, él vestía un yukata azul oscuro con un obi rojo y su largo cabello platinado estaba atado en una coleta alta, pero lo que mas lucía era su radiante sonrisa.


―¿Estás bien?.


Escuchó hablar a Inuyasha, pero seguía pasmado y sin siquiera mover un músculo. No podía hacerlo, estaba demasiado ensimismado y regodeándose por tan bella imagen que este le ofrecía. Mientras con Inuyasha, él se sentía avergonzado al verse ignorado y presentía que estaba haciendo el ridículo al haberse vestido de esa forma. Inuyasha empezó a a recriminarse por rechazar la ayuda que Sango le había ofrecido, realmente quería verse bien y sin ayuda para Sesshomaru. Estaba tan apenado al sentir que desentonaba y más al ver a su acompañante que se veía bien de blanco y vestido de forma tradicional.


―¿Eh? ¿Dijiste algo, Inuyasha?. ―Preguntó Sesshomaru al salir de su ensoñación, había que reconocer que estaba un poco perturbado. ―¡Felicidades! ¡Seguro quedaste como un idiota! ―Finalizó para sus adentros.


―Si te molestó mi atuendo, puedo volver y...


Entendiendo la situación, Sesshomaru colocó su dedo indice en los labios de su acompañante silenciando sus palabras.


―No es eso, te ves perfecto. Es solo que me has dejado sin palabras.


Habiendo halagado y apenado a Inuyasha, Sesshomaru decidió entrar al lugar. Antes de dar un paso, agarró su mano para así poder entrar al jardín.


―¿Que haces, Sesshomaru? ―Preguntó Inuyasha, con un pronunciado coloreado adornando su rostro al ver sus manos unidas. Sesshomaru quién había hecho esa acción osada por mero instinto, no sabía que decir. Empezó a pensar en diferentes variantes para no dejarse ver más tonto de lo que ya se sentía.


―Es para no separarnos, hay mucha gente.


Su respuesta había sido lógica considerando el mar de gente a su alrededor, lo que no se explicó fue la expresión de Inuyasha. Tras su respuesta, pudo notar una inmensa decepción en el rostro de su acompañante y por más que le intrigó, decidió no indagar. Se internaron hacia adentro, obviamente sin dejar sostenerse las manos.


Mientras Sesshomaru veía a Inuyasha revolotear entre puesto y puesto, ver su expresión brillante, comportarse como un niño ante las decoraciones y la infinidad de peces koi. Pudo notar su mirada puesta en su persona, una mirada con un brillo que jamás había sido dirigido a él. Fue entonces que una gran emoción empezó a llenar el vacío que había sentido durante toda su vida, sonrió tontamente ante eso. Su deseo había sido oído.


Finalmente, la hora de escribir los deseos llegó.


―Inuyasha, ¿Quieres ir a escribir tu deseo?.


Ya no podía suprimir su sonrisa e Inuyasha al verla simplemente asintió con una marcada emoción. Ambos se dirigieron hacia el puesto en donde se estaban repartiendo los papeles para los deseos, en el lugar se encontraron con una chica azabache vestida como miko-shinto quién era la responsable de repartir las pequeñas hojas de colores.


Agradecieron a la mujer por su ayuda y procedieron a escribir en las hojas, después se enfocaron en colgarlas en el bambú y como todos, esperar para que sus deseos se cumplan.


―Vamos, Inuyasha. Ya casi es hora de los fuegos artificiales y quiero llevarte a otro lugar para que puedas admirarlos mejor.


―Sí, vamos.


