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Receptáculo por LECTERSWAN

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Notas del capitulo:

Tardé horrores, lo sé, y lo siento mucho por la tardanza, tuve unso probemas personales y pues apenas me estoy reponiendo, así que aqui traigo la nueva actualización y espero no estarme equivocando en la continuidad XD de ser así por favor diganmelo y arreglo todo.

Esperar.

A eso se había reducido su vida.

Esperar.

No siempre fue así.

Antes cuando tenía 16, solía ser un muchacho sumamente energético, siempre subiendo y bajando, explorando hasta el más recóndito lugar de todo Hogwarts. Siempre revisando los libros de la sección prohibida, dibujando canta criatura mágica encontrara y molestando a sus profesores para que le enseñaran hasta más allá de sus conocimientos.

Pero eso fue hace mucho…

¿Cuánto tiempo había pasado?

Casi 20 años ya. Si las cuentas no le salían mal.

 Se sentía como una eternidad y es que a través de la bruma del tiempo todo parecía ser obra de un simple sueño. Un sueño maravilloso. Uno que no volvería jamás.

Hace 20 años formaba parte de la casa Ravenclaw, la casa de los curiosos e inteligentes, en ese entonces podría haber sido catalogado como uno de los mejores alumnos y el más excéntrico de todos puesto que aún no terminaba la escuela cuando ya estaba editando e imprimiendo su propia revista llamado el Quisquilloso.

No muy popular pero al menos no le era tan difícil poder distribuir algunos de sus ejemplares por los pasillos de la escuela. Fue así que conoció a Newt Scamander, un chico de Hufflepuff bastante más curioso que él, interesado en las creaturas mágicas de los alrededores.

Al principio el chico le pareció más que común, de hecho si no estabas espabilado ni siquiera le notabas, Scamander era delgado y con la cara llena de pecas, con un aura que parecía esforzarse por pasar desapercibida, casi invisible. Xenophilus, con esa curiosidad que le caracterizaba no le costó trabajo acercarse, pronto se hicieron amigos. Fue una buena amistad, una que se alimentaba de la curiosidad, fue floreciendo poco a poco hasta que era extraño el ver al uno sin el otro.

Sin embargo, los tiempos eran difíciles, aún en la seguridad de la escuela fue llegando; de a poco; noticias de los recientes hechos ocurridos en Londres. Al parecer “La Filosofía del Mundano” un libro publicado hacía bastantes años, a decir verdad, había empezado a tomar fama y muchas familias mágicas, autoproclamadas de sangre pura, iniciaron campañas de odio contra los muggles.

-Siempre ha ocurrido eso- recuerda que le dijo a Newt cuando le hablo de ese asunto.

-Esta vez es diferente- ese día se habían llevado varias tostadas de mermelada y mantequilla hasta las raíces de uno de los sauces llorones que descansaban a las orillas del lago. Ahí estaban lo suficientemente lejos de las miradas y las burlas que recibían de sus compañeros por ser simplemente ellos.

-¿Qué tiene de diferente?

-Esta vez no solo persiguen a los Muggles- su voz bajo un poco al decir eso- esta vez… esta vez es diferente…

-¿A quién buscan entonces?- dejo a un lado su tostada mirando atentamente a su amigo que parecía bastante nervioso por la información que guardaba, sus ojos parecían guardar un secreto demasiado terrible como para decirlo en voz alta.

-Es demasiado terrible… tú no tienes la culpa de tu condición- dijo con cierto rencor en la voz, evadiendo la mirada de su compañero. Ese simple esto basto para poder empezar a conocer el plan que se gestaba entre las sombras de aquella sociedad que se consideraba superior a todas las demás.

Pero en el fondo, contiene toda la suciedad y podredumbre de cualquier otra.

Al principio eran solo rumores, un par de desapariciones por aquí, un par de muertes por allá, batallas aisladas en las cuales varios magos y brujas perdieron la vida. El Profeta no hablaba mucho de eso, El Quisquilloso apenas y tocaba esos temas, no porque no lo hubiera intentado, sino porque en ese punto ya no se sabían cuales historias eran reales y cuales no y no quería que su revista fuera un faro de histeria colectiva.

