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~Futago~ por barahime

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Notas del fanfic:

Gracias a las personas que entran a leer esta historia.  

Fue un reto difícil porque me costó mucho trabajo mantenerme en el máximo de palabras. 

Si hay algunos error,  prometo corregirlo lo antes posible. 

 link Wattpad: www.wattpad.com/778310286-~futago~-capítulo-único

Este FIC como dice en el resumen es parte de un desafío para defender a la pareja que tanto amo Aoita/Reitaoi,  junto con mi compañera de team les agradezco su tiempo y les agradeceré en el alma sus rews. 

 Kai_Yutaka 

Con su historia:  Viajes de Memoria

Les dejo el link

 

https://www.wattpad.com/778006766-viajes-de-memoria-%0Dno-hab%C3%ADa-palabras-solo-pasos

 

 

 

Hincada sobre el piso de tatami, se imponía un cuerpo estilizado y níveo cubierto por un Kimono de las más finas telas, su cabello largo y negro caía cual fina y delicada seda sobre sus hombros, con dos diamantes negros que hacían de sus ojos las joyas más preciosas.

Asi era Aoi, la bella hija menor del rey.

 

 

A lado su hermano mayor emanando fuerza y virilidad, a pesar de su muy corta edad. La armadura lo hacían ver imponente, su piel, mas bronceada a causa de los duros entrenamientos bajo los rayos del sol, su rostro, inexpresivo, inmutable.

Asi era Tora, el inigualable hijo mayor del rey.

 



*/*/*

 



—Saldrán de viaje a Kanagawa, es importante que como mis hijos muestren una conducta impecable, destaquen no solo en su belleza, sino también en sabiduría, que su edad no sea un impedimento y mucho menos el motivo para tomarlos a la ligera —su voz grave imponía —. Ustedes son mis hijos y como tal impongan respeto y supremacía, por que la tienen —Aoi —susurró con ternura, haciendo que sus facciones se ablandaran —, hija mía —dijo estirando su mano a la figura de ésta —mí más preciada joya —susurró, acercándose a ella—tú y tu hermano son lo más bello que me ha dado la vida —la tomó de la mano y acarició su rostro —lo más querido que tengo —sonrió amargamente —cuídate —pidió con tristeza —. Vayan a arreglarse que saldrán enseguida —ordenó, soltando la mano de su hija, ambos salieron del salón principal del palacio.

 

—Espero te sepas comportar y no se te ocurra aceptar la compañía de nadie—exclamó Tora con voz seria —. No se te olvide que tú eres solo mía —susurró acercando su rostro al de Aoi que lo miraba con rabia.

 

—No te imaginas cuanto asco me das —dijo entre dientes —no sé porque me haces esto —con los ojos acuosos se alejó del más alto entrando a su habitación.

 



A la hora de partir, ambos se dirigieron al salón principal en donde los esperaban sus padres, allí mismo se encontraban varios de sus sirvientes cargando sus maletas, subieron al carruaje rumbo a Kanagawa.

 

El camino fue largo llegando al anochecer del día siguiente; varios de los sirvientes de aquel castillo ya los esperaban a la puerta de éste para recibirlos, conduciéndolos al salón en donde verían a los príncipes.

 

Esperaron unos minutos y tres jóvenes llegaron sentándose frente a ellos en un semicírculo sobre cómodos cojines.

 

—Los príncipes de Mie —les presentó uno de los consejeros del palacio.

 

Ambos dieron algunos pasos al frente e hicieron una reverencia.

 

—Sean bienvenidos —habló el mayor de los tres, poniéndose de pie —, es un placer tenerlos aquí —exclamó con una sonrisa.

 

—Gracias por recibirnos alteza —saludó Tora, Aoi por su parte asintió agachando la cabeza, tratando de evitar las miradas que recibía su figura ataviada de lujosas telas.

 

—Solo dime Akira —pidió con una sonrisa —soy incluso menor que tú —aclaró.

 

—Gracias Akira —repitió el nombre con respeto.

 

—Espero su estancia en mi reino sea de su agrado —sonrió, buscando también la mirada de la pelinegra frente a él, sin embargo, ésta no apartaba los ojos del piso—, disfruten de los días que pasaran aquí hasta que el tratado de paz sea firmado con los mejores acuerdos para que nuestros lazos sean fuertes y perdurables —exclamó feliz.

 

—Que sus palabras sean escuchadas por los dioses y nos otorguen sus bendiciones para que sean cumplidas.

 

—Que así sea —contestó Akira—. Yutaka —llamó a su consejero—, conduce a nuestros invitados a sus habitaciones —pidió con amabilidad; el consejero asintió con una sonrisa y pidió a los príncipes lo siguieran.

 

—Con permiso —dijeron ambos haciendo una última reverencia para así seguir al consejero.

 

Aoi siguió de cerca a Tora, a pesar de todo estaba nerviosa, estaba en un lugar nuevo por primera vez desde que tenía memoria, por lo que se sentía ansiosa.

 

—Síganme por aquí —pidió el consejero, caminaron por un ancho pasillo de magnificas decoraciones, de cerca eran seguidos por algunos de los sirvientes del palacio que cargaban sus pertenencias.

 



*/*/*

 



—Viste a la princesa —comentó el menor de los tres príncipes —no me importaría aceptarla como garantía de este tratado de paz —soltó una risa al recibir una mirada reprobatoria por parte de su hermano mayor.

 

—Deja de decir estupideces Takanori —le regañó—. Son personas al igual que nosotros, no simples objetos que puedas utilizar a tu antojo —dejó claro, dedicándole una mirada acusatoria. 

 

—No te enojes Aki-niisan —habló por fin el hermano de en medio—, Taka-chan solo lo dice de broma —trataba de calmar los ánimos —¿no es así? —preguntó dirigiéndose a su hermano menor.

 

—Claro, solo estoy bromeando —dijo con un puchero infantil.

 

Aquellos hermanos eran los mandatarios de aquella nación luego de que sus padres murieran a manos de la nación vecina, Mie al ser amigo del rey brindó ayuda para no ser invadidos y exiliados de su propio pueblo cuando se desató la guerra a la muerte de los reyes.

 

Era por eso, que después de terminada la guerra, los príncipes eran enviados para firmar los respectivos tratados de paz y unión que resultaban después de terminado el conflicto. Y ahora la nación de Shizuoka estaba bajo el mandato del padre de los príncipes recién llegados.

 

—Más te vale —advirtió el mayor, sonrió burlón por la cara que le dedicaba su hermano menor—, y ya que no hay nada más que hacer por hoy, iré a mis habitaciones a dormir, no quiero que me molesten, estoy cansado.

 

—Si oniisama —dijeron ambos hermanos al unísono agachando la mirada.

 

—Buenas noches —se despidió saliendo del gran salón en el que estaban.

 

—Buenas noches Taka.

 

—Buenas noches Kou.

 



*/*/*

 



Mientras tanto en las habitaciones de la princesa Aoi, ésta se encontraba batallando con las telas de su largo Kimono, algo que odiaba sobre la realeza eran las ataviadas vestiduras con las que los hacían presentarse ante la sociedad. Suspiró cansada cuando trataba de quitarse el Obiage, las pesadas telas cansaban sus brazos en el intento de no arrugar el Kimono.

 

—Te ayudo hermanita —saltó sorprendida al escuchar la voz de su hermano mayor a sus espaldas. No se había percatado de la intromisión de éste en su alcoba.

 

—Puedo … —fue interrumpida por su hermano, agachó la cabeza, tratando de alejarse del agarre de su hermano.

 

—Dije que te ayudo —reafirmó sus palabras tomando por la muñeca a su hermana. Volteó su cuerpo para que quedara de espaldas a él, deslizó las telas que sostenían el Kimono dejándolas caer al piso, arruinando las intenciones de su hermana de no arrugarlo—. Sabes que siempre puedo ayudarte —susurró aquello pegando su rostro en su cuello —, siempre estaré dispuesto a quitar tus ropas —sonrió sobre su piel desnuda.

