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Fiume por Mascayeta

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Se miró al espejo por enésima vez, nada de lo que llevaba puesto le parecía apropiado para recibir a los invitados de Brandon Company.


Kisa entró para avisarle que ya habían llegado, era necesario que estuviesen junto a Dariam y Kirishima, la sola mención de ese nombre le colocó mucho más nervioso que antes. ¿Qué tal si no le gustaba como se veía?


Frunció el ceño, esto no tenía razón de ser, ni siquiera con Masamune se había preocupado tanto por su presentación, porque lo viese como alguien hermoso, ¡qué estupidez! Nadie en sano juicio diría que es lindo; como doncel no poseía ninguno de los atributos de los chicos que lo rodeaban, su apariencia era más parecida a la de los varones que habitaban en Cerchio, alto, espalda ancha, voz gruesa...definitivamente era un adefesio.


Salió resignado con dirección al vestíbulo. Dariam le dio la bienvenida y lo llamó para que se colocará a su lado como heredero de los Yokozawa, en lo que se acercaba observó a Kirishima y a Hiyori. La adolescente le regresó la mirada analizando lo que traía puesto. La mueca de disgusto fue suficiente para que su autoestima disminuyera más de lo que ya la tenía, suspiró y buscó la fuerza que necesitaba en el agarre del doncel que tanto quería.


Zen tuvo que aguantar las ganas de verlo, después de la imposición de tenerlo como sommelier, sus días se convirtieron en un suplicio. Tenía que aceptar que conocía bien su labor, cada licor probado, las forma como seleccionó los de muestra y aquellos que serían catalogados para que el distribuidor no tuviese manera de negarse, fueron acertados.


El carácter fuerte, las ordenes concretas, la organización de los lotes y la manera como los trabajadores corrían de un lado para otro justificando el tiempo y obteniendo todo dos días antes de lo presupuestado, fue una manera de callarle la boca, pero no solo a él, sino también a Takano. El ojiavellana conocía muy bien sus capacidades, pero no perdía la oportunidad de minimizar los logros de Takafumi.


Con resignación Kirishima aceptó que eso días con Takafumi lo convirtieron en un ferviente admirador del ojigris, pero sobre todo en un completo masoquista. Cada insulto que le secundó a Takano pasó de ser una reacción de orgullo a una necesidad por escucharlo refunfuñar e insultarlo a veces entre dientes y en otras directamente.


El sonido del claxon de las camionetas grises que se detuvieron una tras otra en la entrada de la casona, lo colocaron de nuevo en modo trabajo. Hatori fue el primero en descender siendo seguido de dos hombres altos, rubios y de ojos azules, que saludaron con amabilidad. Por el contrario, del segundo automóvil, Chiaki con clara molestia dio paso a un pelinegro de unos setenta y tantos años y a una mujer de cabellos castaños con hilos cenizos propios de las canas, un cuerpo definido y tonificado logrado por el ejercicio, que al quitarse los lentes oscuros dejó ver los ojos tan similares a los del doncel que ostentaba el título de dueño de Cerchio.


Yokozawa sintió como Dariam apretó su agarre, él la reconoció de inmediato a pesar de los años de ausencia, aunque nunca fueron cercanos, a sus catorce años esa mujer sumió a su abuelo Enzo en una depresión que aumentó con las acciones de Kaira y de la que solo el médico junto a él, logró sacarlo.


Hiyori se soltó del brazo de su padre para saludar amablemente a la señora, se habían conocido en el crucero y los había invitado a la hacienda cuando supo que se dedicaban al mismo negocio que su padre. Las presentaciones se hicieron cordialmente, cuando Síle llegó a su hermano lo ignoró por completo pasando a Takafumi que la saludó fríamente.


Al ver que no había nadie más, la señora Anderson preguntó en inglés a Hiyori por la esposa de Alonzo, y supuesta dueña de la casa. Aunque pudo hacerlo en el mismo idioma, Teddybear decidió responder con dureza en italiano.


—Mi madre está en un sanatorio, desde hace quince días comenzó un tratamiento de desintoxicación.


Síle no pudo evitar mirarlo y preguntar el por qué. Esto fue suficiente para que Kirishima pidiese si a bien lo tenían, seguir hablando en la lengua del país, todos aceptaron, no quedándole más opción a la exmujer de Enzo que asentir.


