Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Involuntaria domesticación por Marbius

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Disclaimer: Escrito por amor a la pareja y sin ánimos de lucro.

1.- Encuéntrame (de nuevo).

 

Find me at a quarter to three, cigarette in my hand

I'd be at every party, I wouldn't miss a chance

New friends again and again, gone when the morning comes

Demons I try to defend, but I couldn't get enough

Fading away, fading away

Wake up to someone with nothing to say

I'd never change, thought I'd never change

Then you come and change it all

5 Seconds of Summer - Better man

 

La primera vez que Remus Lupin vio a Sirius Black fue en la fiesta de cumpleaños de su sobrino Harry. En sí, no un sobrino oficial porque ni James tenía hermanos (sólo a Sirius, y de manera simbólica por vivencias de la adolescencia de las que Remus sólo conocía retazos como si de leyendas de antaño se tratara) ni él era hermano de Lily, pero para cuestiones prácticas daba lo mismo. A su llegada, Harry salió corriendo a su encuentro, y aunque con cinco años Lily seguido le recordaba que ya era demasiado mayor para eso, le saltó a los brazos y se le prendió al cuello mientras gritaba “¡Tío Remus, viniste! ¡Y has traído a Teddy!” con entusiasmo.

—Me alegra que pudieran venir —dijo Lily, que con un poco más de moderación que su hijo, le echó a Remus los brazos encima en un abrazo cálido y le besó ambas mejillas—. Hola, Teddy —se dirigió entonces al hijo de Remus, que apenas menor que Harry por meses, había permanecido quieto a su lado.

—Hola, tía Lily —respondió de vuelta, y fue Harry quien lo tomó de la mano y tiró de él hacia dentro de la casa, donde su fiesta de cumpleaños tenía lugar.

—Perdón por llegar tarde —dijo Remus en disculpa por su retraso, que aunque apenas de una hora, lo volvía el invitado conspicuo que se presentaba a lo último—. Es el automóvil. Otra vez se volvió a calentar, y lo peor, una llanta reventó y la extra ya debería recibir una jubilación anticipada.

—Si necesitas-... —Empezó a hacer Lily una oferta de prestarle a Remus dinero para salir del bache en el que éste se encontraba, pero Remus levantó una mano y le puso un alto.

—No, está bien. Todavía tengo ahorros, y no es como si Teddy y yo no pudiéramos usar el autobús.

Lo cual era cierto, lo habían hecho antes, pero en ciernes al próximo curso y con Teddy a punto de entrar a un nuevo grado de kindergarten, su mayor preocupación después de poner comida en la mesa y pagar facturas era arreglárselas para comprar todo en la lista de su siguiente año escolar.

Reprochándose a sí mismo su facilidad para recordar temas desagradables en los peores momentos, y sobre los que de momento no tenía control, Remus se forzó a reír y acompañó a Lily dentro de la casa, donde ya los adultos estaban reunidos mientras afuera la fiesta de Harry estaba en todo su apogeo.

Remus saludó con familiaridad a varias parejas con hijos, como a Molly y a Arthur, así como a Alice y a Frank, porque todos ellos tenían hijos en los mismos cursos, y luego se acercó a tratar a aquellos nuevos invitados que no conocía y que Lily se encargó de presentarle.

—Él está aquí —dijo de pronto Lily, y Remus no preguntó más, porque sabía a quién se refería: Sirius.

Sirius Orion Black, el mejor amigo de la infancia de James, quien todavía hablaba de él como si lo hubiera visto la semana anterior y no cinco años atrás. Corrección, cuatro años, once meses y tres semanas, pues lo último que había hecho Sirius en Londres antes de mudarse a los Estados Unidos había sido bautizar a Harry y convertirse en su padrino oficial.

Remus se sabía la historia completa con todo lujo de detalles porque siempre que bebía un par de cervezas James acababa por volverle a contar los maravillosos años de su educación en una escuela privada en Escocia, donde su amistad con Sirius se había cimentado y donde él había conocido a Lily, el amor de su vida. Remus había conocido a James y a Lily en un periodo post-Hogwarts, cuando ellos tres coincidieron en la universidad, y aunque seguido escuchaba hablar de Sirius y el vínculo que los unía, por alguna razón jamás habían terminado por conocerse.

