Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

¿Es el fin del amor? por Kitana

[Reviews - 12]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Hola, aqui unn uevo fic, aclaro desde ahora que NO ES UN MILOXCAMUS. Espero les agrade.

Update, estoy cmabiando de opinión, esto ha cobrado vida propia, así que no se donde terminará. Gracias por leer

Notas del capitulo:

Aqui el primer capítulo, espero les agrade

Cuando Camus se enteró de que Aiolia había dicho sí cuando Shura le pidió matrimonio tuvo seguro que no habría poder humano o divino que lo salvara de asistir a la boda de esos dos. También supo que eso que había evitado por más de cinco años, estaba a punto de ocurrir. Sólo que no se imaginó que las cosas iban a suceder tan rápido ni en los términos en los que se estaban presentando.

Se tranquilizó un poco pensando que sólo tendría que asistir a la ceremonia, que esquivaría como pudiera asistir a la fiesta de compromiso y que bastaría con una buena excusa para no permanecer mucho tiempo en el banquete de bodas.

La suerte estuvo de su lado para ausentarse a la fiesta de compromiso, tuvo una emergencia en el trabajo y Shura aceptó de buen grado su ausencia. Sin embargo, la suerte lo abandonó una semana antes de la boda. Jamás pensó que a los futuros esposos les daría por organizar una fiesta previa a la boda en lugar de una despedida de soltero, como hacía toda la gente. Por supuesto, lo más lógico era suponer que Milo estaría ahí, Aiolia era su mejor amigo y no iba a faltar a esa fiesta.

Esa noche, mientras se preparaba para asistir a la fiesta, Camus se convencía más y más de que encontrarse con Milo no terminaría siendo una experiencia agradable. Hasta donde podía recordar Milo era muchas cosas, pero maduro no era una de ellas. En realidad, no esperaba que Milo se dignara siquiera a dirigirle la palabra si se encontraban, seguramente se comportaría como un crío tirándole indirectas y haciendo comentarios poco sutiles. Lo conocía, y ya que las cosas habían terminado más que mal entre ellos, esperaba una andanada de idioteces de su parte.

A decir verdad, tampoco esperaba que las cosas fueran a fluir como en los viejos tiempos con el resto del grupo de amigos. Ninguno de ellos se había puesto de su parte tras la ruptura con Milo. Sólo Shura siguió siendo su amigo después de lo que sucedió entre él y Milo.

A penas llegar al lugar donde se llevaría a cabo la fiesta, Camus se percató del efecto negativo que tenía su presencia en la mayoría de los asistentes. No estaba preparado para tanta hostilidad, suponía que la actitud de los asistentes se limitaría a una serie de malas caras por parte de sus ex amigos; no imaginó que a cinco años de distancia seguirían tan molestos con él. A penas entrar al pequeño salón de ese club nocturno donde Shura lo citó y encontrarse con sus ex compañeros de la preparatoria y la universidad, las miradas que ellos le dirigieron no le dejaron dudas de que ninguno de los presentes se había olvidado de las circunstancias de su ruptura con Milo, ni de lo que había pasado después. No hubo alguien, además de Shura, que lo recibiera, al menos, con una sonrisa. Todo el mundo se había tomado demasiado personal el asunto con Milo, empezando por Aiolia, el futuro esposo de su mejor amigo, del único amigo que conservaba de aquellos tiempos. Shura había sido el único que comprendiera que Camus no había actuado por capricho, y también el único que no lo hizo responsable de la conducta destructiva que Milo adoptó tras su rompimiento.

Estaba seguro de que ninguno de sus viejos amigos habría entendido que tenía sus razones para hacer lo que hizo. Amaba a Milo en aquel tiempo, y tal vez aún sentía algo por él, en realidad, no se había podido olvidar de él en esos años y de cuando en cuando se encontraba a sí mismo pensando en él, en lo que habían tenido juntos y en lo que habría podido ser de ellos de no haber terminado. Le parecía difícil de creer que ya hubieran pasado más de cinco años.

No había sido fácil llegar a la conclusión de que lo mejor para todos era terminar. Había tomado la decisión de romper con Milo después de mucho pensarlo. Milo era un alpha y él no era más que un beta. Se dijo que mejor sufrir ahora y no más tarde, cuando Milo hubiera perdido la razón por el aroma de un omega. Todos sabían que tarde o temprano las cosas llegarían a ese punto. No quería sufrir de la misma forma en que había visto sufrir a su padre.

