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Atracción Inevitable por Nickyu

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XIII

Intermitencia Lógica

 

 

Aunque Jyuto tenía intenciones de salir a ver a Hifumi, el maldito papeleo estaba esperando por él. Qué desastre. Y tener una jefa igual de horrible que su trabajo, era un completo suplicio. Iba a acabar la mayor parte para salir corriendo, porque estar encerrado definitivamente era una maldición.  

Al menos Riou y Samatoki se veían distraídos. Eso era bueno.

—Deja de mirar tu teléfono así, desilusionado —se burló Samatoki, tentado a reírse cuando Jyuto frunció el entrecejo—. Pareces un perro castigado o algo así. Bueno… un conejo.

Aún pese a la mueca de fastidio, Jyuto sonrió son sorna, dedicándole una mirada casi tan socarrona como la que el alpha de ojos rojos le dedicaba.

—Bueno… podré mirar el teléfono desilusionado. Pero tú… —Lanzó una risa burlona, con la medida perfecta de crueldad para que Samatoki frunciera el entrecejo, empezando a irritarse—. Tú que antes casi ni tocabas tu teléfono, ahora respondes textos con una sonrisa escalofriante… ¿cómo se diría…? —Jyuto hizo una pausa, sonriendo con burla hiriente—. Enamorado.

Riou dejó de lado su teléfono, sintiendo que debería intervenir. Ese juego de tonos generalmente desembocaba en un enfrentamiento entre esos dos. Usualmente, los betas no se enfrentaban a los alphas, pues el aura intimidante de estos últimos estaba destinado a predominar a las dos otras castas, y si era necesario, a sus semejantes. Aún así, Jyuto no era como el beta promedio. Era alto, increíblemente inteligente, con la galantería y atractivo bastantes para que los demás pudieran hacerlo pasar por alpha  —aunque ocultara que eso le fastidiaba—, y, por supuesto, con su justificado toque de arrogancia. 

Eso era un problema. Él al ser también un alpha, tenía sus choques con Samatoki, y para eso estaba Jyuto; para alivianar las cosas. Pero cuando ambos se molestaban así, aunque fuese con tintes juguetones al inicio, dejar que esto avance era…

La vibración de su teléfono lo alejó momentáneamente del espectáculo más allá, que de no ser intervenido, se iba a convertir en una carnicería. Aún así, rápidamente tomó su dispositivo, sonriendo inconscientemente, cuando vio que era la respuesta de Doppo.

—Kannonzaka-San aceptó salir nuevamente conmigo…  —expresó aliviado, inconscientemente.

No contaba que su frase iba a ser oída por sus acompañantes, quienes dejaron su riña, sólo para mirarlo con extrañeza.  

—A ver… —Samatoki fue quién empezó, regresando al sitio en donde estaba sentado, luchando por no dejar que su risa burlona saliera—. Ustedes pasaron una noche juntos, ¿qué diablos con  eso de «aceptó salir nuevamente»?

Riou se lo pensó. Era cierto. Había pasado la noche en la casa del omega, hasta desayunaron juntos y fue él quien los había llevado al hospital.  ¡Hasta habían salido luego de que Jakurai ingresara a la habitación del padre de Doppo! Fue una salida maravillosa como era todo el tiempo que pasaba con él.

—Hm, cierto —asintió Riou—. Kannonzaka-San y yo ya somos amigos cercanos, así que no debería ser extraño que ahora acepte salir conmigo.

«Amigos». Samatoki casi sintió un tic en el ojo, al oír la palabra.

—Perdona… —Ahora fue Jyuto quien intervino, intentado mantener la calma. Salió del asiento de su escritorio, para situarse en el mismo sofá en donde se hallaba Samatoki—. Dijiste… ¿«amigos»?

—¿No debería llamarlo así…? —preguntó Riou, un poco confundido.

¿Qué tanto debería hacer con Doppo para llegar a llamarlo al menos su «amigo»? Sentía que cada vez Doppo se le hacía más inalcanzable, y eso ya le estaba frustrando. ¿Acaso nunca llegaría el día en que pudiera acariciarle el cabello, mientras lo miraba a los ojos? Qué desgracia.

—¿Pues quizás no? —dijo Samatoki, extrañado. Esto era tan confuso que ni ganas de hablar palabrotas le daban—. No si ustedes… ya estuvieron una noche juntos.

—¡Oh! —El beta intentó descifrar lo que estaba pasando—. Eso está muy bien, Riou. No porque hayan pasado una noche juntos, significa que son algo. Pensar eso siempre da paso a confusiones. En ese caso, deberías preguntarle a dónde desean llegar.

Ah, eso tenía más sentido. Tal vez las situaciones daban un exceso de confianza, pero eso no significa que Doppo se sintiera de la misma forma que él. Cómo había dicho Jyuto, tenía que preguntarle a Doppo.

