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Receptáculo por LECTERSWAN

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Notas del capitulo:

¿Qué les puedo decir, peques? 

Me tarde, lo acepto, pero la razón es que conseguí trabajo, si, por fin¡ y pues como hay cosas que no recuerdo bien me puse a estudiar para poder dar el ancho en el trabajo.

Ahora con mis descansos voy a tratar de actualizar martes o miercoles, espero me tengan paciencia.

Dicho eso, solo quiero decir que los personajes no son mios, son de JK Rowling. Ahora si, al fic¡¡

Desde que había empezado a tener uso de razón le habían educado para ese día.

La iniciación.

La ceremonia.

Le grand jour.

Todos le llamaban de una forma diferente pero al fin y al cabo todo era lo mismo: el día en que alguien llegaría y te tomaría como suyo.

Y después solamente te centrarias en embarazarte año tras año y dar a luz a pequeños magos, brujas o donceles que dependiendo de su función reproductiva llevarían tu nombre o serían llevados lejos a los brazos de las familias de tu protector. Donde jamás se enterarían de tu existencia.

¿Cruel? Tal vez.

Pero esa era su vida. Desde que había nacido la educación mágica le fue negada, su nombre le fue dado por su padre (cosa rara pues generalmente se lo ponían las “tías” o las dueñas de las casas rojas) pero eso fue antes de que la guerra acabara y el Señor Tenebroso (larga vida al señor tenebroso) se hiciera con el poder en Gran Bretaña  ahora su poderío llegaba hasta Durmstrang y parecía ser que seguiría hasta alcanzar Japón y Estados Unidos, donde radicaba dos de las más importantes escuelas de magia. Incluso Francia ya estaba bajo su poder.

Su padre solía contarle historias de como había sido el mundo antes del señor Tenebroso y cada historia le parecía más fantástica aún, desde siempre había soñado con Hogwarts, la escuela de magia donde antes te asignaban una casa según tus características.

-Los valientes- solía decir su padre en aquellas noches que no podía dormir y sus brazos eran el único cobijo seguro de los narggles- iban a la casa Gryffindor, los esforzados a Hufflepuff, los astutos suelen ir a Slytherin…

-¿Y yo papá? ¿ A qué casa iría yo si pudiera ir a Hogwarts?- solía preguntar con los ojos iluminados por el deseo de en un futuro tener una varita y estudiar magia.

-Tu, mi pequeño- había dicho su padre con lágrimas de tristeza en los ojos- irías a Ravenclaw, donde habitan los inteligentes.

Y eso bastaba para hacerle sonreír, no fue sino hasta que cumplió los 3 años que entendió que el mundo de la magia, los libros y las pociones no eran para él.

 En ese entonces pasaba el día jugando con sus hermanos Theodore, Daniel y Everet. Los últimos dos eran mellizos de cabellos y ojos castaños. Mientras que Theodore había sacado unos rizos rubio cobrizo . Sus hermanos eran diferentes entre si pero a él le gustaba estar con ellos, hasta que llegó el día de su 3er cumpleaños en donde le arrancaron de los brazos de su padre y le llevaron hasta un lugar frío y de color blanco. Un hombre de mirada penetrante le reviso con una especie de palo en alto dando su diagnóstico después de varios chispazos al aire.

-Doncel- había dicho y de forma inmediata fue devuelto a su padre quien le recibió pálido y con el rostro bañado en lágrimas, esa fue la primera vez que fue consciente de lo que se avecinaba en su mundo pues cuando Theo cumplió los tres años se lo llevaron igual, pero él no regresó. Lo mismo paso con Daniel y Everet, ya nunca los vio.

Lo que si vio fue a su padre, cuando él apenas tenía 4 años y la tía les enseñaba a dibujar bolitas y palitos, con una gran panza y palidez extrema, pudiendo apenas levantarse para comer y si acaso jugar un rato con él, después llegaron las trillizas: Alice, Anelis y Ahn. Ellas eran castañas pero de ojos verdes, lloraban bastante pero eran lindas.

Y al igual que todos sus hermanos se fueron para cuando habían cumplido los 3.

-¿porqué lo hacen padre?- había preguntado esa vez que al regresar de su lección se encontró a su padre pálido como el papel y con los ojos hinchados de tanto llorar- ¿Porqué se llevan a mis hermanitos?