 

—Suéltame —pidió con un susurro de voz.

 

Sin embargo el príncipe no desistió de su labor, quitó con agilidad las telas restantes de la vestimenta de su hermana.

 

—No me pidas imposibles Aoi —posó sus manos sobre la última prenda que portaba su hermana, un corset blanco, sencillo para que no se notara bajo las telas del elegante vestido, pero resistente para que ningún inconveniente resultara de él —odio esta parte de tu ropa hermana —confesó mientras deslizaba los dedos sobre las delgadas tiras que mantenían amarrada la pieza de ropa. Cuando terminó de quitarlo la princesa soltó el aire que durante todo el día había mantenido atrapado en sus pulmones.

 

Tembló al sentir las yemas de los dedos de su hermano pasearse por sobre su piel, por su abdomen y pecho plano…

 

—Me encantas Yuu —susurró sobre su níveo cuello. éste apretó los labios evitando soltar un jadeo.

 



*/*/*

 



Cuando la reina de Mie había quedado en cinta el pueblo se sumió en felicidad. Sin embargo, la alegría para la pareja real se vio opacada cuando se hizo de conocimiento que habían engendrado no sólo a uno, sino a dos bebés. Las leyendas respecto a los niños gemelos no eran las mejores, historias de peleas y asesinatos entre ellos se relataban siempre, por lo que en muchos lugares del continente a uno de los gemelos al nacer se le arrebataba la vida.

 

Pero los reyes decidieron hacer caso omiso de las historias, ellos eran los soberanos de aquella nación y si decidían tener a sus dos hijos vivos, nadie los haría cambiar de parecer.

 

Lamentablemente aquel plan de conservar a ambos hijos se veía interrumpido ahora por el Oráculo quien, invitado para dar buenos augurios a la reina por su embarazo, había predicho una lucha a muerte entre los hermanos, una que podría acabar en el hundimiento del reino y la devastación de la familia real.

 

—Ambos varones pelearan a muerte, uno por odio y poder, el otro por orgullo y liberación —había dicho el éste mientras mantenía las manos sobre el vientre de la triste reina.

 

—¿Qué pasaría si alguno de ellos fuera un hembra? —se había atrevido a preguntar la reina.

 

—Las profecías que dicto no son del todo certeras, son tan solo posibilidades que pueden hacerse realidad si las circunstancias asi se presentan —contestó.

 

—¿O sea que si tan solo uno de ellos fuera una niña esta profecía no se cumpliría?

 

—Asi es.

 

Y con aquella afirmación se había condenado al hijo mayor del rey.

 

Aoi era el nombre que había recibido Yuu, el hijo mayor del rey, mayor porque había nacido minutos antes que su hermano Tora, sin embargo había sido un niño débil, su vida había peligrado pues minutos después de salir del vientre de su madre su corazón se había detenido, los reyes pensaron que con la muerte de aquel niño se habían librado de decidir por alguno de ellos, sin embargo minutos después el llanto del pequeño niño se hizo llegar desde sus pulmones cansados y con ello el pesar de la pareja real se presentaba de nuevo.

 

La reina había tomado en brazos el pequeño cuerpo de su hijo mayor, tan pequeño que sabían que no sería bien visto como el sucesor del rey, aun asi no era motivo para que pudieran terminar con la vida de aquella pequeña criatura. Por lo que para salvar la tradición de sucesores fuertes y sanos se nombró a Tora como el mayor.

 

—Has de avisar que el parto fue exitoso, que a pesar de que hubo complicaciones la reina pudo traer al mundo a dos príncipes, Tora el príncipe sucesor del trono —la mujer miro con severidad a su esposo —y Aoi —pronunció dejándolo confundido—, la amada hija menor del rey.

 

—¿Qué quieres decir Yuriko? —preguntó a su esposa con sorpresa.

 

—No pienso matar a mi hijo; es imposible que pueda tomar el papel que por derecho le corresponde, pero tampoco lo puedo dejar ser el hijo menor del rey cuando el Oráculo ha presagiado aquella tragedia que de seguro no son más que ideas estúpidas —espetó molesta y al borde de las lágrimas —por lo que Yuu no será más Yuu, será Aoi, mi amada hija, la cual rompe con los presagios del Oráculo y da oportunidad a Tora de tomar el trono —terminó mientras tomaba en brazos a los bebés que traía consigo la matrona quien los cuidaría.

 

—Tus palabras son ordenes Yuriko —aceptó el rey. Aquello era un plan arriesgado, ocultar la verdad sobre su hijo era algo muy peligroso, pero nada comparado con quitarle la vida a un ser inocente.

 



*/*/*

 



—Suéltame —pidió enojado—, no aquí por favor —suplicó.

 

—Shhh, guarda silencio Yuu, sabes que odio que te niegues —lo calló su hermano.

 

Tora tomó a Yuu por el cuello y lo giró para tenerlo de frente y así poder observar su cuerpo desnudo.

 

—No sabes cuánto te deseo —susurró sobre sus labios antes de que Aoi virara el rostro.

 

—Vete Tora, por favor no me hagas nada, no aquí en donde alguien puede descubrirnos —pidió de nuevo con la esperanza de que su hermano recapacitara.

 

—Si no haces ruido nadie se dará cuenta hermanita —dijo cada palabra mientras acariciaba su espalda y lo pegaba a su cuerpo. Yuu pudo sentir la erección de su hermano chocar con su pene flácido sobre la delgada tela que usaba de ropa interior. Instintivamente colocó sus manos entre sus cuerpos para alejarlo.

 

Tora sonrió burlón, era tan gracioso para él ver a su hermano suplicando, creyendo que con aquellos ojos acuosos podría convencerlo. Subió sus manos a sus mejillas y jalo su rostro hacia sí para unir sus bocas en un beso, brusco, rápido.

 

—Tora —jadeó —, detente por favor—. Aquella visión de Aoi suplicándole, con los labios hinchados y la respiración entrecortada lo volvieron loco.

 

Lo tomó de la muñeca y lo jaló hasta lanzarlo a la mullida cama.

 

El alto pelinegro se posicionó sobre él, colocó su mano sobre su mejilla, mientras Yuu desviaba la mirada, delineó sus labios con el dedo pulgar y se acercó a degustar de nuevo esos carnosos labios.

 

El mayor de ambos cerró los ojos derrotado, dejándose hacer por las habilidosas manos de su hermano menor.

 

Tora y Yuu gemían a la par, uno odiándolo y el otro gozando cada segundo de aquel acto, sin percatarse que detrás de la puerta y con los ojos muy abiertos el mayor de los príncipes escuchaba la escena sin poder creérselo.

 

Pasó saliva sin saber qué hacer, tenía presente que no debía estar allí escuchando aquello, pero también sabía que si alguien más pasaba por aquel pasillo el revuelo que aquello provocaría seria enorme.

 

No tenía conocimiento si acaso en Mie las relaciones incestuosas estaban permitidas, sin embargo, eso no le quitaba de la cabeza la sensación de que estaba siendo testigo de algo prohibido. Suspiró nervioso y se llevó las manos al cabello, dolido de cierta forma, Aoi había cautivado su corazón con el simple hecho de pararse delante de él en el salón, no habían hecho falta palabras para quedar prendado de ella. Sin embargo, ahí estaba él, escuchando como aquella princesita no tenía nada de la inocencia que se veía en su rostro angelical.

 

Al final no pudo permanecer más tiempo ahí, al escuchar un último gemido de ambos.

