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Atracción Inevitable por Nickyu

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Notas del capitulo:

Van apareciendo más de mis ships crack, lol. 

Disfruten~ 

III

Investigación: Perdición

 

 

 

Riou se hallaba sentado en la mesa, tamborileando la madera negra con sus dedos, completamente concentrado. Toda la información que había podido conseguir de Doppo, se hallaba frente a sus ojos, en la pantalla de la PC.

Quería reunirse con su amiga Ayame. Ella debía ser pariente de Doppo, el apellido Kannonzaka no era común; pertenecía a una familia distinguida. Pero fue prudente y no la contactó, ni siquiera le mencionó del pelirrojo. Dedujo con rapidez que existía un trasfondo turbio en todo esto.

Un trasfondo en el que no debería entrometerse.

Lastimosamente,  Jyuto y Samatoki tenían razón en eso de que era terco.

De lo que había conseguido —porque su amigo policía, Jyuto, se entrometió, aludiendo que era ilegal y que lo iba a arrestar si seguía sacando información; Riou era demasiado inocente como para entender que era una broma—, se enteró que Doppo era el primogénito.  De excelentes calificaciones tanto en la secundaria como en la universidad.

Estaba impresionado.

Sus especulaciones que detrás de la razón del apellido, y que sea de los pocos omegas que iniciaban con la lenta —pero imparable—  inserción en el ámbito económico, no eran erradas. Y de hecho, jamás se sintió tan aliviado de ser precavido. 

—¿Estás muy ocupado, señor acosador? —levantó los ojos rápidamente, al escuchar la voz de Jyuto. Ni siquiera se percató de que alguien hubiese abierto la puerta— Te conseguí esto.

El beta se acercó hasta el escritorio, dejando caer unas hojas, que al inicio Riou no reconoció, de no ser porque observó una fotografía en el borde superior derecho.

—Esto es…

—Información de tu amorcito.

—Creí que habías dicho que me arrestarías, si seguía recolectando información… —parpadeó suavemente el alpha de cabello castaño, tomando aún así las hojas que estaban dispuestas frente a él.

—Está bien. Ya tendré tiempo para arrestarte después de que lo conquistes, así alguien podrá visitarte en la cárcel —bromeó Jyuto, acomodándose los lentes. 

Riou sonrió casi imperceptiblemente, antes de continuar leyendo.

—Medios hermanos —dijo, levantando la mirada para mirar a su amigo—. Esto es… grandioso, pero… ¿cómo lo conseguiste? —preguntó, mientras empezaba a sacar dinero. Esa amabilidad de Jyuto no se pagaba con un simple «gracias», aunque se sorprendió cuándo con un gesto avezado, su acompañante hizo que guardara nuevamente el dinero.

—Soy policía, Riou —rio Jyuto, desviando sus ojos verdes hacia el ventanal—. Nadie se resiste al dinero y yo no soy la excepción.

El alpha rodó los ojos, porque esa información era de su entero conocimiento. Iruma Jyuto, jefe de policía. Un beta con el atractivo, la elegancia, e inteligencia suficiente, para ser confundido con un alpha.

Un beta.

Un beta brillante.

Y un poco corrupto, eso sí. Pero a pesar de sus efímeros momentos de amor por el dinero, Jyuto era una gran persona, que se esforzaba —en la medida de lo posible— por hacer justicia.

—Las razones de esto…

—Debes descubrirlas —respondió con rapidez el policía, entornando los ojos—. Estás prácticamente enterándote de lo superficial. No es algo que podamos descubrir en una hoja de vida. Las explicaciones de todo esto, son personales, y debes hacer algo para que el dueño te las diga.       

—¿Por qué debería de decírmelas el dueño? —musitó Riou, para sí mismo.

—Precisamente eso, ¿por qué? Y la respuesta no es difícil; tienes que conquistarlo; así de simple, así de sencillo.

—Es fácil decirlo.      

—Pero no imposible de hacerlo. Es cuestión de coincidir.

—¿De coincidir? —se extrañó.

—De coincidir —asintió el beta, sonriendo de forma ladina—. Porque ahora que sabes en dónde trabaja y en dónde vive, será «el destino» quién haga su trabajo.

—Esas frases idealistas… suenas más escalofriante que Samatoki —musitó Riou, entre confundido y divertido.

—No, nadie es más escalofriante que ese loco —negó Jyuto, arqueando una ceja—. De entre los tres, soy el más calculador y lo sabes bien. Hazme caso, y todo va a marchar a la perfección.  

