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Y entonces, un muerto por AcidRain9

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Capítulo 1: El cliché

Abajo en la costa oeste ellos tienen un dicho:

"Si no estás bebiendo, entonces no estás jugando",

Pero tú tienes la música en ti ¿no es así?

Abajo en la costa oeste tengo la sensación de que

Cualquier cosa podría pasar

Lana Del Rey; West Coast

 

La historia comienza con un chico, en esos momentos para él es su historia, aunque hay un montón de mini-historias en cada persona en la sala, "Todas las cabezas son un mundo", lo escucho una vez de su maestra, quien lo escucho de su estilista, quien lo leyó en la revista de horóscopos.

Si un día dejo esa casa, hoy regresaba a ella. Él aparta la vista de los racimos verdes que sobresalen de los arbustos perfectamente podados cuando Stussy, la nueva esposa de su padre, cierra la cortina frotándose los brazos por el frio, ella huele a lo que todas las mujeres con las que se ha encontrado desde que bajo del avión huelen: Chanel y mentolados.

Se siente como el primer día de clases, es como si tuviera que adivinar las respuestas correctas para agradar, evita el contacto visual por inercia. La última vez que ceno en esa mesa tenía ocho años. Recuerda el mantel tejido, los macarrones con queso fundido y las albóndigas, pero no las expresiones de sus padres esa última noche en que se vieron de frente.

Hoy el sitio se ve como la típica casa impecable en una metrópoli con una típica familia caucásica en su interior, es un cliché dentro de otro cliché. A Sanji le causa comezón su camisa meticulosamente planchada y realmente desea quitarse ya esos ridículos calcetines de cuadritos hipsters.

Es como si ellos viviesen encapsulados en una vieja serie sitcom, protegiéndose del tiempo.

Hay largas velas en el centro de la mesa iluminando un pavo gigante y una ensalada de patata. Stussy ha dado las gracias mientras los demás fingían estar orando, han hablado de lo que desayuno en el aeropuerto y se han saltado a una retahíla del asesinado de Kennedy. Después de eso, todos mastican en silencio.

El televisor es enorme pero Sanji no le hace caso, en el canal deportivo hay un partido de golf y él nunca entendió el golf.

— ¿Quieres vino? — su padre le pregunta señalando con el mentón la botella, Sanji niega y sostiene su vaso de agua con hielo.

—Mi madre no me deja beber, soy menor de edad, ella piensa que podría volverme poco funcional... —Sanji responde sin apartar la vista del plato. Hay ojos grandes mirándolo como si hubiera dicho una tontería, técnicamente, todos los menores de edad están bebiendo.

Corta con dificultad la pierna de pavo, está ligeramente cruda y hay un intenso color rosa brillante que tiene pellejo, se ve como la baba de un caracol.

— ¡Tonterías, tu mami no conoce la buena vida!, ¿vino blanco o tinto? — Stussy junta sus manos y todas las alhajas que tiene suenan como un cascabel cuando lo hace. Ella luce como una Audrey Hepburn moderna, incluso ha visto un clásico Alfa Romeo amarillo en el garaje.

—Ponle country, prepara ternera y lo tendrás contento— Yonji canturrea con un forzado acento sureño, gesticula como si estuviera moviendo una soga y finaliza con un palillo de dientes colgando de sus labios. —No es así, cowboy?

Sanji sabe que va a tener que acostumbrarse a los eufemismos idiotas por un tiempo, ruega tener suficiente paciencia para hacerlo.

Mientras muerde la carne, sus ojos siguen discretamente a sus hermanos, Yonji tiene la nariz ligeramente desviada y hay una cortada en el tabique, si Sanji fuera más observador se daría cuenta de que se está reponiendo de una buena golpiza.

Niji casi no habla nada, pero el tac tac tac cada que presiona los botones de la consola de videojuegos no le gusta ni un poco a Sanji.

—Pávoy a quedarme a dormir con Hancock mañana. Tenemos que practicar la rutina y uhuum. ¿Puedo hacerlo? —Reiju pregunta dándole una lamida a su lollipop de fresa.

— ¿Siempre tienes que salir con esa tal Hancock? ¿No puedes tener más amigas?

—Las demás chicas son polillas aburridas, ellas no me hablan. Boa y yo somos como Bonnie y Clyde.

—La hija de Vegapunk ya no te invita a sus reuniones de señoritas. De hecho nadie te invita. —Judge respira profundamente.