Fue cuando recién cumplió los 17 y se graduó de Hogwarts cuando, al realizar un viaje a Rumania empezó a enterarse de todo lo sucedido, al parecer no todo eran cuentos e historias exageradas. Al parecer los mortifagos, guiados por los pensamientos de un tal Lord Voldemort empezaban a tomar mucha fuerza. Pero no solo los pensamientos antimuggles eran la orden del día, sino que el señor Tenebroso, como pronto empezó a conocérsele, tenía una clara idea de como fortalecer la sociedad mágica.

Y esas ideas eran justo lo que hace años Newt había temido. Pronto la resistencia inició, guiada por Dumbledore, el profesor, en ese entonces, de Defensa Contra las Artes Oscuras. Newt había formado parte activa de esta, llamada “La Orden del Fénix” al principio sus acciones eran con el fin de defender aquellos que iban en contra de las ideas del Señor Tenebroso, posteriormente y como la Orden fue creciendo empezaron los contra ataques. Al principio solo fue cosa de empezar a frustrar los planes de los mortifagos, salvar de las manos de estos a los donceles que tenían la mala suerte de caer en estas.

Tal vez eso fue lo que más le molesto al Señor Oscuro y por lo cual empezó a tomarle seriedad a la Orden. Dumbledore había sabido mover bien sus piezas para plantarle cara a alguien que ni el mismísimo Ministerio se había atrevido.

Xenophilus no había querido meterse mucho en la Orden, pero les apoyaba, más que nada porque no le gustaba la desigualdad que se andaba viviendo. Sin embargo nunca llego a meterse de lleno en eso, esa fue una mala idea. Apenas cumplió los 19 ya se encontraba huyendo por toda Alemania, eso fue después de que los Potter murieran a manos del Señor Tenebroso, después de eso todo fue caos y confusión, terror por tratar de escapar con vida, ya no por sí mismo sino porque en ese entonces estaba esperando a su primer hijo, estaba esperando a Artemys.

Fue inútil, un grupo le encontró cuando iba en dirección hacía Polonia, esta demás decir que se defendió, peleo con todo lo que pudo dando gracias a Dios porque su embarazo aún no era visible y eso le permitía moverse relativamente rápido para esquivar los ataques de los otros. Sin embargo acabo con las manos amarradas tras su espalda y sin varita, siendo transportado de vuelta hacía Londres.

Estaba perdido sin duda alguna, o eso pensó puesto que a medio camino el carruaje donde le llevaban se vio sacudido, los gritos de los custodios que iban afuera llenaron sus oídos y después, el silencio, estaba pensando que hasta ahí llegaría cuando al abrirse la puerta un muy agitado Newt Scamander  le recibió jalándole a sus brazos y quitándole las esposas que le mantenían preso.

-¿Qué estás haciendo aquí?- fue lo primero que se le ocurrió decir después de que sus pies tocaron la suave tierra del camino.

-Alguien nos dio el silbatazo, Dumbledore no te iba a dejar solo- le dijo guiándole hasta donde varios de los compañeros de la orden le esperaban- Xenophilus, te presento a Remus Lupin, un buen amigo de los Potter, ella es Emmeline Vance, una amiga nuestra.

 

-Gracias- les lanzó una mirada agradecida- pero yo no formé parte de la Orden, no tenían responsabilidad sobre mi.

-¿Estas bromeando? No podía dejarte en manos de esos idiotas- replicó Newt caminando a paso rápido y guiando a su amigo hasta la entrada de la casa- no tienes ni idea de lo que les hacen a los donceles como tu.

