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remember? » jimsu por YodaVirus

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Abre los ojos perezosamente cuando escucha el molesto pitido de su despertador. "Ice cream cake". La odia, y por eso mismo la ha elegido como su tono de alarma.


Al alzarse de la cama, un profundo dolor naciendo desde lo más profundo de su cerebro, le hace quedarse quieto por alrededor de cinco minutos en la cama, la boca abierta en un alarido silencioso de dolor mientras sus manos se colocan en sus sientes, masajeando lo mejor que puede para aliviar aunque sea un poco el malestar.


¿Qué tanto alcohol había ingerido como para tener esta clase de resaca?


Suspira cuando el dolor disminuye y sale de la cama lo más lento que puede para no aumentar la jaqueca con el movimiento brusco. Toma su toalla y entra a la ducha, disfrutando del olor a cítricos de su shampoo, pero maldiciendo al sentir el ártico frío del agua. ¿Quién diablos cerró el agua caliente? Haciendo uso de toda su fuerza de voluntad, entra en el chorro de agua, comenzando con el calvario de la ducha mañanera con agua 100° bajo cero.


El sonido de su segunda alarma se escucha y gruñe, la voz de esas chicas de Red Velvet es aún más molesta cuando tiene resaca de lo que lo es normalmente. Luego de cinco minutos se encuentra bailando la coreografía que secretamente se sabe muy bien de Black Pink, y sale con la toalla alrededor de su cuello, mientras que con otra más pequeña seca su cabello. Se siente como un campeón al haber soportado agua tan fría siendo tan sensible al frío.


El suelo también se siente más frío de lo normal en la piel desnuda de sus pies, y corre lo más rápido que puede hasta el suelo alfombrado de su habitación. Sus ojos se pasean alrededor de las cuatro paredes y alza una ceja. Todo está pulcramente limpio, y es algo de lo que debió darse cuenta desde que despertó, pero no lo hizo. Seguramente su madre había vuelto a entrar para limpiar.


Suelta una maldición cuando ve la hora. 06 con 36 minutos. El autobús de la escuela no tarda en llegar, y él sigue desnudo.


Intentando ser lo más rápido posible, se viste con la mejor ropa que encuentra y tan solo alcanza a peinar su cabello con las manos y lavar sus dientes, cuando su madre ya le está gritando que el desayuno está listo y que el autobús está a cinco minutos por llegar.


—Morning~ —No está lo suficientemente espabilado aún con la ducha fría, como para notar que su madre luce melancólica. Toma asiento y se lleva un pedazo de waffle a los labios.


Fuertes arcadas azotan su cuerpo y tiene que beber el jugo de naranja natural que su madre le dio para poder tragar. El waffle está desabrido. Amargo. Pareciera tener cada ingrediente caducado. O su madre intenta matarlo, o no puede conseguir el sabor delicioso del waffle gracias a su resaca.


Como fuese, no puede hacer ningún comentario porque es demasiado amable como para hacer sentir mal a una mujer tan dulce como su madre, así que simplemente se levanta de la silla y se despide de ella con un beso en la mejilla al que la mujer corresponde vagamente.


—Nos vemos más tarde —se despide tomando su mochila y colgándola en sus hombros. Corre hasta la parada justo a tiempo cuando el autobús se deja ver cruzando una esquina.


Silva hasta que su transporte llega y paga la tarifa, buscando un asiento vacío. Ríe ligeramente al notar algo de labial rojo sobre uno de los dientes delanteros de la conductora y corre a tomar asiento. Es uno de esos días en los que consigue el autobús vacío, así que calmadamente va hasta su asiento preferido, al final, en la izquierda.


Casi no se ve gente fuera, lo cual es normal, ya que son las siete de la mañana, pero comúnmente puede verse a mujeres de avanzada edad barriendo frente a sus casas, o pequeños puestos de almuerzo abriendo, incluso hombres y mujeres esperando autobús para ir al trabajo. Pero no, no hay nadie, más que dos o tres personas cada dos paradas.


El cielo está nublado y hay poca gente en las calles. Es un día hermoso.