-Porque su destino no es como el nuestro- había dicho en un hilillo de voz- aquí no hay lugar más que para donceles.

Y no lo entendió, en su fuero infantil no sabía distinguir aún entre un mago, una bruja y un doncel. Para él sus hermanos eran iguales a él, tal vez sus rasgos cambiaban y sus cabellos no fueran del mismo color pero todos eran iguales ¿No?

Fue hasta que creció un poco más que se dio cuenta de la realidad. Pues así era la vida. Todos los donceles en edad de tener un amo estaban embarazados, y a muchos vio como les quitaban a sus niños y los dejaban al borde del colapso.

*es lo que se debe hacer*

Escuchaba que se repetían una y otra vez entre ellos mismos, como si esas palabras fueran algún tipo de bálsamo. Pero nunca hacía efecto, el dolor disminuía, si, pero no desaparecía. Bien lo sabía él cuando escuchaba a su padre llorar por las noches balbuceando los nombres de todos sus hermanos. Peor aún, la naturaleza le había dado el don de concebir y por ende seguiría el camino de su padre, ya podía verse en unos años más llorando la pérdida de sus pequeños que se irían lejos de él con las familias de magos y brujas que habían pagado por el servicio de dar a luz a sus descendientes.

*Así me veré en un futuro* solía decirse *cubierto de sedas, recibiendo joyas y regalos, muriendo lento por dentro al no poder mantener a mis hijos a mi lado*

Era cruel, la vida era cruel, pues la única forma de poder tener a sus hijos cerca era condenándolos a la vida de doncel. Y él no quería eso.

*No tendré hijos, jamás*

Se había dicho muy seguro más con él tiempo su naturaleza terminó por traicionarle. Los días en que iniciaba su celo eran la muerte, además estaban esos días en que veía corretear a los niños por los jardines y se sorprendía imaginando como se verían sus niños, si los tuviera claro, y como se comportaría estos.

 En verdad deseaba un niño, tenerlo entre sus brazos, abrazarlo y llenarlo de cariño.

Y Madame Maxime se dio cuenta.

Estaba en las vísperas de cumplir los 17 y le informaron que no seria puesto a disposición de los hombres sino que debía de esperar hasta el 5 de Junio en que se presentaría su futuro amo.

Y así llegó la incertidumbre, no porque no supiera (que bien sabía, no en balde había crecido en la más grande casa de placer de toda Gran Bretaña) como complacerle sino que más bien no sabía que esperar. Si le elegían ¿Cómo sería el chico? ¿Sería amable? ¿Al menos tendría la decencia de aprenderse su nombre antes de follárselo? Y más importante aún, ¿Le preñaría?

Y si no le elegían ¿Cómo sería su vida? ¿Sería igual a la de su padre que pasaba por las manos de cuanto pudiera pagar la noche con él? Ó terminaría como esos donceles de desecho que iban a los barrios más bajos. *Es nuestro destino* decía su padre. Pero él no quería formar parte de ese destino y haría lo que fuera necesario para romperlo.

Así con esa idea llegó el 5 de Junio, un día antes Madame Máxime les había hecho lavarse y acicalarse con las mejores cremas y jabones que había, eso solo quería decir que el cliente era muy rico.

-       Que emoción, me han dicho que el heredero Malfoy esta como para morirse- escuchaba que decían unos de los donceles venidos de España mientras acababan de secarse el cabello con unas blancas toallas.

*Eso No lo hace siquiera una buena persona* se dijo a si mismo terminando de colocarse el traje negro que se solía usar en ese tipo de ceremonias. Ahora sólo quedaba esperar a la gran entrada, el chico elegiría, tomaría una copa de ambrosia sellando así el pacto con este para posteriormente pasar a la “consumación” y dependiendo del desempeño del doncel el iniciado le escogerá como su receptáculo o lo dejara como un simple doncel mas.

*Que complicado*

Al entrar en la sala donde ya les esperaba la familia ni siquiera les puso atención, ni siquiera cuando todos sus compañeros pasaron y él se quedó al final.

