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Un San Valentín de ensueño por Paz

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Notas del capitulo: He querido dejar mi granito de arena para este día. Feliz San Valentín a todos los enamorados/as.


Un San Valentín de ensueño


Basado en Slam Dunk de Inoue Takehiko, cuyos derechos de autor le pertenecen


By Paz


1ª Parte 


Se removió en el lecho próximo a despertar, su cuerpo durante unos segundos siguió inmóvil, en la misma posición en la que se había dormido la noche anterior, luego lentamente comenzó a recuperar sus sentidos, sintiendo el tacto de la suave tela que le cubría, se giró hacia la ventana abriendo sus ojos, la vista se vió colapsada en la profunda oscuridad de su habitación, la pastosidad de su boca le dejo un sabor amargo y ácido. Chascó la lengua con un gruñido exasperado y su oído percibió el tono quejumbroso de su rezongo, respiró con fuerza como queriendo alejar de si mismo ese sentimiento que le aquejaba todas las mañanas al despertar y al hacerlo a su olfato le llegó el aroma pesado de semen y transpiración que llenaba el cerrado ambiente en el que estaba haciéndole saber que una vez más había tenido un sueño húmedo.


Con desgana se levantó arrastrando los pies hacia el aseo, tras descargar si vejiga se metió bajo la ducha, el chorro de agua fría le despejó en segundos, hizo algunas gárgaras con el agua para aclarar el mal sabor de su boca. Cuando terminó su aseo se acercó al lavabo mientras se enrollaba una toalla a la cintura.


Miró desconcertado la imagen que le devolvía el espejo, preguntándose si aquel rostro era realmente el suyo, llevaba varias semanas sin afeitarse, sus mejillas hundidas quedaban ocultas tras esa mata de vello, sus cabellos excesivamente largos caían en greñas húmedas y desiguales, por el corte de pelo que solía hacerse a si mismo, de estar secas aparecerían desaliñadas, sus ojos irritados por la falta de sueño le miraban como si se tratara de un desconocido.


Llevado por un impulso, tomó una tijera y comenzó a cortárselo para dejárselo más corto. También con la tijera acortó el vello que le cubría la cara para luego hacer uso de la maquinilla eléctrica de afeitar, despejando por completo su rostro de aquella pelambrera.


Cuando volvió a observarse el espejo le devolvió una imagen renovada, pensó que ese cambio si bien favorecía su aspecto exterior, que había mejorado notablemente no podía cambiar su forma de sentir, él seguía sintiendo el mismo de siempre: Un hombre joven derrotado por las circunstancias de su vida, cansado de luchar.


Entrecerró los ojos y tuvo un fugaz recuerdo hacia su vida pasada, sacude la cabeza queriendo apartar los recuerdos de su mente, no desea volver otra vez sobre lo mismo porque los recuerdos le hacen daño.


Se apresuró a salir del aseo. Se dirigió hacia su ropero para sacar la ropa que se pondría esa mañana, no tenía que pensarlo demasiado, su conjunto deportivo, unos pantalones negros con una tirilla roja a los costados, que cae desde la cintura al borde del tobillo y la chaqueta de color rojo y negro, espalda y delantero negros y las mangas rojas, atrás en la espalda esta escrito el nombre de la escuela elemental donde imparte clases de educación física. Se calzó sus zapatillas deportivas.


Sin prestar atención a su aspecto, sale del dormitorio dirigiéndose a la cocina, durante los siguientes minutos se prepara un abundante desayuno, que come con voracidad.


Antes de salir de la cocina, toma un vaso con agua, del bolsillo de su bolso de mano saca su ración de cápsulas y las toma metódicamente una tras otras con pequeños sorbos de agua, luego cumplido con esa tarea recoge su bolso y sale de su casa.


Sus pasos son pausados, es todavía pronto y su tren aún tardara en llegar. Como le es habitual llega con tiempo suficiente, se deja caer sentado en uno de los asientos del andén, entrecierra los ojos y dormita mientras espera, sabe que por muy cansado que se sienta no se dormirá por completo.


De pronto, una voz sorprendida le aparta de su incipiente descanso.


-¡¡¡Sakuragi!!! ¡¡¡Eres tú!!!? –tenía un tono como de incredulidad.


La voz se le hacia vagamente familiar, así que abrió los ojos viendo ante él a una joven mujer llevando en brazos a un niño, a pesar de los años transcurridos desde la última vez que la vió la reconoció.

Se levantó presto para saludarla.


-Apenas te vi no podía creérmelo. Cuándo regresaste? –se interesó.


-Nunca me fui. –reconoció, hasta él habían llegado los rumores acerca de su presunta ausencia.


-Pero…, pero… oímos decir que estabas en América, que tenías allí unos parientes.


-Siempre he estado aquí –repitió- disculpa, ahí llega mi tren. Adiós –se apresuró a despedirse y mezclarse entre la multitud.


Ayako demasiado sorprendida por la brusquedad de su despedida se quedo quieta, de pronto a través del cristal, vió que la miraba y en sus ojos encontró tristeza y dolor y al pensar en ese inesperado encuentro, se dio cuenta del profundo cambio que se había operado en el joven, esa tarde cuando volvió a casa se lo comentó a Ryota, quien sorprendido se hizo propósito de ir a verle a su casa, ya que seguramente que seguía viviendo en el mismo sitio.
 


Recuerdo de Hanamichi


No quería volver a sentir el dolor de antaño, ahora atenuado por el transcurso del tiempo y aunque deseaba negarse a recordar el pasado volvió a él como una ráfaga de aire nauseabundo adhiriéndose a su mente llevándole al principio del fin.


Hubo un tiempo que estuvo convencido que podía conseguir todo lo que se propusiera, al principio fue así, y aunque empezó tarde a jugar al basquetball, con tesón consiguió estar entre los mejores.


Tras la lesión sufrida durante el partido contra el Sannoh solo piensa en su pronta recuperación. Sin embargo, pasan los meses y ve alejarse su sueño de ser mejor basquetbolista que Rukawa.