 



—¡Vete! —fue casi un grito desesperado lo que había salido de boca de Yuu, su cuerpo perlado en sudor y lleno del semen de ambos lo hacían sentir sucio, tan poca cosa. Observaba con rencor cómo su hermano colocaba rápidamente sus ropas.

 

—Descansa hermanita —se despidió Tora antes de salir de la habitación de su hermano mayor.

 

 

Aoi se levantó con dificultad de la mullida cama que ahora olía a sudor y sexo llenándolo de repulsión y nauseas, caminó a paso lento al baño de la habitación para limpiar su cuerpo, pero, aunque se tallara con piedras se seguiría sintiendo una basura.

 

¿Qué diría su padre y su madre si se enteraran de lo que Tora le llevaba haciendo desde hacía ya casi cinco años?

 

Después del largo baño regresó a su cama, quitó cada tela y se recostó vistiendo únicamente su bata de seda negra.

 



*/*/*

 



El desayuno estaba servido, la gran mesa era ocupada por cuatro de los príncipes. Aoi como siempre tenía la mirada baja, evitando el contacto con cualquiera de los allí presentes. Tora por su parte platicaba animadamente con los príncipes.

 

—Buenos días —saludó Akira que llegaba tarde —, disculpen la tardanza, anoche no dormí muy bien —explicó con una leve reverencia. Los tres príncipes se pusieron de pie para recibirlo, mientras Aoi solo hacia una reverencia desde su lugar.

 

Akira sintió el rostro arder al verla, no podía creer que aquella princesa fuera capaz de lo que anoche sus oídos habían sido testigos. Miraba su rostro sereno, casi angelical y la veía incapaz siquiera de poder levantar la voz.

 

Después de unos segundos en trance pidió a los tres hombres tomaran asiento. Las sirvientas se acercaron a él llenándolo de manjares.

 

—El día de hoy me gustaría que nos acompañaran a mí y a mis hermanos de pesca —pidió Akira con una sonrisa.

 

—Sería un gusto —mencionó Tora.

 

—Entonces espero contar con su presencia —Akira sonrió mirando a la princesa. Yuu lo miró sorprendido, aquella sonrisa que le dedica el príncipe no era cualquier sonrisa, pues a sus escasos veinte años había aprendido a diferenciar una cálida sonrisa a una coqueta como la que le dedicaba aquel príncipe.

 

—Mi hermana no es muy adepta a este tipo de actividades —Tora miró a su hermana lanzándole disimuladamente una advertencia.

 

El alto príncipe siempre había sido celoso con Yuu, desde muy temprana edad, sus padres le habían inculcado una sobreprotección hacia su hermano, ambos habían crecido conscientes de su situación, por lo que habían tenido extremo cuidado en cuanto a su comportamiento, y eso, sumándole la relación que ahora tenían hacían de Tora una persona posesiva con su hermano, quien se había encargado de ahuyentar a todo aquel que se atreviera a ver con ojos de interés al pelinegro menor.

 

—Bueno, eso puede cambiar —sonrío mirando de nuevo a la princesa frente a él, aun sorprendido de la actitud tímida que le mostraba sobre ese recuerdo de gemidos y respiraciones frenéticas que mantenía en su cabeza—. La zona a la que iremos es hermosa y si no quieres acompañarnos a pescar puedes pasear por el lugar —explicó mirándola casi suplicante, Aoi sonrió incomodo—, el río es hermoso está rodeado de hermosas flores que sé que le gustarán.

 

Aoi no sabía cómo responder a ello, estaba consciente de las miradas de advertencia de su hermano, pero muy en el fondo quería ir a aquel lugar que el príncipe prometía. Siempre había estado limitado a los alrededores del palacio en el que había crecido, por lo que día con día añoraba conocer más allá de las murallas que le rodeaban.

 

—Gracias —susurró sosteniéndole la mirada a Akira—, acepto su invitación majestad —sonrió con nerviosismo. Tora apretó los puños con enojo por debajo de la mesa.

 

—No me llame así princesa, dígame Akira, por favor —pidió—. Le prometo que no se arrepentirá —sonrió.

 

—Cuento con ello, Akira —reafirmó el nombre con el que le pedía ser llamado. Ambos se sonrieron sintiendo nervios. Aoi jamás había sentido aquello. Nervios y ansiedad al mismo tiempo, pero no de esa ansiedad frustrante que padecía cuando estaba a solas con su hermano, no, esta era diferente, haciéndolo desear que el momento llegara, que el tiempo en aquella ciudad le permitiera cruzar más palabras con aquel príncipe.

 

Akira por su parte sintió su corazón latir al escuchar la voz de la princesa, no era tan suave y aguda como la de otras chicas y sin embargo era perfecta para su oído. Quería olvidar el sonido de sus gemidos, pues en ese momento como en ningún otro desea ser él el único capaz de causar tales sonidos en la bella princesa que le miraba tímida al otro lado de la mesa.

 

El resto del desayuno transcurrió entre platicas de los cuatro príncipes, Aoi se había dedicado a picotear un tazoncito de fruta que le había acercado una de las sirvientas del lugar, era delicioso pero aun asi su mente giraba en torno a la figura del príncipe Akira.

 

Tora por su parte conversaba animadamente con los príncipes, aun así, se mantenía al tanto de su hermano mayor, observaba con rabia disimulada como de vez en cuando él y Akira cruzaban miradas, y cómo con bochorno desviaban su atención en cualquier otra cosa. Y aquello le jodía mucho. No permitiría que algo surgiera entre aquellos dos, en primer lugar, porque nadie debía de enterarse que su hermana Aoi en realidad era un hombre, y por otro lado no dejaría que nadie más tuviera al pelinegro entre sus brazos. Para Yuu tan solo debía de existir él, nadie más.

 



*/*/*




El día tan esperado —en especial por dos de ellos, y odiado a esas alturas por otro —había llegado. Desde muy temprano los jóvenes se habían levantado, bañado y arreglado para salir rumbo a Yokohama, que era el lugar en el que según Akira y sus hermanos estaban los más bellos paisajes que admirar. El viaje se realizaría a caballo, situación un tanto incómoda para Aoi pues con el largo Kimono que vestía le era una tarea difícil de realizar.

 

—Sube conmigo —pidió Akira al percatarse de la indecisión de Aoi para subir al caballo.

 

—Irá conmigo —Tora volteó instintivamente al escuchar la propuesta y se acercó sobre el caballo que había montado minutos antes.

 

—Puedo llevarla yo, Tora, el caballo que tienes a pesar de ser uno de los más rápidos no puede cargar tanto peso como el mío —explicaba el príncipe tratando de convencer al pelinegro más alto quien con una mirada seria, que Akira captó como de molestia, terminó aceptando la propuesta.

 

—Cuídala mucho por favor —terminó pidiendo con mirada amenazadora —, no puedo permitir que nada le pase a la princesa de Mie.

 

—Te lo aseguro —sonrió Akira al verse ganador—. Aoi-hime —la llamó—, permítame —le extendió una mano la cual tomó, la jalo hacia sí parándola frente a él, la sujeto con delicadeza de la cintura y la subió con maestría al alto caballo negro que espera paciente a su jinete.

 

Aoi sintió el rostro arder ante aquel toque, agachó la cabeza en cuanto estuvo sobre el caballo. Sintió su corazón brincar cuando tuvo a Akira detrás de él.

 

—No tenga miedo —susurró Akira a sus espaldas logrando con ello que Aoi diera un respingo, para después asentir nervioso, el príncipe sonrió divertido.

 

Después de casi una hora cabalgando llegaron al rio en donde Aoi los esperaría con la comida que las sirvientas habían preparado.

 

—No camine tan lejos —pidió Akira cuando la instaló en una pequeña silla de paja que su hermano menor llevaba cargando en la montura del caballo. Aoi asintió de nuevo dedicándole una sonrisa apenada logrando con ello que Akira se sintiera flotar. En definitiva le gustaba aquella princesa.

