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RE- por Silence Tsepesh de Lenfet

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Notas del fanfic:

Despues de mucho por fin traigo esta historia. Desde hace tiempo que la idea de escribir algo sobre reencarnación me atraia y pues algunos intentos despues quedo esto. 

ACLARO: La historia sera en dos partes, pero no creeare otro titúlo, solo seguira aqui y quedara marcado cuando pase (Además sera muy evidente) así que espero disfuten de esta historia.

Notas del capitulo:

Espero disfruten está historia. De momento la estare actualizando cada viernes. Que disfruten.

 

------------------------>PORTADA<------------------------------

Primera parte


Quien paso por nuestra vida y dejo luz, ha de resplandecer en nuestra alma por toda la eternidad


 


Las trompetas resuenan hasta el campo donde estoy.  Con pereza observo a la ciudad, solo casas  y arboles a la vista. Suspiro y vuelvo a mirar las nubes.  No quiero moverme del pasto, del viento fresco porque la otra opción es ir a la ciudad y  volver a fingir que todo está bien.


— Rahn ¿Qué haces?— no abro los ojos pero me gano una patada en las costillas que me saca el aire y me hace gruñir.


— maldición, Vanna ¿Qué te pasa?


— ¿no has escuchado?


— Estaría sordo si no escuchara— Vanna es una chica huérfana como yo, vivimos en la misma casa de acogida. Casi tenemos la edad para ingresar a los Sentinellas. Y ninguno quiere ser parte de ellos pero no tenemos otra opción. Vivimos en un lugar donde tenemos que estar agradecidos por qué no nos hayan dejado a nuestra suerte, y como muestra máxima de nuestro agradecimiento juramos lealtad a los Reales, poniendo nuestra vida a su disposición— que ridículo.


— ¿Qué es ridículo?  Vamos, quiero ver el oficio de hoy.


— Detesto el oficio— no tiene ningún interés para mi ver como la larga fila de los capturados desfila hasta la plaza principal, donde se les pregunta si quieren servir a los Reales o perder por completo su libertad.  Otro engaño más, porque es lo mismo. No eres libre.  Yo no pase por eso, porque era un niño cuando fui acogido.


— Acompáñame, solo unos momentos— la insistencia de Vanna es siempre la misma cuando llega un nuevo grupo, aun no pierde la esperanza de que su hermano venga en uno de esos grupos. A base de patadas en las costillas hace que me levante y le mire de mala manera antes de verme casi arrastrado de regreso a la ciudad.  


Melauth no es una ciudad fea. Es grande y llena de personas, siempre hay algo que hacer, ya sea trabajo, entrenamientos, lecciones o algún evento especial. Me gustan los eventos especiales, siempre hay festivales, música, artes… es lo único que me gusta que hacen los Reales. Hay muchas casas de acogida como en la que vivimos, distribuidas por todas las ciudades que componen la Federación de Sursing, y a todas les proporciona todo lo que necesitamos, así que eso también es un punto bueno para ellos.  Las ciudades dicen que ninguna está sucia, aunque yo solo conozco Melauth y nunca hay suciedad. Se vive muy bien en Melauth si no eres como los prisioneros que ahora caminan frente a nosotros en una fila silenciosa. En la plaza encontramos una multitud atenta, esperando a conocer a sus nuevos habitantes. Porque la mayoría siempre acepta quedarse y servir.


— ¿Ya estas contenta? Regresemos.


— Espera… todavía no llega el final— olfateo un poco hacia la entrada.


— Todavía quedan muchas personas— me quejo.


—  Ya, ya… se un buen chico y espera— me dice, aunque no llega a darme golpecitos en la cabeza como esperaba. La razón de eso, y de que no me guste la ciudad, es por mi habilidad. De hecho, todos lo que están ahora como prisioneros, son valiosos no por ellos mismos, sino por su habilidad como sobrenaturales. Los Sobrenaturales tenemos ciertas habilidades que nos distinguen del resto de los humanos, somos diferentes, y los Reales celebran estas diferencias. Todos los Sentinellas son sobrenaturales, todos tienen algo que les hace valiosos para tener ese  puesto.  Mi habilidad es la transformación, algo poco usual, y menos usual es el que lo haga en un animal, en un lobo.  Vanna me trata como un perro.


 — No es divertido— siempre hay mucho ruido, y los olores a veces me marean— tengo los sentidos muy delicados.


