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Fiume por Mascayeta

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Kirishima esperó al final de las escaleras a su hija. El hermoso vestido la hacía lucir como Sakura a sus quince años, cuando comenzaron la relación que dio como fruto a la joven que a pasos agigantados y más rápido de lo que él deseaba, se convertía en una mujer.


No pudo evitar que las lágrimas inundaran sus ojos, la niña las limpió con delicadeza para darle un beso en la mejilla, Hiyori amaba a su padre y se imaginaba que la reprimenda por lo que le había ocultado en esos meses iba a ser monumental, pero si con eso podía darle la felicidad de estar con quien desde hacía varios meses le robaba el aliento, volvería a hacerlo sin dudarlo.


—Recuérdame agradecer a Síle por la elección de ese traje.


—No es a ella a quien debes darle las gracias, es a la única persona que vio en un pequeño detalle mi gusto y deseo.


La sonrisa en la cara de Zen puso de manifiesto que sabía perfectamente de quien hablaba, días rehuyéndole porque necesitaba que Yokozawa tomará decisiones sobre la situación que vivía con Takano. Si hubiese sabido que dentro de la habitación de la pareja las cosas no marchaban de la mejor manera, quizás cambiaría de opinión.


Takafumi se enfrentó a su esposo, Takano levantó la mano con intención de abofetearlo.


—Las verdades duelen Takano, y si me llamas "zorra" porque asumí la condición de mi cuerpo y el deseo de mi corazón, tú también lo eres por los años que llevó pagando por tu cariño.


La palma fue cerrada en puño, el peliazul sabía que un golpe con la rabia que Masamune sentía en ese instante, sería muy difícil de ocultar, y si aún tenía la intención de embarazarlo, se cuidaría de pegar en el vientre. Sin embargo, la risa maniática de su cónyuge lo confundió.


—Tienes razón...pero si no fuera por dinero ¿cómo crees que me acostaría contigo? —el brazo fue bajado para acercarse al rostro del doncel—. Cometí el error de meterte en mi cama, de pedirte que fueras mi pareja, de que mi condición de varón la doblegarás, tu, un estúpido doncel.


«Las verdades sacan verdades» pensó Yokozawa, una frase que Enzo repetía cuando no quería hablar sobre la situación de Kaira y Alonzo.


El ojiavellana en sus primeros años de relación vio en él una tabla de salvación, pero antes de su boda, Kaira deformó la realidad de Iwao haciéndole creer que había muerto por orden de su abuelo dentro de la cárcel. No valieron las explicaciones de Kotoko, las pruebas de como los Yokozawa le dejaron el dinero que por ley debían devolver, Masamune se llenó del deseo de venganza por cada una de las afrentas que día a día y de manera magistral destilaban el odio de su madre.


—No me importa si me amas o no, cada cual tiene una misión, y la mía es hacerte sufrir por quitarme la oportunidad de estar con Onodera, por eso olvídate del divorcio, me vale cinco tu dinero, el poder humillarte día tras día es suficiente pago por mi padre, y por lo que Kaira y Síle me robaron.


La pregunta obvia fue respondida afirmativamente. Takano llevaba meses siguiendo cada uno de los gastos desmesurados de su suegra, a donde iban las sumas de dinero que le entregaba, fue fácil atar cabos y entender que había alguien más detrás del desfalco. En un principio tuvo la intención de detenerla, pero la llegada de Ritsu y enterarse de las razones de su huida, solo le dieron el aliciente para destruir por completo su dignidad.


—Takano si nos separamos podrías estar con él, darle un hogar al bebé que espera Ricchan...


—¡Acaso no lo recuerdas! —gritó Masamune haciéndole retroceder—. Mataste a mi hijo, nos vio en la cama y tu provocaste su aborto...


—Eso paso hace diez años... —el pelinegro repetía que estaba mintiendo, su amado ojiverde se fue porque creyó que lo estaba traicionando con su amigo—. Onodera está otra vez embarazado, ¿es que no lo entiendes?