Después de esas palabras, ambos caminaron hasta una parte alejada del bullicio de la gente y las luces. Pudieron admirar el cielo estrellado, la gran constelación y Sesshomaru no pudo evitar admirar al niño de ojos color sol que lo acompañaba. Tras notar como su rostro era bañado en la luz de la luna llena, se dio cuenta de que era algo espectacular. Sin pensarlo, solo acarició la tersa mejilla de su acompañante sintiendo un leve estremecimiento por parte del menor. Sin esperar una palabras, Sesshomaru se inclinó hacia Inuyasha y lo besó. Mientras ambos disfrutaban del beso, Sesshomaru sintió como Inuyasha se aferraba a él e hizo lo mismo. Justo en medio de aquel emotivo beso, los fuegos artificiales hicieron su aparición dando un toque mágico a su muestra de amor.


―¿Cual fue tu deseo, Inuyasha?.


Al separarse y juntar su frente con la del menor, Sesshomaru se negó a romper el abrazo que mantenía con su niño. Sí Inuyasha era su niño, era su amor puro. Inuyasha era la prueba de que su deseo se había cumplido y no pudo evitar sentirse feliz.


―Escribí: ''Deseo que él me amé tanto como yo lo amo''. ―Contestó Inuyasha, conservando el tono carmín de sus mejillas. En eso sintió a Sesshomaru alejarse de él con una expresión de inmensa tristeza, entendió la situación y no pudo evitar reír.


―¿Que es tan gracioso?.


―Que el gran Taisho Sesshomaru, a pesar de ser tan listo en muchas cosas, sea tan despistado en este caso. ―Inuyasha no pudo evitar burlarse un poco y lo volvió a abrazar. ―Yo me refería a ti, tonto.


En ese momento, Sesshomaru sintió como su tristeza y decepción desaparecían al instante, besó nuevamente a su niño. Se aferró a Inuyasha lo más que pudo y lo alzó, dieron vueltas abrazándose y compartiendo su felicidad que no sería momentánea.


―¿Cual fue tu deseo?. ―Preguntó Inuyasha entre risas y fue entonces que se detuvieron.


―Ese es mi pequeño secreto, Inuyasha. ―Al igual que Inuyasha, Sesshomaru no pudo evitar burlarse un poco. Al ver como este mostraba un berrinche, no dudó en pellizcar ligeramente una de sus coloradas mejillas que inconscientemente se había inflado en su puchero infantil. ―Mi niño, eres tan tierno y pellizcable.


―Tonto, déjame. ―Ante el reproche, Sesshomaru solo lo abrazó.


Ambos enamorados habían recibido sus deseos y se habían dado cuenta que el Tanabata no era una simple leyenda, que no era solo un simple festival. El Tanabata era en realidad una hermosa historia de amor en donde los deseos si se cumplían.


...


...


Después de haber visto tan bella escena, Kagome estaba tan feliz que su rostro no podía contenerlo. Finalmente, Sesshomaru había obtenido su deseo y sus intentos por conseguirlo habían sido fructíferos. La sonrisa de la mujer se amplió al leer el nuevo papel que Sesshomaru había colgado en el tronco del bambú.


―Eres un humano bastante peculiar, Sesshomaru. ―Conservó su gran sonrisa. ―Inuyasha, querido, tu deseo se cumplió desde hace mucho.


―¿Que hace una miko shinto hablando sola?.


―Kikyo, ¿No deberías estar entregando tu parte de los papeles?.


―Sí, en eso estoy. Pero, ¿Qué deseó esta vez el humano?.


―Míralo por ti misma.


Al terminar de hacer sus deberes, Kikyo se dio la oportunidad de leer el pequeño trozo de papel en el que Sesshomaru había escrito su deseo. Tras terminarlo, ella inmediatamente sonrió enternecida.


―Los humanos a veces pueden ser sorprendentes. ―Finalizó tras guardar el papel.


En ese papel con una caligrafía perfecta, solo había una palabra escrita. Pero, dicha palabra expresaba todo lo que Sesshomaru sentía y eso provocó las sonrisas de las mensajeras de esa festividad. Porque un ''Gracias'' podía valer mucho y estando en una festividad que con el poder de seres que cuidaban de los deseos del Tanabata podían cumplir...


Un deseo del corazón.


Fin.


 


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