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Fiume por Mascayeta

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El entierro de Takano fue triste, a pesar de todo lo que hizo en vida, para Takafumi representó, en un momento determinado, su norte, la razón de levantarse cada mañana, llegar a la casa y poder sentirse amado, lástima que el bello sueño de amor se convirtió en una terrible pesadilla.


Al frente de la lápida Ritsu consolaba a Kotoko, la abogada estaba deshecha, por culpa de Síle perdió a las dos personas que amaba. Al menos, el niño que llevaba el castaño en su vientre era la muestra de que su hijo, aunque no fue consciente de la verdad que le fue revelada, tuvo un remanso de paz con quien significó tanto en su juventud.


Kotoko le contaba a Onodera como al principio fue débil y creyó en las razones que la esposa de Enzo le dio justificando el despido "sin justa causa" de Iwao. Sin embargo, su esposo contó la versión real, una que confirmó con Yokozawa-sama, el mismo que en el juicio declaró que las pruebas que le mostraban eran falsas, que nunca había hecho la denuncia, y que si algún error había cometido Takano-sama, fue aceptar desviar un dinero para protegerlo, una suma que le devolvió hasta con intereses.


En la cárcel del juzgado, mientras esperaba el veredicto un joven lo apuñaló en la yugular, para luego suicidarse. Meses después trató de explicarle a Masamune la situación, pero ya era tarde, su mente y sentimientos fueron manipulados hábilmente para odiar a los Yokozawa.


Takafumi escuchó la historia, su abuelo le pidió que se marcharán, ya había aclarado una parte de lo dicho en la reunión, ahora le tocaba a él aclarar lo de Alonzo y la simulación de su muerte.


Yokozawa-sama siguió el recorrido a través del sendero de piedra que conducía a la playa. Una vez allí, invitó al más joven a sentarse a su lado. La brisa y el sonido del mar fueron los testigos de una historia donde al final ninguno parecía haber ganado.


—A los quince años conocí a un joven que se convirtió en mi compañero de cuarto en la academia militar a la que asistíamos ...sin pensarlo me enamoré, cuando acepté mis sentimientos por un hombre, él desapareció de mi vida.


—Luego conociste a Síle —concluyó Takafumi, esa historia la conocía por Alonzo—, con ella regresaste a ser un hombre, y no un homosexual.


El mayor afirmó con la cabeza, a su mente llegaron los recuerdos de su relación de noviazgo, de la sonrisa de quien consideró sería su pareja de por vida. Una ilusión que se resquebrajó cuando el día antes de la boda, se enteró que el chico del que estuvo enamorado se convertiría en su cuñado.


—No me arrepiento de esa noche, lo amé y procuré que lo recordará por siempre —completó Enzo—; compartí el himeneo con Síle esporádicamente en los meses siguientes, porque no podía olvidarlo. Dile casualidad o suerte, hubo un problema con la herencia de mi padre en Tokio y tuve que viajar, cuando regresé siete meses después, Síle me dio la sorpresa de mi hijo Alonzo.


Takafumi reconoció en el resto de la historia su propia vida, el desprecio de su madre, la manera cómo lo hacía sentir culpable, y cuando le dio el regalo de presentarle a Kaira, que simplemente fue una ilusión como su matrimonio con Takano.


Síle miró en Alonzo el recordatorio de cada una de las cosas que su hermano le quitó desde que era una niña, Enzo solo fue un premio porque sabía del amor que Dariam le profesaba, así que de esa manera quedaban a mano.


No obstante, nada podría devolver a los gemelos que abandonó a manos de una partera cuando estudio en Londres, ni darle el amor que rechazó por la fortuna de los Yokozawa, uno que mantenía por Mark a pesar de la distancia y el tiempo.


—Síle se sumió en lo que no tenía, nunca vio como el destino le devolvió a sus hijos con Alonzo, a su único amor con mi fidelidad y la estabilidad económica que Fiume le brindaba...—decepcionado y sintiéndose un poco culpable por no poderle transmitir eso que ella pedía a gritos, Enzo terminó—. No la justificó, pero tal vez no supimos comprender esa carencia de afecto, y por eso decidió hacernos daño a todos por medio de Kaira. Eso fue lo que obligó simular mi muerte.