—Oh vamos Judge, deja a la princesa, la familia de Hancock es muy agradable, tienen una garra en los productos de belleza. —ronronea. —Me interesa.

—Está bien, pero mantente comunicada.

— ¿Cómo está Sora?, ¿Cómo está ese retoño que lleva dentro?, seguramente Rosinante no ha dejado de emperifollarse como un papá orgulloso. —la mujer sigue entusiasta, agarra el salero con delicadeza y lo agita. — ¿Quién no ama a los niños?

Sanji respira suavemente, su respiración es rítmica, así deja pasar los segundos hasta que responde.

—Tuvo un aborto espontaneo.

No levanta la mirada para ver la reacción de la mujer, pero si escucha el tintineo de lo cubiertos de todos. Nadie dice "Oh, lo siento".

—Era demasiado vieja para un bebe de todos modos, cuando ese niño tuviera tu edad, tu tendrías treinta y dos. —Ichiji habla indiferente, se levanta y se sirve por sí mismo más vino hasta que el líquido solferino se escurre de la copa y se desliza por su extremadamente pálida mano.

Sanji solía tener el tono de todos ellos, pero al volver su cuerpo estaba repleto de pecas caramelo por volar cometas en el campo cuando había demasiado sol, por eso Rosinante siempre le compraba gorras y sombreros.

Ichiji da el primer sorbo. —Escuche que si no bautizas a los bebes se van al infierno. ¿Los fetos también van al infierno?

—Así es, con ellos alimentan a Cerbero*, seguro son crujientes como el pollo Kentucky. — Niji le responde crípticamente.

Ichiji abre los ojos y trata de voltear la cara para no escupir el vino, pero este se resbala por la comisura de sus labios en un resoplido-risa que hace a Niji imitarlo.

—Eso es grotesco. — Sanji no está seguro si sus hermanos siempre fueron así de insensibles. —Ella realmente lo quería, ya habían pensado el nombre...—es la primera vez en que Sanji levanta la cara y mira directamente a alguien. —Habíamos adornado su habitación...

—Ichiji, Niji, compórtense. —Judge los ausculta con sus ojos acerados.

Los dos muchachos se acomodan en el rellano de la silla y se quedan callados.

— ¿Qué planes de universidades tienes, Sanji? —Stussy se limpia los labios sonriendo, sin embargo su sonrisa hiela la sangre del rubio. —Dejar casa este año fue una decisión acertada, no hay muchas escuelas buenas allá. Hace dos años mi hija Kaya se fue para Stanford, tenía a Yale y Columbia peleándose por ella.

—Ella escogió a donde ir, no se resignó a la primera opción aceptable. Esos son los verdaderos profesionistas que nos van a representar un día y en los que debemos de concentrarnos. Lástima que no todos los hijos dan tan gratas sorpresas. —Judge dice tomando de su alcohol, su tono es amargo, Sanji asiente con una sonrisa tiesa.

—Bueno, tu padre ya te ha inscrito en el mismo instituto de tus hermanos y ellos van a ayudarte si todo te parece...muy...

—Si te sientes como un pueblerino ignorante. —Niji sonríe forzadamente imitando el falsete cantarín de su hermano, suelta un gritillo triunfante cuando pasa otro nivel de su videojuego que lo distrae por completo.

—Que Sanji haya vivido ocho años en el sur no quiere decir que todo sea como en las películas, no actúes como un bebe. — Reiju refuta dignamente, ella revuelve la ensalada con el tenedor, después aparta el plato empujándolo un poco y sonríe hacia la madrastra, quien le regresa el gesto con complicidad. —Seiscientas calorías, Stuss. Fue suficiente, tengo que mantenerme en forma.

La mujer da un giro en sus zapatillas que la hace ver como el ama de casa perfecta de esos comerciales de los cincuentas, toma la cara de su hermana y le da un beso en la frente.

— ¡Exactamente cariño! Tienes que causar envidia en todas esas niñas. Tu edad es tu mayor arma. — sus enormes ojos miran a Sanji, parece un maniquí, no parpadea. —A veces sentía que mi hija era un extraterrestre, ella era tan anticuada, ¡Odiaba las cosas que a nosotras las chicas nos encantan!

—Ya que estas aquí deberías de ir a conocer la ciudad, está demasiado cambiada desde que tu madre te arrastro hacia los suburbios. —se pone tieso con la voz de su padre, es un tono comandante y grueso que nunca se le pudo olvidar. Por eso se endereza en su silla como un soldado después de que lo escucha.

