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Recordar como volver. por momu

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Notas del capitulo:

¡¡Hola tan pronto!!!

No recuerdo con certeza cuántas veces tuvimos sexo después de esa noche, muchas, muchas, en tantos lugares se puedan imaginar. 
 
Oliver disfrutaba de un extraño habito de hacerlo en lugares difíciles. 
 
 
Fue una temporada agitada, no habíamos decidido nada en realidad y al mismo tiempo lo habíamos hecho ya. 
 
Fue una situación que por sí sola nació, y a mí me resultó al menos entonces, una fabulosa idea.
 
Solo teníamos sexo y nos íbamos, solo eso, una o dos palabras, sin largas charlas, a veces no nos tomaba más de 10 o 15 minutos. 
 
En la escuela, entre clases en los baños de las bodegas de lo campos, en la enfermería, en los salones desocupados, en los jardines del invernadero o en el mismo invernadero, en las oficinas temporales y los cubículos de impresión, la sala de proyecciones, en los cuartos de revelado fotográfico, sobre los cofres de los autos que se quedaban encerrados en el estacionamiento, en las bañeras deportivas, debajo de las gradas del gimnasio, en los cuartos de intendencia; fuera de la escuela, en mi casa y sus recovecos, en los baños del super o más bien en los de cualquier establecimiento, en los mobiliarios de tiendas decorativas, en los callejones solitarios, en los bares, en la calle, en la entrada de mi casa por la madrugada, incluso una vez Oliver me obligó a hacerlo en una iglesia, en un pequeño apartado donde se guardaban los candelabros y otros artilugios. 
 
Era en suma libidinoso y desvergonzado, no le importaba meter su pie por debajo de la mesa de algún restaurante e incitarme una erección con su pie en mi entre pierna, ni que hubiera gente apenas a cm, era burlón y tentaba mis nervios, supongo que comenzó a entender que, tenía un carácter que si bien podía aparentar ser aterrador, podía utilizarlo para su conveniencia. 
 
Para no hacer el cuento mas largo. 
 
Tal vez todo hubiera podido continuar así, en un acuerdo invisible que realmente era muy sencillo de acatar, sin complicaciones ni ataduras, ni compromisos ni todas esas cosas que transforman la convivencia, en realidad eramos muy buenos juntos -había química- . Pero no fue posible mantenerlo, porque el afecto siempre exige más, y a medida que las dimensiones de ese sentimiento crecen, no se pueden contener, se desbordan, no se pueden ignorar otras necesidades que solo las del mero instinto sexual. 
 
Cristian era el tipo de Oliver entonces.
 
Se les veía juntos a veces porque no estudiaba allí, venía por él en las tardes montado en su moto y se iban. 
 
Un tipo sin chiste realmente, medio flaco, de mi altura quizás, escueto y desabrido, de cabello rubio  y largo hasta los hombros, pálido y con una necesidad aparente de demostrar su tiranía y rudeza. Se paraba en el estacionamiento frente a la universidad a las 3 en punto y esperaba, luego Oliver salía y le plantaba un beso en los labios, se ponía el casco y se iban a toda marcha dejando un hilo de ruido por la carretera. 
 
Al mismo tiempo que me incomodaba mirarlo coquetear con otros tipos e insinuarse tan abierto en la universidad y verlo caminar con Cristian por el campus mientras el imbécil le tocaba las nalgas, también contemplarlo me volvió un empedernido de sus peculiaridades y ternuras y las cosas que hacia cuando creía que nadie lo miraba. 
 
 
El timbre sonó, eran casi las 9 de la noche, yo me había quedado haciendo la escultura de  mármol que tenía planeado entregar el próximo mes, mientras en el horno se cocía la cena. 
 
Con las manos llenas de yeso abrí la puerta. 
 
--Hola.-- dijo Oli, esa noche hacía frío y mucho viento. Lo deje entrar y la puerta se cerró de un portazo gracias  a una fuerte ventisca. 
 
--Estoy ocupado ahora mismo. --adeverti pero Oli paso de mi. 
 
--No te molestaré-- se metió por el pasillo y comenzó a subir por las escaleras, lo alcance hasta arriba donde dio un gran salto sobre el sofá y se estiró mientras se quejaba. 
 
Me dirigí a la mesa donde estaba la figura y me limpie las manos con un trapo desteñido. 
 
-- ¿En qué trabajas? -- no entendía que hacia ahí. Era sumamente extraño verlo en casa sin que intentara quitarme los pantalones o meter sus manos en mis testiculos. 
 
--Estoy haciendo una escultura, es... el cuerpo desnudo de Afrodita-- explique y saqué un costal de la estantería, era más yeso. El cuerpo de Afrodita estaba recostado sobre la mesa y un manto le cubría el pubis, sus pechos desnudos y una mano por encima de su cabeza.
 
Olí se levantó, camino hasta la mesa y contempló el cuerpo en tamaño real.
 
Llevaba casi un año haciéndola
 
--Tiene un cuerpo muy hermoso, ¿quién fue la modelo? 
 
-- Mi exnovia. --dije, aún recordaba cuando había venido a modelar a un estudio en la universidad. 
 
--Waaw que dolor ¿no es para ti esto una tortura...?-- tocó el mármol con suavidad
 
-- ¿Por qué lo sería?
 