Esta aún en una cama de hospital cuando se entera que tras su paso por la selección juvenil de Japón, Rukawa es elegido por un ojeador americano que le propone jugar para los Boston Celtics, su sueño de jugar para la NBA comienza con buen pie, convirtiendo en uno de sus mejores jugadores con el paso de los meses, en cambio, él continua con una dura rehabilitación siguiendo a través de los periódicos o de las noticias televisadas el rápido ascenso de Rukawa. Su ánimo decae comenzando su deterioro físico, infecciones inesperadas que le debilitan física y mentalmente. Amigos y compañeros le visitan a menudo para animarle, a veces lo consiguen otras no, el profesor Anzai le visita todas las semanas.


Siente que es el ambiente en ese lugar lo que más le afecta y le pide que por favor le saque de allí. Su querido gordito le comprende y con una sonrisa bonachona le hace saber que hablará con su médico.


A regañadientes, una semana después le dejan marchar. Él siente que su lesión en la espalda esta recuperada por completo, y apenas se ve fuera de los limites del hospital, sus mejillas recuperaran el color, su animo se eleva y sus risas se dejan oír con plenitud. Emplea esos meses de verano para recuperar el tiempo perdido en sus estudios y alcanzar no sin esfuerzo el mismo grado que el resto de sus compañeros, al mismo tiempo que despacio comienza a entrenarse para recuperar su buena forma física, corre por la playa todas las mañanas durante dos horas, luego hace un desayuno fuerte y se dirige al centro donde le ayudan con sus estudios, un lugar recomendado por el profesor Anzai y donde la amabilidad de la gente le conmueve. Por la tarde, tras la comida, reposa una media hora y hace sus deberes escolares como si de un crío se tratara, se aplica con el mismo tesón que siempre ha tenido, cuando llega el atardecer, ya esta listo para salir con el balón yendo a una cancha cercana a su casa para practicar sus tiros y dribleos. Es su deseo encontrarse preparado cuando se reincorpore a su equipo en Shohoku.


Una mañana acude a una visita rutinaria con su médico, se baja del autobús frente al hospital, al cruzar la calle siente un fuerte frenazo y apenas si tiene tiempo de reaccionar, un coche que circula a excesiva velocidad, se salta el semáforo y viene hacia él. Tiene la sensación de estar moviéndose a cámara lenta, siente un golpe en el costado y la violencia del mismo le arroja contra el asfalto algunos metros más allá del impacto. Sólo que él no lo sabe.


Cuando vuelve en si se encuentra en una cama de hospital, y es entonces cuando se entera de sus lesiones, un traumatismo craneoencefálico que le mantuvo en coma durante dos semanas, hemorragias internas debido a la rotura del bazo y su posterior extirpación, tres costillas rotas, una de ellas le perforó un pulmón.


Estuvo ingresado durante seis meses y desde entonces su vida cambio.


El accidente le reventó el bazo. Afortunadamente los médicos que le atendieron en urgencias le operaron de inmediato apenas vieron los síntomas que presentaba, porque una perdida grande de sangre es mortal. Sin esa operación hubiera entrado en shock y podía haber fallecido, en eso se siente agradecido a los médicos, por su rapidez en actuar, por otro siente que ha perdido demasiadas cosas, tal vez hubiera sido preferible morir.


Antes apenas si sabía de ese órgano y menos aún que utilidad tenía. Ahora esta enterado. Tristemente enterado. Es un órgano esencial para el mantenimiento de las defensas inmunológicas de su cuerpo. Desde hace cinco años vive pendiente de infecciones, antibióticos y vacunas. Se ha vuelto muy sensible a las infecciones, sobre todo meningocócicas, también puede padecer una septicemia, o una neuropatía, o sufrir una meningitis como consecuencia de una peritonitis infecciosa, eso sin contar las enfermedades que le pueden atacar como las infecciones virales, o las parasitarias o las bacterianas o enfermedades hepáticas como cirrosis o fibrosis quística, o anemias hemolíticas y poniéndose en lo peor distintas formas de cáncer, como leucemia, linfoma o la enfermedad de Hodgkin, esa es su vida ahora, siempre pendiente ante la menor infección, yendo al médico continuamente debido a su mayor predisposición a las infecciones tiene que tomar antibióticos.


Sabe que apenas le extirparon el bazo fue vacunado contra los pneumococus y las haemophilus como primera medida preventiva.


Su vida ha dado un giro de ciento ochenta grados, ya no es el mismo chico optimista que cuando tenía quince años y descubría el basquetball, todo eso ha quedado atrás, sus sueños y sus anhelos.


Ha superado sus nuevas limitaciones, trabaja y lleva una vida tranquila. Por propia voluntad ha perdido el contacto con sus antiguos compañeros. Vive amargado por dos razones, por la perdida de sus ilusiones hacia el basquetball y por su falta de valor para afrontar sus sentimientos hacia cierto kitsune.


Las adversidades han quebrado su voluntad y como el cauce de un  río que va en una sola dirección, ahora así él se deja llevar.


Fin recuerdo de Hanamichi

Los altavoces anunciando su estación, le devuelven al presente. Parpadea como si despertara de un sueño y mira a su alrededor con cierto reparo, como queriendo cerciorarse que nadie se fija en él, algo imposible de conseguir, porque les saca a todos más de una cabeza.


Como un autómata se mueve en dirección a las puertas y espera delante de ellas para que se abran, tras él una abigarrada multitud se siente impaciente, pero la poca amistosa expresión del joven les mantiene apartados de él, como temerosos de rozarle.


Hanamichi es el primero en descender, tras él apresuradamente comienzan a salir  los demás pasajeros adelantándole en sus pasos hacia la salida. Él va tranquilo ya que el colegio donde imparte sus clases esta ubicado a menos de cinco minutos de la estación.


Algunos minutos después esta cruzando los limites del colegio dirigiéndose hacia la sala de profesores y encontrándola vacía.


Al acercarse a su mesa de trabajo, llama su atención una pequeña montaña de paquetes y tarjetas, al principio entrecerró los ojos con expresión desconcertada, luego su mirada como si fuera atraída por un imán se dirige al calendario que cuelga de una de las paredes, al fijarse en la fecha comprende que sus muchas admiradoras le habían dejado tarjetas y chocolates. Se inclinó junto a su mesa y recogiendo del suelo la papelera la acerca a la mesa, su mano barrió con todo tirándolo en ella. Los dulces estaban desterrados de su dieta y las tarjetas habían dejado de interesarle, una mueca despectiva asomó en sus labios mientras se sentaba un instante junto a su mesa, rebuscó entre los papeles hasta encontrar la lista que buscaba, le echó una rápida ojeada antes de levantarse para dirigirse hacia el gimnasio. Esa mañana comenzaba sus clases con los de tercero, esperaba no tener excesivo trabajo con ellos, aunque por lo general chicos y chicas se mostraban respetuosos con él.