— Bueno, ya le sacaras provecho— Vanna puede exhalar fuego por la boca— solo esperemos a que lleguen todos ¿sí?  Sé que no te gusta, pero…— no termina, y no lo necesita.  Ellos están aquí de las tierras  indómitas, donde habitan pueblos que no respetan ni quieren ser parte de lo que los Reales ofrecen. Ellos han sido vencidos, una vez más.  Siempre cuentan historias terribles de esos lugares,  aunque no me creo todas las historias. Sé que hay algo allá que llaman la Fortaleza. Allí están todos lo que luchan contra los Reales, y los que de vez en cuando ocasionan disturbios en las ciudades.


Ver esta fila larga de personas derrotadas siempre es triste para mí. Es perder algo que yo no he tenido. Es verme reflejado en ellos.  Todos tienen este rostro de tristeza, de abatimiento… y justo porque les estoy observando con atención, pensando como siempre en lo mismo, noto que hay uno de ellos, un hombre que parece de mi edad, como veinte años, camina al mismo paso que los demás, va esposado como los demás, pero no tiene la misma expresión de tristeza o enfado. Parece aburrido.


— oye, Vanna ¿terminaste? 


— no me lo creo ¿le has visto?


— ¿Qué?


— A él— no tiene ninguna discreción al señalar al chico que yo había estado observando también— es guapo, me gusta su cabello— suspira. Admito que luce mejor que los demás, pero no creo que sea para tanto. Le perdemos de vista pronto, aunque Vanna se pone de puntas para verle. La fila termina y sin esperarme más me doy la vuelta y camino hasta la calle que me lleva a nuestro hogar— espérame Rahn. 


— ¿Dónde crees que te asignen?— le pregunto cuando me alcanza. Ella mira alrededor, estamos solos en la calle debido a la llegada de los prisioneros.


— no lo sé. Yo… no quiero irme, quisiera estar con alguien que conozca, contigo… tengo miedo.


— Estaremos bien— no tenemos muchas opciones además— a mí me gustaría que me envíen fuera, estar lejos, aunque fuera un tiempo, como espía o explorador, no importa. Pero salir al campo, los bosques. Eso me gustaría— servir con nuestras vidas hasta la muerte…


— ¿No temes que… te encuentres con la fortaleza? Los que vienen de allí solo piensan en matar, en destruir…


— sería un riesgo aceptable por salir. Me canso de estar en la ciudad— murmuro, siempre me duele la cabeza con los olores o los ruidos muy fuertes. La casa donde vivimos no queda muy lejos de donde estamos.  Vivimos treinta y dos personas sin contar a los encargados, de todos diez iremos en las próximas semanas a hacer la prueba. Yo seré  el primero, justo cuando cumpla los veinte años. No somos niños,  pero hemos vivido aquí desde niños y  es hora de devolver lo que han hecho por nosotros.


— Rahn.


— ah, tu…


— ¿estuviste practicando para cuando te pongan de perro guardián?


— Cállate, Margio, que él sigue siendo mejor que tu— desde que llegue he tenido problemas con Margio y su grupo de amigos, ya no me importa, y es una de las cosas que ansió por dejar atrás cuando me vaya.  Por respuesta, ladro dos veces.


—  Ahora lárgate y déjame en paz— incluso me alejo de Vanna.


Esta es mi vida, la vida de la mayoría de las personas que viven en la federación. No tenemos más que conformarnos con lo que tenemos, porque no vivimos más.  Estamos bien, tenemos todo y podemos hacer casi todo lo que queremos. Cualquiera diría que no es una mala vida, pero ¿porque me siento tan insatisfecho?


Todas las mañanas tenemos que despertarnos apenas sale el sol y hacer el aseo de la casa entre todos, todos los días nos tocan distintas tareas. Desayunamos lo mismo todos los días, excepto cuando hay celebraciones o tenemos la visita de algún Real importante. Después del desayuno vienen las lecciones: Historia, geografía,  escritura, números.  Tenemos una hora de descanso y luego dos horas para comer todos juntos, la comida también es la misma todos los días, hay otra hora de descaso en la tarde y luego el entrenamiento. Podemos elegir como queremos entrenar, velocidad, combate cuerpo a cuerpo o con armas, estrategia.  Tenemos libre el resto de la tarde y cada cierto tiempo nos dan un día libre. Podemos visitar los festivales y exhibiciones si pedimos permiso. No podemos irnos de la ciudad, no podemos elegir ser parte o no de los Sentinellas.  Puedo vivir con eso, podre elegir mi casa, con quien me caso y todo eso. Los Reales son una serie de familias que tienen el control de las ciudades, controlan algo importante para los demás, alimento, construcción, seguridad… todo. Y por ello le debemos todo.


Hay muchos niños huérfanos, los prisioneros que vienen aquí son todos adultos y jóvenes, los niños son enviados a las ciudades, donde crecemos con la idea de que tenemos que hacer lo que nos digan. Los pueblos Indómitos son arrasados, los que luchan mueren, si huyen o no hacen nada son capturados. No es tan fácil, muchos de los que viven en esos pueblos son fuertes, se defienden con fiereza y a veces ganan.


