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De canto a una moneda por Marbius

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2.- Fatídico quinto año.

 

You push and you push and I'm pulling away

Pulling away from you

I give and I give and I give and you take,

Give and you take.

5 Seconds of Summer - Youngblood

 

Su quinto curso fue entonces el año de Sirius y Remus. De Remus y Sirius. Que daba lo mismo el orden mientras estuvieran juntos.

Aquel fue su año en muchos sentidos, pero sobre todo en el cambio de las lunas llenas, que pasaron de ser noches temibles y plagadas de dolor, a salidas que se esperaban con antelación, donde sí, Remus quedaba hecho una piltrafa de su yo habitual, pero al menos era una piltrafa feliz por esos instantes en los que su mente se fundía con la del lobo y a su alrededor estaban aquellos tres animales que le hacían compañía y velaban por él.

Fue también el año en que la relación entre Sirius y Remus se estrechó, pasando de platónica y ocasionalmente filial con ese toque de ‘hermanos’ que más bien encajaba con Sirius y James, a... Lo que acabó por convertirse.

Porque se besaban, sí, y no tenían reparos en acceder al cuerpo del otro usando la boca (los labios, los dientes, la lengua) y las manos (para tocar, sujetar y arañar) para buscar y proporcionar placer. Usualmente tarde en la noche cuando los demás se habían ido a dormir, con el ocasional momento de madrugada en el que escabullirse a la cama del otro y ejecutar un hechizo silenciador tenía el mejor de los resultados. También en aulas vacías, los invernaderos, el baño de los prefectos, y como ocurrió en una memorable ocasión, a la sombra de un árbol en lo más profundo del Bosque Prohibido.

De si era o no un secreto para James y Peter, eso nunca lo discutieron. Sirius porque lo consideró innecesario, y Remus porque era hermético de esa manera. Sin embargo, tampoco hicieron ningún esfuerzo por ocultarlo, así que salvo la ocasional risita de Peter cuando Sirius leía por encima del hombro de Remus y la tentación de besarle el cuello le abrumaba, o la ceja extremadamente arqueada de James cuando Remus jugaba con el largo cabello de Sirius y se inclinaba para olisquearlo a detalle, nadie dijo ni hizo nada para aclarar la atmósfera de camaradería (pero con un toque de algo más) en la que se habían sumergido.

Sirius pensó en algún punto de diciembre el dar un paso al frente y aclarar con Remus la tan temida cuestión de “¿Qué somos y a dónde vamos con esto?”, el esto sobreentendido como sus actitudes y actividades recientes, en donde para cualquiera con dos dedos de frente podrían quedar catalogados de novio y, bueno, novio con todas las de la ley.

Así que Sirius ensayó sus palabras durante las larguísimas dos semanas que pasó de vuelta en Grimmauld Place para las fiestas de Navidad y Año Nuevo, pero a su retorno acabaron por caer en el olvido cuando Remus lo hizo callar con un bien colocado beso que le robó el aliento.

—No podía esperar para volver a Hogwarts y verte —murmuró Remus al abrazarlo, y Sirius encontró que en la simplicidad de ese discurso estaba lo que buscaba.

No palabras de amor, no enteramente, pero sí el mensaje que las englobaba.

 

Quinto curso fue también el año de presentar TIMOS, con los cuatro pasando más horas de las que podían considerarse diversión en la biblioteca, reduciendo el número de bromas y travesuras casi a cero para satisfacción de la profesora McGonagall, quien era la encargada de aplicar castigos, y en cambio aumentando la calificación de sus notas.

En realidad, ninguno de ellos tenía qué preocuparse en realidad por su desempeño en clase, que a pesar de su alma inquieta y rebelde, tenían también de su lado una curiosidad innata y un genio proclive a la inventiva que les había ayudado a sortear sus cursos anteriores. Pero claro, no éste, al menos no en opinión de Remus, quien ya consideraba su licantropía como impedimento suficiente para arruinarle la existencia post-Hogwarts, así que era quien primero entraba a la biblioteca en las mañanas y el último que salía en las noches.

Con creciente mortificación descubrió Sirius que Remus se encontraba particularmente preocupado por su futra nota en Pociones, que desde siempre rondaba el Aceptable porque su agudo sentido del olfato acababa por resentirse en las mazmorras durante su preparación, así que por lo general su calificación aprobatoria era más por la ayuda de alguno de sus compañeros que por mérito propio.