Apenas había dado unos pasos fuera de la habitación, escuchó pasos y una voz llamándole.


-Sakuragi-sama….


Se volvió con mirada interrogante. Reconoció en la mujer a la secretaria del director.


-Tiene una visita.


-Una visita? –repitió sin poder ocultar su sorpresa- Seguro que quiere verme a mí? –preguntó, que él supiera nadie sabia que trabajaba allí y las madres de sus alumnos no solían anunciarse.


-Es un señor, me pidió que no le dijera su nombre, le he dejado en la sala de reuniones.


-Puede avisar a mi clase que me demorare. –Extrañado por tal petición estuvo tentado en negarse, su curiosidad pudo más e hizo tal petición, ante su gesto de asentimiento añadió- Gracias.


Hanamichi se dirige pausado hacia donde se encuentra su visitante, preguntándose quien podía ser, la respuesta a su muda pregunta no tardo en ser contestada.


Apenas entra en la sala, ve asomado junto a la ventana, una pequeña y rechoncha figura.


-¡¡Entrenador Anzai…!! -exclama sin poder ocultar la emoción que sintió al verle allí.


Al sonido de su voz, el hombrecillo se volvió y salió a su encuentro.


-Sakuragi… es un placer volver a verte. –fue a su lado con una agradable sonrisa, nada en su rostro mostró el pesar que sintió al ver el aspecto que presentaba el joven, preguntándose que había motivado aquella larga desaparición, estaba enterado de su accidente, sin embargo no creía posible que ese fuera el motivo. Y supo que tenía que saber los motivos que habían impulsado a Sakuragi a romper con todos, aunque él no se dio por vencido e hizo que le buscaran, hasta enterarse que nunca se fue de Kanagawa, aunque si que vendió su piso y se trasladó a otra barriada lejos de amigos y conocidos.


Hanamichi aún perplejo ante la sorprendente visita le hace un gesto para que tome asiento. Mientras piensa que Ayako se ha dado mucha prisa en comunicar con su antiguo entrenador, enseguida comprende que ella no podía saber donde trabajaba.


-Cómo sabía donde encontrarme? –preguntó sin ocultar su interés.


-Hohohoho... –rió bonachón.


Su risa le transportó en segundos a aquellos maravillosos días de su adolescencia y nuevamente el dolor asomó en sus ojos.


-Sakuragi, por qué? –preguntó serio.


No hubo necesidad de más palabras, sabía a que se refería. Bajo la cabeza unos instantes, como si estuviera meditando su respuesta, sin embargo, no tenía una para darle, ni siquiera él había tenido valor para cuestionarse el porque de su actitud.


-No se... –respondió bajo.


No le presionó, supo que lo que fuera tenía que terminar, en una ocasión Sakuragi le pidió encarecidamente que le sacara del hospital y el supo que tenía que hacerlo, ahora también estaba en su mano apartarle de esa depresión porque sentía que ahí estaba la cuestión de su actitud. Tenía que darle un motivo para luchar para alejar de él esa expresión de derrota.


-No me has preguntado que hago aquí? –preguntó suavemente.


-Supuse que me lo diría igual... –murmuró mirándole de frente.


-He hablado un rato con la directora y me ha comentado que eres un buen profesor. Esta muy contenta contigo y sentiría perder tus servicios.


-Por qué habría de perderme...? –miró sorprendido al profesor Anzai al oírle expresarse en esos términos- no tengo intención de irme.


-Creí que te gustaría hacer algo por el equipo de Shohoku –dijo suavemente.


-Yo no puedo... –pensó en su deteriorada salud, su cuerpo no respondía a ningún tipo de esfuerzo, había perdido la vitalidad que le caracterizaba- Qué le pasa al equipo? –preguntó no queriendo parecer indiferente.


-Esta últimas temporadas no han sido buenas, tenemos buenos jugadores, pero nos falta buenos entrenadores...


-Usted es el mejor entrenador que tienen.


-Hohohoho... –rió con una sonrisa agradecida- Me estoy haciendo viejo y el tiempo no perdona. Volví a sufrir un infarto.


-Lo lamento... –un sentimiento de pesar pasó por su rostro, sentía un profundo respeto hacia él y realmente sentía perderle, para él representaba como el padre que había perdido y no estaba preparado para otra perdida, ya hubo demasiadas en su vida, madre siendo apenas un crío, su padre al alcanzar la adolescencia, sin olvidar la perdida de sus ilusiones, de la persona que amaba, aunque lo supo demasiado tarde y también no podía menos que reconocer que él mismo había provocado la perdida de sus amigos, con los que había roto cualquier tipo de relación.


-Ahora estoy mejor, pero mi médico me ha prohibido emociones fuertes y me pidió que me retirara, sin embargo no deseo hacerlo sin saber que dejo el equipo en las mejores manos.


-No puede haber pensado en mi...  –titubeó- bien sabe que juegue mi último partido cuando me lesioné la espalda jugando contra el Sannoh... –había tristeza en sus palabras, los recuerdos seguían haciéndole daño.


-Lo se... pensé que te gustaría volver, no como jugador, sino como ayudante de entrenador, no tendrías que esforzarte. –se apresuró a añadir.


Hanamichi le mira con reverente temor ante la irresistible oferta de trabajo, siente que no puede rechazarla.


-¡¡¡Ser ayudante del entrenador del equipo de Shohoku!!! –repite abriendo mucho sus ojos, mirando con incredulidad a su antiguo entrenador. Esta tentado en aceptar sin pensarlo más, sin embargo, la razón se impone y recupera la ecuanimidad- No puedo aceptar.


Anzai ha visto en sus ojos el entusiasmo que ha sentido e insiste.


