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Fiume por Mascayeta

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Kaira se extrañó de la visita anunciada, ni siquiera en ese lugar podía alejarse de su madrastra.
A los quince años Síle llegó a Dublín como una vieja amiga de su madre, era alguien con gran perspicacia para los negocios y pronto comenzó a colaborar con el oficio de Steven, siendo apoyada incondicionalmente por Candace.

Tres años después cuando la empresa iba de mal en peor, la convenció de un matrimonio por conveniencia con Alonzo, así las familias no solo se unirían, sino también podrían ensamblar capitales.

Cerchio la deslumbró y conocer a su futuro marido fue la esperanza de formar un hogar y un emporio. A los veintidós años todo parecía un cuento de hadas, un perfecto marido, un magnífico hogar, dinero que derrochaba en cada capricho, y fue cuando dio a luz.

Los ojos grises de su bebé se abrieron al mundo serios, sin gestos y con el dictamen médico de ser un doncel. Para Alonzo y Enzo fue una bendición, para ella el tener que sobrellevar la vergüenza de ser madre de un fenómeno.

Síle se convirtió en un apoyo, le ofreció trabajar en Fiume, algo que aceptó sin contemplaciones, Takafumi sería criado por Alessa, la matrona que desde que lo vio lo adoptó como propio. Su vida cambió, los viajes la alejaban de la realidad matrimonial y comenzó a ver qué había otros hombres que la hallaban atractiva, así llegó Iwao a su vida, el único problema radicaba en que era casado.

Ahora después de tantos años se daba cuenta que lo amó demasiado, pero que él la utilizó de manera magistral; demasiado tarde, pero no podía volver el tiempo atrás.

—¿Mi padre?
—Te envía saludos, sabes que está en negociaciones con Fiume.

Kaira entendía a la perfección que significaba eso. Steven no perdonaba los errores, nunca conoció a Takafumi por saberlo doncel; sin embargo, el que estuviese en Fiume implicaba que Síle le convenció de poder obtener más de lo que simplemente se ofrecía como un contrato de exportación.

—¿Como llegaste a este lugar? ¡Tú no eres adicta al juego!
—Díselo a Takano, justifícale que mis supuestas deudas en los casinos van a para en tus cuentas 
—Hiyori tiene razón —el nombre de la hija de Kirishima le sorprendió—, estás obsesionada con el hijo de tu examante, por eso no has querido dar el siguiente paso.

Kaira sonrió, era cierto que su adicción nunca fue el juego. Jamás perdió más de lo necesario para poder generar vales que hábilmente eran maniobrados y poder obtener el dinero que le pertenecía por ley, y que Enzo le quitó cuando falleció Alonzo.

—Era de esperar Síle, siempre encuentras cómo reemplazar a las personas.
—Te amo como una hija, pero —la catira pasó su mano por el largo cabello, un gesto tan similar al de Dariam cuando algo les desesperaba—, esto ha tomado demasiado tiempo.

De la cartera Síle sacó unos documentos que puso sobre la mesa, la heredera de la familia Anderson los leyó con calma ante la tensa mirada de la mujer a la que denominaba madrastra.
La voz por el parlante indicando que quedaban treinta minutos de visita, mostraron a Kaira que debía tomar decisiones.

—Nunca he entendido tus razones Síle, te he apoyado y colaborado en la destrucción y desmembramiento de compañías que les buscan con la esperanza de salvar su capital —la pelinegra le devolvió los papeles—, por eso, si realmente sientes algo de amor por mi padre, te pido que te detengas.

La risa de la "ceniza" inundó el lugar, Kaira siempre fue débil y manipulable, hasta Iwao se dio cuenta de eso y la utilizó en beneficio de su propia familia. Guardó el material para acomodar su traje y despedirse. Al verla cercana a la puerta, la hija de Steven Anderson habló con seguridad.

—Hiyori no soy yo... ella vio a su madre morir, a su padre romperse el culo por darle una estabilidad, conoce Cerchio y Fiume mejor que el propio Dariam...
—¡Habla claro! —Kaira vio miedo por primera vez en los ojos de Síle.
—¿Que te hace pensar que tu llegada a Cerchio es una simple casualidad? 

El portazo y la manera como la insultó fue el aviso de que sus errores la dejarían en la calle. Cuando el enfermero llegó para acompañarla a su habitación, Kaira pidió lo que sabía le era indispensable para su propia seguridad. Solo deseó que Yukina realmente cumpliese lo que le prometió.

