Soy Thor, tu padre
Thor lo miró con envidia y algo de tristeza, podía sentir a su bebé allí dentro todo el rato. Notaba cómo se movía, cómo reaccionaba a lo que él comía, a lo que bebía u olía. Su bebé sentía a través de Peter y él... él seguía estando fuera. ¿Cómo iba a ser un buen padre? Un tío tan inseguro como él, tan incapaz de reconocer sus propios sentimientos... de expresarlos. Ni siquiera había intentado pedirle matrimonio a Peter, lo había estado pensando a fondo y era lo que quería pero... no se atrevía a hacerlo, no soportaría un no como respuesta. ¡Cobarde! Toda la vida huyendo de sus sentimientos, arreglándolo todo a golpes de martillo en mil batallas, o de un hachazo cortando cabezas. ¿Cómo iba un bruto como él a criar a un hijo? Aquello le daba pánico, esa era la verdad.
Recordó el consejo que Banner le había dado. Después de mecerlo en sus enormes brazos verdes durante más de una hora y esperar a que el sol volviese a brillar en el cielo de Nueva York, su amigo le dijo que no se dejara llevar por sus miedos, que respirase hondo y siguiera adelante como si tal cosa porque al final, todo saldría bien. Dejarse llevar, eso era todo.
- Aksel y Njord te envían saludos. - Comentó como si nada con la boca llena de pasta. - Dicen que Brunhilda ya se ha ocupado de todo y su problema está resuelto.
- Como debe ser. - Asintió Peter. - ¡Menudo jaleo tenían esta mañana en el ayuntamiento! ¿Sabes que al bebé no le gustan los gritos? Se revolvía como loco, me dio un puñetazo y todo. Deberías hablarle seriamente Thor, tienes que implicarte desde ya en su educación.
Al dios se le abrieron los ojos como platos. ¿Estaba bromeando Peter? ¿En serio quería que le hablase al bebé, que le regañara por dar patadas y puñetazos dentro de su tripa? Sin pensarlo dejó el tenedor en el plato y corrió a arrodillarse junto a Quill.
- Mi bebé, soy Thor, tu padre. - Le dijo pegando la cara al abultado vientre.
- Creo que ya te conoce, bobo. - Rió Peter ante aquella tontería.
- Oye, no está bien que golpees a tu madre desde dentro, le haces daño. - Continuó hablando a la barriga, acariciando su redondez por debajo de la camiseta de Peter.
- ¿Madre? - Se extrañó Quill. - Bueno, supongo que es lo que soy.
Thor se puso en pie, temía haberse excedido con aquello de llamarle madre y miró a Peter con cara de cachorrito, como pidiendo disculpas en silencio.
- ¡Oh, mi cosita preciosa! - Exclamó Quill conmovido, levantándose para poder darle un abrazo. - Tienes razón, soy la madre de tu hijo y ¿sabes? Me gusta eso. Te quiero, mi vida.
- Y yo a ti, mi amor. - Respondió tomándolo entre sus brazos.
- Vamos a la cama... - Le sugirió Peter en un susurro besando sus labios después.
El dios del trueno no iba a dejar escapar semejante oportunidad. Los macarrones podían esperar, eran una comida reconfortante, sí, pero necesitaba más aquello que Peter estaba a punto de darle.