No me importaría morir. La ciudad es tan tranquila que es aburrido. Siempre la misma rutina.  Cada día parece ser el mismo, y yo finjo estar bien con todo. Los próximos cinco días estaré recibiendo lecciones especiales por mi evaluación y designación a mi nueva rutina. 


 


— vamos, dime ¿Qué es lo que haces? ¿Te enseñan algo nuevo? ¿Te dan pistas sobre lo que harás? Dímelo, Rahn.


— No— Me divierte ver la desesperación de Vanna. Han pasado dos días desde que acudo a las lecciones, que son más aburridas que todo lo que conozco junto. No es más que un repaso de modales y posibles trabajos, que nadie nos ha dicho en qué consisten, pero todos lo sabemos.


— Rahn…— gimotea. Yo solo sonrió más, porque aunque es la única que me lo pide, todos los que están próximos a ir, también están atentos. 


— ya lo averiguaras cuando tengas que ir— la dejo en casa, hoy yo no tengo nada más que hacer, y mientras paseo por la calle escucho las noticias sobre un nuevo ataque a una de las  ciudades de la federación seguida por rumores que me parecen absurdos, ¿Qué la Fortaleza va a venir aquí? ¿Qué seguimos nosotros? no son más que rumores. Escucho cosas como esa el resto del día y para la noche, ya he llegado a casa.


— ellos van a venir, querrán destruir todo y…


— ¿Por qué iban a venir aquí?— interrumpo a Margio— no hay mucho que hacer aquí. Hay ciudades con más interés para ellos— nadie respondió, y eso pareció calmar los ánimos con los menores. A las personas como Margio les gusta alardear delante de los que considera débiles.


— Nadie está hablando contigo— hay un ruido que tiene todo el día molestándome, ansió quedarme a solas un rato, y aquí claramente no lo voy a lograr. Me encamino a la salida, y después a mi lugar favorito, el prado junto al bosque. Toda la ciudad está rodeada por una muralla, excepto el bosque, es tan grande que los que entran jamás han regresado… eso es lo que dicen, porque  nunca he conocido a nadie que entrara mas allá de una media hora. No tenemos prohibido entrar, pero nadie quiere entrar más allá de las zonas que conocen y de donde se puede regresar. Allí es fresco, y los sonidos de las personas quedan lejos.  De nuevo, me acuesto en el pasto, y me quedo dormitando un rato allí.


Cuando abro los ojos, está oscuro. Al principio estoy tan dormido que no me doy cuenta ni de donde estoy. Escucho el sonido hueco y retumbante de algo demoliéndose… una explosión. Me levanto al mismo tiempo que una alarma suena en la ciudad.


Se me seca la boca, y solo puedo quédame mirando. No hay humo, ni fuego… solo la alarma sonando con insistencia. No escucho alboroto. Estoy quieto en las sombras. Alcanzo a escuchar algunos gritos, pero los reconozco como ordenes de los Sentinellas. Suspiro, debe ser algo sin importancia.  Aun no salgo de las sombras cuando escucho los pasos rápidos, la respiración contenida. Estoy tan alerta, que de forma inconsciente me convierto en lobo. Al inicio, cuando descubrí que lo podía hacer no lo controlaba, a veces despertaba en las mañanas convertido en animal. Es un poco molesto, cuando mi cuerpo comienza a cambiar siento el dolor del estiramiento, pero solo es unos momentos. Después me encuentro andando a cuatro patas e incluso pierdo un poco mi razón humana. Me dejo guiar por los instintos del animal. Hoy no. hoy estoy sintiendo mis dos naturalezas, mi lado humano alerta, con un poco de miedo. El lobo que soy esta a la defensiva, listo para atacar.  Le huelo antes de verle. Sudor, tierra y frutas. Corre rápido, en dirección al bosque a unos metros de donde estoy. Le reconozco, es el chico que vi hace unos días en la fila de prisioneros, el que parecía aburrido. Hoy sonríe mientras corre. Doy un salto, me encanta sentir la fuerza de mi cuerpo cuando soy un lobo. El se detiene tan rápido que no logra parar por completo y cae al suelo