—Ah, entiendo… Luego de la salida al restaurant, llegamos a su casa, miramos películas y nos quedamos dormidos en su sofá. Al despertar, desayunamos, pero nunca nos hemos detenido a hablar de nuestra amistad. Usaré esta salida para intentar preguntarle si me ve como a un amigo.

Contrario a las reacciones que había esperado, Samatoki y Jyuto se habían quedado congelados, luego de que resumiera en pocas palabras su regreso del restaurant, con Doppo. ¿Había hecho algo mal?

Jyuto fue quién se apresuró a hablar en medio del rígido silencio.

—R-Riou… ¿ustedes durmieron juntos, en el sentido literal? —Hasta sentía tensión en la pregunta del policía, quién al parecer estaba sujetando a Samatoki, para que no le salte encima.

—¿Sí…? —respondió, sintiéndose más y más perdido.

Jyuto respiró profundamente, masajeándose la sien izquierda —la mano derecha aún tenía agarrado a Samatoki de la ropa, como si ésta fuera un collar que detenía a un perro malcriado que estaba a punto de perseguir a un transeúnte—, preguntándose porque habían malpensado de Riou. Joder. Riou era un alpha demasiado bueno para este mundo.

Juraba que era la última vez que no preguntaba el contexto de una conversación.

 

 

 

 

Saburo se puso con rapidez los zapatos y cerró correctamente la cremallera del suéter, respirando hasta de forma pausada para hacer el mínimo ruido. Estaba perdiendo la cabeza, de seguro, pero sería la única vez, sí. Después de ésta vez, no volvería a pasar. Nunca. Nunca, nunca más.

Sería un encuentro fugaz.  Qué falta de respeto para Ichi-nii salir así, en la noche, pero juraba tener todo bajo control.  Iba a volver igual de rápido, de todos modos, esto no era más que una despedida.

Cerró sumamente  despacio la ventana. No iba a salir por la entrada, eso sería alertar a sus hermanos. Tenía que irse rápido, pero se sentía en verdad muy mal. Si susurrarle una disculpa a su hermano mayor servía, iba a susurrarle lo que quisiera, pero una vez que estuviera al menos alejado un kilómetro de su casa.

Empezó a caminar, sin hacer el menor ruido, aunque se detuvo un poco más allá de la puerta principal, conteniendo un grito, porque definitivamente, quién estaba saltando el muro de los laterales de la puerta no era un ladrón… ese era…

—Jiro… —susurró bajito, cuando éste le devolvió la mirada, igual de sorprendido.

Se quedaron congelados.

Se habían atrapado mutuamente escapando de casa.

—¿¡Qué estás…!? —Jiro bajó el tono de voz, al ver la mueca desesperada de Saburo, que le pedía baje el volumen—.  ¿¡Qué diablos crees que haces!? —Le reclamó en un jadeo, de manera muchísimo más discreta.

Saburo se aproximó hasta la puerta, con tal de seguir disminuyendo el ruido que pudiese llegar a oídos del mayor de los Yamada.

—Puedo decir lo mismo de ti… ¿qué haces saliendo… así? —El omega frunció el entrecejo y lo apuntó con un dedo acusador.

—Lo mío es necesario… —Jiro tragó saliva, nervioso y enfadado—. En cambio, no veo porque tú debas salir... regresa a casa, ahora mismo —ordenó.

—Si fuese necesario… Ichi-nii te hubiese dado permiso. No voy a regresar, así que ya vete. —Saburo sonrió con muchísima superioridad, tanta, que Jiro quiso sacudirlo de los hombros. Era una lástima que la puerta de hierro estuviese separándolos. Sólo apretó los dientes, posando los dedos en los patrones de la reja, sintiéndose acorralado.

—Da igual. Si me escapo ahora, no pasará nada. Pero si tú sales, será malo, ¿no entiendes? La gente de afuera es una mierda y… —El joven alpha resopló, desesperado—. Saburo, no te portes como un crío. Sabes lo peligroso que es para ti salir a estas horas. Tú sabes cómo es afuera, Nii-chan no te está encerrando o algo así…

Aunque vio la culpabilidad en los ojos de menor, pero que aún así no se apartaba de la puerta, supo que sería un desperdicio tratar de razonar con él.

De todos modos, había hecho una promesa, así que tenía que salir.

—¿Lo que debes hacer es tan importante que debes hacerlo a espaldas de nuestro hermano mayor…? —preguntó Jiro, sin esperar una respuesta, en realidad.