Sirius se ofreció a ayudarle, por supuesto, pero Remus lo tranquilizó al asegurarle que Lily Evans (de entre todas las personas candidatas posibles) ya estaba en ello, así que no le quedó de otra más que ocupar otra mesa en la biblioteca cuando ellos dos se sentaban a repasar Pociones y luchar contra toda instinto de interrumpirlos.

Claro está, no era de Lily de quien se preocupaba Sirius, ni mucho menos de Remus. Los celos no iban con Sirius, quien creía que si Remus estaba con él era porque lo quería, y si no era así era porque ese amor no verbalizado había llegado a su fin, y entonces ya nada podía hacerse. Así que no, celos no eran, sino más bien... Preocupación. Y no por Lily, sino por la compañía extra que se sumó a ella y se le pegó como una plasta.

—¿Qué hacía Snivellus con ustedes? —Preguntó Sirius en una ocasión en que la sesión de estudio de Remus se prolongó hasta la noche y no le quedó de otra más que indagar en el tema de regreso a la torre de Gryffindor.

Remus se reacomodó la banda de tela de su mochila al hombro. —Estábamos en la biblioteca con libros de pociones, ¿a ti qué te parece? —Replicó irónico, pero por si acaso resopló y aclaró—: Estudiar. ¿Qué más si no?

—¿Con Snivellus? —Fue la pregunta incrédula de Sirius, quien en lo particular no tenía nada en contra de esa bola de grasa, salvo el odio compartido por parte de James, que a su vez lo detestaba por su amistad con Evans y los celos que despertaba en él.

—Es la materia que mejor se le da a Severus, e incluso Lily tiene algunas dudas en los temas más recientes.

Sirius resopló. —Podrías haberme preguntado a mí —dijo en lugar de atacar la cuestión que peor le había sentado en el estómago: ¿Desde cuándo Snivellus, enemigo jurado de los Merodeadores (ok, sólo de James, pero era casi lo mismo; todo para uno y uno para todos, ¿no?) era Severus para Remus?

—No sabía que estabas tan bien versado en pociones curativas. Creo recordar que durante la última clase con Slughorn te divirtió más sabotear el caldero de Severus que solucionar los problemas con tu poción.

—Ya, ese día no fue mi culpa. Peter se equivocó con la cantidad de garra de hipogrifo que teníamos que agregar y-...

Pero era una mentira. La poción, o al menos el intento de poción de aquella clase había acabado como alquitrán pegada al fondo del caldero, y la causa había sido una terrible ejecución por causa de los mecanismos de elaboración que ni él ni Peter habían conseguido descifrar. Gran parte de la clase se había enfrentado a ese mismo problema, Lily Evans incluida, aunque no Snape.

Nunca Snape, quien erguido y con el huesudo pecho henchido, obtuvo el único elogio de Slughorn para la clase por su impecable preparación.

—Sabes bien que debo obtener el mayor número de TIMOS posibles si es que después de Hogwarts quiero... un empleo —murmuró Remus, para quien su licantropía le cerraba más puertas de las que era preferible pensar.

Sirius hundió el mentón. —Ya. Lo sé. Lo siento —masculló apesadumbrado.

—Está bien —le tranquilizó Remus, que aprovechando ser los únicos dos en el pasillo, le besó en la mejilla.

En cierto modo, fue hacer las paces sin recurrir a las palabras.

 

Remus continuó reuniéndose con Lily y con Snape para estudiar, de la misma manera en que Sirius se mantuvo en sus trece acerca de lo mucho que ese arreglo le fastidiaba. James también, aunque sus razones se centraban más sobre Evans, pero coincidía con Sirius que la presencia de Snape no era buena, y traía consigo presagios funestos.

James no habría podido estar más en lo cierto, aunque para mal dejó fuera de su ecuación el elemento que lo detonó todo: Sirius.

El mismo Sirius que soportó estoico los meses previos a los TIMOS oponiendo sólo una mínima resistencia a las largas sesiones en las que Remus, Lily y Snape se reunían una o dos veces por semana a estudiar pociones y mejorar sus marcas.

En realidad, Remus mejoró bastante en clase ahora que tenía la teoría más asumida en su cabeza, eso lo reconocía Sirius; no al grado de convertirse en un genio, todavía los ingredientes podían provocarle migrañas cuando se encontraban en estado puro y su agudo sentido del olfato se resentía, pero lo suficiente como para creer que al menos obtendría la calificación aprobatoria.

En ese aspecto estaba Sirius satisfecho, al menos agradecido por los beneficios que aquel peculiar grupo de estudio tenían sobre su amigo, pero no terminaba de creerse que realmente tanta calma fuera a durar.

