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Fiume por Mascayeta

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El tiempo en los negocios era oro para quienes sabían que los días eran cortos cuando se tenían demasiadas labores por realizar.

Los Brandon especializados en trabajar varios frentes al mismo tiempo, decidieron que era momento de separarse y entender el funcionamiento de la empresa a la cual representarían en América. No solo era el mercado estadounidense sino también el latinoamericano.

En la medida que Nicholas Brandon ofreció galantemente su compañía a Dariam dirigiéndose junto con los demás al estudio de la casona para conocer las condiciones del negocio y el plan diseñado para la oferta. Nao aprovechó a hablar con Ritsu en la medida que esperaba a Takano que los recibió con las carpetas que Chiaki había organizado junto a él.

Al querer seguirlos, Ethan detuvo a Takafumi solicitándole le mostrará las cavas, su padre se encargaría de los planes económicos, mientras él prefería saber un poco más del producto que venderían; además, le causaba un especial interés la rama de los jugos naturales. Asintiendo, el ojigris le invitó a recorrer la zona de los árboles frutales, aunque no se incluían en el paquete ofertado, como vendedor, Yokozawa no perdió la oportunidad de establecer una posible nueva línea comercial.

En la medida que se internaban en el bosque, el peliazul hablaba de la estacionalidad de las cosechas, cercanos al verano, los principales frutos serían los melocotones y ciruelas. Estas últimas usadas también en la producción de los vinos afrutados.

Los trabajadores saludaron a la pareja permitiendo al nieto de Enzo tomar de sus canastas algunos productos que deleitaron el paladar del visitante. Así continuaron hasta llegar donde se sembraban los cítricos y las fresas.

El suave viento despeinó aún más el rebelde cabellos de Takafumi que escuchó la risa del menor de los Brandon quien trato inútilmente de acomodar su peinado.

—Es hermoso como el plumaje de un cuervo —pocas veces recibía cumplidos, por eso cohibido, se retiró con sutileza—. ¿Es usted un doncel igual que los otros chicos y el señor Valentino?

Con vergüenza, Takafumi afirmó tratando de continuar la conversación en el ámbito laboral, algo que Ethan parecía no tener el más mínimo interés en retomar, notando lo incómodo al anfitrión, prefirió hablar de la manera como trabajaban.

—Acostumbramos a conocer a nuestros asociados más allá de lo que nos ofrecen, Yoshino es excelente en su trabajo y ama este lugar.

—Si pasara más de una semana en Cerchio sabría porque lo hace —dijo con orgullo Takafumi.

—Quiero confesarle que jamás viajo con mi padre, pero quería conocerlo a usted —Yokozawa trató de no darle importancia a la frase, era lógico que cualquiera que hubiese visto su fotografía y la juntara con la palabra doncel, estaría curioso; empero, la caricia en su mejilla y la manera como el varón se mojó los labios, le asustaron un poco.

Agradeció torpemente el interés, procurando detener la acción, el americano sonrió por la actitud tímida del dueño. Estaba acostumbrado a tratar con mujeres que al escuchar quien era, se vendían a su dinero y satisfacían sus caprichos. Nunca lo había intentado con un hombre, aunque no le faltaron propuestas; sin embargo, cuando supo de la condición de Chiaki, no pudo menos que sentir curiosidad por comprobar los rumores sobre la compañía que muchos referenciaban como el "Tesoro de los Donceles".

Ethan cerró el paso a Yokozawa que intentaba evadir su cortejo, se veía asustado, así que con delicadeza le dio la vuelta para sostenerlo de la cintura y mostrarle el atardecer en la finca.

El cálido aliento en su cuello ruborizó a Takafumi recordando de inmediato lo vivido con Iokawa.

—¡Yokozawa-san! —la gruesa voz a su espalda le liberó del agarre. Con una sonrisa falsa y una posición a la defensiva, Kirishima le llamaba.

No había excusa alguna, necesitaban de su presencia para definir el recorrido por los viñedos al día siguiente, al notar que no ese encontraba, Zen se propuso a buscarlo y así acelerar el asunto. Estaban cansados y los visitantes pidieron retirarse temprano, Dariam puso a su disposición la posibilidad de consumir los alimentos a las ocho de la noche, hora a la cual se acostumbraba la cena en la casona.

Hiyori por su parte fue invitada por Síle para que la acompañar a la playa, una manera de recordar viejos tiempos. La adolescente no le vio problema y tras obtener el permiso de su padre, salió junto a Chiaki y Yukina, que acababa de llegar de la clínica.

Al llegar a la casona, Ethan pidió permiso mientras Yokozawa fue sujetado disimuladamente por el castaño que lo arrastró, tan pronto se perdió de vista el rubio, a la oficina de la cava.

—¿Qué hacías con ese hombre? —Takafumi extrañado por el reclamo, no estimó conveniente responderle—. Deja de estar seduciendo a cuanta persona se te aproxima, ya entiendo porque Takano te mantenía encerrado.

La cachetada encolerizó aún más a Kirishima que ardía de celos por la escena que presenció; tanto tiempo intentando tenerlo, y en unas horas otro quería arrebatarle lo que le pertenecía. Sin pensarlo, sostuvo las manos del doncel con fuerza para llevarlas detrás de su cuerpo, la pelea por liberarse y los insultos tan propios de Teddybear, lo estaban encendiendo. Como pudo dobló uno de sus brazos, para poder inmovilizarlo en un abrazo.

Los ojos grises le miraban con una mezcla de rabia y desesperación, al diablo con todo, Hatori tenía razón, su rabia era porque amaba a quien debía odiar por mantenerlo engañado durante dos malditos años, lapso en el que fue envolviéndolo con sus mensajes cortos, sus frases de aliento cuando necesito con quien desahogarse, por las frases inconclusas y aquellas que uno comenzaba y el otro terminaba sin siquiera ponerse de acuerdo.

Takafumi estaba asustado, apreciaba que su corazón latía tan rápido que podía jurar que Zen lo escuchaba, los penetrantes ojos cafés lo observaban fijamente, por más que quería, no podía apartar su vista. El quejido que liberó cuando el brazo que tenía doblado fue elevado un poco más en su espalda, fue contestado con una voz suave que le obligaba a quedarse quieto.

Kirishima sabía que no podía soltarlo, si le daba la más mínima posibilidad de escapar, Yokozawa no se acercaría más a él, ¿hasta dónde llevaría su atrevimiento? El deseo de besar al doncel aumentó al percibir el leve cambio en su entrepierna. Los ojos azul grisáceo se cerraron, y la mandíbula se apretó para no emitir más sonidos.

—Mírame Teddybear —como quien despierta de un sueño Yokozawa abrió lentamente los ojos para encontrarse con una sonrisa tranquila y sincera que inundaba la mirada de Kirishima.

Fue cuando notó como la distancia era nula y los delgados labios del castaño presionaban los suyos, la lengua que pidió permiso para internarse en su boca fue recibida con temor, para luego aceptarla completamente. Solo entonces, cuando se vio correspondido, Kirishima le abrazó, aprisionando el cuerpo que deseaba contra el suyo, permitiéndole al doncel sentir su hombría que lo anhelaba. Al escuchar un nuevo gemido, lo liberó para expresar lo que esa noche de su cumpleaños debió decirle.

—Llevo esperando meses para poder tocarte, para besarte...

Sin posibilidad a responder por el nuevo ataque a su boca, Takafumi se aferró al cuello de quien sabría no podría nunca más rechazar, mientras en su mente repetía una y otra vez, lo que le daba miedo aceptar:

«Y tu ¿dónde estuviste durante toda mi vida?».

 


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