Al dar el reloj de la casona las cinco campanadas, Hiyori se levantó de la cómoda poltrona por algo que comer. Esos días con las visitas de los inversionistas, su rutina se convirtió en un lento descanso donde la lectura era su mejor compañía.

Ingresó a la cocina donde Alessa daba órdenes a diestra y siniestra para la cena de esa noche, al día siguiente lo que fuera que hubiesen decidido los Brandon, sellaría la oportunidad a Fiume y sus asociados de introducir los productos en el mercado americano y extender sólidamente su comercialización.

Aceptó lo que la anciana ama de llaves le ofreció y se dirigió a la oficina de su padre. Aunque en un principio quiso justificar el raro comportamiento que le notaba con el estrés de los negocios, sabía muy bien que el nieto de Enzo tenía algo que ver con los cambios de ánimo y la hostilidad para con Ethan, quién, secundado por Nao, no descasaba de coquetear a Takafumi que incómodo rehuía a las claras insinuaciones.

Al pasar por el patio divisó a Takano con Ritsu, esa relación era la que menos entendía de todas las de la casa. Chiaki y Hatori se amaban, pero no querían perder su amistad, por eso no se confesaban; Kisa y Yukina tenían que controlarse para no lanzarse uno sobre el otro cada vez que estaban juntos, pero también mantenían una amistad que les permitía conversar y disfrutar de cada una de sus facetas como pareja. Sin embargo, Masamune compartía con el chico Onodera como si fuese su esposo, pero no liberaba a Yokozawa, exigiéndole el comportamiento propio de un cónyuge fiel y dedicado.

Procurando no ser vista, se aproximó al lugar donde se encontraban para escuchar lo que a leguas se notaba era una discusión. Las palabras del ojiverde le dieron la oportunidad de comprender lo que acababa de preguntarse.

—Me pides pruebas de que no estoy interesado en Nao, pues yo también deseo que me des una de que eres sincero conmigo.

Takano suspiró y con hastío le pidió a Onodera que continuara, era lógico que tarde o temprano su amante pidiese que le diera un lugar dentro del esquema social al que pertenecía. Al escuchar la solicitud, su enojo se vio incrementado.

—¡Estás loco! Nunca, escúchalo bien, NUNCA, voy a separarme de Takafumi.

—Dices no amarlo y no lo dejas, ¿para qué quieres seguir conmigo? —su mirada era de cansancio—. Masamune quiero terminar con esto, merezco más que ser el eterno concubino.

La mano del ojiavellana tomó con fuerza el brazo del doncel, para con la otra amenazarlo del golpe que indudablemente le dejaría una marca en el rostro. Hiyori quiso intervenir, pero la actitud desafiante de Ricchan la detuvo.

—Atrévete a tocarme y te juro que iras a la cárcel, yo no soy Teddybear que te aguanta todo —el dolor que sentía era reflejado en su rostro, no obstante, continúo demostrando la rabia contenida por meses—. Te puedo querer mucho Takano, pero mi dignidad no está en juego.

Al sentirse liberado, respiró profundo, acomodo su cabello y con desprecio dijo lo que le demostró a Hiyori que la vida podía sacar lo mejor o peor de una persona, solo dependía de las circunstancias y oportunidades.

—Al morir nuestro hijo perdí también mi horizonte, Nao siempre me apoyó sin importar recibir nada a cambio—, aproximándose al hombre frente a él Ritsu dejó en claro el poder que tenía sobre su amante—. No soy el mismo de hace diez años, te amo, pero me amo más y a este nuevo bebé que llevó en mi vientre.

Los ojos de Takano se abrieron en clara sorpresa, este Onodera era muy distinto al que recordaba, al que anhelaba en sueños y de quien seguía enamorado, una quimera propia de la añoranza de lo perdido.

—Veo que al fin lo entiendes, y me alegro por eso —con un gesto de superioridad se marchó no sin antes ponerlo en conocimiento de sus planes—. Kaira te manipuló para quedarse con lo que Iwao le robó para darle a Kotoko, y yo tuve que estar aquí para ver el patético hombre en que te has convertido. Ya pedí que tus cosas fueran llevadas con él... si tanto te duele dejarlo, por lo menos trata que no te lo quiten.

Al darse vuelta Hiyori notó como el ojiverde le sonreía, se avergonzó al verse descubierta por Ritsu; sin embargo, el guiño y la sonrisa la turbaron. ¿Sucedió algo mientras ella estaba en el crucero? Eso sería un tema serio de conversación con sus abuelos, por el momento, su papel de celestina tenía que agilizarse, con Takano en el cuarto de Takafumi las cosas no pintaban nada bien.

 


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