 

 

 

 

Riou sabía que estaba muy mal seguir a alguien. Acoso  gravísimo, porque ya llevaba siguiendo varios días al omega. Seguirlo a su casa le pareció peligroso, pero ahora que lo había seguido al trabajo, se sintió mucho peor.

—¿Qué es peor? ¿Qué te sigan al trabajo, o a la casa? —musitó tontamente, frunciendo el entrecejo.

—A la casa, por supuesto —bostezó, Samatoki—. Te pueden secuestrar, te pueden robar, no sé, pueden pasar un montón de cosas.

—Ya… —lo cortó Jyuto, entornando los ojos— Y bien, ¿qué hacemos esperando? No va a salir dentro de algunas horas. Es obvio que se la pasa trabajando todo el maldito día, por dios, tiene unas ojeras más grandes que sus ganas de vivir.

—Eso no quita que sea bonito —comentó Samatoki, arqueando una ceja—. Un poco más de vitalidad y una sonrisa, y tendría un nuevo pretendiente —sonrió maliciosamente, fumando un cigarrillo.

Riou, al escucharlo, apretó los dientes, mirándolo con furia.

Stop, stop, stop —pronunció rápidamente el policía, plantándose en medio de los dos alphas—. No vinimos a Shinjuku, para que se maten a golpes por un omega. Debemos estar atentos, ¿entienden? El omega no trabaja en cualquier lugar, santo cielo, este es el edificio proveedor más grande de todo el maldito distrito. 

—¿Y por qué mejor no dejo a uno de mis ayudantes aquí, y vamos a beber algo? Si el omega sale, o hace algo, nos lo informará y regresamos. Desgraciadamente, tengo muchos asuntos pendientes en Ikebukuro y me tomo un día libre, obligado. Lo menos que pueden hacer por mí, es acompañarme a disminuir mis pendientes y a beber algo.   

—Coincido —afirmó Jyuto, antes de ver alejarse a Samatoki hacia un callejón, en dónde probablemente llamaba al ayudante.

—Por… ¿por qué me están ayudando? —se extrañó el alpha de cabellos anaranjados, con un brillo misterioso en los ojos azules.              

—Si tú te lo tomas en serio, nosotros, mínimo, debemos hacer lo mismo —asintió el beta, pasándose la mano por el cabello oscuro—. Eso sí, como no lo conquistes y me hagas perder mi tiempo, te va ir mal —sonrió, encaminándose al auto—. Si no suben, los dejo aquí.

—Listo —dijo Samatoki, caminando calmado, hacia ellos—. Ojalá se me hubiera ocurrido antes. Y…

El alpha de cabellos blancos calló abruptamente, al ver salir a un doctor de cabellos larguísimos, del hospital.

—¿Qué pasa? —se percató con rapidez el policía, dirigiendo otra vez la vista hacia el enorme edificio.

—¿Así que aquí también está el hospital de Jakurai-San, eh…? —entornó los ojos rojos, girando para entrar al auto—. Qué interesante.

 

 

 

 

Ni Riou ni Jyuto se atrevieron a preguntar acerca de la frase musitada por Samatoki. En su lugar, durante todos los distintos trayectos que habían hecho, escucharon su voz enrabietada, pues gritaba un montón al receptor de la llamada.

—Es la primera vez que no te veo callarlo, ¿por qué no en el auto? —preguntó el alpha de cabellos anaranjados, a modo de susurro.

—Precaución —respondió sin más Jyuto, suspirando—. ¿Te dije una vez que el loco ese casi nos mata en un auto en movimiento, cómo éste? El tipo es una completa pesadilla.

—Te escuché —masculló el albino, apretando el teléfono—. Oh, aquí, aquí. Detente aquí.

Jyuto volvió a suspirar, deteniéndose.

—Un informante —entendió con rapidez, Riou, bajando del auto a la cafetería en donde se habían estacionado—. ¿De verdad estás atareadísimo?

—Cómo no tienes idea —bufó el albino, haciendo una mueca disgustada.

—¿Quieren hacer el favor de entrar? Me aburro aquí —bufó Jyuto, entrando a la cafetería.

Samatoki y Riou cruzaron miradas, antes de seguir al policía. A pesar de haber entrado juntos, Riou se sentó en una mesa junto a Jyuto, y Samatoki se sentó frente a un extraño.