Por aquel entonces, James todavía jugaba rugby en el equipo de la universidad y estaba en miras la posibilidad de unirse al equipo nacional, pero una lesión acabó con su carrera y favoreció que se tomara en serio sus estudios de medicina deportiva. Lily le había ido a la saga especializándose en pediatría, así que juntos constituían una de esas parejas de ensueño con profesiones que lo eran todo para ellos, una bella casa, y un hijo increíble que sólo era motivo de su orgullo.

Seguido se preguntaba Remus dónde encajaba él entre ellos, pues su licenciatura en historia sólo le había conseguido un puesto en una biblioteca federal donde su labor principal era el mantenimiento de archivos relativos a la segunda guerra mundial y la digitalización de los mismos. La paga no era mala, y el trabajo no tan aburrido como cabía suponer, pero Londres era una ciudad cara, así que Remus además aderezaba sus tardes con un par de clases en la universidad. De ahí que a ratos Remus se sintiera fuera de lugar, como una tercera rueda entre James y Lily, y que había venido a suplantar a Sirius Black cuando éste se marchó del país por asuntos familiares.

—... James está que apenas cabe en sí de emoción —dijo Lily, y con vergüenza entendió Remus que se había distraído—. Espera a que lo conozcas, creo que harán buenas migas ustedes dos.

«Probablemente sí, probablemente no», pensó Remus, que aprovechó una pequeña conmoción en el jardín para postergar unos minutos más aquella primera presentación.

Afuera, uno de los chicos Weasley se había herido, y al salir con Lily al jardín Remus descubrió que era uno de los gemelos, aunque por ser tan idénticos era difícil discernir de quién se trataba. Molly salió a ver qué ocurría, pero fue uno de sus hermanos mayores (también gemelo, así que quedaba en pendiente saber si se trataba de Fabian o Gideon) el que tomó a su cargo el cerciorarse que sólo se trataba de un golpe sin importancia ni secuelas, y que la fiesta podía seguir sin más interrupciones.

Lily se sumó al grupo en papel de doctora, y Remus hizo una discreta retirada no al interior de la casa, sino al costado, donde un estrecho pasillo de servicio cumplía funciones de almacenaje, pero también de escondite.

Y como descubrió Remus al poner un pie ahí dentro, él no era el único con esa idea.

Ahí se encontró con un individuo alto (aunque no tanto como él; pocas personas se acercaban a su casi 1.9 m de estatura), de largo cabello negro recogido con desenfado a la altura de la nuca, y asombrosos ojos grises que se dirigieron a él con recelo. Y justificado, pues aquel desconocido tenía un cigarrillo entre los labios, y a juzgar por la punta de intenso color rojo, lo estaba disfrutando a lo grande.

—Erm. —Remus se congeló en su sitio—. Lo siento, pensé que el rincón estaba disponible.

—Lo está —dijo el desconocido, que se hizo a un lado para dar espacio—. A menos que te moleste el humo.

Remus estuvo a punto de mencionar que no, pero que tenía una relación complicada con el tabaco luego de fumar por varios años y dejarlo de golpe una vez que Dora anunció que estaba embarazada. Desde entonces apenas si había fumado en fiestas y circunstancias especiales, y al terminar siempre se quedaba con la vaga sensación de haberse fallado a sí mismo en su propósito de abandonar ese asqueroso hábito.

—¿Quieres? —Ofreció el extraño, y Remus hesitó un segundo antes de asistir.

—Sí.

El extraño le extendió su propio cigarrillo, y Remus no pasó por alto el roce de sus dedos y que éste al moverse desprendía un agradable aroma a madera y pino.

Remus inhaló hondo el cigarrillo y contó hasta tres antes de dejar salir el humo.

—Dabas la impresión de necesitarlo —bromeó el extraño, que de pronto frunció el ceño y esbozó una media sonrisa—. Espera...

—¿Uh?

—Eres Lupin, Remus Lupin —dijo el desconocido, quien de pronto con una sonrisa amplia en el rostro en donde mostraba gran parte de su dentadura pasó de ser un Don Nadie a...