-No es nada que debamos de tratar en este lugar, por favor- dijo asqueada Emmeline entrando a la casa y sentándose en uno de los sillones ahí puestos, dentro ya les estaba esperando Dumbledore. De la plática que surgió no recordaba mucho, con los años había perdido las partes importantes de todo eso. Lo único que recordaba era que al poco tiempo de eso había acabado en una redada, con varios de los miembros de la Orden muertos o desaparecidos, con varios grilletes en las manos y en las piernas siendo llevado hasta lo que era conocido como la casa Malfoy.

Ahí le dejaron en las mazmorras; ¿Quién tenía de esas cosas en una casa donde habitaba una familia?; después vinieron los hechizos que trataron de doblegarle, los golpes y torturas, al final de a saber cuánto tiempo estuvo ahí, su mente se tambaleaba en la fina línea que dividía la cordura de la locura.

No sabía lo que era parte de la realidad y cual de la fantasía, más que nada porque el ese lugar tan húmedo y oscuro la mente podía jugar de forma muy cruel con las personas. Al final y cuando decidieron sacarle a la luz del día ya contaba con unos 5 meses de embarazo. No se veía mucho puesto que no le habían alimentado bien, pero si era obvio que estaba en estado y eso hizo sonreír al señor Tenebroso.

-Magnifico- sus finos y pálidos labios se curvaron en lo que parecía ser una sonrisa.

-Mi señor- uno de los mortifagos se acercó y se inclinó- fue uno de los primeros prisioneros que obtuvimos…

-¿Prisionero?- susurro el líder de todos haciéndoles estremecerse- Dolohov, eso no es verdad, nuestro amigo aquí presente no es un prisionero- sus palabras se arrastraban, casi como si fuera una serpiente- él es la llave de un nuevo mundo. Uno en donde los muggles no son más que un simple recuerdo.

-Mi señor…- intervino otro de sus seguidores, más específicamente uno que estaba sosteniendo el brazo de Xenophilus evitando así que se cayera de bruces sobre el suelo.

-Llévale al callejón Diagon- ordeno, una simple mirada entre ambos mortifagos bastó para pasarse el mensaje, un tirón y el rubio estuvo saliendo de esa casa y fue guiado hasta un carruaje, ahí le subieron y después de un emborronado de imágenes y tirones por parte del carruaje, llegó hasta el callejón Diagon.

A través del tiempo no puede recordar exactamente que hizo ni exactamente como le hizo para llegar hasta la Casa roja, pero lo que si recordaba era las miradas que le dirigían las brujas y magos a su alrededor. Era una mezcla entre asombro, incredulidad y asco en algunos puntos.

A partir de ahí su vida fue permanecer en la casa del placer, los primeros meses de su estancia no le toco ningún hombre, por la simple razón de que estaba esperando un bebé. No iba a mentir, varias veces trató de acabar con su vida y con la del bebé que cargaba. Pero nunca pudo completarlo con satisfacción.

Fue así que con el tiempo fueron llegando más y más donceles, algunos solo se quedaban ahí por unos días y después se los llevaban a otras casas del placer. Conforme iba conociendo personas iba armando, poco a poco, aquel extraño puzzle en el que se había convertido la sociedad mágica.

Tal parece ser que el Señor Tenebroso había ganado la guerra, la Orden del Fénix se había disuelto pero, gracias al cielo, varios de sus miembros habían sobrevivido. Algunos acabaron en esas casas del placer, otros se mantuvieron ocultos; tratando de restablecer todas sus filas y mantener  a salvo a sus respectivas familias.

 

-Así que al final… los Potter no lo lograron…- una vez, de forma clandestina uno de los donceles había logrado meter un recorte de una pagina de periódico, era El Profeta, en esta estaba escrito, en letras realmente legibles que la familia Potter habían sido vencida.

“nuestro Glorioso Señor Oscuro ha eliminado, por fin, a la principal causa de la podredumbre en nuestra sociedad. Los Potter ya no podrán hacer más mal”

Era la clara frase que, más que hablar de la muerte de una familia de tres, declaraba la derrota de la contraposición del señor Oscuro. Ahora sin sus principales opositores, todo el mundo mágico se arrodillaba a sus pies. Y con eso las nuevas ideas de eliminación de muggles empezaron, el mundo se estremeció ante tanta muerte inexplicable, incluso el Ministro de Inglaterra tuvo que declarar el inició de una nueva pandemia de la cual no se tená registro ni conocimiento alguno.