-Creo que no has pensado en lo que te estoy ofreciendo, Sakuragi. Tu trabajo será sencillo, no tienes que jugar si no lo deseas, -vió el brillo que volvió a asomar en sus ojos- No es eso lo que te estoy pidiendo. Se que aunque lo has dejado todo, lo que se aprende no se olvida fácilmente y tú fuiste mi mejor inversión.


-Le fallé...


-No, no lo hiciste, aunque si así lo crees no soy nadie para impedirte pensarlo. –Una sonrisa socarrona asomó en sus labios-  Si crees que me lo debes acepta mi oferta.


-Es un viejo zorro... –y al instante de decirlo se arrepintió porque una imagen apareció en su mente. La de un chico de pálidas mejillas, cabellos revueltos, negros como la noche y unos ojos azules de fría mirada, se apresuró a apartarla de si. Mira su reloj dándose cuenta que su primera clase esta a punto de terminar, no puede creer que el tiempo haya pasado tan rápido.


-Disculpa por entretenerte tanto –comprende enseguida su mirada al reloj- Tienes correo electrónico?


Hanamichi se lo dio sin pensar.  Algunos minutos después se despedía del profesor Anzai, este le comentó que posiblemente ese mismo día le enviaría un correo. Antes que Sakuragi pudiera preguntar porque ya se había alejado quedando fuera del alcance de su voz.


Aunque había faltado a su primera clase la directora no se lo echó en cara, es más le recibió en su despacho con una amable sonrisa. Cuando se cansó de escuchar su charla insustancial, se disculpó porque se acercaba la hora de su segunda clase y tenía que ocuparse de sacar los complementos para llevar a cabo los diversos ejercicios.


-Vaya tranquilo... estoy segura que la decisión que tome será lo mejor para usted –murmuró antes de que saliera del despacho- Por cierto, me gusta tu nuevo aspecto, más de una profesora me ha comentado lo guapo que eres y el poco partido que sacas de ti mismo.


Sakuragi se volvió sorprendido apenas recuperado de la sorprendente declaración, tras la mesa de trabajo la directora había puesto toda su atención a los expedientes que tenía delante, como si él ya no estuviera presente.


Cuando la puerta se cerró tras el joven, levantó la mirada y una suave sonrisa distendió sus labios. Sakuragi no podía saber que ella estaba emparentada con su visitante y que es ella quien le tiene al tanto de las actividades que lleva a cabo en su colegio el pelirrojo y también quien le dio su dirección porque Anzai Mitsuyoshi es su hermano mayor. Sakuragi no puede saberlo porque, aunque esta viuda, sigue llevando su nombre de casada.


El resto de la mañana y la tarde transcurrió como muchas otras, la algarabía que existía entre adolescentes no le alcanzaba, para él todos los días eran iguales, por ello apenas llegó a su casa, rendido por la jornada laboral, tras echar una breve ojeada a su correo, se tumbó en su cama e intento reposar unos momentos antes de pensar en preparar su cena.


Y aunque todavía no lo sabía como si esa nueva ilusión no fuera suficiente esa misma noche va a recibir su primera carta de amor.


~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~


-Estas seguro de lo que haces? –preguntó un chico de ojos verdes y cabellos rubios dirigiéndose a su compañero de piso. Estaba seguro que aún con el carácter que tenía iba a echarle de menos.


-Ummhh.... –respondió el chico que tumbado en la cama, permanecía con los brazos cruzados por delante de su rostro.


Eric Strindberg había llegado a formar parte del equipo de basquetball al mismo tiempo que Rukawa, como los dos eran extranjeros les asignaron un mismo apartamento y desde aquel día han compartido muchas cosas, aunque pensándolo bien, si bien su compañero fue más bien callado y poco amistoso durante el primer año, luego todo cambió.


-Te echaré de menos –insistió ante su silencio- Kaede... di algo. –sabía lo mucho que le molestaba que le llamara por su nombre.


Sabía que estaba provocándole para hablar. Le ignoro y dándose la vuelta miró para el lado contrario donde estaba sentado Eric.


Más el sueco no se dio por enterado y se levantándose se ubicó delante suyo.


Se sentó sobre sus tobillos al tiempo que llevó su mano hacia sus cabellos con intención de apartarlos de su cara, su mirada azul se posó imperturbable en el rostro de su compañero de equipo, rectificó mentalmente excompañero.


-Estas seguro? –insistió una vez más.


-Si.


-Seguro... seguro? –se hacia pesado con su insistencia. Ante su falta de respuesta siguió diciéndole- Te vas a arrepentir, no puedes vivir sin el basquetball... solo a ti se le puede ocurrir dejarlo cuando has conseguido llegar tan alto.


Rukawa le miró en silencio, enseguida se levantó y fue hacia su equipaje. Sacó el llavero que como un talismán llevaba consigo a todas partes, desprendió la llave del apartamento dejándola sobre la cómoda.


Un claxon se dejo oír.


-Ahí esta mi taxi –dijo inclinándose para recoger sus maletas.


-Te ayudaré....-dijo Eric resignado- Me escribirás?


-Lo intentaré...


-Suerte, amigo.... –le dio un fuerte abrazo antes que subiera al taxi.


-He dejado un paquete para ti... –dijo cuando ya estaba sentado en el interior del taxi y bajo la ventanilla para decírselo- Disfrútalo. –miró hacia delante e indicó donde deseaba irme.


Eric levantó el brazo en alto, en un último saludo cuando el taxi arrancó y se apartó del bordillo.


Rukawa miró hacia atrás y le vió correr hacia el interior del apartamento. Le hubiera gustado ver la expresión de su rostro cuando abriera su regalo. Sabía que aquella sería la última vez que le viera.


Dos horas después tomaba el avión que le llevaba a casa.


Tras acomodarse en su asiento. Echo una rápida ojeada a su alrededor, junto a él viajaban algunos hombres de negocios, trajeados y con sus maletines donde con toda seguridad guardaban sus laptop. Ese detalle le hizo recordar que tenía que escribir un correo a una persona muy querida para él, por eso dejo en el asiento vacío a su lado su portátil.
Cerró los ojos y se quedo dormido.