James influyó en eso, aunque Sirius no se lo reclamó después. Porque en opinión de su amigo, Snape no podía tener buenas intenciones con Remus, pero sobre todo con Lily, por quien él tenía un enamoramiento de años incluso si ella se negaba a veces a mirar en su dirección. Para él era claro que Snape sólo ayudaba a Remus para quedar bien con Lily, pero sin una manera de demostrarlo, sólo podía mascullar maldiciones entre dientes desde la mesa contigua en la biblioteca.

Por su parte, Sirius se esforzó en tomárselo con menos impulsividad de la que estaba acostumbrado, y se convenció de que daba lo mismo si Remus pasaba un par de tardes a la semana en compañía de Evans y Snape, porque a esas alturas ya era suyo casi todas las noches y nada ni nadie podía interponerse entre ellos.

Que como vino a demostrarse después, sólo él y sería él quien lo hiciera.

 

Junio llegó y con ello los TIMOs, donde los últimos esfuerzos por obtener mejor nota fueron el pan de cada día entre los alumnos de quinto curso.

Entre los cuatro Merodeadores, aquel quien mayor empeño demostró durante esos días fue Peter, estudiando hasta tarde en la noche y siendo el primero en las mañanas al que encontraban en la mesa de Gryffindor revisando apuntes sin parar. Remus le fue a la zaga, pero sólo en aquellas materias de las que se sentía inseguro, como Transformaciones y Pociones, siendo la primera un área en la que Sirius podía ayudarlo, pero en la segunda tuvo que cederle el control a Lily y a la plasta grasosa de Snape.

Con todo, los exámenes a los que se presentaron a lo largo de la primera semana estuvieron dentro de sus áreas de conocimiento, y más que salir con los cabellos de punta y las uñas mordisqueadas, se fueron relajando más y más al comprobar que no había nada en lo teórico o lo práctico a lo que no se hubieran enfrentado ya en Hogwarts.

Pero claro, no podían contar con que todo fuera perfecto.

Así lo descubrió Sirius cuando en la mañana de su examen de Defensa contra las Artes Oscuras acudió a la biblioteca para recordarle a Remus que no era día de Pociones, y que mejor se adelantaban al Gran Comedor, donde ya se habían retirado las cuatro mesas y en su lugar abundaban los escritorios individuales para el examen escrito.

Parpadeando para salir del trance en el que estaba leyendo una larga lista de ingredientes para preparar una poción reconstituyente, Remus se despidió de Evans y Snape con cortesía, pero por supuesto, éste último tuvo en la punta de la lengua un comentario desagradable.

—Igual para ti, Lupin. No olvides repasar tus apuntes en licantropía que seguro aparece algo que puedas poner ahí...

Por inercia, Sirius torció la boca en una mueca en donde enseñaba los dientes, resabios de su transformación en un perro negro al menos una vez al mes, pero Remus le puso un alto con una mano firme sobre su hombro.

—Gracias, Severus. Lo tomaré en cuenta.

Dejándose llevar por Remus, Sirius estalló cuando apenas encontrarse fuera de la biblioteca y en un pasillo desierto. —¡Ese idiota de Snape!

—Déjalo... —Fue la cansada respuesta de Remus—. Seguro que significa nada.

—Vamos, Moony. ¿En verdad crees eso o es la mentira que te dices para tranquilizarte?

—Incluso si Severus tuviera sospechas-...

—¡Por su cara parece convencido de tener la verdad al alcance de sus grasientos dedos!

—¡Sirius! —Estalló Remus a su vez—. Basta ya. Tenemos un examen por presentar, y en lugar de eso estás lanzando acusaciones infundadas.

—No son infundadas —masculló Sirius, un tanto avergonzado por haber sacado a Remus de su usual carácter tranquilo, pero algo en la mirada malévola de Snape le había puesto los vellos de la nuca en punta—. Snape es peligroso...

—Me niego escucharte ahora mismo; no sobre esto, y definitivamente no ahora —dijo Remus, que le dio la espalda y caminó hacia al Gran Comedor sin cerciorarse de que Sirius le seguía.

Y atrás quedó Sirius, que sin saberlo, estaba a muy poco de labrar su propia caída.

 

Aquel fue un día que a desconocimiento de ninguno de ellos, Snape recordaría como el peor de su vida.

En un peculiar momento que hizo a Sirius recordar las palabras de Snape en la biblioteca, en efecto, su examen escrito de Defensa contra las Artes Oscuras tenía preguntas de licantropía que todos ellos supieron contestar en mayor y menor medida con la experiencia antes que la teoría aprendida de los libros.