 

Cerca de ellos Tora observaba la escena con los puños apretados, empezaba a odiar mucho a ese príncipe y si planeaba intentar algo con Yuu no le importaría en lo más mínimo aquel tratado de paz. No le importaba iniciar una guerra con aquella nación, porque nadie más a parte de él podía tener a Aoi.

 

—Niisan —le llamó Takanori, se había dado cuenta de la escena que montaba con la princesa y obviamente de las miradas de odio del alto pelinegro—, es hora de irnos.

 

—Si Taka —contestó haciendo una leve reverencia a Aoi, en despedida.

 

El príncipe subió de nuevo a su caballo y encabezó el camino.

 

—Te estoy observando —susurró Tora acercándose a su hermano, éste lo miró asustado, tan embelesado estaba con Akira que había olvidado la presencia de su hermano menor—. Cuidado y hagas algo estúpido, sabes que nadie puede descubrir que eres hombre —masculló mientras lo abrazaba posesivamente simulando una despedida—, y mucho menos pienses que alguien más puede tenerte —la soltó y le dedicó una mirada molesta.

 

Yuu sintió los ojos escocerle, sintió las lágrimas fluir con la brisa mientras observaba a los cuatro príncipes alejarse hacia un pequeño muelle. Apretó los puños y los labios sintiéndose impotente, tenía ganas de gritar y llorar, berrear como un niño. Quería desaparecer de la faz de la tierra, dejar de ser la princesa de Mie, dejar de ser Aoi.

 

Odiaba desde hacía mucho su vida, su identidad falsa, se sentía humillado, ¿cuándo en la historia se había conocido a un hombre ser obligado a hacerse pasar por mujer? ¿cuándo un príncipe había sido obligado a crecer como una princesa?

 

No podía siquiera voltear a ver a una joven y sentir atracción, pues sabía desde hacía mucho tiempo que los hombres le atraían, desde antes incluso de que su hermano lo tomara, no sabía si aquella atracción se debía a su educación como mujer o a algún defecto más de su lamentable nacimiento.

 

Aoi lloró en ese momento, por ser una princesa a medias, Yuu lloró por no poder ser un hombre…

 

 

A la hora del almuerzo los cuatro hombres llegaron entre risas, cada uno cargando las truchas que habían conseguido pescar, haciendo burla al hermano de en medio por ser el que menos había logrado atrapar.

 

Comieron sentados sobre el pasto, Akira no pasó por desapercibido los enrojecidos ojos de la princesa, se preguntaba qué era lo que la afligía.

 

Al terminar de comer el menor de los príncipes había propuesto ir al bosque cercano pues quería mostrarle a Tora algunos ejemplares de los ciervos que había presumido. Akira aceptó y caminaron por el sendero dejando a la princesa de nueva cuenta.

 

Después de algunos minutos Akira aminoró el paso, quería que los otros tres se adelantaran y no se percataran de su desaparición. Cuando se alejaron lo suficiente sin prestarle atención, caminó de regreso al rio.

 

Aoi estaba parada a la orilla, miraba hacia el cielo, su rostro sereno y triste eran algo que le impresionaba, qué podía estar sufriendo la pelinegra para estar así, era lo que se preguntaba el príncipe. Sentía la necesidad de caminar a ella y abrazarla, de llenarla de amor, de eliminar ese dolor de su rostro.

 

—Princesa —aquel susurró lo tomó desprevenido, con susto había brincado lo suficiente para perder el equilibrio y resbalar por el borde del rio.

 

Akira corrió espantado, la tomó del brazo y la jaló hacia sí. Ambos cayeron sobre el pasto, Aoi encima del príncipe al haber sido jalada con fuerza. Sus ojos se abrieron con sorpresa al verse en aquella situación.

 

—Me asustó —dijo de pronto.

 

—Lo siento mucho, no era mi intención —Akira la tomó por los hombros como queriéndola pegar más a su cuerpo. Ambos corazones latían desembocados.

 

Akira se armó de valor y cambió de posiciones, quedando sobre la princesa quien lo observaba sorprendida. El príncipe subió su mano para acariciar su mejilla, podía ver el rastro de las lágrimas, Aoi contuvo el aliento sonrojándose; aquella imagen enterneció al príncipe que seguía con sus caricias. La princesa cerró los ojos anhelantes, sabía que aquello estaba mal, sabía que no podía intentar nada con aquel hombre y sin embargo su cuerpo no lo obedecía, desea estar ahí con el castaño, deseaba más de sus caricias. Su corazón se volvió loco cuando sintió el aliento del otro sobre sus labios, más aún cuando sintió la suavidad de sus labios sobre los suyos.

 

Akira estaba nervioso pues no sabía si la princesa accedería a sus besos, sonrió gustoso sobre sus labios cuando Aoi abrió su boca invitándole a profundizar el beso. El príncipe pasó su brazo a lado de su cabeza para tener más soporte, Yuu subió sus manos al pecho de éste sin saber qué más hacer; pronto sintió la otra mano del castaño deslizarse a su cintura, de ahí a su cadera y luego a sus piernas, sabía que no podía permitir aquello o podría descubrir que era un hombre, se removió nervioso logrando que Akira de nuevo concentrara su atención en su rostro y cuello.

 

Se separaron jadeantes, con los labios hinchados y húmedos, aquel beso había sido el mejor para ambos, pero ahora la vergüenza les invadía. Habían perdido la cordura por un magnifico instante, abrieron los ojos mirándose. Akira sonrió mientras delineaba sus labios con su dedo, Aoi soltó un suspiro.

 

Después de unos minutos, segundos para ellos, se pusieron de pie, acomodaron sus ropas y cabello pues estaban llenos de pasto.

 

A lo lejos Tora miraba la escena molesto, tenía los puños blancos de tanto apretar. Los príncipes menores veían atónitos la situación, miedosos de la reacción del pelinegro más alto, era obvia su molestia, después de todo era su hermana.

 

Cuando llegaron junto a ellos la sonrisa de Aoi se borró instantáneamente, la mirada de odio de su hermano le avisaba que los había visto. Quiso llorar pues sabía que Tora no se quedaría sin hacer nada.

 



*/*/*

 



Como pensó, aquella noche después de llegar de Yokohama, Tora fue a su habitación.

 

Normalmente su hermano no era rudo con él al tomarlo, buscaba casi siempre su satisfacción y al tenerla se iba dejándolo tirado en la cama, sin aire y sin fuerzas, sin embargo, aquella noche Tora estaba enojado. Apenas entró a su habitación caminó a él con enojo, lo tomó del cabello recién cepillado y lo tiró al piso de un jalón.

 

Yuu gimió de dolor, apretando los dientes para evitar gritar.

 

—Suéltame Tora, ¡Suéltame! —pedía mientras subía sus propias manos para tratar de alejar las de su hermano.

 

—Te he estado observando —susurró a su oído jalándolo hacia sí del cabello que mantenía fuertemente agarrado—, no creas que puedes hacerte el tonto, sé perfectamente que ese príncipe te ha llamado la atención, quien diría que mi hermanita se enamoraría de un hombre —se burló—, pero lastima Yuu-niisan —pronunció su nombre con malicia al igual que aquel honorifico que usaba hacia el en secreto cuando eran niños—, tú eres sólo mío.

 

Después de aquellas palabras lo lanzó a la cama, lo despojó de sus ropas rasgándolas, quemando su piel en el camino debido a los fuertes jalones que le daba a las telas. Mordió su cuello en donde sabía que las miradas no llegaban —aunque hubiera deseado que pudieran verse para que ese príncipe supiera que su hermano tenia dueño—, lamió su cuerpo, lo araño y apretó cuanto quiso.

