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66. Luchando contra la Tentación (11) por dayanstyle

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—¿Qué jodidos? —El detective Hwang Kwang Hee pisó los frenos, el carro coleteó mientras se detenía, rezaba por no haber golpeado al chico que salió corriendo delante de él. Su maldito pie estuvo cerca de atravesar el suelo mientras rezaba por detenerse a tiempo. ¿De dónde infiernos había salido?

 

Se mantuvo sentado en su carro un momento, tratando de que su corazón bajara de su maldita garganta. ¿Alguien acababa de salir corriendo delante de él? Sabía que la respuesta era sí, Kwang Hee abrió la puerta del carro y salió a la carretera. Se acercó a la parte delantera del carro y vio al hombre que había caído de rodillas.

No había golpeado al hombre. Kwang Hee estaba seguro. Pero se veía un poco conmocionado. —¿Estás bien?

El hombre estaba allí arrodillado, mirando a Kwang Hee con una muy compleja expresión en su rostro. El chico parpadeó un par de veces mientras se ponía de pie, sacudiéndose el polvo con las manos. —Lo siento.

Sí, decir lo siento no habría evitado que Kwang Hee realmente golpeara al chico. Pero por la forma en que el hombre se veía decaido, Kwang Hee no podía seguir enojado.

Kwang Hee se acercó más para asegurarse de que el chico estuviera realmente bien cuando el aroma más embriagador entró en sus pulmones y su corazón se aceleró. Olfateó el aire mientras veía los grandes ojos verde esmeralda y sintió que algo dentro  de  él  encajaba  en  su  lugar.  Su  oso  negro gruñó suavemente mientras Kwang Hee ladeó la cabeza hacia un lado, estudiando al pequeño hombre.

—¡Oh, no! —El hombre dio marcha atrás, su largo y negro cabello balanceándose con la brisa mientras sus ojos se agrandaban—. Esto no puede estar pasando.

Bueno, no era exactamente como Kwang Hee imaginaba encontrarse con su pareja.

Casi atropelló al hombre y ahora el chico se veía como si estuviera a punto de desmayarse. —¿Por qué corrías en medio de la carretera?

 

—Para alejarme —su pareja le respondió a Kwang Hee como si debiera haber sido obvio. Se mordía el labio inferior y sus ojos recorrían todo el lugar.

 

—¿De quién? —Kwang Hee sacó su arma, mirando alrededor de la desierta carretera. No vio ninguna amenaza inmediata. El hombre veía por encima del hombro, sus ojos viendo en  todas direcciones. Kwang Hee sabía que buscar. Había sido detective durante demasiados años. Este chico definitivamente huía de alguien—. ¿Quién está detrás de ti?

—Tengo que seguir adelante —dijo el hombre cuando empezó a darse prisa para alejarse.

 

Kwang Hee extendió la mano y lo atrapó... la esencia... no estaba seguro. —¿Qué eres?

—Alguien aterrado —respondió el hombre en un alto chillido—. Ahora bien, si no te importa... —Trató de dar un jalón a su brazo, pero Kwang Hee se mantuvo firme.

 

—Me importa. ¿De qué estás huyendo? —le preguntó con un poco de más firmeza. Kwang Hee no era el tipo de persona que le gustara ser desobedecido.

 

—Problemas —el pequeño hombre siguió jalando su brazo—. ¿Te importaría dejarme ir, así podre correr?

 

Kwang Hee había tenido suficiente. El detective en él se hizo cargo, no había manera de que dejara ir al hombre. Él era un hombre muy dominante y, normalmente, no dejaba que alguien le hablara con rodeos. Pero este hombre no era su sumiso, así que Kwang Hee no podía castigar al hombre por su insubordinación.

Pero una cosa era segura. El chico estaba en problemas y Kwang Hee iba a ayudarlo. —¿Por qué no dejas que te lleve?