—  ah…— veo perfectamente en la oscuridad el color de sus ojos, grises, veo como no me quita la mirada, huelo el miedo: un olor a humo dulce, un poco picante. No es completamente agradable, pero tampoco desagrada, mas bien, me hace sentir fuerte y con control. No nos movemos, y es él quien se arrastra hacia atrás  y se levanta sin despegarme la mirada. Yo sigo sin moverme, observando y esperando.  No puedo dejar que se vaya, puedo detenerle mientras alguien viene. Se mueve a la izquierda, y yo también. Le corto el paso cada vez que intenta irse. Como no nos hemos dejado de ver, noto el momento cuando entiende lo que está pasando. El olor del miedo se atenúa— No eres un lobo. Y tampoco un Sentinella. Me has dado un buen susto— tiene una voz normal, ni aguda ni gruesa. Los gritos suenan un poco más cerca, y el parece oírlos también. Intenta correr, pero le bloqueo el paso cada que se mueve— realmente eres un poco molesto— sonríe. Su ropa esta sucia, su cabello castaño es largo y lo lleva sujeto en la nuca, aunque con la carrera se le ha soltado un poco— entonces...— intenta pasar de nuevo, varias veces.  Ya debió entender que no le dejare pasar. Se detiene, no deja de sonreír. Da unos pasos hacia atrás, hacia la ciudad— parece que es más complicado…— Murmura, le escucho claramente.  Se aleja un poco más, y ante mis ojos comienza a cambiar. Nunca me he visto a mí mismo convertirme en lobo,    por eso no sé qué es lo que hace hasta que tengo delante de mí a otro lobo.


 Nunca había conocido a nadie más que pudiera convertirse en animal, estoy tan sorprendido que no me muevo cuando él se mueve.  Mi sorpresa no dura mucho. Hay algo raro en él. El lobo pardo que tengo delante de mi es… torpe.  Le cuesta coordinar las cuatro patas ¿es la primera vez que se convierte en un animal?  Es vergonzoso verle. No tarda mucho en entender cómo moverse, pero no deja de emitir ladridos y rodar por el pasto, con la lengua de fuera.  Los lobos no sienten vergüenza, pero también soy humano y cuando comienza a saltar a mí alrededor deseo hundir la cabeza en la tierra.


— ¡Hey!— hay alguien lejos, señalando algo en el suelo. Ni siquiera nos han visto. Él se sacude, casi se va de lado,  y luego comienza a trotar con paso tranquilo hacia el bosque.  Reacciono, y le comienzo a seguir, es más difícil detenerle.  Solo tira una mordida hacia mi dirección, y sale corriendo, le sigo, muy de cerca. Soy más rápido y él es torpe. Corremos bajo la luz de la luna que se filtra entre los árboles. Mi instinto me guía a seguirle y alcanzarle, pero mi razón me hace detenerme. No conozco el bosque más allá, si entro, entonces…


Me quedo de pie a la luz de la luna. Él gira la cabeza una vez y luego le pierdo de vista. Le escuchó un rato más, las patas golpeado la maleza. Regreso, sintiéndome cada vez más humano.  Una de las desventajas de convertirme en un animal es que la ropa no hace lo mismo. Tengo cambios de ropa ocultos por todas partes.  Cuando vuelvo a ser humano, me visto.  Ya no hay nadie, ni siquiera se acercaron a esta zona, sigo sin saber que paso.  Mientras camino de regreso,  mirando de vez en cuando hacia atrás, mi pie golpea algo en el piso.  Hay un montón de tela rasgada bajo mis pies, la  ropa de ese chico. Sobresaliendo un poco hay un pequeño libro, de tapas de piel gastada. Lo recojo. Tiene un nombre hecho con rayones irregulares: Zachelle Davrent. 


 


— Rahn ¿¡Donde estabas!?— la primera que me ve es  Vanna.  Como entre por la ventana, me ahorre el sermón de Chaelen.


— ¿Qué fue lo que paso?


— ¡Rahn!— Vanna mira nerviosa a la puerta— les dije que estabas enfermo en el baño… alguien ha liberado a los prisioneros, antes de que fueran entregados a sus nuevos oficios. Estallaron una parte de muro, hubo más explosiones pero nadie supo que fue lo que pasó.


— ¿escaparon?


— Eso escuche… ¿Dónde estabas tú?— abro la boca para contarle lo que paso, pero ¿es una buena idea contarlo?   


— había mucho ruido y quería estar a solas. Escuche las explosiones—  es la respuesta más sencilla que puedo dar.


— No vuelvas a hacerlo— me golpea el brazo— iré a mi habitación, y seguiré diciéndole a todos que estabas enfermo— me saca la lengua. Hay mucho ruido en la ciudad, en la casa las voces no paran. Ya es muy entrada la noche cuando la calma regresa. Mis compañeros de habitación están dormidos, no tengo nada de sueño, intento ordenar todo lo que ha pasado el día de hoy, y finalmente, como se que no voy a dormirme me levanto hasta la ventana y a la luz de la luna, me dispongo a leer el  cuaderno. 


 

Notas finales:

Gracias por leer.


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