Takafumi lo abrazó, como le dijo Hiyori, uno debe tomar decisiones, y buenas o malas, asumirlas. No hay mentira que quede oculta y tampoco verdad que no se sobreponga, por eso él debía comenzar a darle un rumbo a su vida.


—¿Sigues con la misma idea? —preguntó Enzo a su nieto. Al ver que la respuesta era positiva, lo alentó a ir con quien realmente debía estar en ese instante.


No tuvo que volver a repetirlo, su nono lo conocía tan bien que sabía que las pocas horas que le quedaban en Cerchio, debía pasarlas con la persona que amaba.


Al llegar a la cabaña que de nuevo ocupaba Kirishima tras la "resurrección" de Enzo, respiró buscando las palabras para explicar lo que iba a hacer. Al levantar la mano para tocar, la puerta se abrió permitiéndole encontrarse con quien, al igual que él, trataba de hallar un horizonte a lo que era su actual situación.


No hubo necesidad de palabras entre Takafumi y Kirishima, este último lo tomó de la mano y con tranquilidad, conscientes de que solo poseían unas horas, lo abrazó para entre besos y caricias dirigirse a la alcoba.


Al ver a Yokozawa en la gran cama matrimonial que alguna vez ocupó con Sakura, Zen supo que él sería el único con el que formaría una nueva alianza. Sin ningún pudor, Kirishima metió la mano dentro del traje del doncel, el gemido lo incitó a desapuntar el pantalón para encontrarse con el erguido miembro, que de inmediato lamió de la punta a la raíz, saboreando por primera vez a su "osito". Los dedos del doncel se entrelazaron en el cabello rizado, haciendo que una de las manos se dirigiera a los testículos mientras la otra subía para apretar uno de los pezones.


Takafumi empezó a mover la cadera siguiendo el ritmo de la felación que recibía, su cuerpo añoraba sentirse de esa manera: Deseado.


Arqueó la espalda avisando al varón que iba a llegar, Zen simplemente aceleró el ritmo para percibir la semilla de su pareja bajando por la garganta. La respiración acelerada y la intención de darle algo de tiempo para recobrarse, permitió al castaño terminarlos de desnudar.


Takafumi lo atrajo para pasar su lengua por el pecho que recibió la caricia tensándose, invirtió las posiciones para perderse en el aroma a vino y madera que se había vuelto parte de Kirishima por su trabajo en las cavas. La sensación de sus pieles rozándose fue suficiente para que se sentará sobre la erección de quien se ganó su corazón entre mensajes.


Se movió sobre él para meter sus dedos en la boca de quien no dejaba de mirarlo, cuando consideró que estaban lo suficientemente húmedos, se volteó para dejarlo ver como se preparaba, la erótica imagen hizo que Kirishima se irguiera y con rapidez quitarlos para introducirse sin compasión.


Por mucho que deseará ser tierno y tomarlo lentamente, Takafumi apretaba con fuerza su falo transportándolo a un nivel mayor de lujuria. De improviso, Kirishima salió de él para darle vuelta y poder verlo a los ojos, el contacto visual era intenso y la estimulación en su interior aumentó el placer con cada embestida. Enrolló las piernas a su cadera, en la medida que el castaño devoró su boca, Yokozawa comprendió lo que era quedar paralizado por el éxtasis, que su piel se electrizara por un pequeño roce y que su cuerpo se moviera al punto de tener que ser sostenido por las caderas para no perder el ritmo que el encuentro imponía.


Kirishima se hundió con más fuerza y jadeó cuando el orgasmo se acercaba, las embestidas ganaron velocidad, y el calor de su semilla inundó el interior de su amante por completo, dejándole exhausto y cayendo sobre sus brazos para no aplastar al doncel debajo suyo. 


Recuperaron sus energías sin separarse, Takafumi dio pequeños besos en el cuello y la clavícula de Zen que respondió con un movimiento dentro del esfínter que no había abandonado. Ambos rieron, bien se veía que esa sola era la primera ronda de varias que tendrían hasta el momento de separarse...


 


Al día siguiente Hiyori encontró a su padre con una taza de café en la mano, su expresión era tranquila, sabía que estuvieron juntos, y se dirigió a la alcoba para buscarlo, debía hablar con Yokozawa, explicarle y pedir disculpas.


Kirishima la detuvo. Aproximándose a la adolescente le dio un beso en la frente y acunando su mejilla le sonrió.


—Otra vez seremos solo tu y yo.


 


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