Si Saburo no se portaba como un altanero, y lo miraba con esos ojitos de cachorrito, como cuando eran niños y jugaban, en serio no podía contra él.  Si el mismo Saburo se sentía así de culpable, sea lo que sea, debería estar pendiente. Maldición, Saburo era el que le pedía que se porte como un animal racional, y ahora era él quien se estaba escapando de la casa, pasando de las normas del hermano mayor que ambos tanto adoraban.

Si estaban cometiendo la misma falta ni siquiera podían reprocharse nada.

Mierda, debía ser el peor hermano mayor del mundo si en verdad se atrevía a decir lo que pensaba. Pero Saburo no era un niño común. Era brillante, tanto, que se habían encubierto antes en las misiones que Ichiro les dejaba tomar. Saburo estaba lejos de ser un niño normal, por supuesto. No era un pobrecito e indefenso omega, era increíblemente inteligente y sagaz, él era su preciado rival respecto al reconocimiento de su hermano, el único que le hacía frente en serio y lograba sacarlo de sus casillas.   

—Al menos me dejarás acompañarte hasta dónde vas. Si veo que el lugar es muy peligroso, al diablo todo y nos regresamos —propuso, buscando que los ojos bicolores como los suyos le devuelvan el vistazo. Lo que vio lo dejó satisfecho. Esa mirada que lo miraba con burla y muchísima preeminencia.

—No es necesario ni que lo digas, idiota. Necesito salir, pero tampoco estoy pensando desde el instinto, porque a diferencia de ti, puedo pensar con abismal lucidez. Además, recuerda siempre esto: Yo encuentro un gato extraviado,  mientras tú te das prisa en hacer los mandados. Soy infinitamente superior.

—Cómo tú digas, mocoso. —Por primera vez las provocaciones de Saburo en lugar de enojarlo, le aliviaron. 

Esperó a que Saburo también pasara el muro de los costados de la puerta. No se le veía nada sospechoso, aparte de que se estaba saliendo de la casa con una habilidad inesperada y a horas del demonio.

—¡Nos veremos a la media noche en ésta puerta! ¿Entendido? —decretaron  al mismo tiempo, antes de que Saburo se adelantara.

A diferencia de otras veces,  Jiro no odió seguirlo. Empezó a caminar, sin quitarle la vista a la figura estilizada frente a él, con recelo.

Si pudiese ser sincero consigo mismo, esto era una locura, algo digno de un idiota, y eso era duro de admitir cuando ese pequeño demonio que dirigía el camino con aires de ser invencible, era quién se lo decía.  Salirse de casa y a la vez encubrir a su hermanito omega de sólo catorce años a también hacerlo, era algo que sólo un idiota haría… pero Saburo no era un idiota, ¿verdad? Estaba lejos de serlo, y sabía bien que salir a éstas horas —por mucho que le doliera— era el doble de riesgoso para él.

Omega… Pocas veces como ahora, se acordaba de que Saburo era omega.

Joder, le hacía rabiar cuando molestaban a Saburo sólo por su género, ¿y qué con que sea un omega? Era un fastidio reconocerlo, pero su hermano menor aún siendo una pequeña mierda molesta, era superior a los vanagloriados alphas. Sí, se comportaba como un crío, algo normal a su edad, pero comprendía cosas complejas, y era bueno en todas las materias, sólo le faltaba cierta madurez y dejar de portarse como un imbécil orgulloso. Se comportaba como un maldito mocoso descarado, pero aún así Ichiro le enseñó lo suficientemente bien: el género era una cosa muy secundaria y que todos eran iguales y bastante capaces; le enseñó a quererlo, respetarlo y cuidarlo, porque aunque era bueno en muchísimas cosas, a fin de cuentas, era sólo un niño; Saburo era el menor de la casa, y era su deber como el segundo hermano mayor protegerlo mientras crecía para enfrentarse al mundo él solo.

Gruñó, quitándose la gorra y revolviendo su cabello, como si de repente recordar muchas cosas le doliera la cabeza.  Al menos recordar a Ichiro, era cómo recalcarse que estaba ahí para cuidar a Saburo.

—Aquí. —Saburo chasqueó un par de veces frente al rostro ajeno, cómo trayéndolo a la realidad—. Voy a esperar a alguien aquí.

El hermano mayor parpadeó, apartando  la mano de Saburo, quién lo miraba todavía más  molesto. Joder, estaban bastante apartados de casa, y lo notaba recién, porque  en serio había caminado con la cabeza en las nubes. Levantó la cabeza hasta a donde alcanzaba a ver desde su porte el enorme edificio con resplandeciente iluminación y adultos jóvenes por doquier.

—¿Sunshine City? —Jiro se veía confundidísimo y frunció el entrecejo al instante—. ¿Estás saliendo con alguien…? —No pudo calmar para nada el tono bajo en que salió su voz; un gruñido grave y hasta agresivo, buscando con la mirada  quién de todos esos tipos que todavía circulaban a esas horas, era el objetivo amoroso de su preciado y molesto hermano menor.