De pronto, el autobús se detiene y un chico extraño sube, paga su tarifa y contrario a lo que todos harían incluso si decide sentarse también hasta el final, el muchacho elige sentarse a su lado. Por respeto y timidez, JiMin prefiere quedarse callado aun cuando la presencia del tipo le pone nervioso.


Más gente sube después, –una mujer con un enorme abrigo rojo, un tipo con un sombrero verde y una anciana con cabello rosa– pero son muy pocos, lo cual sigue agradeciendo. Mira la hora en su celular y suelta un suspiro, aún falta una hora para llegar a la universidad.


Pasea la mirada por el autobús y ríe un poco al ver las caras aburridas de los otros cinco pasajeros. Su mirada pronto se dirige hacia el tipo a su lado. Toda su vestimenta es negra, al igual que la mochila que mantiene sobre sus piernas, pero algo más capta su atención, además de su rara forma de vestir: un pin de su universidad está colgando a una de las correas, por lo que la lógica dice que se dirigen al mismo destino, y como no es capaz de mantener el silencio sepulcral, decide iniciar una conversación.


—Eh, disculpa —susurra tímidamente—, veo que también vas a la SNU, ¿no? —Dice apuntando al pin en su mochila—, ¿en qué facultad estás?


El chico le mira en silencio, inexpresivo, como en su mundo, hasta que finalmente parece regresar a la realidad aclarando su garganta.


—Fotografía.


—¡Qué genial! —sonríe. Realmente le parece genial. TaeHyung, su mejor amigo, también está estudiando Fotografía, y es realmente talentoso—. Tengo un buen amigo estudiando lo mismo, ¿de casualidad has escuchado de él? Se llama Kim TaeHyung, está en segundo año.


El chico que aparentemente no tenía expresión, hace una mueca que parece ser de confusión. —No, yo estoy en último año.


Sus respuestas no son de ayuda para mantener una conversación amena, sin embargo, decide ser perseverante. Además, parece ser un chico interesante.


—Oh, eres un hyung —la sonrisa no desaparece de sus labios, los cuales lame repetidas veces, nervioso por la mirada tan vacía y penetrante del otro sujeto—. Yo estudio Comercio internacional.


El chico muestra una nueva expresión: una sonrisa. Muy poco perceptible, pero él logra notarla.


—Tengo un conocido estudiando lo mismo —dice el muchacho, con su voz grave causando escalofríos en el cuerpo de JiMin—, tal vez has oído sobre él, se llama Kim NamJoon, está en tercer año.


—No, lo siento, yo estoy en segundo año —ríe, y pasa lo más sorprendente: el otro muchacho ríe también. Sintiéndose un poco más cómodo a su lado, se atreve a hacer la pregunta: —, ¿cómo te llamas?


JiMin nota la forma en la que el sujeto muerde sus labios insistentemente, como si se debatiera en darle su nombre. ¿Qué tan malo puede ser dar un simple nombre? Entendía que para los niños fuese una pésima idea que conllevaba a mucho peligro, pero este ya era un hombre adulto –porque pese a verse joven, su edad no podía ser menor a 20 años–, así que, ¿qué problema hay?


Finalmente, la voz del tipo se vuelve a escuchar, susurrando casi con confidencialidad:—Min YoonGi.


Alzando su mano en forma de saludo, JiMin sonríe: —Mucho gusto, Min YoonGi hyung, soy Park JiMin.


Hay un tope, y entonces su cabeza golpea contra el techo del autobús, provocando que el dolor vuelva, por lo que se suelta del agarre que mantiene en la mano del chico y lleva su mano a su cabeza, soltando maldiciones entre dientes por el dolor.


—Demonios —gruñe, y por unos segundos ve manchas negras. Puede escuchar una voz femenina, quizá la de la conductora del autobús, gritar algo mientras él intenta aclarar la mirada, y entonces vuelve a la realidad. Sus ojos están mirando fijamente los extrañados ojos pequeños de Min YoonGi, demasiado cerca, tanto que sus respiraciones se mezclan.


—¿Estás bien? —El tono de voz carece de emoción, pero JiMin agradece el interés por su bienestar—. Deberían probar cómo conducen los choferes antes de contratarlos.