Él no parece tan horrible como recuerda, cuando era un niño no hablaba mucho con él, apenas y se dirigían la palabra, a Sanji le daba demasiado miedo como para intentarlo, así que solo recibía sus miradas reprobatorias por tonterías infantiles. En estos momentos luce menos severo, pero aun así es imponente; es un abogado afamado y trabaja en un importante bufete, Sanji sabe que ha representado a clientes extremadamente poderosos que según su juicio personal, no merecían absolución.

—Gracias, es lo que pienso hacer... — sonríe levemente, pero sus ojos siguen fijamente a los de Judge, él mira a Ichiji y por la forma en que mueve los labios, Sanji puede leer «Quítatela ahora mismo.»

No entiende hasta que Stussy se pone detrás de su hermano y lo ayuda a sacarse la gabardina negra que lleva puesta, con elegantes pasos la mujer camina hasta el perchero y la cuelga. Sus labios rojos se fruncen en un puchero, el pelirrojo tiene debajo un suéter de cuello alto, lamentablemente es del mismo color, con una cara avergonzada también se lo quita para entregárselo a la rubia. Se queda solamente en una camiseta blanca.

—Era demasiado negro. —Stussy le explica con una sonrisa acartonada.

Sus ojos son azules, de un azul muy intenso. —Representa negación y conflicto. El negro no es un color, es acromático, por eso antes muchos pintores se negaban a utilizarlo. Veras Sanji, no nos sentimos cómodos si esa "sombra" predomina durante nuestras cenas familiares, es un mal augurio, por lo tanto evítalo, es la única regla en esta casa.

Ichiji tuerce la boca y sigue comiendo. —Para Renoir, si era un color, de hecho lo consideraba el rey de los colores.

Sanji no sabe si está a punto de presenciar una discusión, espera que esos sujetos no se hayan convertido en extremistas religiosos o algo así, pero no son normales, no le gustan. Hace lo que parece más natural para él: Cambiar el giro de la conversación.

—Entonces Judge. —abre los ojos desmesuradamente al llamarle por su nombre y sus mejillas se ponen rojas. —Papá, quiero decir, padre, ¿Ha resuelto el asunto de...

—Tutéame. — no es una invitación, es una orden.

—Escuche que su— tosió un poco. —Tu bufete jurídico estaba siendo demandado por otro corporativo de prestigio...

— ¿Cómo lo supiste? — nunca le contó a Sora.

Google.

— ¿En las granjas usan Google? — Yonji levanta una ceja.

Sanji quiere decirle que Rosinante se encarga del área administrativa de su granja y quitarle esa imagen mental de ellos metiendo su puño por el trasero de una vaca, pero no es el momento.

—Esos idiotas trataron de usar represalias por haberles ganado una apelación para la reducción de... —frunce el ceño mientras corta su pavo. —Tonterías, son solo tonterías. Ya nos hemos encargado.

—Háblanos más de ti, Sanji. —la rubia insiste.

—Ayudaba a Rosinante los fines de semana con el inventario, y trabajaba medio tiempo en una tienda de discos. —se encoge de hombros. — No era muy interesante. Solo habían niñas de doce años preocupadas por si comprar el disco de Taylor Swift o el de Avril Lavigne. —mira a sus hermanos con curiosidad. — ¿Y ustedes han trabajado?...

—No, no lo han hecho, le conseguí a Ichiji un trabajo como asistente de uno de mis letrados, pero él me dijo que solo se presentó durante tres días y lo dejo botado.

—No lo deje botado, me corrieron, ese señor ya tenía a muchos asistentes para que le sirvieran café. Me dijo que parado ahí, viéndolo, parecía un vegetal retrasado que solo robaba oxígeno. —el adolescente confiesa, su voz es demasiado delgada, el cuello de Judge se pone rojo y sus venas parecen estar palpitando, carraspea con dureza.

—Suficiente.

—Está bien, padre. — le responde diplomáticamente.

Sanji se siente inhibido, pero Reiju se para y abraza a su padre por los hombros como un koala rosa. —De todas maneras no debemos de trabajar si tenemos a papá— le da un sonoro beso en la mejilla.

El rubio levanta ambas cejas y deja caer los hombros. Extraña su casa, los waffles con tocineta, a Rosinante y entre todas las cosas, a su madre.  

 


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