Ritsu ordenó a la servidumbre llevar las maletas a las habitaciones designadas mientras él los acompañaba junto con Kisa indicándoles donde se ubicaban y la hora a la que el almuerzo se serviría. En la medida que Shouta respondía las dudas a los americanos, Onodera fue detenido por la gemela de Valentino.


Tan pronto como Steven Anderson Jr. ingresó al baño, la mujer habló en un perfecto japonés al doncel.


—Señora Anderson, soy tan visitante como usted en esta casa —dijo el ojiverde—. Lo único que puedo decir, es que según entendí, el dueño de Cerchio es el doctor Valentino, y de Fiume Kirishima-san.


—¿Alguna razón en particular para que esto sucediera?


—Odio el chisme madame; sin embargo, le puedo asegurar que la culpable tiene nombre propio, y, mire lo curioso, tiene su mismo apellido: Kaira Anderson.


Haciendo una pequeña reverencia, Ritsu se marchó para dirigirse a la cocina y ayudar a Shouta con los preparativos de la comida. El buffet estaba arreglado en una de las plazoletas intermedias entre la casa y las cavas, al llegar al lugar, los donceles vieron que Yokozawa determinaba los últimos arreglos para los vinos que tomarían ese día, llamándolos les explicó como debían acomodar a los invitados y que por nada del mundo dejaran a Síle cercana a Dariam.


El almuerzo inició en un ambiente cómodo donde el tema principal fue el de los cultivos, y por ende la estrella Kirsihima. Sin darse cuenta Takafumi escuchaba embelesado como el castaño explicaba lo que su abuelo había trabajado por años, defendiendo las condiciones del lugar y las ventajas para las cepas.


—Al menos deberías disimular.


—No entiendo lo que quieres decir —respondió Yokozawa cuando Takano murmuró enojado por la situación—, deberías ponerle más atención a Ritsu en vez de estarme celando.


—Onodera me ha sido fiel, incluso lejos de mí, pero parece que tu desconoces por completo el significado de esa palabra.


Dispuesto a contestarle, giró su cuerpo sin importarle dar un espectáculo frente a los invitados, al ver por encima del hombro de Takano su rostro dejó lucir una sincera sonrisa de satisfacción. A veces la vida era una serie de ironías difíciles de creer.


Nao Kiyomiya, saludó a los presentes pidiendo disculpas por la hora de llegada. Dariam se levantó dándole la bienvenida. Para los invitados tener a uno de los jueces titulares de los concursos de vinos en la mesa era no solo un honor, sino la firma para evaluar y catalogar correctamente los licores a contratar.


En medio de la mesa, los ojos aceituna de Ritsu hicieron juego con el color rosado de sus mejillas, Nao había sido su compañero de estudios en Londres, pero también se le había declarado en más de una oportunidad; habían transcurrido seis años sin verse, y ahora de repente lo tenía frente suyo con la misma sonrisa que le regalaba cuando lo consolaba por la pérdida de su bebé.


Olvidándose de los asistentes, Kiyomiya se acercó a Onodera, para tomar su mano y besarla con devoción. Las palabras susurradas seductoramente fueron suficientes para que Takano se atragantara con su vino.


Mientras limpiaba el pecho de su esposo, Yokozawa aprovechó para devolverle un poco del veneno que minutos antes había liberado.


—Es cierto que Ritsu te es fiel querido Masamune, pero tal vez porque no tenía la tentación correcta.


Pidiendo permiso por el desastre ocasionado, Takano abandonó la mesa. En la medida que cambiaba su camisa, recapacitó en cada uno de los rechazos de Ritsu durante los últimos meses, acaso ¿había dejado de amarlo? Nuevamente Kotoko se hizo presente en sus recuerdos, odiaba que su madre siempre pareciera tener la razón. Golpeando la pared, permitió que algunas lágrimas resbalaran por su rostro...


«Piénsalo Masamune, Onodera ha visto lo que haces con Takafumi, consideralo: El día que sienta miedo porque actúes igual con él, se irá sin decirte. No permitirá que lo lastimes de nuevo».


—Por favor...no me dejes Ritsu...no otra vez.


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