Lista de prohibiciones
A Quill le daba vueltas la cabeza, apenas había descansado tras la batalla contra Ayesha y toda aquella historia sobre antojos y embarazos le sobrepasaba. Sintió el calor aflorando en las mejillas y se dejó llevar por la ira.
- ¡Tonterías! - Protestó dando un manotazo sobre la mesa y poniéndose en pie para salir del comedor, dejando la comida casi intacta. - No necesito ningún trato especial. ¡No me pasa nada!
- Ya estamos... - Murmuró Rocket con fastidio. - ¿Cuándo va a aceptarlo?
- Es difícil para él, conejo. Se siente raro, las hormonas... - Respondió Thor a su amigo peludo.
- ¡QUE NO ME PASA NADA! - Gritó Peter ya desde su camarote, había estado escuchando con la puerta abierta.
Todos se encogieron de hombros y siguieron con su cena como si tal cosa. Thor se terminó la sopa sorbiendo de un trago el contenido del plato y se retiró para ir junto a Quill. Aquello iba a ser la norma por ahora, las salidas de tono, los gritos y el hecho de que su amorcito no terminara de aceptar la situación. El dios del trueno tendría que hacer algo, no tenía ni idea de qué pero, por el momento, pensó que abrazar a Peter en la cama y darle todo su amor sería suficiente.
- Estoy bien. No me pasa nada. - Le espetó nada más verle entrar al camarote.
- Claro que sí, mi tesoro. - Dijo echándose a su lado. - Según Strange, todo va con normalidad.
- Pues eso. - Refunfuñó apretando los labios. - Stephen recomendó que hiciese vida normal. Nada de comer cosas crudas, es verdad, pero yo nunca las como, no me gustan.
- Y nada de grandes esfuerzos, saltos, sacudidas, golpes... - Le recordó Thor, aún sabiendo que esa lista de prohibiciones le molestaba.
- ¿Por eso no me dejaste luchar contra Ayesha? - Preguntó mirándole con enfado.
- ¡Luchamos todos juntos! - Se excusó el dios, la mirada acusadora de su amorcito le estaba sacando de quicio. Tuvo que respirar profundamente para recobrar la calma. - No te hice quedarte en la nave, no te obligué a...
- Ya, pero nada mas bajar de la Milano te fuiste derecho a ella y le cortaste la cabeza con un golpe de Stormbreaker. - Le recordó molesto. - ¡No nos diste ninguna opción a los demás!
- Lo vi claro. - Dijo justificándose. - Y funcionó.
Pasaron unos segundos tumbados codo con codo y mirando al techo en silencio, cada uno con sus propios pensamientos, hasta que Thor giró la cabeza al sentir una ligera vibración. Peter se estaba riendo y la cama se sacudía.
- ¿Qué? - Preguntó dudando si era él mismo el motivo de aquella risa.
- ¡Su cabeza rodó hasta mis pies! - Exclamó divertido entre carcajadas. - La loca dorada me miraba con odio desde allí abajo, con sus ojos vacíos de vida...
- No iba a permitir que te hiciese daño. - Thor le besó rotundo, con fuerza. - No dejaré que nadie os haga daño a ti o a mi bebé.
Aquello le conmovió. Podría haberse enfadado porque Thor había llamado “mi bebé” a la criatura que albergaba en su vientre, podría haberse puesto a la defensiva en plan “yo sé cuidar de mí mismo” y tal, pero Peter sintió que le había dicho esas palabras con amor. Un amor infinito que le estaba demostrando allí y ahora, envolviendo su cuerpo con abrazos y caricias más dulces que la miel, entregándole su corazón y su alma en cada beso.
- Mi cosita preciosa... - Susurró dejando que el otro le desnudara como quien pela una fruta madura y jugosa, con ansia de devorarla.