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Secret por paunina12

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Notas del fanfic:

Este fanfic corto está basado en la canción " himitsu kiro no chikai" o "secret oath of black" PLaneo que sean un máximo de 5 capítulos, dependiendo de como vaya a ser recibido y el apoyo que tenga.

Notas del capitulo:

Nada que agregar, solo espero que lo disfruten.

 Caminaba sin rumbo en las afueras de la ciudad, no sabía con exactitud donde había caído, recordaba vagamente el nombre de aquel lugar “Londres” pensó mirando aquella lejana arquitectura victoriana. Esperaba que pronto alguien se percatara de su ausencia y sus compañeros lo fuesen a buscar, la broma que le había hecho su compañero Claude no la dejaría pasar, la mayoría de los demás ángeles sabían y tenían la certeza de que el anterior nombrado estaba realmente celoso de él, no solo  porque era el favorito si no porque este tenía el encanto con el que a toda criatura le gustaría contar, pues le habían llegado ofertas para conseguir un ágape o un eros, aunque eso parecía inconcebible para un ángel, aceptar el amor inclusive de los demonios, quienes le prometían riqueza, fama y todo lo que quisiese para que cambiara de bando.

El ángel de ojos dorados estaba muerto de celos, él quería ser el centro de atención, quería ser amado, preferido y escapar a un mundo donde fuese venerado. Pero sabía que el ángel Sebastian tenía un secreto; estaba enamorándose de un humano.

Pero eso no era lo peor, él lo había visto hace muchísimos años, en aquella fuente espejo que existía allá arriba, donde solo están aquellos que pueden ser solo observadores, una noche le llamó para que viera lo que estaba ocurriendo en aquella apartada mansión.

Fuego, fuego por todas partes, y un pequeño niño ahogándose con el humo negro que desprendía venganza, nunca supo quién había iniciado el incendio, pues a pesar de ser un ángel el no poseía las respuestas a todo como las tenían diferentes seres divinos que se le anteponían en jerarquía. Se horrorizó con lo que sus ojos veían, pues nunca había visto tan de cerca la maldad que creaban los hombres, pues en ese instante aún era inocente, puro y no conocía lo que era el mal.

Por algún motivo, no podía desviar la mirada del siniestro espectáculo, que Claude, años mayor que él, le enseñaba, sin dejar de sonreír como si la desgracia e infortunio del chico le divirtieran, algo comenzó a crecer en su pecho, no podía dejarle morir.

Se dirigió a su superior, chica de tres pares de alas, que le ayudase a salvar su vida. Ella aceptó, con la condición de que nunca más volviese a entrometerse en la vida de los humanos, ya que ellos son quienes tenían el libre albedrío para decidir lo que harían con su vida, ya que había sido el propio señor quien les había otorgado esa capacidad.

Aceptó de inmediato y pudo ver como el cielo se abría para dar paso a una luz cegadora, cubrió sus ojos, entonces lo vio, la joven bajó y con su manto sagrado cubrió al menor, otorgándole la protección divina que pocos en el mundo poseían. Besó su frente y desapareció, al igual que el fuego que los rodeaba.

Habían pasado años desde aquello, y Sebastian solo podía ver al joven utilizando el espejo bendito de una chica a la cual por algún motivo le ayudaba. Era un secreto entre ambos que lamentablemente el ser equivocado escuchó y lo utilizó para tomar ventaja de la situación.

Mientras el pelinegro se hallaba embelesado mirando hacia el mundo humano por aquel portal, Claude se acercó lentamente y con sus manos le dio un empujón. El ángel cayó y se azotó con el suelo con fuerza, quedando inconsciente por un momento, al estar en el mundo humano, decidió que sería mucho mejor ocultar sus enormes alas blancas, y así lo hizo. Aunque no quisiera admitirlo, estaba bastante preocupado ¿cómo podría volver a su hogar? No tenía la menor idea de que hacer, así que vagó por toda la ciudad de Londres sin dejar de pensar en el castigo que se le daba a los ángeles caídos como él, lo recordaba con todas sus letras.

       “Mientras más tiempo pasas en el mundo humano, más humano te vuelves”

Caminó con sus pies descalzos hasta que los rayos del sol comenzaron a esconderse, y sin pensar que ocurriría una casualidad tan grande, se fue a encontrar con los hermosos ojos que veía en el paraíso, aquellos hermosos ojos azules que poseía el muchacho que una vez había salvado, que lo miraba esbozando una sonrisa bastante preocupada.