El comentario le hace reír ligeramente, logrando sentir punzadas en la cabeza por su reacción. —Sí, estoy bien, y sí, deberían hacer pruebas, casi se me parte la cabeza.


Luego del incidente, se quedan en silencio. Faltan alrededor de cinco minutos para llegar a la universidad, y cuando el autobús se estaciona en la parada, Min YoonGi es el primero en bajar.


Se despiden cordialmente, cada uno caminando hacia su facultad, y entonces JiMin se siente tranquilo. Logra ver a su impuntual mejor amigo esperándolo como siempre recargado en su casillero, pero su habitual sonrisa cuadrada es reemplazada por una expresión seria, esas que suele poner cada que se entera de que bebió hasta caer desmayado.


—Sé que no debí beber tanto —comienza en cuanto está frente a su amigo—, y sé que debí llevarte conmigo, lo siento. Puedes golpearme si quieres, pero no en la cabeza porque tengo una resaca que me está matando, tampoco en las bolas porque planeo tener hijos, todo lo demás, es para tu querido pie, patéame.


Contrario a lo que piensa que su mejor amigo hará, éste solo suspira. —Está bien, JiMinnie.


—¿No deberías ir a clases?


—Sí, debería.


—Oh. Conocí a un hyung de último año que también estudia fotografía. Es extraño, jamás lo había visto en el autobús, habría notado a un chico tan lindo y callado como él.


Escucha un profundo suspiro de parte de TaeHyung y suspira también, recibirá un regaño, lo sabe.


—Debo ir a clase.


Sintiéndose innegablemente sorprendido, ve a TaeHyung caminar hasta su facultad. Y tal vez sea porque siempre fue muy quisquilloso, pero puede notar algo extraño en el caminar de su mejor amigo, como si estuviera lesionado de una pierna, como si tuviese una escayola, pero no hay nada más que unos zapatos ridículos Gucci que TaeHyung tanto ama.


Es curioso, bastante curioso.


â—‹


El jodido "la la la la la, lalalala" que tanto le desespera, suena a todo volumen. Maldice por lo bajo y apaga la alarma, dando un salto de la cama que le provoca un mareo y que su vista se nuble por unos segundos. Puede escuchar a su madre gritar desesperada y sus alarmas se encienden. Aun cuando tiene una resaca de los mil demonios, abre la puerta de su habitación y corre escaleras abajo, buscando desesperado a su madre.


—¡Mamá! —La llama al no verla en la sala de estar ni en la cocina—. ¡Madre!


—JiMin.


La voz de su madre suena extrañada detrás de él, provocándole un pequeño susto del que se recompuso rápidamente. Avanza hacia ella y verifica que esté todo bien, sin heridas o algo más. Al verla en perfecto estado, tan pulcramente vestida y maquillada como siempre, frunce el ceño.


—¿Por qué estabas gritando? —cuestiona molesto. Su cabeza punza dolorosamente gracias a sus movimientos desesperadamente bruscos.


—Yo no grité, hijo.


Frunce aún más el ceño. —Te escuché. Creí que habías caído de las escaleras o que alguien estaba intentando entrar en casa... —por instinto, su mirada se pasea alrededor de todo su hogar, encontrándolo igual o más limpio que su madre. El viejo reloj frente a la cocina llama su atención y al ver que está ocho minutos tarde para la ducha, corre hasta su habitación.


Cuando sale, se viste con lo primero que ve, toma su mochila y sale corriendo no sin antes gritar: —¡Nos vemos en unas horas, mamá!


No recibe más que un: —De acuerdo —apagado de parte de ella, lo que le hace fruncir el ceño.


Su madre normalmente es incluso más entusiasta que él.


Sacude la cabeza y corre hasta la parada, golpeando repetidas veces el suelo con los pies, el autobús está tarde cinco minutos, lo cual es raro. Saca el móvil para entretenerse hasta que el sonido del enorme transporte detenerse frente a él llega a sus oídos.


¿Cuándo demonios llegó? Daba igual, subió lo más rápido que pudo.


