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Idiota Americano por yo-soy-la-justicia

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Notas del capitulo:

Marvel ni sus personajes me pertenecen. 

Basado en el álbum "American Idiot" de Green Day,

«Soy el hijo de la rabia y el amor; el Jesús de los suburbios, de la biblia de ninguno de los de arriba»

La primeras palabras de Anthony Stark fueron Vete a la mierda. Ahora apenas habla si no es para maldecir. Su madre había perdido las esperanzas con él desde hace años, pero sigue intentando hacer que recapacite.
Su primer cigarrillo lo fumó a los doce, su primer porro a los trece. Probó la cocaína a los quince, pero ahora prefiere la heroína.
Escucha unos pasos detrás suyo y los ignora. La repetición de un capítulo aleatorio de los simpsons es más interesante que todo lo que tiene su madre para decir.
La escucha suspirar y se siente un poco mal por un momento, pero sigue sin voltear.

—¿Cariño? Iré a la casa de Brad, ¿Está bien? Dejé la cena en el horno—él sigue sin contestar—Termina tu tarea. Volveré pronto. Te quiero.
Conoce bien ese silencio. Sabe que está decepcionada, por eso no contesta. Él aprieta el control entre las manos y se debate si levantarse o sólo dejar que el tiempo pase. Está demasiado cansado como para moverse del sillón, esa mañana se había metido en problemas y había golpeado a Clint Barton en la cara, rompiéndole la nariz. Daba igual, aún le debía veinte dólares.

No entendía por qué su mamá aún seguía en la sala. Voltea la cabeza sólo para verla agachar la vista y encogerse de hombros, antes de soltar una exhalación temblorosa y sujetar sus llaves.

—¿Qué?

—¿Tomaste tus pastillas?— la pregunta sobra. El ritalin le producía un efecto similar al de la morfina, sólo que mucho más leve. Él alza un pulgar, ella sigue sin abandonar la sala, como esperando alguna frase.

La esperaba, porque estaba perdiendo a su único hijo. Entonces se da cuenta de que él no volvería a contestar. Sonríe con amargura y se pierde detrás de la puerta.
Anthony se muerde el labio inferior y se levanta, hay una cajetilla de cigarros esperándolo debajo de su cama.

Él suelta una amarga risa cuando se da cuenta de que la cajetilla ya no está. Tal vez su madre la había descubierto, o Brad, no le importaba.

Genial, ahora necesitaba más dinero.

No podía trabajar porque le daba pereza (Para qué negarlo) y estaba a tan sólo unas semanas de la graduación. Él está consciente de que no tiene futuro y que intentar estar en una universidad sería una total pérdida de tiempo.

Decide ser libre, morir joven, vivir rápido.

Toma su chaqueta de cuero de su ropero; un par de dólares que consiguió luego de haber vendido su último lote de marihuana y las llaves de su motocicleta. Antes de marcharse acomoda sus sábanas como si él estuviera recostado en su cama y pega una nota en la puerta. No me molesten. Ya cené.

Espera a que James esté en su casa a esas horas. Toca la puerta, él lo recibe con una sonrisa ladina y un corto beso en los labios. La barba de Bucky le hace cosquillas y Tony se pregunta cuándo fue la última vez que pasaron el tiempo juntos, sólo charlando sin necesidad de besarse o beber alcohol. No puede recordar y se siente enfermo. Pero sonríe cuando él lo toma de la mano y lo arrastra hacia su motocicleta.

Van a una fiesta en la casa del final de la calle, esa casa no tiene dueño específico pero su grupo (un montón de drogadictos, básicamente) suele reunirse ahí. La gente los mira cuando entran, Anthony sonríe confiado, las chicas susurran y les lanzan miradas coquetas. Bucky lo lleva hasta al baño y le pasa unas bolsitas, Anthony lo besa una vez más antes de lanzarse al campo de batalla.

Él lo deja solo y le guiña un ojo antes de ver cómo su novio se marcha con una chica de escote exagerado. Suspira con pesar porque es lo que le tocó aguantar y está bien con eso, no se queja mucho.

Sus clientes lo esperan con la ansiedad habitual y él incrementa unos cuantos dólares más el precio a las personas que les cae mal. La gente lo alaba y él no sabe por qué, si lo único que ha hecho con su vida fue hacer que la cocaína fuera dos dólares más accesible para sus conocidos. Todos parecían contentos con ello, lo invitaban a salir y hasta le pagaban cervezas cuando él quería. Lo llamaban "El Jesús de los suburbios". Le daba gracia, así podría suicidarse a los treinta y tres y que resulte poético. (Él hubiera preferido que lo apodaran como "El Kurt Cobain de los suburbios" así se podría matar seis años antes, pero lástimosamente no era así).

Voltea y ve a Bucky muy cerca de la muchacha pelirroja. Se siente más enfermo que antes y tiene ganas de vomitar. James no es el amor de su vida pero aunque sea hacía la suya un poco menos patética, aunque ahora ya no sabe bien por qué sigue con esa farsa. Sabe que tienen una relación abierta pero después de un par de meses, se dio cuenta de que eso no es para él. Aprieta los labios, deja salir un suspiro tembloroso y se vuelve hacia Sam con una mueca que intenta ser una sonrisa.

Todo está del asco, lo sabe, pero el show debe continuar.

«Y no hay nada de malo en mí, así es cómo se supone que debo ser, en una tierra de ilusiones que no cree en mí.»

Soundtrack: Jesus of suburbia; Green Day.

   

 

Notas finales:

Estoy algo oxidado escribiendo sobre esta pareja, lol. 


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