Siempre admiró la magia de Samatoki, esa de pasar desapercibido, a pesar de tener esa aura de chico malo.

—Pide lo que quieras  —soltó el beta, mirando hacia la ventana—. Y lo mismo para mí. Sólo hago una llamada a un amigo, en la comisaría.

—Ustedes dos sí que están muy inmersos en el trabajo… —murmuró Riou, parpadeando con lentitud.

—En realidad, el más trabajólico de los tres, eres tú, así que descuida… —dijo Jyuto, antes de levantarse.

El alpha de cabello castaño suspiró largamente, mirando de reojo a la persona que hablaba aparentemente en calma, con Samatoki.

El albino estaba furioso. Los ojos rojos chispeantes se veían amenazantes, estando  aún a distancia. Probablemente le estaban dando malas noticias, aunque no sabía con exactitud qué, a pesar de ser un cabeza dura y obstinado, Samatoki era muy reservado. A su hermana la había visto sólo un par de veces, cómo mucho. La hermana menor del alpha de cabellos blanquecinos, era una omega preciosa y dulce; el mayor tesoro de Aohitsugi Samatoki.

Era lógico que Samatoki casi no viera a su familia. Porque  a pesar de su apariencia casi normal, no era alguien común. 

Samatoki era un importante yakuza, tanto así que pocos sabían de su apariencia y dedicación, pudiendo él así trasladarse libremente —como ahora— a los asuntos que calificaba como delicados, y que, requerían su presencia.

Pidió casi en un susurro los aperitivos al ayudante, antes de que Jyuto llegara con aire frustrado, gruñendo apenas se sentó.

El beta se percató rápidamente de la mirada curiosa de Riou, para bufar, desganado.

—Un tipo revoltoso. Eso pasa. Normalmente los sujetos locos como Samatoki son un problema, pero éste está peor. Está amenazando a la policía.

—¿Y qué van a hacer? —frunció el entrecejo Riou, desconcertado.

—Tomar medidas, por supuesto. Estamos investigando estos mensajes, para empezar.

—Yo no veo que tú estés investigando —sonrió burlonamente el alpha de ojos azules, para desviar el tema. No tenía sentido que Jyuto se preocupe, si no estaba en las posibilidades momentáneas de hacer algo.

—Yo soy el cerebro, Riou, yo siempre soy el cerebro —sonrió prepotente Jyuto, tocándose reiteradamente la sien con el dedo índice.

—¿Y cómo fue que hiciste para encontrar la información que me diste? —preguntó, arqueando una ceja.

El policía desvió sus orbes verdes, mirando de reojo a Samatoki, antes de responder.

—Yamada Ichiro —sentenció con rapidez—. Un mocoso nada fácil de encontrar, pero muy eficiente.

—El antiguo amigo de Samatoki…

Jyuto asintió con lentitud.

—No sé si aún tenga aprecio por Samatoki, pero accedió a ayudarme, a pesar de que debe saber que soy cercano a él. Me dio la información en cuestión de horas —comentó, sonriendo tenuemente cuando los pedidos fueron entregados. Se acomodó los lentes, receloso, antes de añadir—: El mocoso parecía contrariado. ¿Crees que esté pasando algo?

—A saber… —murmuró Riou, entornando los ojos— Sabes cómo es Samatoki. No habla, porque creo que es su forma de… proteger, no sé. Sabes por lo que él ha pasado. Así que será mejor que dejemos el tema a un lado.

—Sí, es lo mejor —concordó, asiendo el vaso para beber el contenido—. Al parecer todo esto está enlazado. Tengo un mal presentimiento. Pero hagamos a un  lado eso. Mejor dime que vas a hacer una vez que descubras quien es la pareja del omega pelirrojo, ¿de verdad no recuerdas el nombre del dialogante?

—Su voz es algo sutil, y no le escuché bien el nombre.

—Debió haber sido horrible oír a la persona que te gusta, hablar de ese tipo de cosas con alguien más. Te compadezco. Por suerte, no he caído en las terribles garras del amor —el policía ladeó al boca, un poco escéptico. Riou no era impulsivo como Samatoki.  Riou era calmado, precavido, prudente, y oír que había prácticamente acosado a un omega por más de una semana, aún le era impresionante.  

Sin duda, jamás comprendería ese extraño comportamiento de los alphas  y omegas.

No sabía si decírselo a Riou, pero podía jurar que había visto al omega antes, sólo no estaba muy seguro.