Paga la tarifa, buscando un asiento vacío hasta el final. Es uno de esos días en los que consigue el autobús vacío, así que calmadamente va hasta su asiento preferido al final en la izquierda.


Casi no se ve gente fuera, lo cual es normal, ya que son las siete de la mañana, pero normalmente puede verse a señoras barriendo frente a sus casas, o pequeños puestos de almuerzo abriendo, incluso hombres y mujeres esperando el autobús para ir al trabajo. Pero no, no hay nadie, más que dos o tres personas cada dos paradas.


El cielo está nublado y hay poca gente en las calles. Es un día hermoso.


De pronto, el autobús se detiene y un chico extraño sube...


Oh, un déjà vu.


Pero algo muy raro pasa, el déjà vu no se detiene ahí.


Lo ve pagar su tarifa, y contrario a lo que todos harían incluso si decide sentarse también hasta el final, el muchacho elige sentarse a su lado.


Su cabeza da punzadas y lleva sus manos hacia sus sienes, tratando de aliviar el dolor. Solo dura unos segundos pero es lo suficientemente intenso para que su vista se nuble. Cuando se calma, está sudando frío y sus manos tiemblan, agradece silenciosamente el haber sufrido esa jaqueca estando sentado, sino probablemente estaría tirado en el suelo del autobús.


El sujeto a su lado le mira por lo que parece ser una eternidad, sus ojos bien abiertos y expresión asustada.


—Lo siento —se disculpa—, tuve una noche muy intensa con unos amigos —ríe, y el tipo relaja su expresión, sonriendo de medio lado.


—Entiendo —JiMin abre los ojos con asombro, su voz es jodidamente sorprendente. Por su rostro infantil –al que no le daba menos de 20 años– pensó que su voz sería la más aguda que un chico podría tener, pero no era así. ¡Incluso tiene voz más grave que la suya! Ah, tan injusto—. Sin embargo —continúa—, deberías tener más cuidado al beber.


Hay un atisbo de tristeza en su voz, y por su expresión sombría, JiMin puede darse cuenta de que a él, o alguien cercano, pudo haberle pasado algo malo en estado de ebriedad.


—Sí, lo tendré —sonríe con timidez—, de hecho, no suelo beber mucho. Era una ocasión especial, así que...


—¿Especial?


—Síp —asiente con una sonrisa—, celebraba... —alarga la última vocal por unos segundos hasta que calla. Estaba tan ebrio, que ni siquiera recuerda qué diablos estaba celebrando. Solo recordaba a TaeHyung riendo como desquiciado con JungKook, y a él mismo bebiendo como si la vida se le fuera en ello—. ¡No lo recuerdo! —suelta una risita.


El chico ríe también, pero se nota incómodo. —Deberías tener más cuidado al beber —repite con tono tranquilo—, podrías verte involucrado de un accidente.


—Lo tendré —asiente con seguridad—. Umh, ¿tu nombre?


Traga duramente al notar la mirada del tipo fija en él. Es demasiado extraño, pero no dice nada ni se mueve de su lugar por respeto.


—Min YoonGi.


Sonríe y alza su mano izquierda para un saludo formal, el cual Min YoonGi corresponde en un apretón firme.


—Park JiMin.


—Lo sé.


Luego de eso, el silencio se hace presente.


JiMin se obliga a no parecer sorprendido ni tener algún tipo de reacción al saber que Min YoonGi sabe quién es, y mucho menos al seguir sintiendo que ya ha vivido todo esto.


Menos cuando el nombre de "Min YoonGi" le parece muy conocido.


Suben dos o tres personas más al autobús luego de media hora –una mujer con abrigo rojo, un hombre con sombrero verde y una anciana con cabello rosa–, y se sorprende de lo inexpresivos y decaídos que se ven todos.


â—‹


Silva y pasea la mirada alrededor de la parada del autobús, sintiéndose jodidamente nervioso.


Hay algo mal con él.