 

Yuu lloraba en silencio, sintiéndose asfixiado por la mano que Tora mantenía en su boca. Su hermano no lo preparó como en otras ocasiones, entró en él salvajemente, sintió morirse. El dolor, la vergüenza, el miedo y el odio que sentía en ese momento eran indescriptibles.

 

Sus ojos anegados en lágrimas miraban con rencor a su hermano quien lo observaba con malicia.

 



*/*/*

 



A la mañana siguiente Aoi se había disculpado con los príncipes por no poder presentarse con ellos para desayunar, alegando que se sentía afiebrada.

 

Akira suspiró derrotado pues moría por ver a la princesa. Sus hermanos por otro lado platicaban al final de la mesa, cuidando de que los otros dos no los escucharan.

 

—Cuando pasé por su habitación la escuché llorar —le contaba Takanori a su hermano mayor—, escuché después un gemido —alzó las cejas con expresión sorprendida pero insinuadora, Kouyou lo miró sorprendido volteando a ver a Tora quien animado platicaba con Akira—, creo que Tora y Aoi tienen algo—murmuró mirando disimuladamente al pelinegro—, y no creo que sea algo que la princesa acepte, esos sollozos no eran de alguien que disfrutara de ello—. Finalizó su relato.

 

—Pero no podemos meternos en eso Taka-chan, son personas totalmente ajenas a nosotros —explicaba—, si decimos algo podemos generar un conflicto enorme y ese tratado de paz entre Kanagawa y Mie se irían al carajo —con ojos de miedo hablaba a su hermano.

 

—¿Entonces solo hago oídos sordos? —preguntó molesto.

 

—No podemos hacer nada —suspiró abatido —no sabía con qué ojos ver ahora al príncipe de Mie.

 

El desayuno terminó y Tora se disculpó de acompañarlos a la ciudad pues quería ir a ver cómo seguía su hermana, Takanori y Kouyou se miraron con pesar.

 

Cuando ya se encontraban en el centro de la ciudad Akira había propuesto ir a un bar a lo que los otros dos asintieron animados.

 

—Aki-niisan —le llamó Kouyou—, si supieras que una doncella es lastimada y ultrajada por alguien incluso su propia familia qué harías —preguntó de pronto mirando a Takanori quien con la copa de sake sobre los labios esperaba la respuesta de su confundido hermano.

 

—La ayudaría y ten por seguro que mataría al canalla que la lastimara —dijo con firmeza después de pasarse el sake.

 

—Niisama—le llamó ahora el menor de los tres—, hay algo que tenemos que decirte —confesó, Akira los miraba aun confundido, suponiendo que su anterior pregunta tenía que ver con aquello.

 

—Dime —pidió acomodándose en su lugar.

 

—Ayer —susurró—, pasé por la habitación de la princesa Aoi —con aquellas palabras sabía lo que vendría a continuación, seguramente su hermano había escuchado lo mismo que él—. La escuché llorando —dijo sin poder creer aun en sus recuerdos—, creo que el príncipe Tora abusa de su hermana —finalizó esperando la reacción de su hermano.

 

Akira analizó las palabras de su hermano, cuando él había escuchado a ambos hermanos no había llanto o sollozos de su parte, pero eso no significaba que el acto fuera consensuado. También recordaba las miradas lascivas que el pelinegro más alto le dedicaba de vez en cuando pensando que nadie lo miraba, y también cómo Aoi rehuía de ellas. Tal vez esa actitud pasiva y tímida se debía a eso, su hermano la forzaba, y en el fondo qué más quisiera que fuera así, pues no concebía que Aoi estuviera por gusto con él. Y eso le daba una remota oportunidad con ella.

 

Pero para que eso pasara no había duda que habría una pelea, y aquello iba totalmente en contra de los planes del tratado de paz.

 

—¿Qué haremos niisan? —habló Kouyou al no obtener una reacción a las palabras del menor.

 

—Mañana, saldré de viaje —fue lo único que había dicho, dejando sorprendidos a sus hermanos al no mencionar nada respecto al tema.

 

—¿Qué, a dónde irás? —preguntó molesto el menor.

 

—Solo les pido que en mi ausencia traten de cuidar a la princesa, sé que no podemos ser muy obvios o algo malo podría pasar, manténgala vigilada y a Tora ocupado hasta que yo regrese —pidió dejándolos sorprendidos, no sabían que tramaba su hermano, pero estaban seguros que él jamás dejaría una situación asi en el olvido.

 



*/*/*

 



Al día siguiente Akira había partido a no sabían dónde, pero había dejado dicho que iría con un grupo de sus soldados a tratar un asunto a las afueras de la ciudad. Tora y los demás le desearon buen viaje.

 

Aquel día Aoi se había presentado a la mesa, se veía cansada y pálida, alegando que era un resfriado. Los dos príncipes la miraban disimuladamente cada tanto, analizando el comportamiento de Tora hacía con ella. Se habían dado cuenta de que él la miraba continuas veces, tenía una mirada seria como cuidando cada movimiento que ella diera.

 

Aoi por su parte se mantenía sumisa, hablaba con la cabeza gacha y contestaba con monosílabos para casi todo y obviamente dedujeron que eso se debía al trato que su hermano tenia hacia ella.

 

—Me gustaría que me acompañaras al centro de la ciudad Tora-san —habló de pronto Kouyou —ayer no pudiste por cuidar de nuestra princesa —sonrió a ella—, pero hoy me gustaría que me acompañaras a tratar algunos asuntos de palacio junto a nuestros consejeros —explicó —ahora que tendremos un tratado, Mie debe estar al tanto de nuestros movimientos —sonrió esperando la respuesta.

 

—Claro, mi hermana está mucho mejor, en cuanto digas podemos salir —dijo sin dudarlo, la ausencia de Akira le quitaba un peso de encima.

 

—Saldremos en una hora —avisó el príncipe.

 

Aoi quiso suspirar aliviado al escuchar aquello, saber que Tora estaría lejos al menos unas horas la llenaba de calma.

 

Takanori se percató de aquella expresión de alivió que se formaba en su rostro, sintió su corazón oprimirse cuando agachó la mirada instintivamente al notar que su hermano volteaba hacia ella.

 

—Aoi —le llamó con seriedad —cuídate mientras estoy afuera, no hagas nada que empeore tu salud—. Todos los presentes entendieron el doble sentido de aquellas palabras. Ambos príncipes se miraron con cólera, no podían creer el cinismo de éste para amenazar a su hermana, se preguntaban cuántas veces había hecho aquello sin ellos darse cuenta.

 

—Me cuidaré hermano —Aoi no despegó la mirada de la mesa que aún tenía su plato de fruta casi intacto.

 



*/*/*




—Me alegra que esté mejor princesa —Takanori seguía a su lado luego de despedir a su hermano y a Tora —, seria horrible que usted siguiera enferma —. Aoi lo miró dedicándole una sonrisa, aquellas palabras borraban la altanería con la que tenía catalogado al joven príncipe—, ¿Cuántos años tiene princesa? —se atrevió a preguntar.

 

—Veinte, alteza —respondió con voz baja.

 

—Dime Takanori, por favor —el pelinegro le sonrió—, quiero hablar contigo en privado —aquellas palabras lo tomaron por sorpresa.

 

—¿De qué quiere hablar Takanori-san? —preguntó nerviosa.

 

—Acompáñame —pidió éste dándole la espalda para que lo siguiera. Yuu lo siguió confundido esperando que nada malo surgiera de ello. Caminaron por largos pasillos, unos más angostos que otros, era un laberinto que sin duda no tenía salida para él pues había olvidado completamente el camino de regreso.

—¿A dónde vamos? —preguntó nervioso, jugaba con sus dedos a la altura de su vientre y volteaba a ver a todos lados ansioso.

 

—No se preocupe princesa, “yo” no le haré daño— Aoi abrió los ojos sorprendido de aquellas palabras, el príncipe no le decía que no le haría daño, sino que había remarcado bien la palabra “yo”.