—¿Qué? ¡No! ¡Relájate, idiota! —Saburo lo tomó de los hombros, con tal de calmarlo. Aún así, Jiro notó el leve rubor en sus mejillas y el casi imperceptible temblor en sus palabras.

—¡Éste es el lugar perfecto para una cita! —gruñó el alpha, sin poder calmarse—. ¡¿Cómo es él?! ¡Voy a patear a ese perdedor!

—¡Basta! —rogó nervioso y un poco intimidado. Aunque no respetara a Jiro, verlo alterado como alpha, se le hacía extraño—. No te portes como un mocoso, idiota Jiro. No es mi pareja. Estamos sellando un acuerdo. Y tienes razón, no debo salir a ésta hora… por esa razón elegí este lugar, está lleno de gente… supuse que te dejaría más tranquilo saber que si algo me pasa, podré pedir ayuda.

Jiro desvió la mirada. Eso sí que le dejaba más tranquilo, pero tampoco iba a dejarlo quedarse así de fácil.

—Tengo mi teléfono aquí, con GPS activado y un aerosol de capsaicina si eso te quita peso —continuó Saburo—. Aunque dudo que pase, si algo malo ocurre, te enviaré un mensaje y podrás enviar a mi ubicación a la policía.  Y para que no seas una molestia con el regreso, volveré en un taxi del cuál te remitiré las placas y datos del conductor. Pensé en todo.

Jiro sacó su billetera, dándole  más dinero, por si le llegaba a faltar.

—¿Un aerosol de qué…? —preguntó, mientras volvía a guardar su cartera.

—Gas pimienta, idiota. —Jiro torció la boca, al ser insultado repetidamente. Maldito mocoso altanero—. Ah, ahí va mi encuentro. No le diré a Ichi-nii que vas a salir de Ikebukuro, pero asegúrate de regresar y no le des problemas. Nos vemos en casa a las doce, ¿bien? Adiós.

Jiro quiso detenerlo pero la última deducción lo dejó helado, aunque sí miró hacia donde Saburo se dirigía con creíble parsimonia. El crío pasó en medio de las personas que transitaban, mientras hablaba con total confianza con otro omega, uno más bajito que él. El extraño parecía inofensivo y respondía atento, mientras le señalaba un lugar al cuál se encaminaron.

Otro omega. Saburo se había encontrado con otro omega, tenía medios para regresar a casa seguro y en el peor de los escenarios, podría defenderse y ser localizado antes de que cualquier tragedia ocurriese. Sólo debía confiar en Saburo.

Bien, ahí su trabajo terminaba. Miró la hora  en su teléfono, debía darse prisa, para poder usar su tiempo en Shibuya y regresar a las doce. No estaba nada lejos de la Estación Higashi-Ikebukuro y afortunadamente, el tren no demoraría más de diez minutos. Dio media vuelta y se dirigió hacia allá.

Saburo se detuvo, volteando y viendo como su hermano se alejaba. Le agradeció y se despidió del omega que lo había ayudado a engañar a Jiro. Porque Jiro no se hubiera ido tranquilo si hubiera sabido que se iba a encontrar con un alpha, y peor aún… muchísimo mayor a él. Y justo ahí estaba, esperando.

Samatoki se veía sumamente atractivo e imponente. En su pose despreocupada, le devolvió la mirada, con los ojos rojos circunspectos y con el teléfono en la mano, justo en el lugar en el cual lo había citado.

El omega tragó saliva. Ese hombre ya estaba esperándolo ahí, y eso que no pasaron exagerados minutos desde que prácticamente le informó que debían encontrarse en Ikebukuro, en un edificio de ocio y a una hora por demás improvisada.  

Sí, todo respecto a ese hombre estaba mal. Aceptaba que era su culpa haberse disparatado, escapando de su casa a altas horas de la noche y poniendo la responsabilidad en su segundo hermano. Pero Samatoki estaba siendo también en parte el responsable de sus comportamientos injustificados —e incontrolables— y terminaría eso en ése mismo encuentro.  

 

 

 

 

Notas finales:

>Sunshine City: Un centro comercial de dimensiones generosas, centrado en el ocio y entretenimiento. Es un sitio muy importante y frecuentado de la ciudad. En sus distintas plantas, ofrece restaurantes, un acuario, y un planetario. Aparte, también por ahí está ubicado el parque temático Namja Town (de la empresa Namco —¡pacman!—), y también está el mirador Sky Circus.

Esto está en Ao3 hasta el 14, pero actualizo por si alguien usa sólo esta plataforma~ Cuídense mucho~  


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