Al terminar la universidad, cuando todos pensaban que lo más lógico entre Camus y Milo era casarse y vivir juntos hasta envejecer, Camus decidió que lo mejor que podía pasar entre ellos era terminar su relación y continuar por separado su camino. Contrario a la opinión general, Camus había sufrido con su decisión, pero nadie más que Shura fue testigo de ello. Nadie había querido escuchar sus razones, porque vaya que las tenía, aunque tampoco encontró la ocasión ni el momento propicio para externar nada. En realidad, siempre había creído que al único al que quizá le debía explicaciones respecto de su situación era a Milo, a Milo que no entendía razones en aquel tiempo. Tal vez había sido egoísta y unilateral, pero su decisión había tenido fundamentos, al menos por lo que a él respectaba.

De cualquier forma, superando todos sus temores, decidió asistir a la fiesta, sólo por la obstinación de su amigo en que acudiera. Sentía que se lo debía, soportaría estoicamente el escarnio, sólo por el único que había hecho lo mismo por él. Porque Shura no la había tenido fácil apoyándolo. Ni siquiera con Aiolia.

Al menos no tuvo que presentarse sólo. De último momento había convencido a Hyoga, su novio, de que lo acompañara. No estaba siendo nada fácil para ninguno de los dos. Esas miradas inquisitivas, todos comentarios sarcásticos, esos saludos al borde de la cortesía, no iban a intimidarlo. Se dijo que estaba ahí por Shura y que no importaba lo demás. No prestaría oídos a nada de lo que los otros dijeran o pensaran respecto de él.

Pese a todo, al poco de la llegada de Camus y su acompañante, aunque nadie fue capaz de romper del todo la tensión, la reunión estaba yendo bien, con algunas bromas y la camaradería flotando en el ambiente. No obstante, Camus tenía bien claro que en cuanto fuera posible debía retirarse. No le gustaba la forma en que lo estaban tratando y el montón de preguntas que adivinaba en los ojos de Hyoga. Con toda seguridad que él iba a pedirle una explicación. Por supuesto que se la daría, aunque no sabía ni por dónde empezar.

Conforme pasaban los minutos, aún Camus terminó por relajarse. Habría sido mentira negar que no lo aliviaba la ausencia de Milo. Mientas transcurría el tiempo sin que apareciera, Camus comenzaba a convencerse de que él no se presentaría, ese pensamiento contribuyó a que se relajara un poco.

Algo cansado, aún de sí mismo, Camus se excusó para ir al baño, tenía pensado que, después de un último trago, era mejor retirarse de una vez y dar por terminado ese asunto. No era necesario sufrir más de ese martirio que le habían impuesto los que antes lo llamaban amigo. Ya era más que suficiente de eso. No iba a soportar estoicamente esa situación tan incómoda. Nunca había tenido madera de mártir.

Tras volver del sanitario, le susurró al oído sus planes a Hyoga, su acompañante se mostró totalmente de acuerdo con él. También estaba resintiendo las puyas del resto de los asistentes hacía su pareja. Camus estaba resuelto a despedirse de Shura y olvidar el mal rato lo antes posible. Sin embargo, todos esos planes se borraron de su mente cuando contempló esa inconfundible cabellera de un rubio oscuro, y esa figura, alta y fuerte, a parecer al lado de Aiolia, abrazándolo con tanto afecto que dolía.

 Era Milo, un sonriente Milo que saludaba a todos y reía con ellos de una forma que a Camus le estaba vedada. Era Milo, Milo, Milo con su sonrisa desbordada y esa cicatriz en el brazo que hacía imposible olvidar lo que sucedió tras su rompimiento. Milo, con los ojos tan limpios y tan llenos de vida, como había sido en el pasado, como había sido siempre. No había mucho en él del Milo al que había visto años atrás en el hospital, cuando decidió verlo por última vez.

Milo había pasado la página, lo que se hizo aún más evidente para Camus cuando notó que detrás de él emergía un hombre, delicado y bellísimo como una aparición, un hombre que a todas luces era un omega. No había que pensar demasiado para hallarle explicación a la presencia de ese hombre.

Todo había cambiado. Ahí estaba Milo, con ese omega aferrado a su brazo, un omega que sonreía con cierto desdén mientras buscaba algo con los ojos. Milo y Aiolia intercambiaron algunas palabras, se abrazaron y luego Milo se movió alrededor del pequeño círculo formado por los viejos amigos para saludarlos a todos. En tanto, su acompañante charlaba con Aiolia y con Shura. Evidentemente se conocían de antes. Sí, tanto Aiolia como Shura lo conocían, lo saludaban con familiaridad y él les dedicaba sonrisas y pequeñas frases que los hacían sonreír. Le pareció que Aiolia se sentía particularmente cómodo con él.

A pesar de las circunstancias, por algún motivo que él mismo desconocía, Camus no podía dejar de mirarlo.