-- ¿No la extrañas cada vez que esculpes su cuerpo? -- preguntó. Es verdad, nos frecuentábamos, pero ya tenia tiempo que no pensaba en Isabel de ese modo, si, a veces la recordaba, pero no con tristeza, ni con rencor, ni melancolía ni nada parecido, solo me alegraba haberla conocido, eso era todo.
 
--En absoluto, de hecho he pasado tanto tiempo esculpiendo estos surcos que ya ni siquiera la veo en ellos. 
 
Se quedó contempladome a mi, recostado sobre sus brazos cruzados, por un momento su habitual energía se había apaciguado un poco. 
 
-- ¿Como se llama? 
 
-- Isabel
 
--Espera... ¡es la chica de la otra noche! 
 
--Si... -- respondí, él soltó una risa fugas y asintió para si mismo. 
 
--Ella es muy linda....
 
--Lo es -- afirme recordando unos tantos ayeres.
 
-- Ademas tiene un nombre bonito-- dijo, y lo mire un poco extrañado. 
 
-- Supongo...-- solté una risa. 
 
--¿La amabas? -- lo mire y fruncí el ceño.
 
--¿Viniste aquí a hacerme un interrogatorio?-- sonrió y se incorporó, camino a mi espalda y paso sus manos por mis brazos hasta mis hombros, masajeo. 
 
-- No... --respondió y beso mi espalda suavemente sobre la playera que traía puesta. 
 
--Basta Oliver...-- le dije. Pero metió sus manos dentro de mi pantalón en mi entre pierna.
 
-- ¿No está de humor mi jugador favorito? -- empuñó mi pene, pero realmente no tenía ganas de hacerlo en ese momento. --um... parece que solo estaba descansando un rati... -- me gire y sostuve sus manos.
 
-- No he cenado aun... pero espero seas el postre -- le bese el cuello suavemente. -- ¿me acompañas? -- dije en su oído y le solté las manos, él rió. Parecía burlarse de lo que le acababa de pedir, como si fuera la cosa mas estúpida que alguien alguna vez le hubiera pedido. 
 
-- ¿Y si nos saltamos al postre mejor?... --insistió pero reí apartándome. 
 
-- En realidad he comprado unas cosas pensando en ti. -- me dirigí a la cocina dejándolo atrás, dió un pesado suspiro y me siguió. 
 
Saque precisamente del horno una preparación de tomate, especias, aceitunas y champiñones, y una charola con fajitas marinadas y espárragos. 
 
Algo en la atmósfera comenzó a cambiar desde el momento en que Oliver, quizás sin otra opción, opto por ayudar a servir el vino y acomodar la barra, los cubiertos, poner los vasos, algunos platos. 
 
El olor de la comida también fomentó esta nueva armonía, que de alguna forma pareció originarse de una forma menos superficial y libidinosa que la relación que habíamos mantenido desde el principio. El momento antes de servir el alimento lo reino un silencio ligero, unas cuantas miradas y sonrisas tenues, sin incomodidad ni desacoplo. Algo que resulto cálido y hogareño. 
 
Nos sentamos al fin y tintinearon las copas. 
 
--Bon appétit --  dije. Se metió el primer bocado y cerro los ojos unos largos segundos masticando lentamente. -- ¿lo apruebas? -- interrumpí su degustación. 
 
--Seguro me hubiera quedado mejor a mi... --dijo y reímos a la par.  
 
--Mi padre cocinaba esto cuando yo era muy chico. -- dije y solté una risa, le di un trago al vino. -- es lo único que sabia cocinar en realidad, porque era la comida favorita de mi madre. -- explique. 
 
-- Pues es ahora también la mía -- dijo metiéndose otro bocado. -- En realidad yo soy muy malo cocinando, es que nunca lo he intentado, pierdo mucho tiempo que no tengo... --explico. 
 
-- Creo que no hay quehacer que merezca mas tiempo que el de cocinar. -- le di un trago a la copa de vino. -- si quieres yo podría enseñarte. -- aventure, solo apostaba pequeños intentos, esperaba que surtieran efecto en algún momento. Dejo de comer y dándole un trago a la copa de vino me miro con una expresión perspicaz. tenia una sonrisa que parecía a punto de desvanecerse y la boca de la copa se apoyaba en su barbilla. 
 
-- ¿Que haces? -- cuestiono. Yo que me había perdido de esta situación, levante la mirada confundido. 
 
--¿Perdón? -- pregunte, él me miro un poco indeciso, intentando descifrar algo que todo yo gritaba pero apenas comenzaba a notar yo mismo. Siendo sincero estoy seguro de que él lo noto incluso antes de que yo lo comprendiera.  Después de un largo titubeo en cuanto a lo que acababa de ocurrir, y no solventadas sus sospechas de que posiblemente mis sentimientos pretendían ser "esos sentimientos" simplemente sacudió la cabeza apartando esos pensamientos, creyéndose demasiado precavido.  
 
--No es nada. -- dio otro trago al vino, sonrió y aparentemente cruzada esta primera dificultad nuestra platica se extendió. -- Lo único que puedo hacer es estrellar los huevos sin romper la yema, pero hace algunos años cuando vivía en...  
 
Tal vez no todo lo que me contó fuere verdad, y aun cuando hubo muchos momentos en los que Oliver parecía evadir lo personal y aunque también termináramos acostándonos, aquella charla nocturna inspiro el cambio -al menos en mi-.  

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