 

Aoi no pudo decir nada ante esas palabras por lo que bajando la mirada siguió los pasos del castaño frente a él.

 

Después de unas vueltas más Takanori se detuvo frente a una puerta la cual abrió pesadamente. La luz del interior lo cegó por unos minutos. Del otro lado de la puerta había un gran jardín, con árboles de cerezo y ciruelo, el aroma de ambos arboles llenaron sus fosas nasales llenándolo de calma. Sonrió instintivamente.

 

—Sabía que le gustaría —sonrió Takanori —, pase por favor— pidió cediéndole el paso. Aoi entró con asombro en la mirada recorriendo el jardín —. Era de mi madre —, explicó el príncipe —ella podía pasar el día entero aquí —contó con nostalgia.

 

—Siento mucho lo que les pasó a sus padres —aquella frase era la más larga que Takanori había escuchado salir de su boca durante su estancia en el palacio, la miró enternecido al mirar sus ojos enrojecidos, haciéndole saber que de verdad sentía lo que había pasado con sus progenitores incluso sin haberlos conocido.

 

—Hace tiempo acepté lo que pasó —comentó caminando hacia una banca que había en el jardín —, hay veces en que no podemos controlar las cosas, mucho menos las consecuencias de las acciones de otros —decía, queriendo hacer entender a Aoi que lo que su hermano le hacía no era culpa suya. Tenía presente que no conocía a los príncipes más allá de sus títulos, tampoco la relación que compartían, pero le bastaba la mirada de miedo que Aoi tenía casi todo el tiempo para dar por seguro que aquello merecía un alto —. A veces sufrimos por causa de otros, y hay cosas, como la muerte de mis padres que no podemos manejar, pero hay otras tantas que sí.

 

Aoi lo miraba atento, escuchaba con pesar sus palabras pues sentía como éstas llegaban a su corazón. Él no podía controlar lo que Tora hacía, no podía evitar ser visto como una mujer por quienes lo rodeaban. No podía sólo exigir llevar una vida normal porque no sabía qué era eso.

 

—No llore —. Le pidió el castaño acercando su dedo para secar las lágrimas que inconscientemente había derramado —. Quiero ayudarla.

 

—¿Ayudarme? —aquella afirmación lo había tomado por sorpresa.

 

—Sé lo que Tora le hace —Aoi abrió grandes los ojos, se llevó la mano a la boca para evitar dejar salir un jadeo. Sin embargo, seguido de ello las lágrimas siguieron inundando su rostro y manchando el maquillaje de sus ojos sobre sus mejillas sonrosadas por el llanto.

 

—Ya no aguanto más —Yuu se dejó caer al piso, con las manos sobre el pasto sollozó como nunca antes lo había hecho. Por primera vez en cinco años alguien más que ella y Tora sabían lo que pasaba, y eso a pesar de llenarle de miedo le quitaba un peso de los hombros, más aún porque el príncipe aseguraba que le ayudaría.

 

—Y no deberás hacerlo más, te lo aseguro —Takanori se había hincado a su lado y ahora tenía sus brazos alrededor de la chica. Sentía su pecho apretado y un nudo en la garganta mientras sentía el temblor del delgado cuerpo de la princesa. Sus sollozos le recordaban a él mismo en el funeral de sus padres, tan devastado. La tomó de los brazos y la ayudó a sentarse sobre la banca de hierro.

 

—Cuando cumplimos quince años hubo una fiesta —comenzó a decir de la nada, Takanori le prestó atención —. Tora había bebido mucho, por lo que mis padres lo habían mando a llevar a su habitación —continuó —, fue en la madrugada cuando entró a la mía — un nuevo sollozo salió de sus labios —. Cuando desperté lo tenía encima, pensé que estaba jugando, que estaba muy ebrio —susurró —, pero luego me besó, yo estaba sorprendida porque no entendía por qué mi hermano hacia eso. Le pedí que se detuviera y quise quitármelo de encima, pero me golpeó —siguió contando mientras las lágrimas no dejaban de caer de sus ojos, Takanori le extendió un pañuelo que Aoi tomó con una sonrisa —. Después de eso me violó — sollozó ante el recuerdo, era la primera vez que hablaba de ello, que exteriorizaba su dolor y eso le hacía sentir una basura, sin embargo, quería seguir contándole al príncipe todo, si de verdad lo podía ayudar confiaría en él —, han pasado cinco años desde entonces y las cosas se hacen como mi hermano manda. Mis padres le dan libertad de mandar sobre mi pues piensan que su sobreprotección es porque soy la menor —mintió —, sin embargo, Tora es una persona muy celosa y posesiva, entra a mi habitación cuando le place y hace conmigo lo que quiere, mis padres no saben nada —volteó a mirarlo con miedo pues al contarle todo eso al príncipe lo seguro era que les contarían a sus padres, y aquello solo traería como consecuencia que su hermano cumpliera con sus amenazas.

 

—¿Con qué te amenazó? —preguntó el castaño.

—En mi pueblo hay una creencia de que los hijos gemelos o mellizos son un mal para quienes los tienen —explicó —al ser parte de la realeza este peso cae sobre toda la nación, por lo que si algo malo llegara a pasar se le culparía a alguno de los hermanos, Tora dijo que si yo hablaba me culparía y hablaría con el consejo para que me decapitaran —aquella explicación había sorprendido por completo a Takanori, no podía creer que hubiera lugares en el país que creían en tales barbaridades, obviamente entendía el miedo de la princesa —. Sin embargo, a veces creo que sería mejor morir que seguir soportando esto —y el príncipe la comprendía, posó su mano sobre su delgada espalda consolándola.

 

—Mi hermano arreglará esto, tenlo por seguro Aoi —la consolaba.

 

—Pero, ¿cómo?

 

—No lo sé realmente, pero sé que Akira lo solucionará —ambos dieron un largo suspiro provocando una risa —hay que regresar al palacio —sugirió —no queremos que tu hermano se moleste si no te encuentra.

 

Aoi siguió de regreso al príncipe, por dentro se sentía más relajado, con un peso menos encima, pero con miedo de que la verdadera amenaza de Tora se cumpliera.

 

“Si te atreves a decir algo sobre esto, le haré saber a todo el mundo que en realidad eres hombre, habrá un revuelo por aquel presagio que el Oráculo dio antes de que naciéramos; todos se volverán en contra de nuestros padres, y no sé incluso tal vez nos maten a todos…”

 

Yuu no podía dejar que aquello pasara, no podía permitir que sus padres sufrieran por culpa de las acciones de su hermano, por lo cual había callado todo su dolor.

 



*/*/*

 



A tres días de aquella platica Akira había retornado al palacio, Yuu estaba demasiado ansioso, pero al no tener noticia alguna de alguno de los príncipes tan solo esperó que aquellas palabras de Takanori sobre ayudarlo no hubieran quedado en el olvido.

 

—Mañana tendremos la ceremonia para el tratado de paz —dijo de pronto Akira mientras sentados a la mesa disfrutaban de un festín en su bienvenida —. Espero su estancia en Kanagawa haya sido de su agrado y con este pacto los lazos entre las dos naciones puedan ser eternos —decía mientras levantaba su copa para brindar con los presentes —. Que nuestras vidas sean apacibles y tranquilas —mencionó —, que el crecimiento de nuestros pueblos sea fructífero para el bienestar de todos nuestros habitantes y que todo mal nunca quede impune para salvaguardar la paz entre nosotros —aquello ultimo lo había dicho mirando fijamente a Aoi quien de inmediato había entendido la indirecta a favor de su tormento, Tora vio el cruce de miradas con recelo, sin embargo, nunca pasó por su mente que aquellas palabras expresaban su pronto castigo.