—Buenas noches, Camus —dijo esa voz a sus espaldas y Camus se estremeció por completo. Milo estaba saludándolo y él no podía emitir ni siquiera un quejido. Tenía la garganta seca y su lengua se retorcía dentro de su boca impidiéndole siquiera responder al saludo que le habían dirigido—.Tanto tiempo sin vernos, ¿no es verdad? Disculpa, a ti no te conozco —añadió Milo mientras Hyoga se apresuraba a tomar la mano de Milo que Camus había dejado extendida.

—Soy Hyoga, el novio de Camus —dijo Hyoga con una sonrisa de cortesía.

—Yo soy Milo, un antiguo compañero de la universidad de Camus, un placer. Los veré después —dijo sin titubear ni un segundo y se alejó con una apacible sonrisa en los labios. Dolió ver como Milo siguió su camino saludando al resto y no volvió ni por un segundo la mirada atrás. Era más que evidente que sólo había saludado por mera cortesía. Camus sintió la boca seca y un nudo en el estómago, se sentía como sí alguien le hubiera dado un puñetazo en pleno rostro. Después de ese fugaz encuentro, Camus terminó de convencerse de que verdaderamente no encajaba ahí. Lo mejor era irse. Se despidió apresuradamente de Shura, tomó a Hyoga de la mano y abandonó el lugar sin más.

Esa noche no fue capaz de ofrecerle una explicación coherente a Hyoga sobre lo sucedido, mucho menos sobre su conducta. Tampoco de dormir. Ver a Milo había sido difícil, saber qué había pasado la página era demoledor.

A la mañana siguiente, bajo la luz del sol, fue evidente para Camus que seguía enamorado de Milo. También fue evidente que ya no era correspondido. Milo había seguido con su vida. Había hecho exactamente lo que él le dijera que hiciera esa tarde de julio en que sus caminos se separaron. No había olvidado nada de esa tarde. Lo recordaba todo casi como si hubiera sido tan sólo ayer. Recordaba perfectamente todo sobre aquel día, no sólo por lo que había sucedido, sino porque aquella había sido la última vez que Milo le había sonreído sinceramente.

Lo recordaba todo a la perfección. La tarde en que rompió con Milo se sentía rebasado, por la situación, por sus sentimientos, por las expectativas de todos a su alrededor, en particular de Milo. Había llegado a ese día hecho una olla repleta de presión. Todo el mundo parecía querer un pedazo de él y no había sabido cómo lidiar con ello. La idea de que Milo estuviera con él sólo en tanto no hallaba a un omega afín a él, lo acosaba constantemente desde hacía un buen tiempo. Habían sido días duros, con Milo hablando constantemente de lo que harían después de graduarse, haciendo un montón de planes que Camus estaba seguro no se iban a concretar nunca y la exigencia paterna de volver a casa. Todo se había conjuntado para hacer de él un manojo de nervios.

A la distancia, se percataba de que romper con Milo había sido casi un acto de defensa. No quería sufrir sí él lo abandonaba. Milo le había propuesto matrimonio, como todos sus amigos vaticinaban, y él lo había rechazado. No sólo eso, había terminado con él. Lo recordaba mejor de lo que podía esperarse. Recordaba cada palabra que cada uno dijo, la forma en que los ojos de Milo se opacaron con lágrimas que no llegó a derramar. La expresión de Milo cuando le dijo que no podía casarse con él y volvió a poner en sus manos el fino anillo que éste le había dado, hizo patente que le había roto el corazón.

—Bien, si no quieres casarte, entonces al menos vamos a vivir juntos, podemos buscar un departamento en el centro, cerca de todo—dijo Milo, con un atisbo de esperanza.

—No, Milo. No podemos —había respondido él, determinado a romper con Milo.

—Entonces, ¿qué pasará con nosotros? ¿Seremos novios para siempre? —preguntó Milo, algo irritado.

—No, Milo, no podría.

— ¿Estás diciendo que…?

—Es lo mejor para los dos… tú lo sabes, vamos en direcciones opuestas. Entiende que esto que hemos vivido no es más que un sueño, no podemos seguir adelante, todo está en nuestra contra. Lo sabes.

—No, no lo sé, y no te entiendo, Camus. Todo lo que yo sé que tú me amas y yo a ti, ¿qué más hay que saber? Eso debería ser suficiente.

—Sí, te amo, pero… tienes que entender que no podemos llegar a ninguna parte sí seguimos juntos. Tú eres un alpha, y algún día vas a querer hijos, para lograr eso vas a necesitar de un omega y yo, yo no soy más que un beta. Tienes que seguir adelante sin mí, lo sabes, es lo mejor para ti, para todos —había dicho Camus. Aunque Milo intentó hacerlo entender sus razones para seguir juntos, convencerlo de que el amor que sentían el uno por el otro era suficiente argumento, no consiguió nada de él.