Tenía dieciocho cuando fue fichado por los Chicago Bulls, durante su primer partido sorprendió a todos por la combinación de un espectacular físico con unas cualidades técnicas espectaculares. Un alero, tremendamente coordinado, con un excelente manejo del balón, una suspensión sencillamente espectacular, con una técnica perfecta y rápida. Además también sorprendió por su gran conocimiento del juego y una visión del mismo brillante y por la gran confianza que poseía de si mismo.  Siempre fue un jugador capaz de sacar ventajas de sus rivales, a los que consideraba débiles en comparación con sus compatriotas. Gracias a su juego era un penetrador sensacional con algunos movimientos muy buenos. Si, además, todo eso les mostró que en defensa no tiene rival y que es un gran jugador, los Chicago Bulls se encontraron con el jugador perfecto, capaz de entender el juego como un base, lanzar como un escolta, penetrar con la potencia de un alero.


Estaba en plena forma, y pronto se adaptó al baloncesto de primer nivel, siendo con el tiempo uno de los jugadores decisivos de su equipo y al que en años sucesivos fue nombrado mejor jugador del año.


Su vida profesional no tenía parangón, sin embargo no podía decirse lo mismo de su cerrada personalidad fuera de la duela.


Lo supo apenas se vió dentro del avión rumbo a su nuevo destino, un dolor en su corazón que le hizo saber que dejaba atrás una parte muy importante de si mismo, más nada podía hacer para remediarlo, así que desde entonces vivió con ese dolor, el saber que amaba a un chico y que nunca sería correspondido. No buscó amores vanos, eso no iba con él, su corazón solo pertenecía a “él”. Nunca se permitió llamarle de otro modo, aunque tenía un apodo que le iba como anillo al dedo, no volvió a utilizarlo, ni siquiera cuando pensaba en “él”, lo cual desde aquel día lo hacia demasiado a menudo, “él” fue como el motor que regía su vida, todo lo que hacía era pensando en “él” dispuesto a conseguir que su marcha de Japón tuviera un sentido, ya no pensaba en la gloria de ser el mejor, solo ansiaba concluir con su contrato y poder regresar, muchas veces su imagen estaba en su mente, le veía sonriente, peleador, alborotador, recordaba la primera vez que le vió, tuvo una extraña sensación, como si su alma reconociera la suya, como si estuvieran predestinadas a conocerse, más todo se desvaneció cuando “él” supo su nombre y sin motivo aparente comenzó su odio irracional.
Apartó sus pensamientos de “él” y volvió al motivo que había provocado su salida del equipo, el presidente de los Chicago Bulls, podía lamentar su perdida, pero le era más costoso mantener un jugador en plantilla cuando no respondía a sus expectativas.


En un partido, segundos antes de terminar, se lesionó el ligamento cruzado de una de sus piernas. “Estaba en su mejor momento, en el cenit de su carrera, pero entonces... inesperadamente llegó la lesión” pensó resignado. Era corriente entre los jugadores de basquetball sufrir, esguinces y otras lesiones comunes a ellos, sin embargo, lo suyo fue diferente.


En un principio le iba a mantener fuera de las pistas por un periodo de dos meses, pero se fue complicando. Tras una temporada y media sin jugar ni un solo minuto, bajo una lesión llevada con cierto secretismo, todo parecía indicar que su regreso a las pistas no iba a ser posible. Solo entonces decidió su salida del club y los responsables rescindieron su contrato apenas comentó su deseo de marchar.


Podía creerse que regresaba a casa derrotado, más no era así, hubo siempre una persona que siempre se mantuvo en contacto con él y fue el único que conoció desde un principio el alcance de su lesión, gracias a él, ha recibido una generosa oferta de trabajo que le ayudará a seguir en contacto con el basquetball, su otra gran pasión, porque apenas descubrió el amor que sentía por “él” todos sus pensamientos derivan hacia su persona pasando a un segundo lugar, su primera pasión.


Sabe que durante un tiempo largo se mantendrá apartado de la competición oficial, pero no va a estar inactivo, es algo que no va con su naturaleza competitiva. Nada ni nadie le impedirán volver a jugar porque con tesón conseguirá volver a plantar sus pies en la duela, mientras tanto se conforma con el trabajo que le han ofrecido.


Recuerda la última vez que habló con el entrenador Anzai cuando le preguntó si tenía inconveniente en trabajar con Sakuragi, al oírle se quedo callado debido a su sorpresiva pregunta, entonces le ha hablado de Sakuragi, poniéndole en antecedentes acerca de la situación por la que estaba atravesando el pelirrojo. Así fue como se enteró que desde que sufrió su lesión de espalda nunca más volvió a jugar al basquetball, que si no hubiera sido por la hermana del entrenador, nunca hubieran sabido de él, cuando se le dio por desaparecido de Kanagawa. Debió ser un duro trance para Sakuragi atravesar tantos infortunios en tan poco tiempo, nunca se le ocurrió pensar que “él” estuviera pasándolo mal, pero lo que le extrañaba era enterarse que había roto con todos sus amigos y que se había perdido su habitual alegría convirtiendo en un ser amargado y descorazonado, si con su regreso conseguía devolverle su espíritu batallador, iría sin dudarlo, porque por encima de cualquier otra causa, “él” era más importante.


Anzai le había asegurado que iba a poner todo de su mano para conseguir que Sakuragi no rechazara el trabajo que iba a proponerle, con un poco de suerte van a trabajar juntos, esa idea le hace feliz.


Tras despedirse del entrenador Anzai, dejo el teléfono en su horquilla, luego con expresión resuelta se sentó ante su mesa de trabajo, acercó ante él cuartillas en blanco y una pluma de tinta, tras unos minutos de contemplación, se inclinó hacia el papel y comenzó a escribir. Durante la siguiente hora se mantuvo con expresión concentrada mientras sus dedos se movían veloces sobre el papel.


Abrió los ojos y somnoliento miró hacia la ventanilla, era noche cerrada y las estrellas parecían estar al alcance de su mano. Miró su luminoso reloj, su mirada azulina no solo vió la hora sino también la fecha y una tímida sonrisa asomó en sus labios.


Con toda seguridad esa mañana había recibido su carta. Había tomado su decisión, sabía que se estaba jugando el todo por el todo, más era preferible eso a seguir manteniendo unas vanas esperanzas.