 

—Que asi sea —dijeron los cuatro al unísono haciendo una reverencia con la cabeza. Tomaron de sus copas, cada uno degustando a su manera los acontecimientos futuros.

 

Todos a excepción de Tora estaban nerviosos, a ciencia cierta ninguno sabía lo que pasaría con la situación de los príncipes de Mie, tan solo les quedaba esperar a que la bomba explotara.

 



*/*/*




—Nuestros padres estarían encantados de verte —le decía Tora mientras caminaban al gran salón del palacio para la ceremonia del tratado de paz —, te ves hermosa —Aoi no dijo nada, como siempre que recibía algún cumplido de parte de su hermano.

 

—Sean bienvenidos —les saludó con una reverencia, Kai, el consejero real —. Los príncipes esperan —sonrió y guio a ambos pelinegros ante los tres castaños que esperaban ante una gran mesa rodeada de consejeros, militares y altos mandos en el gobierno de aquella nación.

 

Los protocolos se cumplieron conforme a la ley, se dio lectura del tratado que había escrito el Rey de Mie, muchos estuvieron sorprendidos de no verlo a él en aquella ceremonia, pero el padre de ambos pelinegros había explicado por carta que quería que el trato quedara en manos de personas con el mismo rango. Los cinco eran inteligentes y capaces, todos príncipes y princesa, él lo consideraba asi, pues la fecha de coronación de Akira aún estaba lejana.

 

Todos los presentes firmaron el tratado, fue sellado y enrollado, en doble para que cada capital tuviera una copia para el archivo real.

—Esta noche habrá una celebración en conmemoración de este tratado —informó Akira poniendo contentos a la mayoría de los presentes —, el tratado será dado a conocer a nuestros pueblos en cuanto la fecha de efecto llegue —explicó extendiendo la copia correspondiente a Tora —y que Dios guie y bendiga nuestros pasos de aquí en más.

 



*/*/*

 



En el banquete se hicieron presentes los más altos mandos y funcionarios del ejército y el gobierno, las geishas no se hicieron esperar con sus delicados bailes, cantos e interpretaciones musicales. La velada era apacible y divertida, Tora estaba satisfecho con su estancia en aquel pueblo, podía respirar tranquilo pues en unos días regresarían a Mie y Akira ya no sería un dolor de cabeza.

 

Algunas horas después Aoi si disculpó con todos y despidiéndose con reverencias se fue a su habitación.

 

Cuando llegó a su cuarto siguió ese odioso ritual de desvestirse de aquel pesado Kimono ceremonial, con cuidado dobló cada pieza de ropa y la colocó en el diván a los pies de su cama. Estaba cansado, suspiró aliviado cuando se quitó el corset, pasó sus dedos por las marcas que a lo largo de los años había dejado aquella prenda en la tarea de estilizar su figura lo suficiente para hacerle pasar por mujer.

 

Se vistió el pijama y se acostó en el mullido colchón, pronto sus ojos se cerraron y se sumergió en un profundo sueño.

 

 

A altas horas de la madrugada un estruendo lo despertó, su hermano había tirado uno de los candelabros que había sobre la mesilla de centro. Su caminar pausado y dificultoso le confirmaban a Yuu que su hermano estaba borracho.

 

—Ya llegué hermanita —susurró con voz pastosa dejando salir una risilla tonta síntoma de su embriaguez —, ¿me extrañaste? —preguntó mientras se quitaba la parte superior de su vestuario; Aoi tomó las sabanas entre sus manos con miedo haciéndose hacia un rincón pegado a la pared, sabiendo de antemano que esa acción no lo libraría de lo que le avecinaba —. Te veías tan hermoso hoy, me daban ganas de comerte a besos sin importarme nada.

 

—Nunca te ha importado nada —espetó Aoi con odio —. Siempre has hecho lo que se te da la gana —masculló.

 

—Tienes razón —afirmó y cuando dejó caer la katana que traía sujeta al cinturón de su pantalón, se abalanzó sobre Aoi, quien con miedo y asco trataba de alejarlo sin lograrlo como siempre —. No te resistas más —Tora estaba vuelto loco, hacia un par de días que no había podido estar con su hermano y ahora tenía que desquitarlo todo.

 

Aoi lloró, pataleó y gritó, aquellos gritos alertaron al mediano de los príncipes quien al igual que Tora había bebido demasiado y se dirigía a su habitación, sin embargo, estaba mucho más lúcido. Brincó espantado al escuchar el grito de la princesa, por lo que sin más corrió cuidadoso de no ser observado hacia su hermano mayor.

 

—Nii-san —lo llamó jadeando —, es Aoi, la princesa —decía apresuradamente —Tora está en su habitación —con aquellas palabras Akira había salido corriendo igual de discreto que su hermano quien ahora buscaba entre el ignorante gentío a su hermano menor, necesitaba de él para mantener distraídos a los presentes.

 

Akira corrió por los largos pasillos, exhausto y jadeante llegó ante las puertas de la habitación de su princesa —porque la consideraba como suya desde hacía días atrás —su corazón se volcó al escuchar los gritos de ésta. No lo pensó siquiera y entró sin más a la habitación, la imagen que presenciaba era perturbadora, Aoi estaba bajo el cuerpo de su hermano quien lo tomaba por los brazos para intentar, con su mano libre, separar sus piernas. Pasó por alto el pecho sin curvas de Aoi y corrió hacia el más alto.

 

Por su lado Tora y Aoi se sentían morir en aquel instante, habían sido descubiertos de la peor manera, Aoi sentía el rostro arder lleno de vergüenza y miedo, ¿qué diría Akira ahora que sabía que era un hombre? ¿lo tomaría como una burla hacia su persona por mentirle de aquella forma? ¿qué pasaría con el tratado?

 

Todas esas preguntas pasaban por la cabeza de Aoi cuando sintió como su hermano era retirado de un jalón de encima suyo. Akira lo había tomado por el cabello haciéndolo gritar mientras era arrojado al suelo.

 

—Eres un desgraciado —gritó colérico mientras se lanzaba sobre él para golpearlo —, ¿cómo eres capaz de hacerle esto? —preguntaba con rabia. Tora trataba de defenderse, pero su ebriedad le impedía coordinar un simple movimiento de defensa, Aoi observaba la escena sin saber qué hacer —. Es tu hermano, maldito monstruo —ambos pelinegros reaccionaron a sus palabras, confundidos, la palabra “hermano” había salido tan segura de sí como si lo supiera de antemano, Akira leyó la sorpresa en los ojos del príncipe —. Sí, tus dudas son ciertas, ya sabía que Aoi no es una mujer —afirmó sin miramientos —, tus padres me contaron todo —. Aquello no hizo más que sorprender más a ambos pelinegros —. No fui a arreglar asuntos de estado en mi viaje, fui a Mie a hablar con el rey sobre tus abusos hacia tu hermana —explicó —, grande fue mi sorpresa cuando me contaron toda la verdad sobre ustedes —un golpe en la mejilla del pelinegro le había roto el pómulo haciéndolo gemir de dolor.

 

—¿Estas ahora decepcionado porque Aoi no es una mujer a la que te puedas coger? —la burla en los ojos idos de Tora hacían enfurecer más a Akira y hacían sufrir a Yuu, pues su hermano tenía razón, él era un hombre, ningún Rey querría a un hombre a su lado, mucho menos uno como lo era él que tenía que hacerse pasar por mujer para no ser asesinado.

 

—Estas enfermo si crees que miraba con los mismos ojos que tú a Yuu —escuchar su verdadero nombre de boca de Akira le hizo sentir un vuelco al corazón —, y esa enfermedad terminará ahora —un golpe más dio contra su mejilla ocasionando que la cólera de éste creciera yéndosele encima. El pelinegro cambió posiciones ahora siendo él el que golpeaba al castaño con odio.