—Pero bueno, podemos encontrar a la pareja del omega, y desaparecerlo, ¿no es eso más fácil? Eliminar a la competencia —dijo repentinamente Samatoki, quién se había acercado hasta la mesa, mientras tomaba asiento. Jyuto le dedicó una mirada severa, y el albino bufó, sonriendo cínicamente—. Ya, es broma. ¿Vamos a hablar de problemas amorosos aquí? Porque yo al menos no he tenido ninguno desde hace varios meses.

—Yo tampoco. Riou acaba de salir del grupo, oficialmente —sonrió burlonamente el beta, sorbiendo calmadamente la bebida—. Es que Riou se complica demasiado, ¿qué le costaba acercarse al omega, mirarlo a los ojos, rodear su cintura, tomar su mentón, y decirle: «ésta tarde, el destino nos unió»? —Jyuto incluso imitó las mímicas, y Samatoki se carcajeó.

Riou desvió los ojos, hastiado. Era una desgracia estar enamorado, y peor con amigos como esos.

—Es cierto, debiste acorralarlo en una pared, o tomarlo de la mano, no sé, algo que nos hubiera ahorrado el lío de investigarlo… —murmuró el albino, sonriendo de forma ladina— Ya, ya, no molestamos más. Y ahora, en serio, ¿qué hacemos? — suspiró, entornando los ojos rojos— Yo de verdad insisto en  desaparecer a su pareja, tal vez así…

Una llamada cortó abruptamente el comentario sarcástico del yakuza, el cuál gruñó enfadado, antes de levantarse, para poder contestar.

—¿De verdad? ¿Justo en este instante? Ah… menuda mierda… sí, entonces, allá te veo —dijo escuetamente, finalizando la llamada, mientras regresaba la mirada hacia sus colegas—. El omega se movió, nos vamos.

 

 

 

 

—Estoy empezando a odiar esto de ocultarme, para espiar a alguien… —murmuró Samatoki, con los ojos fijos en el gran edificio. 

El informante había sido claro: Un rubio exageradamente atractivo, había llegado a la entrada. Posteriormente entró al hospital, y un pelirrojo lo había sacado, molesto, aunque finalmente, hablaron muy cercanos. También comentó que el omega de cabellos rojos le había dicho unas cuantas cosas más, y que, probablemente, le había pedido que espere, porque el rubio permaneció de pie ahí, a pesar de que el omega había entrado.

Y seguía ahí.

Un rubio, con  mechones de cabello verde. Excesivamente atractivo, con ojos color miel; cautivadores, sonrisa galante, y alto. Vestía un traje gris, aunque los collares largos y llamativos, y la camisa abierta, sin corbata, delataban que en realidad no vestía de gala por motivos de trabajo, o al menos, no de un trabajo de oficina.

—¿Un alpha? —preguntó Samatoki,  arqueando una ceja. El rubio era demasiado guapo y no lo negaba, pero… ¿era de verdad la pareja del pelirrojo?— ¿Es él a quién buscamos? —se extrañó, realmente confundido. De reojo miró a Riou, quién estaba entre estático y asustado.

En ese instante, el omega pelirrojo salió del hospital con un maletín, sonriendo de forma débil, pero sincera, al rubio. Empezaron a caminar, calmados, mientras hablaban animadamente.

—Ese no es un alpha —sentenció Jyuto después de largos segundos, acomodándose los lentes.

—Bueno, aún si es un beta, es muy apuesto... pero míralo del lado bueno, Riou, seguro al omega le gustas más por ser alpha… sin ofender, Jyuto —dijo Samatoki, extrañado.

—Eso da igual —le restó importancia el policía, aun concentrado en la caminata del omega y el extraño rubio —Puedo apostar mi vida en que no es un alpha…

—¿Y entonces? —preguntó Riou, consternado.

—No lo sé, y debemos averiguarlo —murmuró el beta, caminando con apacibilidad, pues no quería perder de vista a ese par.

—¡No, maldición! Ya no me gustó esto de jugar al detective… —se quejó el albino, aunque finalmente siguió a su par de amigos que empezaban a perseguir a al pelirrojo y al rubio, resoplando.

Levantó la vista hacia los carteles que iluminaban las calles. Shinjuku, la ciudad que no dormía,  le parecía espectacular, aunque muy artificial.

