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Fiume por Mascayeta

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Notas del capitulo:

Segundo capítulo de la maratón de Fiume.

Yokozawa celebró la presencia de su abuelo en la cena de esa noche. Según le habían comentado los empleados, Enzo se había ido recluyendo poco a poco por la situación económica pero también por la soledad que le provocó la muerte de Sakura y la depresión de Zen. Esos nombres fue la primera vez que los escuchó, pero por lo visto se habían convertido en dos personas importantes para el bienestar del patriarca.

Las diferentes actividades en que se sumergieron los Yokozawa, no les permitió darse cuenta como en un abrir y cerrar de ojos los días se convirtieron en dos semanas, unas que concluyeron con el anuncio del viaje de Takano para terminar su semestre y atender varios de los negocios de su familia. Por su parte Takafumi se encontraba gestionando la homologación de las materias para el ingreso a la universidad de la ciudad donde, de ahora en adelante, viviría; esto lo mantuvo tan ocupado que inconscientemente cumplió la promesa hecha a su madre. No obstante, la mañana antes de salir para el aeropuerto Masamune vio en su partida la posibilidad de que su relación se enfriara y perder la oportunidad de apoderarse por completo de la vinícola.

Así que aprovechando un improvisado paseo para hablar de lo que harían en los meses que estuviesen separados, sus pasos los llevaron a las cavas pasivas en el subsuelo de uno de los galpones aledaños a la casa mayor. En la medida que Takano y Yokozawa descendían por las escaleras de piedra, el olor a humedad y el mosto de los vinos amaderados fue embargándolos, generando el ambiente apropiado para que la presión de separar por casi tres meses, obligara al ojimiel a abrazar a su esposo para pedir su "despedida".

—Prometo gemir como un neko —la intrépida frase de Masamune hizo que el miembro de Takafumi despertara dentro de su pantalón.

Su abuelo estaba mucho mejor y su marido pedía por su compañía, sin dudarlo le tomó de la mano para encerrarse en la oficina al final de la bodega.

Aprovechando su papel de activo, Yokozawa desvistió a Masamune preparándolo con la ayuda de uno de los aceites de oliva que sorpresivamente encontró sobre la mesa; tan sumidos estaban en su pasión que no escucharon los pasos ni la voz de quien laboraba en el lugar al que entraron.

—Hatori eso es imposible, las botellas son de la última cosecha.

«Te lo digo Zen, por caja había dos o tres picadas, recogimos las que pudimos, pero se perdió la mayoría del embarque»

—¿Cuándo hay que hacer la entrega?

«Apoyándome en la enfermedad de Enzo, logre una semana más, se cumple el viernes»

—Son cuatro días para movilizarme, hablaré con el jefe para buscar soluciones... ¡¿qué carajos?!

«¿Sucede algo?»

Kirishima colgó al oír los sonidos provenientes de su zona de trabajo, no entendía como alguien podía ser tan atrevido de ingresar sin permiso y tomarse la libertad de follar. Iba dispuesto a dañarles el ratito a quienes pudo identificar como hombres, cuando el olor de alguien que aparentemente se "bañó" en perfume y el ruido de unos tacones lo hicieron voltear. Alzando la voz supo que los descarados de sus empleados se detendrían por temor a ser despedidos.

Tan pronto como Takafumi y Takano escucharon a Kaira se  quedaron quietos por miedo a que entrara al sentirlos. El hombre que la había saludado le aseguraba no saber a quienes buscaba y que acababa de llegar a la bodega. Con delicadeza ambos se vistieron esperando la oportunidad para salir sin ser descubiertos.

A su vez Kirishima rogaba porque la odiosa mujer se marchará del lugar; de acuerdo con los comentarios de los empleados, la nuera de Enzo se caracterizaba por su prepotencia y lo constataba con las preguntas sobre el cargo que desempeñaba  en la hacienda y el porqué de no presentarse ante ella.

Con una hipócrita sonrisa explicó su ausencia, disculpándose por no tenerla en cuenta, agradeció cuando cualquier nueva interpelación quedó opacada por la voz de la pequeña Hiyori que lo llamó desde la entrada de la cava.

Pidiéndole que salieran, Kirishima esperó a verla desaparecer por el corredor para golpear la puerta de su oficina.

—Tienen diez minutos, si no me encargaré de hacerlos echar por la imprudencia.

El castaño salió rumbo a la casa principal, era necesario solucionar la situación con el vino, sabía perfectamente que debían cambiar varios de los barriles y tratar de reactivar la producción del área posterior de la bodega. La humedad y las filtraciones provocaron su cierre y todavía no habían podido recuperarla. Los contratos parecían escaparse por más que la calidad del vino fuese buena, pero si las botellas avinagradas seguían en aumento, esto los llevaría irremediablemente a la quiebra definitiva.

Enzo atendió las explicaciones de su enólogo en la medida que veía a su nieto, a Takano y a Kaira abordar el automóvil que los llevaría al aeropuerto.

Masamune regresaría para el cumpleaños de Takafumi, tiempo suficiente para corregir los problemas que afrontaban y elevar la producción para final de año con vinos jóvenes. Al menos los jugos de fruta resultaron un ejercicio rentable a corto plazo y les ayudaba a reinvertir en el producto principal de la empresa.

La propuesta de Kirishima fue acogida por el dueño de la vinícola, indicándole seleccionar con Kisa los mejores vinos de colección y los jóvenes que no pertenecieran al lote del cual obtuvieron los avinagrados. La sección sería desocupada adecuándolas con los nuevos barriles.

—¿Has pensado en mi propuesta?

—Ahora que esta su nieto, mi presencia en esta casa no es necesaria —repuso Zen con cortesía. Conocía el aprecio que Enzo le tenía y su necesidad de tenerlo cerca era por la preocupación de que no cayera en depresión como ocurrió tras la muerte de su esposa

—Prométeme que contarás conmigo para lo que requieras. Hiyori y tu son parte de mi familia.

Kirishima asintió agradeciendo por el cariño recibido, tan pronto como salió se comunicó con Kisa. Un ligero pensamiento cruzó por su mente con respecto a que él fuese quien estaba en su oficina, pero rápidamente lo deshecho. Kisa Shouta era el asistente de Enzo, lo respetaba y no haría nada que opacara la confianza que le tenía, por lo tanto, no cometería semejante imprudencia.

Aproximadamente a las seis de la tarde. Shouta partió rumbo al aeropuerto con el envio, mientras Kirishima regresaba a su oficina para revisar las cotizaciones que meses atrás hizo para la compra de los nuevos barriles. Al abrir la puerta fue golpeado por el olor especiado de una colonia que parecía inundar cada rincón del lugar. 

Por lo limpio de la oficina, nadie podría aseverar lo ocurrido allí unas horas antes, su atención se fijó en la hoja que con una bella caligrafía delataba la identidad de los intrépidos visitantes:

«Gracias por no delatarnos, siento haber utilizado indebidamente la oficina. 

Yokozawa Takafumi».

Kirishima llevó el papel a su nariz aspirando el olor impregnado en este. Después de la muerte de Sakura, alguien volvía a despertar su curiosidad, y lo peor es que ni siquiera lo conocía.




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