 

—No mientas, me di cuenta de las miradas que le dedicabas, tu acercamiento hacia él por creerlo una princesa, pero mira ahora a tu princesa, no es más que un hombre a medias —aquellas palabras calaron profundo al mayor de los hermanos, Tora tenía razón, eso era.

 

—Tienes razón —respondió alejando al pelinegro —, miraba a Yuu de esa manera, porque logró enamorarme de la noche a la mañana —confesó sorprendiendo a ambos hermanos —y eso no ha cambiado —sonrió al ver la mirada molesta del otro, con una patada se lo quitó de encima y se puso de pie para ver el estado de Aoi quien miraba todo con lágrimas escurriéndole por todo el rostro.

 

Sin embargo, segundos después fue lanzado por el más alto haciendo que cayera de cara al piso alfombrado de la habitación, recibió varias patadas de parte del pelinegro mientras Yuu le gritaba que lo dejara en paz, que él no tenía que ver con nada, que pronto regresarían a Mie y todo aquello quedaría olvidado, pero Tora no tenía cabeza más que para acabar con Akira. Sonrió perverso al ver la katana que había lanzado al piso con anterioridad, con agilidad corrió hacia ella tomándola con furia entre sus manos, caminó de vuelta al castaño quien trataba de recuperarse de los recientes golpes. Aoi jadeó horrorizado al ver las intenciones de su hermano. Se levantó como pudo de la cama sin saber cómo detener al más alto, sabía que no contaba con la fuerza necesaria para hacerle frente.

 

Los ojos de Tora estaban enrojecidos de cólera, estaba decidido a matar a aquel príncipe y nada más importaba, tenía que dejarle claro a Akira y a su hermano que él era su dueño, que solo él tenía poder sobre Aoi, que era suyo y de nadie más, con odio se abalanzó hacia el príncipe que miraba sorprendido el ataque del otro, sin embargo, la katana nunca llego a tocarlo, pues esta cayó de sus manos sobre el piso, sangre escurrió de su boca y el dolor lo invadió llenándolo de miedo. Con las pocas fuerzas que le quedaban volteó a sus espaldas, allí, con lágrimas en los ojos y la mirada resentida su hermano lo miraba atónito. Yuu había tomado una daga que, guardada en su equipaje, entregada por su padre para su protección.

 

—¿Cómo pudiste? —preguntó en un susurro pausado el más alto mientras caía de rodillas sobre el suelo.

 

—Ya no podía más hermano, no podía dejar que mataras a alguien inocente por mi culpa —contestó sollozando haciéndose para atrás, arrepentido de cierta forma por aquello que acaba con la vida de su mellizo —pero no podía dejar que siguieras pisoteándome y usándome, necesitaba recuperar mi orgullo —explicó tratando de serenarse —quiero ser libre de nuevo —se dejó caer frente a su hermano, posó su mano sobre su mejilla herida, Tora lo miraba con los ojos desorbitados sintiendo como poco a poco la vida lo abandonaba.

 

Tora murió sobre los brazos de su hermano mayor cumpliendo con la profecía del Oráculo sagrado de Mie…

 

 

“Ambos varones pelearán a muerte uno por odio y poder, el otro por orgullo y liberación.”

 

 

Aoi recostó el cuerpo de su hermano sobre el piso, lloró con pesar por lo que había hecho, cómo se presentaría ante sus padres con aquel atroz pecado sobre sus manos manchadas de sangre, se sentía la peor persona del mundo.

 

Akira se acercó a él tendiéndole la bata de su pijama que estaba tirada a lado de su cama.

 

—No has hecho nada malo Yuu —las palabras del príncipe lo sacaron de su letargo, tomó la bata y se vistió con vergüenza queriendo desaparecer en aquel momento —, tus padres sufrieron mucho cuando les conté sobre ti y Tora —hizo saber a Yuu —pero estaban conscientes que su muerte podría ser una de las consecuencias de sus actos, tú no tienes culpa de nada —lo tomó entre sus brazos y dio palmadas de consuelo sobre su espalda. Sabía que se sentía mal, matar a alguien era horrible, matar a alguien de tu propia familia de seguro era algo muchísimo peor.

 

—¿Qué va a pasar ahora? —susurró la pregunta volteando su rostro para quedar de frente al otro, lo miró con suplica, como deseando que Akira le diera la solución de su vida.

 

—Yuu —le llamó tomándolo de las mejillas haciendo que lo mirara — sé que has sufrido, tus padres lo saben, mis hermanos —decía mientras secaba las lágrimas con sus pulgares —. Aunque tu espíritu es inquebrantable, las humillaciones que te han hecho pasar, no debieron ser experimentadas por nadie —aclaró dándole ánimos —, no tuviste la culpa de ser el mayor y nacer enfermo, y mucho menos tuviste la culpa de esto. Tora hizo mal en lastimarte de tal manera, tus padres hicieron mal al obligarte a vivir una vida que no te correspondía, pero a diferencia de tu hermano ellos lo hicieron por amor, ten eso en mente —pidió tomándolo por los hombros —. Hay gente que te ama y aprecia, gente que estará feliz de verte por fin librado de todo lo malo que viviste.

 

—Sólo mis padres —susurró —, en cuanto la gente de Mie se entere de lo que ha pasado querrán mi cabeza y…

 

—No solo ellos Yuu —lo interrumpió, quería dejarle claro aquello —, mis hermanos también te aprecian, ellos fueron los que me suplicaron te ayudara —confesaba, el pelinegro sintió una calidez en el pecho —, y obviamente yo —susurró —, yo te estimo mucho Yuu —apretó el agarre sobre sus hombros, éste sintió su corazón acelerarse y la cara arder —, yo te quiero — confesó y se acercó a él para tomar sus labios entre los suyos, Aoi gimió sorprendido tratando de alejarse, pero Akira no se lo permitió, lo abrazó con fuerzas e intensificó el beso, quería transmitirle con éste lo mucho que lo quería, que no le importaba su pasado, ni su presente —como hombre —que él haría todo por tenerlo a su lado para siempre.




*/*/*

 



El cuerpo del príncipe fue trasladado a Mie en secreto, Aoi tenía miedo de llegar al palacio y enfrentar por el crimen que había cometido. Sin embargo, contrario a sus pensamientos, sus padres lo recibieron con besos entre lágrimas y perdones.

 

Ellos entendían que gran parte de culpa la tenían ellos al haberlo criado como una mujer, al no estar al tanto de sus hijos.

 

Yuu lloró amargamente, pero sintiéndose libre por primera vez en muchos años.

 

—Gracias —miró a Akira que estaba sentado a su lado —si no fuera por ti y tu familia yo seguiría sufriendo —sonrió melancólica ante el recuerdo doloroso de su hermano.

—Me habría gustado que pudieras tomar tu verdadera posición —Akira estaba triste de cierta forma pues Yuu tenía que seguir viviendo como Aoi. El asesinato de su hermano se presentó ante su pueblo como consecuencia de la traición de éste al príncipe Akira y su nación.

 

—No me importa seguir siendo una princesa —susurró mirando al cielo —porque por fin soy libre —sonrió con verdadera alegría.

 

—Me harías muy feliz si aceptaras entonces ser mi princesa —la propuesta de Akira tomó desprevenido al pelinegro.

 

—Soy un hombre Akira.

 

—Hay muchas concubinas que nos pueden dar herederos, y tus padres estarían encantados de emparentar conmigo después de todo el problema con Tora —sonrió sorprendiendo aún más a Yuu.

 

—Te amo —casi gritó con una sonrisa enorme mientras se lanzaba al cuello del castaño, abrazándolo.

 

—También te amo —sonrió besando sus carnosos labios.

 

Notas finales:

Gracias por leer 

Espero les gusten nuestras historias y su amor por la pareja crezca. 

 

Sayo~

 

 

Kira... 


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