Seis meses después del ya visible embarazo de Quill, los habitantes de Nuevo Asgard todavía no han asumido que su rey emérito, el dios del trueno, ahora tiene otras...
Responsabilidades
Discutir cada mañana con Peter por cualquier nimiedad se había vuelto algo cotidiano, su embarazado amorcito acostumbraba a levantarse de muy mal humor. Discutir cada tarde con Brunhilda, quien le acusaba de mostrar desidia respecto al gobierno de su pueblo, también iba siendo algo habitual.
Digamos que de nueve a once...
- Estoy harto de tus pelos atorando el sumidero de la bañera, ¿cuándo te lo vas a cortar? Pareces un hippy con esas melenas.
- Sí, mi amor. A ver si tengo tiempo.
Y de seis a ocho de la tarde...
- Solamente te pido que acudas a los plenos municipales, ¿es demasiado trabajo para ti? ¿Ir a la casa consistorial y sentarte a escuchar los problemas de tus súbditos?
- Conciudadanos... Y tú eres la alcaldesa, yo no soy nada.
- Tienes responsabilidades. ¡Eres el maldito Rey de Asgard! Espero verte allí mañana.
Cada día en esos intervalos tocaba discutir. Thor lo llevaba como podía, la verdad.
- Hola, Banner... - Saludó entrando sin avisar por la terraza de su apartamento en Nueva York. Tropezó con un macetero y casi lo tira al suelo. - Perdona, Hulk... ¿cómo te haces llamar ahora? ¿Hulk listo? ¿Banner fuerte?
- Déjate de coñas, estoy ocupado. - Le miró de arriba abajo por encima de las gafas e hizo un gesto de desaprobación. - ¿Estás borracho?
Lo estaba, no podía negarlo. Era jueves, nada fuera de lo corriente. Discusión con Peter por la mañana, discusión con Brunhilda por la tarde... Para desconectar un poco el dios había vaciado un par de barriles de cerveza y se había largado volando, de la mano de su fiel compañera Stormbreaker, a hacerle una visita a su amigo el gigantón verde.
Necesitaba que alguien le escuchara a él para variar. Se sentó en el sofá extra grande, puso los pies encima de la mesa, dejó su hacha sobre la moqueta y se relajó.
- Tienes un apartamento muy bonito. Me gusta la mezcla de libros, extraños artefactos y muebles súper enormes, son... muy cómodos. - Dijo hundiéndose entre los cojines un poco más.
- Thor, estoy liado con un experimento. - Le reprendió algo molesto.
- ¿Es importante? Puedo ayudarte... - Dijo intentando ponerse en pie sin conseguirlo.
- ¡No toques nada! - Le detuvo levantando su manaza verde. - Tú quédate ahí mientras termino con esto. ¿A qué has venido?
- A ver a mi amigo. - Balbuceó con cara de cachorro triste. De pronto el cielo de Nueva York empezaba a nublarse.
- Thor... - Banner volvió a mirarle por encima de las gafas. - ¿Qué te pasa?
El dios tardó un momento en responder, con la cabeza gacha concentrado en sus propias botas.
- Me gritan. - Confesó al fin. - Me gritan en casa, me gritan en el ayuntamiento, me gritan en la calle... ¡Todo el mundo parece estar enfadado conmigo! Sólo quería irme de allí, por un rato.
- Supongo que no estás muy cómodo con tus nuevas responsabilidades. - Dijo Banner encajando la tapa del artilugio que le tenía tan atareado.
- Responsabilidades... - Masculló. - En Nuevo Asgard también me lo han dicho, pero ¿qué responsabilidades tengo yo?
Banner se lo quedó mirando un momento. Ya le había visto borracho otras veces, también le había visto deprimido después de lo de Thanos, pero ¿las dos cosas al mismo tiempo? No le veía tan mal desde el funeral de Tony.