El silencio sepulcral le está volviendo loco. Piensa que está demasiado solo en las calles como para ser las 6 con 56 minutos de la mañana. Normalmente habría personas barriendo frente a sus casas, negocios pequeños de almuerzo abriendo sus puertas, alguien, quien sea, fuera haciendo lo que se le diera la gana, pero no era así.


Cuando el autobús se detiene frente a él, sube, paga la tarifa y, curioso, nota una mancha de labial en uno de los dientes frontales de la chofer. ¡Un déjà vu!


Corre hasta su lugar favorito hasta el fondo a la izquierda.


Varios minutos después, un chico vestido completamente de negro con un pin de la SNU sube al autobús y se sienta a su lado.


Algo no está bien. Puede recordar perfectamente a la misma figura subir al autobús anteriormente. No sabe cuándo, pero lo recuerda. El déjà vu más intenso que ha tenido en la vida.


Su cabeza comienza a punzar y lleva sus manos hacia sus sienes, masajeando lo mejor que puede para aliviar la jaqueca. No debió beber tanto anoche. Diablos, si no fuera porque TaeHyung y JungKook habían estado riendo como desquiciados y le habían contagiado la alegría en forma de diez bebidas bien cargadas de alcohol, no estaría sufriendo este terrible dolor de cabeza.


Un intenso sentimiento de incomodidad se instaló en su pecho.


Recordaba una fiesta también, recordaba haber bebido como loco, recordaba las risas de sus mejores amigos, y recordaba...


—Uh, disculpa.


Alza la mirada, los ojos ligeramente entrecerrados por las punzadas de dolor en la cabeza. Ve ojos pequeños que le miran de vuelta con curiosidad, nariz pequeña, labios rosados apretados en una mueca.


Déjà vu tras déjà vu.


Abre y cierra los ojos intentando aclarar la mirada, y entonces su cuerpo deja de temblar como si estuviese a punto de desmayarse.


—¿S-Sí?


—¿Te encuentras bien?


Ríe como si tuviese gracia la pregunta y relame sus labios. —La verdad, no —vuelve a reír—, bebí mucho ayer. Mala idea hacerlo en domingo... jamás fui muy brillante.


Ahora puede sentir un ligero adormecimiento en las piernas, además del arder de su rostro.


La resaca más extraña de su vida.


El tipo hace una mueca. —Deberías tener más cuidado al beber —dice con preocupación mientras le mira como si tuviera tres cabezas—, podrías sufrir un accidente.


—Sí, lo sé —asiente—, lo dicho, jamás fui muy brillante.


Sin previo aviso el desconocido toma su mano en un firme apretón. —Mucho gusto —murmura—, Min YoonGi.


Déjà vu.


Recordaba una figura negra repetir ese nombre, recordaba ligeramente el sonido de su voz grave, y recordaba sentir la misma sorpresa al escuchar una voz así en un rostro tan juvenil.


Dios, ¿qué está mal con él?


—Soy Par-


—Park JiMin, lo sé.


—Ah... —antes de poder hace un comentario sobre el por qué el chico conoce su identidad siendo que él es de los menos populares en la universidad y no sobresale en el grupo de danza, Min YoonGi vuelve a hablar.


—Hablo en serio cuando digo que deberías medirte al beber. Un... amigo, tuvo un accidente hace poco luego de salir de una fiesta.


—Oh, lo siento.


Min YoonGi se encoge de hombros, con los ojos brillantes de tristeza. —En realidad él se llevó la mejor parte —inspiró profundamente—, su acompañante...


—¿Murió?


Diablos, ¿por qué siquiera estaba hablando de algo tan trágico como la muerte de un chico con alguien que acaba de conocer? Quería parar la conversación, pero su jodida amabilidad le impedía decir algo.


—Sobrevivió. Está en coma.


Diablos.


—Yo... d-dios, es tan... —baja la mirada sin saber qué decir. ¿Qué podría decir de todos modos?


