Yo soy un amigo imaginario, la razón por la que nací es, evidentemente, porque Ethan necesitaba un amigo. Aún recuerdo como me creo, en esa época tan solo tenía tres años de edad; ese día sus padres habían salido a una fiesta y lo dejaron a cargo de una niñera, que por cierto era terriblemente mala, descuidaba a Ethan como no tienen idea, ella ni siquiera se dignaba a darle de comer, a él le dolía tanto del estómago que se puso a llorar y por esa razón lo castigo encerrándolo en su habitación. Mi pequeño se sentía tan solo y triste, lo único que él quería era un abrazo de mamá y un beso de papá; por esa razón comenzó a imaginar que alguien le abrazaba y acariciaba.
Esa fue la primera vez que pensó en mí, solo era una idea en su mente, apenas una nube sin forma que le daba calor pero ahí estaba, y desaparecí, sus padres llegaron directo a arroparlo y su sensación de soledad se esfumo. Así comenzamos todos los amigos imaginarios, somos pensamientos fugases en la mente de los niños, la mayoría muere inmediatamente después de que la emoción desaparece, por suerte para mí no fue de ese modo.
Tres días después el sentimiento de soledad volvió a él, se sintió necesitado, deseoso de cariño, entonces aparecí de nuevo pero ya no era una nube; ahora tenía manos, pies y rostro pero seguía casi transparente. Pasamos esa tarde jugando con legos, cuando llegaron sus padres y le abrazaron creí que desaparecería pero no fue así, el gesto de sus padres hacia él me volvió completamente visible y lleno de color, en ese momento comprendí que yo ya no significaba soledad para Ethan, ahora yo significaba amor.
Con el paso del tiempo pude volverme más consiente de mi niño y de mí mismo. Aprendí que yo era más grande, tanto en tamaño como en edad, ya que tenía una gran necesidad de ser cuidado por un adulto; que a diferencia de él yo no tenía padres o familia, y que mis colores extravagantes se debían a que amaba pintar; la razón de mí olor a panque era porque ese era su desayuno favorito, y lo más importante, Ethan es todo lo que tengo y lo único que me interesa tener.
Una de las lecciones más difíciles que afronte en estos seis años que llevo con mi pequeño fue aceptar que no soy real, que solo soy un producto de su imaginación. Entenderlo fue como haber chocado contra un gran muro de concreto, el pensar que algún día se olvidara de mi a tal punto en el que ni siquiera recuerde como me veía me hizo sentir inútil y miserable. Pasaron varios días y mi actitud deprimida y distante de alguna manera comenzaban a afectar a Ethan, se veía más apagado y casi pálido, aunque en ese momento no pude notarlo.
Era de noche, los padres de Ethan lo habían arropado y el dormía plácidamente en su cama, o eso creía, se paró de golpe sollozando, volteo hacia mí y me extendió sus pequeñas manos, en ese momento me olvide de todo lo que pensaba y me moví rápidamente hacia el para abrazarlo, lo envolví con mi cuerpo para darle calor y comencé a acariciar su cabeza con mucha suavidad. Poco a poco lo fue venciendo el sueño y cuando estaba a punto de dormirse dijo en un susurro “Pat, ese es tu nombre. Así nunca te olvidare”. Quede muy sorprendido con las palabras que me había dicho, comencé a pensar y me di cuenta que, efectivamente, estábamos conectados. Ethan sabía lo que estaba pensando y busco una solución para aliviar mis preocupaciones, deje de lado mis pensamientos depresivos, esa noche dejo de importarme mi propia existencia, entendí que si estaba ahí era porque me necesitaba y si algún día comenzaba a desaparecer era porque ya no me necesitaba, mi deber estaba hecho, tendría que dejarlo crecer, que fuera feliz. Con ese pensamiento me aferre a él para darle todo el amor que me había otorgado primero. Ese día llore toda la noche.
Estuve junto a mi niño durante seis maravillosos años. Durante ese tiempo jugamos, reímos, lloramos, llegamos incluso a pelear, aprendí cada uno de sus gestos; comencé a amarlo cada día un poco más hasta el punto de quebrar mi alma, si es que tengo una.
Sin embargo desde hace unas semanas el empezó a olvidarme. Al día de hoy mis colores ya están casi apagados, mi cuerpo es casi imposible de ver, y mi voz ya no alcanza sus oídos.
Mi pequeño pronto cumplirá nueve años, y para ser un amigo imaginario, he tenido una vida demasiado larga, estoy seguro que él no quiere olvidarse de mí, pienso que esa es la razón por la que he estado tanto tiempo en este mundo, pero en algún punto debe madurar, y solo me he convertido en un obstáculo para él.
Soy feliz por esto, que se olvide de mi existencia es bueno. Podrá hacer otros amigos, unos que sean reales. Crecerá, encontrara él amor y tal vez también llegue a tener hijos. Estoy seguro que tendrá una gran y maravillosa vida, es lo que quiero para él.
El único deseo que tengo es poder hablar una última vez con mi amado Ethan, poder decirle lo mucho que lo amo, darle las gracias por haberme creado y por creer tanto tiempo en mí. Se ve tan lindo durmiendo. No debería de estar llorando ahora, pero no lo puedo evitar, así como no puedo evitar la gran sonrisa que me provoca verlo balbucear entre sueños.
Como último capricho me acerco a él y deposito un beso en su mejilla, quiero trasmitirle todo el calor que me queda, “Te amo Ethan”. Ahora no soy más que un borrón en su habitación, pero antes de desaparecer por completo alcanzo a escuchar que dice entre sueños “Y yo a ti Pat, jamás te olvidare”.