Sus laboratorios empezaron a trabajar a marchas forzadas intentando encontrar el virus o la bacteria que se estaba cobrando tantas vidas.

Los esfuerzos fueron en vano.

La gente seguía muriendo en el mundo muggle y en el mágico las casas rojas se iban llenando de magos que cada vez solicitaban más y más donceles. Los nacimientos de magos fueron en aumento gracias a la buena administración.

Cuando Artemys nació pidió con todas sus fuerzas que la creatura no respirara, que naciera muerta, que no tuviera que vivir y sufrir en ese mundo donde se les veía como a un simple útero sin sentimientos cuyo único propósito en la vida era traer más y más hijos en hijas con magia en sus venas.

Sin embargo, Madame Maxime, la dueña de su casa, sospechó algo y le quitó al bebé por alrededor de una semana. Fue la peor semana de su vida, por la simple razón de que no tenía seguridad acerca del destino de su bebé. Peor aún el instinto de doncel no le dejaba en paz y se sentía morir sin su pequeño o pequeña; ni siquiera le dijeron el sexo del bebé; en sus brazos. Poco a poco su salud se fue debilitando, pero eso no detuvo a Madame Maxime para ponerle en manos de algún mago que pago por una noche de placer en sus manos.

De forma gradual sus fuerzas se fueron mermando, Madame Maxime le trajo a un medimago para que le revisara, al parecer los donceles eran pocos y tenían que sacar provecho de todos aquellos de los cuales podían hacerse. Parece ser que el Señor Tenebroso castigaría duramente a todo aquel que matara donceles.

-Assez, ramenez-le, maintenant.- fueron las palabras de Madame Maxime cuando el medimago declaró que de no traerle a su hijo de vuelta acabaría muriendo en esa misma noche.

Los minutos que espero fueron la mayor tortura en su vida, pero los cielos parecieron abrirse cuando escuchó el llanto de un pequeño acercándose. Una de las tantas mucamas que trabajaban ahí traía, envuelto en pañales, un pequeño que lloraba y se lamentaba, el tono de su llanto denotaba sufrimiento y dolor.

-¿Qué le han hecho?- sus fuerzas apenas y habían alcanzado para decir eso, o demás apenas y le alcanzó para poder sostener el pequeño cuerpecito que se estremecía y temblaba debajo de la manta.

-Dale de comeg- indicó o más bien ordenó Madame Maxime antes de retirarse dándole una última indicación a la mucama que hizo una reverencia y se acercó para ofrecerle a Xenophilus un vaso con un contenido acuoso y azulino, al parecer  era una especie de poción revitalizante. Se negó a tomarle, en un principio, pero tras varios intentos de alimentar al pequeño y no poder por falta de fuerzas, acabo aceptando.

Le dejaron recuperarse por el menos tres semanas, tres semanas en las que fueron él y su bebé, tuvo problemas para poder cuidarle pues no se había acostumbrado aún a tener que cuidar a otra persona. Nadie le ayudó, ni siquiera la mucama que le llevaba la comida y le lavaba la ropa y los pañales. Tuvo que ir acostumbrándose a tener que vivir por una pequeña personita que dependía por completo de ti.

En retrospectiva tal vez esas fueron las tres mejores semanas de su vida, nadie le molestaba, nadie le tocaba sin su permiso, solo era él y su hijo.

Lástima que ese momento no duro demasiado.

*            *             *

Cuando Artemys cumplió tres años, sufrió un ataque de pánico al grado de casi sentir que su corazón se detenía.

Madame Maxime se lo había arrancado de los brazos y se lo llevó por todo un día, las palabras de consuelo de sus compañeros donceles ni siquiera las escuchó, no pudo respirar durante todo el día hasta que por la noche le devolvieron a su hijo.

