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TU LUZ ME HACE BRILLAR por KeepKhanAndKlingOn

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El tipo del pijama de ositos.

 

                                            Lo peligroso de vagar a lo loco entre dimensiones es que uno nunca sabe a dónde va a ir a parar. Y lo peligroso de usar como transportador la piedra de Buri, ese pedazo de mierda congelada de Vaca Cósmica, es que irás a parar allá donde dicte tu corazón. El de Nick estaba roto, hecho pedazos. Por eso la piedra le mostró los años en los que se torturó a sí mismo viviendo alcoholizado, tirado en la calle como un perro. Nadie podía ayudarle en aquel momento, ni siquiera Yondu que le quería como a un hermano. Y no podía salvarlo porque Nick no quería ser salvado. Como dice la canción que no dejaba de escuchar en su mente “sólo me siento bien de rodillas” y eso es lo que hizo por una buena temporada. Arrodillarse.

Había logrado dar alcance a su primo quien le concedió una tregua y compartió con él su amor y su amistad. Pero Nick utilizó su magia para hacer de Tony poco más que un esclavo sexual, sediento de venganza por haber sido rechazado. La letra del tema de los Who sigue diciendo “¿cómo puedo estar a la altura de alguien ahora, después de un amor como éste?” Su primo consiguió armarse de valor y escapar de él otra vez, fue coherente con lo que pensaba de aquella relación, tóxica y nociva para ambos, y acabó con ella de un solo tajo.

Pete Townshend, el autor de la canción, se preguntaba una y otra vez “¿quién eres, quién puñetas eres? Porque de verdad necesito saberlo...” pero Nick lo sabía muy bien. No era más que un niño abandonado por su madre, un adolescente enamorado y rechazado, un poderoso mago torturado por el abandono de los dos seres a los que más ama en el mundo: su madre y su primo Tony.

El lugar a donde la piedra les llevó, guiada por el turbulento corazón de Nick, era un planeta olvidado por los dioses. Un claro reflejo del oscuro sufrimiento de su corazón.

   - Tienes la mano quemada. - Le dijo echando después un vistazo a la suya. - Y yo también. No deberíamos haber tocado esa cosa sin algo de protección.

Nick utilizó sus artes mágicas y con un simple gesto curó tanto su mano como la de su primo. Aquello no se le daba nada mal, lo de curar heridas, claro que había tenido mucha práctica.

   - ¿Dónde estamos? - Preguntó nuestro héroe echando un vistazo a su alrededor. - Esto parece un pueblucho cualquiera, apenas hay nadie en la calle.

Y así era, un puñado de desvencijadas casas de madera a ambos lados del polvoriento camino. No tenían ni la más remota idea de en qué planeta se encontraban pero al menos todo había dejado de dar vueltas, la luz añil se había apagado y la piedra reposaba inerte a sus pies. Ambos debieron soltarla al mismo tiempo al sentir que tocaban tierra firme. El insoportable zumbido en los oídos de Tony que era la canción de los Who en la cabeza de Nick, también se había detenido. Todo estaba en silencio.

   - Será mejor que yo me ocupe de esto. - Dijo Tony agachándose a recoger el artefacto.

   - Toma, envuélvelo aquí. - Nick le dio el chubasquero que llevaba puesto quedándose en camiseta. - En Toshokan era temporada de lluvias, aquí no creo que me haga falta y evitará que vuelvas a quemarte.

   - ¿No vas a preguntarme qué es? - Dijo con una sonrisa de medio lado.

Tampoco es que le hubiera preguntado dónde había estado todos estos años, ni de dónde venía vestido con un pijama. Nick no estaba muy comunicativo, en eso había salido a Loki.

   - No hace falta. - Respondió altivo, con la recta nariz apuntando por encima de la cabezota de su primo en cuclillas. - He oído las viejas historias de tu padre hasta la saciedad, igual que tú.

Recordaba perfectamente los cuentos de Asgard que Thor les contaba a él y a Yondu antes de quedarse dormidos cuando eran pequeños. Sabía perfectamente que aquel poderoso objeto no era otra cosa que la piedra de Buri.

   - ¡Eh, oiga usted! - La voz chillona de un niño que se acercaba por el camino les sorprendió. - Sí, usted, el tipo del pijama de ositos.

El pequeño, que no debía tener más de ocho o nueve años, llegó hasta ellos en una carrera. Tenía el pelo rojo y muy rizado, traía la cara llena de churretes y vestía unos pantalones cortos y un jersey llenos de agujeros. Los zapatos, sucios y gastados, parecían un par de tallas más grandes que sus pies.

   - ¿Es usted Tony Thorson, señor?

   - ¿Quién lo pregunta? - Contestó él intrigado.

   - Si es usted tengo que darle una cosa, así que déjese de tonterías y diga, ¿se llama usted Tony Thorson?

   - Bueno sí, soy yo. - Admitió aguantando la risa, aquel chiquillo tenía mucho carácter.

   - Pues tenga.

El niño le entregó un misterioso sobre, grande y marrón, relleno de papeles y algo metálico que tintineaba en su interior. Nick y Tony contemplaron atónitos cómo el pelirrojo corría todo el camino de vuelta hasta la casa de la que debía haber salido. Luego se clavaron la mirada el uno al otro, los ojos verdes en los azules llenos de asombro.

   - ¿Pero qué coño...? - Dijeron casi al mismo tiempo.

 


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