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TU LUZ ME HACE BRILLAR por KeepKhanAndKlingOn

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La espesa niebla añil.


 


                                                                          Al fin lo tenía al alcance de su mano después de casi cuarenta días de vagar por aquel desierto de sal bajo el más ardiente de los soles, después de todo su sufrimiento y soledad, el esfuerzo realizado estaba a punto de ser recompensado. La piedra de Buri brillaba con una luz azulada e intensa a un escaso metro de distancia, ¿estaría fría? Era un trozo mismo del hielo del Niflheim, no sería extraño que congelase su mano desnuda si intentaba tocarlo.


Se detuvo un momento a pensar qué debía hacer para guardarse el artefacto. Tomó un trozo de paño raído de la pernera de su pantalón y se aproximó con cautela, temiendo aún que el objeto mágico cobrase vida y el monstruo de dos cabezas se irguiese ante sus narices buscando pelea. Ladeó la cabeza y rió mudo, sin ruido, con la boca torcida en esa mueca tan suya que delata sus pensamientos más tortuosos, como cuando algo le toca los huevos sobremanera pero no está dispuesto a dejar que nadie más lo sepa, sólo aquellos que le conocen bien y saben distinguir esa sonrisa tan inquietante y especial.


Ya era suyo. Agarró la piedra con la tela y la envolvió como un recién nacido, dejando una parte a la vista para disfrutar de la visión de su magnífico logro. No hubo cambios, ni gigante bicéfalo ni nada. Volvió a sonreír pero esta vez aliviado.


Resulta curioso pensar cómo Tony añoraba sus primeros años de infancia, la casi tangible calidez de su hogar a pesar de vivir en un pequeño pueblo de la fría Noruega, rodeado por papá y mamá, su hermana Lyse, los tíos Loki y Kraglin, el doctor Strange, la alcaldesa Brunhilda, el tío Bruce y la tía Pepper, y tantos otros a los que no volvería a ver y echaría de menos para siempre. Una niebla espesa y añil se ciñó en torno a él transportando su mente al pasado.


La vida de un mortal es breve comparada con la de un asgardiano-celestial-humano, en sus ciento setenta y nueve años de existencia había aprendido bien lo que es perder a un ser querido. El dolor al principio parece insufrible, te ahoga en el pecho, hunde tus hombros, te quema en el corazón y aprieta tu garganta impidiéndote respirar o tragar cualquier clase de alimento. Luego, con el tiempo, se va haciendo más soportable. A veces un recuerdo te arranca unas lágrimas, otras, una sonrisa. Todo un misterio, el dolor de la pérdida. Todo un misterio el transcurrir del tiempo y cómo éste afecta a la evolución de un sentimiento que un día fuera una daga helada clavada en el corazón y ahora es el rescoldo de una hoguera de amor que ardió antaño. Mirar atrás y ver las acogedoras llamas o el gélido hielo es elección de uno mismo.


  - Hijo mío, sé que tú y Morgan estabais muy unidos. - La voz de su padre sonaba profundamente triste, tenía los ojos arrasados por el llanto durante el funeral. - Puedes hundirte en el dolor que su muerte te causa, estallar en furia y rabia, destruir el mundo con la ira que su ausencia te ha traído. Mas no olvides que también puedes llorar su marcha y reír con su recuerdo, agradecer todo lo que te dio, lo que habéis compartido, y llenar ese enorme hueco que deja en tu vida con el amor que sentiste a su lado. Es tu elección, Tony. Sé sabio al elegir.


La muerte de Morgan Stark, su gran amiga, le tocó de forma muy especial, más que la de cualquier otro pariente o amigo. No en vano ella fue su primera amante y compañera de aventuras, y en sus últimos años su confidente. Cuando las canas cuajaban su cabellera antes negra como la noche, cuando las arrugas de su rostro contaban la historia de toda una vida, rodeada de sus hijos y nietos en el hermoso hogar que construyó junto a su esposo humano. Tony sabía que su vieja amiga había tenido una vida larga y plena, llena de frutos que la sobrevivirían y mantendrían vivo su recuerdo durante décadas. Aún así no pudo evitar sucumbir a algo de su rabia y escupir su ira sobre la faz de la tierra cuando le dieron la noticia de su muerte. Su padre, con aquellas sabias palabras, le hizo entrar en razón.


De nuevo su recuerdo le arrancó un suspiro de lo más profundo de su ser. ¿No sería perfecto volver a ser aquel bebé regordete que se perdía en los enormes brazos de su padre? La espesa niebla añil se cerró aún más a su alrededor, perdiendo ya de vista el erial salino que era aquel planeta y llevándole lejos, muy lejos de allí.


 

Notas finales:

El objeto que había ido a buscar a aquel planeta perdido, el mágico artefacto que tanto esfuerzo le ha costado conseguir, le tiene preparada una buena sorpresa. ¿A dónde os imagináis que le llevará la piedra de Buri, su tatarabuelo?


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