~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~


Un par de horas de sueño había conseguido que el cansancio acumulado del día desapareciera, se incorporó en el lecho y entonces su mirada se poso en la carta que había recogido, preguntándose una vez más quien le escribía, no reconocía la escritura, además quien utilizaba el correo, cuando se había puesto de moda por su rapidez el correo electrónico.


Recogió el sobre de un color sepia, como aviejado, poseía una textura rugosa, llamó su atención el sello pero por mucho que lo miró y le dio vueltas no consiguió descubrir de donde procedía, un molesto sello había borroneado la procedencia, con toda evidencia procedía del extranjero, más no conocía esa imagen y que él recordara ninguno de sus amigos y conocidos vivía fuera de Japón. Tenía unos parientes lejanos viviendo en el otro extremo del mundo, pero nunca habían mostrado el menor interés por él, así pues se consideraba liberado de parientes indeseados.


Solo había una forma de saber quien le escribía, abriéndolo.
Se levantó para buscar un  abrecartas, como si algo le dijera que esa carta iba a tener un significado importante en su vida y deseara conservarla como recuerdo, apenas rasgo el extremo superior, al extraer dos cuartillas, invadió sus fosas nasales un aroma que se le hizo vagamente familiar, llevó el papel a su nariz y aspiró, era como una mezcla de lavanda y limón.


Fijó su mirada en la primera línea, ni un saludo, ni un nombre, su lectura le atrapó inmediatamente.



Recuerdo la primera vez que te vi.

Una mañana de abril, el sol del mediodía sobre tus cabellos pelirrojos y un brillo de fuego sobre tu cabeza que me hizo sentir un golpeteo en mi pecho desconcertándome y mariposas en mi estomago.

¡¡Kamisama –pensé- que hermoso es!! Tú destruiste esa fascinación en un segundo y lo que sentí fue sustituido por otro sentimiento, tan fuerte como el primero. Tuvieron que transcurrir varios años para que supiera que mi primera impresión al conocerte fue la única que perduró a través del tiempo.

Ahora, tras los años que han transcurrido sigo pensando igual. Lo mío fue un amor a primera vista. Saber que me enamoré de un chico y no de cualquier sino de ti me impacto. Rechacé ese sentimiento, diciéndome que no podía ser real. Pero lo era.

¡Wooowww! Que fuerte sentimiento prendió en mi pecho, que emoción tan intensa metiste en mi corazón. Resistió la ausencia, el transcurso del tiempo, la nostalgia, el dolor, el deseo insatisfecho.

Añoro las horas que pasamos juntos y echo de menos nuestros tumultuosos encuentros, ¡Qué momentos aquellos!.

¡¡Kamisama, aunque parezca increíble que hermosos recuerdos tengo de ti!! Ellos me han ayudado a soportar la distancia que nos separa.

Amor, un sentimiento que floreció en mi corazón sin que fuera consciente de él, y que debería conseguir que fuera feliz, sin embargo, no es así, te siento tan lejos que mi corazón llora por ti.

Es un sentimiento que llego de improviso, sin desearlo, haciéndome saber que estaba vivo, que mi vida tenía un sentido, mucho más importante que mi propia ambición.

Demasiado joven para comprenderlo, lo aparte de mi lado, y ahora que el tiempo a pasado he reconocido que te amo, que siempre te ame, que la atracción que sentía hacia ti estaba basada en el amor, no en la antipatía o la animadversión.

Espero y deseo que mis sentimientos hacia ti sean correspondidos. Si es así te espero en el mismo lugar donde nos conocimos, estaré allí hasta las doce de la noche, si no vienes sabré que no sientes lo mismo por mi. Feliz San Valentín, Hanamichi.



















Si quieres saber quien soy sigue la pista...... que te he dejado.

Aishiteru.


Dejo caer la mano que sostenía la carta sobre su regazo, impactado, mirándola sin ver. En algún lugar alguien le amaba, pero quién? Que podía importarle, su corazón estaba frío. Hubo un tiempo que también él amó sin esperanza. Cómo podía corresponder a ese amor? Lo sentía por él, fuera quien fuera, se sentía seco, árido..., incapaz de volver a amar.

 Durante largos minutos su mente se llenó de caóticos pensamientos, de sueños irrealizados, de deseos insatisfechos, de sus primeros temores cuando el médico del hospital le explicó la situación y las consecuencias y cuidados que debía tener, ahora se preguntaba si fue precavido al presentarle un panorama tan negro o él mismo se atemorizó más de lo que debía, temores reales o irreales. Sus defensas eran mínimas y sus cuidados excesivos, seguía cuidándose y ahora se preguntaba si realmente necesitaba seguir tomando esos comprimidos. Sabía que otros órganos y principalmente el hígado estaba supliendo las funciones de su bazo extirpado, aumentando sus defensas para compensarle.

Ahora que piensa más detenidamente en ello recuerda que desde su última infección ha transcurrido un largo año. Tal vez aún le quedaba una esperanza de conseguir llevar una vida normal.


-"rutinaria y aburrida" -dijo una vocecilla dentro de su mente- "es eso lo que quieres?"


-"si... no se" -se debatió en la duda.


-"tienes que salir del cascaron en el que te has encerrado"


-"por qué?


-"no lo ves tú mismo. No eres feliz... date una oportunidad, mejor aún aprovecha esta oportunidad que te están ofreciendo"


-"tú crees? -preguntó con incertidumbre.


-"si...."


-"pero no le conozco... cómo podría?"


-"piensa..., pero no te demores, el tiempo se acaba" -susurró la vocecilla antes de alejarse definitivamente.


Sakuragi  levantó el papel que sostenía entre sus dedos y leyó: Si quieres saber quien soy sigue la pista...


Con ansiedad releyó una y otra vez las dos cuartillas, buscando esa pista.... más no encontraba nada que le diera a conocer la identidad de su misterioso comunicante. Intentó tranquilizarse y leer despacio cada línea, intentando sacar un significado más allá de lo que decían las palabras, hasta verse en esas situaciones que al parecer hubo entre él y su comunicante, casi sin pensarlo, de un modo inconsciente le fue dando un rostro a la persona que había escrito esas líneas y supo que encajaba perfectamente con esas frases. Su corazón comenzó a latir más de prisa, sin embargo no quería sufrir una decepción e intentó calmarse y sofocar ese apremio que sentía. No había nada que le confirmara sus sospechas y no quería hacerse falsas ilusiones.