Parecía que los enormes rascacielos se perdían en el firmamento oscuro, carente de estrellas.  A pesar de ser las ocho de la noche, las personas circulaban todavía por las calles. Aún no podía creer que había permanecido tantas horas en un distrito, sólo para apoyar a su amigo enamorado. Debía de ser muy fuerte lo que sentía, si es que había actuado impulsivo todo este tiempo.

Bufó, sabiendo que a la velocidad  a la que caminaban, seguro habían alcanzado a ese par. Habían cruzado innumerables calles, mientras se distrajo mirando absolutamente todas las propagandas luminosas.      

Distraído como se hallaba, continuó caminando, aunque un agarre en su brazo lo detuvo, y rápidamente se percató de que era la mano de Riou. Paró, mirando a Jyuto, quién había colocado su dedo índice sobre sus labios, pidiéndole que haga silencio.

Se ocultó tras el muro, junto a sus dos colegas, mientras trataba de sopesar. El omega pelirrojo y el rubio habían entrado a un Host Club de buena reputación, pues poseía una grande infraestructura y abundante clientela.

Parpadeó, confundido. ¿Para qué iba una pareja a entrar a un Host Club

Carecía de lógica.

—Son amigos —sentenció el beta, con los ojos verdes entornados. Esas miradas felinas que ponía Jyuto, eran escalofriantes, pues si se dedicaba a inspeccionar cualquier situación, meticulosamente, era capaz de deducir hasta el más complicado caso—. No actuaron cariñosos en el trayecto, así que hago bien al imponer que son amigos. El rubio es quién trabaja aquí, por eso va vestido así.

—¿Y en qué nos ayuda esa información? —preguntó Samatoki, regresando la mirada hasta el policía— Si son amigos, entonces los seguimos prácticamente para nada. No es él con quién hablaba por teléfono.

—El omega pelirrojo no es habitué de  este tipo de lugares, eso está más que claro —pronunció cuidadosamente el beta, acomodando los lentes en el puente de su estilizada nariz—. Acompaña a su amigo. Los anfitriones, generalmente son alphas, y ya he dicho antes que el rubio no es un alpha, así que esto, es probablemente algo secreto entre ellos dos. Sí, el caso está muy aparatado al del pelirrojo, pero si se confían este tipo de cosas, entonces el rubio también sabe porque el omega usa medicación excesiva...

—Pero si se llevan así de bien, es lógico que ninguno va a exponer los secretos de su amigo —comentó Riou, pensativo. 

Samatoki asintió con lentitud, de acuerdo.

—Me parece que tampoco es un beta… —dijo de manera queda Jyuto, mirando fijamente las instalaciones— Oculta algo y yo voy a descubrir qué es.  

—¡Ah, maldición! —gruñó Samatoki, ladeando la boca— ¿Repentinamente los dos se han visto envueltos por el misterio de dos desconocidos cercanos, y ya han jurado investigarlos? Creo que está bien que cada persona tenga sus jodidos secretos… —pronunció, aburrido.

—Están en su derecho —asintió Jyuto, sonriendo de forma ladina—, pero si no saben ocultarlo bien, no pueden quejarse de que alguien trate de descubrirlo, ¿no? —finalizó, entregándole las llaves del auto a Riou, para poder encaminarse hasta el gran edificio con epígrafe de luces color neón.

—¡Jyuto, has perdido la jodida cabeza! —casi gritó el albino, completamente asombrado— ¡No puedes dejar que te vean si los vas a investigar, no seas imbécil!

—Está bien, tengo un plan. Yo no soy impulsivo como ustedes dos.

Riou parpadeó, tratando de entender lo que estaba pasando.

—Hm… a Jyuto le gustó el rubio —entendió con una rapidez alarmante, asustando a Samatoki—, ¿o me equivoco? Él raramente se siente atraído hacia alguien, y parece que va en serio con su investigación.

—¡Imposible! —exclamó el alpha de ojos rojos, extrañado— Jyuto es un beta masculino, no hay forma de que le atraiga un alpha… ¿o sí?    

—Si el rubio es un alpha, entonces es el alpha más hermoso qué he visto… ¿no te parece muy estilizado…? Aunque tampoco estoy muy seguro, es la primera vez que veo actuar así a Jyuto.

—Entonces… ¿vamos a tener que esperarlo a él también? —preguntó el yakuza, crujiendo los dientes.

Riou asintió con lentitud, dirigiendo otra vez la mirada al Host Club.

—Sí. Creo que debemos regresar a por el auto…

Samatoki resopló.

Esa noche, en definitiva,  sería muy larga…      

 

 

 

 

 

 

 


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