—Eran pareja —JiMin alza la mirada con asombro. Un nudo se forma en su garganta y siente unas terribles ganas de llorar. No lo puede evitar, la tristeza en el rostro de Min YoonGi le parte el corazón. Siempre ha sido muy sensible y empático—. Estaban celebrando dos años de relación. Invitaron a todos sus amigos —sonríe suavemente con la mirada perdida—, decían que era algo para celebrar, la verdad... mi amigo estaba planeando pedirle matrimonio a su novio. Pero ya ves cómo son las cosas, justo cuando le dio el sí, fueron a celebrar a solas al departamento de mi amigo y... ambos habían bebido, mi amigo conducía y se distrajo...


—Vaya, tú... sabes muchos detalles... ¿eran muy cercanos?


—Algo así.


El autobús se detiene y entran varias personas. No presta mucha atención.


Su cuerpo ha comenzado a temblar nuevamente y el dolor de cabeza aumenta junto al ardor en su rostro y la insensibilidad en las piernas. ¿Qué diablos? Jura nunca volver a beber.


—¿Estás bien?


Niega, sintiendo ahora un profundo dolor en el pecho. Pronto siente la respiración írsele de los pulmones y se encuentra buscando desesperadamente bocanadas de aire mientras todos a su alrededor, a excepción de Min YoonGi, actúan como si nada estuviera pasando, con esas mismas expresiones melancólicas y aburridas con las que subieron al autobús.


—Yo —ni siquiera puede hablar, le falta el aire—, yo no...


—No te fuerces —las manos cálidas de Min YoonGi se posan en sus hombros y dice varias cosas más que él no logra entender porque las punzadas en su cabeza y el dolor en el pecho son tan intensos que no escucha más que sus propios quejidos de dolor.


Siente un mareo tan intenso que su boca comienza a segregar saliva como nunca antes por las ganas de vomitar. Escucha un sollozo que no está seguro de que sea suyo, ni del chico con expresión aterrada que le mira entre lágrimas mientras parece decir algo que no logra escuchar.


Es un llanto tan conocido...


Mamá... quiero a mi mamá...


Quizá es infantil, pero no sabe qué hacer, sentir o pensar en esta situación más que en tener consigo a su madre.


El dolor en el pecho aumenta tanto que sobrepasa el dolor en su cabeza, por lo que lleva una de sus manos hacia ese lugar y golpea con todas sus fuerzas en un desesperado intento por aminorar el dolor.


Sus ojos se cierran con todas sus fuerzas y...


â—‹


Abre los ojos perezosamente cuando escucha el molesto pitido de su despertador. "Ice cream cake" la odia, y por eso mismo la ha elegido como su tono de alarma.


Al alzarse de la cama, un profundo dolor naciendo desde lo más profundo de su cerebro, le hace quedarse quieto por alrededor de cinco minutos en su cama, la boca abierta en un alarido silencioso de dolor mientras sus manos se colocan en sus sientes, masajeando lo mejor que puede para aliviar aunque sea un poco del dolor.


¿Qué tanto alcohol había bebido como para tener esta clase de resaca?


Coloca los pies sobre el suelo alfombrado de su habitación, y... todo hace clic.


Se viste lo más rápido que puede, las lágrimas agolpándose en sus ojos.


¿Qué diablos? ¿Por qué?


Toma su mochila, su dinero, y sale corriendo de su habitación. Un sollozo escapa de entre sus labios al ver los waffles recién hechos en la mesa, y a su madre esperándole con una sonrisa tan falsa que le provoca náuseas. Parece una muñeca rota.


—El desayuno está listo, JiMinnie.


Es una voz robótica la que sale de los labios de su madre.


Corre fuera de la casa sin dar explicaciones y tiene la suerte de que el autobús ya está llegando a la parada cuando él sale de su casa. Sube, paga la tarifa y se dirige hacia los asientos de atrás, sentándose en el de la izquierda al lado de la ventana.


Suelta un suspiro mientras el dolor de cabeza sigue presente.


Necesita llegar a la maldita universidad, ver a su maldito mejor amigo y abrazarlo hasta que el sentimiento de estar viviendo el mismo día una y otra vez, se vaya.


Nadie vive el mismo día tantas veces, no es posible. Y si lo fuera, ¿por qué él?


Agradece que el autobús esté vacío porque no le gusta la idea de estar volviéndose loco con personas viéndolo.