—Sirius Black —dijo Remus en respuesta, que deseó darse en la frente con la mano por su absoluta falta de sentido de reconocimiento. Cierto que la única fotografía que sus amigos tenían de Sirius a la vista de las visitas era una de ellos tres en sus años escolares y que de ese día hacía más de una década, pero Remus había visto fotografías posteriores a aquella fecha, aunque ni la sonrisa ni el brillo de los ojos de ahora podían apreciarse de la misma manera que cuando eran estudiantes.

—El mismo de las historias que seguro James y Lily te han de haber contado de mí.

—Sobre todo James... —Admitió Remus al devolverle el cigarrillo.

—Y sobre todo aquellas en donde yo soy el demonio encarnado, ¿uh? —Le chanceó Sirius haciendo entrechocar sus hombros, y Remus temió haberse sonrojado porque de nueva cuenta le llegó una nube de su perfume.

—Más que nada de sus años en Hogwarts, aunque...

Remus se detuvo antes de hablar más, puesto que estaba al tanto de la vida de Sirius más de lo que éste preferiría con toda seguridad. Aquella información había provenido en mayor medida de Lily, quien le narró de la complicada infancia de Sirius con una familia cuya visión del mundo los hacía considerarse la crema y nata de la sociedad inglesa y a cambio despreciar a quienes no tenían dinero y un linaje antiguo como ellos. Sirius se había revelado gran parte de su adolescencia, huyendo incluso de su hogar hacia la casa de los Potter y viviendo con ellos dos veranos hasta que un tío le había ofrecido dinero y la oportunidad de probarse a sí mismo como diferente al apellido Black que lo marcaba.

El resto de la historia no era mejor... Remus había estado demasiado absorto en su propia vida universitaria cuando todo aquello pasó, pero Sirius se había visto envuelto en problemas diversos hasta casi conseguir su expulsión, y sólo el dinero de su tío y el mudarse a los Estados Unidos le había puesto fin a las malas compañías con las que solía asociarse y a los conflictos pendientes que lo tenían a punto de convertirlo en un criminal sin retorno a la sociedad.

Remus había sido más amigo de Lily que de James en ese punto de su vida, así que no estuvo demasiado envuelto en la partida de Sirius, y todo lo que sabía de él era información que le había sido contada a posteriori de sus años en la universidad. Lo malo tanto como lo bueno, que hasta donde entendía, Sirius se había reformado en gran medida, y su regreso a Inglaterra tenía que ver con esa nueva vida que pretendía no retomar, sino volver a construir desde cero.

—Me da miedo preguntar qué tanto sabes de mí —dijo Sirius, que agachó el rostro y se ocultó tras un mechón de lustroso cabello negro—. Por lo que entiendo, eres el más querido y cercano amigo de Prongs y Lilyflower.

—Ellos han sido amables contigo —dijo Remus—. Creo que lo único negativo que les he escuchado decir en serio de ti es lo mucho que lamentan que no estuvieras aquí para ser un verdadero padrino de Harry.

Ante la mención de su ahijado, Sirius relajó un poco sus facciones. —Precisamente ser el mejor padrino para Harry está en los primeros lugares de mi lista ahora mismo.

—No te costará mucho. Harry tiene un corazón de oro, y siempre pregunta por el tío Padfoot del que James tanto le cuenta en sus historias.

Sirius arqueó una ceja, como si de pronto tuviera una revelación. —¿Por casualidad no eres el tío Moony? Porque en sus llamadas James mencionaba a-...

—¡Así que aquí están! ¡Y fumando además! —Los interrumpió Molly Weasley, que con un crío en brazos y otros tres apiñados a su alrededor, se mostraba enojada—. Remus, Lily quiere que le ayudes con la comida, y Sirius... No deberías fumar aquí. Estamos en una fiesta infantil de cumpleaños.

—¿Ops? —Masculló Sirius, tirando el cigarrillo al suelo y aplastándolo con la punta de sus botas—. Nunca le gusté mucho a Molly.

—Nah, a Molly le caen bien todos. Sólo dale tiempo para acostumbrarse.

—Ya veremos...

Saliendo de su escondite con gesto culpable por el aroma a tabaco que seguro los envolvía como una nube tóxica, a Remus no le pasó por alto que desde el juego inflable James los observaba con atención, y a juzgar por su gesto, no era esa la clase de presentación que quería para sus dos amigos más cercanos.