De pronto lo vió, allí estaba, era tan sencillo que se preguntó como no lo vió antes, lágrimas de felicidad rodaron por sus mejillas y durante unos instantes permaneció mirando el papel con alegre incredulidad, de su abstracción le sacó un zumbido, levantó sus ojos húmedos por el silencioso llanto y se fijo que tenía un correo. Se apresuró a ir a abrirlo.


Solo había una palabra.


-Aceptas? -El gordito conciso como siempre.


-Si -Le respondió de igual forma, aceptando su oferta de empleo, lo envió sin un titubeo.


En un mismo día había alcanzado la felicidad que siempre deseó, miró su reloj y se sobresaltó al ver la hora... no iba a llegar a tiempo. Era aquel un San Valentín de ensueño, nunca se había atrevido a pensar como algo real. Salió corriendo de su casa, con la intención de tomar el tren, sin embargo, al llegar a la estación, sin aliento, comprobó que había perdido el último de la noche. Desesperado no pensó en otra cosa que en seguir corriendo, ni siquiera se detuvo al pasar junto a una parada de taxis, corrió y corrió por las vacías calles, sintiendo una opresión en el pecho, no podía perderle otra vez, no ahora que sabía que le amaba.


-¡¡Kamisama, dame fuerzas para llegar!! Permítame llegar a tiempo.... haz lo que sea para que él no se vaya... le amo y él me ama, dejamos ser felices... tengo que llegar... tengo que llegar..., no puedo perderle otra vez, no ahora que se que me ama... me ama.... me ama...


Con esas palabras en su pensamiento Hanamichi seguía corriendo, ajeno al cansancio de sus piernas, a la opresión que se formaba en su pecho, a la falta de aire en sus pulmones, a la congestión que iba alcanzándole, a la pesada sensación de agotamiento.


Solo cuando se vió ante el muro que separaba la preparatoria Shohoku, se detuvo un segundo, solo el tiempo necesario para hacer un último esfuerzo, saltar por encima del muro.

Perdió preciosos minutos en conseguirlo, alzó la mirada hacia la terraza, más allí no se veía nada.


Le sorprendió encontrar una puerta abierta, como invitándole a entrar. Las manillas de su reloj marcaban más allá de la medianoche. Desalentado avanzó unos pasos hacia la pared, recostando en ella el peso de su cuerpo cansado, luego arrastrando los pies, sin fuerza para caminar se dirigió hacia la escalera. La cabeza le zumbaba al igual que sus oídos, su corazón latía acelerado por el esfuerzo realizado, más él no parecía darse cuenta de nada, la única esperanza que le quedaba era llegar a la terraza. Esa era su meta.


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Apenas pasó la aduana y recogió su equipaje se dirigió a un teléfono público, su móvil estaba sin batería, para ponerse en contacto con el entrenador Anzai para que supiera que estaba allí, aprovechó para pedirle un favor, que le facilitara el acceso a la terraza y ahora estaba allí dando vueltas a lo largo y ancho de la misma y asomándose de vez en cuando para ver si “él” llegaba.


Cansado, como su pierna estaba molestándole se sentó un rato con ella estirada y con la mirada fija en la puerta. 

Levantó el cuello del abrigo para impedir que el frío le alcanzara y metió las manos bajo los brazos para darles calor. La quietud era aún peor, el frío se colaba hasta sus doloridos huesos.


Cada tanto miraba el reloj, los minutos se le hacían larguísimos y en contraste, al mismo tiempo tenía la sensación que parecía no transcurrir.


A medianoche desalentado, se rindió ante la realidad, Hanamichi no sentía nada por él, no tenía sentido seguir allí helándose, aferrándose a un sentimiento que no era correspondido. Un profundo dolor le llegó cuando se decidió a abandonar definitivamente aquel lugar, consciente que cuando volviera a ver a Hanamichi él estaría nuevamente rodeado de una fría máscara tras la que ocultaría su dolor. Para no mostrarle hasta que punto su rechazo le dolía.


Con pasos rápidos se acercó a la puerta, olvidando por un instante su pierna, sin embargo, apenas había traspasado el umbral, un chasquido le avisó que la había forzado excesivamente. Dejo escapar un suave gemido, cerró la puerta tras él, aislándose del frío nocturno, se sentó en el último escalón de la escalera y por encima de la ropa dio unos cuantos masajes a sus músculos para aliviar el dolor que recorría su pierna.


Apoyó el costado de su cabeza en la pared, acurrucándose dentro de su abrigo.


Un extraño sonido le despertó, se dio cuenta que había dormido una hora, prestó atención a lo que pudo haberle despertado, más no se repitió, se levantó, alisó sus ropas, el dolor se había suavizado durante su descanso, iba a descender cuando nuevamente el sonido se repitió era como si estuvieran arrastrando algo por el suelo. Se asomó por el lado de la barandilla de piedra, más no vió nada anormal. Finalmente se decidió no tenía sentido seguir allí. Comenzó a descender.


De pronto al volver un recodo, a falta de un escalón para alcanzar el descansillo vió una figura encorvaba. Sus cabellos pelirrojos eran inconfundibles, su corazón comenzó a latir más de prisa. Se quedo inmovilizado durante unos segundos.


Hanamichi incapaz de continuar su ascensión se había detenido intentando recuperar el aliento. Su cuerpo se sacudía espasmódicamente. Sus pulmones ardían, la sangre parecía concentrarse en su cabeza, jadeaba por falta del  precioso aire, boqueando con un sibilante resuello.


-Has venido corriendo? –preguntó preocupado por él apresurándose a bajar los escalones que le separaban de él.


Un suspiro ensanchó su pecho al oírle. “Gracias Kamisama, por escuchar mi suplica”  expresó con fervor en silencio. Enderezó su cuerpo con lentitud, alzando su rostro congestionado para verle.


-No… no iba a… perderte… otra vez –murmuró con esfuerzo, su garganta parecía lija al hablar y sus palabras salían con dificultad, al apartarse de la barandilla su cuerpo se tambaleó y cayó hacia delante sintiendo que la negrura le alcanzaba como una liberación.