Pasan varios minutos en los que trata de lidiar con el dolor y al mismo tiempo insensibilidad en las piernas, así como el dolor en el pecho y cabeza, hasta que el autobús se detiene y un chico vestido de negro sube.


Sus miradas se encuentran, y nota una sonrisa triste en los labios del chico.


El tipo se sienta a su lado, aun cuando todos los demás asientos están vacíos, y entonces quiere llorar. Está asustado. ¿Cómo lidiar con una situación así?


Él recuerda esto. Recuerda al mismo chico entrando al autobús, recuerda su sonrisa, recuerda el sonido de su voz, recuerda su nombre...


—Hola, soy-


—Min YoonGi.


Los ojos del chico se abren por completo, y la sonrisa más tristemente aliviada del mundo se dibuja en sus labios. Pequeñas lágrimas escurren de sus ojos y JiMin se siente más aterrado que antes cuando de sus ojos también comienzan a escapar más lágrimas.


—Lo siento —se disculpa mientras limpia las lágrimas de sus mejillas. JiMin no sabe qué hacer—. Es que... finalmente... finalmente recordaste mi nombre.


—¿Qué?


Su corazón late como loco, su pecho duele como el infierno y jura que podría desmayarse en cualquier momento.


—Me recordaste, JiMin-ah...


—¿Q-Qué... de qué estás hablando? —su voz se entrecorta, el dolor en su cuerpo se vuelve más intenso, casi imposible, y prefiere la muerte antes de seguir sintiéndolo.


—¿Recuerdas mi historia?


—¿His-toria?


—Mi amigo y su pareja, JiMin. ¿Los recuerdas?


Aun ante el dolor, puede forzar su memoria, hasta recordar pequeños fragmentos de dicha historia. Y eso le provoca un profundo dolor en el corazón.


—¿Recuerdas?


Asiente con dificultad, tratando de enfocar la vista en el ahora borroso rostro de Min YoonGi.


—Ahora... —su voz suena rota, forzada. Está llorando más que antes— tienes que irte, ¿no es así? Tienes que volver, tienes que... dejarme.


—¿Qué?


Entonces los recuerdos se agolpan en su mente como mil toneladas de peso emocional.


Esa misma mirada, esos mismos labios rosados.


Se ve a sí mismo caminar tomado de la mano con un chico, reír, llorar, disfrutar. Se ve hacer el amor con él, besándolo. Recuerda el futuro que imaginaba para ambos. Una casa grande, un niño y una niña, con muchos animales con ellos.


Recuerda... recuerda aquel día.


La fiesta. Él diciendo que no quería beber, su novio convenciéndolo...


«¡JiMin-ah, te amo!»


«Park JiMin, ¿te quieres casar conmigo?»


Se ve ebrio, riendo, feliz, subiendo al auto con su prometido. Su prometido conduce, está lo más concentrado que puede, pero él, en su estado de completa ebriedad, lo único que hace es distraerlo mientras...


«¡YoonGi, cuidado!»


Y lo único que alcanza a ver son dos luces. Escucha un claxon y... todo se vuelve negro entonces.


Las lágrimas no paran, su corazón está roto y ya no es tan importante el dolor físico.


—YoonGi...


Siente sus brazos rodearlo, pero está tan débil que no puede corresponder. Solloza a todo pulmón y está seguro de haberse convertido en el Park JiMin de cuatro años que lloraba porque su madre no quería comprarle aquel muñequito de acción que tanto deseaba.


—Lo siento —le escucha susurrar—, lamento tanto haber... habernos hecho esto, JiMinnie.


No debería. Quiere decirlo, quiere quitarle la culpa que no le corresponde, pero no puede hablar. El dolor es intenso, y el aire es tan escaso en sus pulmones que se sienten desfallecer.


—Debí mantener la atención en la carretera, debí... debí tener más cuidado, yo... dios, lo siento tanto...


No, no, no.


—Por favor, perdóname...


—No-No es tu...


—Pero debes volver, JiMinnie —YoonGi se aleja de él sorbiendo su nariz e intentando parecer tranquilo—, debes seguir adelante, tu madre... tu madre y toda tu familia deben extrañarte mucho, JiMinnie. ¿No la escuchas llorar?