—Te acompaño —se ofreció Sirius a ir con Remus a la cocina, y ahí encontraron a Lily poniendo todo a punto para servir los bocadillos.

—¿Dónde estaban? —Preguntó Lily apenas verlos—. James estaba preocupado de que se hubieran marchado sin siquiera decir adiós.

—¿Sin Teddy?

—¿Sin despedirme de Harry?

La similitud entre sus comentarios puso una sonrisa fácil en labios de Remus y Sirius, y un leve fruncimiento de ceño en las cejas de Lily.

—Ok... —Dijo ella con cierta inseguridad—. Deduzco que ya se conocieron, ¿uh?

—Algo así.

—Formalmente no nos han presentado.

—Basta. Es... raro —dijo Lily, que se cruzó de brazos antes de recordar que tenían tres charolas con bocadillos listas para repartirse—. ¿Podrían al menos ayudarme?

Con dos pares de manos extras, Lily consiguió que los invitados a la fiesta de Harry tuvieran comida, bebida, servilletas, y también bocadillos diversos que se había pasado los últimos días planeando con rigurosidad. Con Remus a cargo de una parte y Sirius de otra, fue antes que después cuando terminaron y se reunieron de nueva cuenta en la cocina para celebrar con un poco de jugo de uva que habían cumplido con su cometido.

—Qué no daría por otro cigarrillo —comentó Sirius recargado contra la barra de la cocina y ante él Remus en el reducido espacio que ahí quedaba—, pero seguro Molly me fulminaría con una de sus miradas asesinas.

—Oh, puedes apostar que sí —dijo Remus con una risa mal disimulada, pues no en balde tenía Molly siete críos a su cargo, y los siete demostraban impecables modales y obediencia a sus órdenes, incluso si podían ser un poco traviesos por el simple hecho de ser niños.

—So... —Sirius bajó el mentón y vio a Remus a través del mechón de cabello que se le escapó del recogido que llevaba—. Se podría decir que sabemos bastante el uno del otro sin siquiera habernos conocido cara a cara en todos estos años, ¿verdad?

—Verdad —confirmó Remus, que se preguntó de pronto si así como él estaba al tanto de sus turbios asuntos, Sirius lo estaba de los suyos.

—Tonks es de mi familia —dijo Sirius confirmando sus peores sospechas.

—¿Dora?

—Nymphadora también —dijo Sirius con un encogimiento de hombros—, aunque en realidad es Andrómeda mi prima, ¿ves?, nombres de estrellas, el estándar para los padres Black que están orgullosos de serlo. Andy cometió el error, ¿o debería decir que tomó la mejor decisión de su vida?, al casarse con Ted Tonks, y consiguió con ello que su nombre quedara repudiado dentro de la familia. Técnicamente, Nymphadora es mi sobrina en segundo grado, pero no cuela cuando apenas hay unos meses de diferencia entre nuestras edades...

—Oh, vaya... No estaba al tanto, erm, Dora nunca lo mencionó.

—Ni tendría por qué hacerlo —comentó Sirius por lo bajo, de pronto más serio de lo que Remus le hubiera visto en la última hora—. Como dije, son miembros repudiados dentro de los Black.

—¿También para ti? —Inquirió Remus con inquietud, que de pronto no supo bien dónde tenía apoyados los pies tratándose de Sirius Black.

—Nah, soy Black pero sólo porque legalmente cambiarme el nombre sería un incordio. Soy parte del honorario grupo de miembros desterrados, al lado de Andy y el viejo tío Al.

—¿Al? ¿No hubo nombre de estrella para él?

—Alphard —dijo Sirius con una amplia sonrisa.

—¿Y cuál fue su pecado, comer la carne con el tenedor de la ensalada?

—Oh, ya sabes —dijo Sirius con falsa indiferencia—, un poco de sexo anal con su mejor amigo. En nuestra familia ser bisexual viene con la misma B de Black, pero sólo si es a escondidas y cuidando las apariencias, porque es impensable no casarse con alguna prima lejana y engendrar un par de hijos más a la causa de la endogamia, pero-...