Terminaron a los gritos, con Milo reclamándole una falta de amor que Camus no quiso desmentir, y ambos con el corazón más que roto. Después de ese día todo cambió y no para bien. Dejaron de verse y Camus no tuvo noticias de Milo hasta unas semanas después, cuando Aiolia se atrevió a llamarle por teléfono y gritarle que Milo se estaba muriendo por su culpa.

Había acudido al hospital por impulso y a penas entrar en la sala de urgencias supo que había sido un error garrafal. Aiolia se le fue encima, culpándolo por lo que le había pasado a Milo. Shura había tenido que intervenir y esa intervención casi le costó su relación con Aiolia, que por entonces recién iniciaba. Días después, y con la complicidad de Shura y el hermano mayor de Milo, tuvo ocasión de ver a Milo en su habitación y lo que vio lo dejó sin habla. Verdaderamente su ex pareja se moría, y pensó que quizá debía dar marcha atrás, que era mejor retomar las cosas en el punto en que se habían quedado; sin embargo, prefirió mantenerse firme en su decisión y abandonarlo todo. Volvió a la casa paterna, deseando olvidar a Milo y a lo que sentía por él. Siguió con su vida, con los planes que sus padres habían trazado para él.

Un par de años después, volvió a la ciudad, determinado a no hacer preguntas, a no encontrarse de nuevo con él. Sólo una vez Shura le habló de Milo, le contó que estaba viajando por el continente, conociendo la vieja Europa. Ante el silencio y la aparente  indiferencia de Camus, Shura no insistió ni insinuó nada más, nunca volvió a mencionarlo y el francés ya no volvió a saber de Milo. Hasta ese día creyó haber olvidado lo que sentía por él. Sólo que no había podido hacerlo. Se había negado a pensar en sus sentimientos, a reconocerlos y darles voz. Pero esos sentimientos permanecían ahí, aún si no lo deseaba.

Camus sintió miedo al darse cuenta de que no había hecho más que anestesiar sus sentimientos por Milo, sentimientos que ahora le estallaban en el pecho y le impedían respirar. No se sentía bien, estaba fuera de control y definitivamente no sabía qué hacer con lo que sentía. Además, estaba Hyoga. Él era su novio. Lo era desde hacía solo unos meses, sí, pero de todas formas, para Hyoga su relación representaba algo serio, había un cierto grado de compromiso entre ellos.

Había comenzado su relación con Hyoga sin saber bien a bien el por qué, tal vez sólo por su insistencia, porque se había cansado de estar solo. No era capaz de decirlo. Sinceramente había creído que había dejado atrás sus sentimientos por Milo. Había sido un error y en ese momento no sabía cómo arreglarlo sin herir a Hyoga en el proceso. ¿Qué iba a decirle a Hyoga? No podía simplemente decirle que tenían que terminar porque seguía enamorado de su ex y pretender que él lo tomaría bien.

Ni siquiera tenía idea de qué debía hacer respecto a la ceremonia. De pronto su sencillo plan se estaba yendo al demonio gracias a esos sentimientos que no sabía que aún tenía. Ni siquiera estaba seguro de que debiera asistir. Sí se presentaba, seguramente sería un martirio, pero si no asistía, Shura jamás se lo perdonaría.

No fue capaz de dejar de lado sus preocupaciones durante el resto del día, y por la tarde, mientras tomaba café junto a Hyoga, no supo cómo responder a ninguna de las preguntas que se había formulado la noche anterior. Tampoco supo cómo responder a esas preguntas que adivinaba tras la mirada suspicaz de su novio.

Hyoga tenía dudas, más de las que Camus podía o quería responder. Se preguntaba, en primera instancia, el porqué de la conducta de Camus, el porqué del trato que ambos habían recibido la noche anterior. Sin embargo, se guardó todas y cada una de esas preguntas cuando notó el semblante ojeroso y cansado con el que Camus se sentó frente a él esa tarde de sábado en el café de siempre. Por primera vez desde que lo conocía, encontró que Camus era capaz de mostrarse vulnerable. Siempre le había parecido un tipo centrado, seguro de sí, de esas personas que saben lo que quieren y hacen lo necesario para conseguirlo. El hombre sentado frente a él no era el Camus de siempre. Hyoga sintió pesar, más allá de tener un vínculo romántico, él y Camus eran amigos. Le dolía que él no fuera capaz de abrirse y decirle qué sucedía. Sin embargo, respetó su silencio y optó por simplemente hacerle compañía, convencido de que Camus se abriría cuando fuera el momento.

Notas finales:

Si todo sale bien, nos vemos en una semana


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).