—Yo no subo a carros de extraños. Además, no voy a ayudarte a buscar a tu mascota perdida y no me gustan los dulces. —Su pareja golpeó la mano de Kwang Hee varias veces, por lo que Kwang Hee gruñó—. Ahora deja que me vaya antes de que  suene mí no-puedes-acercarte-a-mi-cuerpo  silbato.

 

Dejando su arma, Kwang Hee se rascó la corta barba. No estaba seguro de qué hacer con el nervioso hombre. Nunca había encontrado a nadie como él antes. Vio un silbato rojo colgando de una banda de plástico en espiral alrededor de la muñeca del chico. —Sabes que somos pareja, ¿verdad?

El hombre dejó de luchar y exhaló con fuerza. —¿Qué pasa con todos tratando de emparejarse conmigo? Sólo que no quiero esa complicación —golpeó la mano de Kwang Hee de nuevo—. Vete.

 

Kwang Hee sintió sus entrañas hervir ante la idea de otra persona tratando de acoplarse a un hombre que le pertenecía. Era una reacción instintiva, una que Kwang Hee sabía que ni siquiera iba a examinar en este momento, si es que alguna vez lo hacía.

—Dime quién está detrás de ti... ¿Cómo se llama?

—Jesús —el chico gimió cuando dejó caer sus hombros—. Te dije que no voy a tomar un caramelo de ti.

 

Kwang Hee quería golpear su cabeza contra el coche. Obviamente el chico no mostraba toda su mano. Veía a Kwang Hee como si fuera una especie de maldito depredador. Bueno, lo era, pero no del tipo que este pequeño nervioso hombre insinuaba.

—Entra en la parte de atrás de mi carro. —Kwang Hee estaba cansado de jugar. El hombre iba a hacer lo que él le decía o Kwang Hee iba a azotar su… —no, no iba a hacerlo. No pensaba reclamar al hombre así que no podía azotarlo. No habría juegos, ni bondadge, ni nada de eso. Kwang Hee iba a ayudar al hombre, y eso era todo.

 

—¿Por qué? —el chico gritó mientras trataba una vez más de liberarse.

 

—Soy un detective y te voy a arrestar. —Sólo tenía que averiguar cuáles serían los cargos. Pero meter a su pareja en el carro era mejor que seguir corriendo en círculos persiguiendo su cola. A Kwang Hee casi se le estaba acabando la paciencia. Era evidente que alguien estaba detrás del chico y él iba a proteger a su pareja ya fuera que el hombre lo quisiera o no.

Era su trabajo. Había jurado proteger a aquellos que no podían protegerse a sí mismos y alejar a los malos. Aunque no veía a ningún malo ahora.

—¿Cómo sé que dices la verdad?

Kwang Hee metió la mano en el bolsillo de atrás y sacó su billetera, abriéndola para mostrar su placa.

El hombre no parecía muy convencido. —Mi primo tiene una de esas. Lo compró en una tienda de curiosidades.

Kwang Hee no dijo ni una palabra más. Guardó la cartera en su bolsillo trasero y jaló a su pareja a la parte trasera de su carro. — Creo que vamos a ver si estoy diciendo la verdad cuando estés sentado en la cárcel.

 

—Está bien, está bien —dijo el hombre a toda prisa mientras trataba de detenerlo arrastrando los pies—. Te creo. Pero no me has dicho por qué me están arrestando.

 

«Por ser tan terco».

 

—Para evitar que te lastimes —respondió—. Ahora entra a la parte de atrás.

 —Siwan, mi nombre es Siwan. ¿Ahora vas a dejar que me vaya?

¿El chico hablaba en serio? Su mañana se había jodido. Ya iba tarde. Su alarma no había sonado. No tuvo agua caliente, de modo que ni siquiera había tenido la oportunidad de tomar una ducha caliente. Y su carro le estaba dando problemas. Era un milagro que la maldita cosa encendiera.

«Y ahora esto».

 

—Estoy a cinco segundos de esposarte, Siwan.