-Ahora ese es el protocolo- le dijo Charles Abbott, un doncel tres años mayor que él que había llegado hacía dos semanas antes- ¿No te has enterado? El Ministerio ha dictaminado que los hijos de los donceles, producto de aquellas relaciones con magos, deben ser evaluados para ver su linaje.

-¿Linaje?- gimoteo con su hijo en sus brazos, ya sano y salvo.

-Quieren saber si es un mago… o un doncel.

-Los donceles son magos, que nos hayan quitado las varitas no quiere decir que ya no lo seamos- dijo de pronto recordando que en sus tiempos de la escuela había sido uno de los mejores estudiantes.

-Ahora no, no tenemos derecho a ser magos, nuestra condición de donceles nos designa solo como procreadores de la raza mágica, nosotros no tenemos magia.

-Tú como yo sabemos que eso no es verdad.

-Ahora lo es y si no quieres que te aparten de tu hijo, deberás aceptarlo.

Su amigo, en ese entonces no le aclaró que hacían con aquellos que resultaban de naturaleza doncel, con el tiempo, cuando estaba esperando su segundo hijo, escucho, casi por error, que aquellos niños donceles les dejaban en la misma casa del placer que su progenitor, hasta que la dueña de esta decidieran si debían de quedarse ahí o llevarle a otro lado. Aquellos niños que  no tenían esta condición eran separados de sus progenitores donceles y eran llevados hasta la casa de aquella familia que había pagado por estar con el doncel.

Eso fue otra cosa que descubrió, pues en un principio pensó que los servicios de los donceles eran cosa del pueblo, es decir que eran algún tipo de prostituta al servicio de todo el mundo mágico, pero al parecer no era así, si alguien deseaba estar al lado de un doncel debía de pagar, desde una simple noche hasta una vida entera. Aunque claro estos últimos eran solo las familias más ricas y poderosas del mundo mágico, sin mencionar que eso era realmente raro, generalmente uno busca un doncel para procrear un hijo, una vez se tiene eso se desecha al doncel y se sigue la vida.

Eran desechables.

*            *           *

Regulus Black era el hijo menor de la familia Black, una renombrada familia mágica y de sangre pura, fue una sorpresa cuando Madame Maxime le informó que una noche le atendería, cosa extraña de ser puesto que Xenophilus sabía que Sirius, el hermano mayor de Regulus, formaba parte de la orden del Fénix ¿Dónde estaría en esos momentos?

-Debes tgratagle bien, ¿Me escuchas? Nada de desplantes- eso se lo dijo porque las ultimas parejas que le asignaron acabaron con un par de golpes, Crouch fue el peor de todos y de verdad esperaba que jamás volviera a buscarle, para su buena o mala suerte Madame Maxime no le mando directo a los dementores porque ya en ese entonces ya se había ganado cierta fama de parir a muchos niños y niñas magos y brujas, era estúpido que eso se considerara como algo de valor.

Pero como fuera ahora estaba con el chico Black, casi no se parecía  a su hermano y de hecho tenía una cara de seriedad que a primera vista le dieron ganas de reírse. Pero se contuvo.

No disfruto la noche a su lado, obviamente, pero a pesar de todo no fue tan malo como las anteriores que había tenido que aguantar, por un momento pensó que esa sería la última vez que le vería puesto que en ningún momento dio señales de haberse divertido o siquiera haberlo disfrutado. Que sorpresa no se llevó cuando una semana después fue solicitado de nuevo por el mismo hombre.

Extraño.

Fue lo que pensó.

Aburrido.

Fue su segundo pensamiento cuando al estar con él lo único que hacían era tener sexo y después de eso el hombre se iba sin decir palabra alguna. Hasta el idiota de Crabbe había dicho un par de frases, no de gran contenido pero al menos ya era algo.