—¡Sirius! —Interrumpiendo a su amigo, James entró a la cocina, y en sus ojos abiertos se leía el pánico—. ¿No crees que deberías guardar esa charla para otra ocasión? Vas a acabar espantando a Remus.

—Oh no —desestimó éste la noción—. Sirius aquí me estaba hablando de Dora y su parentesco, y quizá nos desviamos un poco por la tangente...

—Más bien parece que se salieron de la carretera y se despeñaron por un barranco —masculló James, que se subió las gafas por la nariz y se dirigió a ambos amigos—. Vale, he sido mal anfitrión por no presentarlos, pero parece que no será necesario ya, y en cambio... De verdad necesito ayuda allá afuera. Lily consiguió una piñata para los críos, pero ahora no tenemos claro cómo elevarla y aunque yo puedo subirme al tejado sin problemas, Arthur le tiene pánico a las alturas y no puede ayudarme del otro extremo de la cuerda.

—Yo lo haré —se ofreció Sirius, que al pasar al lado de Remus le apretó el hombro y le dirigió una mirada de ‘hablamos más tarde’ que hizo a éste sentir el estómago líquido y las piernas débiles.

Un tanto decepcionado porque Sirius estaba ahora encargado de la piñata, Remus se dirigió al grupo en el que se encontraba Lily, donde ella y otras mamás chismorreaban de esto y aquello a velocidad de vértigo.

—Ya veo que de vuelta sin Nymphadora —comentó Narcissa Malfoy, no la más querida de las invitadas, pero Harry era amigo de su hijo Draco, así que a Lily no le había quedado de otra más que abrirle las puertas de su casa a su compañía—. Además, te vi charlando con mi primo Sirius.

«Oh, cierto...», pensó Remus, que de pronto se sintió estúpido por no llevar a cabo la conexión antes. Era lo que pasaba cuando se le incluía en un grupo de amistades que daba la casualidad estaban muy emparentados entre sí. Lily también era ajena a todo aquel lío, pero al menos tenía a James para aclararle cualquier lazo de sangre del que estuviera al tanto, que para el caso lo eran todos siendo él parte del conjunto, pero Remus seguido las pasaba canutas tratando de dilucidar todo aquello.

Y tal como Narcissa había mencionado, no tenía a Dora con él para auxiliarle.

—Nos hemos conocido hoy —dijo Remus con absoluta cortesía—, pero me ha resultado muy agradable. Es una persona bastante interesante.

—No puedo decir que el mismo caso aplique para mí —dijo Narcissa, moviendo su vaso con jugo de uva y que si los rumores eran ciertos tenía también un poco de piquete que ella misma se había proporcionado con la licorera que tenía escondida en su diminuto bolso de marca—. Todavía recuerdo cuando éramos pequeños y Sirius no hacía nada más que molestarnos a mí y a mi hermana Bella.

Ah, Bella. La tercera hermana Black que por fortuna no tenía hijos ni estaba ahí, aunque Remus había tenido la desgracia de escuchar algunas historias nada halagüeñas de su persona. En su opinión, sólo Andrómeda se salvaba de esa mala sangre que parecía correr dentro de la familia Black, aunque también eso explicaba por qué no encajaba con el resto y estaba exiliada al ostracismo siberiano entre los suyos.

—Andrómeda me ha contado mejores historias —dijo Remus, que sin tener claro si defendía a Sirius porque Narcissa le caía mal o porque había encontrado a éste agradable (y guapo, definitivamente guapo), se dispuso a defenderlo.

Para bien que no fue necesario cuando Teddy se le abrazó a la pierna y le pidió que lo cargara.

—¿Qué pasa, peque? —Preguntó Remus al echárselo al brazo y apoyar su peso con la cadera, y al instante le rodeó Teddy con los brazos alrededor del cuello y enterró el rostro contra su pecho.

—Debe estar cansado —dijo Lily.

—La verdad es que no durmió siesta antes de venir.

—Puedes subirlo a la habitación de Harry y acostarlo ahí. Seguro que después tiene ánimos de volver a la fiesta.

Con Teddy prendido de él como un koala, Remus aprovechó la oportunidad para escabullirse dentro de la casa, y subió a la habitación de Harry para acostar a Teddy.

—No tengo sueño, sólo mis ojos se sienten cansados —dijo Teddy enfurruñado cuando Remus lo recostó y con una mano le retiró un mechón de pelo de la frente.

