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Fiume por Mascayeta

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Takafumi se derrumbó sobre el escritorio con todo el deseo de poder cerrar sus ojos y dormir como si no hubiese mañana; estaba cansado, esa semana en particular los trabajos parecían acumularse uno tras otro y cuando se creía estar libre algo nuevo surgía.

Escuchó la conversación de las personas a su alrededor, era lógico que lo ignoraran, en su posición él hubiese hecho lo mismo. Nadie quiere la furia de quien busca en un intercambio de clase recuperar fuerzas.

De repente, ese delicioso momento en que la somnolencia llena el cuerpo y se está a punto de caer en la magia del reparador mundo onírico comenzó a hacerse presente, aunque quería abrir los ojos cada vez le estaba quedando más difícil.

Mentalmente repitió las palabras «solo cinco minutos», a sabiendas que en menos de ese tiempo el docente ingresaría al lugar, pero no importaba, su cuerpo lo pedía después de tres días de poco sueño y exceso de café. En esos instantes se preguntó porque en Economía tenían que ver Literatura Inglesa, mentalmente se regañó al recordar que era la optativa obligatoria, definitivamente estaba demasiado cansado.

La sensación de tranquilidad en que se hallaba sumido era la misma que sentía cuando estaba en el viñedo, el olor a pastel recién horneado y a vino lo inundó por completo.

Escuchó su nombre pronunciado por el hombre que prácticamente lo había criado. No se quejaba de sus padres, pero siempre hubo una excusa para dejarlo en Cerchio, y a sus veintitrés años, realmente eso ya no le importaba.

Nuevamente fue llamado por su abuelo, lo que hizo que se levantara, pero al querer dar un paso hacia al frente cayó al vacío, como pudo trató de alcanzar lo que en su mente era una raíz sobresaliendo de la tierra; el sonido del golpe retumbó en el salón seguido de varias carcajadas.

—Me alegra que este con nosotros señor Yokozawa. Abra el libro en el capítulo veinte y comience a leer.

Acomodó su silla y procurando no demostrar su enojó se sentó mirando su maleta, con la sorpresa que la chica del pupitre del lado, le pasó el libro señalando donde debía seguir. Takafumi le agradeció con un guiño que sonrojó por completo a su compañera. Sin dudar más, comenzó la lección.

—¡Entonación jovencito! —Yokozawa suspiró y con el acento inglés que al hombre le gustaba pasó a leer la historia de Lovecraft.

Por un momento deseó hacer realidad la ficción en sus manos, se consideraba un buen lector, pero estar en la clase de Dennis Wilson hacía que cualquier amor por las letras se hundiera en las profundidades de Las Marianas.

Los tres golpes en la puerta suspendieron la narración y dieron paso a Chiasa que pidió hablar con el docente, tiempo más que suficiente para devolver el texto y tomar el suyo que ya estaba en el escritorio; al querer preguntar, la joven soló le brindo una sonrisa que a decir verdad le causó escalofrío.

Percatándose de que Wilson regresaba, se dispuso a seguir, pero este le pidió recoger sus útiles y salir del salón. Los murmullos lo rodearon, sin replicar como era su costumbre, hizo caso. En la puerta la mujer agradeció al docente y solicitó a Takafumi que le siguiera.

Podría jurar que escuchó un pequeño grito en su aula y a alguien diciendo que lo sentía. Al llegar a la rectoría la figura de su progenitora al lado de Masamune no le dio buena espina. 

Desde hacía un año Takano y él eran oficialmente pareja, sus padres los apoyaban sin criticarlos y principalmente Kiara, su madre, parecía complacida con esa relación. No obstante, con el pasar del tiempo, había notado que cada vez que se avecinaba algo que no le iba a gustar, ella utilizaba a su amante como catalizador.

—Debes ser fuerte amor —le dijo besando su sien—. Es tu abuelo, debemos viajar a Cerchio.

Apartándose del ojimiel se dirigió a su madre para pedir una explicación, la frase fue contundente.

—Llamaron de la hacienda, Yokozawa-sama está muy enfermo y ha pedido que su familia lo acompañe en sus últimos días.

—N-no es verdad, yo hablé con él —la pelinegra tomó el rostro de su hijo entre sus manos e hizo que la mirara, Kiara sabía que, si no aprovechaba ese momento, nunca podría lograrlo.

—Amor, sé que amas a tu abuelo, por eso es necesario que hagas algo para que él se ponga muy feliz cuando te vea.

Takafumi pronunció un "sí" casi imperceptible, cualquier deseo de su abuelo lo cumpliría sin lugar a dudas. Él era su ser más preciado en la Tierra. Observó a la pelinegra llamar a Takano quien al acercarse colocó en su dedo anular una argolla.

—Mañana viajaremos, pero ahora es imprescindible que llegues casado con Masamune.

Sus ojos se abrieron en clara muestra de sorpresa, cuando quiso preguntar el motivo, los labios de su novio le taparon cualquier posibilidad de queja. Al separarse Takano limpió una de las comisuras de sus labios recordándole con dulzura porque iban a hacerlo.

—Esto es por tu abuelo Yokozawa, pero también es la confirmación de nuestro amor.

Esa última frase en vez de producirle calma trajo un enorme dolor en su pecho, nadie mejor que él para saber porque estaban juntos, y que ese matrimonio era la confirmación de una mentira. En los ojos de Takano reconoció por primera vez una emoción que jamás le había visto, una que le produjo miedo, porque estaba alimentada por un sentimiento que no deseaba jamás sentir: Venganza.


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