Siwan levantó el brazo, moviéndolo frente a Kwang Hee. No sólo estaba el silbato rojo allí, sino un delgado brazalete de acero. — Ya estoy esposado. Ellos me colocaron el maldito brazalete. ¿Cuántas cosas peores pueden pasarme?

 

—Puedes ser arrestado —Kwang Hee le recordó al pequeño hombre—. Ahora dime quién está detrás de ti. —Odiaba ser un imbécil con el chico, pero Siwan no le dejaba otra opción. No había  manera de que Kwang Hee dejara que se fuera, cuando el hombre estaba en peligro.

 

—Toda mi tribu. —Siwan parecía a punto de llorar—. No puedo dejar que me encuentren. Tienes que dejar que me vaya para que pueda correr de nuevo al rancho de los Moon.

 

Kwang Hee conocía a los Moon. No estaba seguro de como estaban involucrados en todo esto. Quizás debería ir a su rancho. Estaba bastante seguro de que obtendría algunas respuestas de ellos más rápido de lo que las obtendría de Siwan.

—Vamos. —Kwang Hee abrió la puerta del pasajero—. Te llevaré con ellos.

 

Siwan le dirigió una mirada de soslayo. —No me estás engañando, ¿verdad?

 

—Sí, en realidad te llevaré a mi laboratorio secreto donde tengo pensado experimentar contigo. —Antes de que su pareja pudiera protestar, Kwang Hee cerró la puerta del carro. ¡Qué jodida mañana!

 

Siwan tocó en la ventana cerrada. Kwang Hee lo miró.

 

—Si intentas algo, te voy a patear las bolas —dijo a través del vidrio, agitando su silbato hacia Kwang Hee.

 

Kwang Hee puso los ojos en blanco mientras caminaba hacia el lado del conductor de su carro. El hombre estaba fuera de sus cabales. Sin embargo eran pareja y Siwan amenazaba con causarle daño corporal si lo tocaba. No es que tuviera previsto tocar a Siwan. Kwang Hee no había estado buscando a una pareja y una relación era lo último que quería.

Entrando en el lado del conductor, Kwang Hee se preguntó si esto valía la pena el dolor de cabeza que empezaba a palpitar en su cabeza.

Siwan suspiró y se giró hacia Kwang Hee. —Mira, sé que eres mi pareja. Pero mi vida es un poco demasiado complicada en estos momentos. No necesito arrastrarte a este sórdido lío.

 

Kwang Hee empezó a conducir, reflexionando sobre las palabras del hombre. Se quedó en su asiento, relajado. Se alegró de que estuvieran en la misma página.

Kwang Hee tampoco necesitaba la complicación. —Te puedo ayudar, Siwan.

 

Alargó el brazo para acariciar la pierna del hombre, nada más que un amistoso gesto cuando oyó un corto pitazo que provenía del silbato del chico. Giró la mirada y vio la cosa roja que colgaba de los labios del hombre.

—Quédate en tu lado —Siwan advirtió mientras jalaba su pierna lejos de Kwang Hee—. Te lo dije, no necesito complicaciones.

Apartando el brazo, Kwang Hee sabía que no podía llegar al rancho de los Moon con la suficiente rapidez. El chico estaba jodidamente loco. Quería tomar el maldito silbato y tirarlo por la ventana. Kwang Hee no tenía un palo en el culo, pero tomaba las cosas más en serio de lo que este hombre parecía hacer. No estaba seguro de si se trataba de la verdadera personalidad de Siwan o si el hombre estaba jugando con él al tonto.

De cualquier manera, Kwang Hee no estaba tan seguro de que encontrar a su pareja fuera una buena cosa. Por supuesto que sabía lo importante que era, pero no todos los shifter lanzaban fuegos artificiales cuando encontraban a su otra mitad.

Kwang Hee estaba bastante contento con su vida. Como dijo Siwan, no necesitaba la complicación de una pareja. Ayudaría a Siwan, pero reclamarlo, eso no iba a suceder. Lo único que quería hacer en ese momento era llevar a Siwan al rancho, averiguar quién estaba tras él, y resolver lo que estaba pasando. Nada más y nada menos.