La satisfacción de un examen bien hecho y la delicia de un soleado día de junio propició que James y Snape tuvieran un pequeño duelo. James atacó porque los celos de verlo seguido con Lily en la biblioteca habían llegado a su tope, y Sirius sonrió para sí cuando el intento que hizo Lily por remediar la situación acabó con ella disgustada con Snape, y Remus sin intervenir una vez que la frase ‘sangre sucia’ salió a colación.

El resto fue ponerle fin a su diversión cuando McGonagall salió a revisar qué era todo ese alboroto y castigo a todos los implicados a detención una vez que acabaran los exámenes.

En la tarde presentaron su examen práctico de Defensa contra las Artes Oscuras, y a la salida del Gran Comedor encontró Sirius a Remus hablando con Snape, que a juzgar por la tensión en los hombros de ambos, tenía que ver con el asunto de horas atrás.

—... eres una bestia, Lupin. E incluso así, no el peor de tus amiguitos.

Sirius no hesitó en levantar su varita, y con la misma frialdad que si estuviera viendo excremento, se plantó frente a Snape.

—Sirius, no —le detuvo Remus—. No vale la pena.

—Pero te ha llamado-...

—Porque lo es —siseó Snape—. Que no hace falta más que un par de neuronas para unir los puntos y deducir que Lupin es un-...

—Otra vez ustedes —intervino McGonagall, que recién salió del Gran Comedor y les dirigió una mirada de reprobación—. ¿Intuyo entonces que estar castigados hasta el final del curso no es suficiente y debo agregar un par de semanas más para comenzar su sexto año en Hogwarts con el pie izquierdo?

—No, profesora —corearon los tres en voz baja, y con ello consiguió desbandar el grupo.

Molesto, Remus se pasó el resto de la noche distante con Sirius, pero ya que al día siguiente tenía su examen de Runas Antiguas acabó por aceptar su ayuda para repasar vocabulario y posibles interpretaciones.

Al final, se fueron a la cama juntos, y fue la penúltima noche que ocurrió así (y la última en la que durmió en paz) por un largo tiempo...

 

Con Remus presentando su examen de Runas Antiguas, y James y Peter estudiando para Historia de la Magia (un TIMO que francamente le importaba un bledo conseguir), Sirius salió de la torre de Gryffindor con intenciones de aspirar aire fresco antes de volver a enfrascarse en los estudios, cuando al dar vuelta en una esquina se topó cara a cara con Snape en un corredor vacío.

Intencionado de pasar de largo e ignorarlo, Sirius comentó sus pies cuando Snape dijo la palabra que selló su destino: Lobo.

—¿Qué has dicho?

—Me has oído, Black.

—Grandísimo hijo de-... —Cogiendo a Snape por el cuello de su túnica, Sirius lo empujó contra el muro y le clavó la varita bajo el mentón—. Repite eso que has dicho.

—¿Qué? —Le desafió Snape, que a pesar de tener la garganta constreñida, no se midió con sus palabras, no después de la humillación de esa tarde—. Hay un hombre lobo corriendo libre por Hogwarts y el resto de los alumnos debería de saberlo. Es por seguridad de todos... Matar a esa bestia como merece y-...

—¿Y qué? —Le apretó Sirius con más fuerza, trazando un plan al instante—. ¿Ganarte así la gloria y el corazón de Evans? Pruébalo, Snape. En las raíces del sauce boxeador hay una entrada hacia un pasadizo secreto que…

Incluso si su intención era asustar a Snape y marcarlo así de cobarde, Sirius habría de comprender después que había sido él con su traición quien cometiera el peor error jamás perpetrado sobre Remus.

Pero todavía no, no hasta la luna llena de ese sábado...

 

Remus habría de enterarse después en la enfermería, cuando despertó por primera vez en meses cubierto de vendajes y en un estado terrible que podía catalogarse como uno de los peores en su haber, que Sirius había hecho algo terrible, y que de no ser por la oportuna intervención de James, Snape...

El pensamiento era demasiado horrible para finalizarlo, y Remus sólo escuchó a medias el testimonio de los involucrados y de la profesora McGonagall y el profesor Dumbledore.

Todavía en cama y con un abismo frío en el pecho, Remus comprendió que sobre su mano recaía el poder de dictaminar un castigo apropiado para Sirius, quien no podía mirarlo ni siquiera a la cara y esperaba derrotado su veredicto.

—Lo pensaré...

 

/*/*/*/* Próximo capítulo: CC: 08-abr/SC: 22-abr.

Notas finales:

Angst~ Porque de otra manera las letras de Youngblood no le quedarían tan perfectas al fic.


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