Como fuere el chico Black iba por lo menos una vez a la semana, hacía lo que tenía que hacer y se iba, nunca dejando una sola palabra detrás de él. Y esa actitud irritaba sin manera al joven Lovegood, sin embargo nunca dijo nada, tanto tiempo en ese lugar le había enseñado que todo aquello que dijera sería usado en su contra, el mejor amigo era el silencio.

*               *             *

Cuando los gemelos Black nacieron fue sumamente difícil, no había sido su primer parto de gemelos, al menos ya contaba con dos anteriores, pero ese… ese se complicó bastante hasta el grado de temer por su vida y rogarle a la partera que por favor, si algo le pasaba, cuidara de su hijo Artemys; que por ese entonces ya tenía unos 12 años; sin embargo la partera no le hizo caso alguno, ni siquiera hizo el intento de mentirle con tal de calmar su angustia.

Pero nacieron, los dos nacieron, un poco pequeños en talla pero ambos sanos.

-El nombre-le dijo la partera sin tener misericordia, estaba cansado, sudoroso, pálido al grado de parecer más un fantasma que un ser vivo, al borde de la muerte pero aferrándose, tercamente, aún a la vida.

-Cetus…- una voz gruesa y profunda les llamó la atención, la mujer partera alzó la vista mirando al menor de los herederos Black en la puerta de la habitación-  su nombre es Cetus- la mujer asintió con calma dejando al menor de los gemelos en una pequeña cuna.

-¿Y el mayor?- dijo con una voz cascada por la cotidianeidad, desprovista de emoción ante la maravilla de una nueva vida.

-Cepheus- dijo el hombre de cabellos negros mientras dirigía una rápida mirada al rubio que languidecía en la única cama en la habitación- Cepheus Black.

La mujer asintió en silencio empezando a revisar los pañales de los infantes, verificando que el cordón umbilical de estos no sangrara. Mientras hacía esto Regulus Black se sentó en un asilla quedando de frente a la cama, Xenophilus ni siquiera levantó los ojos, se sentía débil, desfallecido, solo quería que le trajeran a su hijo, quería al menos poder despedirse y, si tenía suficiente vida, hablarle de todas aquellas cosas que tendría que afrontar como doncel y que por una u otra cosa, no le había contado.

-Lo hiciste bien- murmuro el joven Black, su voz sonaba profunda pero el tono de la inseguridad estaba plasmado en ella, eso le hizo alzar los ojos con una clara mueca de confusión estancada en esas profundas ojeras que se habían instalado en sus ojos- He… te he traído algo- murmuro lo suficientemente bajo, pero eso no evitó que la mujer volteara a verle con cierto dejo de acusación en los ojos- te ayudará a recuperar fuerzas… lo necesitas- saco de una pequeña bolsa de regalo un frasco transparente con un líquido un tanto rojizo.

Xenophilus no sabía que era eso, a lo mejor y hasta era algún tipo de veneno, pero ¿Para qué matarle? ¿Acaso Madame Maxime ya había decidido que no le servía más y le había dicho a Black que le diera eso? No que no le sorprendiera, a diario se oía de algunos donceles que de la nada desaparecían. Pero aún así…¿Por qué mandar a un heredero de sangre pura a hacer eso siendo que tenía muchos empleados que lo harían con gusto?

-No…- cerro los ojos y con tremenda pesadez apenas y pudo apartar la cabeza hacía un lado, si le iban a envenenar al menos opondría resistencia.

-No te hará daño- le dijo acercándose y, cosa aún más extraña, ayudándole a levantarla cabeza lo suficiente como para que pudiera tomar el contenido de esta botella. Tal vez fue ese gesto lo que le desarmo y acabo tomándose todo el líquido ese, o tal vez fue la amabilidad y delicadeza con que sostuvo su cabeza, la cosa fue que acabo tomándose todo el contenido y pronto empezó a sentir un sueño demasiado pesado, intentó resistirse pero su cuerpo cedió a esa bruma oscura que le dejo fuera de la realidad por a saber cuánto tiempo.

-…api…- oía una voz muy lejana, algo aniñada, pero no podía identificar de donde venía.