En cuanto sus orbes se encontraron, el desdichado y estúpido ángel cayó rendidamente enamorado sin poder decir una palabra, ya que aquellos sentimientos que durante muchísimos años no había podido olvidar se materializaron y saltaron a su pecho, llenándolo de un sentimiento enorme que él jamás había conocido. Siempre le habían dicho que estaban llenos de amor, pero era primera vez que estaba seguro de lo cierta que era esa afirmación.

Así que una vez al encontrarse patéticamente enamorado, decidió que por el sería capaz de comer la fruta prohibida a sabiendas del destino que le esperaría con solo morderla, pues aquellos sentimientos imperdonables se hacían más y más fuertes.

El ángel se vio capaz de abrir, también, la caja de pandora por el humano.

Él le tendió su mano, ofreciéndole ayuda. Cometió otro erro, aceptarla. Fue llevado a aquella mansión que una vez vio consumida por las llamas, pero ahora estaba completamente reconstruida. No pudo evitar pensar que los humanos eran capaces de hacer cosas maravillosas y terribles al mismo tiempo.

Aquel chico le preguntó de dónde venía, no quiso responder con la verdad, temía ser tratado como un loco, así que mintió, diciendo que había escapado de las manos de su anterior amo. El joven se sorprendió y pudo comprender por qué el chico estaba solo y con aquella ropa antigua de color blanco sucio. Había pertenecido a la elite y lo habían dejado atrás como si de un perro se tratase. A sus ojos, el de pelo azabache le parecía tan bien parecido, así como bien portado que podría haber sido el mayordomo de la mismísima reina. Decidió hacerle una propuesta.

                                                 “¿te gustaría ser mi mayordomo?”

No hace falta decir que aceptó el trato enseguida.

Pasó una temporada y el ángel, cuyas cualidades sobrehumanas lo habían puesto en la cima, era el mayordomo que todos quisieran tener, un joven educado y servicial que servía ciegamente las órdenes del chico cuyos ojos le habían arrebatado el corazón. Pero el ya no era un ángel inocente como lo fue en un principio, poco a poco, el horrible mundo que tenían los humanos había empezado a salpicarle, manchando de negro las que un día fueron sus hermosas alas blancas. Cuando empezó a realizar los trabajos que le ordenaba el Conde Phantomhive, empezó a utilizar guantes. Su actitud cambió de la misma forma, dejó de tratar de aparentar aquella personalidad bonachona que una vez tuvo en el cielo, ahora era sarcástico, a veces, frío. Sentía que por fin podía ser como realmente era.

Convirtiéndose en la mano derecha de Ciel Phantomhive, escondía sus verdaderas intenciones bajo una sonrisa, pues lo que más anhelaba era caer en el pecado junto a él, quién era el fruto prohibido que él no podía probar. A sabiendas que el amor entre humanos y ángeles estaba estrictamente prohibido y era considerado como imperdonable, sabía que para hacerlo y convertirlo en su realidad solamente tenía que destrozarlo todo con sus manos.

Cuando se le fue presentada aquella muchacha de ojos verdes y cabello rubio, tenía que hacer algo para evitar que ellos terminaran juntos. Sin que nadie se percatara iniciaba peleas entre ellos, disfrutaba que ella se marchara de la mansión sin dejar de llorar. Gozaba al sembrar el fruto de la discordia entre ellos, aunque él no lo tuviera claro, desde el día que se encontraron, le pertenecía, aunque ella no lo supiera, sería capaz de hacer cualquier cosa para alejarla de su prometido.

Poco le importaba que fuese la prima de su señor, a quién ahora llamaba “joven amo”, y se encargaría de destruir a cada mujer que se le pusiera por delante. Era simple, ya no le importaba más el color que irían tomando sus alas, manchadas y salpicadas por la sangre carmesí, que poco apoco se transformaba en un negro oscuro como el carbón.

Se había decidido, esa noche acabaría con aquella jovencita, le mintió, diciendo que su joven amo quería hablar con ella esa noche, mientras se preparaba, tomó el único objeto que pudo rescatar tras su caída, abrió la caja de pandora esa noche, con solamente una bala ya estaba cargada, el revolver que la llevaría al destierro absoluto y sobre todo la alejaría para siempre de aquel hogar y corazón, donde había decidido que no sería bienvenida.