—Vale, no tienes sueño —replicó Remus con tono ligeramente burlón—. ¿Quieres que te cuente un cuento mientras tus ojos dejan de sentirse cansados?

Teddy asintió, y fue así como terminó Remus con su hijo apoyando la cabeza en su muslo y él contando una versión bastante alternativa de Caperucita Roja y el Lobo Feroz, en donde el malo era el Cazador y el pobre Lobo Feroz era una criatura más del bosque.

Abstraído en su propia versión del cuento infantil, Remus por poco saltó fuera de la cama cuando un par de pies calzados en botas aparecieron en la ventana de Harry, pero el susto no pasó a mayores apenas reconoció al dueño. En efecto, un par de segundos después entró Sirius a la casa por la ventana, y al igual que Remus antes, tuvo un leve sobresalto al encontrarlo ahí.

—¡Oh!

—Shhh —le pidió Remus, señalando a Teddy—. Apenas conseguí que se quedara dormido.

—¿Es el tuyo?

—Sí, se llama...

—Teddy. Lo sé, Andy me lo dijo cuando hablé con ella la semana pasada. Por Edward.

—Dora insistió.

—Justo lo que esperaría de ella —dijo Sirius con una sonrisa burlona—, un nombre de lo más normal.

—Mejor Edward que un nombre y apellido que recuerden a un lobo.

—Ah, ¿por eso el cuento de Caperucita y el Lobo Feroz?

Remus alzó las cejas. —No creí estar hablando en voz tan alta.

—Ya, es que... —Sirius se pasó la mano por el flequillo—. Alcancé a oír lo último. Es un bonito final, con el Lobo Feroz demostrando su inocencia y pidiendo un cambio de nombre para ser reconocido como el Lobo Amable.

—Nunca me gustó mucho la versión original —dijo Remus, que en un instante de valor, palmoteó el espacio libre en la cama de Harry e invitó a Sirius a unírsele.

Sirius por su parte así lo hizo, y el resto, como suele decirse, cayó por su propio peso.

 

De aquel quinto cumpleaños de Harry, Remus guardó como recuerdo principal las horas que pasó con Sirius sentado lado a lado en la pequeña cama y con Teddy durmiendo a pierna suelta sin inmutarse por la larga y amena conversación que se dio entre los adultos.

En algún punto de la tarde, el sol bajó del todo y la habitación quedó en ligera penumbra, pero la ventana abierta y que afuera la fiesta todavía continuara favoreció para que pudieran continuar mirándose directo a la cara y justificaran que no era necesario encender la luz y delatar su presencia ahí.

No fue sino hasta que el propio Harry subió para mostrarles a sus amigos uno de sus juguetes que Remus y Sirius pusieron un poco de distancia entre ambos, pues en las últimas horas no habían hecho nada más que acercarse hasta que sus muslos se rozaron.

—¿Tío Moony? ¿Padfoot? —Los reconoció Harry, y atrás de él los gemelos Weasley, Ron y Draco les miraron con idéntico gesto de curiosidad.

—¿Qué hacen en la oscuridad? —Preguntó Draco con autoridad.

En el regazo de Remus, Teddy se movió un poco y abrió los ojos. —¿Pa?

—Hey, Teddy —le acarició Remus la cabeza, donde su hijo ostentaba rizos de color castaño claro idénticos a los suyos—. ¿Dormiste bien?

—No dormí, sólo descansaba los ojos —articuló Teddy tras un bostezo, y al instante se apartó de su lado para reunirse con Harry, que tirando de su brazo le instó a unírseles para jugar con los demás.

—Críos —dijo Sirius con humor apenas el grupo salió de la habitación, dejando la luz encendida y la puerta abierta—. Seguro que antes de que termine la fiesta rompen algo.

—Mejor no —replicó Remus, que de pronto se sintió cohibido.

A diferencia de apenas un par de minutos atrás, ahora podía ver a Sirius a la perfección, y el mismo caso era para éste, que pareció reparar en su aspecto. Por inercia, Remus ladeó el rostro para ocultar su lado malo, aquel en donde tenía una larga cicatriz blanca que le bajaba por el rabillo del ojo e igual que una lágrima terminaba cerca de su mandíbula. Viejo recuerdo de un accidente acaecido cuando era un niño de la edad de Teddy, y aunque por lo general la gente era lo suficientemente educada para no mencionarla, Remus seguido se sentía juzgado por su cicatriz y la apariencia que daba con ella.