-pa…- todo a su alrededor estaba oscuro y se sentía flotar en una extraña bruma que le llevaba de un lado a otro, como las olas del mar.

Una vez había ido al mar, pero fue hace mucho.

-Papi… papi…¡Papi¡- la voz se oía más fuerte y cuando logró abrir los ojos se encontró con la imagen de su hijo mayor llorando a lagrima viva al borde de su cama- ¡Papi, ya despertaste¡- el niño se subió a la cama sin siquiera esperar algún tipo de indicación y se abrazó con fuerza al cuello de su padre- estabas muy dormido papi y blanco como la leche- dijo el pequeño entre lágrimas sin soltarse de su progenitor- el señor me dijo que no llorara pero es que me asuste, papi, ya soy grande pero me asuste.

Intentaba explicar el pequeño, pero la verdad Xenophilus tenía todavía la cabeza hecha un lio y más porque la habitación donde estaba no era la habitación compartida que solía usar.

-Artemys…¿Dónde estamos?- con una mano acaricio la espalda de su hijo quién se relajó considerablemente, pero no dejo de llorar, eso le costó un par de minutos más- esta no es nuestra habitación.

-Mamdame Maxi te trajo aquí- así era como le decía a Madame Maxime puesto que se le dificultaba decir el nombre completo- estabas muy blanco- recalcó como si no le hubiera entendido bien- el señor me dijo que te ibas a poner bien pero no despertabas papi.

-¿Señor? ¿Qué Señor?- parpadeo un par de veces alejando los restos de sueño de su cuerpo, se sentía como si hubiera dormido todo un día entero.

-El señor que vino con Madme Maxi, traía cargando a mis hermanitos- oh, ahora sabía a quién se refería.

-Artemys ya hablamos de eso- intentó distraer a su hijo- no puedes llamarles tus hermanitos.

-¡Pero son mis hermanitos¡- dijo empecinado- ¡Crecieron en tu pancita, entonces son mis hermanitos¡- dictaminó con los brazos cruzados causando cierta diversión en su padre, aunque después le vino la tristeza pues en más de una ocasión había tenido que ver a su hijo llorar cuando las familias mágicas venían a llevarse a sus hijos. Se los arrebataban y se los entregaban a las familias, ahí les daban un nuevo nombre y les daban el apellido correspondiente, y del padre doncel…se borraba todo rastro de la memoria de los niños. A partir de ese momento dejaba de ser su hijo y pasaba a ser parte de la familia.

Y seguramente esto pasaría de nuevo, el señor Black le había dado los nombres a los gemelos, lo cual indicaba que apenas estos cumplieran tres años se los llevaría a la casa Black.

-Esta bien- le cedió a su hijo no teniendo las ganas de pelear con su hijo- ¿Dónde están los gemelos?

-¡Ah¡- su carita se iluminó- están allá- señalo una puerta entrecerrada- el señor dijo que los iba a cuidar en lo que tu te despertabas ¿Ya estas mejor, papi? Para decirle que ya despertaste.

*               *               *

Cosa extraña fue el ver que Regulus Black no era como las otras parejas a las cuales se vio obligado a darle hijos. Regulus era másbien… no podría ser responsable… tampoco podría darle el calificativo de buen padre…simplemente diría que era raro. Si esa era la mejor palabra, ¿De qué otra forma podría calificarlo puesto que era el único hombre que venía de forma regular, pero no para acostarse con él, sino para traerle cosas a sus hijos y a él, cosa ya de por si inaudita? Y no solo eso sino que también llego  a darle juguetes a Artemys, eso en definitiva causó el espanto de Madame Maxime pero gracias al apellido de la familia Black y su influencia en la sociedad mágica, se abstuvo de quitarle las cosas o castigarles.