“Si supieran que estoy a punto de asesinar a sangre fría a esta mujer solo por mi conveniencia, me lanzarían al infierno sin duda alguna”

Una vez en aquel oscuro callejón, la chica estaba realmente emocionada, creyendo inocentemente que esa noche se aclararían todos los malos entendidos que tenía con su prometido. Su semblante cambió de un segundo a otro cuando pudo ver el arma que estaba apuntando el contrario.

-          Se-Sebastian…- Se podía ver el miedo reflejado en sus ojos, pero eso no lo detuvo.

-          Lady Elizabeth. - Su voz se notaba fría, a punto de jalar el gatillo.

-          ¿Esto…es por Ciel, ¿verdad?

-          …Si…- Respondió Sebastian. –

-           Cuídalo por mi ¿Sí? – Sus ojos se llenaron de, quiso rogar por su vida antes de recibir el disparo, pero cayó al pavimento como si de nada se tratase.

Al día siguiente su cadáver fue encontrado por Scotland Yard, El conde Phantomhive estaba devastado, retenía sus lágrimas frente a la multitud y los nobles que iban a darle el pésame, pero en su aislada habitación no podía dejar de llorar, era cierto que podía ser muy molesta a veces, que lo sacaba de quicio de vez en cuando, pero no por ello merecía morir, era una chica inocente que no tenía culpa alguna.

Ciel esperaba que alguno de sus enemigos se adjudicara el asesinato a sangre fría, pero se equivocó, pasaron semanas sin que nada pasara. Trataba de fingir frente a sus sirvientes que el llanto de su prometida no lo perseguía durante la noche. Él único que sabía lo que pasaba por su mente era Sebastian, quien le hacía creer a todos que estaba afectado por la muerte tan prematura de la que en algunos meses llegaría a ser su nueva señora.

Aunque sabía que era nada más que su culpa, el ojirojo estaba cansado de la mirada triste que tenía su amado, aquellos ojos que tanto amaba se veían nublados por la pena, estaban tan ocupados buscando un culpable que habían cerrado repentinamente la entrada a su corazón. Pero eso no lo podía desanimar, por fin, ya no tenía ninguna competencia, podría aprovecharse de la situación y tratar de ir tras él.

Ocurrió entonces, una tarde en la que el joven miraba melancólicamente por la ventana, golpeó la puerta de la habitación, no recibió respuesta, pero pasó de igual manera. “Bocchan” le llamó, sacándolo de aquel limbo donde se encontraba, él le miró con ojos tristes, Sebastian se acercó y le preguntó si todo estaba bien. Recibió la misma respuesta de siempre, un flojo y casi inaudible “Si”.

Sebastian tocó el hombro de su amo, quién volteó a verle lentamente, pestañeó un par de veces y enfocó su atención en él.

- ¿Qué pasa, Sebastian?

- Me preguntaba si estaba bien, joven amo – Respondió el mayordomo.

No dejaba de pensar el sufrimiento que le causaba a su amo, pero era capaz de incluso cercenar sus propias alas con tal de que fuese solo para él.

Tomó su mentón, obligándole a mirarlo a los ojos, aquellos orbes azules que adoraba lo miraron con duda, “él…es tan inocente” pensó el ángel, era increíble que una persona que hubiese estado en el mismo infierno y ser conocido como el noble del mal pudiera mirar de aquella manera tan arrebatadora, esa mirada que lo hacía arrepentirse de todo lo que había hecho, menos de haberle salvado hace unos años atrás. No pudo evitar delinear sus labios con sus dedos, se quitó el guante con ayuda de sus dientes sin dejar de tocarlo con su otra mano, quería besarle, se moría de ganas de besarle.

Poco a poco se fue acercando a sus labios, hasta que ambos se juntaron. Cerró los ojos, disfrutando del contacto. Se sintió nuevamente en el paraíso, como si nunca lo hubiera dejado.

                                        “Entreguémonos por completo al demonio”

Murmuró suavemente sobre los labios de Ciel, quién se separó, sintiéndose infinitamente culpable por lo que estaba haciendo, su prometida, su prima, la chica que más lo amaba en todo el mundo se había ido para siempre y él, estaba besándose con alguien más. Un sonido seco llenó la habitación, el rostro de Sebastian se volteó con la fuerza de la bofetada, entonces comprendió que había estado demasiado tiempo en el mundo humano.

            “Mientras más tiempo pasas en el mundo humano, más humano te vuelves”

                                                     “Así que esto…esto es el dolor”

Notas finales:

ESpero que les haya gustado, me ayudaría bastante que dejaran un review, pues me animan a seguir escribiendo y  a traer historias como esta.


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