Sobresaltado Kaede corrió a sostenerle antes que llegara al suelo, asustado al ver su aspecto, sus ojos melados como inyectados en sangre y su rostro lívido, se apresuró a tomarle en brazos para salir apresuradamente de allí e ir en busca de asistencia médica para él, olvidando el dolor de su pierna al ser forzada otra vez.


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Despertó.


Mientras sus sentidos reaccionaban comenzó a percibir una desacostumbrada sensación, una tibieza que le envolvía haciéndole sentirse a gusto,  bajo la palma de su mano sentía la suavidad del raso, y su mejilla se movía bajo un calido apoyo que subía y bajaba con lentitud, un aroma a lavanda y limón impregnó su olfato, recordando entonces que era el mismo aroma que le había resultado conocido sin llegar a identificar a quien pertenecía. Ahora ya lo sabía.


Abrió los ojos para comprobar que no era otro de sus sueños, que él estaba a su lado. Su mano se deslizó suavemente por encima de la tela que cubría su pecho, confirmando que Kaede estaba allí, junto a él, durante ese instante los latidos de su corazón se intensificaron y el brazo que rodeaba le acercó aún más contra su costado.


Echó hacia atrás la cabeza y su mirada quedo fija en los azulinos ojos que a su vez le miraban con amor.


-Aishiteru, Kaede –murmuró alzando su rostro hacia él.


-Aishiteru, Hanamichi –respondió a su vez acariciando con ternura su rostro aún bajo los efectos de su excesivo esfuerzo.


Sus rostros se acercaron con lentitud, mirándose a los ojos, sus labios se encontraron, un leve roce, un reconocimiento, una caricia tierna, que despacio se fue intensificando hasta volcar en ella todo el contenido de su amor, desbordando el amor que sentían, dejándose llevar por anhelos retenidos demasiado tiempo, un beso acompañado de caricias, sus manos se movían por su pecho y espaldas, deseando conocerse, se buscaban afanosamente, hasta que un gemido de dolor escapó inadvertidamente de sus labios.


Hanamichi se separó, viendo que Kaede intentaba ocultarle el gesto de dolor que se reflejaba en su mirada.


-Qué ocurre? –le miró perplejo.


Kaede cerró los ojos, intentando que el súbito dolor remitiera.
Ante su silencio, Hanamichi apartó de un tirón las ropas que les cubría y entonces su mirada su poso en la pierna izquierda que aparecía vendada desde el tobillo hasta la mitad del muslo.


-Lo lamento... –murmuró preocupado.


-No es nada... –musitó- Solo la vendaron por precaución.


Le echó los brazos al cuello y le tumbó nuevamente a su lado, Hanamichi le dejo hacer, apoyando su cabeza en su hombro.


-No recuerdo que paso cuando nos vimos. –murmuró.


-Te desvaneciste y te lleve al hospital. Me asuste cuando te vi tan pálido. Era como si la sangre se hubiera ido de tu cuerpo.


-Lamento haberte asustado. Sabía que estaba demasiado lejos para llegar a tiempo, pero aún así me esforcé,  nunca antes había rogado tanto por ver cumplido mi sueño. –murmuró suavemente- por primera vez, me olvide de mi mismo, anteponiendo mi deseo de encontrarte a cualquier otra cosa.


-Por qué entonces, no actuaste así siempre, te rendiste sin luchar –le reprochó Kaede al recordar que Anzai le había dicho que Hanamichi se expresaba como un derrotista.


-Siempre fui un cobarde –reconoció.


-¡No digas eso! No lo eres. Nunca lo fuiste. Yo sí, me fui dejándote, sabía que te amaba y aún así me marche. Te deje solo. Has afrontado tus limitaciones con valentía. Nunca vuelvas a decir algo así.


-Realmente crees lo que dices? –preguntó dudoso.
-Si.


Hanamichi le miró a los ojos y su mirada no le engañaba, como tampoco lo hacían sus labios. Sonrió y su primera sonrisa en mucho tiempo resplandeció en su rostro, llegando hasta sus ojos que brillaron con un brillo nuevo.


-Gracias, kit... Kaede. –enseguida como si cayera entonces en la cuenta preguntó- pero... pero... cómo sabes tú? Es decir, pareces saber más de mi, que yo de ti. Excepto lo que dicen los periódicos.


-No creas nunca lo que dicen... –sonrió a su vez dejando deslumbrado a su adorado pelirrojo- Anzai me habló de ti.


-Aún no se como él pudo enterarse... tendré que preguntárselo. Sabes?, me ofreció trabajar en Shohoku...


-Ah...! -Hanamichi entusiasmado no se dio cuenta del tono empleado, ni de la interrupción.


-... seré ayudante del entrenador. Me preguntó quien podrá ser...


-Lo tienes delante... –volvió a interrumpirle.


-... no me gustaría sentirme incomodo con... –se detuvo como si entonces hubiera procesado sus palabras- ... ¡Tú!!? –le miró sorprendido- Cómo es posible? Creí que estabas con los Chicago Bulls.


-Rescindieron mi contrato... –y despacio le fue contando los problemas que le había acarreado su lesión durante las dos últimas temporadas, Hanamichi le escuchaba en silencio, tiernamente abrazado a él, sintiendo su mano deslizarse a lo largo de su espalda y su cálido aliento junto a su mejilla.


-Lamento que hayas tenido que dejarlo. Era tú sueño.


-Yo no lo siento, porque he conseguido acercarme a ti y para mi es lo más importante.


-Tengo miedo que esto sea un sueño.


-No lo es, mi amor, no lo es… -murmuró Kaede abrazándole aún más.


Se miraron en silencio y se comprendieron. Y no tuvieron necesidad de más palabras.


Fin de la primera parte 26 de enero de 2007


Paz


Notas finales:

Todas las anotaciones referentes a la extirpación del bazo son ciertas. Me tome bastante tiempo para escribirlo y lo terminé con tiempo suficiente para subirlo hoy. He comprobado que el programa hace cosas raras, como poner negrilla, centrar y cosas así... no volveré a revisarlo.

¿Alguien sabe como quitar la serie que aparece de Sakura Card Captor? Ni siquiera esta marcada y sale ahí.


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