—¿Está seguro de que me llevas al rancho de los Moon?

 

Frotándose la sien, Kwang Hee asintió. Llevaba una vida muy tranquila y sin complicaciones. Había trabajado muy duro para que fuera de esa manera. Por qué el destino le había dado un loco bocón, estaba más allá de él. Se sentó allí maldiciendo en silencio al destino, incluso por darle una pareja. Kwang Hee alejó las imágenes que no quería enfrentar en estos momentos. Pero esos pequeños destellos que le habían llegado sólo le recordaban por qué tenía un muro a su alrededor.

Levantó la vista cuando oyó pitar otra vez el pequeño silbato.

 

—Tu mano se está acercando demasiado —Siwan dijo mientras asentía hacia la mano derecha de Kwang Hee que estaba descansando en la consola entre los asientos.

 

—¿En serio? —Realmente tenía que sacar a este chico de su carro. Esperaba como el infierno que Siwan en realidad conociera a los Moon. Sería sólo su suerte llegar al rancho para que los cambia-formas le dijeran que no tenían ni idea de quién era Siwan.

 

—Gracias por el aventón —dijo Siwan y luego agregó—: Si realmente me estás llevando al rancho de los Moon. Si no lo estás haciendo, entonces me retracto de mi agradecimiento.

 

—Mira, ¿puedes quedarte en silencio el resto del camino? — Kwang Hee ya estaba tratando de olvidar que había conocido a su pareja. No necesitaba a Siwan confundiéndolo más. Kwang Hee no quería seguir escuchando el ligero tono del hombre. Sería mejor si el chico no hablara. Sería más fácil a la hora de olvidarlo.

Finalmente llegaron al rancho, y por suerte, Siwan no había hecho sonar su silbato. Kwang Hee no sabía por qué los Moon habían salido al porche, pero estaban allí, observándolos. Esperaba no tener que explicar mucho, especialmente ya que no sabía absolutamente nada de lo que estaba pasando. Iba a tener que averiguar si él iba a necesitar ayudar a Siwan, pero distancia era lo que más necesitaba en ese momento.

 

Al salir de su carro, Kwang Hee les hizo un gesto amistoso. — Buenos días.

 

—Buenos días —respondió el hombre mientras bajaba las escaleras.

 

Kwang Hee señaló hacia Siwan. —¿Lo conoces?

«Por favor, deja que el hombre diga que sí».

 

El hombre miró a Siwan y Kwang Hee pensó que iba a decirle que no. Kwang Hee no estaba seguro de lo que iba a hacer si Siwan le había engañado sobre que conocía a los Moon. Pero, el hombre inclinó la cabeza. —Sí, pero no pensé que regresaría tan pronto.

 

¿Qué significaba eso? ¿Siwan había causado problemas aquí? Kwang Hee esperaba no estar trayendo a su pareja a un lugar en donde no lo querían. Se llevaría al chico con él a la estación y averiguaría por su propia cuenta qué estaba pasando, pero Siwan era inflexible acerca de no ir a ninguna parte con Kwang Hee.

Estaba bien con eso.

 

Siwan levantó el brazo en el aire. —Ellos me pusieron un brazalete, Leo.

 

—Veo que aún tienes el silbato. —Leo observó la muñeca de Siwan. Parecía que Kwang Hee no era el único con el que había hecho  sonar su silbato.

 

—Dice que está huyendo de su tribu. —Kwang Hee cruzó los brazos sobre el pecho y se apoyó en el carro, manteniendo los ojos apartados del nervioso chico—. ¿Qué me puedes decir sobre eso?

 

Leo se giró hacia Kwang Hee. —Lo siento, no recuerdo tu nombre.

Kwang Hee se enderezó y le tendió la mano. —Detective Hwang Kwang Hee.

 —Leo Moon —dijo mientras estrechaba la mano de Kwang Hee—. ¿Cómo encontraste a Siwan?