En retrospectiva solo reaccionó cuando Madame Máxime le llamo por su nombre. Dio un paso al frente, fijo la vista en el chico que le miro de arriba abajo un par de veces y luego desvió la mirada. ¿Eso era todo? Pues no era la gran cosa, o eso pensó hasta que, al estar observando los cortinajes para ver si había narggles ahí, la voz del heredero petulante hizo eco en su cabeza.

*Elijo a lovegood*

*Elijo …a …Lovegood*

*…Lovegood…*

¡NO PODÍA SER!

¿CÓMO? ¿CUÁNDO? ¿PORQUÉ?

De forma espontánea lanzó una mirada de decepción que, si no se equivocaba, pudo captar el otro antes de que recompusiera su cara a su muy ensayada cara de cortesía que pareció surtir efecto en el chico rubio que no tardo en seguir los protocolos de la ceremonia. Primero tomar la copa, brindar y beber todo el contenido, Después se debían de tomar de las manos y con ese palo extraño que todos los que no eran donceles traían, el heredero  encendía una vela roja que habían colocado en el medio de la mesa. Eso era todo. Ni palabras bonitas, ni promesas, los donceles no las necesitaban.

-Ah tres magnifique!- aplaudió Madame Máxime antes de que con una mano agitara su palo largo y una puerta, esta oculta detrás de las cortinas del fondo, se abriera ante ellos- no necesitan nada mas, allez! Allez!

Bajo la cabeza en señal de sumisión mientras el chico rubio le halaba levemente y le llevan a en dirección a la puerta tras la cual se encontraba otra habitación, igualmente ornamentada que la anterior pero con la gran diferencia de que está poseía en su centro una enorme cama matrimonial con cortinas y volantes.

-Disfgrutenlo-la cantarina voz se escucho a sus espaldas seguida del leve susurro de la puerta al cerrarse.

-¡Maldición!- apenas la puerta fue cerrada el chico de la capa le soltó de golpe y empezó a pasearse por la habitación como león enjaulado. Eso le confundió, según sus compañeros con más experiencia apenas se cerraban las puertas lo unico que podía esperar era ser “atacado” o aventado sobre la cama. Esto no se parecía en nada a la imagen mental que ya se había hecho.

“¿Y ahora qué?” se pregunto mirando atento como el chico se arrancaba la capa y la arrojaba lejos de si, en verdad parecía afectado, pero ¿Porqué?

-uh…¿Estas bien?- se atrevió a susurrar cuando vio como el chico iba hasta el pequeño bar y agarraba la primer botella que veía para servirse un trago de, lo que parecía ser, whisky de fuego.

-Hazme un favor y cierra la boca-espeto  después de hacer caras, seguramente no esperaba que la bebida fuera tan fuerte. Pero eso no le impidió llenar de nuevo el vaso para sentarse, con total desgarbo, en la única poltrona frente a la chimenea.

*¿Este es el heredero, tan famoso, de los Malfoy?*

Le miro sin mostrar ningún tipo de sentimiento, simplemente le analizaba esperando encontrar algún signo que le indicará que iban a pasar a la intimidad. Pero por más que le miro no pudo encontrar alguna señal. Muy bien, sus clases e instrucciones hasta ahora no habían ayudado en nada…a ver, piensa Lovegood, te guste o no debes acostarte con ese ya que de no hacerlo el castigo sería peor que la muerte. Debía pensar.

Cosa que se le daba muy bien, pues su mente pronto encontró la forma de acercarse de forma casual para rellenarle el vaso con hielos pero la reacción de este no fue muy amable que digamos.

-       No te quiero cerca, vete a algún rincón si sabes que es lo que te conviene.

Eso sí no se lo iba  a permitir a nadie por muy niño rico y bonito que fuera.

-Disculpa pero si no me deseas cerca ¿Cómo se supone llevemos a cabo la ceremonia? No que me importe, de hecho no me importa, pero me parece que al salir de aquí nos revisarán y, no sé tú, pero yo no deseo ser castigado por tú culpa.

OH Merlín la cara que puso valió por completo la pena. Se pudo ver que no esperaba esa reacción.

-¡¿Nos revisarán?!-fue la respuesta que obtuvo por parte del niño mimado.

-¿De qué otra forma se darán cuenta si lo hicimos?- respondió con voz modulada intentando no reírse de las caras que ponía.