-Él es bueno, papi- le dijo una vez su hijo mayor, justo cuando los gemelos cumplieron un año y Black les trajo pastel, pero no solo para sus hijos sino que trajo pastel para todos los de la casa de placer, incluyendo hasta a los trabajadores de limpieza- es un buen papá- agregó antes de llenarse la boca con otra cucharada de ese delicioso pastel que, de forma triste, los niños nacidos en esa casa del placer jamás habían probado.

Sin embargo para Xenophilus, ya con bastante practica en ese mundo cruel, supo que eso no duraría mucho, apenas los gemelos cumplieron tres años se los arrebataron, peleo como con sus demás pequeños, pero al final se los llevaron y ese fue el fin de las visitas del hermano menor de los Black.

O al menos eso pensó pues pasados tres años de la última vez que vio a los gemelos, Regulus Black apareció en las puertas de la casa roja, anunciando de nuevo que deseaba la compañía del rubio Lovegood. Debió de haber sido divertido el ver la cara de Madame Maxime, puesto que en ese entonces ya estaba pensando en mandar a Lovegood a una de esas granjas donde iban a parar todos los donceles “viejos” que ya habían cumplido cierto número de hijos y ya casi nadie pedía para procrear.

Y para ser todo aún más extraño y divertido el señor Black declaró que pagaría todos los gastos que tuviera por el resto de su vida en la casa del placer. Traducción: Regulus Black le reclamaba como suyo y eso no solo le libraba de tener que acostarse con alguien más, sino que bien podía pasársela durmiendo todo el día y absolutamente nadie le diría nada.

Era lo más cercano que un doncel podría llegar a la libertad.

Prácticamente  el sueño hecho realidad.

Desde la perspectiva de los demás donceles, claro está, para Xenophilus solo significaba que ahora pertenecía a alguien a quien no amaba, alguien a quien le debía su vida y eso no le gustaba.

Sin mencionar que había unas pequeñas letras rojas en las cuales se especificaba que tal vez si era cierto que ningún hombre podría solicitarle de nuevo para acostarse con él, si era cierto que Regulus Black tenía todo el derecho de solicitarle y Xenophilus tenía lo obligación de estar con él.

Cosa que sucedió, puesto que fue solicitado varias veces después de haberse recuperado dando como resultado un nuevo embarazo y para su sorpresa de nuevo eran dos, solo que esta vez eran mellizos. En definitiva fue como el cierre casi perfecto de su vida de doncel procreador de magos y brujas, paso de ser una persona con sueños y aspiraciones a ser un simple pedazo de carne procreador con uno de los mejores historiales en toda la sociedad mágica, sellando no solo así su destino sino el de su hijo que había heredado su misma condición.

 

Como le hubiera gustado el poder heredarle algo mejor, poder haberle dado una casa, una familia de verdad. Haberle llevado al callejón Diagon para que comprara su primera varita, verle probar sus capas de la escuela, verle emocionado por los nuevos libros que llevaría, verle crecer, saber cuales eran sus materias favoritas, cuales odiaba. Pero no pudo darle eso, solo pudo mostrarle como cuidarse en ese mundo lleno de sedas y chocolates, un lugar de perfumes caros pero lleno de dolor de fondo, un lugar en donde te deshumanizaban y pasabas a ser un simple pedazo de carne.

Un lugar donde las violaciones eran el pan nuestro de cada día y como doncel, debías de agradecer la suerte, si es que la tenías, de que alguien te comprara y cuidara de ti.

Esperar.

Esa fue su nueva vida, esperar a que alguien le comprara, esperar y ver como Artemys crecía, esperar y ver como alguien se lo llevaba, esperar y ver como su hijo empieza a sufrir lo que él ya antes había sufrido.

Esperar.

Siempre esperar.

 

Notas finales:

¿Qué les aprecio? 

Espero les este gustando hasta este momento, sigo trabajando en los demás fanfics y me estoy esforzando en traerlos a ustedes a tiempo,sin embargo pido disculpas porque entre el hospital y mis ctividades en la casa apenas y tengo tiempo para poder escribir

Gracias por brindarme su tiempo y si me regalan un review sere eternamente feliz¡


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