La mirada perdida de Takano asustó a Takafumi, sintió pena por Kotoko, su hijo fue destruido mental y anímicamente por el odio. El amor que profesaba por Onodera no era sino una obsesión por un recuerdo ahora comprendía porque el día anterior había llegado a su habitación, ese fue el golpe final para acabar con su cordura. Sin embargo, ya era hora de la reunión, procurando actuar con cuidado le pidió que bajaran, le recordó que les esperaban.


Masamune lo observó, Takafumi nunca sabría si esa suplica de perdón la hizo con un resquicio de lucidez, a veces las personas proceden sin medir las consecuencias de lo que hacen; con una sonrisa le tomó del brazo, profiriendo el pacto que formaron el día que comenzaron su relación amorosa.


—Pase lo que pase entre nosotros, siempre seré tu amigo.


 


En el jardín iluminado como en las vendimias, Síle hizo un recorrido visual a los asistentes, muchos de ellos los conocía y le dieron un pequeño repaso como si la recordaran, pero eran tantos años, y ella había cambiado tratando de evitar parecerse a su gemelo.


Al buscar a su esposo lo vio dirigirse a la mesa donde el notario y los demás inversionistas se encontraban. Con calma bebió del vino con que se celebraba la unión de las compañías.


Dariam fue el último en llegar, el doncel la enfrentó tan pronto dio con ella. La sola manera como venía vestido y el bouquet de rosas negras en sus manos, le señalaron a la ceniza que su hermano le anunciaba que perdió otra vez. El toque de la copa pidiendo silencio a los presentes, evitó que fuera a encararlo.


—Gracias a todos por asistir —dijo el doncel acomodando sus lentes.


«Hace meses que han visto a Cerchio y a Fiume en manos de un gran hombre como es Kirishima-san, quien me ha ayudado junto a Kisa, Hatori, Chiaki y la linda Hiyori a sostenerme, mientras mi único amor, el padre de mi hijo, ha estado enfermo. Hoy no solo se unen a esta gran familia dos empresas nuevas, que forman parte de nuestros corazones: Brandon Company, con sus dueños, mis sobrinos e hijos putativos: Nicholas y Michael».


Síle miró por primera vez a uno de sus gemelos, y de inmediato pasó a su nieto. ¿Cómo pudo ser tan ciega para no reconocer en estos a Mark?


«Así mismo, el suegro de mi difunto hijo Alonzo Yokozawa ha unido su capital a Cerchio, con el fin de mejorar las técnicas en el cultivo de nuestra hacienda y la de los pequeños y medianos vitivinicultores».


Los murmullos no se hicieron esperar, nadie comprendía muy bien la situación, empero, lo principal para las cabezas de los dueños de los viñedos y frutales, era saber dónde se encontraba Enzo. Llevaban meses sin verlo, siempre se les respondía que estaba en un tratamiento médico; no obstante, los rumores de la muerte de Yokozawa-sama con los días ganaban más relevancia, dándoles como ciertos.


Antes de que el cuestionamiento fuese hecho en alto, Enzo se hizo su aparición. Chiaki, Takafumi se encontraban confundidos, parecía que eran los únicos que ignoraban que estaba vivo


—Amigos es mi deseo que comprendan mi ausencia y os agradezco por el apoyo que dieron a mi pareja —cogió la mano del doncel besándola con galantería.


«Como bien les comentó Dariam, esta no solo es una reunión para hablar de grandes negocios, sino también es el momento de celebrar que el hijo de mi amigo Onodera-san esta embarazado del descendiente de quien en algún instante acepté como mi consejero y a quien estúpidamente nunca le escuché lo suficiente, y que por las manipulaciones de mi exesposa Síle, murió asesinado por un ladronzuelo dentro de la cárcel. Solicito un aplauso por la memoria de Iwao Takano».


Los ojos de Masamune mostraron el estupor propio del caos, en medio de los vítores y las frases que alababan el nombre de su padre, encontró el rostro deformado de la mujer que junto a Kaira lo había llevado a la locura.


Tal vez la fortuna quiso que así fuera, el sonido de un disparo silenció el vergel.


En el suelo yacía un varón sangrando, mientras Síle sostenía un arma que nuevamente apuntó a su objetivo, antes de disparar chilló el único sentimiento que le había acompañado siempre.


—¡TE ODIO!


 


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