Sirius pareció leer el cambio de atmósfera entre los dos, y con fingida alegría sugirió bajar por pastel y quizá una taza de café.

—Me encantaría —dijo Remus, que para cuestiones prácticas, ya se sentía realmente así.

Encantado. Casi... hechizado. Y al bajar las escaleras siguiendo a Sirius era como si sus pies no tocaran el piso y él tuviera una fracción de segundo para flotar antes de entrar en contacto con la moqueta.

Una vez en la cocina, fue Sirius quien se encargó de servir el café, y también una gruesa rebanada de pastel con dos tenedores clavados en el centro.

—Así nos ahorramos lavar un plato —dijo con una sonrisa ladina, y para sí pensó Remus que también podrían haberse ahorrado uno de los tenedores...

—So —dijo en su lugar—, ¿qué te ha parecido Londres a tu regreso?

—Igual y diferente a la vez, si es que tiene sentido. Como si... la ciudad fuera la misma, pero yo diferente y así pudiera verla bajo una nueva luz. Y esta vez espero que Londres sea amable conmigo.

—¿Sí?

—Sí, es lo que necesito para quedarme.

Ahondando en otros aspectos de la ciudad, no tardaron en charlar de los planes de Sirius por buscar un empleo temporal mientras elegía una carrera de corte más definitivo, y Remus a su vez habló de su propia experiencia, explicando vagamente que su trabajo le gustaba dentro de los límites de lo posible, pero que a veces le gustaría tener más dinero a su disposición.

—Debe ser difícil vivir en Londres con sólo un sueldo —dijo Sirius, y Remus apuró un trago de su café mientras corroboraba así que Sirius estaba enterado de su situación actual con Dora.

—Y un hijo —agregó Remus, que ante la mención de Teddy no pudo evitar sonreír—. Pero vale la pena.

Desviando la conversación hacia Teddy y después hacia Harry, Remus y Sirius ya casi habían dado cuenta total del pastel cuando James entró a la cocina cargando una pila de platos sucios y enarcó una ceja al verlos en la barra comiendo pastel.

—Vaya... Para no haberlos presentado como es debido, resulta curioso que en cada ocasión que los encuentre estén juntos y charlando.

—Somos tus dos mejores amigos en el mundo, Prongs —dijo Sirius con afabilidad—, era lo normal, ¿no?

—En ese caso, ambos podrían haber sido más amables con Peter.

—¿Pettigrew? Nah —dijo Sirius.

—Todavía no me explico cómo eras amigo de Peter —secundó Remus, pues al igual que Sirius como éste acababa a dar de entender, él no había podido hacer grandes migas con ese otro amigo de James.

—Como sea —dijo James colocando los platos en el fregadero—, ¿es que no piensan salir y convivir con el resto de los invitados? Y el chico del cumpleaños ha preguntado por ambos varias veces.

—Más tarde jugaré con Harry —prometió Sirius.

—Y yo preferiría salir y ahorrarme más palabras con Narcissa Malfoy —dijo Remus, que al instante recibió de Sirius un apretón de su mano en el brazo.

—Lo has dicho mejor que yo, colega.

—Bah —dijo James al pasar por su lado—. Como quieran, pero sería agradable verlos allá afuera aunque sea por unos minutos.

Bajo ese argumento de culpa, Remus resopló en tanto que Sirius puso los ojos en blanco, pero siguieron a James al jardín y allá afuera trataron de acoplarse con el resto de los invitados incluso si lo único que realmente les resultaba interesante de la fiesta era la compañía del otro.

Así que Remus acabó sentado con Lily y Molly escuchando de ambas un par de chismorreos, y Sirius tuvo un destino final con James y los pocos hombres de la concurrencia en lo que daba la impresión de ser un debate acerca del último partido de rugby que se había transmitido la noche anterior.

Los dos en extremos opuestos del jardín, pero de tanto en tanto, compartiendo miradas cómplices.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).