- Yo no pensé …es decir …

-Bueno es obvio que no pensaste, por eso te lo estoy diciendo ahora.- le resultó algo incómodo tener que decirle las cosas así de directas.

-Mira tampoco estoy como para recibir sermones de…- le miro de arriba abajo- un doncel como tú.

- Es Artemys

-¿Qué?

-Digo que mi nombre es Artemys, no “doncel”, no “receptáculo” y mucho menos “bonito”. Me llamo Artemys Lovegood, espero que al menos puedas recordarlo.

-¿A quién le importa como te llames?

-A mi me importa señor Draco Malfoy, hijo único y heredero de los Malfoy, familia de estirpe francesa que vino a Inglaterra a establecerse en negocios que pronto les dejaron una gran suma de dinero- eso bastó para dejarle con la boca abierta- me parece una verdadera falta de respeto que no puedas ni memorizar el nombre de la persona con la que te vas a acostar

-¿Persona?

-¡Yo!- se cruzó de brazos bastante ofendido ante la actitud que estaba tomando el Malfoy.

Este parpadeo un par de veces antes de agitar su cabeza como si intentará despejar su mente de un gran caos interno.

-Genial, de todos los donceles fui a escoger el más respondón.

- No, escogiste el que usa el cerebro que es distinto, pero si no te gusta bien puedo salir y decirle a Madame Máxime que traiga de nuevo a mis compañeros.

-¡No te atreverías!- de la nada el chico de ojos grises se levantó casi derramando la botella de whisky de fuego sobre sus ropas.

- ¿Porqué no? Tú no me quieres, no te atraigo, es tu dinero y si vas a gastarlo al menos que sea en alguien que te guste.

Ante semejante argumento no pudo evitar alzar una ceja.

-Que curioso…-murmuro sin apartar la vista del tal Artemys.

-¿Qué curioso qué?

- No, nada- y el silencio se hizo de nuevo en la sala, ninguno de los dos sabía exactamente que decir, los protocolos que se habían dictado eran solamente para la ceremonia con la familia, nadie había escrito nada acerca de que hacer una vez dentro de la habitación.

-Así que…Lovegood- contrario a lo que él mismo pensó, intento entablar algún tipo de conversación.

- Así es y tu eres Draco Malfoy.

-Correcto…- y de nuevo el incómodo silencio. Parecía que no había palabras para romper la tensión en el ambiente hasta que el ojiazul suspiro de forma pesada dejando que sus músculos se relajaran.

-Tu no quieres hacerlo, ¿Correcto?- pregunto en un tono bastante amable, sin tintes de hostilidad en la voz-

- No, no quiero hacerlo con alguien que ni conozco y por el cual mis padres pagaron.

-…entonces estamos en un buen lío- dejando de lado la elegancia con la cual se había presentado se sentó sobre la alfombra cruzando sus piernas- no nos van a dejar salir hasta que haya pasado. Hay un hechizo para eso en la puerta.- dijo como si nada, tantos años viviendo entre donceles le había dejado bastante información crucial- no me importa pero…- encargándose en las Palmas de sus manos miro al ojigris que no se había movido ni un centímetro en su asiento- ¿Porqué no quieres hacerlo?

-¿Qué?- alzo una ceja en un gesto de total confusión.

-¿Por qué no quieres hacerlo? Ya te dije que no me importa, pero tengo la duda.

- ¿Y tú porque quieres hacerlo?- le devolvió la pregunta causando un gran sonrojo en el ojiazul-

- Es para lo único que sirvo- fue su repuesta automática, bajando la mirada al suelo- ya sabes para lo único para lo que nací.

- No entiendo….

-Tu eres un mago- dijo con calma- naciste para hacer magia, para crear pócimas y grandes artefactos que harán que la sociedad se vuelva mejor. ¿Entiendes? Yo soy un doncel y mi único don y mi razón de vivir es tener hijos, entre más mejor. Y si estos son magos o brujas es mejor.

-…- se quedó callado un momento tratando de asimilar las cosas que le decía. ¿Magia? ¿De qué tratos hablaba? Era claro que era un doncel pero ¿Cómo que no tenía magia? Si era descendiente de una familia sangre pura y su padre había tenido un total de 18 hijos (brujas y magos) era obvio que tenía magia en sus genes ¿No?-  en primera deja de hablar de los magos como si tú no tuvieras una varita-

-Yo no la tengo- le dijo con la inocencia de un niño. Draco le miro bastante sorprendido intentando averiguar si estaba jugando con él

-¿Cómo que no tienes varita? Todos en el mundo mágico tienen una.