«¡YoonGi hyung, estoy enamorado de ti, por favor acepta mis sentimientos!»


«Min YoonGi hyung, ¿serías mi novio?»


«JiHyunnie y yo lo encontramos en la calle, no tiene dueños, así que lo traje conmigo. ¡Se parece mucho a ti, hyung! ¡Se llamará Holly!»


«Ya que es nuestro primer aniversario, te compré algo. No soy una persona que sepa demostrar lo que siente, pero con este anillo, ¡que no es de matrimonio, no pongas esa cara, JiMinnie! Me comprometo a hacerte el hombre más feliz del mundo, ser fiel, amarte, y ser tan cariñoso que termines harto de mí. ¡De acuerdo, parece un discurso para pedirte matrimonio, pero no estamos listos aún para eso, JiMinnie, no sonrías tanto, te costará un poco más el hacerme pedírtelo!»


¿Por qué...


«TaeHyungie, creo que me gusta ese chico de tu facultad, síp, es Min YoonGi.»


«¡No puedo creer que te haya dicho que también le gusto, podría morir de felicidad!»


YoonGi?


Lo recuerda, ya lo recuerda a la perfección.


Min YoonGi, el hombre al que su corazón decidió pertenecer, su prometido.


El peso de la tristeza inunda su pecho, siendo casi tan intenso como el dolor físico.


¿Por qué tuvo que pasar? ¿Por qué a ellos?


—JiMinnie, abre los ojos, por favor —su voz vuelve a ser clara—, tienes que volver con ellos. Dile a... dile a mamá que la amo, ¿sí? Dile a Holly que lo extrañaré mucho, y que por favor pare de morder mis zapatos —una corta risita escapa de sus labios al mismo tiempo que las lágrimas caen de sus ojos como un par de cataratas—. Te amo, JiMinnie.


Su vista sigue nublándose, pero esta vez es más intenso que antes. Ya casi no puede ver a YoonGi, y le aterra. De alguna manera, sabe que podría ser la última vez que pueda observarlo.


—Hyung...


—No me olvides esta vez, ¿sí? Promételo, JiMinnie.


—Lo-Lo pro...meto.


Entonces su cuerpo se sacude tan fuerte y tan rápido que no logra decir más. De su boca sólo sale un gemido doloroso y cierra los ojos por inercia, el dolor consumiéndolo.


Entonces nada.


 


Hay un pitido. Se repite cada dos o tres segundos, y su cuerpo se siente terriblemente pesado, cansado y dolorido.


Abre los ojos poco a poco, queriendo ver otra vez a...


—¡JiMin!


Una sonrisa se extiende en sus labios. Le duele incluso el rostro, por lo que no dura mucho, pero es suficiente para que una sonrisa de genuina felicidad se dibuje en los delgados labios de la persona a su lado.


Los finos y pálidos brazos le rodean el cuerpo suavemente, para no lastimarlo, pero aun así gime al sentir el suave peso sobre su cuerpo. El pitido comienza a provocarle dolor de cabeza, pero es más intensa la felicidad de ver a su madre, lo que le impide quejarse.


Hay un intenso nudo en su garganta que le provoca lágrimas incontrolables, y el corazón se le oprime en cuanto el doctor comienza a revisar su estado.


Se siente sólo aun cuando su madre, padre y hermano menor están a su lado. Incluso cuando sus mejores amigos van a visitarlo, expresiones tristes y devastadas, pero nadie parece querer decir nada sobre eso.


El vacío lo consume. Llora cuando sus amigos tienen que irse y su madre se queda dormida a su lado.


Llora cuando le dan de alta y vuelve a casa en silla de ruedas, sabiendo que no podrá volver a caminar nunca en su vida.


Llora, porque aunque su familia le ve despedazándose, no dicen ni parecen querer hacer nada al respecto.


¿Por qué todo se siente tan vacío? La sensación de estar olvidando algo lo consume lentamente, pero, ¿qué es lo que olvidó?


 


 


JiMin, lo prometiste...

Notas finales:

uvu


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