—Casi lo atropello a algunos kilómetros de aquí. —Kwang Hee se apoyó en el carro una vez más—. Corrió justo en frente de mí. — Quería saber cómo los Moon conocían a Siwan. Kwang Hee podría estar luchando con la forma en que debería manejar la situación con su pareja, pero su oso negro estaba siendo muy protector—. ¿Cuál es su historia?

 

—Um, podrías preguntarme —dijo Siwan, que parecía un poco molesto—. Estoy aquí de pie.

Kwang Hee a regañadientes miró al chico. —Te lo he preguntado, pero te niegas a decirme algo con lo que pueda trabajar.

—Eso es porque estabas tratando de emparejarte conmigo. Los ojos de Leo se abrieron ligeramente mientras veía  de Kwang Hee a Siwan. ¿Había estado tratando de emparejarse con Siwan?

¿De dónde infiernos sacó el chico esa idea? Leo se rascó la barbilla y luego sacudió la cabeza. —¿Siwan es tu pareja?

Kwang Hee y Siwan se miraron el uno al otro. —Sí —dijeron los dos al mismo tiempo.

 

—No es que esté interesado —dijo Siwan mientras se dirigía a la casa—. Tengo suficientes problemas tratando con mi irracional tío y mi convenenciero padre.

 

La puerta de malla se cerró detrás de Siwan. Kwang Hee miró a Leo levantando una ceja. —Traté de averiguar lo que estaba sucediendo, pero ese chico está más loco que una cabra.

 

—Su padre está tratando de acoplar a Siwan con su tío —dijo Leo un poco demasiado a la defensiva—. Yo también estaría furioso. No se puede culpar al hombre por estar un poco loco.

 

Kwang Hee se estremeció ante la idea de acoplarse con su tío. No es que no le gustara su tío Mike, pero el tipo no era su pareja ideal —porque era de la familia. —Nunca he oído hablar de que   traten de emparejarte con parientes.

—Es fey. Es una práctica común entre los Elfos de los Bosques y los Elfos de las Sombras. El hecho de que no entiendas sus costumbres no quiere decir que las devalúes.

 

Wow. ¿Por qué Leo defendía a Siwan y a su gente tan fervientemente? —No estaba juzgando. Todo lo que estoy diciendo es que Siwan parece muy en contra de eso.

 

—Acaba de convertirse en adulto —dijo Leo—. Y a veces los jóvenes no saben lo que es mejor para ellos. Pero en mi opinión, si Siwan no quiere emparejarse con su tío, entonces no debería tener que hacerlo.

 

Ahora ¿no era Leo Moon una gran contradicción? Defendía las costumbres de los elfos, pero estaba a favor de proteger a  Siwan.

—Dijo que estaban detrás de él. —Kwang Hee miró hacia la casa, preguntándose cuál era la historia completa de Siwan. Su mente comenzó a trabajar a la manera en que lo hace un buen detective. ¿Su tío habría hecho avances hacia Siwan antes de que llegara a la edad adulta? ¿Qué estaba su padre tratando de ganar haciendo que su hijo se emparejara con un pariente? Esas fueron las preguntas que necesitaban ser contestadas si iba a ayudar al chico.

Leo asintió. —Vino a nosotros en busca de ayuda antes, pero los Elfos de los Bosques lo encontraron y lo llevaron de regreso. El Ultionem se suponía que investigaría lo que estaba pasando. Supongo que Siwan no esperó la decisión.

Y Kwang Hee tampoco lo hubiera hecho. Siwan no debería ser forzado a aparearse con alguien con el que no quería estar. Además ahí estaba el más grande factor de todo.

Siwan le pertenecía a Kwang Hee. Bueno, así sería, sólo si Kwang Hee reclamaba a Siwan. Pero no iba a dejar que nadie tocara al chico. Kwang Hee gimió para sus adentros.

Ahora, ¿quién era la contradicción andante?

 

continuara...

 


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