-Los donceles no, nosotros hacemos las cosas con nuestras propias manos-

-¿Las cosas por sus..? ¿si quiera sabes para que es la varita?- Por toda respuesta el chico se encogió de hombros causando que un tic apareciera en la ceja del peliplateado- escucha bien, Lovegood o como te llames, la varita no es para que haga las cosas por nosotros, esto- sacó su propia varita del bolsillo de sus pantalones mostrándosela- esto es el símbolo del poder que tenemos ¿Entiendes? Por eso ninguna otra criatura mágica lo tiene, ni elfos, ni Centauros ni nada parecido. Sólo los magos y brujas pueden poseer varitas porque es lo que controla nuestro poder mágico. Si desciendes de una familia mágica y de sangre pura es más que obvio que debes tener una. ¿Acaso tu padre no tiene una?

-No- se apresuró a decir contemplando con calma aquel pedazo de madera (Eso era para él) que sostenía entre sus manos- mi padre tampoco tiene una- al menos hasta donde él había visto jamás la había usado, pero si las historias eran ciertas antes todos tenían  varitas y todos las compraban con un tal Olivanders, pero claro eso fue antes de que la guerra iniciará. Antes de que las casas de Hogwarts fueran eliminadas para que sólo quedara la de Slytherin, antes de que surgieran las casas del placer y que todos los donceles fueran metidos ahí para procrear cada vez más y más niños que crecerían y se volverían mortífagos  (¡Larga vida al señor Tenebroso!)

-¡Eso es imposible! Todos los magos y brujas tienen una. ¿Qué acaso no te enseñaron magia tampoco?

Negó con la cabeza no queriendo decir nada mas. Su educación era bastante diferente, o al menos eso intuía, pues jamás podría imaginarse a los niños hijos de familias mágicas aprendiendo lo que a él le habían enseñado.

-Pero si no vas a Hogwarts entonces…¿Qué se supone que les enseñan?

Ante la pregunta sus ojos se desviaron hacía ninguna parte en específico pensando en si debía decirle o no el tipo de educación que recibían- Creo…que sería mejor si te lo muestro- la cara de confusión que puso cuando gateo hasta la poltrona donde estaba sentado No tuvo comparación a la que puso cuando le abrió las piernas y se colocó en medio de estas. El pobre muchacho abrió y cerró la boca como un pez fuera del agua intentando meter aire en sus pulmones, empresa en la cual fallo de forma garrafal- esto…- le dijo cuando con gran maestría desabrocho el cinturón y metió la mano por su ropa interior hasta agarrar su miembro y sacarlo a la vista- Es lo que nos enseñan- y sin agregar nada más empezó a deslizar la lengua por toda la extensión causando que el heredero de los Malfoy se tensara y cerrará sus puños en los reposabrazos a tal punto de dejar sus nudillos blancos.

Esa imagen le causo cierto regocijo así que siguió con su tarea notando en seguida que sus atenciones no eran ignoradas pues rápidamente el miembro de Malfoy comenzó a ponerse duro y crecer. Eso le animo a meterlo por completo en su boca, casi tocando su garganta, para empezar a mover su cabeza de arriba hacía abajo dejando que su saliva empapara por completo toda su extensión, incluso bajando hasta sus testículos los cuales disfruto en masajear suavemente con una mano.

-nghh!- los músculos de las piernas del chico se tensaron debido al esfuerzo para contenerse y mantener esa cara de palo con la que había entrado. Pero Artemys era un buen alumno y como todo buen alumno de Madame Máxime, le haría gritar y gruñir a tal punto que durante días no podría apartar su mente de ese momento. Tal vez sonará demasiado egocéntrico pero no le importaba en absoluto, ese niño mimado había picado su orgullo y le haría pagar.

Y  pagaría con placer, crudo y enriquecedor placer.

Notas finales:

¿Les esta gustando? 

Haganme saber sus opiniones en un hermoso y sensual review¡ 


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